martes, 5 de junio de 2018

ÁNGEL GONZÁLEZ. DONDE LA VIDA SE DOBLEGA, NUNCA

Donde la vida se doblega, nunca
Antología poética  de ÁNGEL GONZÁLEZ
Selección y prólogo de
Susana Rivera
Valparaíso Ediciones
Granada, 2017


DONDE LA VIDA SE DOBLEGA NUNCA


   Caminar por el legado poético de Ángel González es recorrer una playa mediterránea y hallar en su calidez huellas firmes. El escritor, nacido en Oviedo en 1925, personaliza uno de los recorridos más perdurables de la generación mediosecular. Pertenece por edad a una nómina creadora cuyos integrantes aguantan con solvencia las acometidas del tiempo; siguen sólidos los magisterios activos de Jaime Gil de Biedma, Claudio Rodríguez, José Ángel Valente, Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, Francisco Brines, o José Manuel Caballero Bonald. El balance del conjunto no diluye los valores personales de cada sensibilidad.
  Más allá de la lectura circunstancial, quien se acerque a la actividad creadora de Ángel González refrendará un perfil clásico, capaz de sobrevivir a la persistente dialéctica entre tradición y ruptura. El yo biográfico está marcado por la  dictadura de Franco, los picachos grises del régimen y un orden social repleto de prejuicios, con una severa censura tutelar.
  En 1973, en el último tramo del franquismo, el escritor fija su residencia en Estados Unidos. Tiene contrato temporal como profesor de Literatura española en las universidades de Utah, Maryland y Texas. Desde 1974 reside en Albuquerque y ejerce la docencia en la Universidad de Nuevo México. Allí conoce a Susana Rivera, joven estudiante con quien establece una larga relación personal que perdura hasta su fallecimiento en Madrid, el 12 de enero de 2008.
  Cuando se cumple el primer aniversario de su muerte, en la presentación de la antología La primavera avanza, Susana Rivera reúne una muestra de los poemas más significativos de Ángel González; así emerge una galería de espejos interiores con varias capas de significación, precedida de una lúcida indagación crítica. Aquel texto sirve de base al prólogo de Donde la vida se doblega, nunca. En él, la profesora universitaria recorre los magisterios del poeta, su ideario estético, el contexto histórico que empañó su biografía y las piezas más notables del taller creador.  
  El trayecto despliega al paso una voz propia. La entrega Áspero mundo amanece en 1956. Recrea una atmósfera urbana sentida y vivida como un escenario que concede a los poemas un carácter testimonial. Pero el trasfondo histórico se impone y el rasgo social aparece de inmediato; el poeta participa en un acontecimiento generacional emblemático: el viaje a Colliure de 1959 para el homenaje a Antonio Machado en el vigésimo aniversario de su muerte. Poco después, en 1961, publica Sin esperanza, con convencimiento en cuyos versos late el proceso interior de la conciencia. En su tono sencillo y directo se cobija una intensa reflexión sobre ideas de contornos difusos como la esperanza o el porvenir colectivo.  La escritura es un continuo ejercicio de actualización; junto a los trazos secuenciales del intimismo, el diálogo coloquial y el sesgo amoroso germinan también el didactismo, la ironía y la parodia, formas de resistencia del lenguaje que enaltecen el sentido crítico. Los poemas de Grado elemental reconocen el magisterio de Antonio Machado. El tránsito existencial es una sucesión de contrastes que oscurece la linealidad del discurso: en su contundencia expresiva, las palabras son lecciones de cosas, llanuras y repliegues.
   El aserto de un poemario muy breve, Palabra sobre palabra, que integra cinco composiciones  amorosas, y ve la luz en 1965, servirá en el tiempo para reunir toda la obra. Su primera edición, fechada en 1968, contiene un hito creador, Tratado de urbanismo, editado en el Bardo un año antes; es un trabajo maduro que fusiona con admirable celo recursos personales como la denuncia social, y una ironía casi extremada hasta la plenitud verbal del sarcasmo.  
  Con Breves acotaciones para una biografía comienza un nuevo ciclo escritural que integra tres títulos; junto al citado, abarca Procedimientos narrativos y Muestra corregida y aumentada de algunos procedimientos narrativos y de las actitudes sentimentales que habitualmente comportan. En ellos se configura un renovado personaje poético y se enaltece el uso de fórmulas y rótulos estilísticos. Ángel González escribe con mayor libertad expresiva y se intensifican rasgos antipoéticos como el prosaísmo, la ironía y el humor.
   Las confluencias entre pensamiento y voz crepuscular dan pie al evocador lenguaje de Otoño y otras luces; la experiencia de la realidad invita al pesimismo; se intensifica el tono elegíaco. El discurrir acentúa los matices entre vitalismo y fugacidad. El ensimismamiento del sujeto germina en melancolía y cada vez resulta más audible la voz de la resignación y el escepticismo; el largo viaje se aproxima a la estación final y la proximidad de la ceniza no puede evitar evidenciarse con un rumor severo y trágico. En Nada grave, título póstumo del poeta, el discurso lírico está contaminado por la llegada a la última costa. Quien habla entre los versos tiene el dolor aprendido del tránsito, lleva en la piel la insistente caligrafía de la experiencia. Quedan lejos la ternura del recuerdo, la ironía y el escepticismo y la afirmación elegíaca. El ahora es un espacio lastrado por el pesimismo. En el fondo de la noche el vacío revela sus contornos. No se niega la contundencia de la vejez, la pérdida del impulso vital o la carencia de razones para afrontar la amanecida, cuando todo es caminar por las aceras de la senectud.
   Susana Rivera entiende el libro con un carácter más diáfano. El caos de la vida “cuando se desvanece definitivamente se hace sueño, y lo que queda brillando para siempre en la oscuridad de la nada es el amor, si tú fuiste capaz de darlo. Por eso consideraba que su ingreso en la nada no era grave y aceptaba el trance final con tranquilidad, aunque no exenta de melancolía”  (pág. 30)
   Abordar la permanencia de una obra con claridad cartesiana es una utopía. Cada voz literaria es una síntesis de lecturas y experiencias, que se va gestado en un recorrido muchas veces oculto e inadvertido. Queda por tanto, como método de estudio el rastreo de los rasgos estructurales y vislumbrar esos paréntesis temporales en los que es una presencia fuerte: por tanto, la poesía de Ángel González enlaza con las poéticas de la introspección. Son estratos creadores que recurren al anecdotario biográfico y que focalizan la presencia del yo, un aporte neorromántico que tiene en el ahora status atemporal. En esta poesía se hace norma el lenguaje realista y enunciativo; un verbo coloquial y cotidiano que deja en el receptor una impresión de cercanía. La reiteración de núcleos argumentales subordina la originalidad a la indagación profunda. Se reiteran acercamientos a la identidad subjetiva como portadora de un destino temporal y transitorio; ese sujeto escindido casi siempre del yo biográfico habita en una plaza social que refuerza el papel cívico de la palabra.
  En Ángel González es palpable la ausencia de proclamas programáticas; sus paseos por laberintos metaliterarios son mínimos ya que considera que el centro motriz de la escritura es el poema y en él dormita su justificación teórica. Esto no borra un conocimiento profundo de la geografía consensuada del canon, ni le impide considerar al signo lingüístico como portavoz desvelado de una realidad más honda.
  En el volumen Donde la vida se doblega, nunca, con selección y prólogo de Susana Rivera, se describe con diáfana precisión “un pleno dominio de la alquimia del verbo que posibilita trasmutar las palabras en ritmos y sensaciones para crear varios niveles de realidad“ (pág. 24). Ha transcurrido una década desde la llegada de Ángel González a la oscura cartografía de la inexistencia, pero sus poemas siguen latiendo alrededor, hospitalarios y atemporales, anclados en el río de Heráclito.

JOSÉ LUIS MORANTE




2 comentarios:

  1. Esta reseña acaba de publicarse en la revista literaria "Cuadernos del Matemático" nº 56-58. la publicación celebra treinta años de vida y ha dejado una estela imborrable en el paisaje cultural madrileño, dirigida por el escritor Ezequías Blanco. Un fuerte abrazo agradecido por haber compartido amistad y poesía durante muchos años.

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  2. Gracias por traérnosla aquí.
    Para mí es un imprescindible.

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