|
Arquitecturas de la memoriaJoan Margarit Edición, selección y estudio crítico de José Luis Morante Ediciones Cátedra, Letras Hispánicas Madrid, 2006 |
LO VIVIDO
Conviene recordar al adentrarse en la edición crítica Arquitecturas de la memoria que el poeta Joan Margarit, nacido en Sanaüja en 1938, compila en El
primer frío una producción textual que abarca tres décadas de un proceso
creativo sometido a continua revisión. El inicio rescata la poesía de 1975 y llega
hasta 1995 pero las variables respecto a
la edición original son tan numerosas
que sugieren una explicación detallada. Aquel prólogo testifica que la voluntad de
hacer poemas despierta en Tenerife, donde la familia se había instalado en
1954, inaugurando una etapa enriquecedora cuyas instantáneas serán rememoradas
con frecuencia. Ya en Barcelona, Margarit se matricula en la escuela Superior
de Arquitectura pero el deseo de un destino literario es tan intenso que
abandona las aulas para incorporarse a un trabajo editorial. Sin embargo no se
cumplen sus inquietudes y vuelve a la universidad donde concluye la carrera de
Arquitectura, en la especialidad de Cálculo de estructuras.
Su formación científica arropa el planteamiento mental con que se acerca
al material poemático: “pienso que no es una coincidencia baladí que el Cálculo
trate de lograr la máxima resistencia y estabilidad con el mínimo de material
(en general acero y hormigón) y que la
poesía trate de decir el máximo con el mínimo de palabras: al igual que las
matemáticas son las más exactas de las ciencias, la poesía es la más exacta de
las letras”.
El trayecto arranca en Crónica,
libro en castellano del que se recuperan varias composiciones reescritas, con
lo que la etapa en esa lengua queda prácticamente abolida. Después de cinco
años el autor regresa a la poesía utilizando el idioma vernáculo. Firma una
decena de títulos y cosecha abundantes premios que lo convierten en protagonista
relevante. También este segundo tramo ha sufrido un reajuste severo; del mismo
se incluyen treinta y seis poemas bajo la denominación Restos de aquel naufragio.
Será el poemario Luz de lluvia
el que inaugure la etapa en la que el poeta reconoce plenamente la voz y en la
que se integrarán Edad roja, Los motivos del lobo y Aguafuertes. El aserto “El primer frío”
figura en esta entrega en una composición que tiene como hilo argumental un
debate entre arte y vida que es, en último término, uno de los ejes orbitales
de Joan Margarit.
Bajo el supuesto estético de que el poema debe modelar un interior
habitable, hay una estricta concordancia entre el yo existencial y el sujeto
poético: la palabra da fe de lo vivido; utiliza el pasado como sustrato
temático para que afloren los indicios de una realidad vital. El cúmulo de
experiencias da paso a una meditación en la que predomina el sentimiento
elegíaco y la certeza de una temporalidad ineludible que condiciona las
distancias entre lo subjetivo y la otredad.
La escritura, como cualquier cosmovisión singular, cimenta un conjunto
de obsesiones que se expanden mediante variables; recurre a la clarividencia
del matiz. En la exposición de la intimidad hay unos cuantos personajes
referenciales: Raquel, Joana, Tío Luis…cada uno cumple una función emancipadora
del aporte sentimental del yo poético. Raquel – o Mariona- es la culminación de
lo amoroso, el erotismo y la plenitud de una convivencia que no está libre del
envejecimiento pero que ha proporcionado al yo un asidero. Joana – la hija
minusválida- es en su fragilidad y en su condición vulnerable el detonante de
un aprendizaje que no concluye, ni siquiera con su desaparición; connota el fondo
de invierno del dolor, el rostro de una belleza profunda y desconocida, la
cercana presencia de la muerte. Tío Luis participó en la batalla del Ebro y
tuvo un comportamiento heroico salvando a uno de sus compañeros; en la amarilla
grisura de la posguerra, es la figura en
la que lo ideal encuentra sitio cuando el proceso de resignación y la renuncia
a cualquier utopía parecen haber desvanecido la posibilidad de una causa. Tío
Luis es la ética que se resiste a
claudicar
En los poemarios representados en Arquitecturas de la memoria hay una confluencia de contenidos; se repiten
temas: la indagación en los aspectos biográficos y las travesías de la memoria,
las sombras de espacios interiores como el vacío, las pérdidas o el cansancio,
la música, el mar, los viajes, o la ciudad. Dentro de cada motivo lo simbólico sale
reforzado. La música se asocia con frecuencia a un tipo concreto de melodía: el
jazz, la individualidad de sus intérpretes, el marco peculiar de las veladas en
el que era posible hallar un refugio a
trasmano de la inercia diaria. Lo mismo sucede con la ciudad aunque es Barcelona
–son frecuentes las localizaciones populares- el espacio urbano es sobre todo
la descripción de estados anímicos asociados al transitar diario.
Desde una lucidez que objetiva la emoción, se busca una expresión
precisa, alejada del hermetismo, que se decanta por lo coloquial y que propende
a lo narrativo con una cuidada secuenciación rítmica en la que no hay cambios
bruscos. Arquitecturas de la memoria nos da la
versión definitiva de un discurso poético que busca su razón de ser en dejar trazos de una identidad articulada en
días sin retorno. La fugacidad, esa sencilla estela que precede al olvido y
anticipa la despedida general, habrá permanecido inalterable. Recostada en el
papel, la palabra expresa un instante concreto que convierte al poema en una
huella.
JOSÉ
LUIS MORANTE