viernes, 10 de mayo de 2019

EL LECTOR DE FRANZ KAFKA

Franz Kafka (1883, Praga- 1924, Wiener Wald)

KAFKA Y YO



La comprensión de que la vida es absurda
no puede ser un fin, sino un comienzo

ALBERT CAMUS  

   Leo a Franz Kafka con frecuencia alevosa. Para entender el mundo. Para entenderme yo. Para interiorizar que el absurdo forma parte de lo cotidiano y hay que respirarlo con sosegada cadencia, sin apremios, sin pánico. La situación política, la idiocia nacionalista y su retaguardia militante, los asesinatos, los atentados contra la dignidad y la beligerancia de quienes manosean el sentir colectivo en los medios de comunicación son asuntos que me llevan a sus libros.
   La biografía del escritor parece disentir de su obra. Fue un modesto judío de Praga cuyo itinerario vivencial estuvo regulado por la rutina de horarios funcionariales que no pueden interpretarse en clave literaria.Sus relaciones con los demás fueron pobres, como si permaneciera en el umbral del otro o detrás de un cristal que asegurara su confinamiento. Fue el representante típico de una interioridad aislada, que sin embargo observa el entorno con profundo interés. Lo que sucede fuera le desconcierta porque la azarosa relación de acontecimientos diarios legitima el caos, un absurdo convertido en seña de identidad colectiva. Por eso leo a Kafka.





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