Félix Grande (Mérida, 1937, Madrid, 2014) |
PALABRAS
SOBRE FÉLIX GRANDE
Félix Grande se considera un músico frustrado. Durante años aprendió
guitarra, aunque nunca fue un instrumentista profesional; sin embargo, la
melomanía es una constante en la titulación de sus entregas, en las tramas, en
su tarea ensayística y en las relaciones personales con destacadas figuras de
la música. El poemario que más subraya esta pasión por las estructuras sonoras
es Música amenazada, libro que
consiguió el premio Guipúzcoa en 1965.
Sobrevuela un tiempo de tristeza en el ambiente inhóspito de la ciudad. Hay alusiones a los días de infancia y a ocupaciones humildes que ahora
se rememoran con temblor de inocencia. El sujeto poético parece instalado
en la desgana y en la decepción. Consume en el insomnio recuerdos, rescata hábitos y sombras. En esta angustia la música es sosiego. La
partitura sirve de antídoto contra el principio de realidad en el que cada sujeto
es un superviviente. Blanco Spiritual (1967) es un poemario innovador en lo formal
donde prosigue la crítica del yo poético ante la cotidianidad.
El lenguaje se hace creativo, se convulsiona la norma
ortográfica, se resquebraja lo discursivo para introducir en el argumento
materiales de acarreo; se entrelazan sintaxis coloquial con resonancias
literarias, términos cultos y versos remozados buscando una mayor intensidad
comunicativa.
En el libro, se integran alusiones a narradores como Faulkner o Cortázar
y a poetas como Cesare Pavese, CésarVallejo o Rubén Darío. Como el canto
primigenio y dramático del negro espiritual, el poemario entona una queja honda
y colectiva; el yo forma parte de una derrota que adviene de una
miseria tentacular. La palabra da voz a los oprimidos; la mirada contempla con
el ceño fruncido los rasgos de un espacio y un tiempo en el que llueve sobre
mojado. Una conciencia social vigilante se implica en lo cotidiano.
Publicado en 1979 en Nueva
estafeta, el breve poemario Film,
escrito en 1967, se incorpora a la quinta edición de Biografía. La génesis del poema fue una circunstancia familiar
cuyos efectos se fueron diluyendo al cabo del tiempo. El lenguaje
cinematográfico presenta una historia amorosa cuya emotividad sufre la lógica
de la reflexión. El acontecimiento sacude los sentidos hasta convertirse en
material meditativo donde el yo se siente un Ulises que vuelve a la Itaca del
hogar a recuperar cada uno de los fragmentos de una rutina rota. La historia
compartida se ha transformado en una elegía, en una parte de la memoria en la
que se cobijan el miedo, la culpa y el conflicto de mirar hacia el mañana.
El entrañable verso de Neruda Puedo
escribir los versos más tristes estas noches sirve de título a un poemario
cuyas composiciones abarcan un lapso temporal de dos años, entre 1967 y 1969.
En él, la lucidez se demora en los rincones del ser biográfico; los poemas introspeccionan
la propia intimidad con ternura
incisiva. Está el remordimiento de la claudicación y la certeza de una existencia maltrecha, sólo redimida por los
sentimientos y por la fortaleza de las palabras, cuya persuasión permite alejar
los fantasmas de la soledad.
Es el único libro de Félix Grande escrito en prosa poética. La forma da
un tono discursivo como si cada texto encauzara un pensamiento. La composición
final vuelve al verso libre y dirime el
paso del reloj, manso e inadvertido que va acumulando vivencias, desde aquella
primera luz de 1937 cuando el poeta nace en el cielo encapotado por los
nubarrones de la guerra civil.
Horacio Martín es el otro, un sujeto escindido y diferente, con una
entidad alucinatoria. Será el protagonista de Las rubáiyátas de Horacio Martín en una zona existencial en
conflicto que acoge una parte de la experiencia vital. Algunos de sus poemas se
adelantaron en revistas antes de confluir en la edición definitiva de 1978 que
añadiría el conjunto Cuaderno de Lovaina
y posteriormente los textos de Aparición.
El yo lírico traza un itinerario biográfico. Es pariente lejano del
complementario machadiano Abel Martín. Pone fin a su vida, según relata Félix
Grande en el liminar Sobre el amor y la
separación, en 1991.
Carnalidad y erotismo son sustratos temáticos de un corpus que añade a
los antecedentes culturales del poeta el legado oriental. La rubáiyáta es un
poema conciso que celebra el gozo sensorial y fue cultivado con notable acierto
por el poeta persa Omar Kheyyam, en el siglo XI.
Frente a la servidumbre de lo establecido, Horacio Martín opta por la
trasgresión, rechaza el ensimismamiento y desafía los valores al uso alentando
una moral libre en la que da cauce a la libertad del corazón. Félix Grande justifica el devenir
imaginario de Horacio Martín en una carta prólogo que incide en lecturas,
hastíos, heterónimos ajenos a esa personalidad común en la que se yuxtaponen perfiles desconocidos. La prosa descubre los
singulares rasgos de un carácter y las inquietudes de Horacio en ese
constante diálogo con la carne. Los versos de la
sección “Cuaderno de Lovaina” hablan de huida, angustia y soledad; el
esfuerzo de olvidar resulta baldío. En la nostalgia de los cuerpos amados hay
una sensación de frío; sobre la piel se siente el abandono de la felicidad.
Otra carta, fechada en Madrid, en julio de 1976, cierra el periplo de
Horacio Martín. La destinataria es Doina, esposa del heterónomo, bautizada con
un sustantivo que define una música popular rumana. El añadido de “Aparición”
quiebra el sosiego de Horacio que vuelve a encuadrarse en el gremio de amantes
desvelados que busca una fuerza motriz para dar cumplimiento al destino.
La noria clausura la
producción poética de Félix Grande, es una colección en la que resalta la
diversidad de motivos por el dilatado tiempo de escritura. Está el intimismo,
la veta amorosa y una colección de homenajes.
Figura como preludio una poética; el asunto metaliterario utiliza una
prosa discursiva que permite un alejamiento de las vicisitudes del yo
biográfico y un tono ensayístico de objetividad. “Mágico abuelo” rescata la
sombra de Antonio Machado, arquetipo de sabiduría moldeada por el pasar de los
años; el roce de su palabra se convierte en voz de compañía y remedio contra la
soledad.
Se mencionan artistas plásticos, como el pintor figurativo Antonio
López, junto a cantaores flamencos y poetas. Están Vicente
Aleixandre, Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Carlos Edmundo de Ory, o la innominada
presencia de Luis Rosales en el trasfondo de “Nocturno”.
La progresiva depuración de ornatos y el tono coloquial de la nana o la canción
se emparentan con algunos poemas escritos con un lenguaje preciso y directo.
El cauce expresivo es polimorfo y hay composiciones que nacen como
ejercicios miméticos: “Las nanas de la cebolla” de Miguel Hernández inspira
“Las nanas de la metralla” y una situación semejante se produce respecto a las
odas elementales de Pablo Neruda. Otra poética, esta vez en verso, más
existencial que lingüística.
La poesía de Félix Grande alienta un protagonista poemático implicado en
las circunstancias históricas. Su palabra se torna rebeldía contra la condición
de ser, impregnada de temporalidad. En su poesía está la palabra necesaria, la
trama de vivencias, fracasos y logros que teje la existencia, una existencia
que hoy, 30 de enero de 2014, nos deja el brusco abatimiento del final.