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Cargas familiares | | | |
Entrevista a FERNANDO PÉREZ FERNÁNDEZ
En el cauce de novedades, la crítica de urgencia tiene poco tiempo para actualizaciones. Hay que reiniciar el discurso lector y percibir las últimas amanecidas. Entre
ellas está la poesía de Fernando Pérez Fernández, autor del poemario Cargas
familiares (La Isla de Siltolá, Sevilla, 2015).
JLM.- Las cubiertas de la colección Tierra son uniformes y
sugerentes. Sin embargo llamó mi atención la mínima nota biográfica. Acaba así: “En
años más recientes ha intentado dedicarse a la docencia. Y a veces lo consigue,
pero hay pocas plazas.”. ¿Sigues en el empeño?
FPF.- Bueno, estos meses más que
docente soy "opositor", que suena a instrumento quirúrgico y conjunta
con el fórceps, sí. Cuando alguien me pregunta qué tal me va, contesto que intentando
estudiar todo lo que puedo para las oposiciones (a profesor de inglés en
institutos), y casi todas las noches me siento culpable porque no han sido
muchas horas ese día. Tengo que aparcar la curiosidad, centrarme en las
memorizaciones, dejar de preocuparme por si pierdo vida o agilidad en castellano
y ¡contestarte con prisa, lo siento!
JLM.- ¿De qué modo afecta el tiempo histórico- esta perpetua
situación de crisis- a la poesía?
FPF.- Sobre "nuestro" tiempo
como crisis perpetua (o no), hay un libro muy interesante, Normalidad de la crisis, crisis de la normalidad (Katz). En uno o
varios artículos (no lo tengo reciente), se cita a Koselleck, su idea de que
los momentos históricos no son homogéneos. Para hablar de la poesía o de la
economía o de la moral, me parece relevante partir de ahí, de que si hacemos un
muestreo de lo que piensa y vive la gente hoy, encontraremos muestras de
ordalía medieval, de revolución industrial en marcha, de "corrosión del
carácter" por la flexibilización del trabajo y su transformación en algo
precario, de hipertrofia narcisista por la necesidad de publicitarse, etc. Y
para no terminar parloteando en posmoderno, sigo en la pregunta siguiente.
JLM.- ¿Preocupado por el estado de indiferencia
del público ante el discurso lírico?
FPF.- No. Creo que internet, con el fomento de la brevedad y la
construcción de la propia imagen, hace que se escriba mucho y se lea mucho,
aunque lo ahormen los parámetros de las redes sociales y los blogs. Hay un
montón de veinteañeros compartiendo memes ingeniosos, pergeñando poemas,
leyendo poesía. El problema lo tiene más cierta prosa, me parece, o los
clásicos, pero si muchos se pierden a Ovidio, no lo vamos a solucionar con
jeremiadas, sino compartiendo citas de las Tristes
y las Pónticas en los mails, y a
lo mejor transformando la pedagogía, y la distribución en general de los
tiempos dentro de la "jornada". En mi caso, me pesa no saber nada de
griego y a la vez haber perdido matemáticas. Hice el bachillerato de ciencias y
ya no recuerdo la ley de Ohm, y eso que disfrutaba mucho sacando el rango de
las matrices.
JLM.- ¿Cómo surge tu primer libro cargas familiares?
FPF.- Podría darte muchas versiones, una está al final del libro.
Otra, que cuenta para el baremo de méritos de las oposiciones; creo, espero.
Otra, que hace algunos años atravesé una etapa mala, de desorden vital (hábitos
del cuerpo y sus consciencias, todo va junto), y quería hacer una
"memoria" (como en las memoir
americanas) de ese proceso, la obra como cicatrización y tal. Otra, que llevo
muchos años escribiendo y no sabría decirte cómo surge, por dónde empezar. Por
eso puedo darte muchas versiones, el asunto está en todas esas versiones y en
cómo se contradicen y entraman.
JLM.- El aserto
es contundente: Cargas familiares deja
claro que el poeta tiene puesta la camisa de las obligaciones. ¿Ya no se
alquilan torres líricas?
FPF.- ¿La camisa de fuerza? Ja, ja. Por suerte ya no se usan
tanto. Entre otras cosas, el título "recicla" ese concepto todavía
operativo en la legislación de la seguridad social, un término que mantiene
connotaciones del "plus por cargas familiares" del régimen franquista,
junto con muchas otras (cargas policiales, explosivas, fardos...). Hay un
libro, Las cargas familiares. El régimen
económico de las familias en crisis, en el que se hace una descripción muy
curiosa sobre cómo se relacionan obligaciones, gastos y solidaridad en la
familia como grupo social; aunque sólo hice una lectura fragmentaria y
superficial a la hora de montar el libro, esa forma de tratar los afectos y las
relaciones humanas en un marco jurídico tuvo su función. También la experiencia
de ir a pedir un subsidio por desempleo, claro, y darme cuenta de lo
importantes que son los días cotizados.
JLM.- Jaime Gil
de Biedma escribió que la vida iba en serio. ¿El argumento único de tu poesía
es también el devenir existencial?
FPF.- Su afirmación de que un poema debía ser tan claro como una
carta comercial me parece muy importante. A la hora de corregir, intenté quitar
todo lo que enfangaba los textos, pero igual han quedado un poco farragosos
porque las "aventuras" que cuento transcurren en gran parte en una
ciénaga. Corregirlas sobre suelo algo más firme espero que les haya dado algo
más de legibilidad y aligerado un poco el melodramatismo.
JLM.- Frente al
mimetismo gregario de lo real las lindes diluidas de la imaginación. ¿Quedan
espacios compartidos?
FPF.- Sí, ¿no? Espacios físicos en los que nos encontramos con
amigos, y espacios virtuales como este en los que hablar de cosas. Intento no
encerrarme en casa, dar abrazos y tocar a los demás, decirles aquí estamos,
aunque a veces resulte difícil, mirar a los ojos y transmitir cariño, sin "sobreanalizar".
JLM.- En el
cierre de Cargas familiares incluyes
una lista de complicidades: Marcel Duchamp, Charles Simic, Ana Blandiana,
Martín López-Vega… ¿Qué bifurcaciones de la tradición literaria enunciarías
también…? De la poblada tribuna general de la lírica más joven, con qué
compañeros de viaje te sientes más ligado?
FPF.- Estos dos últimos años sobre todo he leído en inglés, para
dominarlo en las oposiciones, y cada vez leo menos poesía, me temo, aunque las
últimas semanas estuve bastante con Louise Glück, Sharon Olds, Ariana Reines,
Simic, Charles Olson, xtx, Robert Hass, Mary Oliver, Claudia Rankine...
Entre los escritores españoles nacidos en los 60 y 70 de los
que me gustaría haber aprendido, me vienen a la cabeza y pongo rápido por orden
alfabético: Jesús Aguado, Mercedes Cebrián, González Iglesias, Abraham Gragera,
López-Vega, Luis Muñoz, Elvira Navarro, Carlos Pardo, Javier y Julián Rodríguez
Marcos, Miguel Ángel Velasco... Pero entonces dejo fuera a mucha gente importante
de latinoamérica, escritores fundamentales en castellano como Mario Bellatin, Juan
Cárdenas, Sergio Chejfec, Yuri Herrera, Pablo Katchadjian, Samanta Schweblin...
Autores de los ochenta conozco menos, pero, por ejemplo, leer la obra de Fruela
Fernández, lo nuevo de Berta García Faet o ciertos poemas de Erika Martínez me
apetece mucho más que escribir yo cualquier cosa.
JLM.- Por último,
y con mi gratitud por este diálogo, ¿ya preparas una segunda salida?
FPF.- Preparo las oposiciones, ja. Luego, con suerte, intentaré
terminar un bicho en prosa que comparte algunos órganos con Cargas familiares, el hermano siamés por
salir. Espero que con el retraso no me surja muerto, ya veremos.
Muchas gracias a ti por el diálogo, José Luis, es la primera
vez que me hacen estas preguntas y quedan por escrito. A ver si no se nota que
no me las sabía.
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Fernando Pérez Fernández, 2015 |