viernes, 30 de septiembre de 2022

JUAN ANTONIO MORA. LA SILLA VACÍA

La silla vacía
Juan Antonio Mora
Editorial Corona del Sur
Colección Almud Literario
Málaga, 2022

 

PELDAÑOS
 

   Los últimos años de Juan Antonio Mora Ruano (Andújar, 1950) desmienten cualquier conformidad literaria; evidencian una incansable fertilidad creadora. Conforman una etapa en la que han salido entregas referenciales del poeta e impulsor durante muchos años de la revista La hamaca de lona, como el balance La alegría del aire (2019), selección del trayecto prologada por la complicidad lectora del poeta y ensayista, Alberto García-Teresa y un poemario de altura, Nubes, enriquecido por la palabra sabia del artista multiplidiscipinar y excelente poeta Juan Carlos Mestre. En ambos trabajos busca sitio el mismo empeño estético, una fuerza creadora el que aborda la subjetividad del yo como apretura hacia el otro. El afán literario es una forma de existir, una manera de adaptarse al contexto y sus circunstancias cambiantes desde una conciencia crítica. La sensibilidad poética deja escuchar su latido a través de un sondear profundo e introspectivo. Lejos de cualquier esteticismo, las palabras configuran coordenadas para el refugio y la compañía; son lumbre encendida frente a la intemperie. O como subraya con sosegada certeza en su prólogo Alfredo Ybarra: “En La silla vacía encontramos a Juan Antonio Mora buscando la verdad de sus palabras, de sus versos, revisando su vida, buscando su propia verdad, doliéndose siempre desde el aliento del verso. Porque las palabras cuando están cargadas de su autenticidad son la puerta que da paso a la plenitud”.
  La estela creadora derrama en el umbral un amplio abanico de reflexiones en boca de Cioran, Walter Benjamin, Fernando Pessoa, Juan Carlos Mestre, Jorge Riechmann y José Luis Morante. Todos comparten esquirlas pensativas que unen pensamiento y poesía; saben que el arte ha de conmover y que los poemas nunca son neutrales y conmocionan a quien les abre ventanas interiores. Como advirtiera Miguel de Unamuno las palabras nos salvan, entrelazan sentimientos y pensamientos, alzan vuelo a la exploración de una tierra de nadie en la que se define la voluntad de ser, el compromiso cívico del yo con la realidad, desde donde aflora siempre el horizonte de las pérdidas.
   Por eso en La silla vacía –qué hermosa manera de definir la ausencia- están íntimamente entrelazados el recorrido existencial y la fuerza del lenguaje para dar un sesgo de vida a lo transitorio. Nace así un deseo de transcender lo perecedero, de buscar el significado de esos grandes conceptos que someten al fluir de la conciencia a una continua lucha contra el tiempo. Juan Antonio Mora no ha cambiado en absoluto su forma de decir las cosas; ama el despojamiento y la desnudez, el tono íntimo de la confidencia. La tristeza parece imponerse sobre lo cotidiano y apagar los colores diarios, con su cadencia inesperada. Llena al yo poético, sumido en una estela de soledad y grisura.
   Empeñado en entenderse a sí mismo, todo empuja al hombre a una larga búsqueda de sentido y de asumir el propio destino personal; un destino que es también el destino de todos porque en cada uno de nuestros bolsillos perdura una revolución pendiente. El marcado deambular del desasosiego recorre la zona umbría del paso del tiempo, el desgaste físico que cada vez más aflora desde la zanja abierta del espejo; y el cúmulo de ausencias que la muerte convierte en lejanía y olvido, creando una intensa desolación interior: “Hoy, en esta tarde ociosa,  / yo, esencialmente vivo, / me pregunto qué será / de mis amigos muertos / Luis, Javier, Tomás, Eladio, / dónde habitarán sus almas / en este hastío sereno / en esta quimera absurda / en el ocaso del pensamiento moderno”:
  La palabra en el tiempo del sujeto verbal sufre también la inclemencia de la historia, esas sombras tenebrosas que han marcado itinerarios colectivos convirtiendo cada ciudad, como escribiera Dámaso Alonso, en las irrepetibles páginas de Hijos de la ira, en una inacabable fosa colectivo. Por eso es preciso recordar, alzar el dedo y denunciar, pronunciar como Zola el yo acuso para que algún día sea posible la luz de la esperanza., para que los temas que causan dolor se sienten a dormir su largo sueño en el arcón de la memoria y podamos volver a la evocación y la elegía, a aquel hermoso sueño de pureza e ideales que guardaba la infancia.
   Juan Antonio Mora muestra en los poemas de La silla vacía las cicatrices de lo vivido; su generación pertenece a un tiempo marcado por la guerra civil y por aquella línea siniestra entre vencedores y vencidos. Por eso, en este puente de palabras y vida, que crean sus versos despojados  hay dolor, el dolor abierto de la injusticia, la decepción ante un mundo de sombras que ha perdido sus columnas éticas.  Y en ese caminar hacia la última costa cada gesto adquiere un claro perfil ético, el paisaje limpio de la coherencia, la firmeza de ser poeta sin estridencias contra sí mismo y contra el tiempo.
 
JOSÉ LUIS MORANTE
 


 
 

 

jueves, 29 de septiembre de 2022

LUGAR

Despertar
Fotografía
archivo general de internet



 LUGAR

En el cuarto descubro
un retiro dispuesto.
Seduce imaginar
las toscas mordeduras del relieve,
el nudo minucioso de senderos
que invade ese dominio.
existe aquel lugar,
un archipiélago
ceñido a la intemperie de la espuma,
como existe el pasado
con su ruido de puente levadizo.
Sabré cuando se muestre
el orden natural de su transcurso.
Habrá en esa visión
un hueco estupefacto,
un oculto solar
para que se despliegue
tu silente pureza, tu aire limpio.

    (De La noche en blanco, 2005)



miércoles, 28 de septiembre de 2022

ÁNGELES MORA. SOÑAR CON BICICLETAS

Soñar con bicicletas
Ángeles Mora
Tusquets Editores
Colección Nuevos Textos Sagrados
Barcelona, 2022

 

LA HUELLA DE LOS SUEÑOS
 

 
   Ángeles Mora nació en Rute, agradecido municipio cordobés que en 2017 nombró a la escritora “Hija predilecta”. Allí abrieron surco sus composiciones de aprendizaje, casi en la adolescencia, recuperadas parcialmente en el libro Caligrafía de ayer (Rute, 2000). Pero el perfil literario más definido conecta directamente con la ciudad de Granada, donde se instala a comienzos de los años ochenta y concluye la Licenciatura en Filología Hispánica. Pronto participa de lleno en la pujanza cultural del momento, un intervalo de agitación y compromiso que ya forma parte de la historia literaria más reciente bajo dos etiquetas de alto significado: la Otra sentimentalidad y la poesía de la experiencia. Allí alzaría vuelo en 1982 su libro Pensando que el camino iba derecho. Tras esta primera salida el itinerario creador prosigue con La canción del olvido (1985) y, en el cierre de la década, en 1989, encuentran andén La guerra de los treinta años, reconocida con el Premio Rafael Alberti, y La dama errante (1990). Hitos importantes en su poblado recorrido lírico son Contradicciones, pájaros (2000), que consiguió el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla y Ficciones para una autobiografía (2015), reconocido con  el Premio de la Crítica (2015) y el Premio Nacional de Poesía (2016).
   Dejo al margen compilaciones, balances, cuadernos y otros títulos del trayecto para centrarme en la verdad poética de Soñar con bicicletas, donde el ideario de Ángeles Mora se define desde una sensibilidad que enlaza la voz verbal y la condición del yo ficcional zarandeado por sus retos existenciales. De nuevo conviene recalcar el magisterio literario del profesor y ensayista Juan Carlos Rodríguez y su  insistencia en que el río versal está ligado a un tiempo histórico.
   La poesía se gesta alrededor del patio oscuro de la memoria, y ese es el latido que impulsa el apartado “Mi vida secreta” donde escribir es abrir ventanas a un estar oculto, inadvertido, que trasciende los estratos aparentes del entorno para escarbar en la claridad dormida de los sueños. La conciencia percibe que la existencia tiene contraluces y asimetrías, decepciones y una brumosa soledad que invita a la renuncia. Toma cuerpo en el pensamiento la condición de mujer, ese empeño en soñar con bicicletas y mantener en vilo las grafías oníricas para que se ensanchen las aceras angostas de lo cotidiano: “Buscar la luz, / no mirar por los rotos /donde el rencor oculta / su negrura infinita”:.
   El recuerdo reivindica sitio; pone un foco de luz en el ámbito privado de la intimidad. Allí donde se asientan esos vértices tradicionales que construyen la identidad femenina en el mercado, en las tareas de la casa o en las relaciones sociales restringidas. Los roles secundarios se ocultan bajo el vestido de novia y el sometimiento a unas convenciones que borran la luz y la alegría para respirar el aire contaminado de la rutina. El tiempo impone su andadura y todo se transforma en el polvo dormido del pasado, como si las vivencias durmieran dentro, calladas y exhaustas, como “cosas lejanas que no vuelven nunca, / ni tampoco se van”.
   La senda metaliteraria llevar al espacio de las palabras en la segunda sección “La luz del poema” que ubica como umbral el título memoria de la melancolía. Recuerda la autobiografía de María Teresa León que narra sus teselas vitales en los años de la república y el exilio. La poesía se desnuda; convoca hilos de intensidad y sustrato emotivo. Apoya su voz en lo cercano para enlazar con el tono humilde del sentir cotidiano sin retóricas grandilocuentes ni esteticismos hueros. El poema cobija imágenes, adquiere a veces la textura del homenaje, como sucede en “Flores del pensamiento” dedicado a las invisibles poetas del 27, despojadas de las estanterías de la literatura, para ser solo voces de una historia dictada por el olvido. En “Ayer” encontramos otro homenaje a la luz y la memoria de Antonio Machado, junto a una reflexión sobre el deambular del tiempo. El apartado cobija otras presencias intangibles como Federico García Lorca, Chopin, Teresa de Jesús o la ya citada María Teresa León, renacida en el monólogo dramático de “Una mirada en el exilio”.
  El libro dedica el tercer apartado “”Underworld” (Inframundo) a perfilar los rasgos del yo que se asoma a las pesadillas de la propia conciencia en esa distancia continua entre la realidad y el sueño. Lo transitorio asola, nos convierte en oquedades sin luz en medio del fluir de las cosas. Del mismo modo, en el páramo de la historia, el yo femenino ha ido buscando su definición, acotado en su condición marginal que convertía su presencia en una estela dolorosa de mujeres rotas. El poema “Imágenes para una exposición” clarifica el compromiso de la poeta con la defensa de valores de igualdad, tolerancia y respeto, y el derecho a un mundo nuevo más habitable,  sin miseria y explotación.
   Poco a poco el confinamiento de la pandemia se diluye en la memoria, como si hubiera sido un paréntesis de soledad y sombras, de calles clausuradas, y de ausencias que callaron su voz en los días más duros del encierro. Poemas como “Extraña primavera” y “Siempre es domingo” evocan aquella soledad deshabitada de las avenidas sin nadie esperando la luz del nuevo día.
    Uno de los nombres cimeros de la novela negra, Raymon Chandler, presta su voz para la coda final del libro, “El largo adiós”, un grupo de poemas dedicado a Juan Carlos Rodríguez. En los estratos argumentales conviven el intimismo del yo poético y el marco habitable de la ciudad dormida; esa ciudad tan ligada a la propia existencia cuyo callejero ha sentido día a día el paso de la historia, las mutaciones de un tiempo en el que se cobijan las historias del aprendizaje sentimental.
   El recuerdo del compañero de vida y del maestro persiste con la fuerza del amor, tan nítidamente reflejada en “¿Qué hacer?: “Todo al fin me lo diste. / Todo te lo llevaste: la literatura, la vida (…) Esa provocación. / Bien sabías que me bastaba / para seguir queriéndote.”. Y junto a esos instantes compartidos los pasos de la madurez preservados en la memoria, los rostros y señales que anidan en lo emotivo como diligentes fotogramas de una hermosa película que son fieles testigos de lo que nunca vuelve.
   Ángeles Mora ubicaba en el pórtico de su libro el poema breve “Unbalanced” (Desequilibrado), cuya filosofía asocia el caminar por una realidad contradictoria al esfuerzo de la voluntad por sostener sus pasos en el tiempo, buscando verticalidad y equilibrio, como notas sobre un pentagrama. Se trata de alcanzar el destino marcado para sentimientos y sensibilidad, ese atardecer que trae la noche y nos deja a solas con el temblor del frío, para poder soñar con bicicletas.
 
JOSÉ LUIS MORANTE

    

martes, 27 de septiembre de 2022

ENEMIGOS ÍNTIMOS

Tomar las calles
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

 

ENEMIGOS ÍNTIMOS.


 . La soberbia entrecierra los ojos, mira el sol como si fuese el farol de un cobertizo.

 . Los vagos extenuados hacen de su pereza un pedestal, recuerdan a Marx cuando proclama que toda solidez se desvanece.

 . Es capaz de taponar sumideros con sus quejas.

 . Percibe en los consejos el filo cortante de una cuchilla de afeitar.

 . Adquirió cinco naves y dieciséis trasteros. Se hizo almacenistas de coartadas.

 . Su carrera fiscal avanza; aspira a ser el brazo ejecutor de la sentencia.

 . Siempre impaciente,  se le hacen largos esos trámites que debe cumplir la mentira para mentir de nuevo.

 . Pierde en cada viaje a los demás tras el recodo de sus intereses.

 . La vigilia de los enemigos íntimos desconoce las horas perdidas.


(Aforismos de otoño)



lunes, 26 de septiembre de 2022

EL REINO DE LOS MANSOS

Al otro lado
Archivo
Istockphoto



 EL REINO DE LOS MANSOS

El reino de los mansos
es un punto y aparte en la contienda
que nos hace sentir infelices, mezquinos.
Prácticos en las aguas de la sabiduría,
sortean los escollos del vivir cotidiano
con pericia admirable
y su certero rumbo siembre les lleva a puerto.
Si lanzados al aire a cara o cruz
permanecen flotando en órbitas perpetuas
y, por si fuera poco, son evanescentes,
suaves, casi angélicos,
porque limpios de culpa
hacen posible
que otros arrojan la primera piedra.

Con el estupor justificado
del que no entiende nada,
presencian el combate mientras nos reconvienen
de la nefasta imagen que albergamos.
Y su mirada lánguida confirma
que hay que seguir luchando,
para no ser jamás uno de ellos.

    (De Enemigo leal, 1992)



domingo, 25 de septiembre de 2022

MIGUEL CATALÁN. EL ÚLTIMO PELDAÑO (MISCELÁNEA)

El último peldaño
(Miscelánea)
Miguel Catalán
Edición de María Picazo
y José Luis Morante
Editorial Verbum
Colección Narrativa
Madrid, 2022

 

EVOCACIÓN Y MEMORIA

 

   Los pasos literarios de Miguel Catalán (Valencia, 1958-2019) no atardecen nunca; cruzan el tiempo una y otra vez para enlazar pretérito y ahora. Y buena parte de esta continuidad en el discurrir temporal se debe a la prolongada vigilia de María Picazo, esposa del escritor y perenne colaboradora en las contingencias del taller creativo. Gracias a su empeño y a su idea germinal coge vuelo El último peldaño, entrega de esqueleto flexible que es, sobre cualquier otra circunstancia, evocación y memoria, mediodía compartido; homenaje coral a la presencia referencial de Miguel Catalán, aunque la difusión de su obra y el lugar asignado en las primeras filas, estén todavía por llegar. Avalan su centro escritural cinco novelas, tres compilaciones de cuentos breves, el material filosófico de Seudología y los dos diccionarios, Diccionario Lacónico y Diccionario de falsas creencias, junto a la literatura hiperbreve, compilada en Trea, en 2019, con el título Suma breve y en el libro póstumo Suma y sigue (Libros al Albur, 2019). Me apresuro a exponer, por su interés, los contenidos compilados en esta obra singular. La parte esencial del libro y su trayecto de amanecida reúne los aforismos póstumos ya citados de  Suma y sigue (2019), que vieron la luz por primera vez al cuidado de José Luis Trullo. María Picazo ha rescatado entre el material inédito del escritor los aforismos inéditos de Pasos sueltos, un conjunto de textos escrito cuando la enfermedad prodigaba síntomas y sombras, condicionando el estar diario de quien hizo de la serenidad y la aceptación una actitud. El cáncer estaba ahí y era el momento de exprimir cada instante con la sed vital de lo necesario: el amor de María, la atención plena para concluir los proyectos en marcha y las relaciones de intimidad y gratitud con el grupo de amigos que siempre admiró su talento literario y su altura ética. Si es conocido por todos el perfil polivalente del filósofo y su versatilidad para la práctica de estrategias expresivas como el ensayo, la novela, el relato, el aforismo y la crónica periodística, será una sorpresa general la inclusión de un puñado de poemas de amor en el apartado Poemas de la fascinación, donde  el sentir, como semilla verbal y fe de vida, se impone en cada texto para definir, una vez más, el enlace irrompible con María Picazo “desde antes y después”. Solo la clara sintaxis del amor nos salva y esa es la señal más definitoria del pensar poético de Miguel Catalán, quien asume la condición de amante y compañero como una fuerza sustantiva y esencial en sus relaciones con la propia identidad. La respuesta a la invitación de María Picazo para participar en este territorio de afectos fue tan rápida  que hubo que acotar los textos enviados para evitar la dispersión y mantener la textura evocando a Miguel Catalán con diagnósticos independientes. Por ello, Ronda de abrazos incluye textos intimistas (Alejandro Aguilar, Alberto Gimeno, José Payá Beltrán, Antonio Saurí, José Miguel Segura Roselló, Tirso Priscilo Vallecillos García), aproximaciones literarias (Francesc Arroyo, Hiram Barrios, Carmen Canet, José Félix Escudero, Pedro García Cueto, Luis Veres, Javier Paniagua, José Vicente Peiró, Justo Serna), semblanzas de la relación afectiva y memoria personal del trayecto común (Raquel Díaz Seijas, Gloria de Frutos, Francisco Javier Gallego Dueñas, Daría Rolland Pérez y Jean Claude Rolland, Luis García-Chico, José María Martínez Selva, Miquel Martínez, Blanca Rodríguez López); aunque en casi todos los textos se hace patente el epitelio existencial del escritor y su calidez humana en el trato, como si fuese inevitable, junto a la admiración intelectual, el sello humanista y ético de una identidad comprometida con la hondura de pensamiento y con una ejemplar propuesta de vida. Miguel Catalán sigue entre nosotros. Sigue la fuerza de su obra magna, Seudología, un compendio de volúmenes con la mentira como núcleo argumental, que no tiene parangón en nuestro ámbito literario; y siguen sus aforismos como abrazo entre filosofía y cauce lírico y como constatación de un tiempo de certezas líquidas que busca en lo fragmentario una indagación de sentido, un norte, unas coordenadas con criterio crítico. La recopilación El último peldaño, tan bellamente editada por Verbum, la editorial madrileña donde el escritor encontró la mayor hospitalidad para sus trabajos de creación e investigación filosófica, es el epílogo abierto de un itinerario lúcido y pleno. En sus páginas queda el vitalismo creador de Miguel Catalán, la fertilidad de su obra y la impresión de que su magisterio ha marcado un tiempo de paredes firmes que prolonga sus voz frente al olvido.

 JOSÉ LUIS MORANTE

 

sábado, 24 de septiembre de 2022

DESNUDEZ

Caligrafías
Archivo
de
Freepik


 

DESNUDEZ

Nadie es infalible. La creación del hombre lo demuestra

ALESSANDRO MORANDOTTI

 
Los que oyen mal perciben en la realidad un tono mordaz y corrosivo.
 
Termitas, vertiginosa evocación de méritos.
 
El deseo prefiere un dormitorio de falsos tabiques.
 
Ese ánimo que conceden las cualidades innatas: todo lo hace mal.
 
Perdió la identidad en su pasado y  no cesa en la búsqueda.
 
Poco a poco la desnudez le fue convirtiendo en otro.

Aforismos de otoño




viernes, 23 de septiembre de 2022

HIRAM BARRIOS (Ed.) EL PLACER DE FASTIDIAR

El placer de fastidiar
Aforística italiana contemporánea
Hiram Barrios (Ed.)
Prólogo de José Manuel García-García
Epílogo de Armando González Torres
Apeadero de Aforistas
Sevilla, 2022

 

AFORISTAS ITALIANOS DEL AHORA

 

   El catálogo esencial sobre literatura concisa de la editorial Apeadero de Aforistas, que impulsa y dirige José Luis Trullo, presenta El placer de fastidiar, balance de la aforística italiana contemporánea a cargo de Hiram Barrios, académico, aforista, editor y traductor y uno de los centros orbitales de la consolidación del género. Con magnífica resolución formal, la propuesta es un recorrido de aproximación al taller creador de treinta nombres representativos del itinerario lacónico en Italia, ahora en plena proyección mediática por la eclosión de publicaciones, versiones a otras lenguas, la difusión en red y los nuevos espacios editoriales.
  El pórtico “Este libro que en tus manos tienes”, escrito por otro cultivador de teselas verbales, el profesor de New Mexico State University, investigador y aforista José Manuel García-García, recuerda los quehaceres compilatorios de Hiram Barrrios, y el acierto de ediciones como Lapidario. Antología del aforismo mexicano. Son meridianos indagatorios que, más allá de los condicionamientos geográficos y el fundamento local, rastrean el legado minimalista y exploran su polivalencia conceptual. El prologuista recuerda también la adecuación al género que tienen las antologías; son costa abierta a la brevedad y marco de difusión de una estrategia expresiva que requiere “un lector que acepta el juego del asombro, el razosoñador, (muy hermoso neologismo), que busca en el aforismo el equilibrio literario y filosófico. Que entiende la forma sintáctica y la idea expresada en ella, que acepta la condición liminal de la prosa poética, los filosofemas literarios, las máximas abreviadas.”
  Los integrados en El placer de fastidiar conforman los estratos más sólidos de una renovación generacional, aplicada en la confección colectiva de un mosaico de teselas singulares. Nace así una aportación cultural intersubjetiva, una coral de voces que ausculta las posibilidades del decir hiperbreve desde encuadres abiertos; al cabo, como ha sucedido en la historia, el aforismo es un género discursivo, un muestrario de atajos alternativos y, no pocas veces, contradictorios, según constatan recuentos clásicos como la de Gino Ruozzi, Scrittori italiani di aforismi, la scritura aforística de Giulia Cantarutti, o Retoriche della brevitá  de Maria Teresa Biazon, todos citados por Hiram Barrios en su introducción.
   El antólogo clarifica también el aserto elegido para la compilación. El título, extraído de un aforismo de Leo Longanesi, alude a las contradicciones que habitan en cada identidad y a esa rebeldía que zarandea marcos reductores para respirar por libre, mediante un pensamiento abierto al aire. La brevedad suma, ramifica posibilidades en la fragmentación y muestra las conexiones entre paradojas, humor, ironía y mirada crítica, esos ingredientes fastidiosos para los sistemas cerrados y convencionales.
  En el inventario están contenidas varias promociones en activo. Representan a juicio del antólogo una quinta parte de los cultivadores actuales. Como en cualquier proyecto semejante, es un horizonte parcial, selectivo, pero polisémico y colectivo, empeñado en una visión diferente de la realidad bajo el techado de la literatura portátil.
   Abre la estela nominal Giovanni Papini (1881-1956) con media docena de ejemplos mínimos, y con una sustantiva definición del vector aforístico: “Aforismo: una verdad dicha en pocas palabras, pero dicho de un modo que asombra a más de una mentira”. Solo otro nombre, Giuseppe Prezzolini (1882-1982) pertenece al tiempo decimonónico; el cuerpo central de elegidos camina por el siglo XX (Fausto Melotti, Leo Longanesi,  Alessandro Morandotti, Ennio Flaiano, Gesualdo Bufalino, María Luisa Spaziani, Alda Merini…). Otros practicantes seleccionados marcan trazos en en el tramo intersecular y en los albores del nuevo siglo. Entre ellos nombres tan celebrados como Donato Di Poce y Fabrizio Caramagna, bien conocidos ya por los lectores en castellano. En suma, décadas de confluencia escritural y continuo trenzado de itinerarios y líneas de luz.             
   El libro añade como coda final una noticia bibliográfica sobre el anticipo de la antología en el espacio digital con el título Fragmentos del mundo: antología del aforismo italiano, y el epílogo “Post-scriptum” firmado por Armando González Torres. Es un fragmento que sondea la superficie heterodoxa y subversiva del ideario lacónico y compone una reflexión de urgencia sobre el temperamento escritural de lo fragmentario, más allá de la sistematización orgánica de la literatura sapiencial.
   De inmediato se percibe que estamos ante un compendio cálido, de paso ligero, que calienta sus manos en el combustible expresivo del aforismo; que invita a seguir caminado en el silencio poblado de la levedad, esa superficie de soporte humilde en la que cabe el entorno intimista de la amanecida.
 
 
 JOSÉ LUIS MORANTE





  

jueves, 22 de septiembre de 2022

SOBRE LA ROCA

Suelo firme
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia 

 

Todo es siempre menos

JRJ

Ni siquiera se vive una vez

KARL KRAUS

SOBRE LA ROCA 


Extremó la prudencia verbal; no aventura palabras si no es en presencia de su diccionario.

Afrontar sin amargura, sin gestos de abandono,  que lo que pensamos oculta lo que somos.

Su cerebro contiene dos ideas; son tan opuestas que entre ellas cabe un sistema filosófico.

Al florecer el día  rompe la quietud del reloj un aforismo. Sorbos cortos.

Basta mirar la penumbra de alrededor para saber que no estoy.

El puño cerrado de quien corta rosas.

Una pobreza de hospitalidad irrefutable, capaz de ofrecer su vieja cama de faquir.

El silencio y su fuerza de convicción. Sabe quién responde cuando nadie llama.

Si los hechos mueren percibimos el don compensatorio: sus efectos secundarios.

Esa energía de quien se levanta de la cama y  cuando toca suelo ve en su pie desnudo el vértice de una revolución pendiente.

Migas de voz



 


lunes, 19 de septiembre de 2022

ISABEL ALAMAR. BIOGRAFÍA DE OLAS

Biografía de olas
Isabel Alamar
Prólogo de Mila Villanueva
Olé Libro Editorial
Colección Poesía ITES
Valencia, 2022

 

SIEMPRE RECOMENZANDO

 

   La tibia serenidad del tiempo ha ido forjando el perfil literario de Isabel Alamar (Valencia, 1970), Licenciada en Filología Hispánica y en Filología Valenciana, artista plástica, poeta, crítica de publicaciones de ámbito provincial y nacional, y entrevistadora. Su amanecida poética se fecha en la primera década del dos mil, cuando su obra lírica, también la de carácter experimental, está presente en algunas antologías; sin embargo su primer poemario llega en 2017, cuando el catálogo de Playa de Akaba incorpora su libro Cantos al camino. Poco tiempo después la misma editorial publica la segunda entrega de la escritora A la intemperie de tu boca.
   De nuevo salen a la luz sus poemas en Biografía de olas, con hermosa ilustración de portada a cargo de la autora. Mila Villanueva sondea la sensibilidad del libro en el prólogo “El impacto de la sencillez", que clarifica de inmediato la naturaleza de su contenido poético. Isabel Alamar deja “un mar sereno de sílabas, de símbolos, de imágenes y cantos, un balbuceo de hermosísimas palabras, un océano desbordante de lirismo, un poemario escrito con aparente sencillez…”.
   La escritora pone en sus pasos para organizar el contenido poético la respiración de los cuatro elementos germinales, como si alzara una cosmogonía habitable mediante una estela de poemas. Las cuatro secciones se nutren del sustantivo olas como elemento uniformador del camino: “Olas de tierra”, “Olas de agua”, “Olas de fuego” y “Olas de aire”, pero en sus contenidos vislumbramos enfoques plurales.
  El apartado inicial opta por el tono confidencial autobiográfico. Quien escribe es consciente de su estar solo y de las contingencias que fragmentan el caminar al paso. La densa constancia de los días conforma una historia vital que aglutina percepciones y pensamiento. Ese viaje interior de quien se mira a sí mismo difunde grises y decepciones, esos bucles de pérdidas y derrotas que parecen alejar cualquier cielo. Se trata de vivir, estar y ser y cada mañana hay que remontar esperanzas para que permanezca la ilusión del vuelo y cicatricen las heridas. Nada hay más complejo que descubrir la arquitectura elemental sobre la que se alza la existencia: “No necesito / más que tierra, aire / sal y fuego / para ser como un gato / y vivir en libertad”. Desde esa sensación de despojamiento y entereza, el yo transita el tiempo y aguanta la intemperie.
    Hay un sostenido contraste entre la focalización del yo ficcional en los poemas de “Olas de tierra” y la materia verbal de “Olas de agua” donde el poema se convierte en vértice reflexivo. Hay una meditación sobre la escritura a partir de dos citas extraídas de un ensayo de Kepa Murúa. Quien escribe moldea soledad  en agua de palabras, en la búsqueda ontológica de la razón del canto: “Auténtica es la luz / que busca al poema / y lo despierta”.
    De inmediato aflora en el tercer apartado “Olas de fuego” la sensibilidad amorosa que alcanza su expresión en el deseo. La pasión transforma, es una voz interior que cruza los espacios de la noche. Todo se hace lumbre y melodía, capaz de interpretar el pentagrama de los cuerpos. Mediante el amor la vida se convierte en un transitar común que se llena de acordes.
   Isabel Alamar practica el haiku desde hace más de una década; ya en 2013 fue seleccionada para formar parte de la antología Un viejo estanque y conoce los trazos que vertebran el canon clásico japonés. En la parte final “Olas de aire” la estrofa monopoliza el molde formal convirtiendo al yo poético en mero testigo. La observación dicta los enunciados del poema: “Nada ni nadie / en este banco abandonado / salvo la lluvia”. Se despliega un horizonte visual de elementos diversos, capaces de velar lo autobiográfico para que resalte, pleno y fuerte, el horizonte, un entorno hecho para la contemplación que busca capturar el instante: “No está muerto / tan solo dormido el árbol / blanco sin hojas”. Aunque predominan las secuencias visuales, queda sitio para la voz confidencial y meditativa, que abre una lectura simbólica: “También un día / las aguas subterráneas / encontrarán su cauce”.
   En esos apuntes del entorno que reflejan los ciclos estacionales y sus variaciones tan cercanas a los mismos cambios del transcurso vital, los haikus hilvanan argumentos sin el esquema habitual; de este modo hay haikus con un apéndice versal: “En medio de la nada / en pleno desierto / puede florecer la flor / más hermosa del mundo”; otro ejemplo: “Fusión rápida de hojas / las verdes con las marrones / las marrones con las amarillas / y las rojas con todas”, un poema que tiene el destello emotivo del haiku pero que anula sus convenciones.
    Biografía de olas Traza un claro camino entre itinerario biográfico y el discurrir del tiempo. La misma naturaleza muestra siempre la condición transitoria de sujeto y entorno en la que se articulan el amor, la esperanza y la fuerza de la memoria. Captura imágenes para que pongan color y luz en lo diario, o se apresten a escribir historias leves, sencillas, al alcance de una mano abierta, en la que se resguarda un final feliz.
 
JOSÉ LUIS MORANTE



 
 

sábado, 17 de septiembre de 2022

BAJO EL TRAGALUZ

Amanecida
Archivo de internet

 

BAJO EL TRAGALUZ 


Esos amigos que parecen puzzles en los que no encaja ninguna pieza.
 
Un anclaje en el agua.
 
Queda la versión íntegra de su historia personal. Nada bajo el tragaluz.
 
Solidaridad de papelera, que deja sitio de inmediato a todo lo que sobra.
 
El topo defiende la semejanza cromática.
 
Solo percibe las palabras propias. Las voces ajenas son ruidos abruptos.
 
Me dedicó en seis meses tres adjetivos, dos adverbios y cuatro preposiciones. Un despilfarro austero.

(Aforismos al paso)

 


jueves, 15 de septiembre de 2022

INVITACIÓN AL HAIKU: A PUNTO DE VER

A punto de ver
José Luis Morante
Prólogo de Susana Benet
Editorial Polibea
Madrid, 2019

 

(Prólogo)

 

   El título de esta colección de haikus, (escritos entre 2014 y 2018), alude certeramente al contenido del libro, porque el lector está a punto de descubrir lo que el recodo del camino oculta, la continuación, el presentido final. De hecho, lo que el haiku pretende es eso, insinuar sin llegar a decirlo todo, trazar sin definir demasiado el objeto, como en la pintura sumi-e. De este modo la lectura nos seduce y nos incita a avanzar porque siempre deseamos descubrir qué se oculta más allá de las palabras.

   Esta incertidumbre late a lo largo del libro pues José Luis Morante, buen cultivador del lenguaje, posee el arte de sugerir. Conoce bien el haiku y sus misterios. Muestra su realidad con breves destellos como el brillo de la lombriz en el surco removido, tal como revela su haiku “TIERRA HÚMEDA”, uno de sus mejores logros, en mi opinión: “Húmedo brilla / el surco removido: / una lombriz”.

   Todos los haikus que componen este libro llevan título, algo poco frecuente, pero que nos recuerda al poeta mejicano José Juan Tablada (1871-1945), pionero del haiku en castellano,  quien aparte de incluir la rima en sus tercetos, también los titulaba. 

   Quiero destacar el estilo personal de este poeta, quien no se somete al llamado haiku estacional, como lo haría un cultivador ortodoxo, sino que rompe con esta convención para dar una visión más real, viva y creativa de esta estrofa, como ya lo hicieron algunos haijines que abandonaron la senda de Bashô  buscando la renovación. Y porque, tal como lo siento, el haiku no debe encorsetarse en unos principios inamovibles que podrían llegar a empobrecerlo, convirtiéndolo en una imagen estética y orientalizada, un mero producto de imitación.

   Tal como el propio autor manifiesta en el epílogo, a través de uno de sus aforismos: No me parece agotado el concepto de poesía estacional; pero es una cualidad compatible con la adhesión del haiku a las causas del corazón.

   El poeta habla de lo que contempla y le impresiona, de lo que vive y añora con una sinceridad indiscutible. Se limita a mirar, como en su haiku “ESPINAS: Jardín de cactus. / Sobran cuatro sentidos. / Solo mirar.”. Pero no solo mira afuera, sino también hacia dentro. Se mira a sí mismo como en un espejo, sin rechazar esa faceta intimista que algunos teóricos invitan a excluir del haiku. “EL YO Y EL OTRO: En el espejo / con sutil acritud, / reproches mutuos”.

   Incluso se permite acercarse, con fino humor, al estanque de Bashô para ofrecernos esta visión particular: “CON BASHÔ: Cañas y juncos / cubiertos de verdín. / Faltan las ranas”.

   Fijando mi atención en su depurado estilo, deseo destacar haikus que considero muy próximos a la forma clásica y que, además, logran un nivel de sencillez y sutileza admirables, como puede apreciarse en “LEVEDAD: Tacto de brisa. / Recobra su temblor / la enredadera”. O en esta deliciosa estampa titulada PRIMAVERA: “Un estornino / picotea la nieve. / Abril regresa”.

   Otras composiciones, que podrían considerarse conceptuales, no nos dejan indiferentes, porque en su fondo permanece el eco de la emoción, como sucede en “PASEO: Un despertar / por caminos sin nadie. / Ser más distancia.”

   En esta rica amalgama de vivencias y sentimientos, nos sorprende el agua que fluye como “un inasible reptil” o  las nubes que pasan “con sus hábitos negros”. Nos acercamos a lo inmenso, pero también a lo pequeño, pues todo tiene cabida en el mundo que nos rodea, como queda sutilmente expresado en “TESOROS: Guardar adentro / lo mínimo y lo grande; / montaña y brizna”.

   Que los lectores de José Luis Morante disfruten de este ameno recorrido, donde los breves detalles, como amapolas entre el trigo, conviven con lo inabarcable, como la voz del mar.

 

                                     Susana Benet, marzo de 2019



 

 

martes, 13 de septiembre de 2022

FLORENCIO LUQUE. MELISMÍNIMAS

Melismínimas
100 Aforismos flamencos
Florencio Luque
Prólogo de Manuel Ángel Vázquez Medel
Apeadero de Aforistas / Cypress
Sevilla, 2022


 

ACORDES CON VOZ
 
 
   El flamenco como expresión artística y forma de entender la tradición popular andaluza suele quedar a trasmano del entendimiento general; se considera una manifestación folklorista, de localización cultural precisa y limitada. No es accidental por tanto que muchas veces se conciba la práctica del flamenco  con trazos pintorescos, asociados a lugares comunes. Yo también he pensado así durante muchos años, hasta que conocí a mediados de los noventa al poeta Félix Grande. Su sabiduría literaria y su testimonio personal, sembrando enlaces entre flamenco, música y literatura, convirtió el flamenco en arte e incansable motivo de creatividad. Transcendiendo lejanías de cualquier abstracción, el flamenco está marcado por el latido vital; nutre un impulso constante y creativo que aglutina cante, toque y baile.
   En Florencio Luque (Marchena, 1955) el flamenco, como la pintura, también es una pasión y a ella consagra el libro Melismínimas que aborda esta veta artística desde el conciso decir del aforismo. El prólogo de Manuel Ángel Vázquez Medel “La esencia del flamenco, la esencia de la palabra” recorre el itinerario creador que se bifurca entre la poesía y el aforismo al abordar la intimidad del hablante verbal y la voluntad unificadora de una obra en marcha. El prologuista avisa de que “cada aforismo de Florencio Luque es una invitación a la reflexión, pero también a la emoción. Un milagro que se opera desde el sabio manejo de las metáforas, las paradojas, los juegos de palabras que apuntan constantemente hacia lo atávico, hacia la raíz del grito, hacia esa percusión sobre la nada que somos…”
  Melismínimas es una entrega organizada en cinco secciones, con cita de apertura en cada apartado. En el de amanecida, “Boca” es José Ángel Valente quien aporta esa paradoja que convierte a la ceniza en núcleo germinal de la semilla. La mirada aforística estudia en su retina los sustratos del canto. El lenguaje se hace introspección: “Se canta para encontrarse y no reconocerse”; “Quien canta se adentra en su silencio”, “Si sabes oír ahondas en tu abismo”. En esta veintena de aforismos los argumentos transforman el canto en materiales de acarreo que entrelazan sintaxis coloquial con resonancias literarias, términos cultos y pensamientos filosóficos, buscando intensidad comunicativa.
   El avance del libro integra dibujos del autor como coda de cada sección, que, como se ha dicho, emplea un sustantivo como clave de agrupamiento y una cita que alude a la sensibilidad mayoritaria de los textos. El apartado “Manos” elige este aforismo de definición de Andrés Neuman: “Uña. Límite entre el tacto y la avaricia”. Sorprende en esta sección la notable carga poética de las ideas; muchos aforismos parecen versos o tienen un innegable epitelio lírico: “Un arrullo de agua brota del trémolo”, “Acorde: tela de araña sonora”, “En el tacto de lo invisible florece el duende”.
   Jordi Doce refrenda el apartado central “Pies”, que enlaza sin quiebros aparentes con la línea expuesta y que se nutre del baile como eje orbital de las teselas: “En el pulso del metrónomo los pies por un laberinto”, “El ritmo existe, el compás se inventa”, “Quien baila el silencio oye su vacío”.
  Como expresión de una sensibilidad múltiple, el público es el testigo elegido para compartir y el receptor final del trabajo creador. En el apartado “Público” encontramos las variantes de ese desplazamiento entre sujeto activo y contemplación: “Tocaba de oído”, ignoraba que era sordo”, “Si enmudeces, es bueno”, “Sobriedad flamenca: menos virtuosismo y más indigencia”, “El flamenco es confesión y desgarro, no alarde de pregonero”.
  El flamenco entona una queja honda y colectiva, el canto nace desde dentro, es oscuro y profundo porque forma parte del fluir de la conciencia. El arte da voz a los oprimidos; y establece una conciencia social vigilante se implica en lo cotidiano. El conjunto de cierre “Crítica”, nacido bajo el oportuno paraguas visual de Andrés Rábago “El Roto” se acerca a la consideración colectiva del cantaor: “El flamenco es un género popular bastante impopular”, “La radicalidad de la experiencia flamenca abomina de cualquier retórica”, “Todo sentido polisémico es limitado, pero el cante lo hace infinito”, “De lo que no se puede hablar se gime”.   
   El lenguaje aforístico de Florencio Luque apuesta por el único sentido; el flamenco se convierte en material meditativo, con la intención de reivindicar una parte de la identidad colectiva. En ella se cobijan emociones y técnica, pero también una filosofía existencial que sondea la propia intimidad con ternura incisiva. Al cabo, “el flamenco es tan desmedido como la vida”.
 
 JOSÉ LUIS MORANTE


 
 
 
 

lunes, 12 de septiembre de 2022

JAVIER MARÍAS. LOS ENAMORAMIENTOS

Los enamoramientos
Javier Marías
Alfaguara,
Colección Debolsillo
Madrid, 2011

                                          

LA JOVEN PRUDENTE

 

   Una autoridad de nuestras letras, Francisco Rico, se convierte en un fugaz personaje secundario de la novela de Javier Marías Los enamoramientos. En su breve aparición escénica toma en préstamo muchas de las características del sujeto real; es un sabio filólogo catalán, de verbo fluido e incontinente, al que todo lo acontecido a partir del Renacimiento le parece un asunto menor, como si el presente fuera un paréntesis existencial colmado de trivialidades. La presencia de Francisco Rico es sólo un dato en  favor de la verosimilitud, aunque en Javier Marías los géneros literarios son espacios difusos, sin delimitar, porque lo real es ambiguo y condiciona el comportamiento; la misma armonía rutinaria se trastoca por cualquier suceso azaroso sin que sirva de nada la previsible concatenación de causas y efectos. Cada transitar oculta numerosos resquicios y escapatorias, como si hubiera una vida pública y otra íntima y privada.
   En Los enamoramientos una familia de clase media, bien definida por sus hábitos anodinos, es sometida al duro trance de un asesinato aleatorio: un acuchillamiento fortuito del cabeza de familia por parte de un mendigo que se dedica habitualmente a aparcar coches. María Dolz es testigo de esta ruptura de la normalidad y se convertirá en la narradora de las existencias convulsionadas por la muerte. El hecho, sin  motivos lógicos, altera radicalmente la disposición de las piezas en el tablero: el ausente reclama un lugar en el recuerdo de los vivos y los familiares se empeñan en vivir como si el desaparecido todavía deambulara por los itinerarios de lo doméstico.
   Sin embargo, los detalles no encajan y los hilos sueltos –retazos de una conversación, actitudes desconfiadas, suplantaciones…- acaban confirmando que la  normalidad es sólo una más cara que oculta actitudes cuanto menos sospechosas o poco explicables. María ve similitudes entre la nueva situación social y aquella escena bíblica en la que el rey David enamorado de la belleza de Betsabé, envía a su marido Uriah a la primera línea de batalla para que al morir pueda suplantar su lugar. Y esa hipótesis poco a poco desvela una situación sorprendente. La ética personal debe enfrentarse a un papel incómodo: el papel del delator.
   Javier Marías se siente cómodo en la digresión. Sus argumentos no avanzan acumulando acciones sino reflexiones, busca dibujar la psicología de los personajes mediante largos monólogos y extensos ejercicios introspectivos. Lo que sucede casi siempre está dentro del sujeto. Si la anterior novela del madrileño Tu rostro mañana es considerada la obra cumbre del autor por su monumentalidad (tres volúmenes) y compleja estructura, Los enamoramientos puede leerse con cierta sencillez, aún con el hecho insólito de que el novelista opte, por primera vez, por un punto de vista femenino al contar la historia. Es una ficción menos ambiciosa, de mínimos hechos, pero con la prosa característica de un imprescindible de nuestras letras, de una prosa que es siempre imperativo de calidad.
 

                                                                  JOSÉ LUIS MORANTE   



 

sábado, 10 de septiembre de 2022

ENEMIGO LEAL

Enemigo leal
José Luis Morante
Colección Ángaro
Sevilla, 1990

LOS HECHOS CONSUMADOS

Gracias a mi torpeza,
al cómplice silencio de los días lluviosos
y a los buenos oficios de enemigos comunes,
has conseguido un odio a la medida,
que apenas se vislumbra.
Surgen imperceptibles
las miradas oscuras, asesinas,
en las cosas que amo,
el sonido quebrado de una cuerda vocal
ofertándome aliento,
el brillo delator de tu pupila 
en mis desolaciones.

Nada que objetar; la elección hace libres;
sabes muy bien qué ganas o qué pierdes.

                     (De Enemigo leal, 1992)

 

viernes, 9 de septiembre de 2022

ANTONIO JIMÉNEZ MILLÁN. NOCHE EN PARÍS

Noche en París
Antonio Jiménez Millán
XII Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado
Fundación José Manuel Lara
Colección Vandalia
Sevilla, 2022

SOMBRAS CON LUZ


   La obra poética de Antonio Jiménez Millán (Granada, 1954) poeta, ensayista, antólogo, editor, traductor y profesor universitario figura por derecho propio en la nómina de autores contemporáneos de relieve. Sus entregas conforman un paisaje verbal donde son coordenadas el retrato ficcional del yo, la conciencia de lo transitorio y la frustración de lo cotidiano por el desmantelamiento de refugios utópicos. Así se ha ido gestando un itinerario que es machadiana palabra en el tiempo y responde a un propósito dialogal, comunicativo. La voz expone, con pausada claridad, el epitelio de incertidumbre de un yo reflexivo y transeúnte, deambulando por una sociedad de valores mudables que requiere un necesario espíritu crítico y un carácter ético, capaz de borrar cualquier acantilado conformista.
  Los poemas de Noche en París, escritos entre 2018 y 2022 y reconocidos con el XII Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado, descubren un ámbito temático persistente: la ciudad como despliegue de sensaciones e indicios. El callejero urbano es metáfora temporal y es a la vez el contexto en el que la conciencia se dispone a completar lejanas perspectivas con las cartas marcadas de la experiencia.
  El deambular lírico elige como inicio la composición “Memoria del agua”, cuyo título, como recordarán muchos lectores, coincide con la reciente compilación Memoria del agua. Poemas sobre Granada (2022) en cuyo recorrido se anticipaban inéditos escritos en los dos años anteriores a la soledad pandémica. Las páginas contienen poemas reflexivos, haikus y evocaciones que alojan los pautados movimientos del pensar, el abrazo entre claroscuros y amanecidas.
   El escritor incorpora a su poblado itinerario creador un surtido muestrario formal que fluctúa entre el verso libre, el haiku y los poemas en prosa. Como sugiere el esquema japonés, la contemplación alumbra conocimiento y percepción; la mínima secuencia versal del haiku pone de manifiesto una realidad trascendida, ambigua, a contraluz, cuyo perfil entrelaza belleza y armonía. Esta mirada indagatoria del poeta conecta intervalos diferentes, enlazados en la búsqueda constante de oír rumores en “el rodal del tiempo”. La evocación despereza recuerdos, acaricia el frágil epitelio de la memoria, como sucede en el poema “Una visita a la Alhambra”, dedicado a Joan Margarit y su esposa.
  Los poemas escalonan veredas y sentidos, direcciones que no olvidan nuestra finitud. El tránsito vital no puede desasirse del vacío. Con extraña quietud, la muerte respira cerca; es una puesta de sol que tiende sus brazos para un último encuentro. El discurrir conforma “el saldo triste de un presente en fuga”. El transitar de los días ubica en los sentidos los indicios de un lento desguace; conforma ausencias, acumula nostalgias mientras el personaje verbal se empeña en recorrer las galerías de la incertidumbre.
 La sección “Retratos” recorre la distancia hacia el otro. Con tonos amarillos dibuja poemas habitados por secundarios que un día asomaron a los ventanales de la intimidad para diluirse después en los sombríos laberintos de la nada. Suenan los pasos de Místico López, Bola de Nieve, y Fernando Pessoa, personajes a la intemperie ya casi convertidos en pálidos fantasmas que habitaron un día una cartografía peculiar y única, un marco de representación también ahora convertido  en muro de cristal.
   El apartado que da nombre al libro “Noche en París” suma las prolongadas vigilias que anticipan el viaje. Paris es un entorno real que hace posible la mirada amable y esperanzada del visitante. Pero la ciudad es también un pretérito vivo que regresa desde otro tiempo para buscarse. Como escribiera Ch. Baudelaire “Paris cambia, mas nada en mi melancolía ha cambiado”. Desde esa certeza, el visitante recrea historias de otros moradores deslizando su faz por el mapa de la remembranza. Recordar es alzar un mundo tenue, hecho de retornos y mutaciones, que trae consigo una incierta desintegración.
  El peso enunciativo del poema en prosa deja el exilio de Miguel de Unamuno en Fuerteventura, en 1924, cuando el país soportaba la dictadura de Primo de Rivera y París se convirtió en acogida y protección contra espíritus gregarios y figurantes que ahora, en el manso fluir del presente, se han convertido en sedentarios turistas con cámaras fotográficas. El poeta emplea en sus composiciones movimientos de travelling, frecuentes desplazamientos entre el pretérito y el ahora, para dibujar ambientes de cine negro o para recorrer los barrios más representativos de la urbe. Al cabo, “la memoria puede ser una llaga o un bálsamo”.
   Siempre versátil en la construcción de sus textos, Antonio Jiménez Millán, reúne en “Fragilidad”, un tramo dedicado a Juan Vida, un conjunto de sonetos. La estrofa cerrada suena de nuevo con la armónica cadencia de la rima y la frescura de la inmediata resolución argumental. En estas historias comprimidas se refleja el duermevela de la ciudad y la atmósfera decadente de sus sueños perdidos. Con magnífico cierre el soneto V dibuja esta desidia sensorial: “No es sueño ni ficción: es realidad. / Es una inesperada distopía / que toma la ciudad como escenario. / Se convierte la cámara en vigía, / se queda con el gesto solidario / y la conciencia de fragilidad”.
  La soledad sonora de “Sentimental Mood”, aserto inspirado en la canción In a Sentimental Mood, compuesta por Duke Ellington en 1935, construye un armonioso fondo sonoro, una melodía capaz de cobijar pretéritos en el pentagrama. El jazz –aquella música inolvidable que sonaba en el París de Rayuela-  deja en “Memoria” el sonar descarnado del saxo en el que se refleja “un rastro inolvidable de noches”, el brillo de un instante auroral que no volverá a repetirse. El poeta elabora un inolvidable catálogo con las voces de Edith Piaf, Aute, Janis Joplin, Miguel Ríos o Serrat que suena a homenaje generacional, a espejismos de un tiempo de plenitud y asombro en el que se confunden en la misma emoción inolvidable palabras y música abriendo al tiempo otros itinerarios.
   Noche en Paris alumbra en sus poemas un trabajo de madurez y permanencia. Conjuga estratos anclados que hacen del ahora un espacio transitable y profundo. Su poesía abre surcos en busca del origen, de esa esencia de ser que poco a poco deshuesa el discurrir y aboca a un mundo incierto. Aunque todavía, y como siempre, las palabras alzan sus ramas firmes, su fuerza desvelada, su margen reservado para el vuelo.
 
 
JOSÉ LUIS MORANTE


 

jueves, 8 de septiembre de 2022

ABRIR LAS ALAS

Levitación
Archivo fotográfico
de
123RF


 

ABRIR LAS ALAS
 
(Aforismos)
 
 
Solo habla consigo cuando hay un intérprete disponible.
 
La impaciencia aconseja hornear semillas.
 
El toldo del tragaluz es un oxímoron.
 
Entre los misterios de la inteligencia, el empeño de ocultarse a diario.
 
Quien no sabe dónde ir  mantiene siempre un inquebrantable compromiso con el traspiés.
 
La humildad cumple con mérito la función de ser nota a pie de página.
 
Rareza: una amistad sin ánimo de lucro.
 
Cuando aletea cerca, el optimismo recuerda la mínima vibración de una libélula.
 
Esas voces que visten a diario papel de lija y ganan altura cuando callan.
 
Acabé identificando su belleza con el vacío; en ella, todo es nada.
 
Es acaparador y avaro; cuando respira guarda el oxígeno y el anhídrido carbónico.
 
Qué triste la lectura volátil, la que no tiene huellas dactilares.
 
 
(José Luis Morante)
 
 
 
 

miércoles, 7 de septiembre de 2022

SANDRA BRUNO. HUMANOSIS

Humanosis
Sandra Bruno
Texto de contracubierta de Antonio Díaz Mola
Editorial Olé Libros, Colección Poesía Ites
Valencia, 2022

 

LA PIEL SIN ALAS
 
 
   En la poblada senda del mapa poético contemporáneo Sandra Bruno (Toulon, Francia) es una voz de amanecida. Aunque comenzó muy pronto su relación con la literatura, como lectora precoz y escritora de algunos relatos, su primer poemario La piel incierta no se publica hasta 2021. Pocos meses después deja nueva colección de poemas en la editorial valenciana Olé Libros.
   Se me permitirá iniciar esta mirada crítica al quehacer de la escritora con dos consideraciones previas: la potente expresividad del título y la llamativa cubierta diseñada por Artedelínea. Sandra Bruno echa a volar el neologismo “Humanosis” construido a partir del sufijo griego “osis”, cuya semántica originaria alude a formación, impulso o conversión, y cuyo empleo más frecuente se asocia a patologías corporales y enfermedades, como corroboran términos como cirrosis, escoliosis o trombosis…
   El poema prologal “Humanos sin piel” refrenda lo expuesto hasta aquí: ”Nosotros, los humanos, / hemos mudado sin pedirlo a otra especie sin piel, / con los huesos empapados en incertidumbre / y los ojos llenos de presente ahogado / en un lago de proteicas condiciones”. Como aquel inolvidable Gregorio Samsa kafkiano, el yo existencial regresa de la noche convertido en un monstruoso insecto, de naturaleza indefinible. La mutación alude a un cambio de identidad que ha perdido sus claves referenciales.
   Desde esa semilla argumental alza su estructura orgánica un poemario distribuido en tres apartados: “Sin piel”, “Crisálida” y “Sombra sin alas”. El apartado inicial emplea una cita del poeta, ensayista y traductor Josep Maria Rodríguez de tonalidad umbría: “¿Alguna vez pensaste que tu cuerpo / es solo la envoltura/ del gusano de seda de la muerte”. La potente metáfora refrenda de nuevo la brusca transformación del yo en otro y la existencia de un pasado perdido en los repliegues de la memoria que no se corresponde con un presente angosto y zarandeado por la contingencia. El ahora amenaza derrumbe y es necesario emprender la tarea de la reconstrucción; hay que buscar dentro un espacio habitable: “la vida conecta con un mundo interior hecho cemento / uniendo alfareros de esperanza / con raíces de barro y seguridad”. Ya no se trata tanto de buscar una utopía lejana e ilusoria sino de abrir paso al sosiego del ser consigo mismo y su arquitectura existencial. La realidad ha reducido su estridencia para que germine intacta entre el silencio una floración de sueños: “Ahora toca vestirnos / con nuestra verdad, / sin maquillaje ni más colores / que los del arcoíris /        de un nuevo despertar”. Sin embargo, la soledad prosigue su caminar al paso, condena al encierro y al ensimismamiento, como si el estar en un tiempo de pandemia, que dejó tanta desolación y muerte, hubiera fosilizado los relojes y nos hubiera deshumanizado un poco más.
   La poeta emplea el sustantivo “Crisálida” para agrupar los textos del tramo central. Es un término asociado al asombro infantil y la impaciencia por ser testigo del proceso de crianza del gusano de seda, encerrado en una humilde caja de zapatos. El paso de larva a crisálida supone la construcción del capullo y ese tejer un refugio cárcel con hilos de seda. La mutación abre un discurrir temporal aleatorio en el que se van cristalizando esperanzas e ilusiones, como ovillos sueltos que dejan ver sus grietas de incertidumbre: “Entre pavesas nadan los sueños rotos, / sin más corriente que la de un presente / huérfano de futuro y de pasado”. A pesar de esta sensación de aspereza en el entorno, el trayecto no borra rincones de esperanza. Así lo enuncian composiciones como “Marcharse” que transforma la ida al umbral del regreso, a esa voluntad enardecida que, tras la pausa del desánimo, retoma pasos pendientes y el largo recorrido de la alegría. La vida invita a la exploración de otros horizontes de luz que buscan lugares renacidos para el prodigio: Madrid, San Sebastián o esa hermosa acuarela azul del litoral.
  Hay una nítida unidad expresiva en la construcción del libro. Los poemas avanzan creando un clima sensorial que anuda emociones y pensamientos. El tramo final “Sombra sin alas”, en el que se acumulan nombres cimeros del legado literario como Rosalía de Castro, Emilio Prados o Vicente Aleixandre, alude al efecto Fata Morgana, ese espejismo que da vida a realidades visuales alternativas; los deseos más profundos del yo buscan liberarse de sus ataduras para emprender vuelo y altura; se trata otra vez de recuperar esa inocencia infantil que añora el tacto de las mariquitas, sus nítidas manchas de vida al paso en este ahora de sueños perdidos que ha mudado la piel del ser humano: “De nosotros, los humanos, quedan rescoldos / de lo que fue nuestra esencia / entre lágrimas cristalizadas / donde yacen, presos, los fantasmas / de una generación tatuada / con la sangre fresca de su asombro”.
   Sandra Bruno deja en Humanosis un espejo de nuestro tiempo y de su deshumanización; un aviso de que esta soledad ensimismada nos ha transformado casi en motas de polvo y ha borrado el propio camino de conocimiento y aprendizaje. Así consolida, en palabras de Antonio Díaz Mola, "una poética del asombro donde se indaga la esencia de lo humano desde una mirada interior, introspectiva" Solo quedan en la piel fragmentos divididos de sueños y esperanzas, indicios vitales que airean su dolor estremecido. Y en este triste rumbo hay que volver al día. Nos reclaman, con entonación estremecida, la transparente piel de las palabras, la sed de ser nosotros.

JOSÉ LUIS MORANTE




   
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