jueves, 30 de abril de 2020

DESENLACE


A solas
Archivo infobae
Imagen
de
Feng Shui


DESENLACE

Nadie es responsable de ser
 y aún menos de ser lo que es.

EMILE CIORAN

La claridad del día hizo ostensible el desenlace. Inane y serio advertí en el espejo la catástrofe: Solo soy el exacto epicentro del vacío. Nadie detrás.

(De Cuentos diminutos)




miércoles, 29 de abril de 2020

ANTONIO COLINAS. SOBRE MARÍA ZAMBRANO

Sobre María Zambrano
Misterios encendidos
Antonio Colinas
Editorial Siruela
Madrid, 2019


AFINIDADES Y ENCUENTROS


   La posición central de María Zambrano en el pensamiento español contemporáneo ha impulsado investigaciones biográficas, incontables ediciones de su multiforme legado creador y complejas calas para discernir claves del ideario estético. Es difícil, por tanto, sacar materiales nuevos que clarifiquen con nitidez la permanencia en el tiempo de su obra. El volumen Sobre María Zambrano. Misterios encendidos es una compilación de trabajos de Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1946) quien mantuvo con la pensadora una prolongada amistad, un entrelazado de afinidades y encuentros. De ese diálogo afectivo y personal quedan cartas, entrevistas, páginas autobiográficas con significativas anécdotas, y ensayos críticos que inciden en la experiencia ética y estética del personaje.
   Para María Zambrano “escribir es defender la soledad en la que se está” y “descubrir el secreto y comunicarlo”. A ese trazado intelectivo se aplicó, tras culminar sus estudios universitarios e iniciarse en la vida cultural de la II República, con un activismo, implicado en iniciativas como las Misiones Pedagógicas, que quedó truncada por la Guerra civil. Son años de profundos desengaños, de radicalismos extremos y de una fractura intelectual que aboca en odios y resentimientos. La implantación de la dictadura condenó a la pensadora a un largo exilio por países de América y Europa. Son demorados años de lejanía en los que María Zambrano mantiene una soledad enriquecedora. Como escribe  Antonio Colinas, “el viaje hacia la soledad no es, en el fondo, sino un viaje hacia uno mismo, hacia una interiorización muy profunda”, aunque las circunstancias que rodeen la creación son complejas y abocadas a una subsistencia familiar repleta de estrecheces. Con ánimo fuerte, María Zambrano consigue una abstracción cristalina de su pensamiento, un entrelazado entre conocimiento filosófico y cauce poético; ambos son frutos de una sensibilidad luminosa, precisa, capaz de trascender la realidad para indagar en los aspectos esenciales de la existencia.
   Las afinidades lectoras de María Zambrano y Antonio Colinas son amplias; integran a los presocráticos, Plotino, el pensamiento oriental, la mística o los románticos centroeuropeos. Facilitan el intercambio de cartas que postulan la experiencia interior de la lectura, las impresiones sobre nuevos títulos o los quehaceres pendientes del taller. Las cartas abren espacios de confianza donde reconocerse y dejan paso a los destellos más personales de la intimidad. El epistolario crea una senda de conocimiento en la distancia en la que se conjuntan razón y corazón. Pero también se multiplican enlaces sentimentales. Antonio Colinas seguirá el periplo biográfico de María Zambrano en Roma, y estará cerca también de su persona tras el análisis de sus novedades literarias, siempre abarrotadas de símbolos como lenguajes del misterio.
   Si bien los contactos personales son limitados, las cartas permiten explorar el cauce doméstico de la pensadora, sus problemas de salud y las preocupaciones originarias previas al retorno. La vuelta es compleja e implica múltiples gestiones de la Dirección General del Libro, impulsadas de forma notable por Jaime Salinas. Culminan en 1984 y abren para la filósofa un tiempo nuevo en el que sentirá cerca el afecto de un reducido grupo de poetas y también la estela abierta en círculos universitarios como el Aula de María Zambrano, creada por un grupo de jóvenes universitarios de Sevilla.
  No descuida el poeta los años aurorales de infancia y juventud, donde se hace más fuerte la influencia de su padre Blas Zambrano, amigo personal de Antonio Machado e impulsor de una educación esmerada y profunda que despertó una precoz curiosidad intelectual. Es una etapa vital que enciende el conocimiento con un cúmulo de lecturas tempranas que fomentan una naciente vocación para la inmersión reflexiva y para captar las estelas de una cultura popular y diversa. Su asistencia a las aulas universitarias sumó otras influencias esenciales en su pensamiento de la mano de profesores y maestros como José Ortega y Gasset, Xavier Zubiri o Manuel García Morente. También marcó su entidad intelectual la cercanía a círculos selectos de la capital como la Residencia de Estudiantes y el Lyceum Cub Femenino.
   Antonio Colinas organiza el libro desde miradores intelectivos complementarios. La semblanza biográfica que rescata los principales episodios domésticos convive con el análisis de las principales entregas de la filósofa y la gestación de sus obras o con la participación política en el clima cultural de la época. Y el poeta refuerza también la lectura de sus títulos esenciales para constatar la influencia de los mismos en su propio ideario poético, al convertir la mirada filosófica de María Zambrano en un venero repleto de claves órficas y símbolos. Gran implicación entre ambos tiene el apartado “Cuatro poemas y una ópera con su comentario” donde Colinas integra poemas directamente inspirados en la figura de María Zambrano. Los versos sintetizan aspectos nucleares de su magma teórico desde los hallazgos de la razón poética y sirve de coda al capítulo el texto que David Hoyland dio forma musical en la ópera “La muerte de Armonía”.
   Los breves ensayos recogidos en Sobre María Zambrano. Misterios encendidos sortean lo circunstancial para mostrarnos la complejidad de una personalidad a contracorriente, que así adquiere unidad y un correcto perfil intelectual. Una existencia que acumuló sobresaltos y padecimientos, y soportó un ambiente duro y seco que creó una sensibilidad hacia dentro, que hizo del yo un refugio de profundidad en aquel dramático tiempo social. Dejan su misterio encendido; la semblanza de la escritora desde un punto de vista personal pero también las claves ensambladoras del pensamiento esencial zambraniano y su sentido de universalidad; la unidad entre la sincera subjetividad de la escritura y el cauce  del sentir existencial.

JOSÉ LUIS MORANTE

Revista Turia, nº 132

    

martes, 28 de abril de 2020

SALVO COMPLICACIONES

Dar la nota


SALVO COMPLICACIONES 


No hay que ser imprudentes con la prudencia. Firme propósito de no intervenir nunca más en una polémica digital. Los efectos secundarios son desproporcionados: el sosegado articulista de chismorreos monárquicos, tras mi reflexión, desaparece para siempre, el joven escritor se queda en la periferia para que nuestros pasos no coincidan, la actriz baja el telón y ensaya estrenos de mañana, y el sarcasmo saca pecho y duplica su tono argumental para que además de reiteración sea payasería.  Más solo. La gente entiende siempre lo que no quiero decir.

La pandemia ha reivindicado a Poncio Pilatos. Ahora lavarse las manos es una estrategia sanitaria.

Los hábitos y la educación son hijos legítimos de la perseverancia. Nunca son concesiones gratuitas. Llenamos la infancia de Irene y Ana de libros y música. Y cuando vamos a su casa, tienen sus habitaciones repletas de libros y música… Una educación a contrapié de esas encuestas sobre la niñez actual: ocho horas frente a la pantalla (móvil, tablet, ordenador, televisión…). No sé quién acierta, pero aquellos hábitos familiares me temo que ya son parte de una fosa común.

Durante unos años fui joven. Después envejecí. Ahora maduro poco a poco. 

(Apuntes de un superviviente)


lunes, 27 de abril de 2020

OLORES PERDIDOS

Pétalos con luz
Fotografía
del archivo
entrejardines



OLORES PERDIDOS 


   Con fija obsesión, cuando era niño solía agarrarme a las ramas del ensimismamiento, silencioso y ausente, como quien cruza espejos. Don Emilio, el maestro, insistía en llamar mi atención con aspavientos teatrales. Hasta que su cansancio reconocía lo inútil de su empeño y proclamaba en voz alta mi condición de raro, una cabeza firme empeñada en plantar rosales árticos. Indeciso y sin brújulas yo regresaba a casa. Sólo mi madre mostraba desacuerdos con el juicio docente. Me abrazaba fuerte y alborotaba alegre mi flequillo. Después se perdía en el mediodía incierto de lo diario o pasaba las horas en el patio, entre olores perdidos, deshojando pétalos de luz.

(De Cuentos diminutos)



sábado, 25 de abril de 2020

AL OTRO LADO

Contención
Archivo fotográfico
de
EADIC



EL MURO

No es mucho –nada tengo-;
estoy con los que miran
la palidez opaca y vertical.
Busco piel en su enigma
de roce y hendidura,
en tanto la  razón
se vuelve fósil.

Solo el oxido asciende
hasta su cumbre.
Los días que amanecen, casi negros,
requieren otra luz,
callados se preguntan
en qué lugar
camina el horizonte.
La distancia es ahora
el esqueleto gris de lo posible.
Aquí la transparencia
no moja las espaldas
y tampoco sostiene
un reflejo de nubes,
las migajas del vuelo.

Una lluvia de arena
dispersa sus indicios
y dibuja ceniza en nuestra espera.
Palpita la vejez
cuando no hay sueños.

Con despojes salobres
sedimenta el desierto
al otro lado.
Voy con él.
Abrazaré mañana su vacío.

                
                     (Revista 21veintiunversos, nº 8, 2019)

viernes, 24 de abril de 2020

LAS PALABRAS SON TECHO

A resguardo
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana



LAS PALABRAS SON TECHO


Esas oquedades que succionan cualquier alegría.

El héroe resguarda un miedo perezoso.

Mentía para acallar el cansancio. Asegura que aquella senda era su último trayecto.

De noche no sabe distinguir las sombras propias y las ajenas.

Confía en que la muerte llegue sin precipitarse, a la hora en punto.

Las palabras son techo; en ellas se cobijan esos silencios sin caducidad que nunca callan.

Sospecho que para el tiempo solo soy una prueba de paciencia.

La niebla hace del sol un cazador furtivo en el cielo raso.

(Aforismos sin luz)




jueves, 23 de abril de 2020

JOAN MARGARIT EN EL DÍA DEL LIBRO

Arquitecturas de la memoria
Joan Margarit
Edición, selección y prólogo
de JOSÉ LUIS MORANTE
Editorial Cátedra, Colección Letras Hispánicas
Madrid, 2019 (2ª Edición)

JOAN MARGARIT EN EL DÍA DEL LIBRO


   La cercanía temporal en la concesión a Joan Margarit (Sanaüja, Lleida, 1938) de dos reconocimientos de gran repercusión cultural, el XXVIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Premio Cervantes 2019, requiere una clave preliminar que sosiegue el seísmo mediático y la polaridad de interpretaciones. Más allá del horizonte político peninsular y la fractura ideológica y social propiciada por el independentismo está la certeza, los ojos en el retrovisor del tiempo, de que en su dilatado recorrido poético nunca se ha generado hostilidad entre el catalán y el castellano. Como se refrenda en la edición crítica de Arquitecturas de la memoria (Cátedra, 2006) el arquitecto y profesor de la Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona es un escritor bilingüe que crea en los dos espacios idiomáticos.
   Su obra forja pasadizos comunes entre ambas lenguas en un proceso creativo sometido a continua revisión, según queda constancia en El primer frío (Visor, 2004). La compilación recorre tres décadas, de 1975 a 1995, y contiene una severa poda selectiva. El prólogo recuerda que la voluntad de hacer poemas despierta en plena juventud en Tenerife, donde la familia se instalado en 1954, por asuntos laborales, inaugurando una etapa enriquecedora cuyas instantáneas serán rememoradas con frecuencia. Ya en Barcelona, se matricula en la Escuela Superior de Arquitectura pero el deseo de un destino literario es tan intenso que abandona las aulas para incorporarse a un trabajo editorial. Sin embargo, no se cumplen las inquietudes y vuelve a la universidad para concluir la carrera de Arquitectura, en la especialidad de Cálculo de Estructuras.
  Su formación científica arropa el planteamiento mental con que se acerca al material poemático: “Pienso que no es una coincidencia baladí que el Cálculo trate de lograr la máxima resistencia y estabilidad con el mínimo de materiales (en general acero y hormigón)  y que la poesía trate de decir el máximo con el mínimo de palabras: al igual que las matemáticas son las más exactas de las ciencias, la poesía es la más exacta de las letras”.
  El trayecto arranca en Crónica (1975), libro en castellano del que se recuperan varias composiciones reescritas y la etapa en esa lengua queda prácticamente abolida. Cinco años después, el autor regresa a la poesía utilizando el idioma vernáculo. Firma una decena de títulos y cosecha abundantes premios que lo convierten en protagonista relevante. También este segundo tramo ha sufrido un reajuste severo; del mismo se incluyen treinta y seis poemas bajo la denominación Restos de aquel naufragio. Será el poemario Luz de lluvia el que inaugure la etapa en la que el poeta reconoce plenamente la voz y en la que se integrarán Edad roja, Los motivos del lobo y Aguafuertes. El aserto “El primer frío” tiene como sustrato semántico el diálogo abierto entre camino existencial y escritura, eje orbital del ideario estético. El poema debe modelar un refugio para el protagonista verbal.
  En Llegas tarde a tu tiempo (Visor, 2010) se integra la cosecha escrita entre 1999 y 2002 que agrupa los libros Estación de Francia y Joana, un periodo donde se vislumbra una estricta concordancia entre el yo existencial y el sujeto poético: la palabra da fe de lo vivido; se utiliza el pasado como sustrato temático para que afloren los indicios de una realidad vital. El cúmulo de experiencias da paso a una meditación en la que predomina el sentimiento elegíaco y la certeza de una temporalidad ineludible que condiciona las distancias entre lo subjetivo y la otredad.
    La escritura cimenta un conjunto de obsesiones expandido mediante variables; el poema recurre a la clarividencia del matiz. En esta cercana exposición de la intimidad hay unos cuantos personajes referenciales. Cada uno cumple una función emancipadora del aporte sentimental del yo poético. Raquel – o Mariona- es la culminación de lo amoroso, el erotismo y la plenitud de una convivencia que no está libre de erosiones y envejecimientos, pero que ha proporcionado al yo un asidero, un puerto franco frente a la intemperie. Joana – la hija minusválida- es, en su fragilidad y en su condición vulnerable, el detonante de un aprendizaje que no concluye, ni siquiera con su desaparición; connota el fondo de invierno del dolor, el rostro de una belleza profunda y desconocida y la cercana presencia de la muerte. Tío Luis participó en la batalla del Ebro y tuvo un comportamiento heroico salvando a uno de sus compañeros; en la amarilla grisura de la posguerra es la figura donde lo ideal encuentra sitio, cuando el proceso de resignación y la renuncia a cualquier utopía parecen haber desvanecido la posibilidad de una causa. Tío Luis, por tanto, es la ética que se resiste a claudicar
   Con insólita fertilidad, los poemarios se suceden: Cálculo de estructuras, Casa de misericordia, No estaba lejos, no era difícil, Se pierde la señal, Amar es dónde, Misteriosamente feliz y Un asombroso invierno. Las entregas imbrican contenidos en los que la introspección se hace constante básica. Se recorren estratos indagatorios en lo vivencial, las travesías de la memoria y las sombras de espacios interiores como el vacío, la pérdida, el derrumbe y el cansancio. Además, siempre hay geografías afectivas para la música, el mar, los viajes, o la ciudad, como elementos conceptuales repletos de simbolismo.
   Desde una lucidez que objetiva la emoción, se busca en cada verso una expresión precisa, alejada del hermetismo, que se decanta por lo coloquial y propende a lo narrativo con una cuidada secuencia rítmica en la que no hay cambios bruscos. La poesía de Joan Margarit articula una identidad moldeada en el devenir que busca su razón de ser en el poema. Aquí el arte no es distinto que la vida. En cada palabra está la huella del hombre, la búsqueda de su permanencia sobre la finitud y la ceniza.


                                                           JOSÉ LUIS MORANTE

El artículo se publicó el 27 de diciembre de 2019 en
Los Diablos Azules, suplemento de Infolibre.es


  




miércoles, 22 de abril de 2020

HÉTÉRONOMES / HETERÓNOMOS (Traducción al francés de MIGUEL ÁNGEL REAL)

Desdoblamientos
Fotografías PEXELS

HÉTÉRONOMES

Par José Luis Morante

Traduction par Miguel Ángel Real


En moi cohabitent, voués
à une immense routine sédentaire,
le moi qui pense et l'autre, mon apparence.
Un pacte, qu'ils avaient signé des yeux,
les oblige
à se respirer l'un l'autre dans une certaine tolérance,
et tous les deux ont été exemptés
ne serait-ce que de mentionner
quelle fut la dernière cause
que leur a donnée la vie.

Chacun a déjà son enclave exacte :
le moi qui pense
habite, jour et nuit,
l'intimité de ces quatre murs.
Il ressemble à un enfant qui aurait oublié de grandir,
et pour cette raison
il nage dans la mer d'une sage ignorance.
(« C'est peut-être l'hiver...
c'est une raison suffisante pour expliquer le cosmos »)
Et il balbutie. Il rit.
Il se perd dans les miroirs. Il gesticule.
Il collectionne les souvenirs comme si c'étaient des coquillages
que l'oubli a enterrés.

Parfois il pleure et il porte le pull gris
de la mélancolie ;
il prend alors une feuille
où un sentiment commence son galop
et il devient prisonnier d'une tristesse tenace,
jusqu'à ce que son regard se perde
et qu'il découvre, fatigué,
que dehors la pluie tombe
et que son profil est mouillé
par des gouttes légères de mon nuage.

Mon apparence
est sans cesse dans la rue.
Vous la connaissez tous
car elle partage avec vous tous ce pain et ce sel
que la vie apporte sous le bras ;
les doses quotidiennes
d'angoisse existentielle, de travail et de bruit.
Je trébuche avec elle
un après-midi quelconque,
au coin d'une rue,
et après m'être justifié, maladroit,
(« j'ai trouvé la porte ouverte
et je m'ennuyais... »)
j'en prends congé, joyeux, et je pars ensuite
-la démarche lente, les mains ensevelies
dans les larges poches de mon jean-
voir, tout simplement, le monde avec mes yeux.


 HETERÓNOMOS
  
Dentro de mí conviven, abocados
a una inmensa rutina sedentaria,
el yo que pienso y otro, el que parezco.
Un pacto, que firmaran con los ojos,
les conmina
a respirarse en cierta tolerancia,
y ambos han sido absueltos
de mencionar, siquiera,
cuál fue la última causa
que les diera la vida.

Cada uno tiene ya su enclave exacto:
el yo que pienso
habita, día y noche,
la intimidad de estas cuatro paredes.
Es semejante a un niño que olvidara crecer,
y por lo mismo
nada en el mar de una sabia ignorancia.
(“Acaso sea el invierno…
es razón suficiente para explicar el cosmos “)
Y balbucea. Ríe.
Se pierde en los espejos. Gesticula.
Colecciona recuerdos como si fueran conchas
que ha enterrado el olvido.

A veces llora y viste el jersey gris
de la melancolía;
entonces toma un folio,
donde  inicia el galope un sentimiento
y se hace reo de pertinaz tristeza,
hasta que traspapela la mirada
y descubre, cansado,
que afuera cae la lluvia
y mojan su perfil
unas livianas gotas de mi nube.

El que parezco
está en la calle de continuo.
Todos le conocéis
pues con todos comparte ese pan y esta sal
que, bajo el brazo, trae la vida;
las cotidianas dosis
de angustia existencial, trabajo y ruido.
Con él tropiezo,
una tarde cualquiera,
al doblar una esquina,
y tras justificarme torpemente
(“hallé la puerta abierta
y me aburría…”)
me despido gozoso y luego marcho
-el paso lento, sepultadas las manos
en los amplios bolsillos del vaquero-
a ver, sin más, el mundo por mis ojos.


                     (De Rotonda con estatuas, 1990) 



martes, 21 de abril de 2020

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ MUÑOZ. HASTA QUE NADA QUEDE

Hasta que nada quede
(Poesía reunida 1978-2019)
José Antonio Martínez Muñoz
Prólogo de León Molina
Chamán Ediciones
Colección Chamán ante el fuego
Albacete, 2019


LETRAS, VIDA Y UN POCO DE JAZZ


   No hay que sembrar mucho optimismo para entender. El espacio reservado a la poesía en la sociedad contemporánea no es mucho mayor que el de la solitaria complicidad de un puñado de amigos. Un intercambio de confidencias  y cervezas en un local semivacío donde suena un poco de jazz. Así lo corroboran las cifras y letras del mercado, el pesimismo cejijunto del sector al completo y el extrañamiento habitual de tantos paseantes de lo cotidiano que solo en caso de necesidad extrema recurren al libro. Por eso valoro más el entusiasmo laboral de editores independientes como Pedro Gascón y Anaís Toboso que, al frente de Chamán Ediciones, continúan apostando por propuestas singulares, sin más horizonte que facilitar la transición entre el discurso poético y el lector, sin más evidencias que ampliar la realidad con nuevos molinos.
   Sale a descubierta Hasta que nada quede (Poesía reunida 1978- 20199) el primer volumen de la producción lírica de José Antonio Martínez Muñoz (Murcia, 1959). Poeta y periodista de amplio recorrido radiofónico, comienza a escribir poesía en las postrimerías de los años setenta, cuando la algarada culturalista se iba sosegando y tomaba cuerpo, al comienzo de la década siguiente, un abanico de bifurcaciones estéticas que dejarían en primer plano el ideario figurativo. De este modo, el trayecto creador de José Antonio Martínez Muñoz se forja en cuatro décadas de escritura con notables transiciones estéticas. Pero la obra recogida en Hasta que nada quede (Poesía reunida 1978-2019) ratifica una buscada marginalidad. Solo escucha los parámetros de la propia voz y no los cantos grupales, entonados por los coros al uso. Se vislumbra el quehacer de una renovación lingüística que opta por una modulación subversiva y singular, inmersa en una búsqueda individual. Así lo ratifica el autor del prólogo, el poeta, antólogo y aforista León Molina, quien despoja al extenso legado recogido de coyunturas y modas. Desde la cálida evocación de una juventud cómplice, el introito rescata la fotografía epocal de un joven de verbo apasionado y conversación curtida con la tradición, que hace del periodismo puerta laboral, como si buscase entender los engranajes de una actualidad aleatoria y compleja. Conocer al hombre es también conocer al poeta sin líneas divisorias porque en la diversidad de registros y en el notable despliegue de recursos expresivos está, con plenitud visible, la autenticidad del camino, su recorrido en el tiempo. León Molina remansa el paso del prólogo para completar una intensa indagación en los poemarios, sus características formales, sus temas y sus claves más íntimas que dan a la lectura una ventana de claridad.
  El compendio de libros publicados es grande y por tanto es previsible un entrelazado de navegaciones que varíe las claves iniciales y la intensidad de los componentes afectivos del sujeto verbal. Se constatan también los evidentes retornos a los temas básicos y ese continuo moldeado formal que conjuga y condensa diferenciados espacios expresivos. Paisajes y amaneceres varían con el tiempo y se requiere no insertar el libro en un momento histórico concreto o en una etiqueta reduccionista. El volumen Hasta que nada quede es esencialmente la historia de un proceso. Desde el primer paso, el escritor aleja convenciones y se acerca al poema con una fuerte libertad formal. El trabajo en prosa, tan proclive a la enunciación descriptiva, incorpora préstamos de fuentes diversas como la canción, la poesía, el legado artístico o los destellos fragmentados de la realidad que la memoria guarda, como señales transitorias. Hay también un claro afán trasgresor en derivaciones ortográficas como los signos de puntuación, o en la inclusión en el poema de tachaduras espesas. La negra tinta oculta el rumor solapado de los versos fallidos o simbolizan esa mano de olvido, o convierte al poema en un molde inacabado que nunca acaba de conseguir su verdadero sentido.
  Pero los poemarios no tienen una formulación poética uniforma. En cada libro cambia el rumor cadencioso del lenguaje, la música callada del verso, o el hilo argumental que en ocasiones se acerca hasta el realismo desnudo de la prosa. Se oye el discurrir celebratorio de una canción y se busca un desarrollo unitario y prolongado como sucede en el poema río de “Nocturno para saxo”, una composición amorosa de fuerte intensidad sentimental.
   El discurso autobiográfico de Uno recuerda la presencia del yo desdoblado como habitante fértil del poema; vida y escritura se entrelazan para hilvanar vasos comunicantes del tránsito personal. La vida entonces hace balance y muestra ese inventario repleto de pequeñas derrotas, como si la ceniza y el vacío ya mantuviesen en los labios la respuesta final. También algunos poemas de La lluvia en el cristal refrendan esa condición de fragilidad en el devenir, como precisa con laconismo extremo este aforismo lírico: “Era un hombre común que escribía solo al morirse un poco”. En este poemario, de extenso desarrollo, hay también abundantes composiciones con grandes afinidades con el microrrelato, como si evidenciaran los límites cambiantes del poema siempre dispuesto a convertirse en un apunte autobiográfico o en una tesela ficcional.
  Suena fuerte el matiz semántico del aserto El hombre atardecido como si resaltara el retorno existencial a la Ítaca del vacío. Con fuerte apoyatura cultural, ese recorrido del sujeto Ulises o Nadie percibe su condición de náufrago y ese manso crepitar del tiempo cuando se hace ceniza. Denso se escucha el gotear del tiempo, el respirar cansado de la noche. Esa atardecida crepuscular de la conciencia que acepta la idea de que no hay regreso y ya florece la rosa de la nada. esta sensibilidad conclusiva cubre los versos de El viento de la Gehena. El ser para la muerte es destino implícito en el transitorio caminar del sujeto. El vacío se cumple: “Sé que he de morir: / ya no es preciso el invierno”. El peso de la tradición, como senda abierta que hace posible la apertura del propio camino, justifica la crecida de préstamos y citas. También la reactualización de voces del canon, que llegan hasta el taller del poeta para aflorar con nueva formulación. Hacen posible esta técnica constructiva los nombres de Lao-Tsé, Homero, Elliot, Emily Dikinson… Como si sus palabras arbitraran esa funcionalidad específica de formularse en el ahora.
  El libro inédito hasta la fecha Fragmenta reivindica el experimentalismo y da voz a los signos gráficos como elementos significativos que acercan esta mirada del poeta a la poesía visual y a la importancia verbal de lo omitido. Esta escritura elíptica  parece desgajarse del curso general de Hasta que nada quede y adquiere una notable autonomía expresiva. Asimismo, es amanecida la escritura de Oscurana, tan heterogénea en su concepción y tan plural en la suma de indagaciones reflexivas sobre la identidad, la naturaleza y la condición del figurante lírico. Otros fragmentos resaltan por tu disposición versal y sus aperturas formales, siempre bucles abiertos para la incitación especulativa. Se añade como epílogo el poema “Sofoclea” y un amplio apunte de incidencias biobibliográficas que trazan los andenes en el tiempo de la producción publicada.
   José Antonio Martínez Muñoz no es un poeta conformista. Mantiene una verticalidad expresiva inquietante. Le gusta practicar el funambulismo verbal. Ha leído mucho.Y en sus versos se percibe con frecuencia el contraluz de la biblioteca. Su palabra sobre palabra no es confesionalismo ni autobiografía, pero en el verbo es epidermis la erosión personal de lo vivido. En sus libros no hay anclajes tribales sino ruta propia, fraguada en el tiempo. Su poesía evidencia la fragmentación del sujeto y su deambular enajenado. Una voz a solas que no solo es señal de lo vivido sino indagación profunda en la propia esencia del ser.   








    

lunes, 20 de abril de 2020

HÁBITO

Islas
Archivo
del
Blog del Fotógrafo



HÁBITO

                                                           Solo presencia que no ocupa espacio,
                                                       sombra o luz fiel, al borde de mí mismo

                                                                              ÁNGEL GONZÁLEZ

Solo mirarte 
hasta que nada quede.
Tú sumas todo.

                      (Inédito)



sábado, 18 de abril de 2020

JAIME GIL DE BIEDMA. DIARIOS

Jaime Gil de Biedma
Fotografía
de
LaVanguardia


LOS LÍMITES DEL YO



   Jaime Gil de Biedma preparó este recuento autobiográfico con voluntad crítica, con el firme propósito de que fuese un testamento de claves interpretativas. Esta valoración otorga al volumen Diarios (1956-1985) (Barcelona, Lumen, 2016) editado por Andreu Jaume, un espacio singular. Guarda, por tanto, íntima relación con Las personas del verbo, que aglutina el fondo lírico, y con El pie de la letra, donde se integran artículos y ensayos. La condensada  indagación intimista nace de un afán de “adiestramiento en la literatura”, como un sostenido ejercicio de aprendizaje y búsqueda de un lenguaje para precisar y comunicar las gradaciones de la experiencia. Las vicisitudes de imprenta son conocidas. En 1974 amanecía Diario del artista seriamente enfermo que más tarde, ya en 1991 y en edición póstuma, se integraría en Retrato del artista en 1956. Al perfil del poeta-poema se suman aquí los textos inéditos. Son dos diarios fechados en 1978 y en 1985 que constituyen, y otra vez recurro al contexto informativo del prólogo, el retrato tardío de una sensibilidad renacida tras una estrepitosa crisis de identidad, sin asiento en un entorno cívico convencional.
  En la organización de la obra percibimos el deseo de un orden; un afán de simetría por trazar con veracidad los afanes de un protagonista implicado, que inicia el recorrido biográfico con Retrato del artista en 1956. Es el tramo más vitalista; en ese tiempo el escritor está trabajando en “Las afueras”, conjunto poético integrado en la obertura Compañeros de viaje y comienza su relación con la Compañía de Tabacos de Filipinas, empresa familiar en la que desarrollará todo su periplo laboral, con numerosos viajes de negocios y una agenda vital de libertad y descubrimientos.
  Las anotaciones de Retrato del artista en 1956 se convierten en un atlas de geografía humana. En él emerge un yo en crecimiento con inquietudes literarias, muy cercano en lo intelectual al grupo de amigos de Barcelona, sobre todo a Carlos Barral. Dan fe de una intensa pasión por vivir. Los días en Manila muestran, sin sombras, una continua búsqueda de relaciones y encuentros sexuales, no carentes de morbo y confrontados con la moral católica. También aflora la conciencia social y la evidencia de una jerarquía asumida en la que cada vez soporta peor la prepotencia colonial, esa insólita desnudez de derechos que tiene la mano de obra indígena. Las secuencias refuerzan su rechazo a una forma de vida aristocrática que fomenta el poder económico desde la explotación de los más débiles y crea en su interior un acuciante vacío ante las severas condiciones de supervivencia de los más humildes.
  Desde la distancia, la realidad política española adquiere atinada definición. Se aprecia el desarraigo interno y la ausencia de peso en la política internacional que aísla al integrismo franquista. El poeta escribe: “España es un país enfermo, enquistado en sí mismo”.
  La misión de Jaime Gil de Biedma en la Compañía General de Tabacos de Filipinas se expone en el informe sobre la administración general, un texto de fuerte contraste con la perspectiva general del diario. Se trata de un trabajo técnico sobre la fisonomía de la empresa, sus activos mercantiles y el funcionamiento operativo del personal. Apenas queda sitio para el enfoque confidencial que solo retorna en el apartado “De regreso en Ítaca”, cuando la estancia en Filipinas concluye. La implicación con la geografía asiática fue intensa. Mas el poeta ampara una sensibilidad mudable y las nuevas anotaciones acogen el clima de relación, las lecturas y el afán literario. Sitio especial concede a su temporada de convalecencia en la Nava de la Asunción, un municipio próximo a Segovia, a causa de la tuberculosis. El moroso discurrir mesetario ralentiza las horas y da ocasión a un análisis del yo verdaderamente demorado que integra facetas diversas, desde la sexualidad apaciguada hasta los problemas de composición, o las acuarelas familiares que permiten conocer el retablo de presencias cercanas y su empatía.
   Más que las vicisitudes del ego son los trabajos y días literarios los que rigen el enfoque tonal de Diario de “Moralidades”, segmento que abarca desde 1959 a 1965. El cauce vitalista, no exento de polémica por una sexualidad desbocada y oscura, se hace remanso sedentario para adentrarse en la conversación pausada entre biografía y escritura. Lo que se estima ahora es el apunte de taller, aunque de cuando en cuando desgrane  textos  que bosquejan rutinas de la casa.
   En esos meses concluye varios proyectos, entre ellos un ensayo crítico sobre Jorge Guillén, publicado en 1960. Es la etapa de definición del grupo de Barcelona a través de gestos colectivos como el homenaje en Colliure a Antonio Machado, en el vigésimo aniversario de su muerte, la preparación de la antología de Josep María Castellet, o la realización de lecturas y encuentros que dan a  conocer emergentes idearios estéticos.
   Es el tiempo de escritura de Compañeros de viaje, su carta de presentación. Las anotaciones revelan la lenta elaboración de los textos, el pulido final y el sesgo racional de una obra que va creciendo con lentitud, muy lejos de la intuición sentimental, con un sólido trabajo de organización.
   Por otra parte, los contactos con Carlos Barral, Josep María Castellet y otros poetas del medio siglo facilitan el conocimiento público de sus creaciones. Son días de cielo claro. Cuando arranca 1960 sus apuntes lectores gestan un criterio crítico pleno de solidez. En él, Antonio Machado adquiere una significación tutelar, que influye en una expresividad directa y en el sentido ético del poema; lo mismo sucede con los compañeros de viaje. Con afines supuestos estéticos forjan el catálogo de la colección Colliure, que habrá de convertirse en pórtico editorial de la lírica del grupo. También es valorado de forma positiva Luis Cernuda; en cambio cuestiona las últimas salidas de Juan Ramón Jiménez.
   El periodo acogido discurre hasta 1964 y en él perduran los peculiares caracteres del ego, aunque los párrafos se hacen más esquemáticos. En ellos se alternan los estados de ánimo, las crisis físicas y amorosas, las lecturas y los avances de poemas que van adquiriendo todos los elementos de la versión final. Asimismo prosiguen los contactos promocionales y el deambular por enclaves peninsulares, con especial incidencia en la costa. La identidad del yo se asienta en claroscuros que transmiten su inestabilidad afectiva. Mientras lee a Catulo y los poemas epigramáticos de la Antología palatina que servirán para encontrar el tono de “Pandémica y Celeste”. Cuando arranca 1964, vislumbramos síntomas mudables en la persona. Se remansa su intemperancia polémica, siempre dispuesta a la confrontación, y eso permite una meteorología relacional más estable. Se consolidan ramas esenciales: Jaime Salinas, Esther Tusquets, Gabriel Ferrater, Juan Marsé… Un escogido listado de nombres propios que aglutinará esfuerzos e  itinerarios editoriales comunes.
   Este litoral en calma también tiene borrascas, como el fallecimiento de Joan Petit o la muerte de Luis Cernuda, cuyo legado siempre será un hito referencial. Son meses también de provechoso quehacer: los versos de “Pandémica y Celeste” pulen aristas con un sostenido afán reflexivo. De nuevo, el discurso verbal está marcado por la razón de una exigencia máxima que analiza avances y movimientos, articula secciones, evitando espejismos aleatorios con una organización interior que sostiene el desenlace.
  El calmo acontecer amansa la inquietud erótica. Ahora sus desvelos sentimentales están cuajados de moderación filosófica. Sobre la mesa están las páginas abiertas de Corpus Barga, Gombrowicz, Villalonga, Sartre o Isherwood. Es un tiempo claro y benigno en el que se va gestando el libro Moralidades con calculada lentitud.
   De cuando en cuando la serenidad bascula hacia la apatía. Su exigencia crítica es extrema, lo que le provoca paréntesis de desmoralización, cuando los proyectos no adquieren solidez y coherencia. Su falta de interés afecta sobre todo a los entornos literarios y a su presencia activa en foros sociales. En cambio, le gusta meditar sobre la intrahistoria colectiva: ecos de las revueltas universitarias, huelgas asturianas y el sostenido caos ideológico del franquismo que diluye las líneas de fuerza del poder político.  
  En el diario de 1978 la textura de la realidad ha sufrido significativas quiebras. Desde 1972, en los estertores de la dictadura, viaja al litoral porque adquirió una casa en Ultramort, en la comarca del Empordà y allí fija su retiro residencial. Se asienta la convivencia sentimental con Josep Madern, salvo algunos esporádicos encuentros ocasionales y sus preocupaciones cotidianas se mantienen, tanto en la empresa, como en el taller de autor, que acrecienta enlaces con la segunda generación poética de posguerra
  De cuando en cuando, los síntomas de la enfermedad condicionan su salud o empujan a temporadas de ánimo sombrío. Pero la radiografía general de este periodo se expone con tranquila objetividad, como si fuese trazando una estela de sueños cumplidos, a pesar de su conocida inestabilidad emocional.
   Poco a poco adquiere su pleno sentido un verso premonitorio: “Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde”. El invierno vital establece una perspectiva crepuscular en la que el sujeto adquiere razón de una travesía transitoria. Se recupera de una fatigosa bronconeumonía que acentúa su humor sombrío. Los años cumplidos comienzan a sumar erosiones. La historia del país tras la muerte de Franco entra en un interludio complejo donde no siempre se sortean los resabios franquistas. Varias notas reflejan la detención del dramaturgo Albert Boadella por la representación de la pieza teatral La torna. El director será sometido a un severo proceso judicial, tras un consejo de guerra.
   Retornan los hábitos, viaja de nuevo a Filipinas y asume responsabilidades empresariales. Cada vez muestra una mayor dependencia afectiva de Josep M., pero sus vaivenes emocionales persisten. Incluso el diario se convierte en una enojosa tarea obligatoria que solo retoma en 1985, cuando se le diagnostican los primeros síntomas del sida. Las páginas autobiográficas de 1985 son la crónica del viaje final hacia ninguna parte.
  El hábito del diario requiere coherencia y dejar que pase la tentación continua de embellecer el pasado. La escritura de Jaime Gil de Biedma abre los ojos con la claridad apacible de la amanecida y en ella se diluyen los límites del yo para convertirse en literatura y existencia, sin trasfondo, con la respiración ajustada de quien cumple trayecto hasta la última estación.


                                                                            

jueves, 16 de abril de 2020

PUNTOS DE FUGA

A resguardo
Imagen
Archivo de internet



PUNTOS DE FUGA

Cuando conciliaba el sueño, permanecía insomne su inteligencia práctica.

El fulgor del adjetivo ciega el poema.

Activos habitantes de la ciénaga, los ajetreos del odio nunca cierran jornada laboral.

Refrenda la última resistencia de un castillo de arena frente al mar: persevera en la nada.

El verano y esos desnudos que eligen mis ojos para decirse.

En el aforismo grava suelta, que presiona los pies de quien camina.

Todos admiraban la solidez y el peso de sus opiniones. Él asentía, mientras ocultaba su petrificado cerebro.

Hay inteligencias livianas, casi invisibles. Buscan su imagen en el espejo de la prepotencia para no desaparecer entre la neblina.

 Sus racionamientos cumplen milenios. Usan el lenguaje de las piedras, un abecedario tectónico.

Quien quema el bosque sugiere ahora plantar arbustos sobre el tizne.

Soy el mismo, aunque la edad  borra senderos al deseo. Seca las sábanas.

(Aforismos de JOSÉ LUIS MORANTE)

miércoles, 15 de abril de 2020

CAMBIOS

En vuelo
Fotografía
de
National Geographic

CAMBIOS

Y apenas ha quebrado el día de verano

ERIK A. KARLFELDT

No sabe averiguar qué rasgos definen la propia identidad. Sigue sin comprender por qué cada vez que se mira en un charco descubre una versión libre del yo. Hoy se siente pájaro.

(De Cuentos diminutos) 





martes, 14 de abril de 2020

EL YO SUSCEPTIBLE

Ventana al yo
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana


EL YO SUSCEPTIBLE

He abandonado muchos hábitos en la vida
y ya casi nada me falta

ANNA AJMÁTOVA

Soy un yo susceptible, con formato dispuesto al gusto ajeno, a quien los demás atribuyen rasgos caracteriales que no tienen ninguna sobrecarga en mis espejos. Seguro que ellos tienen razón; yo solo tengo dudas.

Hubo años que el sueño nocturno se prolongaba durante horas sin interrupción. Ahora me parece mentira, como si los recuerdos fuesen fotografías a destiempo, hechas con imágenes veladas o encuadres defectuosos.

Debo escribir un diccionario sobre el misterio intacto del conformismo.

La ridícula presencia de los intrusos que buscan plano en las conexiones en directo de los telediarios, como si aparecer un segundo al margen fuera tomar el pulso a la inmortalidad. Son las molestas huellas de una mano sucia en el cristal.

Esos sabios capaces de apagar la sed sin agua.

(Apuntes en el encierro)



lunes, 13 de abril de 2020

VERSOS-VERSUS-VIRUS (ANTOLOGÍA POÉTICA)

Versos-versus-virus
(Antología poética digital)
Edición de Pablo Blanco
Cubierta e ilustraciones de Mai Hidalgo
Maquetación de Alba Izquierdo
Valencia, 2020

PALABRAS FRENTE A LA NOCHE


   Un mínimo introito del coordinado de esta antología resulta la textura esencial de la palabra poética como un viaje de conocimiento  y diálogo con el otro. Las palabras abrazan. Tienden la mano. Visten al pensamiento. Y ese es el valor singular de esta selección poemática que llega a la oscurecida habitación del presente como una amanecida.
   Cuarenta y siete voces de dos generaciones en activo y distintos entornos geográficos aportan una escueta biografía personal y un único poema que busca las coordenadas causales del verso para que refrenden su dimensión habitable en un momento histórico proclive al ensimismamiento y con una sensibilidad cercana al desajuste emocional.
  Así se van sumando teselas personales para componer un espacio sentimental común, que se hace sosiego y riqueza cognitiva. Son los poemas los que deben ofrecer el verdadero rostro de la aurora. La escritura no es sino el reflejo de la conciencia que solo se remansa en su senda por la presencia de las ilustraciones oníricas y coloristas de Mai Hidalgo..
  Se me disculpara si no escribo la amplia redacción de participantes y solo resalto, por su cercanía afectiva y por la calidad de su aportación algunos nombres como Pilar Blanco Díaz, Blas Muñoz Pizarro, Ángela Serna, Pilar Verdú, Teresa Garbí, Víktor Gómez o José Antonio Olmedo López Amor. También  perduran tras la lectura por la mutación expresiva los aforismos de la esperanza de Roger Swanzy y la invitación al haiku estacional de Gregorio Muelas Bermúdez. Pero el listado de buenos poemas es mucho más amplio. Se puede resaltar una tendencia natural al poema corto y al uso de una dicción comunicativa que aborda el entorno como campo perceptivo. La mirada del hablante lírico despierta para trascender la epidermis de la realidad.
   La pandemia ha convulsionado la rutina diaria y nos ha sometido a un confinamiento inquieto que abre laberintos y preguntas en el campo introspectivo de la poesía y en el ánimo crepuscular. Afuera sobrevuela una innegable tristeza. Pero la poesía abre los ojos y las manos para hacerse fuente de renovación e impulso, razón de ser. El verso permite preservar la inocencia; percibir el entorno con los ojos claros del asombro. 


                                                                              JOSÉ LUIS MORANTE

domingo, 12 de abril de 2020

EN EL BORDE DEL TARRO

Viento a favor
Imagen
de
Enciclopedia de la Naturaleza



EN EL BORDE DEL TARRO


   La  talla ingenua del niño ha cumplido nueve años y desenrosca con maña inquieta la tapa del tarro. Sospecha que desde el interior saldrá un dragón contraído. Desecha el miedo y tiene suerte. Roza sus dedos el vistoso arco iris de un colibrí. Un instante después el aire muda de piel.

(De Cuentos diminutos)