sábado, 29 de octubre de 2011

JAVIER SÁNCHEZ MENÉNDEZ: LAS AGUAS EN SU CAUCE

                                      
Faltan palabras en el diccionario
Poemas escogidos 1983-2011
Javier Sánchez Menéndez
Libros del Aire, Madrid, 2011

    Con la aparición del volumen Una aproximación al desconcierto  Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, Cádiz, 1964) rompía un largo paréntesis de absoluto silencio literario. El título antecede en pocas semanas al recuento Faltan palabras en el diccionario, una selección de su labor poética. El escritor comenzó a publicar en la amanecida de los años ochenta, cuando voces emergentes como Luis García Montero o Blanca Andreu firmaban libros referenciales que daban por concluido el monopolio esteticista veneciano, ensanchado por una epigonía secundaria. Su punto de salida, Motivos, optaba por un tono neorromántico que hacía de la intimidad núcleo argumental cohesionador. Prevalecía en los versos una línea clara y comunicativa en forma de poema breve: “Poco he descubierto del sentido en tu persona, / pero los días son largos, / y en cambio sufro / sabiendo que te irás / como se fueron del parque las palomas “. Ese principio muda en Derrota y muerte a los héroes (1988), epígrafe connotativo de una poesía épica, no centrada en el yo sino en el ejemplo moral del ser colectivo en relación a su tiempo histórico, como en “Polémica y expectación” o “En Galia narbonense”, que parecen mostrar afinidades con los poemas iniciales de Julio Martínez Mesanza.
   De 1991 es la entrega El violín mojado, un título con amplia representación en estos poemas escogidos. La palabra convive con lo transitorio, se hace pensamiento en torno a los asuntos que regulan el devenir existencial, cuando la brisa de la calle no despeja los primeros cansancios y un escepticismo velado: “Y he dicho ya que aquí me encuentro solo, / condenado a sentir la poca gente, / aunque te tenga a ti, / condenado a ser espacio y tiempo / en una misma causa “. El entorno contextual  da a las composiciones un aire de época, los registros de una sensibilidad contemporánea. Esa lectura está en un poema excelente, “El País” que argumenta el conflicto entre realidad y pensamiento.
   Con El violín mojado arranca una etapa de fertilidad creadora en la que salen a la luz tres nuevos títulos y algunos trabajos críticos. Introducción y detalles (1991) recupera la voz confesional y alude a los quehaceres del acontecer, casi nunca libre de un sentido incierto: “Uno no entiende nada más, descubre / que el sentimiento de verificación / es exclusivamente / una verdad definitiva, / un sentimiento universal como la soledad, / la distancia / y el equilibrio “. En Última cordura (1993) explicita magisterios. La enumeración acoge a Jaime Gil de Biedma, José Hierro, Antonio Colinas o el más cercano Carmelo Guillén Acosta; son escrituras que dictan principios estéticos plurales. En el reconocimiento de deudas se podría incluir sin estridencias a Abel Feu, Miguel d´Ors, Luis Alberto de Cuenca y al ovetense Ángel González. Resaltan en la posterior entrega, La muerte oculta (1996) algunos monólogos dramáticos que cultivan distanciamiento y atemporalidad.   
   La obra más reciente, Una aproximación al desconcierto es un libro de varia intención tanto en los formatos como en el empleo de recursos expresivos que aliñan legado popular, ironía y pensamiento existencial. Un hablante lírico sale a escena en un ámbito urbano, siempre propenso a multiplicar la soledad en compañía y a recurrir a la sabiduría práctica de la sensatez.
   Faltan palabras en el diccionario lleva como coda algunos inéditos que navegan en las sosegadas aguas de un cauce establecido. Este recuento cronológico revisa y ordena una percepción de la poesía a partir de unas constantes temáticas y de una inclinación natural por el verso de perfil figurativo que establece un diálogo cercano, insertado en la sensibilidad del ahora. Ideas, palabras y ritmo sustentados en la naturalidad de una confesión en sordina; resortes emocionales que evocan las huellas de los días y entienden el poema como un ejercicio de la inteligencia.


miércoles, 26 de octubre de 2011

MARINO GONZÁLEZ MONTERO: SED.

 Sed
Marino González Montero
De la luna libros, Mérida, 2011

   Al enumerar las características narrativas de Marino González Montero (Almaraz, Cáceres, 1963), profesor de secundaria en ejercicio e impulsor del sello editorial De la luna libros, salen al encuentro del lector tres conceptos literarios: la ficcionalización del yo, la preferencia por rasgos expresivos coloquiales y el conocimiento moral del sujeto a través de una indagación introspectiva. Así ocurría en el conjunto de relatos Diarios Miedos (2009), donde se empleaban como motor argumental las variables de nuestras inquietudes, esas sensaciones de inseguridad no controlables por la inteligencia, que habitan en los resquicios de lo cotidiano. Así sucede ahora en Sed, una colección que da continuidad a la senda de escritura abierta por la entrega precedente, Diarios Miedos, que es la idea de aglutinar textos con gran variedad de registros a partir de un elemento clave, en este caso el odio.
   La ficcionalización del yo convierte a la primera persona en identidad verbal que nos hace partícipes de datos biográficos en los que podemos contemplar las ranuras de una intimidad verosímil; el yo biográfico toma distancia y somete sus percepciones a un proceso de objetivación en el que la historia personal del narrador queda a cubierto. La tendencia a utilizar una lengua natural obliga a emplear recursos expresivos que huyen de la afectación y supeditan estrategias a la reconstrucción de un escenario del que puede hacerse una lectura diáfana, apegada al universo del lector; los textos se narran con un lenguaje hecho con palabras diarias, un vocabulario claro, contenido y de difícil precisión para esclarecer matices. Por último, el viaje introspectivo marca un itinerario hacia dentro en el que los paisajes interiores absorben el contexto y reflejan caracteres y actitudes.
   El título del volumen, Sed, como recuerda la nota de autor, puede entenderse como imperativo de ser, a partir del cual el narrador da vida a un conjunto de personajes que demandan autonomía para trazar un destino propio; o puede entenderse como sustantivo cuya semántica encierra la necesidad y la carencia. Ambos sentidos quedan a la decisión de quien se acerque a los cuentos, casi siempre breves, que son más antología que entrega unitaria, porque el tono es muy heterogéneo y se aprecia una búsqueda de caminos distintos. En el libro convergen argumentos nacidos de circunstancias sin relación aparente. Si el primero cuenta las sensaciones de una mujer solitaria que sufre los dolores previos al parto con la rebeldía de quien siente el frío de la soledad y un complejo sentimiento de extrañeza; en el segundo encontramos una epístola dictada por un médico en tiempos inquisitoriales, cuando los conversos eran objeto de persecución, y en el tercero, la voz de un animal doméstico, una voz interior que hace repaso de la convivencia compartida, y se silencia cuando la supuesta ternura se convierte en odio. Como se ve,  los trazos del conjunto sugieren un planteamiento narrativo abierto, o una asociación cronológica de los contenidos que refuerza la autonomía de cada relato, aunque sean piezas de un conjunto.  En este eclecticismo existen cuentos de difícil filiación  por su apariencia formal como el guión representable “Antonio Marco Bruto” o el monólogo “Qué puede enviar un hombre solo desde un desierto sino lágrimas”.
     Los cuentos de Sed proponen una mirada a la experiencia humana, interpretan el trasfondo del sujeto, sacan a la luz ese rincón vacío donde el tiempo multiplica las sombras. 

                                                                 

domingo, 23 de octubre de 2011

JUAN GELMAN: LA LENGUA DEL DOLOR

   La poesía de Juan Gelman (Buenos Aires, 1930)  es incómoda para el sedentarismo y la conformidad. Sus versos descubren cicatrices, enfrentan a la conciencia del dolor y obligan a no bajar los ojos ante lo que contemplamos porque la realidad miente y vale la pena descubrir su impostura. En la antología Otromundo se compila una amplia muestra de su quehacer lírico entre 1956 y 2007. El título de esta selección se toma de un poema en prosa  que define el exilio como un otromundo diario, como un error que persiste y convierte el territorio geográfico en un lugar de cruce.
   Juan Gelman no deja de preguntar en cada libro porque está marcado por la dictadura argentina y por el exilio; su trayecto vital sufrió las mordeduras de unos hechos históricos que alzaron una realidad ignominiosa y asumió sin titubeos el papel de cronista y testigo. La palabra sirve para dictar veredictos. Siempre quiso esclarecer el sentido de los actos humanos en una larga conversación, entrecortada y austera: “ A este oficio me obligan los dolores ajenos, / las lágrimas, los pañuelos saludadores, / las promesas en medio del otoño o del fuego, / los besos del encuentro, los besos del adiós, / todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre ”.
   En su escritura el poeta reelabora una experiencia colectiva, busca la racionalidad de un ideal que sobrevive en el solitario, preserva sentimientos y deja un hueco para la dignidad, incluso cuando caminamos a oscuras, en las tinieblas de lo cotidiano, y es necesario abrir una ventana. Hay que aprender a resistir.

jueves, 20 de octubre de 2011

EL ELEGIDO


El elegido

Reiteramos el gesto cada noche.
Franqueamos puertas,
descorremos cancelas
y encendemos fogatas
con maderas de sándalo y beleño.
Luego nos congregamos junto al ara
para aguardar la amanecida,
frente a la caprichosa luz de las hogueras.
Esperamos.
Uno de estos días
llegará el elegido.

      (Diez insomnios, separata /12, revista Corondel)

domingo, 16 de octubre de 2011

DIEGO DONCEL. AMANTES VIRTUALES

                                          
Porno Ficción
Diego Doncel
DVD Ediciones, 2011
XXXVII Premio de poesía Ciudad de Burgos

   La propuesta poética Porno Ficción aglutina composiciones bajo un título expresivo, casi vociferante, que opta por el vanguardismo de lo fragmentario frente al discurso lineal de un erotismo neorromántico. Los poemas están formados por largos versículos que exploran el tejido sentimental de la conciencia y bucean en los territorios de la experiencia amorosa. El amor ya no es patrimonio real de un sujeto que traza puentes de acercamiento hacia el otro sino una vivencia colectiva y heterodoxa, una sensación ficcional que acepta nuevos modelos que buscan en el sexo experiencias vivenciales y refugio contra la soledad. La psicología basaba su arquitectura en las conexiones con el mundo exterior; sólo la intimidad pertenecía al sujeto; todo lo demás eran facetas del ser social. Frente al exterior el individuo tenía una demarcación de límites precisos. La realidad virtual torna inciertos estos límites. Sensaciones y estímulos sólo existen como satisfacciones sustitutivas, reconocidas y aceptadas como tales.
    Afirma el sujeto en una de las composiciones: “Recorro un espacio donde las emociones humanas y las emociones humanas nacidas de la tecnología son una, donde la vida transcurre por realidades inteligentes”; bajo esa premisa la realidad comparte sus materiales con una construcción imaginativa y lo mismo sucede con el devenir experiencial del hablante lírico. El pasado y el presente se contruyen en el mismo plano temporal, en un tiempo apócrifo. De esa disonancia parte un yo confuso que descubre una nueva dimensión sentimental, concentrada en el pensamiento. 
   El desarrollo literario hace del lenguaje un campo experimental. Frente al afán comunicativo se impone la yuxtaposición de imágenes. El verso convencional se trastoca, no hay esquemas rítmicos reiterativos, sino una cadencia prosaica, entrecortada, que propende a menudo hacia el aforismo y crea en el lector una atmósfera enrarecida. La amada, objeto de deseo, adquiere una dimensión nueva, casi en las antípodas de aquel molde clásico de la canción petrarquista que concedía a su personaje una definitoria e intangible pureza. El nuevo molde está hecho en la distancia, pero es capaz de asolar las percepciones sensoriales y exaltar con eficacia el instinto en la búsqueda de placer.
  En definitiva un libro extraño, complejo, sugerente, cuya urdimbre textual toma tanto del onirismo de Sigmund Freud como del campo panorámico de las producciones catastrofistas del cine de efectos especiales que muestran un mundo deshumanizado, caótico, exiliado de su propio poder tecnológico. Un acercamiento a la psicología de lo virtual que explora vetas alternativas para la poesía del siglo XXI.

                                                               

jueves, 13 de octubre de 2011

UN PAÍS LEJANO

Un país lejano

En sueños imagino
un país extranjero.
Aventuro curiosas vestimentas,
la piel cetrina de sus pobladores,
los gobiernos, las rancias dinastías,
los complejos oficios
que erosionan los brazos de sus gentes,
el borbotón sonoro del mercado,
las ruinas semiocultas,
las viejas e imborrables tradiciones
-ascuas que encienden calles y avenidas-
y el singular acervo
que un tiempo avaricioso colecciona
en los estantes de las bibliotecas.
En sueños me reclaman
contornos fronterizos.
Diligentes guardianes me franquean
las mínimas balizas de un yo contradictorio
que no tiene pasado ni futuro.
Enfermo de impaciencia,
en una duermevela cadenciosa,
con la mirada limpia de los niños,
me dispongo a sellar el pasaporte.

    (Mapa de ruta, pág. 61)

domingo, 9 de octubre de 2011

LUIS ALBERTO DE CUENCA: DURACIÓN DE UN SUEÑO

En la cama con la muerte
Luis Alberto de  Cuenca
Anejos de Siltolá, Sevilla, 2011

   Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) es un referente incuestionable del espacio poético actual. En sus comienzos, en los años setenta, mostró una adhesión entusiasta al culturalismo; ya en los ochenta con La caja de plata –por citar uno de sus títulos más significativos- es perceptible su apuesta por una línea clara y comunicativa, en la que todavía sigue; una evolución dinámica que amalgama aporte cultural y un anecdotario sobre lo real transcendido.
   Su producción se caracteriza por la heterogeneidad de motivos, lo que ha propiciado varias antologías temáticas. Lega ahora En la cama con la muerte, impulsado por la editorial sevillana La Isla de Siltolá. La entrega se ilustra con fotografías de Miguel Fernández-Pacheco y Marcela Lieblich que acompañan a un conjunto de poemas fúnebres, a los que se antepone una carta personal que justifica las imágenes.
   Ya el título concede a la muerte una presencia corpórea y tangible, que el protagonista textual debe soportar con la pertinente melancolía y con la proximidad de una costumbre.   La amplia semántica del sustantivo “muerte” se llena de matices y enfoques diversos. Así, en el devenir diario la muerte es una constatación de finitud que obliga al sujeto a afrontar con tristeza su destino perecedero: “Cuando Shakespeare murió, Ya estaba triste. / cuando la Armada naufragó, mis ojos / habían naufragado ya en su daño. / A Marlowe lo enviaron al infierno / y ya mi corazón estaba roto“. Pero lo sombrío se supera de inmediato con unos soleares; recuerdan al tremendismo y la desgarradura de las letras flamencas, versos con sentimiento y humor. La dedicatoria a Ángel Guache propone también las concomitancias con una línea estética que hace del absurdo y el humorismo lúdico  recursos expresivos contra el patetismo.
   Si el verso libre es identidad de la poesía intersecular, Luis Alberto de Cuenca emplea las estrofas cerradas con pericia. Recupera el soneto y aborda innovaciones formales. En esta entrega  nos presenta un soneto en heptasílabos en el que consigue un avance narrativo envidiable.
   Algunas composiciones recuerdan pequeños relatos oníricos en los que se conjugan endecasílabos, alejandrinos e incluso poemas en prosa. Además varios textos sugieren un mayor carácter emotivo porque se refieren al contexto biográfico. El yo poemático se acerca a la identidad biográfica y hallamos poemas que tienen como protagonista al núcleo familiar o que recuperan el recuerdo de Rita, aquella primera novia que falleció muy joven.
   En cada tema se encierra una verdad poética, sea el amor o la muerte. En las páginas de En la cama con la muerte volvemos sobre textos muy conocidos y el nuevo contexto permite vislumbrar ese diálogo en voz baja que la escritura sostiene con la permanencia. La muerte es el punto final de una biografía fugaz e irrepetible; el hombre no supera su condición de ser contingente en un espacio perecedero; por eso la escritura es una respuesta de la conciencia para seguir latiendo. Frágiles palabras que se contraponen al vacío.

jueves, 6 de octubre de 2011

TALLER DE AFORISMOS



Las existencias ejemplares también son borradores.

Más que ocultación, la máscara concede otra identidad.

Los discursos vacíos crean vínculos estériles entre las palabras.

Pasan años abriendo itinerarios; los que llegan olvidan el camino de vuelta.

La imaginación enseña a desconfiar de lo real.

El insomnio acumula ruidos con cautelosa paciencia.

Los crepúsculos recogen días que se van sin decir nada.

lunes, 3 de octubre de 2011

JAVIER LOSTALÉ. LUGAR HERIDO

Tormenta transparente
Javier Lostalé
Calambur, Madrid, 2010.

Aunque la poesía de Javier Lostalé (Madrid, 1942)  aparece a principios de los años setenta, al ser incluida por Antonio Prieto en la muestra Espejo del amor y de la muerte, el largo silencio posterior y la intermitencia de sus entregas ha difuminado su quehacer creativo frente a la resonante trayectoria de compañeros generacionales como Luis Alberto de Cuenca y Luis Antonio de Villena.
La editorial Calambur recupera toda su obra en el volumen La rosa inclinada, editado en 2002. Ese título permite percibir los rasgos diferenciales de una propuesta estética en la que pueden hallarse afinidades con la lírica amorosa de Vicente Aleixandre ( de quien Lostalé preparó la compilación Antología del mar y la noche), el mundo del grupo Cántico y con algunas voces del medio siglo, como Antonio Gamoneda,  José Ángel Valente y Francisco Brines.
Concebido como un texto meditativo sobre el impulso amoroso, Tormenta transparente es un conjunto de treinta y tres composiciones que tienen como punto de salida un poema homónimo en el que se traza una síntesis sobre el desarrollo argumental del libro. La tormenta no es sino la convulsión que experimenta el sujeto con las fuertes vivencias interiores, el conflicto anímico que modifica el discurrir del tiempo; el sustantivo parece contraponerse a “transparente”, un adjetivo auroral, diáfano, dispuesto al goce de lo sensorial.
La cita de Jules Renard – “He construido castillos en el aire tan hermosos que me conformo con las ruinas”- traza una perspectiva en pasado; la voz poemática, siempre en primera persona, no habla en presente de su encuentro con la otredad; se consumieron los días de plenitud e idealismo. La palabra se instala en el después, cuando son evidentes los indicios del desgaste. Se habla desde la memoria, desde la conciencia de un recuerdo marcado por la temporalidad que forma parte de un paisaje de niebla.
El deseo concreta un itinerario hacia otra sensibilidad, marca pasos en un camino de búsqueda que avanza a tientas y está lleno de interrogaciones. Pero su recorrido es luz y poco a poco depara conocimiento. Amar es conocer, enhebrar sensaciones, acercarse a los perfiles que nos rodean con un estado de ánimo dispuesto a escuchar los latidos.
En el avance del libro hallamos algunos poemas celebratorios donde el deseo se concreta y llega a puerto. Pero predominan los que dejan constancia de la pérdida y dan fe de lo vivido. Asistimos a una sucesiva hilazón de imágenes en las que un corazón se refleja con los ojos vueltos hacia sí mismo y acepta su destino: “Soy la memoria sin ti/ de todo lo que me fuiste creando,/ el lugar herido de tus pasos;/ por eso crece en mi sangre la rosa silenciosa de no buscarte/ al mismo tiempo de decirte que te amo”.