domingo, 31 de diciembre de 2017

PREDICCIONES

Futuro
(Autor desconocido)


PREDICCIONES

Para Gabriela Rosas

  Con ganas de conocer indicios de esa realidad, ajena todavía, que poco a poco se integrará en mis días, acudo al consultorio de un vidente. Un cartel singulariza la puerta:“Cartomancia. Tarot. Oniromancia. Bola de cristal. Quiromancia”.
  Tanta aplicación en artes adivinatorias borra cualquier reparo. Llamo al timbre. Nadie acude y soy yo quien, aprensivo, recorre un pasillo con olor a sándalo; conduce a un cuarto iluminado por velas. Allí está el experto en vaticinios. Es muy bajo y no sabría calcular sus años.
  Sobre la mesa dormita una baraja de cartas. Siempre en silencio tomo asiento y tras un largo gesto de concentración recluye sus ojos en mis manos. Con voz calma me dice:”El futuro es el bosque que anticipa el incendio. Tiempo que resquebraja la madera. En ti, todo será distinto pero igual”.
  Luego nada. Regreso sin percibir ningún alivio. Comienzo a caminar de otra manera, sobre una acera igual pero distinta.

(De Cuentos diminutos


  


sábado, 30 de diciembre de 2017

JOSÉ PULIDO NAVAS. LA METÁFORA DEL CORAZÓN

La metáfora del corazón
José Pulido Navas
III Premio internacional de poesía "Pilar Fernández Labrador"
Diputación Provincial, Salamanca, 2016

LATIDOS



   La hermosa cubierta de La metáfora del corazón reproduce una imagen de Miguel Elías y deja una primera impresión visual que remite a la sensibilidad de Oriente. También el título de este poemario de José Pulido Navas desdeña el enunciado figurativo para abordar una lectura interior de la identidad. En un detallado liminar, “Hombre, latido del tiempo”, el poeta y periodista Carlos Aganzo explora el itinerario personal como quehacer expansivo iniciado en 1983 con la entrega Donde se escribe el silencio. El escritor ha ido sumando estaciones en el tiempo hasta abordar el andén de La metáfora del corazón, una colección de poemas reconocida con el premio de poesía Pilar Fernández Labrador. Carlos Aganzo subraya en los tramos líricos una propuesta estética común definida por el empeño en sondear los arcanos del intelecto. De este modo, el poema deviene mirada interior a la conciencia, siempre velada por el misterio de ser en el devenir del tiempo. Lo transitorio deja en las manos una caligrafía cuya naturaleza resulta paradójica, como refleja la cita de San Agustín que José Pulido recupera como umbral de sus versos: “¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta lo sé, pero si trato de explicárselo a quien me pregunta, no lo sé”.
  Con el tono firme de la elegía arranca un poemario cuyo argumento central, como se ha expuesto, es la textura que conforma la naturaleza de nuestro estar en la rueda tenaz del calendario; el sujeto se ve a sí mismo como superviviente del discurrir, protagoniza un denso aprendizaje cognitivo. El pasado ya es humo por más que sus indicios a menudo perduren bajo las formas veladas del recuerdo. Y el ahora es el paso tenaz de la costumbre, un laboreo por lo cotidiano que intenta dar sentido a la esperanza y percibir el mínimo prodigio de la existencia. Ser es habitar el reloj, encarnar dentro esa historia del tiempo que convierte al hombre en latido, casi inadvertido y frágil, proclive a la emoción y la añoranza.
 Símbolo de finitud, el corazón se hace metáfora del tiempo; sus movimientos acompasados encarnan el fluir y van dejando indicios, un memorial de vivencias que contiene en su cavidad emociones y olvidos; mientras, en ese caminar hacia la ceniza,  la existencia pugna por encontrar su sentido en el humo de los días.
  La tradición literaria ha convertido algunos elementos cotidianos en símbolos en los que el asombro y la belleza se abrazan y propician la celebración. Así sucede con la imagen visual de la luna, elemento central del haiku, y sustrato inspirador de las composiciones de “Calendario lunar”, segundo apartado del libro de José Pulido. Estático y lejano, el astro aparece como una inalcanzable tierra de promisión que solo deja percibir su belleza en la contemplación y crear en quien mira los estados de ánimo que definen la nostalgia, el ensimismamiento o la oscura puerta de los sueños.
  El amor como núcleo afectivo enfoca la mirada de los últimos poemas. desde el recuerdo, la voz confidencial recrea la intimidad del pretérito, una nube sentimental que asciende como savia desde la raíz hasta la piel para marcar las sensaciones que propiciaron el lenguaje de la luz, esas amanecidas en las que también se van añadiendo los ciclos estacionales que compartimos con los demás y que conforman los rituales colectivos de la vida social: las fiestas, los carnavales, el nacimiento de la primavera, la noche de san Juan… Contingencias que acercan al yo ensimismado al latido común de la existencia.
  Es inevitable al clausurar el libro de José Pulido no recordar los análisis de María Zambrano entre filosofía y pensamiento poético que Andrés Amorós definió en un logrado ensayo como “La metáfora del corazón en la razón poética de María Zambrano”. La poesía de José Pulido enlaza con la reflexión para abordar las pulsaciones del tiempo, para recuperar los pasos que la memoria dicta en ese continuo diálogo entre finitud y permanencia. 








viernes, 29 de diciembre de 2017

CASI EN VOZ BAJA

Habitación con vistas
(Angkor, Camboya, 2017)
Fotografía de
Rosa María Hernández

CON VOZ DE DIARIO ÍNTIMO

El turista cambia de sitio; el viajero muda de identidad.


Hay escribidores que sustituyen la Literatura por la Sociología.


Después del primer verso, el poema no cae del cielo sino de las estanterías.


Cada sueño oculta un fracaso premeditado.


Me llega la reclamación de un haiku descontento con sus límites formales.


Huimos de esas aceras que congregan un contagio de prisas.


Alguien habla en voz alta. Otro asiente a intervalos. Una multitud conectada con un oído atento en la distancia. Solo yo permanezco fuera de cobertura.


Un ventanal abierto testifica la quietud incesante. Frente a él, la naturaleza poliforme y esa caligrafía de lo lejano que escribe en la memoria.

Aforismos al paso, 2017


jueves, 28 de diciembre de 2017

AQUELLA ANCIANA

Artesanías
(Tailandia, 2017)
Fotografía de
Adela Sánchez Santana


VENDEDORA


Callan sus manos.
Un tábano de sombras
revolotea.


miércoles, 27 de diciembre de 2017

JULIÁN CAÑIZARES MATA. NAVAJAZO

Navajazo
Julián Cañizares Mata
Ediciones de la Isla de Siltolá
Sevilla, 2017


NAVAJAZO

  En la nota de contracubierta, el novelista Juan García Rodenas alude a la condición natural de extrañamiento que tiene el balance creador de Julián Cañizares Mata (Albacete, 1972). El poeta ha creado un espacio verbal sin etiquetas. Suma títulos, tras casi dos décadas de escritura, en un trabajo continuo que comienza en 1999 con el libro Travis poemas, integrado en la histórica colección Provincia, aunque el conjunto Vavilonia fuera editado un año antes en las páginas de la revista Ayvelar.
  La poesía de Julián Cañizares Mata busca un tono cercano en su formulación; usa una dicción figurativa y alejada de los mecanismos retóricos  para percibir lo cercano y su carácter aleatorio e impreciso. Lo hace con versos narrativos, que resumen el paso de una identidad que se busca a sí misma y  tantea memoria e imaginación. Así comienza “Algo es algo”: “En Albacete, cuando regalas una navaja / tienes que venderla por una moneda”. De esa anécdota, tan inocua en apariencia, va sumergiendo con paso leve la estela del poema, su callado enlace con un intimismo que aflora con una percepción atenta a las conexiones entre sujeto y entorno.
  Esa recreación confesional no elude la ironía, como si el discurrir se poblara de elementos minúsculos que adquieren una relevancia sentimental en su recuperación. Así, los días de infancia se asocian al contexto visual de un niño que consume su soledad frente al televisor y guarda en el recuerdo los personajes de aquellas emisiones. El yo del pasado es un simple testigo de “Barrio Sésamo” que preserva escenas emotivas hasta acercarse al ahora, como si aquel patrimonio sensorial fuese el magma que ayuda a entender el presente.
  El uso de un léxico cercano no significa pobreza en el poema; los versos cobijan una lluvia de imágenes sorprendente y exploran las posibilidades de una realidad ensanchada desde el lenguaje, como si el entorno no tuviese límites precisos sino espacios habitables sometidos a una física conceptual con leyes propias: “Un hombre acuchilló un cajero automático / y de él salió sangre y del hombre dinero “. También se percibe de manera notoria el cúmulo de aportes culturalistas  para traspasar un tiempo concreto y hacer de la propia definición de la poesía una geografía variable y proteica, siempre propicia a la paradoja, que se va adaptando a los límites del tiempo.
   Todo el sentido orgánico del libro se sostiene sobre un objeto físico, la navaja, cuyo significado simbólico funciona como un eje orbital sobre el que se despliegan los argumentos del poema. El objeto, tan ligado al lugar originario del yo biográfico, se convierte en un elemento contextual metafísico y traspersonal. Ya no pertenece a una identidad individual sino que su estar sintoniza con actos y acontecimientos externos en los que enriquecen reflexiones y dan cauce a una notable tensión emocional. La navaja es pasado y cicatriz, y es también el filo que abre la piel al desgarro: “Que la vida corta, lo saben los árboles, los quijotes, / los osos que atacan a las personas, / los que cortan la fruta en pedazos, y se cortan / sin querer. Que la vida corta, lo saben los demás / además de uno mismo “.



   

martes, 26 de diciembre de 2017

JOSÉ ÁNGEL VALENTE

José Angel Valente

ÉTICA DEL LENGUAJE

Ensayos sobre José Ángel Valente
Juan Goytisolo
Edición de Claudio Rodríguez Fer
Universidade de Santiago de Compostela, Serie Punto cero
Santiago de Compostela, 2009

   Claudio Rodríguez Fer, responsable de la Cátedra José Ángel Valente de la Universidad de Santiago de Compostela, preparó en 2009 un conjunto de análisis críticos de Juan Goytisolo focalizados en la personalidad y en la obra de José Ángel Valente. El libro destinado al circuito universitario tuvo una circulación invisible y creo necesario recuperar su enfoque por la permanente actualidad valentiana. Juan Goytisolo aporta al esquema crítico enfoques de interés y además aprovecha el trayecto para hablar de sí mismo con perspectiva similar a sus mejores novelas y ensayos.
  El objeto de estudio es el pensamiento estético de Valente, cada vez más alejado de la promoción generacional del medio siglo que tuvo su foto de grupo en el conocido homenaje a Antonio Machado, celebrado en Colliure en 1959. El escritor es un creador solitario, empeñado en ensuciar su propio nido como protagonista de una particular experiencia de soledad e independencia. Conforma una cima congruente, de legítimo valor y ejemplaridad por la plenitud de su materia verbal.
  El análisis no podría realizarse sin recuperar autores de referencia como María Zambrano, Miguel de Molinos y Fray Luis de León, a los que es obligado añadir la materia esplendente de la mística. De ello se ocupa el avance “Palmera y mandrágora”, un ensayo donde se reflexiona sobre la dimensión imaginativa de la palabra poética que enlaza lo visible y lo invisible como derivaciones complementarias.
  Un título esencial en el corpus de Valente, Material memoria justifica una aproximación pausada donde se constata la maduración del poeta y su capacidad para asimilar lecturas que se convertirán en elementos indispensables de una expresión radical y renovadora. El hábitat poético retorna a iluminar la experiencia mística y su inmanencia en el apartado homónimo “experiencia mística y experiencia poética.
  Con el verbo sentimental de la despedida, Juan Goytisolo, con motivo de la desaparición del escritor, recrea los lazos amistosos reforzados durante décadas y las convincentes afinidades éticas y literarias. la escala de valores del poeta forja un lenguaje nítido y polisémico.
  Intolerante por convicción y crítico con cualquier componenda que prime el estar frente al ser literario, Juan Goytisolo reivindica la libertad de pensamiento de José Ängel Valente en cada uno de estos apuntes críticos. Perdura el retrato con trazos singulares que hacen de esta obra una baliza de calidad perenne frente al mercadeo de prestigios provisionales y la trivialización de la actualidad literaria. la obra de Valente sigue en pie. y tenía en la palabra crítica de Juan Goytisolo uno de sus mejores valedores.



domingo, 24 de diciembre de 2017

APERITIVOS VERBALES

Paseo matinal
(Ávila, Arco de San Vicente)
Fotografía de
Adela Sánchez Santana


APERITIVOS VERBALES



El pesimista es tan clarividente que anticipa el fracaso.

               
Utiliza argumentos que recuerdan carnavales de pólvora.

                  
Los cementerios de coches abusan del retorcimiento manierista.

                   
En el trasfondo del azar dormita un orden secreto, una simetría que pauta planteamiento, nudo y desenlace.

                           
Los andenes ferroviarios son espacios ambiguos e imprevisibles en los que se respira la quietud de la ausencia; nadie sabe quién se va o quién se queda.

                                
Los minimalistas dogmáticos tienden a confundir el haiku con un cantar de gesta.

                            
Hay escritores que en cada libro se definen como palabreros aficionados.

                              
Los que mienten consiguen interpretaciones magistrales.

                            
La amnesia aporta tranquilidad a la respiración de los recuerdos.


                              
                               (Aforismos de Mejores días, De la luna libros, Mérida, 2009)






sábado, 23 de diciembre de 2017

FUERA DE HORARIO

A solas


FUERA DE HORARIO


  Suele dormir hasta muy tarde. Mientras duerme tiene una respiración pudorosa y hermética. Vela sin descanso la llegada de sueños que parecen salidos de las nubes. Cree que los sueños ajenos quedan fuera de los que madrugan para salir a pie de calle y se incorporan a la reiterada confrontación solar de itinerarios y pasos perdidos.
  Sometida a una terca vibración inmóvil, sigue bajo el amparo de las sábanas. Sin ataduras visibles, evitando las sillas. Fuera de horario.

(De Cuentos diminutos)





viernes, 22 de diciembre de 2017

MANUEL GONZÁLEZ. ETAPAS

Etapas
Manuel GonzálezEditorial Renacimiento, Colección Mediodía
Sevilla, 2016

PORMENORES DEL YO 

   Con un quehacer cultural ceñido al plural ambiente de Valladolid, localidad de residencia  desde 1987 y donde su empeño literario recibió el empuje inicial del poeta y crítico Miguel Casado, quien fortaleció como docente su inclinación a las letras,  Manuel González (San Sebastián , 1971) da a conocer sus primeras composiciones en revistas de corta tirada, hasta que ve la luz en 2011 su poemario Eslabón roto. Desde entonces, en la estela de un paréntesis creador muy fecundo, suma las entregas Diario de una tristeza, Interiores, Cicatrices en los tobillos y Etapas, obra que cuenta con una breve reflexión crítica de  Raquel Lanseros.
   La poeta y antóloga alude de inmediato a la primera dimensión de esta poesía: el temporalismo, que ella define, con optimismo, como una victoria del recuerdo sobre el discurrir y como un acercamiento a la otredad en las pobladas calles de lo cotidiano.
  La dedicatoria y la cita inicial dejan otro nombre propio que sirve de basamento al ideario poético de Manuel González: Karmelo C. Iribarren, la identidad poética más representativa del realismo pensativo, una etiqueta cuyas notas singulares están sobre la mesa: poemas breves, minimalistas, que con selectos materiales consiguen un sorprendente desarrollo argumental y una fuerte solidez emotiva.
  El poema “Gafas”  lleva a la práctica esta teoría, añadiendo el toque personal de Manuel González, un cierre resolutorio que basa su eficacia en la ironía. De este modo, los residuos de la memoria se transforman en un patrimonio sentimental preservado contra las inclemencias del tiempo, que se empeña en hacer de la conciencia del sujeto un lugar triste y árido. Antes de que se eleve sombrío el árbol de la decepción, la infancia se conjuga como un refugio abierto donde las presencias cotidianas entrelazan itinerarios de conocimiento y percepción. Desde ese inicio en el estar arranca una experiencia biográfica que va encogiendo el ámbito de la esperanza. Los estímulos externos dejan entre las manos una fuerte sensación de incertidumbre y los días discurren con una claridad difusa. Queda la sensación de una angustia encogida que o puede apoyarse en nadie, que la felicidad es despojamiento. Cuando los recuerdos ubiquen ese tiempo el pasado regresa con la conmoción de haber habitado un tiempo crepuscular, donde era imposible alzar castillos de arena ni abrir libros. En el contexto de los años ochenta, cuando el poeta llega a la primera juventud y con ella el camino hacia los sentimientos y el encuentro con las voces del corazón.
 Cuando la iniciación sentimental aflora, el poema recorre núcleos temáticos que enaltecen la sensibilidad individual. En el viaje hacia la otredad el tiempo cobra una dimensión renacida, que añade a las formas de lo cotidiano una fachada de claridad y transparencia; ser es ahora habitar los puentes de la experiencia, tener una manera de nombrar tras un pensamiento propio, hecho de descubrimientos; de ahí emerge un nuevo autorretrato personal con trazos idealizados.
  Pero también los sueños se corrompen y tras el despliegue del medio día los relojes vitales marcan la puesta de sol.  Lo cotidiano entonces adquiere un contorno extraño. Es el tiempo de la mudanza y de buscar nuevos espacios habitables; se clausuran ciclos, se queman etapas, y solo queda limpiar los cristales opacos para percibir en la calle el suelo escarchado de lo contingente. Otra vez el discurrir va dando cauce a la necesidad de renacer y a ir asimilando que la felicidad es despojamiento. Y en ese desprenderse de lo vivido también el pasado se abandona  para dejar hueco a la posibilidad de otro comienzo. Con lúcidez aforística y casi con el lapidario decir de los epitafios, lo corrobora el poema “Tormenta”: “Después de cada tormenta / la ciudad vuelve a empezar de nuevo. / Como si alguien quisiera limpiar sus calles / y luego avisar: / mira, ¿ves? / Aquí no ha pasado nada”.





  
 


jueves, 21 de diciembre de 2017

LA EDAD DE LAS PREGUNTAS

Castro de las Cogotas (Ávila)
Fotografía de
Rubén Sánchez

Principio del formulario
ACERCA DEL SUEÑO

                                       Irene

 I
      
Qué es el sueño, preguntas,
con la abrumadora ingenuidad
de quien me presupone una respuesta.
Y yo salvo el escollo
modulando una frase convulsa
en la retórica de los desconciertos.
Te digo: el generoso don
que la fatiga obtiene de la noche,
una brizna de luz escalando la sombra,
el envés de una historia
cotidiana y absurda;
tú misma, hija mía,
cada palabra tuya, cada gesto.
No sé si el sueño
es potestad del hombre
o comparten los sueños animales y cosas.
Ignoro de igual modo qué hilo teje
su textura de seda,
qué alzada confabula
su hermética apariencia
o qué brújula guía
la estela de sus viajes.
Sé que hay sueños tristes y gozosos,
oscuros y diáfanos,
ocasionales y obsesivos;
sé también que hay sueños tan hermosos
que el tiempo los indulta y perseveran,
y no envejecen nunca.


II

           Ana

         
 Hay sueños que una noche
consumen su existencia
y otros que se prolongan con los días.
Simulan los primeros
una especie común de lepidópteros
y acaban siendo pasto
del trastero y del polvo,
como un experimento vanguardista.
Levísimos planetas alumbran los segundos,
como estrellas fugaces que convocan
múltiples y azarosas travesías.
Ante nuestra mirada sus figuras componen
un paisaje celeste,
intangible materia en sereno reposo,
donde habita la luna del deseo.


              ( Mapa de ruta, 2010)



miércoles, 20 de diciembre de 2017

HANNI OSSOTT. ESPACIOS PARA DECIR LO MISMO

Hanni Ossott (1946-2002)
Espacios para decir lo mismo (2ª Edición)
Traducción al inglés y notas de Luis Miguel Isava
Ediciones Letra Muerta, Caracas, Venezuela 2017 

HABITAR EL VACÍO

   En clave estética, la opción plural de Hanni Ossot (Caracas, Venezuela, 1946-2002) materializa una voluntad indagatoria incansable. Poeta, traductora, ensayista y crítica de arte, ejerció como docente durante más de dos décadas en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. En sus ensayos la preocupación metaliteraria sobre el lenguaje y la expansión de sus posibilidades expresivas constituye un hilo argumental frecuente. Ha completado versiones al castellano de R. M. Rilke, D. H. Lawrence y Emily Dickinson, pero la tendencia dominante del quehacer es la poesía. Su discurrir arranca en 1974 con Espacios para decir lo mismo; abre entonces una senda lírica que prosigue con las entregas Espacios en disolución (1976), Formas en el sueño figuran infinitos, que ve la luz el mismo año, Espacios de ausencia y de luz (1982), Hasta que llegue el día y huyan las sombras (1983), Plegaria y penumbras (1986), El reino donde la noche se abre (1987), Cielo, tu arco grande (1989), Casa de agua y de sombras (1992) y El circo roto (1996). Tras su fallecimiento, el legado poético se recuperó en 2008 por iniciativa del catálogo bid & co; se recuperaba el corpus completo, integrado también por los ensayos y traducciones.
  Con traslado textual al inglés y notas complementarias de Luis Miguel Isava, Ediciones Letra Muerta impulsa el retorno de la obra epifánica Espacios para decir lo mismo. Los pasos de vuelta de esos poemas de apertura en formato bilingüe y con impresión en tapa dura convierten al libro en un objeto de cálida belleza, en un asunto de coleccionista. Faride Mered, directora de Ediciones Letra Muerta, revela que el diseño formal se inspira en una biblia de finales del siglo XVIII. La obra incluye tres tomos autónomos con el aire visual de un  tríptico. Se integra el conjunto poético en un primer bloque en español, otro en inglés y un tercero formado por fotografías inéditas de Hanni Ossott. Queda una estructura singular que además se enaltece por el cuidado tratamiento tipográfico.  
  La traducción de poesía habita la incertidumbre y propicia un debate inagotable sobre cuáles deben ser las premisas que ha de cumplir el volcado ideal. Son cuestiones que aborda el prólogo “Placeres de traducir”, donde Luis Miguel Isava resume implicaciones de su quehacer recordando que “el lenguaje hace otras cosas además de significar algo; en suma, reescribe el conocido aserto de que la poesía es lo que queda después de traducir.
  No es momento de enumerar las calas evolutivas del poema en prosa, formato autónomo elegido por Hanni Ossott para su apertura lírica, pero si procede establecer la nítida valoración de sus posibilidades expresivas alcanzada por Baudelaire y Rimbaud, que constituyen los dos magisterios esenciales del canon y los dos aportes más preclaros a los que no resulta ajena la mirada de la poeta venezolana, quien hace en esta modalidad escritural una intensa introspección. Con ella arroja luz sobre cuestiones que parecen emanar de un proceder teórico, como la semántica del sustantivo “espacio”, una palabra clave de su trayecto estético.
   En el marco conceptual del poema la identidad se revela como un yo múltiple que integra actitudes y modos contradictorios. En sus asimetrías se mueven  personajes graves y excesivos, volcados hacia el exterior. A veces hablan como figurantes innominados que intentan clarificar el sitio propio; otras, desde el silencio definen su estar, como se define un color, una luz o la textura matérica de los objetos cotidianos.
   La biografía atemporal de esas presencias es una imagen mental. Requiere la palabra para definirse y asentarse en las coordenadas de una nueva realidad. Aún así, son figuras desdibujadas que apenas adquieren una configuración central, más allá del razonamiento abstracto. Son formas sin lugar ni espacio, como alucinaciones que contienen una vitalidad expandida. De este modo, son capaces de moldear perspectivas o protagonizar una historia personal, aunque aparezca desprovista de sentido ante los demás. Son voces que crean otro ser y niegan lo previsible para encontrar estratos con  sentidos inéditos.
  Los poemas de Hanni Ossott hacen de sus estelas verbales un itinerario de modulaciones. En ellas el sujeto lírico gira sobre sí mismo y se concibe como un espacio múltiple. Exentos, casi siempre, de contingencias argumentales y anécdotas concretas, avanzan como si la memoria solo fuese una cartografía desplegada con signos vacíos. En esa inmovilidad no hay designación, solo despojamiento y quietud, las huellas imprecisas de lo que nunca puede asirse: un espacio al borde de las palabras.  Elusiva y fragmentaria, la mirada estética de Hanni Ossott es un acto de amor; un empeño de codificar  la caída y el fondo en la revelación inesperada del poema.    


martes, 19 de diciembre de 2017

GALERÍAS INTERIORES

Postojna Caves
Archivo fotográfico de TRipAdvisor

GALERÍAS INTERIORES

A quien regresa


Esos amigos que parecen muros en los que no encaja ninguna pieza.

Un anclaje en la roca, para escuchar sus galerías interiores 

Queda la versión íntegra de su historia personal. Nada con un fondo gris.

Solidaridad de papelera, que da refugio a todo lo que sobra.

El topo defiende la semejanza cromática.

Solo percibe las palabras propias. Las voces ajenas son ruidos abruptos.

Dedicó a los sentimientos, durante su existencia, tres adjetivos, dos adverbios y cuatro preposiciones. Un despilfarro austero.






lunes, 18 de diciembre de 2017

PEDRO GASCÓN. LAS MUDAS SOLEDADES

Las mudas soledades
Pedro Gascón
Chamán Ediciones, Colección Chamán ante el fuego
Albacete, 2017

AMANECIDA
  
  Es Inevitable aludir en los últimos años a la eclosión literaria que ha vivido el espacio geográfico integrado entre Albacete y Murcia. Ambas provincias acogen una diversidad de nombres propios y proyectos culturales que ha tenido refrendo en abundantes premios, festivales colectivos y antologías monográficas de zona. Uno de esos proyectos emergentes es el sello Chamán Ediciones, que dirige desde su fundación en 2015 Anaís Toboso y coordina Pedro Gascón, quien deja en la colección Chamán ante el fuego su amanecida lírica, Las mudas soledades.
  Nacido en Albacete en 1977,  Licenciado en Humanidades y profesor de Lengua Castellana y Literatura en un instituto manchego, Pedro Gascón personifica una subjetividad versátil con dos actividades esenciales: música y escritura. Su quehacer musical ha publicado seis discos, fue cofundador de la Discográfica Molusco Discos, y participó en la dirección artística del videoclip De donde no se vuelve. Como escritor ha anticipado algunos poemas en revistas literarias y muestras colectivas.
  Un verso de Lope de Vega da sentido clásico al título que acoge estos poemas iniciales que además se organizan en su avance argumental con asertos extraídos del mismo soneto. La entrega Las mudas soledades recupera como paso de arranque un lugar arquetípico en la arquitectura literaria: París, ciudad del malditismo y la bohemia, refugio de exiliados en el barrio latino y lugar pensativo para los cafés solemnes de existencialistas. La urbe recordada enfrenta al yo con los argumentos esenciales del ser: la soledad, el tiempo y la muerte, tres vértices que distribuyen las lindes de la biografía.
  De esa mitología prestigiada por la biblioteca nace un poema que idéntica la voz de Pedro Gascón con una lírica figurativa, de trazo dialogal, que impregna los enunciados de intimismo. El poema construye un entorno de cotidianidad atento a los pormenores de lo transitorio, siempre marcados por la fragilidad, lo que fomenta una cierta sensibilidad estoica: “Todo ocurrió allí, donde nunca estuve”. De este modo, el tiempo se convierte en una búsqueda de las coordenadas singulares que definen cada latido. Los instantes semejan partículas volátiles que inundan el contraluz cansado de las habitaciones, permanecen ahí como alucinaciones de los sentidos o estampas amarillas traídas por el recuerdo.
  Las palabras van construyendo el autorretrato del yo. Buscan sentido al trascurrir. Hacen de la contemplación una experiencia interior en la que se moldea un cuestionamiento permanente de la realidad. Los poemas describen lo diverso, demuelen hábitos rutinarios y guardan en su argamasa un sentido ético. La pulsión del compromiso adquiere intensidad en composiciones cuajadas de emoción como “El niño y la playa”, inspirada en la terrible imagen de Aylán, el niño ahogado que convulsionó tantas conciencias sobre la pasividad de Europa ante los refugiados; el sueño de acogida es solo una realidad pragmática que cierra los ojos a las utopías ajenas. También en “El Puente de madera”, cuyos versos describen la periferia marginal de la ciudad del llano. La escritura reivindica esa desigualdad perturbadora de la periferia, cuyos habitantes ejercen una ciudadanía a contramano.
  Sencilla e intimista, sin estribaciones herméticas, la voz autoral de Pedro Gascón aviva los rescoldos naturales que definen nuestro tiempo. Suma lo subjetivo de la indagación biográfica, siempre matizada por el hecho de vivir, y la estela culturalista -como sucede en el apartado de cierre “Con alma ajena”-  para caminar por un presente verbal lleno de laberintos, donde el lápiz vacilante de lo cotidiano escribe su amanecida "llena de claridad e incertidumbre".


domingo, 17 de diciembre de 2017

APUNTE BIOGRÁFICO

La casa de la infancia
(El Bohodón, Años cincuenta)


Apunte biográfico

Memoria de El Bohodón (Ávila)

  Una vez, fue mi casa. Forjaron sus paredes vulnerables adobes y barderas. Alineaba las tejas en pendiente para dormir la nieve del invierno. Ya no tiemblan mis manos si recuerdo la cuadra y el lagar, el corral, la escalera tronchada del palomar doméstico, y aquel recinto oscuro del doblado. Allí - no sé por qué- siempre me veo como un niño callado, solitario, sin nadie, que  resguarda sus ojos en los frágiles bordes de una página escrita. 




sábado, 16 de diciembre de 2017

CIUDAD PRIVADA

Contraluz urbano
(Toledo, 2016)
Fotografía de
Hilario Barrero


Ciudad privada

                     
Una vez más regreso a la ciudad de siempre.
Descifro con premura
un largo itinerario de recuerdos,
mientras sube, con ardor renovado,
la hiedra de otros días
desde un lejano sueño hasta la boca.
Pero nada es igual, aunque contemple ileso
el dócil deterioro,
antiguos edificios maquillados de tiempo.

No logro adivinar qué signos, qué paredes
ocultan las hogueras del pasado.
No hay rastros inmutables, no hay indicios
de una felicidad remota en la memoria.
Cuánta mano vacía, cuánta ausencia;
quedaría conforme siquiera vislumbrando
una imprevista huella, algún reflejo.
Se reiteran mis pasos por calles desoladas,
mi soledad se enquista en noche,
suena el reloj de un campanario,
aburrido neón de pupila naranja
vierte sobre mi busca un guiño cómplice
y una difusa luz precede al día.

La llegada del alba desvanece
esa ciudad cuyo nombre  es olvido.

            (De la antología Mapa de ruta, Granada, 2010)


viernes, 15 de diciembre de 2017

FRANCISCO BRINES. EL PENSAR DEL POEMA

Francisco Brines (Valencia, 1932)
Fotografía de La Vanguardia


                                                EL PENSAR DEL POEMA                                                 

   Francisco Brines (Valencia, 1932) reunió por primera vez su poesía completa en 1974 y tituló el conjunto Ensayo de una despedida, un aserto que refleja como realidad primaria del ser la temporalidad; estamos hechos de pérdidas sucesivas. El sintagma se ha mantenido en ediciones posteriores, que añaden nuevas composiciones y algunos cambios poco relevantes. La antología Entre dos nadas crea un orden nuevo en el personal trayecto del poeta, ya que sus piezas han sido elegidas por casi trescientos lectores. Por tanto, esta colaboración múltiple y amistosa da fe de un cálido homenaje al que pone prólogo el poeta y crítico Alejandro Duque Amusco, quien se adentra en los registros de Brines con precisión de brújula. 
   Hay en toda la poesía de Brines una intensa coherencia, un pensamiento circular que se alimenta de redundancias. Los cimientos de su creación son el fluir temporal y la belleza; el tiempo es tránsito que nos va despojando hasta el vacío final y la oscuridad de la nada; y la belleza como modo de interrogar el entorno, que pone luz a los reflejos de la infancia y la identificación del hombre con la naturaleza. En ambos temas cobra sentido la palabra poética que es revelación y vida. A través de la escritura se aspira lo real, una realidad que la memoria crea y dota de emoción; la palabra poética es también una respuesta vital que nos permite vivir el pasado en el ahora.
   Su primer libro Las brasas (1960) obtuvo el Premio Adonais, el más importante galardón de la posguerra. Las composiciones de esta amanecida ya son elegíacas. Están escritas desde la memoria de un sujeto que reflexiona sobre el paso de los días. Sentimientos y sensaciones se marchitan dejándonos entre las manos una menguada cosecha. En el presente la esperanza no tiene sentido.
  La segunda entrega de Brines, El santo inocente cambia de título muy pronto y se denominará Materia narrativa inexacta. Sombras del mundo clásico que hablan en monólogos dramáticos dan cuenta de las meditaciones del hombre, de ese sustrato común de la conciencia que permite que el amor sea en nuestro devenir un recurso liberador. Los poemas expuestos con la escueta narratividad del relato refuerzan la objetividad del discurso.
   El itinerario se enriquece en 1966 cuando se edita Palabras a la oscuridad,  un poemario que se alzó con el Premio de la Crítica. El título del mismo sugiere que el misterio de la noche es el interlocutor en quien el verbo deposita la emoción del mundo, esas perdurables impresiones del paisaje de Elca, la inquietante presencia de los otros o los signos desvelados de la soledad y la muerte.
   Aún no es un libro renovador. Aparece en 1971 e incorpora una importante veta satírica; predomina en él el conceptismo y el tono sentencioso. Hay abundantes procedimientos expresivos -parónimos, aliteraciones, rimas internas…- y utiliza un léxico novedoso, aunque también están presentes las habituales preocupaciones de Brines como el derrumbe continuo de la carne.
   Insistencias en Luzbel aborda una poesía metafísica, centrada en el largo trayecto que va desde el engaño de la plenitud de la infancia hasta la nada. La vida entonces -como ya expusimos- se convierte en ensayo de una despedida; solo es vivida plenamente en el breve sueño de los sentidos donde hay una ética de lo celebratorio, un estoicismo que indaga en el carpe diem y que conjuga presente y captación de la belleza.
   Sus últimos libros son el patrimonio del poeta en el tiempo y tienen la mirada crepuscular de la elegía. En El otoño de las rosas un viajero en la parte final de su trayecto hace balance y sabe que el itinerario fue lo que vivió. El rescate es ocasión propicia para cantar el entusiasmo de haber sido.
   Un sujeto poético que nos comunica la estéril razón de la existencia es el protagonista de La última costa. Ya el título sugiere la perspectiva desde la que están escritas las composiciones. Se divisa la geografía de la costa cuando el mar nos ofrece su  distancia, como si no fuera posible el retorno y el viajero lleva consigo la memoria que le permite recuperar el territorio de la infancia y recrear las sensaciones que en el pasado la definieron.
  La antología consultada incluye algunos poemas del libro en preparación Donde muere la muerte. Su apertura “Brevedad de la vida” es un largo balance en prosa poética cuyo argumento deja el poso exacto de la aceptación: existir es el principio de la nada. Solo la escritura conjetura una posible salvación del olvido, un plano de permanencia en el recuerdo capaz de trascender la espalda fría del tiempo.
    En Selección propia, una antología editada en Cátedra, hay un estudio introductorio fundamental para entender su poética. Se titula “La certidumbre de la poesía”. El trabajo se hilvana a partir de un conjunto de reflexiones clarificadoras. A pesar del desagrado del poeta por analizar la propia poesía, sugiere que la poética nace de la praxis como los poemas nacen de la necesidad. Sus indagaciones se orientan hacia el proceso de creación. Cuando el tiempo nos destierra del paraíso de la infancia la palabra se convierte en una fortaleza que salvaguarda la dimensión individual del hombre. Los versos son refugio que permiten construir una nueva realidad que emana de nosotros mismos porque es interior y se nos otorga como una revelación. Así va apareciendo el mundo del poeta, sus concretas experiencias vitales expresadas con un lenguaje donde la intuición dirige la evolución expresiva de una obra que ha hecho de la precisión y la claridad norte y rumbo. Como Antonio Machado o Luis Cernuda, Francisco Brines es un poeta del tiempo. Su palabra es recuento del existir desde una conciencia ética, las huellas desgajadas que empiezan a borrase en un tacto de arena.




jueves, 14 de diciembre de 2017

HEBERTO DE SYSMO. MALDITO Y BIENAMADO BIBELOT

Maldito y bienamado bibelot
Heberto de Sysmo
Baile del Sol, Colección Sitio de Fuego
Tegueste, Tenerife, 2017


DESTILACIONES


   El activismo cultural de José Antonio Olmedo López-Amor se expande por amplios corredores. Ha dado pie al ejercicio de la crítica en distintas publicaciones, digitales y en papel, a la puesta en marcha de la revista Crátera, de la que es codirector, y a un singularizado recorrido poético, siempre tras el seudónimo Heberto de Sysmo, iniciado en 2011 con el volumen Luces de antimonio.
  La última entrega, Maldito y bienamado bibelot, consiguió el II Certamen Nacional de las Letras “Isabel Agüera”. Sobre su naturaleza estética escribe José Luis Rey: “Libro de amor al lenguaje, a su aventura radical y lúcida, escrito por un poeta que ama la palabra por encima de todo”. También resultan de interés las ideas expuestas en el preámbulo de Jesús Leirós León, jurado del certamen en esta convocatoria: “Es una obra llena de incidencias, de belleza dramática, de materia oscura que convierte al lector en un navegador de lo intuitivo”. Nos hallamos frente a una lírica que  no ofrece traslaciones denotativas de una supuesta experiencia biográfica sino que tiene como hilo argumental básico la reflexión perturbadora, el ritmo arrullador de las imágenes y la concepción de la poesía como rapto o exaltación, una estética que destila cercanía con el poeta chamánico cuya voz recorre laberintos entre la realidad y lo oculto.
  Heberto de Sysmo fortalece la solemnidad aforística del aserto “la patria es el lenguaje” al iniciar el poemario recordando el enfoque teórico de Saussure, cuya percepción del hecho lingüístico reactivo brevemente: la lengua es un producto social y un artefacto cultural mientras que el habla es plasmación concreta de la actividad comunicativa. El sistema idiomático, por tanto, supera los umbrales del yo. Personifica una arquitectura cuyo alzado soportan claves que el sujeto verbal debe descubrir. Las palabras cumplen leyes físicas; son el basamento de un sistema científico que está más allá de las intuiciones, el tejido sentimental o las especulaciones que buscan luz.
 Todo el apartado inicial, “Phisis” sondea el aspecto ritual de la poesía y las formas de introspección generadas; los poemas se asientan, con sus alusiones y elusiones, en ese empeño de ser un resplandor fugaz, un lampo a la deriva en el que se percibe desde la sombra la convivencia firme entre intuición e inteligencia.
 El título del segundo conjunto, “Mathesis” –término de origen griego que alude a la ciencia y el aprendizaje- recuerda a Descartes y a su empeño en hallar desde la mente un lenguaje más perfecto que cualquier lenguaje natural y se completa con una cita de G. Santayana; el texto recuerda que el arte es experimental  y toda invención es tentativa. El lenguaje –también la poesía.- no pasa de ser un epicentro sísmico que deja sus pulsaciones dispersas.
   Una de las cualidades más notorias de Heberto de Sysmo es su tendencia natural a soslayar los términos ajados por el uso y buscar otros que  dormían bajo la techumbre de los diccionarios: bibelot, lampo, eruela, ergógrafo, atavío, enunción, escabel, antigrafía, óbelo, pareidolias, idente… lo que concede a su voz poética una sensibilidad culturalista que convierte al figurante lírico en aspirante a demiurgo: “El verso se resuelve en quien lo sueña, / su gracias infunde paz y en algo cambia / a aquellos que su majestad corona”.  Esta caracterización acerca al poeta valenciano a los juegos expansivos de las vanguardias y al pulso intelectual de la ciencia como sedimento aprovechable del poema. Poesía y ciencia se hacen así ingredientes complementarios para elaborar vertientes discursivas.
  Otro atributo de esta entrega es la elección formal del poema breve como sustento de las imágenes y receptor del pensamiento. Incluso el haiku, cuya concisa pulcritud está ligada a los estímulos sensoriales, adquiere en Maldito y bienamado bibelot una caligrafía más conceptual.
 La poesía es un organismo pluricelular; cumple las incansables funciones del ser vivo en permanente cambio; Maldito y bienamado bibelot, la premiada propuesta de Heberto Sysmo, hace de esa indagación en las mutaciones una síntesis entre lenguaje y pensamiento, una isocronía que avanza en espiral: “Decir  para vivir, / vivir para decir / y después de haber dicho / volver a desdecirse “


miércoles, 13 de diciembre de 2017

LA NIEBLA

Contorno urbano
(Campo Soto Stefano (Venezia)
Archivo PxHere


LA NIEBLA

                      A Marina Gasparini Lagrange,
                   que vivió en Venezia tantos años 


Como una araña gris se ha descolgado
y a su cita nocturna me convoco.
Su seducción estriba en la manera
de corregir el limite y la forma:
disimula edificios,
suspende ventanales de la nada,
dibuja en las esquinas sobresaltos,
con la fuente del parque
juega a los detectives,
hace de añejas calles laberintos
y aún tiene tiempo para la ironía
y contradice
a los que por costumbre
suelen ver todo claro.

    (De Población activa, Gijón, 1993)


martes, 12 de diciembre de 2017

JOSE LUIS MORANTE. MEJORES DÍAS

Mejores días
José Luis Morante
Ediciones de la Luna Libros, Aforismos
Mérida, 2009


                                     UN MODO DE RESPIRAR


    En esta muestra aforística, Mejores días, he optado por el ordenamiento cronológico frente al temático para subrayar la autonomía textual. Es el hilo continuo de los días el que ha puesto su orden natural. A esa independencia alude también el título. El aforismo imita a un paseante; callejea, pero no se dirige a ninguna parte concreta; cambia de dirección como si su voluntad obedeciera a una brújula de ocurrencias.
  El desorden implica una pluralidad de motivos; apunta a la relación entre vida y escritura. Describe un contexto histórico que aporta referencias y establece climas emocionales. Las preocupaciones son diversas; queda patente cómo el interés fluctúa y cómo el entorno enriquece nuestra mirada. El aforismo particulariza sobre ética, sociedad, sentimientos o literatura porque “nada de lo humano le es ajeno”.
   El estilo conciso marca también huellas afectivas que deben sortear los obstáculos pasajeros con los que nuestras incursiones tropiezan. Viajamos hacia los rincones de la conciencia: Desde allí vislumbramos las posiciones que dan carácter al lenguaje: los pensamientos sugieren explicaciones, aunque sean humildes o parciales, aunque especulen con los significados.
  La cortedad en el decir exige la máxima tensión; la realización verbal parte del principio de economía y del rechazo de elementos aleatorios. Eso no anula una intensa carga poética.
  El suplicio de las moscas, un libro de Elias Canetti, es uno de los títulos que cuentan como impulso inicial hacia el género. Antes de su lectura, el aforismo tenía para mí un perfil de estatua: hierático y grave. Canetti fue un escritor prolífico, rellenó muchas páginas con aforismos, relatos mínimos y ensayos breves, que articulaban su pensamiento y expresaban el “modo de respirar” frente a la realidad cotidiana. Dos selecciones del Nobel búlgaro me han acompañado estos años, La provincia del hombre y El corazón secreto del reloj. He compartido su lectura con los aforismos de Lichtenberg, quien me proporcionó uno de esos principios vertebradores que nunca envejecen: “buscamos en la lejanía causas que suelen estar muy cerca, en nosotros mismos”. De Lichtenberg también es esa preferencia por una sensibilidad lingüística alejada del retoricismo y la preferencia por lo pequeño.
Esta búsqueda que nos concede un poco de luz es la que abre de manera directa las ventanas del conocimiento.
El aforismo es música, el último acorde que clausura una pieza.