Luis Alberto de Cuenca Premio Nacional de Poesía 2015 |
MERIDIANO CERO
La creación en verso de Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) ha dado
pie a un buen número de ensayos y reseñas que constatan el lugar central, el meridiano cero de un corpus compilado con el rótulo Los mundos y los días. En él está la
producción escrita entre 1972 y 1998, editada
por primera vez en noviembre de 1998. La colección agrupa los poemarios Elsinore y Scholia, con abundantes retoques, el cuaderno Necrofilia, La caja de plata,
El otro sueño, El hacha y la rosa y Por
fuertes y fronteras, junto a un grupo de composiciones, “El bosque y otros
poemas”, que anticipa contenidos de Sin
miedo ni esperanza. Queda fuera Los retratos, libro inaugural en el que
la sensibilidad novísima aireada por José María Castellet y las afinidades con
la opulencia metafórica de Pedro Gimferrer enmascaran las circunstancias
biográficas. Estudiosos como Juan José Lanz, Luis Muñoz, o Manuel Lara
Cantizani hablan de un viraje pautado que comienza en el culturalismo y se
adentra, a finales de los años setenta, en una vocación más elegíaca e introspectiva,
centrada en los sentimientos del yo y en el acontecer circundante. En efecto,
los últimos poemas de Luis Alberto de Cuenca modelan identidades creíbles y cercanas,
capaces de emocionar y capturar el interés con asuntos cotidianos e inmediatos.
Conviene recordar que en este cambio de rumbo hay una continua apropiación del pasado cultural, convertido en una íntima posesión del yo
existencial; la erudición es cultura
viva, alienta matices y enfoques.
Un aforismo de Juan Ramón Jiménez, casi contradictorio con su
perseverante reescritura, argumentaba que “los libros hay que dejarlos que se
hagan solos” y este pensamiento podría ser aplicable al poemario La vida en llamas, que obtuvo el Premio
Ciudad de Melilla en la vigésimo séptima convocatoria. Es una obra extensa, formada por ochenta textos
escritos entre 1996 y 2005. Se inicia con una conocida poética del autor “Línea
clara”, una defensa de un lenguaje comunicativo y discursivo, lejos de
cualquier pretensión abstrusa; el poema establece con el receptor un diálogo
intimista y directo. Es sabido que el término “línea clara” proviene del comic,
una de los centros de atención del madrileño, que no duda en cerrar la
composición con un explícito homenaje a Tintín, el personaje de historieta
creado por Georges Remi, más conocido por su pseudónimo artístico, Hergé. El
poema tiene una neta correspondencia con formulaciones en prosa realizadas por
el autor en entrevistas y en sus escasos posicionamientos teóricos; en la
revista Prima Littera escribía: “un
trago de agua fresca en el desierto de la vida, que eso tiene que ser la
palabra poética que se precie, lejos de misticismos bobalicones”.
No hay en el avance de La vida en
llamas una única senda argumental; prevalece un eclecticismo temático que
se distribuye en siete apartados. El criterio cronológico explica el abanico de
motivos e incluso la diversidad formal: “La canción de Feste” desprende el
mágico encanto de la lírica popular; el siguiente poema es un monólogo
dramático en boca del franciscano Odorico da Pordenone, un misionero que
desarrolló actividades apostólicas en Oriente, y protagonizó, como un Marco Polo con hábitos-
un largo viaje, de casi treinta y tres años de duración. Tras Luis Cernuda y Jaime Gil de Biedma, el
monólogo dramático se instala en la lírica contemporánea; es un proceso de
objetivación que permite al yo poemático convertirse en cronista eventual; los
versos proporcionan juicios y hechos desde el interior de una identidad
ficticia; de este modo se establece una relación directa con el receptor que
genera una evidente simpatía en el proceso comunicativo.
En el mismo apartado hay una
elegía a José María Sert, artista del postmodernismo catalán que destacó en la
decoración mural. Una circunstancia
histórica ha condicionado la disparidad de juicios críticos sobre las
realizaciones artísticas; Sert iniciaría
en 1938 gestiones para que la Oficina Internacional de Museos, con sede en
París, se implicara en el salvamento de las obras de arte amenazadas por los
continuos bombardeos y participa en la posterior repatriación desde Ginebra,
cuando concluye la Guerra Civil.
Completan este grupo una reflexión sobre el sueño de Coleridge, una meditación
a costa de un bajorrelieve asirio y otros poemas.
Como se ha dicho, el poeta opta
por dar al libro un carácter misceláneo; el poemario se nos presenta como un
ejercicio plural en el que se acumulan facetas. La
sensibilidad poética de Luis Alberto de Cuenca otorga al decorado urbano un
carácter más amable y lo convierte en escenario sentimental, incluso el laberinto
subterráneo de alcantarillas y aparcamientos es más proclive a la fantasía que
a lo sórdido. El lied relaciona poema y música y gozó con Shubert de notables
innovaciones. Luis Alberto respeta el molde; los contenidos deben abiertos,
emotivos y psicológicos, e incorpora los nuevos rostros de la modernidad;
frente al ensimismamiento grisáceo y endogámico de lo cotidiano, la época
heroica perdura en el imaginario con su huella de ideales y gestas.
Un apartado completo nos presenta una
veintena de haikus; en él se emplea esta estrofa oriental con un sentido nuevo;
en Occidente ha perdido su intencionalidad originaria; ya no pretende glosar el
eco de las estaciones ni añadir a un instante un fulgor sensorial. En la
estrofa, los nombres propios crean un contexto cultural, una ambientación
poemática: Perceval rescata el ciclo artúrico; Ulises, el personaje de la Odisea , convierte el
itinerario en íntima travesía de la memoria, el trayecto une principio y final
de la existencia.
En La vida en llamas las señales comunicativa de la cultura se multiplican. “Psalle et Sile”, el poema de Calderón, como el “Cántico Espiritual de
San Juan de la Cruz
es un precedente de la mística del silencio y está en los presupuestos teóricos
de poetas como José Ángel Valente. Inspira la concentración meditativa de este
haiku: “En el silencio/ de esa flor amarilla/ perdura el canto”.
En
“Pablo y Virginia” se acercan los personajes de ficción a lo biográfico. En las
líneas introductorias a la edición de Vera
y otros cuentos crueles, de Villiers de l´Isle, Alicia Mariño define a las
figuras de Paul y Virginia como dos adolescentes angelicales que no conocen la
presión del mundo exterior y mantienen una impoluta curiosidad por descubrir. Ambos
están en la novela homónima de Bernardin de Saint-Pierre. Luis Alberto de
Cuenca expresa de este modo su devoción por el conde de Villiers de l´Isle,
sujeto de vida curiosa, enemigo de convenciones burguesas y uno de los
precursores del simbolismo francés.
Este breve esquema versal demuestra las posibilidades del haiku: “Abro
la puerta// descubro que no hay nadie/ fuera ni dentro.” Con los títulos los
poemas adquieren la apariencia de mínimas viñetas.
Entronca “Crónica de sucesos” con la poesía urbana y el núcleo de
relaciones que genera la convivencia diaria. Esos puentes entre el yo y el otro
están muy perfilados en la relación de pareja que se aborda desde la ironía y
el coloquialismo. El humor alienta en esas estampas fugaces que son fruto de lo
contingente y que depositan en el discurrir una brizna de surrealismo, dando
salida a impulsos que colisionan con el pensamiento racionalista. Todavía
persiste en el poema esa querencia natural por la obra de Cirlot. En la serie “La mujer del vampiro” otra vez el cine actúa como río
interno. La iconografía de Drácula genera la composición inicial, a
la que siguen secuencias donde el amor y sus variantes ocupan el primer plano.
Así sucede en “La casa de las fábulas”,
“El ático” o “Difícil travesía”.
El grupo de cierre se denomina “El jardín de Alicia” y su núcleo
temático es el amor y el deseo. Relatan una historia sentimental de un alter
ego vitalista y enamorado. Alicia es el nombre de la esposa del poeta y su
marcada significación se percibe en la dedicatoria del libro, ella es “la reina
del Karoo” que traslada el afecto a una lejana región sudafricana. La supuesta
espontaneidad del apartado incorpora recuerdos y viajes y esos sueños que no se
corrompen cuando llega la amanecida. La aparición de la amada tiene el tamiz romántico de acontecimiento
trascendental, aunque un deje irónico sirva de trasfondo al final feliz, tan
propio de los cuentos de hadas. La otredad se idealiza y adquiere el porte de
una diosa antigua, pero los sentidos filtran la realidad y reconstruyen un entorno contemporáneo de
canícula estival, carreteras vacías y raros transeúntes. La composición Political incorrectuss repasa alguno de
los tópicos que dan una visión pesimista y desesperanzada de nuestro tiempo,
frente al occidente clásico, de amplio legado cultural y cuna de
civilizaciones, aparece un occidente todopoderoso, como ave de rapiña, empeñado
en la explotación de otros continentes y sin ningún respeto por el medio
ambiente. El yo poético cuestiona esas verdades de uso común y en su diálogo
con la amada sigue percibiendo el aliento y los valores de la vieja Europa. El poema “No me las enseñes más”
sirvió de título a una hermosa edición ilustrada por los dibujos de Antonio
Garrido, que vio la luz en 2002, en la colección Libros del consuelo de Lf
ediciones. La Venecia
novísima, topónimo ineludible de la Generación del Lenguaje, deja paso a un
desplazamiento geográfico en el que conviven exotismo y escenarios cotidianos
como ámbitos de una relación sentimental, introspectiva y libre de erratas. El texto final, “Fe de
erratas” es una exaltación del amor idealizado. El intimismo biográfico del
poema convierte la lírica en expresión sentimental.
El lector sabrá disculpar este análisis demorado de La vida en llamas, pero creo que es un libro central en la nueva concepción escritural del poeta madrileño: los dos últimos poemarios editados hasta la fecha repiten características: son libros extensos y misceláneos, divididos en apartados argumentales, con un epitelio cultural evidente y con un pensamiento reflexivo sobre el devenir existencial, no exento de humorismo y mirada escéptica.
Así en El reino blanco, la tradición aparecía como plaza principal de la escritura, tanto en la forma -es el epigrama helenístico el molde formal más empleado- y el almacén de asuntos que toma sus materiales de los tópicos asentados en la cultura grecolatina, sobre todo en la poesía helenística.
La última entrega, editada en 2014, es Cuaderno de vacaciones . El extenso poemario ha sido reconocido con el Premio Nacional de Poesía 2015, siendo en palabras del jurado una compilación textual de gran fuerza emocional que vincula mitos y orígenes, devenir vital e imaginario, y se nutre de las fuentes de la modernidad". Un premio justo que pone a su autor entre los magisterios más evidentes de las últimas hornadas.
La poesía de Luis Alberto de
Cuenca, de orientación pluralista, constata una armonía vecinal entre el crear
y el ser, da cuenta de una experiencia personal –no importa si vivida o
imaginaria- con núcleos generativos que entrelazan lecturas y vivencias. En los
poemas, sentimientos y emociones nos llegan a través de un discurso racional
que prefiere el misterio de la claridad al código cifrado desde los
supuestos de una sensibilidad coetánea. Queda lejos el tiempo de los héroes.