A punto de ver José Luis Morante Editorial Polibea Madrid, 2019 |
EL DESTINATARIO IDEAL
Añorar los errores cometidos en el pasado
es prueba tangible de sensatez
J.L.M
En los años sesenta-setenta del
pasado siglo, cuando la dictadura consumía su última etapa, la educación en los
internados religiosos y en las familias de clase media tendía al formalismo
clásico. Era un monopolio de ritos con obligado cumplimiento. Por encima de otros afanes, se valoraba la
disposición generosa hacia el otro. Había que levantarse del pupitre cuando el
profesor entraba en el aula y dar los buenos días o las buenas tardes; si se recibía algo (no importaba qué) era
preciso formular con una sonrisa nuestro agradecimiento; en los transportes se
cedía el sitio siempre a mayores, embarazadas o adultos; y era de cajón que
toda pregunta gestual debía tener una respuesta efectiva.
Conservo todavía muchos rasgos de
aquel manual urbano adolescente y procuro aplicarlos a mis
comportamientos cotidianos. También a mis envíos de libros que siempre buscan
un destinatario ideal. De los envíos a amigos espero el
acuse de recibo o la pertinente llamada telefónica, para comentar circunstancias
e impresiones de alguna página o coleccionar asentimientos y reparos.
De los envíos a críticos espero
el acuse de recibo y esa generosidad profesional que supone dedicar un poco de
tiempo a una obra literaria en la que el autor ha puesto horas de intensa
actividad intelectual. También que alguno escriba una reseña en un suplemento
literario, en una revista, en un blog, en carta manuscrita o en simple
e-mail. O acaso, que disienta de sus poemas desde la emoción; no desde la indiferencia.
De los conocidos espero un "ya está aquí" y la deferencia de actuar del mismo modo que yo, poniendo en mi buzón
sus novedades.
Cada vez que sale uno de mis
libros elaboro con mimo una lista de destinatarios ideales. De cada uno de
ellos, espero (no sé si lo he dicho ya) un acuse de recibo que supere excusas
de una sospechosa equivalencia (estuve de viaje, tengo que corregir, soy
prejurado, me divorcié, estuve en el hospital, llegó la abuela, caí en la
depresión, pasé una temporada en el invierno, estrené paternidad responsable y
tardía, me hice del Opus, sufro una crisis menopáusica…).
También con los ejemplares de A punto de ver (Polibea, 2019) seguiré visitando la oficina
de Correos para remitir los libros, aunque no lleguen nunca al destinatarios ideal y queden flotando en el azul interestelar, como basura espacial, prodigando sus rutas en órbitas perpetuas.
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