Paisajes del interior Antología de mujeres poetas de la Patagonia Ángeles Rivas (Editora) Imagen de cubierta: Chino Leiva Editorial Isla Negra Colección Los Nuevos Caníbales San Juan, Santo Domingo, 2023 |
CONO
SUR
Una leve cita de Lionel Rivas Fabbri ubica el sur como espacio de asombro y utopía. Desde esa consideración, más introspectiva que geográfica, la escritora descubre signos diferenciales de una antología en la que conviven estéticas diversas tras las mismas características geofísicas. En la Patagonia, en palabras de la editora, “Escribir poesía en el sur de Argentina no solo involucra a los aspectos de la climatología sino, además, en esta acción del pensamiento está presente el clima social e histórico que se vive, convive y perdura en este territorio inhóspito, ventoso, frío, mágico, asombroso”. Además hay otra circunstancia esencial en esta muestra: la condición de mujer, común a las once voces seleccionadas. Es evidente que el discurrir histórico ha supuesto una larga lucha para adecuar el constructo social a las condiciones de igualdad de género, equivalencia en derechos humanos y posibilidades de realización identitaria en el decurso de los interminables procesos de mestizaje y colonización.
La vasta realidad geográfica del cono sur no circunscribe el cauce argumental de las composiciones a un magma normalizado y monotemático. La poesía es una labor singular, con molde subjetivo y personal, donde cada taller busca su sentido místico y cotidiano al cauce existencial. De este modo, la palabra adquiere significación introspectiva y arraiga en el contexto fragmentado de la intimidad, ese territorio que despliega fronteras entre entorno y sujeto.
Ángeles Rivas distribuye el material seleccionado de cada escritora sin el dogmatismo de la nota introductoria. Deja que los poemas hablen por sí mismos y añade como coda final de cada colaboración la biografía literaria. De este modo, la lectura de Paisajes del interior dibuja una cartografía que aglutina sendas expresivas de Liliana Ancalao, Marisa Godoy, Anamaría Mayol, Luciana Mellado, Romina Olivero, Gladys Peña, Aldana Pérez, Aixa Rava, Nanim Rekacz, María Cristina Venturini y Mónica Volonteri.
El intimismo indagatorio de Liliana Ancalao busca respuestas y sentido al camino existencial y su vuelo leve. El sujeto verbal aprende pronto que las alas del yo son cicatrices en la espalda y que el color gris de la amanecida tiñe de lejanía cualquier sueño. Con amplio sustrato biográfico, la palabra poética de Liliana Ancalao propicia un retorno hacia el origen, refuerza la inmersión histórica en el paso colectivo para convertirse en una de las sendas centrales de la poesía mapuche.
Marisa Godoy asienta su verdad expresiva en vértices como la identidad, el decurso temporal, la presencia del otro o la indeclinable vocación metaliteraria: “Escribir es reparar la herida fundamental”.
De Anamaría Mayol resalta una sensibilidad cercana, con signos coloquiales, en la que toma cuerpo el quehacer de la memoria como veta transformadora del epitelio afectivo. En sus tramas argumentales cobra fuerza la antología de lo femenino. Ser mujer es oír en el tiempo un rumor imparable, un temblor que obliga a la conciencia a taponar grietas y transformar paisajes de invisibilidad y soledad perenne.
Resalta el cauce emotivo y sentimental que duerme en los poemas de Luciana Mellado. El amor vertebra la identidad del sujeto, es una pulsión central de su existencia que alienta la búsqueda del otro y que percibe el resplandor del deseo. Pero también es un depositario de dolor y asperezas, de ese estar que hace de lo cotidiano un hilo umbilical con el frío. También Romina Olivero abre en sus poemas una ventana a los sentimientos, aunque alrededor se perciba un entorno nocturnal, como si los cuerpos navegaran por un río de aguas grises. Hay también una clara reivindicación del yo femenino para librarlo de los efectos secundarios de una sociedad patriarcal y cuajada de prejuicios. El contexto espacial aparece explícito en algunos poemas, donde la geografía sufre los rigores climáticos y postula un ambiente futurista inhabitable.
El afán cognitivo reafirma el lenguaje de Gladys Peña; se trata de ver a través de las palabras. Así se conforma la propia identidad y se percibe la impronta nómada de un tiempo en marea continua que acerca el entorno natural y los elementos de un paisaje interior que asienta en sus manos el colmado balance del pasado como un oleaje sostenido.
En el registro lírico de Aldana Pérez resalta ese caminar hacia adentro de los poemas. Con paso introspectivo, la poeta muestra la densa transparencia de las cosas y su misterio intacto. Se trata de intuir la hondura de un estar que cobija sensaciones y sombras, las incógnitas perennes de quien sale a la luz y nunca sabe qué itinerario es el que aguarda su caminar a solas.
Aixa Rava deja hablar al recuerdo para que muestre su legado de asombro. En la evocación manifiesta sus aristas el entorno como marco asociado al despertar de la existencia. La poesía registra la condición temporal y el misterio que cobijan las formas aparentes. Existir es nombrar, intuir aquello que está a punto de despertar.
En las ráfagas poéticas de Nanim Rekack el transitar social retorna con mirada crítica en un claro ejercicio de compromiso con lo colectivo. Pero también la subjetividad marca el ahora en los espejismos de la evocación a través del deseo y el cuerpo como celebración sensitiva.
María Cristina Venturini se acerca a lo genesíaco para conocer la realidad en su estado primigenio. Así mismo hace del lenguaje una terapia capaz de diluir heridas y emociones y de traducir sentimientos para que ramifiquen y se expandan vivos como los estratos subterráneos de las raíces. Su poesía aglutina imágenes de sugerente expresividad sensorial.
La selección se cierra con la mirada poética de Mónica Volonteri. El halo confidencial de su ideario poético explora el abrazo entre el yo plural siempre visto con mirada crítica, cuyos signos muestran un complejo mapa de disonancias, y la evocación de la experiencia biográfica con su semillero de decepciones que caminan entre la verdad y lo posible.
En nota de contraportada, la poeta española Mónica Manrique de Lara resume el testimonio lírico de estas once voces escogidas como una indagación coral que se contempla en el espejo del paisaje. Un diálogo con un entorno natural, donde se oyen los pasos del tiempo, el extraño valor de la existencia, los motivos para seguir en pie. Poesía de disidencia y búsqueda que hace del poema una afirmación de vida, un territorio que aposa la mirada para que salga al aire la meditación evocadora de un paisaje interior.