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La levedad y la gracia Aforistas hispánicos del siglo XX Manuel Neila Editorial Renacimiento, Los Cuatro Vientos Sevilla, 2016 |
CAMINOS DEL AFORISMO
Pocos críticos se abren paso en los caminos del
aforismo contemporáneo con el entendimiento y la solvencia de Manuel Neila
(Hervás, Cáceres, 1950). Ligado desde su juventud al ambiente universitario
asturiano, se estrena como poeta con el libro Clamor
de lo incesante, que promueve su inclusión en la antología Las voces y los ecos, de José Luis
García Martín. Tras una severa pausa creadora, el escritor reabre taller en el comienzo de los años noventa para protagonizar un fecundo
itinerario en varios géneros, poesía, páginas autobiográficas y ensayo.
El volumen La levedad y la gracia agrupa sus investigaciones en torno al
aforismo, un género que radiografía en profundidad; para el poeta el texto breve no
es una simple moda sino una estrategia expresiva sobre cuya evolución temporal
ha preparado estudios dispersos en publicaciones como Turia, Clarín o Cuadernos Hispanoamericanos. La
autonomía de cada sondeo concede a los capítulos el interés de lo diverso. No
es una monografía coherente sino una secuencia de bifurcaciones cuyo nexo común
es el aprecio aforístico. Arranca con una
parada obligatoria en la semántica y caracterización del género y en su estar fronterizo entre el pensamiento y la poesía, entre la filosofía y la
nota sociológica. De este carácter deriva un discurrir que carece
de límites precisos, más allá de su estructura cerrada, y del uso
de una terminología condicional y renovada en el tiempo. En su caminar, el aforismo inicia en Grecia su recorrido para perdurar en la Roma
clásica y para fortalecerse en su cultivo como expresión del pensamiento
medieval y renacentista. pero serán los moralistas franceses los que conceden a
su práctica una solidez desconocida y asociada al pensamiento ético. El género
llega a los tiempos modernos como una
práctica transversal que aglutina disertaciones de distintas ciencias, aunque
siempre caracterizado por su carácter subjetivo y por la fragmentación
enunciativa de su discurso. Son cualidades que impulsan un horizonte temático
desplegado en ámbitos lingüísticos donde van apareciendo nombres
propios que cultivan el aforismo con singular categoría. Ahí están los
frutos de tantos autores que sondean el sentido del mundo y que convierten en
tradición un discurso lógico renovado, un pensamiento ligado a la búsqueda de
respuestas y actitudes morales. Otro apartado, titulado “Formas breves,
aforismos, máximas y fragmentos” insiste en la naturaleza del aforismo y en su
compleja sistematización en un único enunciado; ese esquema léxico ha prodigado
análisis diversos que son útiles para entender el carácter mudable y los factores que permanecen
en su estela.
Así arranca el aforismo moderno
que aglutina en su cultivo un pensamiento universal, donde caben las cuestiones
centrales del pensamiento occidental: la fragilidad de la razón, las inquietudes
de la conciencia, las relaciones del yo con el ser solidario, las áreas metalingüísticas o el pensamiento crítico. Manuel Neila recoge un canon
aforístico del siglo XX que amanece en el cambio de siglo, con la superación
del monolitismo decimonónico y el despliegue de una cronología propicia a
la crítica y a la fragmentación; construye una forma de pensamiento que encuentra en
la parquedad formal una amplia cosecha reflexiva. El aforismo hispano integra
en su esencia un carácter lírico en la práctica escritural de Antonio Machado y
Juan Ramón Jiménez, estelas que encontrarán seguimiento en autores como José Ängel Valente o Carlos Edmundo de Ory. En otros
casos, se percibe una orientación metafísica, visible en José Bergamín, Ramón
J. Sender y Max Aub, y continuada en Juan Gil Albert. Tratamiento específico
merece la greguería de Ramón Gómez de la Serna, cuyo ludismo verbal y su
riqueza metafórica conllevan un espacio propio y singularizado, aunque en
algunos momentos se despliegue hacia el formato aforístico.
Neila también sitúa en este mapa
la aforística de Santiago Ramón y Cajal, cuyo perfil científico ha subordinado
su aporte literario. Los aforismos de Charlas
de café desprenden una lógica bienhumorada y cordial, pero disuenan en un
legado tan bien representado como si fuese un paréntesis que no acaba de
encajar en este canon. En cambio, es clarificadora la mirada
a José Bergamín, acaso el aforista mejor dotado de su generación. Sus cohetes
–título tomado de Charles Baudelaire- evidencian influencias de Jean Cocteau y Max
Jacob, entre otros, y en ellos reposan los vectores de una ideología mudable,
acorde con un periplo biográfico incardinado a un tiempo histórico. Para José
Bergamín “Existir es pensar y pensar es comprometerse”. También es analítica la apertura a Ramón J. Sender; la pericia narrativa del aragonés no
impugna su labor breve que está recogida en dos entregas, junto al volumen
póstumo Toque de queda, con
derivaciones más crepusculares, escritas con un aire interior más profundo.
Otro referente de la historia aforística hispana es Ángel Crespo. Neila incide en el carácter continuista de
los aforismos de Crespo y su relación con la máxima neoclásica y el fragmento
romántico. En ellos la imagen adquiere preponderancia, no se elude el discurso
intimista y existe un nítido pensamiento sobre la temporalidad. El poeta
manchego firma dos colecciones aforísticas, Con
el tiempo, contra el tiempo y la
invisible luz; ambas serán reeditadas por Pilar Gómez Bedate en un único
volumen, Aforismos (1997),
enriquecido con algunos inéditos.
Si el legado poético de Antonio
Machado conforma una tradición fuerte, cuyo magisterio es columna vertebral de
la estética figurativa y del realismo coloquial, el pensamiento machadiano
sirve de umbral para sacar al día el aforismo del siglo XX. Con su aire de
filósofo estoico, que mira el entorno con benevolencia, Antonio Machado, a
través de su alter ego Juan de
Mairena, reflexiona sobre vecvtores centrales de la existencia y hace de la
poesía palabra en el tiempo.
Se me perdonará, para no dilatar
esta reseña de manera excesiva, no interpretar con paso demorado en otros dos
estadios reflexivos del trabajo de Manuel Neila, el aforismo hispanoamericano y
el retablillo de aforistas contemporáneos. En el marco geográfico de la otra
orilla selecciona el trabajo intelectual del cubano Enrique José Varona, el
escueto pensar de Antonio Porchia, calabrés trasladado a Argentina en su etapa
juvenil, donde impulsó su escueta obra y su notable presencia en el clima
cultural, y la voz de otro moralista notable, el colombiano Nicolás
Gómez Dávila, un tradicionalista exaltado. La selección de autores
contemporáneos sabe a poco, como si fuese un simple ojear que acerca la voz de
Ramón Eder, Eugenio Trías y Ángel Guinda, una mínima representación para una
etapa áurea del aforismo, como demostró la antología de José Ramón González Pensar por lo breve, impulsada por Trea.
La levedad y la gracia permite sopesar el amplio centro que el
aforismo actual ocupa en la ciudad del ahora, incide en los autores más
relevantes de las dos orillas, Latinoamérica y el territorio peninsular. Y
define la exigente voluntad de rastreo de Manuel Neila, su meticulosa disección
de esta literatura del fragmento, ya sin matices, el crítico más importante del
género.