Aforismos y reflexiones Miguel de Unamuno edición de FRANCISCO FUSTER Abada Editores Madrid, 2018 |
HETERODOXIAS
Más allá de la fecha histórica, 1898 es, sobre todo, un estado de ánimo
de largo alcance. Se define por la pérdida de las últimas colonias, tras el
desastre de Cavite en Filipinas y la destrucción de la escuadra española en
Santiago de Cuba. En esa situación económica y social, que ubicaba el presente
político al borde de la nada, germina la
necesidad del alba, un afán regenerador capaz de superar el estado de
postración común y galvanizar ideales y actitudes constructivas. Es el papel
que juegan los escritores integrados en el marbete “Generación del 98”. El
acierto conceptual se debe a José Ortega y Gasset, aunque sea José Martínez Ruiz;
Azorín, quien difunda el hallazgo. Lo emplea en una serie de artículos de
prensa en los que daba voz a una nómina, de límites difusos, integrada por
Valle-Inclán, Benavente, Baroja, Maeztu o Miguel de Unamuno, entre otros. De ese espíritu de protesta frente al
pretérito, e inquietud intelectual, se impregna el legado reflexivo de Miguel
de Unamuno.
Francisco Fuster (Alginet, 1984),
profesor en el departamento de Historia Moderna y Contemporánea en la
Universidad de Valencia e investigador centrado en la cultura española de la
Edad de Plata (1900-1939) realiza un meditado rastreo de la aportación
unamuniana en toda su obra en prosa para aligerar ideas y conceptos de la
abrumadora extensión discursiva. El resultado es el libro Aforismos y reflexiones, una recopilación de textos breves que no
eluden la dimensión paradójica de Miguel de Unamuno, su capacidad crítica y las
manifestaciones de su temple moral, siempre contaminado de hamletismo. En ese
afán entre ser y no ser, vela insomne un estado de conciencia en el que se
suceden las contradicciones. Del optimismo constructivo se pasa, a veces en
virajes bruscos, a la crítica más beligerante o a los efectos erosivos del
desánimo. Creyente atormentado, catedrático de la Universidad de Salamanca y
pensador sin desfallecimientos, personifica un espíritu paradójico, atormentado
por la incertidumbre y la soledad de quien prefiere el margen y la periferia y
deja en su interior espacio intacto, para que coexistan varios hombres. El
pensador hacía suya la creencia de que el español es maniqueo por naturaleza,
dispuesto a la trinchera y negador de cualquier matiz.
Nacido en Bilbao, en 1864, Miguel de Unamuno vive en su infancia los
convulsos avatares de un paréntesis colectivo que amalgama el reinado de Isabel
II, su destronamiento, la revolución del 68, las guerras carlistas, el
advenimiento de la I República, los levantamientos cantonales, el reinado de
Alfonso XII y el desmantelamiento colonial. Su toma de conciencia fluctúa desde
el socialismo inicial hacia un conservadurismo inquieto que se debate entre la
razón y la fe y que lo somete a un perdurable estado de angustia existencial.
Crítico y comprometido hasta el final de sus días (Salamanca, 1936), Miguel de
Unamuno es arquetipo del compromiso y vértice generador de un estar en lo
social que se mantiene inalterable en el tiempo.
Esa es la razón por la que el preparador de este trabajo ha recuperado
pensamientos extraídos de su obra que sirven para definir la mentalidad del
escritor. Son textos que plantean de entrada dos cuestiones: la indefinición
genérica del aforismo y la poda de un texto mayor para perfilar una cita o una
reflexión. En efecto, desde su inicio como estrategia expresiva el aforismo
carece de molde único; cabe, por tanto pensar, que estos fragmentos de Unamuno
son y no son aforismos, si entendemos como tales una expresión lacónica,
cerrada y lapidaria, que contiene un destello moral. Por otra parte, como
Francisco Fuster clarifica en su excelente prólogo, Miguel de Unamuno nunca
escribió aforismos, sino que integró piezas verbales que adquieren esta
consideración más con carácter de subrayado o cita que con el cultivo explícito
de la paremia.
Francisco Fuster deja este breve esquema de su edición: “En cierto modo,
los aforismos y reflexiones que aquí he reunido no son más que eso: una
selección de paradojas que, lejos de ser anacrónicas o extemporáneas, resultan
de una gran utilidad y adquieren cierta
entidad propia, tanto si se leen en conjunto como si se van “picando” aquí y
allá, como se leen estas antologías.” El corpus textual recrea el pensamiento
de Miguel de Unamuno por condensación; dibuja un integrado mirador sin ángulos
muertos, colgado de dos asideros esenciales: el instinto práctico y la razón
especulativa. Cuando el discurrir convierte en ruinas venerables ruinas tantos
domas, el pensamiento de Miguel de Unamuno sigue en pie, en ese eje imaginario
que unifica el día y la noche, sospechando siempre que los poetas no deben
pensar.