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Otros sabrán de mí Marina Casado Premio Paul Beckett de Poesía Fundación Valparaíso Mojácar, Almería, 2023 |
CRONOLOGÍAS
La obra poética de Marina Casado (Madrid, 1989), profesora de Lengua
Castellana y Literatura en un instituto público, Licenciada en Periodismo y
Doctora en Literatura Española, personifica una de las propuestas más
significativas de la poesía emergente. Despliega en su planteamiento un
intimismo trascendido, una voz elegíaca, que hace de la memoria patio de
regreso y lugar propio. Así se constata
en la entrega Otros sabrán de mí, conjunto de composiciones reconocido con el
Premio Paul Beckett en su vigésimo cuarta edición.
La poeta clarifica el emotivo título con una dedicatoria prologal que
busca las raíces de la identidad en el pasado. El yo poético aspira a
reconocerse en las secuencias discontinuas que habitan dentro, con la luz
encendida del sondeo introspectivo; también con la certeza de que la travesía
existencial se hace con andenes habitables y encuentros que preservan, encendidos,
las brasas más cálidas de presencias, actitudes y sentimientos. En el trasiego
de vivencias, la mirada del otro, según reafirma la cita prologal de Emilio
Prados, es el necesario anclaje para persistir en una realidad en continua
mutación: “Otros sabrán de mí, porque me pierdo”.
La cercanía entre periplo biográfico y registro evocativo hace del poema
un reflejo de la intrahistoria personal. Las palabras abren la puerta al yo
pretérito. Reconocen un tiempo a resguardo que camina con voluntad indeclinable
hacia la nada final. Como si volver los ojos permitiera convertirnos en otros,
los poemas rastrean el legado de luces y sombras que ilumina los días. El poema
siembra certezas sobre nuestra condición temporal y transitoria: “Cruzarás una
puerta, la llamarás “futuro” / y no podrán seguirte los que tanto te aman. / Yo
no sé qué decirte; todo esto es inútil. / ¿Nunca has pensado que también se
mueren las estrellas”?.
Lo vivido conforma los estratos dormidos de la melancolía: la niñez
habita cada rincón del patrimonio sentimental. Sus palabras alzan una casa en
el tiempo con la fascinación de estar repleta de elementos visuales llenos de
vida, dormidos en la morosa quietud de quien espera un lejano retorno hasta el
ahora. El ayer se puebla de vicisitudes que se empeñan en crecer junto al yo
poético, convencidas de que el discurrir solo es instante, un presente nunca
transitorio. Desde la eternidad azul de la memoria, la escritora vislumbra el
vuelo fugaz de la educación sentimental. La calidez del padre se hace árbol
fuerte que sostiene la casa, también cuando la ausencia. El poema “Física
elemental” es una hermosa evocación de un intermedio en el que labores en el
aula, lecturas y libros, alzan una presencia fuerte, cristalizada en momentos
de vida, contrapuesta a la ingenuidad de quien poco a poco va descubriendo el
mundo, todavía exento de naufragios y pérdidas.
Pero las erosiones llegan y con ellas el desgaste y las demoliciones e
intemperies, el callado silencio de un inerte patio de butacas. Poco a poco se
difuminan los personajes de la mitología y el suelo rasante se puebla de héroes
caídos. Las calles cotidianas transforman su apariencia, como esos cines de
antaño, y sus acogedoras pantallas en blanco y negro, convertidos ahora en tiendas
de consumo. Todo parece abocado a una expulsión del paraíso. Al destierro de un
amanecer que poco a poco pierde la luz y se convierte en crepúsculo. Todo el
apartado “Destierros” une poemas con esta atmósfera de acabamiento y
anochecida. Quien percibe el entorno encuentra en su contemplación un espacio
vacío, de desolación y lejanía: “Es difícil vivir en tales circunstancias: /
respirando la sombra en palabras no dichas, / confiándote al tiempo, / burlando
la distancia con un álbum de fotos. / Sería más sencillo hacer un día la
maleta, / abandonar por fin este lugar. “. Todo empuja a la huida de estas
horas sin sol, por más que todavía la propia percepción recuerde que nadie
puede abandonar los sueños cumplidos y
el íntimo paisaje de la niñez, aunque alrededor solo se asiente el frío de la
noche.
Cuando todo es un eco que pierde intensidad, expandido en la frágil
memoria del aire, la escritura es el empeño de perpetuar la fugacidad. La
poesía es refugio y hondura, dejar constancia de los recuerdos.
Las fértiles pesquisas ponen claridad y precisión, hondura filosófica y continuidad
de lo vivido. Marina Casado captura en el caminar del tiempo los contornos
precisos de un regreso; la memoria viva de quien dejó un inmarchitable patrimonio
de sueños y esperanza.
JOSÉ LUIS MORANTE