jueves, 30 de junio de 2022

MARGA MAYORDOMO. YUKÓN. VERSOS MESTIZOS

Yukón
Versos mestizos
Marga Mayordomo
Prólogo de Julio Mas Alcaraz
Mahalta Editorial, Colección Adivinos
Castilla la Mancha, Ciudad Real, 2022

 

EXTRAÑAMIENTO


   Los asentamientos generacionales son espacios marcados por la urgencia, como si fuera preciso delimitar los nombres propios que definen una generación y el enjambre de idearios estéticos. Esta adicción a la taxonomía escritural desubica a los fuera de sitio, a esas presencias que salen en los extremos de la foto de grupo con trazos desenfocados y periféricos. Nace entonces la necesidad del rescate, el placer añadido del encuentro personal y la sensación de habitar una literatura a trasmano, singular, distinta.
   Marga Mayordomo, Licenciada en Antropología Americana, integrante del colectivo ConVersos y la Asociación de mujeres poetas Genialogías, ha desplegado en la última década un trayecto entre páginas que aglutina el cuaderno Con los huesos al aire, y los poemarios Dedos de Martini-Dry (2013) y Pájaros tattoo (2018). El retorno post-pandémico añade en el jovencísimo catálogo de Mahalta la entrega Yukón. Versos mestizos.
   No viene mal comenzar la lectura del libro con las coordenadas que traza en el prólogo Julio Mas Alcaraz, poeta, director y guionista. La introducción “la posmodernidad de la posmodernidad” resalta de inmediato el empeño de Marga Mayordomo de vadear riberas no convencionales y de explorar usos poéticos de riesgo; no se trata de buscar una originalidad en el desconcierto sino incidir en la capacidad germinal del lenguaje y sus posibilidades expresivas y formales. También de interés, sobre todo para la mirada crítica, me parece la nota de agradecimientos porque integra magisterios y afectos, un abanico de poetas, narradores y pensadores que conforma el telar personal y que deja un muestrario de afinidades e incisiones en el ideario expresivo.
    Marga Mayordomo recurre a Clarice Lispector para domesticar el torbellino de imágenes e incertidumbres que entrelaza el extrañamiento cotidiano: “No, no es fácil escribir… Es duro como partir rocas. Pero saltan chispas y astillas como aceros pulidos” y se vuelca en el poemario con apartados matéricos que aluden a la conexión con el origen y a la capacidad de habitar una existencia trascendida en universos paralelos.
   La primera sección “Barro” comienza con una alusión cinematográfica “La chica danesa”, película dirigida en 2015 por Tom Hooper, sobre una pareja de artistas daneses, Einar y Gerda Wegener, que explora la transformación identitaria de Einar tras sustituir a la modelo femenina que su mujer, Gerda, debía pintar. Tras los exitosos retratos, ella anima a su marido a adoptar una apariencia femenina. Esta metamorfosis inesperada, habla de esa condición maleable del barro, capaz de adoptar cualquier forma. No sé si esta lectura de un cinéfilo convicto como yo cierra otras interpretaciones y sugerencias, creo que no, porque cada poema habla en su lectura con el intimismo singular de la confidencia en el mar desplegado del pensamiento. Lo mismo sucede en “Mandala” donde la fluidez del enunciado argumental se quiebra para dar al lenguaje un legado fónico en vuelo libre.
   Lo cotidiano encierra un tiempo en marcha en el que se asienta el legado cultural, como en el poema “Delirium”, pero también una ruptura del argumento lineal de la lógica que hace del fluir de la conciencia un magma informe de recuerdos, evocaciones y reconstrucciones mentales. El apartado muestra como hito principal el poema “Sobrevivientes”, una composición en fragmentos en la que sobresale la mirada social y las asimetrías de un periodo extraño que ubica en la periferia a los más frágiles y a su “cabalgata de sueños harapientos sucios”.
   En “fuego” la voz de A. Ginsberg abre senda al poema “Aullido”, aquel himno generacional beat, para explorar un intervalo de suelos líquidos, distopías, iphones y fake-news. En esta atmósfera encuentran sitio continuos referentes culturales y estelas del cine o los medios de comunicación que personifican los oscuros rincones de un presente contradictorio que no ha logrado superar la marginación y el subdesarrollo y que, sin embargo, ama lo paradójico y ha llenado la nube de poetas y de idearios vanguardistas. Contra la corrección se airea la bandera de Vallejo, poniendo el sosiego y la sensatez en el alambre y tomando cañas verbales con la revolución pendiente.
   Frente al libro unitario, Marga Mayordomo prefiere el fragmentarismo de lo diverso, las teselas aparentemente inconexas de vetas sueltas y yacimiento expandidos. En “Universos paralelos” conviven el homenaje musical de “Celia Cruz en Kinshasa” y ”Ractime (Billy Holiday)”, el intimismo confidencial de “Calima y hierba” y la recreación del teatro estático de Fernando Pessoa en el poema “El marinero”, junto a composiciones que reflejan un devenir temporal que nos moldea o el afán metaliterario para evitar decir lo obvio y hacer que la simplicidad habite la razón del lenguaje.
  Dos secciones “Hielo y “Agua” clausuran el poemario. Ambas comparten la subversión de sentido y dejan algunas claves expresivas como las del poema homónimo “Yukón” que reivindica la intensidad y el riesgo, el entorno salvaje, lejos del urbanismo domesticado y ese viaje continuo hacia el asombro y al brote germinal de quien renace. Lo lejano preserva identidades en el tiempo, formas de vida, equivalencias entre el yo y la naturaleza tan presentes en “Inuit”, “Aymara” y “Danzas mapuche”, a través de las edades en una intensa genealogía que enlaza lo colectivo con el destino concreto del hablante lírico en una suerte de mestizaje atemporal.
    Yukón. Versos mestizos es un poemario en el que la exploración lingüística se hace lugar central a través de una sintaxis fragmentada, el empleo de neologismos y dicciones foráneas y el uso en los versos de guiones dickinsonianos. Así subraya las posibilidades creadoras de Marga Mayordomo y su poesía proteica y hermética, proclive a la simbiosis y alejada del intimismo figurativo y la confidencia. Poesía del fluir y del viaje, de intensidad y riesgo; que no teme deambular por las sombras.
 
JOSÉ LUIS MORANTE
 
 

 

miércoles, 29 de junio de 2022

LA DOBLE IDENTIDAD

Convivencia


  

HETERÓNOMOS
 
 
Dentro de mí conviven, abocados
a una inmensa rutina sedentaria,
el yo que pienso y otro, el que parezco.
Un pacto, que firmaran con los ojos,
les conmina
a respirarse en cierta tolerancia,
y ambos han sido absueltos
de mencionar, siquiera,
cuál fue la última causa
que les diera la vida.
 
Cada uno tiene ya su enclave exacto:
el yo que pienso
habita, día y noche,
la intimidad de estas cuatro paredes.
Es semejante a un niño que olvidara crecer,
y por lo mismo
nada en el mar de una sabia ignorancia.
(“Acaso sea el invierno…
es razón suficiente para explicar el cosmos “)
Y balbucea. Ríe.
Se pierde en los espejos. Gesticula.
Colecciona recuerdos como si fueran conchas
que ha enterrado el olvido.
 
A veces llora y viste el jersey gris
de la melancolía;
entonces toma un folio,
donde  inicia el galope un sentimiento
y se hace reo de pertinaz tristeza,
hasta que traspapela la mirada
y descubre, cansado,
que afuera cae la lluvia
y mojan su perfil
unas livianas gotas de mi nube.
 
El que parezco
está en la calle de continuo.
Todos le conocéis
pues con todos comparte ese pan y esta sal
que, bajo el brazo, trae la vida;
las cotidianas dosis
de angustia existencial, trabajo y ruido.
Con él tropiezo,
una tarde cualquiera,
al doblar una esquina,
y tras justificarme torpemente
(“hallé la puerta abierta
y me aburría…”)
me despido gozoso y luego marcho
-el paso lento, sepultadas las manos
en los amplios bolsillos del vaquero-
a ver, sin más, el mundo por mis ojos.
 
                                         
                    (Del libro Rotonda con estatuas, 1990)



martes, 28 de junio de 2022

MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ. ESPUELAS PARA QUÉ OS QUIERO

Espuelas para qué os quiero
Miguel Sánchez-Ostiz
Pamiela Editorial, Poesía
Navarra, 2022

 

SEGUIR A SOLAS

  

   Miguel Sánchez-Ostiz (Pamplona, 1950) publicó su novela auroral Los papeles del ilusionista en 1982 y aquella ópera prima tuvo decidida continuidad con otras ficciones, El pasaje de la luna, Tánger Bar, La quinta del americano, y La gran ilusión, que consiguió el Premio Herralde de Novela. Los títulos mencionados convirtieron al escritor navarro en vértice referencial de nuestra narrativa, con reconocimientos como el Premio Nacional de la Crítica en 1998 por la obra No existe tal lugar. Pero el taller literario de Miguel Sánchez-Ostiz alienta un quehacer de búsqueda; su escritura sondea estrategias expresivas como la biografía –sin duda, es nuestro mejor especialista en el periplo biográfico y la obra de Pío Baroja- los diarios, las páginas autobiográficas, la crónica de viajes, el ensayo, con hitos como No hay tiempo que perder, con el que obtuvo en 2010 el Premio Euskadi de Literatura, la reseña en suplementos culturales y revistas, o la escritura breve de difícil etiquetado crítico como Emboscaduras y resistencias, un libro dispuesto al nomadismo temático que deja fluir al pensamiento a su libre albedrío para discernir las incisiones y trazos que definen el paso del presente.
   También el poeta tiene un rostro diáfano en los espejos de Miguel Sánchez-Ostiz, desde Pórtico de la fuga, entrega publicada por Ámbito en 1979, cuando ya declinaba la sensibilidad novísima que había sido casi ideario de dirección única en los años setenta. El extenso caudal lírico está recogido en los volúmenes La marca del cuadrante (Poesía, 1979-1999) (Pamiela, 2000) y Fingimientos y desarraigos (2001-2017), edición de 2017 también en la misma editorial.
    Prosigue al paso con el libro Espuelas para qué os quiero. El escritor refuerza la voz propia con el ancho río de la tradición, recordando versos de Luis de Góngora, César Vallejo, Cristóbal de Morales y Francisco de Quevedo, solemnes magisterios que anudan el verso a un territorio de fuerza moldeando una articulación existencial y reflexiva. La voz poética se interpela a sí misma y busca razones para seguir el viaje. La poesía dialoga con el tiempo, sabe que tampoco el olvido es inocente y mira entre las grietas de la memoria las deudas pendientes. Al cristal diario se asoman los rostros cejijuntos de la inquietud, esas rendijas que zarandean la calma o empujan a buscar justificaciones y vías de escape en la expresión escrita, como si fuera posible diluir la guadaña del transitar.
   El discurso lírico recurre a figuras de carga simbólica como Lázaro para explicar “el olor a cenizas y penumbra de la propia identidad”; los días han ido remansando su quietud entre quehaceres, confinando al ser en un largo encierro hecho de “ruinas, frustraciones, vergüenzas, falsa sumisión, empeños inútiles…” que exigen pedir revancha e intentarlo de nuevo, aunque ese vuelo a cara o cruz repita resultado y nada quede después.
   El protagonista versal amanece con la voluntad de ser sujeto activo de una épica a trasmano; reclama sitio y destino. Vuelve la mirada a los trazos de una existencia precaria; recuerda un tránsito donde solo va quedando la certeza de haber vivido, como un superviviente en la superficie de la marea, arrastrando también las decepciones de lo no vivido. Aparece así en el poema un personaje de Washington Irving, el jinete sin cabeza, también llevado al cine por Tim Burton, una presencia paradigmática para que niños y adolescentes se enfrenten a sus miedos y temores. De igual modo, es un símbolo claro en el poema como grafía de todo lo que no pudo ser e impone una atrabiliaria persecución a la voluntad, quebrando la armonía de una existencia plena.
   Las incontinencias de la vida social han sido un semillero de insatisfacciones. Prima más el estar que ser; la voluntad del domador de ratones que la construcción bien elaborada del artesano. Pocas veces la ciudad de siempre ha tendido en sus calles un ámbito luminoso y respirable. El laberinto urbano remarca, como un epitafio en vida, que el yo se esconde tras la máscara cejijunta de la decepción.
   Cuerpo central de la escritura de Miguel Sánchez-Ostiz es la mirada crítica ante una moralidad a la intemperie. El poema “Empacho de uvas verdes” es una sátira feroz a pícaros, delincuentes y comisionistas que alquilan patios de Monipodio para medrar a su antojo y hacer de la hacienda pública un estridente saqueo. Esa crítica también vuelve los ojos al espejo del yo para descubrir las sombras que velan la identidad. Así sucede en el excelente poema “Miliario negro”, que merece la pena reproducir al completo: “Cada día más lejos / del que fuiste / del que no conseguiste ser / Cada día más lejos de ti mismo / Mudo ciego desconocido / detrás de tu propia sombra / siempre en fuga”. El pensamiento entrelaza desvelos entre una niebla espesa y crepuscular; sospecha que su tiempo es otro pero que la queja es inútil, por lo que esencializa el presente. No hay sueños ni utopías, sus difusos rastros fueron lejanas aves migratorias, rostros indefinidos que se desvanecen en una lenta procesión de aparecidos.
  En el contexto gris y ensimismado de la pandemia, entre 2019 y 2021, fueron naciendo los poemas de Espuelas para qué os quiero, que merecen en la nota final de Miguel Sánchez-Ostiz una larga explicación de referencias concretas, viajes, lugares e intenciones. Son ventanas para un intenso balance reflexivo en torno al recinto murado del trayecto biográfico personal y su variada meteorología de nubes y claros. Pero también del yo social, del nosotros, que borra la sensación de ser tan solo islas humanas en la fisiología renqueante de la historia. Un tiempo colectivo que muchas veces merece sarcasmo y burla; una mirada crítica fortalecida por una larga tradición de nombres propios, desde el barroco a la palabra remansada en música de Léo Ferré o Carlos Gardel…   
  No quisiera terminar esta nota crítica sin subrayar el extremo cuidado del poeta en la dicción. Emplea un vocabulario culto y clásico, de expresividad germinal, capaz de añadir al poema una atmósfera de sensaciones, la constatación de un tiempo en crisis donde es necesario apretar el paso y picar espuelas. Hay que huir de tantos jinetes sin cabeza.
 
JOSÉ LUIS MORANTE

 

       

lunes, 27 de junio de 2022

LA LUZ DE FUERA

Apertura
Fotografía
de
Pinterest

 
LA LUZ DE FUERA

Era tan extrema su condición urbana que cada fin de semana multiplicaba rutas por el campo para descubrir sus puntos débiles.

Pienso mucho en esos editores que aceptan publicar nuestros libros en sus catálogos a cambio de su total indiferencia.

Cuando la ética toca fondo, su caída prosigue y se hace cada vez más profunda.

Su voluntad cobija el misterio de la resistencia, como un alpinista con asma.

Paisajes oníricos; todo lo que no he vivido es lo que mejor recuerdo.

Mantiene un comportamiento razonable, cuando no está.

(Aforismos inéditos)



domingo, 26 de junio de 2022

UNA PEONZA QUE GIRA

Movimiento continuo
Archivo de internet

 

UN TROMPO QUE GIRA


La lectura es una peonza que gira. Desconoce el más elemental principio del sosiego. A su compás se mueve mi tiempo diario. Uno tras otro, se deslizan los títulos entre mis manos con su prisa imperiosa, hasta alcanzar la luz dormida de la tarde. En la piel de plata del cristal se refleja el cansancio. 

La escritura de Anne Carson trasciende sus propios bordes. Muchos significados quedan fuera de alcance. Están llenos de puntos ciegos, pero mis interpretaciones fallidas no me dejan la sensación de fracaso. Es un material sin género, duro, obsesivo, singular, que rechaza el ojo frío de la disección. Hay que leer sin más, contemplar un trompo que gira.

 

La esperanza de entender también afecta al pie quebrado de lo diario, cuyos componentes nunca resuelven la contradicción, esa simultaneidad de amargo y dulce, de sensaciones de frío y de la color que pueblan el mapa de las emociones.

 

Sobre la mesa Microlitos, y esta definción complementaria: “Microlitos. Mínimos guijarros arrastrados por el cauce existencial que erosiona y disgrega”. Así define el poeta rumano Paul Celan (Chernivstsi, 1920-París, 1970) sus aforismos y breves en prosa, una miscelánea que hace de la fragmentación y lo disperso una reflexión verbal. Es conocido el copioso diálogo que el quehacer intelectual de Paul Celan mantuvo con la filosofía, el psicoanálisis, la tradición religiosa judeocristiana y su acercamiento a distintos ámbitos lingüísticos centroeuropeos. Así forjó una obra singular en la que tiene un largo recorrido la angustia existencial, el incansable absurdo del devenir diario, la preocupación metalingüística y las paradojas de la comunicación entre el ser y la nada.

   Buena parte de los aforismos recogidos en esta obra son pálidas virutas de taller, frases sueltas que fuera del contexto adquieren un sentido difuso. Aunque de cuando en cuando salte el destello capaz de iluminar un pensamiento. 

Los afectos de mi nieto llenan la casa a diario; son esos sonidos claros que se abre a la realidad o dan voz a los sueños. Secreta música donde habitan las horas en los hilos del tiempo.

 

(Apuntes del diario)


 

 

sábado, 25 de junio de 2022

RICARDO VIRTANEN. BRILLANDO BAJO EL AGUA

Brillando bajo el agua
Ricardo Virtanen
Editorial Lastura
Colección Alquisa de narrativa, nº 50
Madrid, 2022

 

  SOMBRAS DEL PARQUE
 

   La trayectoria de Ricardo Virtanen, doctor en Filología Hispánica, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Castilla La Mancha, poeta, ensayista de largo recorrido, narrador, aforista, antólogo, editor y músico es continua.  Personifica una voluntad creadora que hace de la diversidad exploración y búsqueda mediante una escritura plural, que suma polos expresivos complementarios. Su obra aglutina una estética proteica, donde se reconoce la singularidad de un empeño constante y de una perspectiva que establece puentes entre tradición cultural, periplo biográfico y estratos literarios.
  El escritor estrena el aporte textual de la ficción con el volumen Brillando bajo el agua, una esperada entrega de la que ha hablado con frecuencia en los diarios porque es un proyecto muy querido por el autor que ha ido sumando distintas contingencias editoriales. En conversación personal me comentaba el escritor; "Brillando bajo el agua nació de una canción compuesta a mediados de los años ochenta que después se transformó en un cuento de cinco o seis páginas y que, a principios de siglo, adquirió el formato de una novela, tras distintas reescrituras, hasta adquirir el molde preciso de un monólogo fragmentario e introspectivo en boca de un músico, Carlo Lee, sumido en una enervante crisis existencial".
   Con citas de sensibilidad clásica y una dedicatoria que alude con despojamiento y desnudez a la figura paterna, “A Santiago Pérez, Sheriff, músico de jazz”, la novela comienza con las anotaciones de un dietario, que abren una cadencia reflexiva en el fluir del pensamiento. Los recuerdos hieren, deambulan por la memoria y dejan constancia de presencias cercanas como el hermano y sus amigas, o ratifican esa intemperie de las drogas y el alcohol que nos hacen vulnerables y desnudos, espectadores de la desolación más extrema. Los pensamientos transcurren como fugas que no tienen ni principio ni fin, cambian el paso, como si se empeñaran en una búsqueda de lo intemporal, una estrategia que permite transcender lo real y conducir a otras grietas que amplían los esteros argumentales.
   En el largo monólogo fragmentado aflora el agua fresca de los sentimientos. La mirada se interioriza y promueve un retorno a la introspección, pero sobre todo emerge la música como presencia fuerte y orbital, con un entorno cultural muy amplio de obras y autores. Al mismo tiempo se refuerza la voz de la memoria y las experiencias amorosas del protagonista verbal que acaban casi siempre dibujando convivencias maltrechas y discordantes.
  Estas notas interiores encuentran otros itinerarios que enlazan imaginación y realidad cuando, en una visita al Retiro, Carlo Lee es testigo de un hecho insólito: una estatua se baja de su pedestal y se pierde entre el bosquecillo cercano. Con el cálido temblor de la incertidumbre, la conciencia se pregunta si aquello es un simple espejismo sensorial o ha ocurrido realmente. Nervioso y confundido se propone investigar los pasos de aquella presencia fantasmal. El insólito suceso acentúa más si cabe la sensación de pérdida de referentes y la asunción de un naufragio vital que empuja hacia la periferia inadvertida de un mal sueño. Como asegura el protagonista principal: no avanzo. Soy el centro del universo, el dichoso centro que no me pertenece nunca. Permanezco en el centro de todo y, al tiempo, giro alrededor de las cosas. Estoy en el mundo, pero podría ser parte de un sueño olvidado”.
   Brillando bajo el agua acoge en sus capítulos un poblado fresco de personajes con resonancias surrealistas, cuya vertebración narrativa nace a partir de su relación próxima o cercana con Carlo Lee. De su estar emergen las presencias que salen al paso en una sucesión de encuentros que resultan lienzos apresurados de la naturaleza humana, una naturaleza desgarrada y contradictoria, incapaz de salvar casi siempre los sosegados consejos de la lógica, que únicamente vive sin pretensiones, ausente, ajeno, como quien escucha ensimismado un solo de batería.
   El lector se encuentra a cada paso con una inagotable fuente de información musical, traída a colación por el gusto del protagonista de poner en su desajuste vital un fondo jazzístico o clásico, ya que su ocupación laboral es la de instrumentista de una orquesta, o por los recuerdos narrados por su padre, un músico que hizo del nomadismo una razón de vida, lo que remarca la necesidad de la evocación para recuperar su figura, o para ir alzando la peculiar arquitectura de la memoria de su periplo biográfico.
    Ricardo Virtanen es un hombre orquesta, un manantial de registros con luz; ahora deja en su novela una sugerente introspección interesada en captar los locales abiertos de la imaginación en un proceso de elaboración que enlaza sombras y mediodías, ese menos es más de la rutina que duerme siempre entre sábanas de asombro.


JOSÉ LUIS MORANTE



 
 
 
 
 
 
  
 
 
 
 
 
    

viernes, 24 de junio de 2022

NOCIONES GEOGRÁFICAS

Tierras de Nippur
Cartografía Antigua


 

NOCIONES DE GEOGRAFÍA
 
Mientras la noche se abre en las esquinas
 
FRANCISCA AGUIRRE
 
 
   Los más reputados cartógrafos de A ubicaron el paraíso en B. Mientras, afamados estudiosos de B precisaban en A la ubicación exacta del paraíso. En C nunca hubo nociones geográficas unánimes: unos se inclinaban por singularizar un sitio propio en A, no faltaban los que insistían en señalar las coordenadas en B y ganaba adeptos un tercer grupo que prefería no decantarse porque alimentaba la sospecha de que el paraíso no estaba en ninguna parte.
 
                                                                                                                     (De Cuentos diminutos)  



 

 

jueves, 23 de junio de 2022

ÁLVARO CAMPOS SUÁREZ. LA CERTEZA DEL COLOR

La certeza del color
Álvaro Campos Suárez
EDA Libros, Aforismos
Colección Seguro azar
Benalmádena, Málaga, 2022 

 

INTROSPECCIONES

 
   El discurso poético de Álvaro Campos Suárez (Málaga, 1981), formado hasta la fecha por las entregas TrENes (2013) y Buda en el Bolshói (2014), enciende una luz nueva con los aforismos de La certeza del color; se suma así al momento de plenitud de un formato meditativo que plasma su peculiar representación de lo real con los signos fragmentados del pensamiento y con destellos de una mirada subjetiva y lacónica, que indaga en las derivas aleatorias del contexto. Al cabo, como subraya la temprana cita de John Berger: “Para el ojo humano todo lo visible tiene un color”.
  Frente al mimetismo figurativo de la costumbre, la creación yuxtapone matices, explora hendiduras, propaga nuevos contornos, hace de la escritura una detonación que implosiona claves del taller creador. Álvaro Campos Suárez comienza su andadura concisa con el apartado “Cuaderno de artismos”. El sustantivo sorprende, es un neologismo creado por el autor para abordar las líneas de fuerza del verbo lírico como concepto teórico y plantear una epistemología de la palabra: “La poesía de la poesía es el misterio”, “La tarea del poeta versa más en crear sensaciones que historias”, “Todo libro es una forma de muerte”. El ejercicio introspectivo sobre el cauce poético se llena de valor cognitivo y configura los contornos renacidos de un género minoritario y contingente. Las anotaciones a pie de página conocen sus lindes, saben que “lo inmarcesible no puede ser rescatado” y que “pintar una mirada es cerrar un imposible”, pero desde esa pretensión de plasmar lo inefable la escritura encuentra su razón de ser y el escritor va completando el lento pentagrama de la voz propia.
  En la pretensión expresiva del decir breve se busca la definición de la esencia; así nacen los fragmentos acogidos en la segunda parte, titulada “Diccionartio básico de dudas”. Cada sustantivo escogido encuentra una datación nítida que confía en el hallazgo de nuevas expresiones lingüísticas. El autor articula voces de una escala alfabética que tienen como epicentro lo metaliterario. Las teselas que componen esta sección dan forma a secuencias y protagonistas del proceso creador. Veamos algunos fragmentos relevantes: “Aprendizaje. 1. M. Literatura. Tránsito entre el novel y el Nobel.”, “Diccionario. 1 m Alta costura. Cajón de sastre.”
   Es norma de cualquier libro de aforismos el encadenamiento de asuntos. El pensamiento da cauce a una labor singular a partir de un marco situacional que hace suyo aquel verso de Adrienne Rich: “Las palabras son mapas”. Y ese plano desplegado postula un largo viaje al espacio existencial integrado en las dudas e incertidumbres de “La vida indubitada”. La orografía interior está llena de pliegues: “El sentido de la vida es vivir”, “En el mundo de la duda solo existe la certeza”, “Respirar y suspirar. El oficio de la vida”, “Vivir la vida como los pájaros: puro vuelo”. En este entrelazado de reflexiones no falta el sentido crítico: “La vida moderna se simboliza en un grupo de Whatsapp: una repetida sucesión de banalidades”.
  El itinerario de asuntos fusiona entorno social e intelecto, un legado de percepciones que muestra los latidos maleables del discurrir. El recorrido del protagonista verbal se dirige hacia el otro, Es la mejor solución contra el solipsismo y reitera la necesidad de enlaces sentimentales como el amor. Pero también esta senda hacia el otro está marcada por parámetros contingentes. “En los textos de “Del amor a la mentira (y otros deportes de riesgo” se sondean los viajes sentimentales de ida y la vuelta, ese largo paréntesis de andenes habitables y papeles aleatorios. Es preciso descubrir motivaciones y sentidos: “En el amor, como en las grandes lecciones, no somos más que escolares vitalicios”, “Ningún sentimiento es fiel si se razona”. Pero ninguna valoración personal es ajustada, todo adquiere la apariencia mudable de lo imprevisto.
   Paso a paso, los breves van creando un simulacro de suelo firme, una mansa convivencia entre verdades y mentiras que se explora de nuevo con pupila crítica en el apartado de clausura “Guía de últimas verdades”, donde se utiliza la estructura textual de los aforismos de definición.
   Álvaro Campos Suárez clausura la entrega con un excelente metaforismo: “Todo aforismo es un cauce; toda certeza, un río”. El aserto recuerda los signos más palpables del pensamiento lacónico, siempre pleno de paradojas y contraluces: el tacto de la verdad es solo un epitelio que va mudando de color en el tiempo. Lo que permanece intacto es una obra aforística salpicada de originalidad, con singular acuñación y palpable conocimiento del género. La certeza del color es una suma de secuencias reflexivas que acercan y revisan los zarandeos de la inteligencia, esa araña con patas de oro que duerme al sol.


JOSÉ LUIS MORANTE



miércoles, 22 de junio de 2022

ACCESO RESTRINGIDO

Último paso
Archivo de internet


 


ACCESO RESTRINGIDO
 
 
Aquí reptan oscuras
las aceras sin rastros.
Nadie llega hasta mí, me desconocen.
En esta tarde gris
soy un islote
que encarece el acceso restringido.
Ningún camino drena el cauce de estar solo;
bajo el sol de verano
los cielos no sostienen el vértigo del vuelo,
las piedras no permiten enraizar
y el reloj contamina
esa paciencia lagrimal del sueño.
 
Cuando trazo la línea de horizonte
todo es afán difuso, entorno sin testigos;
pozos enarenados que retuvieran sombras
de bosques bajo el limo.
Acabo preguntándome
quién construyó esta cárcel
y si existe otro sitio, otro exilio vacío.
 
En la puesta de sol cierro los ojos.
Anticipo el regreso
de quien deja en la noche los pigmentos,
una alberca de formas que cobija
naturalezas muertas.
 
    (Del libro Nadar en seco)




 

lunes, 20 de junio de 2022

OLGA BERNAD. LA VIDA EXTREMA

La vida extrema
Olga Bernad
Editorial Universidad Alcalá
Colección de luz, piedra y espejo
Alcalá de Henares, Madrid, 2022


 

GRIETAS DE LUZ
 

 
   La presencia de Olga Bernad (Zaragoza, 1969) en el callejero literario actual se define desde una amplia convivencia de géneros. Su dedicación integra los poemarios Caricias perplejas (2009), Nostalgia armada (2011), El mar del otro lado (2012) y  Perros de noviembre (2016), las ficciones narrativas Andábata (2010) y El buen amor (2013, el abanico de cuentos El polvo nihilista (2019) y la compilación de prosas misceláneas Algunos cisnes negros (2013). La voluntad creadora se expande también por colaboraciones críticas y antologías. En suma, un preciso equilibrio que acredita diversidad en los ángulos de visión, quehacer sostenido en el tiempo, conocimiento lector e indagación reflexiva en ese encuentro siempre volátil con la intimidad del sujeto verbal.
  Sin ninguna apoyatura prologal, salvo dos citas de Jorge Martínez y Al Mutanabbi, La vida extrema sugiere en su rótulo el carácter nuclear de una escritura frente a la ventana, que proyecta el deseo de hilvanar la esencia del discurrir existencial. Desde un lenguaje nítido y contenido, que abre en la materia del lenguaje una incisión en lo paradójico, se asienta la evocación como atinada valoración del instante en medio de la luz. Las palabras iluminan por dentro. Al cabo, para Olga Bernad el sujeto poético incide en el desgaste horizontal del tránsito hecho anclaje de grietas y erosiones y en el desdoblamiento de quien se pregunta, en un inacabable soliloquio que enlaza el pasado con el ahora.
   La realidad se niega, nace para morir; necesita las formas ornamentales de la imaginación. Esos no lugares tangibles y transparentes que nadie recorre pero que se muestran al sol de las palabras o en las tinieblas de la conciencia para conjurar la ceniza creciendo y preservar la vida agazapada en el silencio. Qué hondura fértil en los versos de “Lo que no está escrito”: “La vida agazapada, / lo que nunca está escrito. / Y ni siquiera yo sé sentir. / Quizá esa pena dulce que es más bien / ternura por las cosas / que pretendí guardar y convertí / en historias, quién sabe para qué.”
  Los poemas no ocultan las horas oscuras, la intemperie de quien fue expulsado de cualquier paraíso. La niñez queda lejos y parece vacía de sentido, pero, tras las grietas del día, se percibe una hondura fértil en la que se cobija “un vuelo suave, preñado de promesas”. En el interior de las palabras renacen también los pasos de la ausencia, como un rumor sentimental que zarandea para seguir aquí. Así sucede en el poema “De tu muerte”, un ajustado homenaje al padre y un alegato contra el olvido que nunca borrará el pasar mudable del tiempo compartido. Lo que fue retorna, compone dentro itinerarios concéntricos, es fruta hendida que contiene la pulpa vivencial de la experiencia y la claridad sensible del retorno: “El miedo y la esperanza devoran el presente. / Nos lanzan al inmenso castigo del futuro, / a ese sitio improbable donde nadie ha vivido, / a ese enigma que huye mientras nos acercamos / como si fuera niebla”. Esa sensación de incertidumbre es clave iluminadora, casi un motivo básico del sujeto poético para aguantar a pie firme la vigilia; ese estar en horas solitarias midiendo el paso de abatidas verdades.
  Se advierte de inmediato el impulso germinal de la memoria. Quien se mira es depositario de un transitorio bagaje de espejismos y sueños, de una precaria cuenta de resultados: “cada descubrimiento es una nueva / pregunta y una nueva despedida / de una certeza frágil que soñamos. Y a eso lo llamaron experiencia, / con esto construyeron / doctrinas, libros, mapas y ciudades. “
      De la pared del tiempo se van descolgando esos fragmentos mínimos compartidos. Una sucesión de vivencias que persevera y deja su lección vital, como si fuesen manos que sostienen, rastros de entusiasmo que dan raíces a los días marcados por la desposesión. En los pasos últimos del poemario, la composición “El beso de King Kong” alcanza un excelente nivel expresivo parodiando una de los hilos argumentales más celebrados del cine. El amor como puente que une a la bella y la bestia. Olga Bernad remoza el argumento y encuentra una maravillosa variación argumental que llega con fuerza de mediodía a las pupilas del lector.
   La vida extrema, tras el libro Elogio del instante de José Manuel  Lucía Mejías, inaugura la colección poética De luz, piedra y espejo, impulsada por la Universidad de Alcalá de Henares, dirigida por el profesor y excelente poeta Francisco José Martínez Morán. El significativo título conforma una breve meditación sobre la naturaleza solitaria y crepuscular del yo poético. Muestra la desoladora contingencia del devenir en un fragmentado soliloquio introspectivo que sirve para mostrar la aridez de los paisajes interiores. Olga Bernad hace del poema una mirada íntima, esclarecida por la belleza y el conocimiento; prende en las palabras un rescoldo adormecido capaz de recorrer las calles de sombra: “La vida nunca pide explicaciones / ni las dará jamás, pero no miente. / Ni juzga ni perdona, no lo olvides: / estás donde elegiste. / Y el mar mece cadáveres y flores”.
 
JOSÉ LUIS MORANTE



 
 
 

domingo, 19 de junio de 2022

HERÁLDICA DE LOS SUEÑOS

Gran angular
(Cigüeñas de Rivas, Madrid)
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia



HERÁLDICA DE LOS SUEÑOS

 
El desatino emocional de nuestra época ha despojado a los sueños de cualquier heráldica.
 
***
 
Las poéticas son epitafios revisables.
 
***
 
Proclama una ideología flotante, sobre la que no actúa la fuerza de la gravedad.
 
***
 
Insistencia obsesiva; como lengua carnosa que busca el hueco de la pieza dental.
 
***
 
Los cantos de cuartel tienen su epílogo en el coro inmóvil de los cementerios.
 
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Toda memoria exige una cuota de optimismo biológico.
 
***
 
Encontré tierra firme, pero soy más náufrago
 
***
 
“Somos o no somos”. Dice, y parpadea como si prodigara gestos épicos.
 
***
 
Qué duro el hueso frío del pesimismo en la escritura de Alejandra Pizarnik: “Pero a mi noche no la mata ningún sol”.
 
***
 
Para que nadie mude su pasado, lo cambia de sitio continuamente.
 
***
 
 Salgo fuera y me paro; la alegría desovilla su madeja de luz.
 
***
 
Artesano ejemplar, sabe coagular migajas de sus mejores días.
 
*
(De la antología Migas de voz, UAM, 2020)

 

sábado, 18 de junio de 2022

NUBES

Mapa de niebla
Archivo
de internet

 

NUBES
 
Conoce la indigencia
los pactos con mi sed adormecida.
Al abrir la mañana,
nada pido, tal vez
el mapa blanco de una nube
que dibuje al descuido su textura,
la letra detenida de una niñez ingrávida.
 
Y que la nube un día
sea vuelo, que no duerme el cansancio,
secreto fugitivo
en un cielo estepario,
lluvia fértil saliendo de la noche
para poner de nuevo
entre los párpados
un temblor auroral,
la claridad pujante del comienzo.
 
     (Del libro Nadar en seco)



viernes, 17 de junio de 2022

FACCIONES FAMILIARES

Coincidencia
Archivo general
de internet

 

FACCIONES FAMILIARES
 
   Alzaba un cuerpo de talla media, con añadidos ocasionales de funcionamiento variable que se fueron deteriorando con dignidad –otitis, miopía, musculación escasa, pelo blanco…- hasta el definitivo declive, tras el accidente mortal de hace seis años.
   Al subir al autobús y ocupar mi asiento, pese a su palidez desaliñada, lo reconocí de inmediato. Él también fijó sus ojos en mí, ensayó un gesto de perplejidad y clonó mi silencio. Los dos regresábamos del pasado y las facciones de cada cada identidad preservaban sus rasgos familiares. En el incansable desnacer del tiempo, ajenos a la vida, no merece la pena ningún cambio.

(Del libro Cuentos diminutos)





jueves, 16 de junio de 2022

ARTURO TENDERO. EL PRINCIPIO DEL VUELO

El principio del vuelo
Arturo Tendero
Editorial Páramo, Poesía
Valladolid, 2022


UN TAPIZ DE LLUVIA

 
   Poeta, crítico literario y gestor cultural de eventos como las jornadas Poesía viva en la primavera manchega, Arturo Tendero (Albacete, 1961) cultiva la poesía desde hace más de treinta años, con un despliegue de títulos que arranca, en la epifanía de los años noventa, con el volumen Una senda de aldeas cotidianas (1991). Ahora suma al trayecto El principio del vuelo, entrega lírica que asienta como umbral una mínima reflexión existencial de Dante Alighieri: “Humano, ay, para volar naciste, ¿por qué con poco viento das en tierra?”. Tampoco pasa inadvertida la emotiva dedicatoria, que vale la pena reproducir por el entrelazado de gratitud, afecto y evocación y zarandea la memoria con la cercana ausencia del poeta filósofo: “Este libro está escrito desde la altura de un gorrión y dedicado a la memoria de Antonio Cabrera, el ornitólogo”.
  El poema inicial “Sortilegio” constata la persistencia de un ideario en el que se encuentran sujeto y entorno en una convergente percepción de los ciclos temporales y en una manera singular de moldear la sensibilidad cambiante de la identidad. La meditación viaja hacia dentro, impregna los versos y busca aprenderse. Interioriza los estratos aparentes de lo  real y transciende significados, como indicios de búsqueda y conocimiento. Este desempeño del estar como ejercicio de libertad y vuelo unifica la identidad del sujeto y el  ave, como si el afán de volar prodigara tareas necesarias. El poeta asume ese quehacer en el poema “El principio del vuelo”: “me agito entre las cosas / confundiendo el vivir con el pensar / y así todo transcurre más deprisa, / sin dejar asideros, o dejando / fugacidades, flecos”.
   Otra vez retorna lo cotidiano como marco auroral de la existencia. Las redes temáticas hacen del entorno cercano una argamasa para enlazar recuerdos y memoria, regreso a lo que fuimos, como se explora en los versos de “Adolescencia”: “Todo podemos soportarlo: / de tanto regresar aprendimos de sobra / que el vivir es rocío, / que la amistad, las grandes ilusiones / se van evaporando en cuanto el sol las toca, / que la magia es saberlo y resistir”: El yo se empeña en sentir el latido animoso de los días y hallar en los espacios que el mundo ubica frente a los sentidos un entorno abierto, los rincones poblados de una conciencia viva, un cálido inventario de certezas. Desde ese papel de persistente testigo nace el poema: “Oyéndolo / me lleno a manos llenas / de cosas intangibles, / siento que formo parte del tesoro, / como el grillo o el mirlo / intento intercalarme sin dañarlo / en este hechizo que está sobrevolándonos”.
   El orden azaroso del reloj bascula entre el recuerdo –qué hermoso homenaje confidencial al padre en el poema “Consultas”- y las sensaciones tangibles del ahora que se empeñan en llenar los instantes de inaplazables tareas. Desde la necesidad de fijar las coordenadas cambiantes del ahora nacen poemas como “Apagón” que ilumina el sentido de este caminar transitorio: “Qué segundos más largos los que tardas / en devolver el orden a tu vida, / y qué flecos de oscuridad arrastras / cuando vuelves al fuego haciendo esfuerzos / por poner en su sitio tu entereza”.
   El poema se empeña en reconstruir secuencias de lo vivido y lo soñado que  tienen el poder emocional de la experiencia. Rescatan ausencias, alabanzas de aldea y sosiego rural y los persistentes hábitos familiares que son capaces de preservar nuestra identidad más efectiva. Esa percepción construye puentes entre lo que fue y lo que es ahora y hace de la sensibilidad de quien recuerda un suelo movedizo, que no sabe muy bien qué coordenadas habita. Pero también el ahora constituye una razón de ser.
  El interés se centra con frecuencia en los elementos del entorno. Están ahí; no son prematuros o tardíos. Protagonizan una armonía natural que debe integrarse en el pensamiento de quien los contempla. El hablante lírico es quien tiene que descubrir la razón generatriz del conjunto, el nexo armónico que los relaciona con el sujeto. Los poemas difunden estados de ánimo; desgranan sus versos en argumentos sin épica, como si el yo poemático se obstinara en medir, a cada instante, su estatura de normalidad. La voz de Arturo Tendero es una toma de conciencia de la realidad exterior y de sus emanaciones naturales. Es también la certeza de que el tiempo transcurrido caligrafía en nuestra percepción una mínima estela, un destello de luz que sigue hablando con susurro imperceptible. Quien escribe ofrece el calor de una lumbre adormecida, que no pierde el rescoldo.
  Sirve de coda una invitación a la poesía. Tras la apariencia gris y rutinaria de lo cotidiano que convierte al sujeto poético en hombre de la calle, está la voluntad inadvertida en continua vigilia para acudir al paso del poema, para hacer del silencio un regreso pactado a las palabras, sin preguntar espacios ni razones, haciendo del poema una razón de ser y de sentir.
 

JOSÉ LUIS MORANTE




miércoles, 15 de junio de 2022

DESDECIR AL DESEO

Amanecida
Archivo general
de
  Internet

DESEO
 
Si abre surco el deseo,
que mantenga mi paso en cada huella
la terca voluntad de lejanía;
la distante quietud ajena al dónde.
 
Necesito que no
se apague nunca en el fondo de sombras
esa brecha de luz, cuya mano se tiende,
legítima defensa,
al borde justo del silencio y la noche.
 
Nada debe cambiar cuando duerma la ausencia
en el refugio de  mi cuerpo cansado
y llene su cobijo con recuerdos que muestran
la cálida heredad de lo que amamos
en estas y otras vidas.
 
También que no se quiebre
la desnudez que repta
en mi garganta a fuerza de callar;
esa cóncava voz que me desdice.
 
               
                               JOSÉ LUIS MORANTE




    

martes, 14 de junio de 2022

EZEQUÍAS BLANCO. ALGO TENDRÁ QUE VER EL CINE

Algo tendrá que ver el cine
Ezequías Blanco
Prólogo de José Luis Morales
Los Libros del Mississippi
Colección Libretos del Mississippi
Madrid, 2022

MOMENTOS

 
  En la polifonía literaria de Ezequías Blanco  (Paladinos del Valle, Zamora, 1952), Catedrático Jubilado de Lengua y Literatura, es de obligado cumplimiento el recuerdo de la revista Cuadernos del Matemático, que el zamorano asentado en Getafe dirigió durante treinta años desde el Instituto Matemático Puig Adam. La publicación se convirtió en un punto de encuentro intergeneracional y en ella colaboraron los mejores escritores contemporáneos. Pero la coordinación de la revista no ha mermado páginas a un taller creativo que explora poesía, narrativa, edición y relato. En el género lírico se integra su libro Algo tendrá que ver el cine, presentado con notable éxito de público en la última Feria del libro de Madrid.
  El título cuenta con una breve introducción del poeta José Luis Morales, que explora la singularidad del poeta y algunos rasgos expresivos: “Ezequías es un poeta que va del clasicismo a la vanguardia, de lo naif y popular a lo metafísico o hermético y viceversa sin necesidad de transición, gracias a una extensa e intensa cultura literaria y a un sustrato irónico habitual. Esa actitud irónica y descreída le permite también pasar del optimismo –en realidad, tolerancia con la fantasía y la aventura- al nihilismo…” Yo creo que el párrafo resume la capacidad de búsqueda del paramento expresivo en el tiempo y señala como clave de obra la ironía, también presente en sus ficciones narrativas, que no es sino una crítica solapada a lo gregario y una reivindicación de la extrañeza como aderezo básico del deambular existencial y su maraña de contradicciones.
  La emotiva dedicatoria añade otro estrato al quehacer poético: la evocación y el rescate de ausencias, tan ligado a la epifanía del yo en el tiempo y a esa certeza básica de quien sospecha que vivir es renacer. De este modo, la entrega se abre con el apartado “Unos cuántos al origen”, una indagación reflexiva en el deambular del hablante verbal sobre la geografía de la memoria: “Y soy un hombre en busca de lugares / donde reposar la cabeza: / una piedra para descansar en su latir / una sombra una penumbra donde pueda verse / lo que en ningún lugar se escucha”. La persistencia del pasado expande su latido con fuerza en composiciones como “Visita a la casa familiar abandonada” o “La sonrisa de mi madre” que intenta recobrar las brasas de vivencias que se desdibujan entre la niebla del olvido y que son “Recuerdos del olvido y de la vida / deformes como clavos retorcidos / como huesos amarillentos / rodeados con anillos de desdicha / ya sin señal alguna de entusiasmo”.
   La escritura de Ezequías Blanco hace de la amistad una coordenada que ubica las palabras. Todo el apartado “El cuenco de manteca” compila poemas dedicados, cuyo  propósito comunicativo engendra amistad y esperanza, el nítido realismo de un abrazo de lumbre. Estos poemas con destinatario conviven con un mitigado culturalismo que alude a una fuerte tradición lectora y sustituye el habitual verso libre por canciones o poemas que emplean los recursos sonoros de la rima como las composiciones “Trasminar” y “Ojalá pudiera”, que tienen un evidente aire popular.
   Las migraciones argumentales descubren que en cualquier cartografía cotidiana perdura una oquedad para el asombro; en el apartado “Autoayuda / Autoamparo” el hablante poético se desdobla para recibir la carga apelativa de la confidencia. Quien anda en la brega diaria necesita el amor, como rocío que empape cada mañana, y ha de pensar también en liberarse de los espejismos del futuro para hacer de cada instante una excusa de felicidad y esperanza. Pero quien sale a la amanecida no está solo, comparte aceras con el yo colectivo que inspira las composiciones  de “Vetavena social” en las que toman vuelo indignidades y asimetrías,: los cólicos de la justicia y el desamparo de los que sufren las atrocidades del poder, las penalidades de los refugiados en busca de una tierra prometida, la violencia contra las mujeres de Ciudad Juárez  o la barbarie goteante de la violencia de género.
   El título de este poemario es también el de la sección final “Algo tendrá que ver el cine” que añade al discurrir del libro los avatares de la pantalla grande, ese umbral repleto de protagonistas y secundarios. Desde el monólogo dramático, Ezequías Blanco da voz a esas presencias emotivas de la pantalla, capaces de encarnar aspiraciones y estridencias, los espejismos paradójicos de identidades insólitas tras los visillos de la imaginación, pero que luchan en la intemperie por ser coherentes con su forma de estar en lo diario.
  Los poemas de Ezequías Blanco nos dejan la mirada clarividente de la reflexión. Abren sus argumentos a una realidad construida desde la memoria, como si el pasado fuera siempre venero de claridad y experiencia. De allí surge un mundo que parecía perdido, pero que mantiene la claridad encendida de una lumbre cerca, los vínculos entre sensaciones y recuerdos, el aire limpio.

JOSÉ LUIS MORANTE

 

 

lunes, 13 de junio de 2022

LUIS MIGUEL MALO MACA. HOMENAJE PRIVADO

Luis Miguel Malo Macaya
(Licenciado en Medicina, poeta, lector)
Fotografía: Archivo personal 



 HOMENAJE PRIVADO

Tenía una voluntad persistente, capaz de sostener en vilo dos ideas.

Las mejores certezas casi nunca se ciñen a la verdad.

Es muy escrupuloso con la bondad, si la vislumbra cerca cambia de acera.

El discurrir del tiempo se rige por leyes desconocidas que cambian el amor físico por un trozo de jardín.

Los escritores fantasiosos distinguen rostros lectores en la posteridad.

Suele ocultarse tras el nombre de siempre, pero es otro.

Era hombre de verbo contenido, pero su pensamiento requería una exposición prolija. Escribía haikus.

Los cementerios soportan bien la ajetreada experiencia mundana de sus huéspedes.

No hacer nada requiere una fatigosa concentración.  

(Aforismos inéditos)




domingo, 12 de junio de 2022

ENTREVISTA A JOSÉ LUIS MORANTE: PLANOS CORTOS

José Luis Morante
(Palacio Real de Madrid, 2022)
Fotografía
de
María Hernández Costa 

 

AFORISMOS CON SESIÓN CONTINUA


Tasio Luna
 
 
Casi de forma simultánea han visto la luz en 2021 dos entregas aforísticas del poeta, profesor y crítico José Luis Morante. La primera, Migas de voz es una antología editada en México por la Universidad Autónoma nacional; la segunda obra, Planos cortos es un cálido homenaje al cine.
 
La tarea de practicar varios géneros, ¿de qué manera condiciona a sus aforismos?
 
Creo que cuando se entiende la escritura como una casa abierta, cada habitación cumple su doble condición de refugio y hospitalidad; en mis aforismos conviven muchos rincones afines con la poesía o la crítica; todos partes de la misma experiencia biográfica y cultural, de un modo similar de interpretar el entorno y el tiempo histórico.
 
Sus poemarios trasmiten un fuerte eco autobiográfico, ¿sus aforismos también?
 
Ningún género puede velar la pulsión expresiva que dicta sus renglones; la identidad respira también en los aforismos, comparte instantáneas, recuerdos, miedos, incertidumbres; en suma, la conciencia en continuo fluir del sujeto que escribe.
 
¿Era previsible esta aparición estelar del decir breve en las primeras décadas del siglo XXI?
 
Hay una verdad impostada en asociar el aforismo al despertar digital; la verdad es que en todos los periodos de la historia se han cultivado distintas formas del decir breve: sentencias, epigramas, refranes, aforismos; la celeridad de internet ha potenciado la fragmentación y la celeridad de los mensajes, pero el género tienen una intensa tradición en nuestra literatura.
 
Parece  que es ejemplar la capacidad de escucha del aforismo; cualquier tema sirve…
 
Así es, el aforismo, como el poema o la reseña es un hecho del lenguaje que admite cualquier hilo argumental, siempre y cuando se supere esa consideración que asocia el laconismo a la facilidad expresiva y la intuición; debajo de cada texto, por mínimo que sea, está la dura labor del taller literario, su exigencia máxima en cada fragmento.
 
Cómo se gestó esa edición mexicana de Migas de voz.
 
Nació en 2017, cuando recogí una amplia selección de aforismos de los dos libros publicados y del inédito A sorbos, era la mejor manera de construir un mapa personal que subrayara las características reiteradas de mis aforismos. Y el profesor, ensayista y aforista mexicano Hiram Barrios impulsó la edición en una nueva colección esquirlas; la espera de tres años mereció la pena, la edición final es muy hermosa.
 
¿Y Planos cortos?
 
Es un giro fuerte en el trabajo personal, frente a la apertura temática aleatoria de mis anteriores entregas, supone construir un libro en torno al cine como núcleo único. Soy un cinéfilo antiguo y agradecido; en absoluto un experto en ese arte, solo un espectador que siempre halló cobijo en la butaca a oscuras.
 
¿No teme que la salida  de ambos libros a la vez solape reseñas o interfiera la distribución correcta?
 
No lo sé; en principio son ámbitos lectores distintos; Migas de voz está destinado al público universitario mexicano y no se distribuirá en librerías españolas, aunque mandaré ejemplares a crítica y medios de comunicación; y hay que dar la batalla por Planos cortos que debe luchar contra la incertidumbre de la pandemia y la lánguida vida cultural del momento. Son retos que asumo con mucho gusto; siempre confío en la generosidad de los amigos y el incansable apoyo de los lectores.

¿Nos despedimos con una mínima selección de aforismos?
 
 
El sentimiento de desolación, esa llave que solo cierra.
 
Los aforismos tienen el trazo inconformista del grafiti.
 
Es bueno enmarcar la incertidumbre como un quinto punto cardinal.
 
Cada lunes inventa su oratoria
 
Somos la intacta erosión que fuimos, y seremos el polvo que ya somos.
 
Todo espíritu etéreo se vislumbra en su etapa ascendente.
 
Los que no saben ratifican con énfasis constante su ausencia de verdad.
 
Anima y da valor esa sospecha de que todos discuten contra mí.

Tasio Luna