Bloc de otoño Luis Alberto de Cuenca Visor Poesía, Colección Palabra de Honor Madrid, 2018 |
CUADERNO DE VIDA
Casi desde la amanecida, en los años setenta, los trabajos y días de
Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) mantienen una presencia fuerte en el
marco novísimo, aunque es el libro La
caja de plata (Renacimiento, 1985) el que concede a su voz relieve singular
al conseguir el Premio de la Crítica. Aquella entrega mostraba las cartas
estéticas del poeta, su apuesta nítida por una línea clara y comunicativa que
se prolonga en el tiempo, con encomiable paso, hasta el ahora. El resultado es
un trayecto jalonado de hitos como La
vida en llamas (2006), El reino
blanco (2010), o Cuaderno de
vacaciones, que obtuvo el Premio
Nacional de Poesía en 2014.
El volumen Bloc de otoño reúne
ciento veintitrés poemas escritos entre 2013 y 2017. Tal cantidad nos habla de
una fertilidad inagotable que se presenta distribuida en cinco apartados
cronológicos. La estructura expande diversidad de intereses argumentales, reconstruye
el proceso poético y traza la evolución
en el tiempo de una lírica que nunca pierde su aire urbano y su hiperrealismo
expresivo.
Sirve de pórtico a esta entrega una clarificadora nota de autor. Se
enuncia en ella que en el agrupamiento se opta por el tiempo de escritura como
marca de acogida, desde la creencia de que es el trayecto existencial y los
meandros de lo contingente los que constituyen el único argumento de un libro
de poemas. También comparte otro pormenor: fue el director de cine José Luis
Garci, amigo personal del poeta, el que sugirió el uso de la palabra bloc,
término propicio a la evocación.
En el intervalo digital del
presente, la pantalla encendida del ordenador constituye la herramienta de
trabajo habitual y se ha convertido en mapa de la memoria. El bloc, como
conjunto de hojas de papel superpuestas para escribir o dibujar, casi ha
desaparecido; tiene el formato de notas volanderas que recuerdan lo contingente.
Pero no ha perdido la emotiva semántica de sembrar indicios del pasado. Y es
este sentido el que Luis Alberto de Cuenca concede al título, una expresión
rememorativa que además abre el matiz crepuscular de la madurez. El otoño vital
fortalece el escepticismo y la mirada a otro tiempo. Por otra parte, también es
un guiño culturalista a Sonata de otoño de
Valle Inclán, una obra querida por el poeta que forma parte de esos tesoros
culturales de su extraordinaria biblioteca personal.
El primer conjunto “Se va haciendo de noche” se fecha en 2013. El
complejo pensamiento de la madurez mira el mundo con una percepción no exenta
de pesimismo que marca los renglones de la caligrafía vital. La sensación de
pérdida se convierte en signo constatable del discurrir. Poco a poco la
felicidad va borrando contornos. Aunque Luis Alberto de Cuenca no busca el tono
declamatorio de la queja, intimista y subjetiva, sino la expresión de un estado
de ánimo que moldean, al unísono, peripecia biográfica y aderezo culturalista.
Así se percibe en poemas como “Inútil prima Vera” donde se recurre a la máscara
de un personaje interpuesto a través del monólogo dramático.
El avance del libro viene marcado por la variedad de sustratos, lo que
diluye cualquier monotonía, y deja espacio a la sorpresa. Son temas, por
ejemplo, una reflexión sobre un libro como La
historia interminable, un sueño, las cartas amorosas que alguien olvidó en
los cajones del pasado, la reivindicación del legado cultural germánico, el
recuerdo de lecturas infantiles que abrieron el repertorio de la imaginación en
los hijos del poeta, o esa nueva formulación del tempus fugit que contiene el poema “Se va haciendo de noche”,
escrito con un destello de melancolía provocado por el avance crepuscular de la
penumbra en contornos y formas.
Ni en “La montaña” (2014), ni en los apartados siguientes se perciben
bifurcaciones formales o quiebros en el itinerario. Las composiciones tienen un
carácter único. En ellas se retrata con trazos limpios una nítida suma de varia
intención. Habitan en los versos, en grata convivencia, la realidad y el sueño.
Y se intercambia su presencia con una discreta normalidad. En el poema “Sueño
de Paco Rico” aparecen las extrañas flores del onirismo; su sensibilidad deja
en la cercanía el recuerdo de otro poema muy conocido del autor –al cabo cada
poeta es un conjunto de obsesiones que inciden para perdurar- que lleva por
título “Hoy he tenido un sueño con amigos”. Y que es también un homenaje
explícito a esas presencias afectivas que jalonan el itinerario biográfico. La
atmósfera cognitiva de los sueños y sus derivaciones emocionales crean una
percepción enriquecida; lo real se expande a través de una imaginación activa
que es el germen lírico de composiciones como “Sueño del jardín sin retorno”,
“Sueño del dragón bibliotecario” o “Sueño del Grial de la amistad”. En ellas
conviven evocaciones, actitudes vitales y esa carga simbólica que sostiene en
el tiempo lo contingente, el burbujeo de lo perecedero.
La escritura como palimpsesto muestra una filosofía de la composición
que se mantiene intacta en los tramos de Bloc de otoño hasta el apartado de
cierre, “”Quiero decirte algo”. El
poeta no duda en iluminar la voz propia con el rescate de otros poemas de voces
del canon. Y ese gesto potencia el nacimiento de nuevos versos, impregnados de
la mirada subjetiva y de renacidos efectos lectores. Es también una forma de
homenaje al apacible hemisferio de la biblioteca, “ese lugar donde no pasa el
tiempo que nos va aniquilando” y en el que toman posesión a diario mitos y
sueños.
La dicción coloquial que habita en los versos de Luis Alberto de Cuenca
contiene un fuerte entrelazado culturalista. La incansable sabiduría del
investigador, traductor, ensayista y filólogo siempre alza vuelo, pero lo hace
con una sensibilidad exenta de púlpito y gravedad conceptual. Y con frecuencia,
compartiendo referentes culturales con humor e ironía, con ese escepticismo que
hace juego a las aleatorias caligrafías de la existencia.