la biblioteca y los efefantes (Tailandia, 2017 Imagen de Adela Sánchez Santana |
LIBROS EN CASA
Con mi gratitud a los profesores
y siempre a Ana, Javier y Matías,
mis profes favoritos
Han cerrado los centros educativos por riesgo de pandemia y es difícil imaginar un tiempo en el exilio doméstico, sin esa convivencia. Su labor es básica. Soy de los que
creen en la tarea mágica de una escuela imaginativa y transformadora que asocia inteligencia y
actividad intelectual. Sé que el proceso educativo necesita la continua
presencia del libro. Si la enseñanza de la lengua
hace posible el entrenamiento verbal, el libro de lectura nos ayuda a entender
el lenguaje y a expresarlo con precisión y claridad, a relacionarlo con la
realidad.
El entorno ha cambiado y uno
puede acercarse a la Lengua con nuevos formatos, con claro predomino de lo
visual, pero la motivación, la voluntad y el papel del lenguaje permanecen
inalterables. Sólo cambian las estrategias. Y no conozco mejor estrategia para
galvanizar una lengua activa que la biblioteca en casa. Para explicar sus múltiples
funciones traigo a la memoria aquella fábula del elefante indio, un cuento
popular que reflexiona sobre la naturaleza de las cosas y nuestras impresiones:
“En un cercano bosque vivía una manada de elefantes. Alguno se acercaba a media
tarde hasta las cercanías del poblado y eran muchas las recomendaciones
maternas. En ese poblado vivían cuatro niños ciegos que empezaban a ir a la
escuela. Un día preguntaron al maestro:”¿Qué es un elefante?” El maestro se
aproximó con cuidado hacia un elefante que pacía plácidamente y fue dejando que
cada uno de los niños ciegos palpase su cuerpo. Uno tocó su costado, otro su
cola, otro la trompa, otro su colmillo y el último su oreja…después se
reunieron junto al maestro y relataron su experiencia. El que tocó el costado
dijo que el elefante era un muro, el que palpó la cola una larga liana, el de
la trompa habló de una serpiente enroscada y el del colmillo definió el
elefante como una peligrosa lanza. Por último, el ciego que tocó la oreja creyó
adivinar que el elefante era una palmera que aliviaba de las horas solares… “
Cada cual había experimentado una parte del elefante, una sensación única y
distinta. Pues eso, han cerrado las escuelas pero están con nosotros los libros de lectura. Tomo asiento: la biblioteca de mi casa es una manada de elefantes.
(Apuntes para el diario)
Estupendo amigo, me pongo a ello. Nada como elefantearse entre las páginas de esos que nos miran tocando a rebato. Ya estoy oyendo sus pisadas. Abrazos amigo 🤗!!
ResponderEliminarUn enorme abrazo, Luis Ramos, y me alegra muchísimo que hagas ese safari por las páginas del libro; sé que tú eres de los que descubren vocales y elefantes y además pones música en la selva. Mil gracias por tu amistad.
ResponderEliminarGracias a ti por la cercanía. Abrazos amigo
EliminarSiempre poeta, a estas alturas no es fácil olvidar las vivencias comunes, el apoyo constante y la esperanza de seguir buscando esos espacios de emoción y poesía.
EliminarUn enorme abrazo!!!!
ResponderEliminarGracias y la alegría de seguir caminando juntos en estos puentes de papel que solo quieren ser un espacio de amistad y diálogo, un rumor callado de elefantes al paso.
EliminarPues así es la imaginación y los libros deben ir de la mano siempre. Un abrazo
ResponderEliminarAsí es querida Chelo, y permíteme darte un enorme abrazo por tu labor docente y por crear en los jóvenes la necesidad del libro y la lectura. Hay que reivindicar el trabajo docente y su plena dignidad en un tiempo extraño de valores aleatorios. Feliz fin de semana.
EliminarCuriosa historia. Me temo que los jóvenes leen poco. Un saludo
ResponderEliminarNo comparto esa teoría, querida amiga, creo que la lectura es una actividad que no puede medirse de forma general. Los adultos leen poco... Pero, ¿qué adultos?; lo mismo sucede con los jóvenes... En cualquier caso, es hermoso pensar que los libros están ahí al alcance y que pueden ser una valiosa alternativa en este tiempo extraño sin colegios abiertos. Gracias por tu comentario.
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