lunes, 31 de octubre de 2022

LA CASA EN ORDEN

Hilos de luz

 

EXIGENCIAS

 

   No basta la buena intención; para  que  el itinerario personal cruce el umbral de lo permanente y busque pronto ese cielo de fondo del lector debe cumplir, de forma imprescindible, algunas exigencias. Cuánto emociona escuchar su voz dubitativa en el taller. La literatura es un encuentro pactado entre dos comensales: el autor y las palabras; son dos caminos que se juntan en un punto de cruce, ajenos al invierno, para firmar acuerdos y pactos comunes. Cada gota pregunta donde debe guardar su transparencia. Cada género asciende a su peldaño para depositar en él sus huellas firmes: el ensayo, el sentido cartesiano, a salvo de cualquier disgregación; el aforismo la persuasión pedagógica y la prolongación del pensamiento; el relato la complicidad y la pequeña magia del final; la novela, el paso libre de los argumentos y  la inteligencia ordenadora en el rumbo de los personajes; y la poesía, el misterio vespertino de la insinuación, el no sé qué que queda balbuciendo; el escritor, la intuición creadora, la riqueza emocional y la mano fuerte de un día laborioso que consume su luz en un instante.

 

 (Apuntes al paso)

domingo, 30 de octubre de 2022

EN RESUMIDAS CUENTAS


 

CON VOZ DE DIARIO ÍNTIMO

Se hace toda de luz la amarga tierra

JOSÉ EMILIO PACHECO


Poesía, un árbol que crece y se dobla sin quebrarse.

Hay escritores que sustituyen la Literatura por la Sociología

La poesía no cae del cielo sino de las estanterías.

Cada libro es efímero; oculta un fracaso premeditado.

Tramitaciones. Me llega la reclamación de un poema descontento con sus límites formales.

 Aceras que congregan un contagio de prisas, que expanden su distancia a quien se marcha.

 Alguien habla en voz alta. Otro asiente a intervalos. Una multitud conectada con un oído atento en la distancia. Solo yo permanezco fuera de cobertura.

Elijo un ventanal que testifica el tránsito incesante. Frente a mí un asiento vacío y esa caligrafía de la ausencia que escribe en lluvia oblicua.

José Luis Morante



sábado, 29 de octubre de 2022

SWIM IN THE DRY / NADAR EN SECO (Traducción de EDUARDO GREGORI)

Nadar en seco
José Luis Morante
Prólogo de José Antonio Olmedo López-Amor
      Contracubierta de Gregorio Muelas Bermúdez
Editorial Isla Negra, Crátera Editores
Colección Filo de Juego / Colección Atlántida
San Juan, Puerto Rico, Catarroja, Valencia 

 

Eduardo Gregori (Valencia, 1977) es Licenciado en Filología Inglesa por la Universitat de València y Doctor en Estudios Hispánicos por la Pennsylvania State University. Como académico, ha publicado varios artículos en revistas especializadas, dos libros y una traducción y edición de la poesía de Alfonso Brezmes. Como poeta, ha publicado Origami (2017) y Cuaderno de Lucía (2022).                                
 

SWIM IN THE DRY
 
The time I did not have swims in the dry.
Inside it, every stroke recollects
the secret chords of depth.
Every once in a while
damp hollows rip the surface
out of which bottom do emerge
firefly trails;
and yet a briny sweat
denies the stillness,
thrusting the imminence
to the precise outline of the above.
 
I refuse to be guzzled by fatigue,
shake off the oblivious waters.
In my mistreated arms
are splinters of myself.
 
                        (From José Luis Morante. Swin in the Dry, 2022)


NADAR EN SECO
 
El tiempo que no tuve nada en seco.
En él cada brazada recolecta
los secretos acordes de la profundidad.
De cuando en cuando
rasgan la superficie huecos húmedos
de cuyo fondo emergen
estelas de luciérnagas.
Mas un sudor salobre
desdice la quietud,
impulsa cercanía
hacia el contorno exacto del trascielo.
 
No dejo que el cansancio me carcoma.
Sacudo el agua ausente.
En los brazos maltrechos
hay jirones de mí.
 
     (Del libro Nadar en seco, 2022)


viernes, 28 de octubre de 2022

CALIGRAFÍAS A SOLAS

Levitación

 

CALIGRAFÍAS A SOLAS

 
El pesimismo predice esos trayectos que acaban sin pasos.
 
*
 
Empeñado en sostener la realidad diaria, sus palabras acogen la pretendida solidez del humo.
 
*
 
Se hizo sindicalista, el oficio natural de una inteligencia en huelga.
 
*
 
Ser lo que uno es, sin fecha de caducidad.
 
*
 
Como eriales de sombra, las noches permanecen intactas tras el despertar.
 
*
 
El desconcierto es un optimismo que guarda luto.
 
*
 
Existir supone confianza en la racionalidad cartesiana del  caos.
 
*
 
La mano fértil de los escritores que pintan casas a domicilio.
 
*
 
En la prudencia de la poda, los huesos y cartílagos del crecimiento.
 
*
 
La pandemia calcina relojes; el encierro contiene sus propios husos horarios.
 
*
 
Los errores abren paso a una épica de flechas ciegas.
 
*
 
A diario el estruendo de una identidad ficticia en un ámbito de ficción. La vida es un sueño crecido entre la bruma.
 
*
 
Soy un prófugo obsesivo; me gusta huir conmigo.
 
*
 
En el núcleo germinal del poema todo lo que está fuera de plano.
 
*
 
Dentro de aquella tertulia literaria se hablaba el mismo idioma, el de un bosque de cactus.
 
*
 
Prisa por vivir. Quería llegar a tiempo a la inexistencia.
 
*
 
Biografías completas obstinadas en hacer del yo un lugar único.
 
*
 
También la sed se queda huérfana.
 
*
 
Me gusta oír esos silencios rotos, desgarrados por más silencios.
 
*
 
Nunca enmascaro mi experiencia bélica; está llena de batallas perdidas.
 
 
José Luis Morante
 

 
 
 
 
 

 

jueves, 27 de octubre de 2022

JULIO ÁNGEL OLIVARES MERINO. LA CACERÍA

La cacería
Julio Ángel Olivares Merino
Editorial InLimbo
Colección Poesía
Albacete, 2022 

 

ENTRE SOMBRAS


 
   La personalidad  creadora de Julio Ángel Olivares Merino (Jaén, 1970), Licenciado en Filología Inglesa, Lingüística y Estilística, colaborador en medios autiovisuales y docente investigador en el departamento de Filología Inglesa de la Universidad de Jaén, aglutina novelas, ensayos sobre cine y literatura de terror, narraciones y, ahora, poesía con su primera salida lírica La cacería. La obra se incorpora al catálogo de la singular colección InLimbo, que alienta y coordina  la poeta Ana Martínez Castillo.
   Es conveniente, por tanto, antes de adentrarse en esta cosecha lírica, seguir las reflexiones prologales de la profesora de la Universidad de la Laguna María Luz González Rodríguez. Recuerdos y miedos son pilares básicos de la identidad, cuya naturaleza es siempre frágil y vulnerable. De esa conciencia de temporalismo e inquietud vital nace buena parte de la literatura de Julio Ángel Olivares Merino. La sensibilidad de caminar entre sombras y percibir cerca una caligrafía de inquietud añade a los poemas una textura nocturnal. A contramano, la realidad convierte la existencia en un magma unitario, de compleja significación. El niño ignora que el discurrir cronológico es desvivir, y que lo perecedero encalla de inmediato en nuestros días. Todo es efímero, un continuo desasirse de afectos y cosas.
 Un excelente verso, ”He despertado alimentando cipreses…”, que aleja el fluir de la conciencia de cualquier amanecida virginal, sirve de pórtico al primer tramo del libro “Los descalzos”. El hablante verbal describe un marco de representación crepuscular, donde el pensamiento camina entre tinieblas. La muerte –anciana de ojos agrietados- acecha. Viene al encuentro de esas latitudes vitales nómadas, condenadas a descarrilar en cualquier andén. El entorno muestra una arquitectura con derrumbes; son los muros inertes de una casa que es ahora habitación baldía y morada de espectros, como si fuera inevitable el feroz proceso de desolación: “La casa es un alud de vejez y disonancia dormida; / su cerebro es jirón de tripas, hedor a anís”. Nada queda de la calidez habitable de los días de infancia; ahora es tiempo de frío y desamparo, mientras toma cada habitación una oscuridad que hace de la memoria deserción y herida. El ayer se transforma en un tiempo lejano y deshabitado, que convierte a los pasos en el tiempo en sombras de pies descalzos, en peregrinos que desconocen la senda de regreso y se quedan a solas en el borde mismo del naufragio.
   La sección central “Tráqueas” habla de una tarea continua de dolor y soledad: “He sufrido arrancando cipreses”. Como si la muerte fuera una presencia palpable, que anuncia una extraña primavera de decrepitud, un presentir envenenado. El dolor se hace desgarro y sutura. El yo toma conciencia de ser un huésped encerrado en esa urna lapidaria del vacío y fuerza, a tientas, la ruptura del cristal para buscar una salida, para hacer que siga viviendo el niño que fue un día y el viejo que será mañana voz del llanto. Arde la infancia y se descose del vocabulario la palabra madre, que era el rastro más fuerte del origen; también ella, pecho fértil, vientre hospitalario y manos cálidas para el amor y la ternura, siente el latido fuerte del discurrir. Los rasgos se erosionan y encanece su pelo hasta sentir que, poco a poco, el desgarro final será definitivo. Solo hojarasca muerta, piel vacua en el paisaje del oscuro vacío. Y lo mismo con otras presencias, que habitaron la casa un día y compusieron un cálido pentagrama de huellas.
  La breve sección final “Polillas” comienza como una confesión de lo vivido. Todo se pierde hasta convertirse en destellos opacos, en una insalubre pesadilla que solo parece fruto del insomne, ese pálido habitante de la umbría en la rueca del tiempo. Todo es espera, languidez y grieta que ha de llenar la nada. Mínimas esporas en las manos del viento, resignadas a perder la levedad, hasta ser “quietud, oscuridad…silencio”.
   La cacería es un libro sombrío, desapacible, oscuro. Su poesía recuerda nuestra condición mortal y enlutece las palabras con imágenes de impacto, dispuestas a recorrer una senda sin luz. La pisada indecisa emprende el caminar y se hacen compañeros de viaje la erosión y el dolor, la pesadilla y el rumor nocturnal de la muerte que acecha. Los que compartieron casa y senda común han ido precipitándose hacia la ausencia. Todo fue. Y ahora aguarda el cierre final, el hábito triste de aprender a morir.
 
JOSÉ LUIS MORANTE

 
 
 
  
    

miércoles, 26 de octubre de 2022

CALLES DE LA MEMORIA

Largo recorrido
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia


CALLES DE LA MEMORIA

 
Insistente corrige la quietud;
a solas, la memoria
accede al laberinto de las cosas inertes
y los días sin luz.
Es ámbito interior
que, enérgico, prodiga,
en las manos del aire,
los códigos inciertos del pasado.
Su recia voluntad
tiene la fibra leve
del fruto entumecido, ya maduro,
cuya pulpa disuelve su desplome.
 
Con sus signos de vida
la memoria concreta los átomos dispersos del poema,
Es un germen de luz
que ilumina la noche, en paz consigo. 

                                     (Inédito)



lunes, 24 de octubre de 2022

ABEL SANTOS. ALGO TE QUEDA

Algo te queda
Abel Santos
Ediciones Vitruvio
Colección Baños del Carmen
Madrid, 2022



 LA VIDA A SECAS


    En poesía no hay dogmas. Cada escritor elige su propio modelo compositivo y moldea con palabras el hablante propicio que protagoniza los estratos argumentales. Quien escribe escenifica un proceso en el transitar, un camino por donde dibuja itinerarios la vida a secas. Nace así una apuesta lírica de lo contingente. En ella se van asentando las pisadas disueltas en las aceras de la realidad, con la firme voluntad de compartir experiencia e incertidumbre, la cera derretida que alumbra lo diario. Abel Santos (Barcelona, 1976), desde la amanecida de su escritura, allá por el cierre de los años noventa con el libro Esencia, en el colmado trayecto que componen las entregas El lado opuesto del viento, Todo descansa sobre la superficie, Jass y otros títulos representados en Antología poética 1998-2014, reflexiona sobre la relación entre discurso lírico y las secuencias biográficas. Y logra en cada libro una expresión sencilla y natural, asentada en el borde de la prosa. Allí, las diversas hendiduras del discurrir afloran y reclaman un banco propio en el sedentario parque del poema.
   El amor ha sido uno de los temas centrales del poeta y así queda constancia en  El camino de Angi (2020), una entrega con prólogo de Ángi Expósito, poeta y compañera sentimental de Abel, que conoce mejor que nadie este diario amoroso. Aquí se describen los momentos de una historia de piel y pensamiento, desde el primer encuentro y la deslumbrante cercanía hasta la plenitud del amor, cuando aquella dulce muchacha se convierte en la presencia firme que da sentido a la existencia. Juntos toman asiento en el tren del futuro, comparten con intensidad y romanticismo los abrazos y decepciones y viven la mejor versión de la convivencia con la llegada del hijo. El amor anda entre la rutina y la nostalgia, mira la luz de una canción nupcial y las sombras de los malos momentos. Todo cabe en ese diario fiel que componen los poemas de El camino de Angi. Desde la aurora hasta los días cansados, porque en cada línea del libro solo suena una voz: la del enamorado que mantiene a resguardo el primer borrador de un sueño. 
   En la salida Algo te queda Abel Santos asume la condición temporalista de los sentimientos y ratifica un hermoso aserto de Blanca Varela: cada pensamiento se asoma a diario a “la detestable condición de lo efímero”. Con esa certeza, da cuerpo a una lírica narrativa que tiene como brújula la ruptura de la convivencia de pareja. El dolor se asienta en el patio interior de la identidad porque el ventanal del tiempo muestra un copioso inventario de pérdidas: el amor, un hogar, el trabajo, la ternura del hijo, la fiel presencia del perro… Cosas casi inadvertidas, en apariencia de poco valor, pero que llenaban el ambiente con la hondura y extrañeza de una rutina volandera. Todo de pronto se arrincona y se pierde en el desaliñado trastero de la memoria.  
   En los poemas de Algo te queda la soledad bifurca sus itinerarios, mientras el yo poético, como un náufrago que nada a solas al vaivén feroz de la corriente, se empeña en salir de la nada, en construir y crear con las pocas fuerzas que quedan todavía. Las palabras animan a seguir, buscan los sitios donde hay luz y esperanza; así sucede con la presencia del hijo, condenado a perder demasiado pronto el ambiente apacible de la casa común y a sentir el despojamiento. Los versos dan cauce a reflexiones y apuntes de diario con un lenguaje que jamás confunde emoción y léxico pretencioso, hondura y divagación ensayística. La esperanza vuelve los ojos al pasado para saber dónde se asienta ahora el mediodía y qué ilusiones consiguieron encontrar meta y camino. Se trata de sobrevivir, como aquellos viejos existencialistas que buscaban la felicidad y la coherencia de ser fieles a sí mismo bajo los adoquines. Hay que mirar hacia atrás solo lo justo, para sentir que muchas veces un estar sereno y cómplice estuvo al alcance de la mano.
   La selección compendia poemas que añaden al lenguaje de la confidencia los habituales compañeros de viaje que han puesto su escasa luz entre las manos de lo diario. Entre ellos dos camaradas indeclinables: la poesía y la música. La poesía estuvo allí como una forma de felicidad que preserva lo vivido: el despertar del amor, los recuerdos familiares, los paréntesis callados de una dicha habitable y la posibilidad de una salida de emergencia capaz de superar la decepción. La otra pared fuerte del poeta es la música: el jazz y el blues, géneros que aglutinan composiciones y acordes que dejan en la soledad un pentagrama de vida y compañía.
   La intimidad es la textura que mejor explica que el arte es vida y la escritura es el trazo leve de un pulso autobiográfico; el viaje interior del pensamiento muestra un misterio velado que habita en las paredes del yo: Se trata de “Escuchar, / preguntar, y volver / a escuchar. / Y luego, naturalmente escribes”.  Es la mejor manera de caminar solo por la ciudad, recordando los andenes que ocuparon el amor y el deseo, la belleza y la complicidad del abrazo. Nace así un arte poética que deja en lo vivido una vocación de permanencia, de épica sin héroes, que acepta con entereza esos tonos diversos que dibujan en el ánimo el patetismo y la desolación, las erosiones de la soledad. En los poemas de Algo te queda escribe con caligrafía estoica la actitud reflexiva de una voz hipersensible. En ella habita la certeza de que en el espacio en ruinas del amor algo queda; y es necesario cerrar las cicatrices, buscar los mismos pasos del regreso en medio del invierno. Sembrar en las entrañas del recuerdo una manera de empezar de nuevo.

JOSÉ LUIS MORANTE


                               
 

 

domingo, 23 de octubre de 2022

DEFENSA DE UN PAISAJE

Avenida de los Almendros
Rivas Vaciamadrid, Madrid
Fotografía
de
Diario de Rivas 

 

            DEFENSA DE UN PAISAJE


 
Las formas y las luces de los atardeceres,
el silencio y las calles que velan lo escondido,
las esquinas proclives al paso solitario,
el sueño que esgrimimos como razón de ser
­­(Los sueños que moldean cambiantes espejismos),
la humedad de las manos, la decepción anónima,
la rosa que lacera
y la gota de sangre,
la inercia de mirar el vuelo de los pájaros,
aquello que perdura cuando cierro los ojos,
los hechos transmutados en memoria,
las manos que no piden nada a cambio.
la casa, el pan y el verso que me busca.
 
                                     El pacto de vivir.
El párrafo en cursiva
sobre un tiempo que no es más que tiempo.


sábado, 22 de octubre de 2022

ESPEJISMOS DIGITALES

Cosmos virtual
(Rivas, octubre 2022)

 

ESPEJISMOS DIGITALES

 

   Descubro a diario que la comunicación digital es una tierra pequeña donde no cabe nadie. Los mensajes privados crean una sensación de cercanía aparente. Dibujan trampantojos que alumbran una mirada cómplice, dispuesta a abrir la conciencia a los desconocidos, como si fueran protagonistas de una relación real, cimentada en el tiempo. Todo es falso, un espejismo que siembra de inmediato la tachadura, la decepción, el bloqueo.  De pronto, el ocaso. Al otro lado no hay nadie. Solo un frío manchando de nieve que no quema las manos.


(De Cuentos diminutos)



viernes, 21 de octubre de 2022

MÓNICA MANRIQUE DE LARA. LA LEÑA

La leña
Mónica Manrique de Lara
Prólogo de Óscar González Palencia
Editorial Isla Negra
Coedición Centro de Arte Moderno de Madrid
San Juan, Puerto Rico, Madrid

 

COMBUSTIÓN

 
   Mónica Manrique de Lara (Granada, 1974) Licenciada en Traducción e Interpretación y profesora de un instituto público andaluz, inicia trayecto con la entrega Devoción de las olas, una densa reflexión poética en torno al amor y la naturaleza que convertía el mar, como espacio físico y territorio onírico, en una sugestiva propuesta simbólica, capaz de transcender las limitaciones contingentes del entorno. Aquel primer libro, impulsado en común por las editoriales Isla Negra y Crátera, implicaba al pensamiento en un incansable caminar cognitivo, en un estar en vela sustentado en descubrir bifurcaciones entre razón y destino con la naturaleza como territorio conjetural.
   El nuevo libro La leña elige como aserto definidor un título fuerte y matérico y antepone a los poemas una parada crítica, “Hacia la perpetuidad”, sobre la semántica y caracterización del poemario, firmada por el poeta Óscar González Palencia. El prólogo concede a estas composiciones una condición fronteriza entre pensamiento y poesía, entre la ontología del ser y la definición de la identidad a partir de sus nervaduras interiores. De este carácter reflexivo de la entrega nace una escritura a contracorriente, alejada del ámbito experiencial y urbano, que vislumbra el discurrir como una percepción transversal y aglutina disertaciones en su fragmentaria captación del entorno. La observación del sujeto poético se caracteriza por su carácter subjetivo y por la fragmentación enunciativa de su discurso. Son cualidades  muy presentes en el enfoque de la primera sección “Sol en el corazón” que impulsa un horizonte temático desplegado. Ahí están los poemas que sondean el sentido del mundo y que convierten el verso en un trayecto intelectivo ligado a la búsqueda de respuestas ontológicas y actitudes morales. Tras el epitelio de las apariencias está lo que se adivina, lo que fluye invisible por las arterias de la temporalidad.
   Tras la mirada indagatoria de María Zambrano y la complicidad lírica de Miguel Veyrat, uno de los magisterios orbitales de la poeta, el tramo “Sol al corazón” supone un encuentro entre paisaje y memoria; pero también la sensación nocturna de finitud y vacío. El sujeto es barro y leña caída, conciencia que percibe las grietas de lo ideal. Desde el deambular del ser se siente cómo el calor y combustión de la esperanza languidecen. Cerca la noche, la indecisión, lo oscuro, en el aire de la madrugada esperando, tal vez, la conformada senda del nuevo día.
  En el apartado central “Cruzar paisajes” nuevamente es la claridad reflexiva de María Zambrano quien abre el pensamiento para deletrear los signos del entorno, mientras el fluir del recuerdo se desplaza en su viaje interior. Todo parece abocado a una germinación inadvertida cuyo último sentido se desconoce. Como una semilla que se lanza al vacío y debe encontrar en el silencio su fuerza embrionaria para ser raíz y fruto, el ser es entrega continua, voluntad para sortear la niebla del tiempo y fijar pasos más allá de la intemperie: “¿Hay alguna luz / por la que caminar desnudo sin ser leña”?
   El apartado “Los espejos” asienta en el marco del poema la presencia del yo desdoblado, la imagen que se teje con los hilos de luz y que habla de soledad y ausencia. El sujeto contempla su desnudez como si solo cubriera su carne un epitelio de sueños en el que adquiere forma el rostro de la aurora.
   La coda final “cartas de amor y duda”, la poeta recurre al poema en prosa para dialogar con la escritura de María Zambrano. El verbo aspira a despojarse de imágenes para propiciar un encuentro con la nada y el vacío que aspira a convertirse en viaje ensimismado; al cabo, la palabra se repliega en dirección a sí misma para comenzar a ser solo poesía.
   Escribía en su texto de arranque Óscar González Palencia que “la poesía es camino hacia sí mismo" porque en su deambular cobran voz las cuestiones que aglutina el pensamiento: la fragilidad de la razón para captar relaciones, las inquietudes de la conciencia y las conexiones del yo con el entorno natural. Desde la palabra, la razón metalingüística sostiene esa pretensión de la escritura de sortear la temporalidad, junto a la necesidad de mantener un pensamiento crítico desvelado que encuentra en la parquedad formal del poema breve una amplia cosecha reflexiva. En la práctica escritural de Mónica Manrique de Lara se percibe una orientación metafísica que concede a La leña  un espacio propio y singularizado, en algunos momentos oscuro y con vectores surrealistas que abre campo al discurso intimista, pero alejado del realismo coloquial, donde se exploran las cuestiones centrales de la existencia con una exigente voluntad de rastreo. Con la levedad de quien contempla sombras en el jardín.

JOSÉ LUIS MORANTE


jueves, 20 de octubre de 2022

PUERTAS SIN MIRILLA

Laberintos
Archivo general
de 
Internet

 

DISTORSIONES

 
Tenía demasiadas palabras en la laringe. Un un día su silencio falleció por asfixia.
 
Cuántos parásitos en la piel del rencor.
 
Compra respuestas a saldo. Después busca las preguntas recostadas en el trastero.
 
A diario consume una biografía concisa, pero con varias versiones.
 
Las huellas dactilares de una enumeración caótica: abrazos, silencios, sentimientos, indiferencia y contradicciones. El peso exacto de una memoria poliédrica.
 
Usa puertas sin mirilla; sabe que el peligro está dentro.
 
Aquella poeta publicó tantas veces su fotografía en instagran que los rasgos reales desaparecieron. 

miércoles, 19 de octubre de 2022

BÚSQUEDA

Ausencia
Archivo general
de internet

 

OJO SIN FONDO
 
Todo se precipita en un ojo sin fondo
 
OCTAVIO PAZ
 
   Se desplegó la luz entre la noche inmóvil y me desperté. La inocua claridad mostró un espacio todavía sin nadie. Indeciso, comencé el día buscándome.
 
(De Cuentos diminutos)


martes, 18 de octubre de 2022

CARLOS ROBERTO GÓMEZ BERAS. INVENTARIO

Inventario
Carlos Roberto Gómez Beras
Isla Negra Editores
Colección Filo de Juego
San Juan, Santo Domingo, 2022


 

SIGNOS DE VIDA

 

 
   Creo necesario recordar, para comprender mejor el largo camino literario de Carlos Roberto Gómez Beras, su nomadismo biográfico. Desde los primeros años de la infancia se introduce en la extrañeza y la perplejidad de dos espacios geográficos del Caribe: República Dominicana, país donde nació en 1959, y Puerto Rico, patria de acogida donde se instaló la residencia familiar desde 1964. Allí completa estudios, se vincula a la universidad como catedrático y docente y realiza una intensa tarea cultural, con la fundación e impulso de la Editorial Isla Negra, que refuerza y nunca impide el ejercicio de su viaje central: la poesía. El trayecto poético ha sido reconocido hasta en cinco ocasiones con el Premio Nacional de Poesía y ha fortalecido su traducción a otros idiomas y la ineludible presencia en excelentes muestrarios y compilaciones antológicas latinoamericanas.
   No pasa inadvertido el subtítuto de Inventario en el que el poeta aglutina el contenido orgánico del poemario bajo la consideración de Libro póstumo; la escritura hace balance del después, como si la estela vivencial hubiera concluido y fuera necesario alzar en el pensamiento una estructura cerrada de la devastación, la intensidad de todo lo vivido. La identidad del yo se somete a una reclusión introspectiva y se empeña en descubrir todos los sedimentos de lo perdido. La senda interior comparte la intensidad final de aquellos versos de César Vallejo: “En suma no poseo para expresar mi vida sino mi muerte”.
  El escritor comienza su mirada interior argumentando sus relaciones con la realidad diaria, ese diálogo imprevisible, de contención y evocación serena, en el que se pone en juego intuición, inteligencia y voluntad. Desde esa observación se establece un pequeño inventario de logros y carencias; se mira a un cielo “hecho de intentos, vuelos y caídas”, un sujeto que trata de encontrarse con las esperanzas y decepciones.
 Lo vivido aparece en el transitar del tiempo como una escueta sucesión de migajas, dispuesta a ser materia prima del olvido. Solo queda la conciencia de que el yo camina por un recorrido insondable, casi diluido entre la niebla. Se nombra lo contingente en sus múltiples manifestaciones, desde las voces en el tiempo de la historia colectiva, hasta la memoria del cuerpo y esa textura que marca en lo sentimental el aprendizaje de la vida al paso.
  El peso que adquieren en los días las paradojas de lo cotidiano sirve de contrapunto al afán del quehacer laboral. La vida laborable del poeta inspira muchas composiciones que acercan la realidad y el sedentario declinar que anula el escapismo de los sueños. El sentir conforma una intensa experiencia cognitiva, y el tiempo deposita asperezas sobre la piel mudable de lo cotidiano. La labor del editor deja en su desempeño decepción y extravíos, esa queja de quien percibe que muchos consideran ese trabajo una tarea secundaria, que no alcanza ningún reconocimiento generoso.  En la aridez de esa tarea oscura, queda la compensación de quien une en el espejo su condición de poeta, una voluntad de indagación y búsqueda que busca respuestas en la amanecida.  
   La poesía se convierte en pretexto central y núcleo germinativo de abundantes composiciones, como si la labor de la escritura fuera yuxtaponiendo en el tiempo evocaciones y vivencias dormidas en la estela biográfica. Quien escribe toma el pulso al poeta, al poeta joven, a la palabra crepuscular y a la armonía de las palabras que da sentido, con su densidad de estratos, a las sacudidas del pensamiento. Lo pasado se viste con un cálido simbolismo y las viejas secuencias vitales se empeñan en una lenta navegación por los sentimientos hasta completar en el presente un cálido viaje circular. En él se refugia la introspección de quien rememora la complicidad de la escritura: LA POESÍA: “La poesía es un cuerpo resucitado / que habla en silencios y metáforas. / La poesía es un gesto ebrio / en medio de la noche más clara. / La poesía es un camino no tomado / porque en el deseo está la ruta y su alba. /La poesía es un caerse entre las cosas / para luego, sin las alas, levantarse. / La poesía no existe, como existe el poema que nace, estalla, alumbra y muere para darle vida a otras palabras. / La poesía no muere, porque es la fe / de una herida que inaugura la mirada.”
   Los poemas buscan la herida abierta de la amanecida, nombran las cosas y llenan las manos de signos, deudas y reflejos, tercos materiales que ponen lentitud en lo vivido y transforman el abrazo entre onirismo y realidad en un único poema, ese texto que encierra el destino de cada identidad “como un castillo que se deshace sin que logremos habitarlo”.
  En el último tramo de Inventario, de Carlos Roberto Gómez Beras, conviven textos reflexivos y estados de ánimo que abordan exploraciones sobre la tristeza, el sueño, la fe o los sentimientos con la evocación de presencias referenciales como la hija, la amante, la madre o esas identidades transitorias y efímeras que ponen voz a la soledad y al encuentro. Así concluye esta exploración poética de lo vivido, en la que el tiempo cobra una dimensión que enlaza vida y muerte, el círculo de arena que da sentido a nuestros pasos.
 
JOSÉ LUIS MORANTE
 
 

  

     

lunes, 17 de octubre de 2022

RECUERDO INFANTIL

El Bohodón
Fotografía de
La voz de Medina

 

RECUERDO INFANTIL
 
Antes de que la niebla
apagara su luz,
una vez fue mi casa.
Forjaron sus paredes
maleables arcillas
y barderas resecas;
y protegió sus techos
con  rojizas
 pendientes
para dormir la nieve
y hacer de la nostalgia
una lluvia inducida
por el ceño gravoso del invierno.
Se emocionan mis manos
si abren puertas de nuevo
la cuadra y el lagar,
la escalera sin pasos,
el palomar doméstico
y aquel entorno oscuro del doblado.
Allí –no sé  por qué-
nunca prescribe
la terapia efectiva
del niño que cobija sus preguntas
en los frágiles bordes
de una página escrita.  

      (Del libro Nadar en seco)


domingo, 16 de octubre de 2022

LUIS GARCÍA MONTERO. UN AÑO Y TRES MESES

Un año y tres meses
Luis García Montero
Tusquets Editores
Nuevos Textos Sagrados
Barcelona, 2022

 

ELLA, CONMIGO

 

   Corresponde a Luis García Montero (Granada, 1959) ser nombre referencial de la poesía española contemporánea, tras impulsar, con plena energía, una incansable senda creadora en prosa y en verso, ya que ambas estrategias expresivas comparten en el autor un mismo ideario humanista e introspectivo. Reafirman su apuesta por una escritura de calado humano, que investiga la sensibilidad profunda del hablante verbal y sus relaciones con el tiempo histórico que sirve de cobijo al yo biográfico.
   En el ámbito escritural del profesor y ensayista lo vivido conforma de manera consciente el suelo firme del poema. Por eso, el nombre propio de Almudena Grandes, amor perenne y compañera sentimental del poeta durante décadas está muy presente en los libros más emblemáticos del poeta, desde Completamente viernes (1998)  hasta la recopilación de temática amorosa Almudena (2015).
   La pérdida de la  escritora madrileña, fallecida a los 61 años, impulsa ahora con fuerza y constancia el homenaje que hilvana los poemas de Un año y tres meses y hace de la escritura una declaración de amor que trasciende lo literario. El título del libro, para quien esto escribe, conecta directamente con la literatura de Joan Margarit, cuya poesía está plagada de afinidades con la de Luis García Montero, a pesar de pertenecer a generaciones distintas. En el libro del Premio Cervantes catalán Joana se incluye el poema “Profesor Bonaventura Bassegoda” en el que se guardan estos versos: “Hoy hace tantos años, tantos meses / y tantos días que murió mi hija…” que conectan con el vaivén de precisión temporal que define la enfermedad y ausencia de Almudena Grandes, ese abrumador proceso de deterioro con tanta grieta en la memoria del poema.
   El sujeto poético sabe que ninguna épica, por más que el amor y la voluntad monten sus andamios, será capaz de cambiar la trama del último viaje. Solo queda afrontar la presencia continua de la sombra y poner en los gestos la máxima ternura, como recuerda la cita prologar de la propia Almudena: “mientras él pudiera lavarla, peinarla, acariciarla…”. El amor es un punto de encuentro pactado entre dos y en él conviven “El misterio y el secreto”, esas expresiones de la máxima desnudez sentimental; reformulan oscuras preguntas de los que no saben qué decir. Suenan a lluvia fuerte que emociona y zarandea por dentro a quienes comparten la misma habitación y han prolongado esa estela de hábitos que caligrafían la convivencia y la rutina: “El amor es también una luz negociada. / Me das tus sueños al vivir los míos. / Te doy mis sueños al guardar los tuyos. / Historias que se enlazan como cuerpos.”. Son vidas que parecen imaginarias, pero que imponen la verdad de su ficción, como si buscaran en esa certeza de realidad la propia razón del arte: la poesía es el empeño por vivir otros territorios existenciales y dar cauce a sendas sentimentales que dejen al sol el amor a la vida y los cuidados. El empeño amoroso es disposición total al servicio de la amada y plena voluntad para estar con ella, como sucedía en el soneto de Luis de Góngora, que inspira el verso final.
   La desnudez se impone en el pulso narrativo del libro, sin que nada enmascare el estado de ánimo de quien escribe, herido por el desenlace de la enfermedad y por los sucesivos diagnósticos. Mientras el discurrir temporal prosigue, ausente, con fría indiferencia, como si el hacer daño fuera una costumbre que impone su orden quieto al desorden de siempre. La nueva realidad cambia la sensibilidad de cada día, como si el tiempo se contagiara con una aspereza impertinente que exige estar alerta y aceptar la dolorosa condición del náufrago que bracea cansado sobre una superficie de desasosiego. Ahora suena estridente esa voz del después que “De forma descarnada, sin mentiras / ni argumentos inútiles / nos habla de la vida que hay después de la muerte”.
   Uno de los rasgos de carácter de la narrativa de Almudena Grandes es la predilección por los derrotados, por esos personajes que someten sus actos a la fuerza del destino y que hacen de cada día una trinchera. Lo recuerda Luis García Montero en el poema “Resistencia” para dar sentido a la hermosa palabra en este intervalo de derrumbe físico. Los que vuelven a casa, tras el paso por el hospital, regresan casi vencidos por los hechos y el cansancio y sienten su indefensión y la falta de ayuda en esta retirada hacia la casa, hecha cuartel de invierno.
   La evocación, en este tiempo de ausencia y despedida, hace del recuerdo una exploración interna desde la conciencia ensimismada del yo. Supone, por tanto, volver a la amanecida del amor, rescatar su anecdotario, una suma confusa que entremezcla el ahora y el mañana. Desde el lenguaje se gesta un itinerario de ausencia donde habrá de cobijarse el amor de siempre:  “Supongo que este modo de sentirse / definitivamente hundido / es una forma mía de estar enamorado / para empezar de nuevo / una vida distinta / con el amor de siempre “:
   La soledad condena a una situación paradójica que desliga la identidad de lo referencial: en la casa no hay nadie y tampoco la ciudad es la misma. El yo se convierte en una réplica de sí mismo, un animal doméstico que se debate entre el nunca y el siempre, acorde con la cadencia arrítmica de una temporalidad imprecisa y de una convivencia sin nadie.  La muerte es un viaje de largo recorrido, sin regreso, y la escritura es una despedida que no puede rebasar la realidad del dolor y la ausencia. Duele esa áspera confrontación del enamorado con el parco lenguaje de la muerte, cuya estridencia nunca permite cerrar el círculo del desasosiego. Se gesta así un espacio abierto a la reclusión introspectiva por el que sobrevuelan viajes comunes, secuencias existenciales y la sensación de que ahora nada tiene sentido y que cuando llega la amanecida el día solo tiene una luz sucia.
   En Un año y tres meses el amor es el centro del círculo, pero en el libro se cobijan otras indagaciones como esa función catártica de la escritura; escribir es poner piel y caricia en las palabras para que razonen sobre la enfermedad y los demoledores efectos secundarios que cambiaron hábitos, esperanzas y sueños; que sembraron una terca sensación de impotencia y soledad entre los transeúntes. También bucea en la presencia de la muerte, como un largo ocaso de un año y tres meses, que será en cada instante una declaración de amor, la hermosa narración de una despedida que quiere ser abrazo para siempre.
 
 

JOSÉ LUIS MORANTE    



sábado, 15 de octubre de 2022

CON ÁNIMO INESTABLE

Doy las gracias
(Instituto Cultural de México, Madrid)
Fotografía
de
Paco Huelva

ENTREVISTA A JOSÉ LUIS MORANTE
 
Por LE PETIT COMITÉ
 
   Con un itinerario plural que suma poesía, crítica, aforismos y microficción, José Luis Morante (Ávila, 1956) entrelaza en las entradas de su blog el ánimo inestable de la creación,  ese continuo deambular entre palabras… El resultado es un encuentro pactado con los lectores que varía casi a diario y que ha cumplido más de una década.
 
 ¿No se cansa nunca?
 
JLM.- Sí, mucho; la literatura es un espacio tan amplio que recorrer sus sendas a diario aboca en el cansancio; me acuesto pronto y esas primeras horas del sueño son esenciales para recuperar fuerzas y ánimos; después me despierto con las primera claridad, madrugo, empiezo la tarea y de nuevo al despedirse el día siento los genes de un hombre cansado que repite hábitos, sin variar puntos y comas. Solo sé caminar entre libros; ellos son aliento y brújula.
 
En el blog “Puentes de papel” casi todos los contenidos se ven desde la poesía…
 
Intento ser variado en las entradas, pero la poesía me parece el género esencial; es el que condiciona mi propio recorrido creador  y el que regula las lecturas diarias; dedico muy poco tiempo a la novela y más al ensayo crítico, aunque los libros que dejan más felicidad entre mis manos son los de poesía. Estos días ando feliz porque está a punto de salir Nadar en seco, un libro de poemas editado conjuntamente por la editorial Isla Negra, de Puerto Rico, y la editorial valenciana Crátera. 
 
¿La poesía mantiene esa identidad de ser palabra en el tiempo?
 
La definición de Antonio Machado no ha perdido vigencia; pero hay otros enfoques que no tienen fecha de caducidad y complementan la profundidad del poema: el compromiso, el canto elegíaco, la introspección, el yo solidario, el juego verbal, la imagen, la cata aforística…

¿Cómo organiza su tiempo lector?
 
El cuerpo central de mis lecturas es el ensayo; una y otra vez vuelvo a la obra de Octavio Paz, Harold Bloom, Eliot... Son los parámetros que marcan el trabajo del crítico. Pero luego está la poesía del ahora, ese desembarco continuo de novedades que el buzón me deja a diario y que intento rseñar en distintos medios o en el blog. No es fácil y la impotencia me genera una inquietud que casi nunca se diluye.

La escritura como identidad esencial del yo

Creo que sí,  cada devenir existencial no es sino una suma de hábitos, actitudes y esperanzas; y mi discurrir diario está marcado por la literatura. Son más de treinta años de compañía mutua, de estado convivencial que durante muchos años también compartió la docencia. La jubilación no ha alterado mis costumbres y ha dejado más tiempo para la escritura.

¿Dedica mucho tiempo a las redes sociales?

Son un magnífico instrumento difusor y, por tanto, estoy muy agradecido a ese horizonte digital que permite impulsar el quehacer propio. Además establecen un campo de relaciones muy interesantes con otros escritores y lectores, con los que se crean vínculos de complicidad y cercanía. Es verdad que también tienen su cara oculta y por eso hay que ser selectivos y reflexivos para no abordar debates estériles y contenidos zafios.

Literatura y viajes

Son dos actividades que ofrecen el panorama insólito, el encanto ideal de lo lejano; sus colores impregnan la retina, proponen un largo viaje hacia lo abierto, cuyo escenarios son espacios de una realidad significativa donde cada paisaje deviene experiencia estética, una visión autónoma y fragmentaria.

¿Qué le anima a seguir?

Esas partículas diseminadas en el aire que respiramos: la vocación humanista, las relaciones personales con amigos y lectores, la visión desde la literatura de una realidad más plena y habitable, y esa tarea lánguida y crepuscular de ser un poco más feliz, supongo...

Entrevista en Madrid con José Luis Morante
Barrio de las Letras, octubre, 2022
 

viernes, 14 de octubre de 2022

TACTO DE OTOÑO

Acuarela de luz 

 

AFORISMOS
 
 
No confío mucho en mis certezas. Todas adolecen de desfase horario.
 
También cuando acierto, mantengo la distancia.
 
En la biblioteca personal, hay poesía que huele a tanatorio.
 
En el césped del verano hay desnudos que se secan en mis ojos.
 
Duerme tranquilo. Al despertar, no te espera nadie.
 
El apogeo de la vanidad precisa en la piel el doble ombligo.
 
La opción de olvidar por imperativo estético.
 
Saltó cuando supo que había para él un lugar en el aire.
 
La humildad tiene la desolación de un piso sin muebles.  
 
Las palabras en verano tienen la piel enrojecida y arena en los pies.
 
El intimismo soporta mal el estorbo de la verdad.
 
En la senectud  las utopías bajan la voz.

JOSÉ LUIS MORANTE




jueves, 13 de octubre de 2022

ERRORES Y OLVIDOS

Olvido
Fotografía
Archivo Freepik

 

ERRORES Y PÉRDIDAS
 
   En cada  vuelta del reloj, cometo errores y hago de las pérdidas un hábito continuo. Domino, como nadie, el oficio tenaz de la torpeza; soy incapaz de resolver la ecuación más simple. El hecho gratifica a los que me guardan su resentimiento, porque legan a mi identidad el papel principal en cualquier desvarío; soy el único y manifiesto culpable. Y alegra también a los que me quieren, porque pugnan por cobijarme en un espacio medio, un sotobosque de ternura y resignación. Me equivoco a menudo y pierdo cosas, aunque mi timidez anuncia de inmediato incumplidos propósitos de enmienda.
  Acabo de perder en algún sitio el final de este cuento.

(De Cuentos diminutos)



miércoles, 12 de octubre de 2022

HABER NACIDO DONDE ESTOY

La ruta de la lengua
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia


 

ESPAÑA
 
         De haber nacido, haber
         nacido donde estoy:
         en la España sombría
         y heroica de hoy
 
              BLAS DE OTERO
 
 
En su largo trascurso reconozco
grava suelta y arena,
el andar negligente
de un viajero cansado.
España ya no existe como tema poético,
es  solo un sustantivo que dormita
en el viejo jergón
de un poeta social.
 
Quien se acerca al motivo desempolva
limos y arqueología,
el perfil cartográfico
de semántica triste
que rechazos y odios
confunden con espíritus tribales.
Su oratoria proclama
secesión y ruptura,
 hierro firme
que punza voluntades.
 
Yo, sin embargo, encuentro
en las tres sílabas
esa tierra común
donde creció la culpa y la vergüenza,
pero también la luz
que desvela un principio,
una conciencia mítica,
unos itinerarios de regreso,
un bar abierto en el amanecer.
 
España es el ahora:
sombrío espacio y crisis;
la angustia de la grada y el aplauso
a un equipo de fútbol
de palmarés creciente y talla media;
una bandera, un himno y un idioma
para afirmar que sí.
Oculto en el poema sobrevive
el caos de un país imaginario;
un cúmulo de síntomas
que ya nadie resuelve
y en el que ya no arraiga el mediodía.
Pero guardo por dentro
el rigor de su sed y su pobreza,
el no lugar del náufrago.
 
 
                   JOSÉ LUIS MORANTE
 
                               (Del libro Nadar en seco)