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Desajustes
Benito Romero
II Premio de Aforismos
Ediciones de la isla de Siltolá
Sevilla, 2020 |
SALPICADURAS
Tras obtener el Premio de Aforismos La isla de Siltolá, convocado por
segunda vez por la editorial sevillana, camina hacia el lector Desajustes, última tarea aforística de
Benito Romero (Santa Cruz de Tenerife, 1983), Licenciado en filosofía,
programador cultural y crítico cinematográfico. Con su ventana auroral Horizontes circulares (Trea, 2018) arranca
un recorrido lacónico, de extrema economía, acreditado por el Premio AdA
concedido por la Asociación Cultural Apeadero de Aforistas al mejor libro de
aforismos del año. El decir breve de ambas compilaciones presenta numerosas intersecciones
expresivas. Las dos aportan una meditación introspectiva sobre lo transitorio a
partir de mínimos esquejes reflexivos. La percepción abarca incisiones desplegadas
en torno a la identidad del yo, siempre paseante habitual de la incertidumbre,
y a los vericuetos de la existencia colectiva moldeados por hábitos,
incertidumbres y extrañezas.
El discurso paremiológico de Benito Romero se define por omisión, como
subraya la hermosa cita de apertura de J. D. Salinger: “Es hora de que empiece
a quitarse cosas de la cabeza en lugar de llenarla cada vez más”. El abordaje hacia
dentro, impulsado por la necesidad de hallar respuestas, adquiere un
entrelazado minimalista, del que se fuga toda digresión. Esa constancia en lo
mínimo vela la exposición directa del sujeto en primera persona y trasforma la
fuente informativa en narrador omnisciente, un procedimiento expresivo que se
mantiene como sustrato transversal en los seis apartados de Desajustes. Poner distancia al yo se
convierte en un vector de certeza: “Cuanto más se alejaba de sí mismo, más se
simplificaba”. Por ello, el andén inicial, “Trayecto”, que podría entenderse
como un anónimo itinerario biográfico, llega como una depurada contemplación de
actitudes que afrontan la nada como probable estación final: “Se había
convertido en una persona tan aburrida que hasta las moscas dejaron de
perseguirlo”. Con expectativas moderadas, se vislumbra el entorno y sus
persistentes trazos de significado impreciso, donde el devenir cotidiano nunca
interrumpe su aleatoria partitura. Con el paso de los días “Se deshizo del
imberbe optimismo”, es el mejor modo de caminar ligero de equipaje.
La parquedad de “Ansia” se decide por el concepto en torno a la relación
sentimental, con una leve mirada al erotismo, casi siempre desde un enfoque
irónico: “El matrimonio en muchos casos ha significado una forma de exilio”,
“Hay dormitorios en los que nos adentramos con tanta celeridad que no reparamos
en los murciélagos que pueblan el techo”. Tras el cauce inicial de la
iniciación amorosa hay un río manso, en estiaje, que suele acabar en crecidas
irregulares o peor, en curso seco.
Benito Romero sortea el nomadismo intencional de la expresión lacónica
agrupando sus textos por rincones temáticos de fronteras difusas. En
“Territorio”, el referente cultural, la figura del escritor y del intelectual o
los espejos deformantes de la literatura constituyen itinerarios del pensar que
añaden tonalidades y matices: “Consagrarse a la literatura implica, en la
mayoría de los casos, una renuncia irrevocable a la pretensión de prosperar”,
“El poeta obsesionado con los adjetivos rara vez emplea el adecuado”, “El peor
vicio del aforista: el flagrante
convencimiento de creerse exclusivo”.
El ensayista, filósofo, profesor y aforista compiló, pocos meses antes
de su fallecimiento Diccionario Lacónico,
un imprescindible trabajo sobre el aforismo de definición, convertido en obra
colectiva por la aportación de muchos escritores peninsulares; entre ellos
estaba Benito Romero que deja en el apartado “Gavetas” un inventario de
significados terminológicos. En ellos predomina –tal vez por la sombra
magisterial de Bierce- la esquina irónica, casi con vistas al sarcasmo:
“ACADEMIA. Elitista jardín de infancia”, “ARRIBISTA. Hábil masturbador de la
vanidad ajena…”, “FUNCIONARIO. Especialista en el desentendimiento de sus
competencias”; o con un barniz de
ternura sentimental, “ADOLESCENCIA. legítimo campo de minas en un desordenado
día de lluvia”.
El semblante plural de lo diverso se acentúa en el apartado
“Impresiones”. En él resalta su ambición temática. Lo cotidiano aglutina una
sobresaturación de estímulos que se desbroza desde la precisión lacónica. En
los rincones de lo diario se normaliza el absurdo y hay que taponar las grietas
con la moldeable masilla de la incertidumbre: “El núcleo es oscuramente
contradictorio. Aceptémoslo.”; “La semilla del conocimiento elucubra,
solitaria, en la última fila del teatro”. También hay sitio para el pesimismo y
el ajuste de cuentas, tan explícito en la sección de cierre “Escombros”, cuyos
hilos argumentales están cuajados de crítica y un cierto sabor agrio en la
sensibilidad de sus conjeturas.
Benito Romero define la reflexión como una “gota de aceite que cae del
engranaje”. Con ese persistente goteo sale al sol un tránsito racional
fragmentario que niega el sistema. Desajustes
camina a saltos, impulsado por la necesidad de dar fe de las mutaciones del
ánimo al dibujar la caligrafía de la realidad y sus conmociones. En el ajustado
interior de sus excelentes breverías, como epílogo conclusivo, la duda es
siempre el punto de encuentro que simplifica la búsqueda, una eficiente lámpara
encendida.
José Luis Morante