Rocinante Alfred Corn Traducción, selección y prólogo de Guillermo Arreola Chamán Ediciones, Colección Chamán ante el fuego Albacete, 2016 |
INTUICIONES DE LO REAL
Aunque se versiona por primera
vez al castellano, el estadounidense Alfred Corn (Bainbridge, Geogia, 1943)
personifica un transcurso creador que aglutina libros de poemas, novelas y ensayos
críticos. Sin embargo, su labor no ha trascendido hasta ahora que encuentra
acogida en el jovencísimo catálogo de Chamán Ediciones. La versión al castellano es labor de
Guillermo Arreola, escritor mexicano y artista plástico, quien firma una
introducción intuitiva; las mínimas pautas abarcan el contexto habitual
de un autor integrado en la jerarquía docente universitaria y con amplia
presencia curricular en el sistema literario a través de premios,
reconocimientos y actividades firmadas en las cabeceras periodísticas
nacionales.
Queda al alcance adentrase en un espacio estético en el que “la forma es legión” y la poesía es
el nexo que aglutina el enunciado:” Y, no obstante, la vida quiere ser / su
nombre: / árbol, caballo, sueño, amanecer / y el hombre”. Un ideario que sirve
de respuesta a un escueto poema de Rubén Darío que recuerdo aquí: “Y, no
obstante, la vida es bella / por poseer / la perla, la rosa, la estrella / y la
mujer “. De ese hilo suelto de la tradición, asimilada y germinal, se nutre la voz
acogida en Rocinante.
El ciclo abarca desde 1976 hasta
2013; y amanece con los versos de “Diario de Oregon”. En ese tramo encuentra
registro principal la evocación; la postura del sujeto lírico está marcada por
el empeño por recuperar secuencias emotivas del pasado convertidas en
paradigmas de ser. El título es muy explícito y sirve como coordenada de
localización espacial donde el entorno se hace mirada sensorial y transcurso.
En el acontecer, la memoria conserva indicios que dan forma a fotografías
desvanecidas. Son imágenes calladas, situadas al margen del tiempo, que la
escritura reconstruye para que caminen autónomas por las pobladas calles del
ahora.
El credo estético inicial
asume una propuesta interpretativa en la que se implica la sensibilidad. Amanece en el fluir remansado del poema, magnificada por el
tiempo. El paisaje está ahí, momentáneo, repleto de colores y formas transitorias,
presente en los espejos de la voz, amasado con elementos vivos y diversos que van
adentrándose en el interior, al alcance de los cambiantes estados de ánimo.
En casi todos los poemas, las
facciones de la naturaleza ocupan un lugar central y se focalizan con minuciosa demarcación del detalle. Este ideario objetivista también
persiste en la mirada de “Porcelanas chinas en el Metropolitan”. En él retornan
las prominencias formales, ese permanecer del yo en la quietud para dar
pie al diálogo entre percepción y pensamiento.
Los recorridos textuales
prosiguen en círculos concéntricos sobre una realidad diversa que acoge en su
espacio márgenes del sueño. La conciencia se expande para insuflar vida a un
cauce argumental nómada, donde las palabras
se aplican en una expresión verbal diseminada. El poeta se convierte en
“un espigador de epifanías” (Pág. 77) en el que solo el yo verbal es un
elemento transparente y ubicuo, una presencia que queda puertas adentro,
convocando apariencias y sueños.
En este legado de Alfred
Corn el contorno tenaz de la memoria dibuja un fértil álbum. En él, los
recuerdos conforman un tapiz donde la elegía se convierte con frecuencia en
principio fundacional. El corpus muestra trazos de una realidad polisémica y ampliada en
su espacio representativo.
Solo queda indagar la talla de un poeta, relacionado con una tradición fuerte, y enaltecido por críticos tan
fiables como Harold Bloom, quien tanto ha perfilado el mejor canon de la lírica contemporánea. Es hora de acotar, gracias a la generosa propuesta de la colección Chamán ante el fuego, la pertinencia de sus valoraciones y juicios, ese equilibrio a pie de página que guarda la lectura individual, entre posibilidades y límites.