Delicias y sombras
Ted Kooser
Traducción de Hilario Barrero
Pre-Textos, Valencia, 2009
Logros y decepciones son campos conceptuales que polarizan el discurrir diario; cada destino individual moldea una azarosa combinación de éxitos y carencias y en esa asimetría de lo humano indaga buena parte de la poesía de Ted Kooser.
Profesor universitario y escritor de amplio recorrido, Ted Kooser (Ames, Iowa, 1939) consiguió con Delicias y sombras el premio Pulitzer en 2005. La versión al castellano de Hilario Barrero, quien vive y ejerce la docencia en Nueva York desde 1978, permite disfrutar con conocimiento de causa –es traductor habitual de poetas americanos- del universo de un poeta con reconocible sensibilidad creadora.
El libro aglutina más de setenta composiciones distribuidas en cuatro apartados con un similar aliento tonal y un uso mantenido del verso libre que acoge una dicción lírica coloquial. Kooser siempre da prioridad al quehacer comunicativo, a la ajustada sencillez que propone un diálogo al paso con el lector. Esa arquitectura diáfana no prescinde de la búsqueda y emplea metáforas y comparaciones de gran fuerza expresiva que refuerzan el logro poemático.
El yo lírico multiplica su estar y puebla ángulos diversos: el ser singular y en primera persona comparte motivos con el plural o busca, en muchos casos, la objetividad del narrador omnisciente que testimonia una secuencia, como si fuera espectador. Este modo de contar es el más empleado en la primera sección, con composiciones muy representativas, como “Tatuaje”, “En la sala de Oncología” o “Los viejos”.
En el apartado “los pintores de porcelana” las composiciones son más descriptivas. Incluso se llega a emplear en algún caso la prosa poética, como en “Cueva de hielo”, un poema que dibuja formas convivenciales de un entorno rural en el que la naturaleza cobra una mayor presencia con sus ciclos activos y perseverantes. Este sustrato temático también aflora en la tercera sección “Pescando mojarras desde la orilla”. Allí hay poemas pictóricos que transforman la descripción de un cuadro en un sugerente relato de posibilidades, donde lo que acontece tiene menos importancia que lo que se intuye en la umbría del fondo.
Una de las señas de Kooser es su tendencia a recuperar el perfil de un tiempo histórico concreto, la escritura de una crónica de costumbres que van languideciendo en la marea de los años y que dejan sus reconocibles indicios en la memoria. Así, la vieja vajilla, la máquina de coser Singer, el tarro de los botones, el aparato de radio Zenith, la loción paterna Old Spice, los sabores de una gastronomía casera y familiar y sobre todo el estar presente de protagonistas que muestran su fragilidad al cauce abierto de los temporal, como en el poema “Pearl”, donde el acierto poético es máximo, con un cierre memorable: “ Y solté mi mano de la de ella y le dije adiós / y la puerta se cerró, y detrás del encaje / los otros salieron de entre los haces de luz / y tornaron a su inventario, tocando / la cuchara que yo había usado y restándola / de la suma de cucharas en el cajón de la cocina “.
El discurso lírico de Ted Kooser tiene la convicción de la sencillez. Su voz suena a la del eventual compañero de viaje que comparte confidencias con un lenguaje nada forzado y exento de recovecos teóricos. Los argumentos muestran las ambigüedades de lo real, esos perfiles evasivos que modifican el transcurso de lo cotidiano y se escamotean en la contemplación directa.
El discurso lírico de Ted Kooser tiene la convicción de la sencillez. Su voz suena a la del eventual compañero de viaje que comparte confidencias con un lenguaje nada forzado y exento de recovecos teóricos. Los argumentos muestran las ambigüedades de lo real, esos perfiles evasivos que modifican el transcurso de lo cotidiano y se escamotean en la contemplación directa.