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AFORISTAS 2025 Dirección y coordinación: JOSÉ LUIS TRULLO Edita: Cypress Cultura Sevilla, noviembre de 2025 |
Entrevista de JOSÉ LUIS TRULLO (Fragmento)
1. ¿Cuándo empezó su relación con el aforismo
y cómo ha ido evolucionando a lo largo del tiempo?
No
soy un adelantado; ratifico el lugar común de que el aforismo es curva
pronunciada del camino de madurez. Hubo un tiempo de convivencia liviana, casi
inadvertida. Como esa relación, civilizada y cortés, que mantienen los vecinos
que comparten, de cuando en cuando, conversaciones de ascensor. Empecé a
escribir con ánimo de publicación a mediados de los ochenta y la poesía asumía entonces
el papel de protagonista principal. Gracias a ella llegué a la obra de autores
que también escribían brevedades, como Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Carlos
Edmundo de Ory, José Ángel Valente…
Ya en
la amanecida digital, en la primera década del siglo XXI empiezo a escribir textos
concisos de forma habitual. Muchos son borradores desechados. Otros aparecen en
el cuaderno Sueltos, editado en 2007. Mi apertura aforística es Mejores
días (2009) y con él abro una etapa de absoluto compromiso con el género,
tanto a nivel teórico e investigador, como a nivel práctico que, felizmente, perdura.
En casa, la brevedad es continuo alboroto. Un sostenido picotear en los
estantes de la biblioteca. Releo mucho a autores clásicos, pero también a mis
coetáneos.
2. Su
aforismo posee un perfil propio muy marcado, en el que el concepto se viste de
un ropaje poético muy característico. ¿Qué influencia ha tenido su práctica
poética en su cultivo del género breve, y cómo ha influido (si lo ha hecho) el
aforismo en su quehacer lírico?
Entre
la poesía y el minimalismo conciso no hay lindes claras; son evidentes las
zonas de intersección. Tiene usted razón; mis aforismos buscan un ropaje
poético a las ideas, fruto tal vez de los magisterios que han fortalecido sus contenidos.
Ser poeta aporta un enfoque designativo, una manera de mirar y entender. La
poesía transciende la realidad, sondea el más allá de lo aparente. Y el
aforismo participa de la misma pulsión. Los dos son escrituras ascendentes.
Buscan cotas del camino ontológico y escalan. Del pensamiento conciso toman mis
poemas la precisión, la sobriedad de la palabra, la limpieza expresiva de las
ideas y los motivos recurrentes centrales: la sociología de las relaciones
humanas, el transitar del tiempo y el análisis de la identidad. El aforismo enseñó
al jardín lírico la importancia de las labores de poda.
3. ¿Coincide con quienes tildan el auge del
aforismo en nuestro país como una moda pasajera, alentada por las redes
sociales? Y si disiente de este dictamen, ¿a qué atribuye dicho auge?
El futuro del
aforismo desconoce la ropa de entretiempo; su oceanografía está despojada de
contingencias personales y de caprichos algorítmicos. Es una estrategia
cognitiva que alienta la introspección y la hondura, el viaje interior hacia el
ser, no hacia el estar. La textura del aforismo no depende de la temporada
climática. No mendiga ocurrencias digitales. Es reflejo de una tradición que
aglutina un abrumador legado de pensadores y civilizaciones. Es verdad que las
redes han facilitado el vuelo libre de la brevedad; pero como escribe Ramón
Eder el aforismo tiene una levedad inconmensurable. La gracieta, el chistecillo
existencial y la frase solemne son escenarios deshabitados.
4. Los aforistas parecen, parecemos
empeñados en encontrar antecedentes, maestros y precursores en el pasado con
una fruición que para sí quisieran otros géneros, cuya obsesión más bien parece
diverger, tal vez no de la tradición, pero sí de la generación inmediatamente
anterior: ¿cuál puede ser la explicación a este comportamiento?
El reconocimiento de las influencias a veces
imita un surtido de mercadillo de barrio. Su eficacia es especulación más que
realidad, al menos si nos atenemos a los magros frutos de las publicaciones que
generaron. Si en poesía, los hijos de Borges son multitud inabarcable; en el
aforismo los parientes -hijos, nietos, biznietos y tataranietos de Gracián, los
moralistas franceses, Cioran y Nietzsche - conforman un árbol genealógico tan
frondoso, que entierra en sombra el resto del jardín. El patrimonio lector es
un quehacer a largo plazo; se necesitan muchos años de trabajo, soledad y
paciencia; cualidades poco compatibles con la aceleración vital de nuestro
tiempo y la enfermiza manía de estar al día. Es más habitual la lectura de las
novedades de contemporáneos que la inmersión en títulos clásicos, lastrados a
veces por su aire de ápoca. Hay mucha invención de precursores a espaldas del
precursor, mucha moneda a cara o cruz flotando en aire...
Entrevista completa en AFORISTAS 2025, Págs 101-105