viernes, 20 de junio de 2025

ALERTA ROJA

En el país del haiku 
Fotografía 
de 
Adela Sánchez Santana 


 En mis oídos 

un clamor de tormenta.

Alerta roja.





jueves, 19 de junio de 2025

CURIOSIDAD

Venus de Milo
Museo del Louvre, París

 

CURIOSIDAD

   La sobria vanidad de la escultura alzó los ojos y fijó su mirada en mí con desconfianza, como si me viese por primera vez. Después fue repasando el contorno lineal de mi silueta en busca de algún apéndice roto, de esos indicios que nos guarda la humillación del tiempo.


(Microrrelatos de verano)





miércoles, 18 de junio de 2025

AGUA POTABLE

Mirador
(Días en Florida)

 

AGUA POTABLE

Cuántos manantiales sin agua potable.

Esas páginas impolutas y frías, sin glóbulos rojos.

El aspirante a personaje concede al ombligo un interés escénico.

Discreto, en la mirilla de la mañana pide asilo el esqueleto de un dinosaurio.

Mientras se aquieta la bruma, el sol es una lámpara minúscula, de segunda mano.

Los insectos sobre la tierra fría del sendero.  Soledad camuflada de vida.

La trastienda mental de quien sustituye amigos por animales domésticos.

Como gesto de autoprotección, espío los versos sueltos de mi vecindario.

La rutina carboniza el asombro.

 (Aforismos con agua potable)



martes, 17 de junio de 2025

PANORÁMICA VISUAL

Panorámica visual
(Hiroshima, Japón, mayo de 2025)
Fotografía 
de
Adela Sánchez Santana

 
 
 
 
EN LA VENTANA 
                                                                                               
Todo es siempre menos
 
JRJ
 
 
Extremó la prudencia verbal; no aventura palabras si no es en presencia de su diccionario.
 
***
 
Afrontar sin amargura, sin gestos de abandono,  que lo que pensamos oculta lo que somos.
 
***
 
Su cerebro contiene dos ideas; son tan opuestas que entre ellas cabe un sistema filosófico.
 
***
 
Al florecer el día  rompe la quietud del reloj un aforismo. Sorbos cortos.
 
***
 
Basta mirar la penumbra de alrededor para saber que no estoy.
 
***
El puño cerrado de quien corta rosas.
 
***
 
Una pobreza de hospitalidad irrefutable, capaz de ofrecer su vieja cama de faquir.
 
***
 
El silencio y su fuerza de convicción. Sabe quién responde cuando nadie llama.
 
***
  
El prudente convierte en coma cualquier punto final.

(Aforismos del después)







lunes, 16 de junio de 2025

FRANCISCO CARO. FUENTÉVAR

Fuentévar
Francisco Caro
Mahalta Ediciones
Colección Adivinos
Ciudad Real, 2025

 

PAISAJES CON FIGURAS

 
 
   La visión poética de Francisco Caro (Piedrabuena, 1947) compila en Fuentévar un conjunto de reflexiones sobre la relación entre caminante y paisaje, donde no existe el frío. La escritura se hace memoria y vida, paisaje con figuras; marca huellas para adentrarse en las sensaciones de la contemplación. Con la luz desperezando y los fuegos fatuos del transitar temporal vislumbra un fragmentado testimonio que se apega a los hábitos del ser. Busca el poeta el lugar intacto del niño que fue, dentro con una perspectiva dinámica que acoge cambios y mutaciones en la fértil dimensión estética de la realidad cercana. El entorno natural de Fuentévar es sentimental, una constante afectiva escrita durante años con tinta fresca. Fotografía sitios manchegos en el término municipal de Piedrabuena, municipio de Ciudad Real que, todavía lejos de la urgencia digital, mantiene un sosegado lenguaje con el pretérito. En ese muestrario íntimo se recuperan, entre la inquietud de los olivares y la silenciosa espera del barbecho, la brisa del ayer y las resonancias del existir. El regreso al pasado no ajusta cuentas con las carencias que acumula el olvido. Tiene la sensibilidad elegíaca de quien sabe que en aquella claridad rosácea de los primeros pasos comenzaba un camino que ha cubierto una larga distancia hasta el presente. En el seno de ese recorrido, evocador y reflexivo, confluyen hendiduras biográficas y el merodeo sin cartas de navegar del aprendizaje sentimental.
  Fuentévar propone una indagación lírica donde se abrazan territorio e identidad; es un punto de encuentro para enunciar una geografía singular que aglutina topónimos dispuestos a una localización inmediata o concreta. Con lenguaje sosegado, pide la palabra la confluencia de diferentes elementos asentados en la realidad: la flora silvestre, el terreno de cultivo, la arquitectura rural, los riachuelos y el maar, un cráter volcánico. Dormido en la hondonada entre lentiscos, aquel accidente geológico perdura atento siempre a los ciclos estacionales, para convertirse en laguna primaveral o vientre seco, abierto al azul del cielo. Lo mismo sucede con la cuesta de la Asperilla, otro enclave que define una ruta para el caminante que se pierde entre los cerros, el bajo monte y los escalonados arbustos. Otro topónimo lugareño, Los Lomillos, celebra el rito matinal de la lectura en el despertar del día; en ese instante de la mañana donde el quehacer agrícola emprende sus afanes y un ruidoso tractor caligrafía en el cuaderno de campo de la tierra los surcos más tempranos. Otros nombres propios acuden de inmediato al territorio de la observación: Valdelamadera, Sierra de la Cruz o el río Bullaque, quejoso por el mínimo cauce que alienta su lecho en la sequía. En el reducido espacio del pueblo los lugares tienden puentes entre sí, descubren una amplia gama de formas y sensaciones, una crónica que narra la experiencia de un tiempo en el que se entrecruzan realidades y sueños generando un amplio muestrario de imágenes y palabras.
   El poeta entrega también una panorámica íntima de la casa familiar y sus distintas dependencias. Allí el patio reclama las sobrias labores de jardinería, y se recuerda la casa hecha refugio de soledad y espera. Los muros, en el complejo año de la pandemia, transformaron la condición de ser. La soledad se hizo confinamiento y buscó en la escritura su manera de estar solo. Mientras leo estos poemas de Fuentévar recuerdo el libro Aquí, editado en 2020, meses después de que se escribieron sus últimas composiciones. Los versos transmitían ese inefable consuelo de quien nunca está solo cuando está consigo, rodeado de nostalgia y recuerdos.
   A pie de campo, en el pueblo,  frente a un horizonte cambiante y convertido en mirada interior, quien percibe se interroga a sí mismo: “¿Por qué este afán / de dejar en papeles testimonio / de aquello que una vez me exigiera la vida? / ¿por qué volver a los relatos / de los azares y las decepciones, / de la verdad azul o de la inútil, / del dolor que pretende y sus melancolías?”. Con voluntad sostenida, la mirada nunca baja los ojos. Añora y reconoce, articula con expresión diáfana un terreno expandido que tenía la luz incipiente del futuro.
   El segundo apartado del libro “Germinal” elige como pórtico una cita de Sergio García Zamora. Los versos muestran su afinidad con el pensamiento romántico y su manera de abrigar el paisaje con la piel sensible de los estados de ánimo. Con tan relevante certidumbre, el hablante lírico se asoma a nuevos espacios de apertura sensorial y se hace interlocutor de enigmas e incertidumbres: la desazón de la vida en sí que atenaza el cumplimiento de los sueños, lo efímero de proyectos e ilusiones, injertados en la lejanía del porvenir, el gastado deseo… Sobre la existencia alza su hilo argumental el poema “Fuentévar”, con la desvelada conciencia de haber sido: “El asunto es vivir, / aunque el sol acarree las sospechas / de fraude en lo pasado /    (el aire baja y tizna / de caridad sin fe nuestra esperanza) “.
   La poesía rompe la semilla del asombro oculto que la conciencia guarda dentro. Cada identidad cobija, en el hondo recinto del estar, vivencias aurorales marcadas por la lumbre encendida de las emociones y el revuelo incansable del pensamiento. Francisco Caro escribe Fuentévar con la calidez agradecida del homenaje y la certeza de pertenecer al cuarzo interior de su espacio afectivo. El poeta manchego deja en los versos el alba del origen, un lugar con vocación de paraíso. Ese calendario sin tiempo de la felicidad hecha raíz.
 
José Luis Morante
 
 

 

domingo, 15 de junio de 2025

EL TIEMPO SIN VOZ

Plaza de la memoria
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

  

EL TIEMPO SIN VOZ

PARADOJAS

 

Los códigos cifrados.

El pájaro y la jaula.

La lluvia en los poemas.

El mar de tierra adentro.

La ceguera y los libros,

aquella afinidad entre mi padre y Borges.

La idea que cobija el borrador.

Esa ilusión etérea de las cosas reales.

Las rosas sin olor, las flores secas.

El tiempo y la quietud de cada instante.

La luz y el corazón de las tinieblas.

Los días que amanecen y no estoy.

 

He tenido un sueño muy extraño. Todo alrededor era un extenso espacio de silencio, un tiempo sin voz. Alzo los ojos y allí están mis carencias dinámicas y orondas, repletas de vida, con el mismo entusiasmo de siempre. Sí, soy yo, no hay duda. 

Cuánto “no sé” en las respuestas de algunas amistades en retirada. 

Me reconoció por la voz y me abrazó con fuerza, pero había perdido su entusiasmo vital. No sé por qué me pidió perdón mientras me comentaba que durante años había vivido en él un estúpido de oficio, con una intensa vida laboral. Me dejó en las manos una inquietud desconcertante que tardaré tiempo en enfriar.

 Qué pronto se hace hábito el trastorno crónico.

Los impostores de identidades digitales se detectan de inmediato, como los falsos lectores que han leído todas las novelas de Borges.

No votar la candidatura a la Real Academia de Luis Alberto de Cuenca es un dislate más de la vida literaria , un error que advierte de que para obtener el dorado vellocino hay que estar y no ser.

Se preocupa tan poco de mí que siempre contesta con lugares comunes. Actos reflejos que significan lo mismo si viajo a Madrid o a Tokio. Pero su actitud no me pasa inadvertida; para mí hace muchos meses que es invisible y solo escribe libros sin palabras.

Diario de viaje



viernes, 13 de junio de 2025

JUAN CARLOS MESTRE. LA HISTORIA DEL MOVIMIENTO OBRERO DE LAS HORMIGAS

La historia del movimiento obrero de las hormigas
Juan Carlos Mestre
Selección de poemas y epílogo de Raquel Ramírez de Arellano
Dibujo de cubierta e ilustraciones de Juan Carlos Mestre
Kalandraka Editora
Pontevedra, 2024 

 

ESTRELLAS SIN HILO

  

   Al dibujar los trazos de su itinerario poético en el cuaderno Poesía y poética, edición no venal de la Fundación Juan March publicada en 2018, Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, León, 1957) escribía: “Asumo la poesía como un camino hacia la interioridad de las fundaciones del espíritu y al definitivo valor inmaterial de la conciencia, a la irradiante oscuridad del amor y a la rectificable claridad de la muerte”.
   Aquella exploración conceptual indagaba también sobre la abundancia verbal del lenguaje, ese espacio abierto que hace de la imaginación la más evidente realidad existencial cuajada de significativas variantes. Lo previsible se ausenta. Cierra la boca la obviedad encogida de la razón y sus líneas argumentales y el recurso de la intuición convierte la sensibilidad poética en despliegue expandido hacia las cosas. Desde ese enfoque amanece una percepción instantánea, abierta a una comprensión inmediata que convierte emociones y sentimientos en experiencia estética que indaga más allá de la lógica.
  Así se gesta un fluir creativo proteico. Una dimensión exploratoria rupturista con la racionalidad de una estética cerrada, siempre proclive al juego literario y al abrazo de las posibilidades de la expresión como un ámbito rizomático y disgregado. Desde ese propósito de apertura ha ido naciendo la obra poética de Juan Carlos Mestre, conformada por las siguientes entregas: Siete poemas escritos junto a la lluvia (1982), La visita de Safo (1983), Antífona del Otoño en el Valle del Bierzo, reconocida en 1985 con el Premio Adonáis, Las páginas del fuego (1987), publicada en Chile, país donde vivirá varios años,  La poesía ha caído en desgracia (1992), Premio Jaime Gil de Biedma, La Tumba de Keats (1999), Premio Jaén de Poesía, La casa roja (2008), libro reconocido al año siguiente con el Premio Nacional de Poesía, y La bicicleta del panadero (2012), Premio de la Crítica. El conjunto atestigua una obra de fuerte singularidad y clara pulsión dialéctica, representada también en numerosos cuadernos y antologías y complementada con estudios y ensayos.
   Raquel Ramírez de Arellano (Madrid, 1975), Licenciada en Filología Hispánica y profesora, prepara la muestra La historia del movimiento obrero de las hormigas, trabajo de exquisita presencia formal que integra veinticuatro composiciones de Juan Carlos Mestre y una docena de dibujos a todo color. No olvidemos que el poeta es un artista visual de primera línea, y que ambas expresiones artísticas comparten el ideario surrealista, una imaginación implosiva y una clara propensión temática por el onirismo y los estratos asimétricos de la realidad. La creación artística libera el pensamiento y acoge una inmersión en lo irracional, una búsqueda de estratos significativos, más allá de lo aparente.  
   La impulsora de la compilación recuerda la dimensión escénica que adquieren los poemas en boca de su autor y el signo lírico que transforma la lectura en un escenario. El escritor mantiene un claro impacto emocional que convierte la presencia del poeta en las aulas en motivación y terapia, en la entrada a un mundo mágico, repleto de sensaciones y extrañamientos. Como asevera el poeta: “la poesía permanece amarrada al conflicto del deseo, la imaginación y la conciencia”. Desde allí afloran las resonancias interiores de la conciencia, un camino de conocimiento y compromiso que busca respuestas ante la existencia y el devenir histórico, que está en continua revisión. Ajena al intimismo reflexivo de la oratoria autobiográfica, la poesía de Juan Carlos Mestre es una creación emancipada de la figuración. En ella se cobija la aspiración a un sueño que no ha sido soñado todavía, el habitable no lugar que dibuja en el aire la espiral del poema.
 
 JOSÉ LUIS MORANTE
 
 
 



 

jueves, 12 de junio de 2025

EL BOSQUE DESHABITADO

Conversación
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia


 

1 

Pierdo palabras; pronto seré un diccionario deshabitado.

 2

La edad recicla la ternura en desuso.

3

Existen muchas formas de soledad. En mí viven las más frondosas.

4 

Tras el despertar, qué eficaz la poda de quien contradice siempre.

5

La caligrafía en cursiva de la aurora imita la espontaneidad del niño que amplifica sonidos y oye la voz del mar en el caño oxidado de la fuente.

6

En el bosque de lo cotidiano, en cualquier rincón, las ramas dactilares del absurdo.

7

Habla poco de euforias infantiles. Fue un adulto inmaduro desde niño.

8

Hay amanecidas que confían en la pericia de la imaginación para sobrevivir.


(Aforismos del bosque deshabitado)




martes, 10 de junio de 2025

CALLEJONES SIN SALIDA

Laberintos
(Tokio, 2025)
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 

PRIMERA CLARIDAD


1

Vivir la claridad del despojamiento, su estar limpio, su ascesis hasta la otra orilla. Abro las manos. De la quimera existencial me llevo casi nada.

2

Aunque esté lejos, qué trasluz cercano empareja al asombro.

3

La germinación de la belleza  requiere constancia; instantes con levedad de nube.

4

 De  la voluntad, la respiración fatigosa de todo aquello que no pudo ser.

 5

 No ser nunca quien sobrevuela márgenes y levita sin estar dentro ni fuera.

6

Tengo una brújula para extraviarme en mí.

7

Antes, la desnudez invitaba al deseo. Ahora apresura la búsqueda urgente de una bata de felpa para evitar el resfriado.

8

 Contemplar la amanecida en la azotea, mientras las copas de los árboles ocultan las sombras, concede púlpito al optimismo.

 9

Tras la vigilia guardo las cenizas del sueño.

José Luis Morante


lunes, 9 de junio de 2025

EXIGENCIAS DE GÉNERO

Templo Todaiji
(Nara, mayo de 2025)
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 

EXIGENCIAS LITERARIAS

  

  El yo escritor es el mismo que el yo viajero. Los dos viajan con la espalda ocupada por la mochila de las exigencias. No basta la buena intención. Para  que  el itinerario personal cruce el umbral de lo permanente y busque pronto la silueta de fondo del lector debe cumplir de forma imprescindible algunas exigencias. Cuánto emociona escuchar la voz dubitativa en el taller. La literatura es un encuentro pactado entre dos comensales: el autor y las palabras. Son dos caminos que se juntan en un punto de cruce, ajenos al invierno, para firmar acuerdos y pactos comunes. Igual que cada gota, los dos preguntan donde deben guardar su transparencia. Como pagodas con elegantes techos inclinados cada género asciende para depositar en el aire su techado y su altar: el ensayo precisa el sentido cartesiano, a salvo de cualquier disgregación; el aforismo la persuasión pedagógica, el epitelio lírico y la prolongación del pensamiento; el relato la complicidad y la pequeña magia del final; la novela, el paso libre de los argumentos y  la inteligencia ordenadora en el rumbo de los personajes; y la poesía, el misterio vespertino de la insinuación, el no sé qué que queda balbuciendo. El escritor sigue buscando en cada viaje la intuición creadora, la riqueza emocional y la mano azul de un camino sin nadie, laborioso, que consume recorrido en un instante.

José Luis Morante




 

 

domingo, 8 de junio de 2025

CONSTANTINO CAVAFIS. LA VIDA DENTRO

Constantinos Cavafis
(Alejandría, Egipto, 1863-1933)

 

MURALLAS Y ERIZOS

 

                   Con C. Cavafis y Joan Margarit

 

   En estos días de soledad forzada, retorno con frecuencia a la poesía de C. Cavafis. Leo en voz alta composiciones que sobrepasan su condición de textos literarios para convertirse en principios  vivenciales, listos para aplicarse a la travesía del mañana que empieza. Así me sucede con “Murallas”, un poema breve breve que suelo emparentar con otro imprescindible en mis hábitos lectores, “El erizo”, un acierto de Joan Margarit. En los dos escritos se habla de un yo encerrado fuera del mundo, seguro, inaccesible, protegido en Cavafis por sólidas murallas y en Joan Margarit por la punzante piel de los erizos. Ambos poemas dan voz a un yo solitario, a resguardo, que con horror descubre que el mundo está fuera, y allí empieza la vida.

 José Luis Morante




 

 

sábado, 7 de junio de 2025

DÍAS DE NIEBLA

Días de niebla
(Shirakawago, Japón, 2025)
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 

Con pisar tenue
el tiempo, sigiloso,
vaga perdido.

    (Viajeros sedentarios, La Garúa 2025)



viernes, 6 de junio de 2025

CIUDAD A SOLAS

Cortados de Wadi Rum
(Desierto de Jordania, 2024

 

CAMINOS

 

   A resguardo de la erosión rocosa, desgajada del tiempo, como si buscara sitio en un útero oculto bajo el desierto, una ciudad con habitantes mudos vive la calma del silencio continuo. Solo los que se pierden, malvestidos de sed y de cansancio, ocupan la extrañeza de su arquitectura. Ajenos al desvarío de ser ellos, sus pasos unen la estática distancia de otros itinerarios. Todos se borran al atardecer, desintegrados en el mismo azar.

 

(De Cuentos diminutos)

 

 

 

jueves, 5 de junio de 2025

INVITACIÓN AL VÉRTIGO

Vértigo
(Tower Tokyo, Tokio, mayo de 2025)
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

AFORISMOS  DE  JOSÉ LUIS MORANTE


Minucia interna; en mi interior no encuentro nadie en quien confiar.

Nadie es más que una sospecha de ser de otra manera. 

Si miras con atención el lugar que ocupas, donde estás no hay nadie. 

En el apagado discurrir del tiempo, adanes primigenios que aguardan todavía una manzana.

En la madeja de su ingratitud se apelmazan los hilos sueltos. 

Los vertederos mentales necesitan poesía bucólica, la espontánea colaboración de una coral ecológica: piedras, juncos, pájaros, nubes e ingenuidad…

Carne tranquila. Senectud.

El paternalismo pone plazo al regreso de su amistad.

En las conversaciones con desconocidos los intermediarios más eficaces son la elusión y el silencio.  

La poesía es un yo caligráfico, angustiado por su propia identidad. 

La autonomía imaginativa del viaje precisa ángulos muertos, con inclinación a lo imposible. 

El subconsciente poético confía en el potencial de los precursores. 

El abismo genera puntos de fuga; el vértigo en las manos de un lugar que no existe. 


José Luis Morante



miércoles, 4 de junio de 2025

lunes, 2 de junio de 2025

MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ. LAVADO DE CEREBRO

Lavado de cerebro
Miguel Ángel Gómez
BajAmar Editores
Gijón Asturias, 2023

 

POSIBILIDADES DEL YO

 

  Hablar de la escritura de Miguel Ángel Gómez (Oviedo, 1980) es adentrarse en un territorio creativo plural, que aglutina itinerarios en diversas estrategias expresivas, desde la prosa ficcional al aforismo, desde la poesía y la autobiografía al comentario crítico. Son teselas singularizadas que conforman un recinto estético unitario, donde resulta evidente el compromiso con las posibilidades del lenguaje y su empeño en buscar el espacio abierto de la iluminación, desde una dicción subjetiva y personal, donde lo gregario queda fuera y la caligrafía biográfica se hace inaudible.
  El empeño poético de Miguel Ángel Gómez acumula hasta la fecha las entregas Monelle, los pájaros (2016), La polilla oblicua (2017), Lesbia, etc (2017), Las lentes de Bolaño (2020), o Lavado de cerebro (223), entrega publicada en la inagotable casa abierta de BajAmar ediciones, que impulsa el inagotable optimismo  del editor César García Santiago. Sin duda, un legado de fertilidad abrumadora, que muestra una clara vocación inconformista y el deseo de recorrer un camino expresivo a trasmano, ajeno a cualquier consigna de grupo generacional.
  En Lavado de cerebro la cita inicial elegida es de Georges Perec y crea de inmediato una perspectiva, un enfoque revelador sobre la mirada del poeta. La enumeración realista se diluye para que afloren, entre la geografía de lo figurativo, la invención y el onirismo. Son ventanas especulativas de una  claridad interior que permiten salir al pensamiento del sujeto y el fluir de la conciencia, como si fueran inquilinos  que ocuparan la pieza de al lado. Cada poema pide calma en la lectura; no hay una línea continua en el suelo argumental; las imágenes van y vienen, conforman un sedimento heterogéneo que aglutina exploraciones verbales, aparentemente inconexas: “Muévete por mi visión, / apóyate en mi luz roja, / utiliza mi suspiro catapultado, / presta atención a mi sombrero entusiasta, / porta mi pato abstraído”.
  El significado comunicativo crea sustratos magmáticos; dibuja un entorno cerrado, donde las ideas conforman vislumbres, pero nunca todos orgánicos. Los poemas se sostienen desde la perplejidad del azar, tantean, parecen divagaciones de un estado mental caótico, que recuerda con frecuencia la escritura de autores singulares como  Roberto Bolaño, Allen Ginsberg, Georges Perec, Ricardo Piglia, John Cheever, E. Hardwick, Bob Dylan, F. Kafka y Borges. Son magisterios con los que Miguel Ángel Gómez mantiene una indeclinable proximidad afectiva, una auroral sensación de cercanía.
   El quehacer mental recuerda un estado de ánimo caótico, pero la efusión sentimental actúa como anclaje existencial: “La ciudad es una vibración de sentimientos que se entrecruzan”. Abundan en el libro los poemas de hondura emocional, con metáforas definitorias de la identidad del otro: “tú eres mi roca”. En estas composiciones la claridad expresiva retorna y convoca a protagonistas más cercanos, deambulando entre las contingencias y recuerdos que se dispersan en las manos del tiempo para encadenar pasos perdidos en cualquier dirección.
   El poeta elige como molde poético el poema corto y el verso libre; pero salpica el formato con otros acentos estróficos como el haiku, aunque alejado de su filosofía tradicional y su condición estacional, como se percibe en estos ejemplos: “Como un caballo / que va a respingar / el tren parado”, “Miro las nubes; / encantadora casa / sin pintar, blanca.”
    Se alzan, además, en el marco de representación algunos escenarios del habitual laberinto urbano. Son entornos también con textura ilusoria, descritos como apuntes enunciativos de un relato. Así se percibe en poemas como “Alma en vigor”, donde se crea un clima que renueva el despertar sensorial de la amanecida. La realidad está ahí, esperando que el pensamiento ensanche el campo de experiencias, mientras el lenguaje deshilvana ovillos semánticos. En el ideario de Miguel Ángel Gómez se define una sensibilidad de búsqueda y espera: “Mi pesadilla es notar una vaga ansiedad  “, una inquietud en crecida que convierte el cerebro en cataclismo interior, en un misterio que amalgama sombras y hendiduras, una hondura inasible que tiene la apariencia frágil de un cristal.
 

JOSÉ LUIS MORANTE




domingo, 1 de junio de 2025

VOLVER A LA FERIA DEL LIBRO

Firma en la caseta de Anaya, 2012
FERIA DEL LIBRO DE MADRID
 

VOLVER A  LA FERIA DEL LIBRO 

   Las personales circunstancias de un viaje familiar y un problema de salud desasosegante han desaconsejado mi participación en esta edición de la feria del Libro de Madrid, aunque hubiera sido muy hermoso dar un toque de atención a los amigos y lectores, recordando la salida hace unos meses de  Viajeros sedentarios (La Garúa, 2025), mi segunda entrega de haikus. También hubiera sido un gesto necesario despertar otra vez en los escaparates de novedades la edición de Paso ligero. La tradición de la brevedad en castellano (Siglos XX y XXI), mi ensayo sobre el aforismo impulsado por ediciones de la Isla de Siltolá y la colección de microrrelatos Fuera de guion, editada en Lastura en 2024. Son trabajos que definen la voluntad creadora de los últimos años y a los que estoy muy agradecido.       

   En el ambiente catastrofista de los últimos meses, el otro gran enemigo de la feria, la inestabilidad climática, siempre genera una inquietud de paraguas abierto. De momento, la lluvia ha respetado el normal desarrollo de las firmas previstas y solo un episodio de calor extremo ha provocado el cierre de casetas una tarde, cuando la previsible afluencia del público de fin de semana era realmente llamativa.

   La tradición del evento recordará con nostalgia a los autores ausentes que marcaron época: Mario Vargas Llosa, Javier Marías, Almudena Grandes y un amplio abanico de escritores mediáticos y populares que durante años concitaron abrumadoras colas de espera.

   Son tantos los días de firma en los últimos años, que no sabría cuál recordar con especial cariño: la antología Re-generación (Valparaíso, 2016), Aforismos e ideas líricas de Juan Ramón Jiménez (2019), las ediciones críticas  sobre sobre Luis García Montero, Joan Margarit y Eloy Sánchez Rosillo, en la caseta de Anaya-Cátedra, o el pasado año en la caseta de Lastura con Lidia López Miguel presentando los microrrelatos de Fuera de guion a un buen número de paisanos, poetas amigos y compañeros de la vida cultural de nuestro municipio. Cada ambiente en la evocación, plasmando dedicatorias y explicando el anecdotario de cada libro, es único e irrepetible.

   Cuando la desconfianza de los libreros en la situación económica del momento y la implantación del libro digital parecían amenazar el tradicional mercado de novedades, las cifras de venta superan expectativas de autores y editores y un año más El Paseo de Coches del Retiro es marco propicio para una cita que cuenta con un amplio respaldo entre los madrileños. Volver a la feria vale la pena.  


José Luis Morante

 

sábado, 31 de mayo de 2025

LUIS MIGUEL RABANAL. POSTRIMERÍAS.

Luis Miguel Rabanal
(Riello, león, 1957- Avilés, Asturias, 2025)

 

SOMBRAS DE LA TRISTEZA
 
 
Postrimerías
Luis Miguel Rabanal
Ediciones Eolas y Club Cultural Leteo
León, 2024
 
  El plural itinerario creador de Luis Miguel Rabanal (Riello, León, 1957) aglutina géneros como la novela, el relato y la poesía. Un trayecto de notable fertilidad que conforma una plena dedicación al quehacer escritural, sobre todo cimentado en su obra poética. La mirada lírica ha sumado entregas reunidas en el volumen Este cuento se ha acabado. Poesía reunida 2014-1977, editado por la editorial sevillana Renacimiento en 2015. Aquella compilación no cerraba el trayecto; posteriormente han ido apareciendo tres nuevas entregas, Los poemas de Horacio E. Cluck (2017), Matar el tiempo (2018) y Que llueva siempre (2020), ahora compiladas en Postrimerías, obra enriquecida con una introducción de Sergio Fernández Martínez y los epílogos de Rafael Saravia y Alberto R. Torices.
   El poeta revisa la cronología de su obra y enuncia un discurso, fragmentado en el tiempo, en el que la mirada sombría del presente enfila el paso hacia lo existencial, como si la vivencia de un estar crepuscular convocara, en las postrimerías del discurso poético, pensamiento y filosofía. A la hora de percibir lo cotidiano se impone una poética del desconsuelo, un nítido pesimismo que arropa los días con el epitelio del dolor. El prólogo de Sergio Fernández Martínez recuerda las sombrías coordenadas del escritor: ”Es un libro atravesado por un profundo pesimismo existencial, un pesimismo que se integra dentro del orden poético y que condiciona los sentidos de los libros. En realidad, esta es una constante en la poética de Rabanal, donde el malestar, el cansancio, la rendición y la inmovilidad se erigen como constituyentes del sujeto.”
  Los poemas evocativos de “Que llueva siempre” dan apertura al camino con citas de MJ. Romero y Javier Esteban. Los dos textos se ajustan al discurso gregario de la finitud; las sombras calladas de la intemperie guardan los despojos de la vida alegre. El yo poético se dispone a completar un recorrido en dirección contraria, desde el ser a la nada. Intuye que hay que cumplir ese encuentro pactado, a solas con la muerte y va dejando sus huellas más firmes en los repliegues peraltados del yo interior, hasta componer una autobiografía ficcional.
  El imaginario asume la ironía como recurso distanciador, capaz de  abordar temas nocturnales y trastocar la comprensión interpretativa. Los sueños traen al primer plano personajes oníricos que comparten los pasos perdidos de la memoria erótica o conforman un contrapeso del patetismo y la melancolía como si,  junto al yo biográfico, existiera un yo aparente y distinto. El pasado cobra un espacio central, donde el tiempo de niñez evoca que, en ese imprevisible relato de lejanías, todavía no estaban encendidas las luces de la soledad y aún no se había emborronado la inocencia: “Éramos pequeños y se nos mostraba / la envoltura, la azul apariencia de las cosas. / Ningún misterio más  / que el de no haberlo comprendido”.
  En el recorrido de Que llueva siempre conviven las fluctuaciones argumentales, aunque entre los detonantes poéticos no existan itinerarios antagónicos. Los recuerdos, los días de infancia, la invitación al deseo. Los textos muestran las inclinaciones subjetivas de un pensamiento en vela en el que se agolpan las cicatrices más profundas, esos campos de análisis que requieren contemplar en silencio el horizonte interior.
  Luis Miguel Rabanal ubica el libro Los poemas de Horacio E. Cluck en el espacio central de Postrimerías. La entrega recupera un viejo personaje narrativo del poeta y alumbra un pensamiento especulativo sobre la escritura: “La poesía te rodea las manos, es la amiga que sangra”. Entre las palabras se desvanecen las brumas de lo etéreo; la experiencia vital muestra su fragilidad y añoranza, exige un trazado de sensaciones, que delimite el paso del tiempo. En el prólogo del libro exento, que se publicara en 2017, Andrés González escribió una síntesis del volumen muy afortunada. El trabajo poético es “una cronología de la infamia y de la mística del amor”.
   El apartado “Desnudos” aloja en sus poemas el formato de la prosa poética, de este modo se acentúa la reflexión sobre lo transitorio y ocasional de las palabras, su luminosidad cerrada y tan llena de brumas para comprender la realidad y la intrahistoria de un sujeto verbal con los inacabables conflictos del deseo, la soledad y el transitar por los grumos de lo cotidiano. Secuelas de vida que esconden el desamparo y la incertidumbre.
   Editado en la editorial Trea en 2018, Matar el tiempo comienza con una composición que hace del tú apelativo un interlocutor de las indagaciones reflexivas del hablante lírico. Se hacen fuerte las incógnitas del tiempo, esas quebraduras hechas de memoria, alquitrán y bruma en las que se liberan las palabras pero no su sentido, como si el verdadero cauce argumental fuera un territorio de frontera entre la realidad y la imaginación; todo parece abocar en un entorno de sueños, que se recorre al frío de la noche y nunca pierde el olor a cerrado.
   Desde el dolor y la impotencia de la enfermedad, desde la quietud insomne de quien hace de la medicación un intervalo para no apagar el deseo o la ternura, las palabras emergen para dar cuenta de la desolación y el espanto, en el vivo desorden del silencio. 
   La epístola afectiva final de Rafael Saravia alude a la existencia como fracaso permanente que nos coloca al borde, casi pronunciando el adiós en las postrimerías, advirtiendo que la angustia es una presencia fuerte que pide silencio a la esperanza “con la verdad ingrata del poema sublimado”. Por su parte, Alberto R. Torices establece el espacio poético como un territorio ficcional, una geografía telúrica que recorren “vientos de simbolismo y abstracción, la memoria y fantasía de un hombre en el laberinto de su identidad sentimental.
   Hoy, con el corazón huérfano por la ausencia de Luis Miguel Rabanal, Postrimerías deja la sensación de una despedida anunciada, de una voz que recuerda al poeta más allá de la muerte, tras la frontera del no retorno, allí donde la tierra es siempre leve.

JOSÉ LUIS MORANTE






viernes, 30 de mayo de 2025

INVITACIÓN AL VIAJE

rascacielos de Tokyo
Mayo de 2025


INVITACIÓN AL VIAJE


Vuelvo al viaje para crecer conmigo

y dormir la quietud que colisiona

con las abiertas rutas del asombro.

No sé plegar los mapas;

En sus signos transcurren

los lejanos entornos

y las imaginarias geografías que reclaman

el derecho a existir fuera de sitio.

Cuando cruzo la puerta,

aparezco de pronto allí donde no fui,

en la capa de polvo volandero

que precede al camino.

Tomo aliento y acepto

la invitación al viaje,

el exilio y la fuga.

En la distancia espera para andar

la brújula del aire,

una estampida que se multiplica,

donde ya se define lentamente

la frágil transparencia del regreso.


                             (Inédito)


 


En sus signos transcurren

los lejanos entornos

y las imaginarias geografías que reclaman

el derecho a existir fuera de sitio.

Cuando cruzo la puerta

aparezco de pronto, allí donde no fui,

en la capa de polvo volandero

que precede al camino.

Tomo aliento y acepto

la invitación al viaje, el exilio y la fuga.

En la distancia espera para andar

la brújula del aire,

una estampida que se multiplica

y donde se define lentamente

la frágil transparencia del regreso.

lunes, 26 de mayo de 2025

sábado, 24 de mayo de 2025

JARDÍN JAPONÉS

 



JARDÍN JAPONÉS 

Me gustan los libros donde cada poema es autónomo y visible, pero tiende la mano al todo. Un libro de poesía ha de ser siempre un jardín japonés.




sábado, 17 de mayo de 2025

A PUNTO DE VER

A punto de ver
José Luis Morante
Prólogo de Susana Benet
Editorial Polibea
Colección El Levitador
Madrid, 2019


                               Con Bashô

Cañas y juncos
cubiertos de verdín.
Faltan las ranas.



viernes, 16 de mayo de 2025

NILTON SANTIAGO. VOCACIÓN DE NÁUFRAGO

Vocación de náufrago
Nilton santiago
Premio Juan Gil-Albert
XLII Premios Ciutat de Valérncia
Editorial Visor
Colección Visor de Poesía
Madrid, 2025


 GESTOS PERECEDEROS
 

 
   La obra poética de Nilton Santiago (Lima, 1979), Licenciado en Derecho y Ciencias Políticas y residente en Barcelona desde hace muchos años, ejemplifica un asentamiento sorprendente en el espacio poético contemporáneo. Desde su carta de presentación El libro de los espejos, editada en 2003, cada una de sus propuestas líricas conlleva el refrendo de un certamen literario de primera línea. Así sucede con La oscuridad de los gatos era nuestra oscuridad (Premio Internacional José Hierro de Poesía Joven 2012), El equipaje del ángel (Premio Tiflos 2014) y Las musas se han ido de copas, que consiguió en 2015 el Premio Casa de América de Poesía Hispanoamericana. El intervalo creador aglutina también las entregas Historia Universal del etcétera (Premio de Poesía Vicente Huidobro 2019), Miel para la boca del asno (Premio Emilio Alarcos, 2023) y, su último trabajo hasta la fecha, Vocación de náufrago que ha logrado el Juan Gil-Albert en el XLII Premios Ciutat de València.
  El sedimento común de estas entregas conforma una conciencia poética que entiende la escritura como una propuesta dialogal entre revelación y misterio. Las palabras se apropian de lo que sucede; superan distancias cognitivas para compartir el terreno movedizo de los significados. Este ideario fortalece el abandono de la subjetividad de los materiales confidenciales para centrarse en esos gestos vitales, perecederos y aparentemente fugaces, que nos humanizan.
   Dentro del quehacer de búsqueda de Vocación de náufrago encontramos cuatro apartados de diferente extensión, donde resalta de inmediato la abundante presencia de lo metaliterario. Los poemas aluden en sus versos a las zonas de riesgo de la escritura y desperezan su disposición para recoger indicios reflexivos. Las características del discurso lírico de Nilton Santiago hacen de la anotación estética un enunciado cercano, sin ninguna pretensión dogmática, y con una perspectiva de imágenes y símbolos que sirve de referente evocativo de sus magisterios: “Wislawa diría que también el poema / vive en ese vacío que ilumina, / en esa nada que lo contiene todo”. Lo paradójico sirve para conocer espacios de una conciencia en tránsito; mientras, el sujeto verbal acumula percepciones y sensaciones, frente al entorno. El poema acoge signos explícitos de lo cotidiano, mínimas contingencias que recrean las formas aparentes de un escenario próximo. Todo es quietud y reconocimiento de lo temporal, un inevitable sondeo en lo transitorio, donde leves signos marcan desapariciones y ocasos: “No cabe duda, / así como “escribir” es borrar palabras, / desaparecer / es la mejor forma de estar en todas partes”.
   El protagonista despliega el mapa de identidades dispersas, empeñadas en remontar la azarosa pendiente de lo gregario. Tras su insignificancia, la realidad se manifiesta con estridencia; descubre su intimismo; contempla e intenta entender los azarosos laberintos del destino, ese ánimo estacional que da vueltas y aclimata variables que traducen aceptación, soledad, percepción del paisaje o leves trazos sentimentales.
   La andadura es un viaje sin andén donde se rememora un itinerario que a cada instante reactualiza distancias. El cauce verbal aborda la manera de ser, un entrelazado de emociones y vivencias que hacen de las palabras su territorio natural. Ese clima poético propicia una crónica fragmentaria donde la voz reconstruye un relato vital, una aparente distorsión de lo real entrevista por alguien que duerme con el ojo abierto. La geografía argumental contradice el avance lineal, suma percepciones, elementos al paso y pensamiento al vuelo libre de la imaginación. Son los fragmentos del yo indefinido, donde se escucha el fluir de la conciencia y el revuelo del tiempo, reconstruyendo vivencias, acercando la memoria del pasado a un porvenir “que está ahí, a la espera de que le demos / al botón de lo que seremos”.
   Cada poema recuerda un remolino de ideas del que poco a poco emerge el sentido y sale a superficie. La situación familiar, los viajes, la presencia cercana de la muerte que nunca diluye sus huellas, los indicios de permanencia y las grafías de lo exterior conforman un tiempo de incertidumbre que, poco a poco, se vuelve inaprensible.  Desgajado de cualquier retórica, un aforismo da aliento al propósito central de la escritura, a ese caminar hacia dentro para esclarecer el sentido del hecho creador: “Los libros no hacen más que esparcir nuestras cenizas”.
 
JOSÉ LUIS MORANTE