domingo, 6 de octubre de 2024

PUERTAS CON MIRILLA

olor a cerrado
Fotografía publicitaria
de
Conely

 

DISTORSIONES

 
Tenía tantas palabras cosidas en la laringe que un día su silencio falleció por asfixia.
 
Cuántos parásitos ejercen su simbiosis en la piel del rencor.
 
Compra respuestas a saldo. Después sube poco a poco las preguntas recostadas en el trastero.
 
Consume una biografía concisa, pero con varias versiones.
 
Las huellas dactilares de una enumeración caótica: abrazos, silencios, sentimientos, indiferencia y contradicciones. El peso exacto de una memoria poliédrica.
 
Hay puertas sin mirilla; desconocen que el peligro está dentro.
 
Publicó tantas veces su fotografía en las redes sociales que los rasgos del rostro real desaparecieron. Ahora es solo el calor residual que propaga su imagen.  


(Voces de otoño)



sábado, 5 de octubre de 2024

LIBROS INNECESARIOS

Saldos
Fotografía
de internet

      

CUOTA COMPLETA

Con la cuota completa de palabras escritas quiso un día crear una biblioteca de libros innecesarios. En las cercanías del bosque se acondicionó un extenso claro de arenisca. Alzaron pilares, naves, cimientos y cobertizos cuya altura ofrecía amplias posibilidades de acomodo para las estanterías. Muchos años después, el cargamento de palabras inocuas quedó reunido. El autonombrado director abrió la puerta y dispuso un transitorio exilio laboral, frente a una ventana donde no había mucho sol. En los días siguientes tocó el costado de las baldas sin que los materiales alineados preguntaran qué hacían, lejos de las pupilas, sin recibir entre murmullos la severidad de cualquier juicio. Tanto silencio era una sensación única y distinta que concedía confianza a las ruinas de tinta de sus contenidos. Sobre la mugre del futuro, el ajuste perfecto en lo invisible era también lápida loable y permanencia.  

 (Del libro Fuera de guion)




 


viernes, 4 de octubre de 2024

PAN CON MIGA

Escaparate de La Tahona del abuelo
Comunidad Valenciana

 

PAN CON MIGA

 

(Apuntes sobre el aforismo)

 
El yo plural
 
Cada sujeto personifica una identidad mudable, una vida ondulante, por decirlo con un aserto de Ramón Eder. La escritura aforística no pasa de ser la sombra larga de una fisonomía nómada, que traslada la unicidad de lo diverso. Un estar en los extremos buscando el centro. 
 
Con Lemuel Gulliver
 
Cuando duermo, las miniaturas cognitivas de la biblioteca trasladan mis aforismos a Liliput, esa nación insular ficticia de ubicación aleatoria. Allí, sus claves interpretativas ganan altura.
 
Intimismo
 
El tono confidencial habla de todos. Recrea el intimismo de un hombre concreto que habita callejones entre luces. Su estar en primer plano difunde rasgos de otros hombres concretos. Cada gota de agua imita formas, texturas y humedades de otras gotas.
 
 
En la diana
 
La conciencia reflexiva coteja el entorno desde la síntesis. Constata un compromiso con las palabras. Da forma una meditación fragmentada. Lo mínimo es un dardo.
 
Vocación

No recuerdo una fecha exacta, pero los primeros aforismos de mi libro Mejores días (Mérida, 2009) nacieron hacia 2005, ya como textos autónomos para integrarse en un libro futuro. Un anticipo se editó en el cuaderno Sueltos (Amargord, Madrid, 2006) Antes escuché con frecuencia que muchos de mis poemas tienen un cierre aforístico; así que no fue una decisión brusca en la escritura personal sino un ejercicio de libertad y obediencia; de confianza en lo fragmentario para desobedecer la monotonía del todo desde las partes.

Elogio de la soledad
 
 En la soledad llama al timbre el decir breve. Suele presentarse con un detonante concreto: una vivencia, una lectura, un asunto laboral… Así alcanzan una primera redacción que después modifico varias veces. La intuición es una brújula perezosa y poco fiable, aunque siempre llena de matices. Con algo que decir.
 
 
(Del libro A punto de ver, Polibea editorial, 2019)


 

jueves, 3 de octubre de 2024

MARÍA ROSA SERDIO. ESCARCHA AL SOL

Escarcha al sol
María Rosa Serdio
Prólogo de David Fueyo
Bajamar Editores
Gijón, Asturias, 2022

 

SENSACIONES

 

   En la marejada incontinente de las formas breves –aforismos, haikus, microrrelatos o epitafios- que define el ahora literario y su pluralidad formal, hace mucho tiempo que la estrofa japonesa perdió su carácter pintoresco y exótico, por su lejana procedencia, para integrarse en el taller de autor como una posibilidad estética más, como un texto lacónico dispuesto a convertirse en senda habitable y cercana para ideas y palabras. María Rosa Serdio (Langreo, Asturias, 1953) maestra en su desempeño laboral, investigadora del folklore escolar infantil y poeta, retorna al cultivo del trébol verbal japonés con Escarcha al sol, un balance de ciento un haikus, publicado de nuevo en Bajamar, el sello editorial que capitanea con envidiable entusiasmo Pascual Ortiz (O lo que es lo mismo, el editor César García Santiago).
   David Fueyo convierte el liminar introductorio en una propuesta didáctica y rigurosa, en la que analizan las claves más definitorias del quehacer creativo de María Rosa Serdio. El aware, o la emoción del poeta, lleva al conciso esquema formal la sensibilidad desplegada de la escritora, una delicada tarea, exacta y fragmentaria, unas gotas de poesía que dejan en la mirada un sustrato delicado y espiritual; dice David Fueyo: “Escarcha al sol es un poemario elegante y sublime (…);  María Rosa Serdio representa en sus versos el enlace entre naturaleza y libertad”.
   El título Escarcha al sol es un bellísimo aserto que define lo perecedero. La gelidez quieta de la escarcha, que abre la mañana de invierno, se desmorona de inmediato, en cuanto aparece la primera transparencia solar. También podría apuntar una lectura simbólica sobre la fugacidad de la belleza, o sobre el renacer de los ciclos estacionales que secuencian, ante la pausa reflexiva del yo poético, cambios y sensaciones del discurrir temporal en su aparente calma.
   Es sabido que el haiku tiene una capacidad argumental omnívora; por tanto la organización estructural del libro suele establecerse por la semántica de sus temas. En el comienzo, el conjunto de “Portal”, en su manera más clásica, convierte el haiku en una poesía de estaciones. Quien mira en torno percibe los matices del otoño, busca los efectos de un intervalo temporal crepuscular que huele a leña quemada, a espera y soledad: “El ojo sabe, / a la puerta del tiempo, / ver lo profundo”.
   Todos los haikus de esta sección muestran la perfecta sencillez del esquema clásico, prosiguen la senda de las voces mayores que sedimentaron la estrofa en la urna breve del cómputo silábico 5-7-5, sin ninguna variación o torpeza; también en su tejido argumental hallamos el tejido ajustado de la lírica estacional, aunque los últimos textos indaguen más en la presencia de un sujeto pensativo que camina despacio para percibir el asombro limpio de la naturaleza.
   El segundo apartado “Sala de espera” traslada el escenario accional. Ya no es el marco natural quien propone instantáneas al paseante sino un ámbito cerrado, un espacio limitado por la espera, cuando la luz se apaga, y la posibilidad que se contrapone al estar quieto de la naturaleza y su quietud abierta. Los sentidos parecen cerrarse para que el yo pensativo emprenda un viaje interior a la conciencia: “En esta espera / los hilos de la voz / están cortados”. Otros ejemplos: “Mientras espero / doy fe de que la vida / es si respiras”, “Sala de espera: / Un sonido susurra. / La vida calla”. El hablante verbal percibe el junco frágil de la vida, siente que la urdimbre de la materia se hace con hilos de finitud y ocaso y el latido cotidiano se estremece con la llegada del frío y la escarcha: “Afuera llueve, / adentro es tiempo gris. / Huele a canela.”
 El tono melancólico y crepuscular de “Sala de espera” retorna a la luz en “Sigue el aliento”. De nuevo la esperanza camina con pie firme, como si otra vez la naturaleza se vistiera de celebración y canto. La devanadera del tiempo restablece vínculos, el entorno natural otra vez muestra su madeja de asombros ante las ventanas; la alegría es una forma de embellecer lo mínimo: “Cosas sencillas: / un papel, una brizna, / respiración…”, “Ha amanecido. / Hay un rumor de vida. / ¡Atenta al día ¡”.
 En los haikus de Maria Rosa Serdio está el aroma de la buena poesía. Quien escribe conoce el magisterio solar de los maestros y presta atención al latido del tiempo, a ese fluir existencial hecho de contraluces y esperanzas, de escarcha derretida y mediodía. Palabra florecida que ve a lo lejos y conecta con las precisas sensaciones que definen un instante de luz.

JOSÉ LUIS MORANTE



martes, 1 de octubre de 2024

MANUEL RICO. QUEBRADA LUZ Y EL MURO TRANSPARENTE

Quebrada luz
y
El muro transparente
Manuel Rico
Olifante Ediciones de Poesía
Tarazona, Zaragoza, 2024

 

SECUENCIAS


   Con motivo de la celebración del XLV Aniversario de la puesta en marcha de Olifante, Ediciones de Poesía, catálogo poético fundado y  dirigido desde su inicio por Trinidad Ruiz Marcellán, se reeditan en un solo volumen dos entregas del poeta, narrador y crítico Manuel Rico (Madrid, 1952). La primera, Quebrada luz, llegó a los escaparates literarios en 1997, tras ser reconocida con el Premio Esquío de Poesía en castellano en 1996, y la segunda, El muro transparente, fecha su primera impresión en Ediciones Libertarias en 1992. El escritor ha optado por sumar ambos libros porque los considera “secuencias de un mismo impulso ético y estético, de una misma obsesión por hacer de la poesía tierra de reflexión en torno a sus capacidades para explicar las zonas no visibles o solo esbozadas de la realidad”. Con todo, ambos trabajos preservan su autonomía singular y su vocación de aglutinar los esquejes argumentales con empeño unitario porque “todo poema es una construcción de la lengua que tiene que revelarnos algo no siempre definible, transmitirnos un temblor misterioso, añadir emoción a nuestra vida”.  En nota prologal, el poeta añade a su forma de entender la poesía dos empeños sostenidos en el discurrir verbal: palabra reveladora, que busca estratos entre los interrogantes existenciales, y conciencia crítica ante un contexto próximo y heterogéneo, un mundo incomprensible y extraño, nunca exento de contingencias e insatisfacciones.
   Quebrada luz contiene una cita definitoria del poeta Wallace Steven, quien asemeja la luz con una araña que avanza entre los bordes de la nieve y se abre paso entre sombras, esbozando un intervalo de claridad y transparencia. Desde esa sensación de presencia fuerte, la luz se confirma como elemento genesíaco que salva la memoria y sorprende los contornos difusos de aquello que no existe. Pero ese elemento volátil también tiene un reverso; es zozobra y huida hacia la sombra, la claridad quebrada de quien mira a través de la niebla o entre la espesa densidad del humo. En esa luz extinguida el sujeto poético descubre un territorio incógnito, hecho de soledad y de grisura, de podredumbre e intemperie, donde los sueños se desvanecen y caminan hasta el desamparo.
  A lo largo de las composiciones, la luz simboliza despertar auroral y transparencia, pero también las erosiones del transitar, ese largo viaje hacia el crepúsculo donde va perdiendo energía hasta mudar en un espacio oscuro, en un lugar a solas en la penumbra donde duerme el fracaso y en cuyos andenes trastean los sueños no cumplidos. Más allá del despertar vital, se oye crujir el tiempo, las hojas secas de un azaroso trayecto que fue sumando luces y sombras, que puso voz a la belleza y la infamia en el empeño de vivir.
    Publicado en 1992, El muro transparente contiene una amplia suma de composiciones, organizada en cuadernos. El muro representa hermética clausura y seguridad; la contradicción que convierte el refugio en cárcel que niega la amanecida al otro lado. El aserto también permite una lectura en clave metaliteraria: la palabra escrita es el muro a construir que oculta y protege de la realidad. En el primer cuaderno prevalece un entorno nocturnal, hecho de sendas envejecidas cuajadas de recuerdos. El ayer aparece, sin rumbo, para mostrar un patrimonio escueto que invita a cerrar los ojos y cobijar su textura de nieve en el poema; así nace una vocación literaria que hace de Juan Ramón Jiménez empuje y magisterio para moldear un desván de palabras. Es hora del todo por decir que intuye la fortaleza de la pulsión creativa.
  Son frecuentes entre los textos los paisajes conocidos de lo cotidiano: los reencuentros con otras presencias afectivas, las lecturas sobre la mesa de trabajo, la geografía difusa de la ciudad con “sus rincones de madera, de niebla y de vino”. El segundo cuaderno se define como un canto celebratorio al tejido sentimental; el amor pasa a primer plano para que se encuentren la piel y las palabras, la brasa que alza luz entre la niebla.
   Más reflexivo, el tercer apartado acoge en su brevedad indagatoria los estados que cobija el espacio íntimo de la conciencia. La sospecha de que vivimos en un espejismo fortalece las dudas y los signos confusos de la palabra; invita a refugiarse en la voz poderosa de los libros y en el convencimiento de habitar una madurez cansada por la costumbre que recuerda y evoca.
   Con luz de estío, los poemas acogidos en el tramo final moldean el trazado de un transitar colectivo de entusiasmo difícil e ideales grisáceos, de paisajes con sombras que definían los límites del extrarradio y su entramado de remotas calles. También algunas prendas como la chaqueta de pana definían las maneras de salir al día y soñar con una tierra de fraternidad. El poema “Dirty realism” es un cálido homenaje a Raymond Carver y su querencia natural en las tramas narrativas por lo anónimo, lo vulgar y por las vivencias de seres normales; es también una manera de posicionarse en una estética que traza una épica de seres normales, de presencias concretas, que parecen huir de la vida mostrando sus espacios de sombra.
   En la poesía de Manuel Rico el tiempo ocupa un vértice central. Su transcurso genera una definición secuenciada de la existencia que aglutina la infancia como espacio angular de la luz y convierte a los días de madurez en un estar crepuscular, marcado por el tedio ambiental de lo cotidiano. En este ciclo de nomadismo vital, el verano –tan definido en el apartado “Quinto cuaderno” “Palabras para una noche de verano”-, refleja plenitud y esplendor, ese campo inmaterial de los sueños cumplidos: “Esta adherencia a la memoria / de todos los veranos / lleva dentro de sí / imborrables siluetas, testimonios / de amores fugitivos / e historias sin relieve / cuyo valor reside sobre todo / en el temblor oculto del paisaje…”.
   El muro transparente se hace en el cuaderno final la evocación de quien inventa una nueva realidad, tangible en el papel, que hace presente lo vivido y recupera súbitos destellos: “De nada sirven los relojes / cuando la vida encuentra /la contención del arte”, ese oficio tenaz que transforma lo fugitivo en permanencia.
   En la poesía de Manuel Rico lo autobiográfico es tema recurrente, no como tentativa de recuperar secuencias concretas, sino como empeño de ajustar los rasgos comunes de una generación marcada por un pretérito sombrío y como forma de dar sentido y transfigurar la realidad a través de la expresión literaria. Poesía enunciativa e intimista, profundamente vital, con una permanente evocación del pasado para habitar el presente y reconstruir, grano a grano, ilusiones y sueños.
 

JOSÉ LUIS MORANTE