domingo, 28 de febrero de 2021

LUIS LIQUETE. LA TEORÍA DEL ÍMPETU

La teoría del ímpetu
Luis Liquete
Talento Caligrama,
 Penguin Random House, 2020
 

LA VOZ DEL TIEMPO


   Hace mucho tiempo que el cuento breve superó su condición de género secundario para convertirse en una estrategia expresiva con cultivadores que ya forman parte del canon literario. Así se constata en la ejemplar antología Cuento español actual (1992-2012), con prólogo y edición de Ángeles Encinar, donde se vislumbra el paisaje finisecular y la variedad de estilos, procedimientos y tendencias. A este cauce fuerte se suma Luis Liquete (Villasarracino, Palencia, 1952), Licenciado en Ciencias Químicas e Historia Medieval por la Universidad de Valladolid, cuya travesía literaria comienza en los volúmenes colectivos editados por los talleres de escritura creativa de Fuentetaja y deja su primer fruto en solitario en el volumen de semblanzas Mis personajes singulares (2019).
    Luis Liquete prosigue escritura con La teoría del ímpetu, una compilación de treinta y dos relatos, precedida por las sugerentes citas de Miguel de Cervantes, Roland Barthes y Jorge Luis Borges, nombres que atestiguan la condición insular del lenguaje y el sentido genésico de las palabras como esencia que fusiona cotidianidad e imaginación. Por derecho, memoria y evocación son claves vertebradoras del cuento, y así se define en el primer relato “Don Lucio”. En él, la peripecia vital de un viejo profesor en el devenir histórico del final del franquismo adquiere el aire conjetural de lo autobiográfico, como si el semillero argumental formara parte de un rescate fragmentario de sensaciones, ubicado en el mapa de la memoria.
    La voz narrativa de los cuentos iniciales mantiene un enfoque figurativo. Se asienta en la creación de escenas costumbristas protagonizadas por identidades cercanas que trasmiten complicidad y emoción. Son voces que están ahí, dispuestas a compartir esas mínimas experiencias que dan sentido a lo diario, cuando la rutina gris del transcurrir deja paso al asombro y la inesperada contingencia que significa un quiebro vital. Son circunstancias visibles en los relatos “Han disparado a Pipe”, “Tres pájaros azules”, “Los silencios del afilador” u otros de mínimo desarrollo argumental como “El encuentro”.
    El cuento que da título al conjunto “La teoría del ímpetu” pone en primer plano al joven Galileo Galilei, para dejar paso, en el itinerario biográfico fijado por la Historia, al cauce suelto de la posibilidad. De este modo, el relato humaniza al protagonista y le da una apariencia más cercana y vulnerable, frente a la intransigencia inquisitorial.
   Otros relatos comparten su condición de ficciones enunciativas cercanas al recuerdo personal, como lejanos episodios de un yo concreto, o prosas líricas que enaltecen las aceras cotidianas de la realidad, como en el texto titulado “La región más transparente”, que toma el título de la primera novelas escrita por Carlos Fuentes, aunque su avance argumental es muy distinto, y contagia una brisa erótica, vitalista y gozosa, que aleja del tiempo cabizbajo de la realidad.
   En la entrega conviven relatos que ponen de manifiesto la tendencia de Luis Liquete a conceder credibilidad al cuento empleando la fuerza narrativa de la primera persona, pero también la Historia sirve como marco accional a relatos como “Lobo Durán ha vuelto”, “Juan Martín El Empecinado” o “A veces es conveniente decir basta”, en el que resuena el tiempo ominoso de la guerra civil, o el microrrelato “Pintxo Lavinca y la pena”, sobre el anarquista Matero Morral.
  En La teoría del ímpetu se pone de manifiesto una persistente preferencia por el dibujo de una realidad hecha de aparentes pasos rutinarios, que acercan el pasado al presente en una sosegada convivencia de atmósferas. En ellos germinan esos temas básicos que definen el existir: el amor y el desamor en “Mi primo Antón Calamaro” o “Una tarde tonta”, la muerte, en “Mi tío Aureliano”, o el complejo laberinto de las relaciones personales que hilvana relatos como “La sonrisa de Lucía”.
    Luis Liquete rompe la monotonía ficcional con una voz cambiante que cede el cauce argumental al narrador omnisciente, al nosotros oral y a la voz directa del testigo. Esos enfoques capturan al lector con su discurso que explora lo aparente para decirnos que los personajes sortean la fragilidad de su destino en el estar callado de la soledad, o escuchan ese umbral que trazan el onirismo y lo simbólico, que propone sendas abiertas, para que los itinerarios de la memoria se ensanchen con recorridos por explorar. Al cabo lo previsible en el cuento no es sino el color cambiante de la amanecida, el tacto imprevisto del asombro.

JOSÉ LUIS MORANTE

   

viernes, 26 de febrero de 2021

OTRA CIUDAD, LA MISMA

Lagunas del Porcal
Rivas Vaciamadrid, Madrid

 

OTRA CIUDAD, LA MISMA
 
En este mundo, nada está en su sitio,
empezando por el propio mundo.
 
EMILE CIORAN
 
 
.  Es febrero crepuscular y las aceras congregan un estar frío y ensimismado. Como si yo caminase a trasmano, pongo lentitud en la mirada y en los zapatos. Tengo la cabeza y el corazón a pájaros, como esos cielos de la laguna del Porcal que alientan los vuelos migratorios de chovas y cigüeñas.
 
. En el centro comercial reponemos provisiones. Alguien habla en voz alta. Otro asiente a intervalos. Una soledad común conectada, con oídos atentos, en la distancia. Sólo yo permanezco fuera de cobertura. Quité el sonido al móvil y cuando lo enciendo me he perdido seis llamadas, y algunos mensajes que recuerda asuntos literarios que hay que programar. Debería ayudarme más a mí mismo; solo, no puedo.
 
. Pido un café con leche y abro un libro. Apenas leo unas líneas. Elijo un ventanal que testifica el tránsito incesante. Frente a mí un asiento vacío y esa caligrafía de la ausencia que escribe en lluvia oblicua. Otra ciudad, la misma. Y yo no estoy.
 
. En los escaparates saldos y rebajas, liquidaciones, los indicios continuos de la crisis y un desamparo que coloniza sitios y que mira en silencio. No debo escribir un diario; me mana la tristeza y hay que ser optimista, aunque no sepamos para qué.

. En el año de pandemia se han borrado abundantes afectos: poetas y aforistas, editores, críticos conocidos y gente de paso cuya existencia se fue diluyendo en la nada. Dejaron un pasado que a veces retorna y acrecienta su peso, como si recalcara que sin ellos miro con luz artificial.  Pero lo tengo claro; no voy a asumir una actitud sumisa y reconciliada con los que dejan al margen sus compromisos, sean de la naturaleza que sean: personales, literarios o sociales...
   Cansado de los que son etéreos.

 
(Apuntes de invierno)


jueves, 25 de febrero de 2021

FEDERICO IRIZARRY NATAL. LA ESCRITURA DEL GREMLIN

La escritura del Gremlin
Federico Irizarry Natal
Editorial Isla Negra
San Juan, Puerto Rico, 2020

 

ANTIPOESÍA Y MINIMALISMO EN PUERTO RICO

  

   Poeta, ensayista, director de la revista Ceiba y profesor en el Departamento de Español de la Universidad de Puerto Rico, Federico Irizarry Natal aborda en La escritura del Gremlin un análisis de calado en torno al registro escritural de tres poetas puertorriqueños: Salvador Villanueva, Edgardo Nieves Mieles y Jorge David Capiello. Aporta un subtítulo de semántica orientadora, vertebrado en dos vértices estéticos que ya conforman tradición en el dinamismo dialógico de la poesía contemporánea latinoamericana de la postmodernidad: laconismo minimalista y fluir antipoético.
  Antes de afrontar esta metafísica conceptual, es necesario precisar el carácter simbólico que adquiere el gremlin como criatura mitológica y malévola, capaz de diluir la calmada quietud de la rutina con sostenidos sabotajes operativos. No cuesta establecer un parangón entre las fechorías de la criatura y los proyectos literarios configurados desde el disentimiento y la experimentación. Se trata de oír los pasos en la sombra de un lenguaje radical, premonitorio y dispuesto a erosionar conformismos y posiciones estéticas, cultivando la desestabilización sísmica y las grietas aleatorias de la deconstrucción.
   Con gran sentido orgánico, Federico Irizarry Natal integra su panorámica de conjunto en cinco tramos de fuerte autonomía reflexiva, pero complementarios entre sí. Los capítulos parten desde el marco teórico alzado en torno a la antipoesía y el minimalismo y, una vez asentado el sustrato conceptual, se explora la persistencia de ambos idearios estéticos en el ámbito puertorriqueño. Por último se focaliza en plano corto el legado poético de la terna elegida mediante el análisis de cuatro libros: Poema en alta tensión, de Salvador Villanueva; Con las peores intenciones y La esperanza es verde como el mugir de las vacas, de Edgardo Nieves Mieles; y Casquillos, de José David Capiello-Ortiz. 
   Desde una perspectiva teórica, la antipoesía tiene como núcleo germinal el trayecto lírico de Nicanor Parra y su espíritu desestabilizador y subversivo que entrelaza elementos poco convencionales como la dicción prosaica, el cinismo o la ironía. El concepto genera una recepción disonante con aplausos afines en autores como Raúl Zurita, Bolaños, Piglia o Benedetti y negaciones extremas que anatemizan la antipoesía como oquedad estética y vacío, como un decorado de cartón piedra dispuesto al rodaje de una parodia. Alto interés encontramos en la definición de  Mario Rodríguez para quien la antipoesía es la puesta en escena de la crisis de la poesía occidental a mediados del siglo XX.  Es sabido que la base conceptual del minimalismo, válida también para el cultivo de formas breves como el aforismo, el epitafio o el haiku, es la fragmentación, el laconismo y el ejercicio de condensación establecido por su economía configuradora. Desde los ejes de simetría de ambos polos operativos, es el momento de abordar lo que Federico Irizarry Natal entiende por “escritura del gremlin”: “una práctica de alteridad discursiva organizada en torno de un ágil ingenio perturbador que se caracteriza por un espíritu revisionista y transformativo”. (P. 59).
   Al enlazar los términos antipoesía y minimalismo con el cauce canónico puertorriqueño se percibe el vacío, como si fueran conceptos disonantes y ajenos a la práctica escritural. La tradición del país se ha centrado con obsesivo empeño en la búsqueda de la identidad nacional, y no será hasta mediados de los años setenta cuando la fragmentariedad minimalista y el ideario antipoético abran el canon con su impulso de renovación literaria. Así ambas actitudes creadoras comienzan a integrase en una tradición casi fantasmal, como perspectivas alternas y estigmatizadas, por más que el ensayista recuerde obras y escritos concebidos desde la disonancia vanguardista.
   Corresponde a los últimos tramos del ensayo la exploración minuciosa del trayecto creador de Salvador Villanueva, Edgardo Nieves Mieles y Jorge David Capiello y el estudio rizomático de sus libros más perseverantes en las coordenadas sustanciales del minimalismo y la antipoesía. Irizarry Natal despliega un conocimiento preciso y  una documentada información. Al sondear Poema en alta tensión, primer poemario de Salvador Villanueva, acuña una expresión de fértil lucidez: la experiencia del límite. Así enmarca una estética transgresora cuyo afán expresivo evoluciona “hacia un registro descarnado cuya violencia aspira a la concienciación de una realidad desfundamentada en el contexto del despertar sombrío” (P. 118).
   El minimalismo antipoético de Edgardo Nieves Mieles impulsa un proceso reflexivo en torno a las entregas Con las peores intenciones y La esperanza es verde como el mugir de las vacas; ambas propuestas acogen una densa imaginería surrealista, intensa intertextualidad y un sustrato temático centrado en el absurdo existencial. Su tendencia al cambio de dirección y a la rehabilitación, frente al nihilismo y al escepticismo de Villanueva resulta iluminadora en la construcción de una realidad más habitable.   
  El sondeo en el registro de Jorge David Capiello se hace desde el libro Casquillos porque concreta  “un quehacer contratextual, transgresor y lúcido”, una enunciación marginal elaborada con textos vinculados a la estética cubista y la reescritura paródica, que deja espacio a un continuo cuestionamiento de la tradición mediante creaciones híbridas, originando un ideario estético transgresor y una alteridad discursiva perturbadora.
    La escritura del gremlin perfila su contenido con el trazo firme de un ensayo brillante. Constituye el empeño exploratorio de líneas de fuga que cuestionan la estética unitaria y orgánica del canon. Recupera posturas conexionadas con la heterodoxia y la visión rupturista del arte poética. Hace de la diferencia un espacio verbal hospitalario en el vuelo libre de la creación.
 

JOSÉ LUIS MORANTE


 

 


miércoles, 24 de febrero de 2021

PASEOS Y REAJUSTES MENTALES

Los que esperan
(Librería de San Ginés, Madrid) 

 

PASEOS Y REAJUSTES MENTALES


Las certezas son provisionales siempre, pero para que sean certezas deben anclarse en el rigor y la claridad.
 
Las desviaciones y virajes no son atajos del camino sino conducción temeraria.
 
Cuando recorro Madrid, supongo que duerme dentro de las estatuas una sensibilidad dispuesta y vigilante.
 
Los que aprueban las propias ideas por consenso, exilian de inmediato las ajenas.
 
Caminaba a solas; concedió a su pensamiento un año sabático.
 
Dijo “liberación del pueblo” y todos los testigos prematuros practicaron con urgencia la estampida.
 
Tan ecuánime que exigía puntualidad al año-luz.
 
El desarraigado social añora más a los enemigos que a los amigos
 
En el activismo de la razón, una alternativa urgente: pensar.

El papel como afirmación ontológica; huelo a librería de viejo.


(Aforismos inéditos)

 

martes, 23 de febrero de 2021

ANTONIO MACHADO. EL DÍA DESPUÉS

Antonio Machado

 

 

VENDRÁ LA MUERTE…
 
                                             Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
                                                                             C. Pavese
 
Pisa la muerte
el  limo intransitable…
Cerca, Colliure.



lunes, 22 de febrero de 2021

ASCETISMO

habitación vacía
Edward Hopper
 

ASCETISMO

 Necesitaba poco. Y lo poco que necesitaba, nunca lo necesitó

 Su proceder fue sumando una correcta sucesión de hábitos. Limó necesidades hasta soportar un ascetismo extremo, de rostro sombrío, en el filo cortante de la renuncia. De noche no alteraba costumbres. Cuando dormía vencido por el cansancio, su imaginación buscaba un hueco propicio y en él alojaba siempre el mismo sueño.

(De Cuentos diminutos)



domingo, 21 de febrero de 2021

LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y BARBARIE

El arte de convivir


 

AMANECIDA

No os dejéis seducir:
no hay retorno alguno.
El día está a las puertas,
hay un viento nocturno:
no vendrá otra mañana

BERTOLT BRECHT
 
 
  Las páginas del diario gustan de la literatura de interiores. Así que acepto que el impulso de escribir estas líneas no nace de la literatura sino de la historia; soy un ciudadano en la calle, con conciencia social, un testigo de un tiempo colectivo repleto de frustración y melancolía, de palpable desnorte. Por eso quiero dejar clara mi versión sobre un presente de barricadas y barbarie.
 
  Sorprende que los políticos que amparan la barbarie casposa e incendiaria no hayan leído la Constitución y no sepan que el artículo veinte, en todos sus apartados garantiza la libertad de expresión y de pensamiento. Y naturalmente es el poder judicial quien debe velar para que sus manifestaciones se cumplan en un marco de respeto, pluralidad y convivencia, como sucede con el rapero anarquista encarcelado.
 
  Ninguna constitución de Europa, ni de países plenamente democráticos como Nueva Zelanda, Australia, Canadá o Japón ampara el enaltecimiento del terrorismo, las amenazas de muerte, la incitación al vandalismo y el desprecio a las instituciones básicas del estado. No se encierra a quien manifiesta sus ideas sino a quien dinamita la convivencia con conductas agresivas, asociales, chabacanas y violentas, que soliviantan el derecho al honor y la libertad personal
 
  Parece que doscientos intelectuales muestran su pedigrí democrático apoyando al supuesto artista; o no han leído sus letras o no han leído la constitución, o no han leído ninguna de las dos cosas. Porque el reclamo de apoyar una buena causa como la libertad de expresión -¿Quién no apoyaría este derecho?- simplemente es un cebo para incordiar la convivencia democrática, siempre digna de mejor causa y de más sólida masa intelectiva.
 
  Las pérdidas económicas del patrimonio urbano las pagamos todos, salvo el activismo decrépito de quien no tiene nada que perder. La razón nunca decepciona. Aporta un futuro común y es el arranque de un tiempo habitable y sin adoquines. El civismo y la convivencia suponen estímulos esenciales para salir del letargo económico.
 
  La manipulación ideológica confunde voluntades y alienta extremismos radicales de izquierda y derechas que suelen comer en el mismo plato, ante el desconcierto del yo contemporáneo, incapaz de distinguir entre la libertad de expresión y la barbarie.
 
Artículo 20 de la Constitución Española:
1. Se reconocen y protegen los derechos:
a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción.
b) A la producción y creación literaria, artística, científica y técnica.
c) A la libertad de cátedra.
d) A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. La ley regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas libertades.
2. El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa.
3. La ley regulará la organización y el control parlamentario de los medios de comunicación social dependientes del Estado o de cualquier ente público y garantizará el acceso a dichos medios de los grupos sociales y políticos significativos, respetando el pluralismo de la sociedad y de las diversas lenguas de España.
4. Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia.
5. Sólo podrá acordarse el secuestro de publicaciones, grabaciones y otros medios de información en virtud de resolución judicial.


                                                          

sábado, 20 de febrero de 2021

SONIA CHOCRÓN. HERMANA PEQUEÑA

Hermana pequeña
Sonia Chocrón
Prólogo de Zoé Valdés
Editorial Eclepsidra
Colección Vitrales de Alejandría
Caracas, 2020 

ESCALAS

 Escritora multiforme, Sonia Chocrón (Caracas, 1961) protagoniza una propuesta creadora en la que buscan sitio la ficción narrativa, el cuento, los guiones cinematográficos y de televisión y un prolongado cauce poético, iniciado a comienzos de los años noventa. Una labor de convivencia de géneros que tiene voluntad unitaria y ha sido distinguida, en su desarrollo, con diferentes premios y reconocimientos. Tras la reciente reedición en España de Bruxa y Toledana en 2019 por Kalathos Editorial, al cuidado de David Alejandro Malavé y Artemis Nader, el volumen Hermana pequeña prosigue con su exploración lírica sobre la pulida piedra fría del presente. La indispensable colección venezolana Eclepsidra, que dirige la poeta Carmen Verde Arocha, nos ofrece una edición de pulcro formato; cuenta con una introducción de la escritora cubana Zoé Valdés, quien describe el abanico de poemas como “un estado de excepción anímica”; resalta el divagar constante por lo mítico familiar para ser de niebla o no ser sino un puro flujo de la conciencia. Por su parte, la voz enunciativa de Saúl Sosnowski define este anclaje poético de Sonia Chocrón como un entrelazado autobiográfico de “Líneas que conjugan huidas, abandonos y rescates, a través de la memoria, de la amorosa entrega a lo más cercano, del sensual paisaje por su cuerpo”.
  La poeta caraqueña ofrece como umbral una obertura que clarifica el título; el epígrafe procede de un fragmento del poema litúrgico para año nuevo “Ajot Ketaná” “Hermana pequeña”, del Rabi Abraham Hazan de Gerona, quien vivió en la baja edad media del siglo XIII. Junto a ese apunte de la tradición cultural judía, otros dos nombres fuertes preceden al deambular inquieto del poema: Idea Vilariño y Alejandra Pizarnik, dos territorios poéticos del canon, ya convertidos en paradigmas de la incertidumbre existencial. Con ellos sale a la amanecida un poemario cuyo tema esencial es la focalización de un ámbito preciso en un tiempo de soledad desapacible que empuja al exilio interior. En esta geografía perturbadora de la memoria se intensifican las conexiones entre el sujeto poético y una realidad agresiva en sus contornos. Los poemas enfocan lo doméstico, hacen de la observación del testigo un sustrato de conocimiento y búsqueda. La escritura nace desde la negación de un ahora proclive al derrumbe que invita a la huida. La esperanza no encuentra sitio y es necesario buscar un pasadizo a otra realidad más habitable: “Entiende que todos nos vamos aunque el cuerpo se / quede / de la misma forma que nos abandona / un suspiro y su estela impalpable / O como un desmayo negro sobre la / alfombra “. (P. 27).
  En el ideario de Sonia Chocrón la evocación va sumando las escalas del tránsito vital. Son sitios marcados por ese afán de comprender la incontinente sucesión de causas y efectos que genera el discurrir; los recuerdos nacen desde otro tiempo donde las figuras familiares conforman todavía un equipaje afectivo. Los poemas propagan un luminoso legado sentimental, contrapuesto a las manos vacías del ahora, que alimentan el desconsuelo de una vejez prematura. Ese itinerario del estar es una senda repleta de espacios personales ubicados en la experiencia directa: la urbanización Altamira en el municipio Chacao, el Cementerio del Este  o de la Güairita, la Plaza el Venezolano, en una de las zonas más antiguas de Caracas… Son estaciones de paso donde se guardan secuencias vitales que perduran intactas. En “Cementerio del este” se acentúa la presencia de la muerte. La gravedad de la ausencia no es un concepto frío y objetivo sino una realidad que afecta a los padres, identidades concretas que ponen en la mirada un velo de orfandad estremecida. Poco a poco, la estela de instantes, vivida en común, crea la condición del superviviente, la obligación asumida de protagonizar una vida pequeña en lo diario, proclive a la añoranza y a las pesadillas. Esas historias nocturnas de la vigilia buscan su propia forma expresiva como mínimos relatos que no se disuelven en la amanecida, como si fuera necesario invocar en los meandros del poema todo aquello que ahora parece arqueología sentimental: “cementerios vivos, casas muertas, calles estancadas”.
   Se hacen puntos de luz en esta cartografía afectiva otros enclaves que alternan contrastes: el complejo recreativo del Club Puerto Azul, que tantas emociones depositó en la infancia, el corazón urbano de Caracas, donde se alborotaba la vida social o la propia casa familiar son supurantes heridas que han perdido el epitelio de la felicidad para convertirse en apagados destellos que confinan una tediosa incertidumbre. Ni siquiera el amor y el deseo siguen en pie, son espejismos del cuerpo que ya no pertenecen sino a las calladas turbulencias del cuerpo.
  Hermana pequeña es un libro de estela autobiográfica, de recuerdos que manan hacia adentro con voz intensa y estremecida. Su lenguaje condensa despojamiento, desnudez y la complicidad estremecida del lector. En el recorrido personal del protagonista, que marca las inflexiones de este largo poema fragmentado, se impone la necesidad de compartir grietas y huidas. El peso sombrío de la memoria siembra sensibilidad para preservar los resquicios. Ese periplo de inquietudes que despliega un presente agónico, por el que caminan, perdidas como extraños transeúntes, las divagaciones y dudas. Más que nunca, se hace necesaria una conciencia en vela para descubrir una realidad herida de contradicciones y engaños, solo habitada por la ausencia. Las palabras enuncian que existir es esa mezcla de pesimismo y esperanza que empuja a seguir en pie, que hace del poema una roca, un tronco firme que lucha a solas contra la tormenta.
 
 
                                                                                       JOSÉ LUIS MORANTE


viernes, 19 de febrero de 2021

HORARIO DE INVIERNO

La nada puntual
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Archivo STOCKPHOTO 

 

HORARIO DE INVIERNO

 En mi casa, el toldo del tragaluz es un oxímoron.

 Entre los misterios de la inteligencia, ese empeño en ocultarse a diario.

 Un ejemplo de fidelidad  extrema; mantuvo siempre un inquebrantable compromiso con la estupidez.

 Cuando aletea, el optimismo recuerda la mínima vibración de una libélula.

 Esas voces que ganan altura cuando callan.

 Acabó identificando su belleza con el vacío; en ella, todo es nada.

 Tan avaro que cuando respira se queda con el oxígeno y con el anhídrido carbónico.

 (Aforismos inéditos)

 

 

jueves, 18 de febrero de 2021

ACERCA DEL SUEÑO

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ACERCA DEL SUEÑO                             

                            a mi hija Irene

 I
      
Qué es el sueño, preguntas,
con la abrumadora ingenuidad
de quien me presupone una respuesta.
Y yo salvo el escollo
modulando una frase convulsa
en la retórica de los desconciertos.
Te digo: el generoso don
que la fatiga obtiene de la noche,
una brizna de luz escalando la sombra,
el envés de una historia
cotidiana y absurda;
tú misma, hija mía,
cada palabra tuya, cada gesto.
No sé si el sueño
es potestad del hombre
o comparten los sueños animales y cosas.
Ignoro de igual modo qué hilo teje
su textura de seda,
qué alzada confabula
su hermética apariencia
o qué brújula guía
la estela de sus viajes.
Sé que hay sueños tristes y gozosos,
oscuros y diáfanos,
ocasionales y obsesivos;
sé también que hay sueños tan hermosos
que el tiempo los indulta y perseveran,
y no envejecen nunca.
 
 
II

                       A mi hija Ana
 
Hay sueños que una noche
consumen su existencia
y otros que se prolongan con los días.
Simulan los primeros
una especie común de lepidópteros
y acaban siendo pasto
del trastero y del polvo,
como un experimento vanguardista.
Levísimos planetas alumbran los segundos,
como estrellas fugaces que convocan
múltiples y azarosas travesías.
Ante nuestra mirada sus figuras componen
un paisaje celeste,
intangible materia en sereno reposo,
donde habita la luna del deseo.
 
                                          JOSÉ LUIS MORANTE


miércoles, 17 de febrero de 2021

JOAN MARGARIT. DESPEDIDA

En voz baja
(Librería Alberti, Madrid, enero de 2018)
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia


JOAN MARGARIT: DESPEDIDA

 
     Llegué muy pronto a la poesía de Joan Margarit (Sanaüja, Lleida, 1938)  pero no fue hasta abril de 2003, en Cambrils, cuando conocí al poeta. Estábamos invitados a unas Jornadas Literarias, coordinadas y organizadas por Ramón García Mateos, en elas que también participaban Antonio Gamoneda, Jaime Siles, Félix Grande y Enrique Badosa, junto a poetas más jóvenes: Luis Felipe Comendador, Ada Salas, Mercedes Escolano... La tarde de nuestro encuentro tuvo un intimismo cordial que me sorprendió. El poeta me regaló Joana y me confesó la abrumadora contingencia biográfica que habitaba detrás de los poemas. Yo expliqué mi trabajo crítico, le regalé Causas y efectos y pedí permiso para plantear una edición bilingüe de su obra poética para la colección Letras Hispánicas de Cátedra. Y el poeta aceptó encantado. Comenzaron entonces tres años de trabajo con llamadas frecuentes, algunas cartas y una disposición colaboradora que adelantó el proyecto casi un año. En marzo de 2006 salía la primera edición de Arquitecturas de la memoria  y aquel libro selló para siempre nuestra amistad. Hubo presentaciones, entrevistas, encuentros en Rivas y Lucena, y visitas al instituto donde yo trabajaba. Joan leía con tal intensidad que fascinaba a los alumnos y la respuesta de los estudiantes era siempre la misma: largas filas para que el poeta les dedicara su ejemplar e intercambiara con ellos algunas palabras.
   Los encuentros se han repetido en el tiempo, ya que el poeta ha sido muy fértil y siempre presentaba sus libros en Madrid, en la librería Alberti, mientras su prestigio literario iba creciendo como una secuoya hasta obtener en plena madurez dos reconocimientos de gran repercusión cultural, el XXVIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Premio Cervantes 2019 que originaron un seísmo mediático y una estela de interpretaciones. Pero Margarit no cambió nunca su forma de estar en lo diario y su manera de sentir la poesía. Más allá del horizonte político peninsular y la fractura ideológica y social propiciada por el independentismo está la certeza, los ojos en el retrovisor del tiempo, de que en su dilatado recorrido poético nunca se ha generado hostilidad entre el catalán y el castellano. Así lo escribí en el prólogo de mi edición crítica Arquitecturas de la memoria (Cátedra, 2006). El arquitecto y profesor de la Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona es un escritor bilingüe que crea en los dos espacios idiomáticos.
   Su obra forja pasadizos comunes entre ambas lenguas en un proceso creativo sometido a continua revisión, según queda constancia en El primer frío (Visor, 2004). La compilación recorre tres décadas, de 1975 a 1995, y contiene una severa poda selectiva. El prólogo recuerda que la voluntad de hacer poemas despierta en plena juventud en Tenerife, donde la familia se instalado en 1954, por asuntos laborales, inaugurando una etapa enriquecedora cuyas instantáneas serán rememoradas con frecuencia. Ya en Barcelona, se matricula en la Escuela Superior de Arquitectura pero el deseo de un destino literario es tan intenso que abandona las aulas para incorporarse a un trabajo editorial. Sin embargo, no se cumplen las inquietudes y vuelve a la universidad para concluir la carrera de Arquitectura, en la especialidad de Cálculo de Estructuras.
  Su formación científica arropa el planteamiento mental con que se acerca al material poemático: “Pienso que no es una coincidencia baladí que el Cálculo trate de lograr la máxima resistencia y estabilidad con el mínimo de materiales (en general acero y hormigón)  y que la poesía trate de decir el máximo con el mínimo de palabras: al igual que las matemáticas son las más exactas de las ciencias, la poesía es la más exacta de las letras”.
  El trayecto arranca en Crónica (1975), libro en castellano del que se recuperan varias composiciones reescritas y la etapa en esa lengua queda prácticamente abolida. Cinco años después, el autor regresa a la poesía utilizando el idioma vernáculo. Firma una decena de títulos y cosecha abundantes premios que lo convierten en protagonista relevante. También este segundo tramo ha sufrido un reajuste severo; del mismo se incluyen treinta y seis poemas bajo la denominación Restos de aquel naufragio. Será el poemario Luz de lluvia el que inaugure la etapa en la que el poeta reconoce plenamente la voz y en la que se integrarán Edad roja, Los motivos del lobo y Aguafuertes. El aserto “El primer frío” tiene como sustrato semántico el diálogo abierto entre camino existencial y escritura, eje orbital del ideario estético. El poema debe modelar un refugio para el protagonista verbal.
  En Llegas tarde a tu tiempo (Visor, 2010) se integra la cosecha escrita entre 1999 y 2002 que agrupa los libros Estación de Francia y Joana, un periodo donde se vislumbra una estricta concordancia entre el yo existencial y el sujeto poético: la palabra da fe de lo vivido; se utiliza el pasado como sustrato temático para que afloren los indicios de una realidad vital. El cúmulo de experiencias da paso a una meditación en la que predomina el sentimiento elegíaco y la certeza de una temporalidad ineludible que condiciona las distancias entre lo subjetivo y la otredad.
    La escritura cimenta un conjunto de obsesiones expandido mediante variables; el poema recurre a la clarividencia del matiz. En esta cercana exposición de la intimidad hay unos cuantos personajes referenciales. Cada uno cumple una función emancipadora del aporte sentimental del yo poético. Raquel – o Mariona- es la culminación de lo amoroso, el erotismo y la plenitud de una convivencia que no está libre de erosiones y envejecimientos, pero que ha proporcionado al yo un asidero, un puerto franco frente a la intemperie. Joana – la hija minusválida- es, en su fragilidad y en su condición vulnerable, el detonante de un aprendizaje que no concluye, ni siquiera con su desaparición; connota el fondo de invierno del dolor, el rostro de una belleza profunda y desconocida y la cercana presencia de la muerte. Tío Luis participó en la batalla del Ebro y tuvo un comportamiento heroico salvando a uno de sus compañeros; en la amarilla grisura de la posguerra es la figura donde lo ideal encuentra sitio, cuando el proceso de resignación y la renuncia a cualquier utopía parecen haber desvanecido la posibilidad de una causa. Tío Luis, por tanto, es la ética que se resiste a claudicar
   Con insólita fertilidad, los poemarios se suceden: Cálculo de estructuras, Casa de misericordia, No estaba lejos, no era difícil, Se pierde la señal, Amar es dónde, Misteriosamente feliz y Un asombroso invierno. Las entregas imbrican contenidos en los que la introspección se hace constante básica. Se recorren estratos indagatorios en lo vivencial, las travesías de la memoria y las sombras de espacios interiores como el vacío, la pérdida, el derrumbe y el cansancio. Además, siempre hay geografías afectivas para la música, el mar, los viajes, o la ciudad, como elementos conceptuales repletos de simbolismo.
   Desde una lucidez que objetiva la emoción, se busca en cada verso una expresión precisa, alejada del hermetismo, que se decanta por lo coloquial y propende a lo narrativo con una cuidada secuenciación rítmica en la que no hay cambios bruscos. La poesía de Joan Margarit articula una identidad moldeada en el devenir que busca su razón de ser en el poema. Aquí el arte no es distinto que la vida. En cada palabra está la huella del haber íntimo, la búsqueda de permanencia sobre la finitud y la ceniza.
   En la tarde del lunes 16 de febrero fallecía Joan Margarit en el domicilio familiar de Sant Just de Desvern, en Barcelona, a consecuencia de un cáncer diagnosticado hace poco más de un año. Su biografía es ahora un solo poema que deja como coda una línea de sombras, de tristeza y ausencia. Descanse en paz el hombre, el amigo, el poeta. 
 
JOSÉ LUIS MORANTE


 

martes, 16 de febrero de 2021

UN TROMPO QUE GIRA

Giros
Imagen
de
MaisPB

 

UN TROMPO QUE GIRA

 

La escritura de Anne Carson trasciende sus propios bordes. Muchos significados quedan fuera de alcance. Están llenos de puntos ciegos, pero mis interpretaciones fallidas no me dejan la sensación de fracaso. Es un material sin género, duro, obsesivo, singular, que rechaza el ojo frío de la disección. Hay que leer sin más, contemplar el movimiento de un trompo que gira.
 
La esperanza de entender también afecta al pie quebrado de lo diario, cuyos componentes nunca resuelven la contradicción, esa simultaneidad de amargo y dulce, de sensaciones de frío y de la color que pueblan el mapa de las emociones. 
 
Sobre la mesa Microlitos, y esta definición complementaria: “Microlitos. Mínimos guijarros arrastrados por el cauce existencial que erosiona y disgrega”. Así define el poeta rumano Paul Celan (Chernivstsi, 1920-París, 1970) sus aforismos y breves en prosa, una miscelánea que hace de la fragmentación y lo disperso una reflexión verbal. Es conocido el copioso diálogo que el quehacer intelectual de Paul Celan mantuvo con la filosofía, el psicoanálisis, la tradición religiosa judeocristiana y su acercamiento a distintos ámbitos lingüísticos centroeuropeos. Así forjó una obra singular en la que tiene un largo recorrido la angustia existencial, el incansable absurdo del devenir diario, la preocupación metalingüística y las paradojas de la comunicación entre el ser y la nada.
 
Los afectos llenan la casa a diario; son esos sonidos claros que se abren a la realidad o dan voz a los sueños. Secreta música donde habitan las horas más diáfanas. Irene, Asier, Ana, Adela...  Qué regalos sus itinerarios conmigo.

La antología Ahora que es tarde, nacida en un tiempo tan complejo, ha supuesto para mí un reajuste claro en la perspectiva de los afectos. Cuántas causas y efectos. Casi nada de lo sucedido en torno a ese libro ha sido periférico. 
 
(Apuntes del diario)


 

 

lunes, 15 de febrero de 2021

FERNANDO BELTRÁN. LA CURACIÓN DEL MUNDO

La curación del mundo
Fernando Beltrán
Hiperión, Poesía
Madrid, 2020
 

LA NOCHE, DENTRO 


   En una línea temporal de más de tres décadas, Fernando Beltrán (Oviedo, 1956) ha forjado un quehacer asentado y diverso, que convierte a su autor en una propuesta de primera línea del presente poético contemporáneo. Su travesía comienza en los años 80, tras la ruptura del monopolio novísimo, con la entrega Aquelarre en Madrid, y tiene continuidad en una decena de poemarios. En 2011 la editorial Hiperión reunió su obra poética escrita entre 1980 y 2010 en el volumen Donde nadie me llama, con prólogo del poeta y profesor Leopoldo Sánchez Torre.  
  El libro que aquí comentamos, La curación del mundo es una indagación en el devenir coaccionado de la pandemia. Toma el internamiento hospitalario como impulso poético. Como refrenda la cita auroral de Rainer M. Rilke: “He hecho algo contra el miedo. He permanecido sentado durante toda la noche, y he escrito”. Los hechos son conocidos: en marzo de 2020 el virus estremeció al mundo y provocó una situación sanitaria de máxima urgencia, que exigía evitar la multitudinaria propagación de la enfermedad. Pero esta siguió imparable y originó una estremecedora cifra de fallecimientos y dolorosos internamientos. Fernando Beltrán fue uno de los afectados. Así fueron naciendo estos poemas con la noche dentro que completan un trayecto cognitivo donde se comparte la intensa y solitaria experiencia personal.
   La cualidad esencial de la palabra poética es su capacidad de interrogación, su empeño por definir la textura de un tiempo dispuesto a la fugacidad  y al tránsito, en el que la conciencia se sienta en el borde de un extraño abismo. El entorno prosigue intacto con su apariencia de normalidad y es el yo, ese hablante desdoblado que se mira a sí mismo en el poema, el que  deja sus impresiones y contraluces, las percepciones denotativas de los signos al paso. Percibir convierte al pensamiento en protagonista de una abarcadora geografía de indicios que imprime en la memoria sus huellas dactilares. Así sucede en el poema de apertura “La jerarquía del ángel” en el que la hospitalización supone una ruptura completa de hábitos y un estado de angustia que contrapone el devenir exterior con ese estar pesaroso del paciente grave. De los versos emana la paradoja de que todo esté en su sitio salvo el yo: “todo tiene sentido cuando todo se pierde”. Desde esa aceptación de la extrema fragilidad de ser se hace necesaria la esperanza, esa mano tendida del ángel que habita entre la sombra y sostiene, como un cimiento fuerte, que asegura la curación del mundo.
   El tramo inicial del poemario muestra el pulso conversacional e intimista del desconcierto; el sujeto se asoma a la realidad del virus y despereza sus estrategias de superviviente; ese recuerdo del héroe en bicicleta coronando la cima de Alpe d´Huez  destensa el miedo, permite afrontar el complejo recorrido de las pesadillas. También la música que pone en el silencio un solo de trompeta y se aferra al oído para dejar su mágica cadencia, mientras la cura. Todo sucede muy deprisa, como la misma escritura convertida en estado de ánimo de quien escribe al lado de la muerte. El largo recorrido hacia dentro deja una manera de sentir diferente, la certeza de que después las cosas no serán las mismas ni los mismos serán los sentimientos. El conocimiento profundo de la pandemia abre nuevos registros conceptuales. Sobrevivir es el ahora y la esperanza es luego, pero también la muerte  es un rumor cercano y frío. Se convierte en elemento hegemónico central cuando se hace presencia y habita un rostro concreto. Recordar esa ausencia cambia todo, es una brecha presente en todos los espejos. Después de tantos días postrado, se pierde la exacta latitud del tiempo; recobrar su precisa cadencia es una señal necesaria para el regreso; el poema “Agosto 2020” parece dar voz a la salida al aire limpio de lo diario. Hay que superar el desconcierto. Volver a la tarea del existir es sentir en el pulso una tregua extraña donde se ilumina el despertar para hallar en los otros el mapa desplegado de los sentimientos.
   Fernando Beltrán convierte su lucha en experiencia verbal. En ella se perciben las grietas más duras de la existencia. Sus poemas son la fiebre alta del yo individual abocado a la intemperie; la mutación de una extraña criatura varada que no puede volver a mar abierto. Los versos se hacen pautado desplazamiento por la lucha diaria que constata sombríos paisajes interiores y el rostro siempre melancólico del tal vez. Palabras que buscan ese instante del pensar que justifica la aurora, unos hilos de luz que concedan nuevos colores y formas,  “un tramo más de vida”.


JOSÉ LUIS MORANTE


domingo, 14 de febrero de 2021

MINIMALISMO

Contigo
(Londres, 2010)
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia


 MINIMALISMO

Pienso en ti casi siempre;
las otras veces, pienso en ti.




viernes, 12 de febrero de 2021

ISABEL BONO. ME MUERO

Me muero
Isabel Bono
Prólogo de Juan Marqués
Bartleby Editores
Madrid, 2021

 

TACTO DEL FRÍO

 
   Isabel Bono (Málaga, 1964) ejerce como escritora plural desde hace muchos años. En la originalidad de su voz conviven la poesía, el relato, la novela y el decir despojado y lacónico del aforismo. Tras los tanteos aurorales de las plaquettes Mensajes, El intruso y Contra todo pronóstico, su amanecer poético se fecha en 2003, cuando se publicó el poemario Los días felices, ganador del I Premio de Poesía León Felipe. Aquella entrega abrió cauce a Poemas reunidos Geyper (2009), Pan comido (2011), Cahier (2014) y Lo seco (2018). Su itinerario narrativo integra  la novela corta Ciego Montero ¿dónde te metes?, publicada en 2002, Una casa en Bleturge, ficción ganadora en 2016 del Premio de novela Café Gijón y Diario del asco (2020). El pórtico aforístico Hielo seco se publicó en la Isla de Siltolá en 2015. En suma, una notable cosecha literaria que ahora prosigue con la salida poética Me muero.
  La compilación de poemas integra un digresivo liminar de Juan Marqués en el que arraigan numerosas preguntas que no buscan respuesta. Al cabo, cada poeta emprende un viaje circular en torno a unas cuantas obsesiones, donde se acogen mutaciones del ánimo, incisiones de la propia experiencia y esa búsqueda eficaz de la palabra justa. La escritura busca airear, con fuerza, que el existir va dejando una zona de sombras en la que se postulan el vacío, la disgregación y la carencia. El tejado a dos aguas del latido diario cobija desamparo; esa sensación de finitud despliega el poema de apertura “alguien dice”. La reflexión lleva consigo el tránsito hacia la ceniza que recuerda al interminable incendio del verano. Todo cruje y se corrompe. El yo poemático es consciente de esta contingencia y asume los indicios del vacío: “no hacer nada, solo rendirse“. Solo el amor cobija, y deja sueltos sus hilos de luz; como si fuera necesario volver a la casilla de salida y retomar el paso: “tus ojos ahí, / tus manos, ahí, quietas / y el viento barriendo las hojas amarillas / tal como habías deseado”.
   En el incontinente aprendizaje vivencial las sombras toman la palabra, se diluyen entre lo cotidiano para airear su amorfa solidez cubriendo la esperanza. Nada contiene el perfil limpio de la amanecida. Se agiganta el dolor y la renuncia, un estar en el cansancio que solo vislumbra las opacas grietas de la pared.
  La extensa composición que da título al libro “Me muero” se convierte en columna vertebral del poemario. El sujeto verbal ubica la derrota en la propia conciencia como una condición inevitable del existir, que excede la posibilidad de huida. El ser transitorio avanza en lo diario; suma gestos y etapas vitales, sin pensar que la muerte mientras tanto vela y somete a cada identidad al severo desgaste de lo cotidiano y mientras nadie escucha el estar inadvertido de los muertos, sus invisibles hábitos, su carencia de luz.
   Las composiciones refrendar una atmósfera nocturnal hecha silencio y niebla, como si la casa habitable del yo sufriera un desalojo permanente del que se contagia el entorno. La desolación mide el tiempo y convulsiona sentidos y conciencia, como si buscase alejar la cordura y depositar los miedos como en una larga cinta de Moevius. A veces las composiciones desprenden un aliento áspero, de resignación y fatalismo; por ejemplo en el poema “nada que ver con la entropía”: “tantas veces el azar / con los brazos en cruz / impidiéndome el paso / / y tú a mi lado, repitiéndome al oído / que no podemos escapar de lo que somos”. Desde ese tacto del frío encuentran su cadencia expresiva muchas composiciones de Me muero como si prevaleciera en el itinerario vivencial la luz menguante de la angustia. Habla una voz que lleva el invierno dentro; que siente entre las manos un frío que desmorona las paredes del sueño.

JOSÉ LUIS MORANTE



jueves, 11 de febrero de 2021

A SOLAS, ENTRE LIBROS

Los días laborables
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 

A SOLAS, ENTRE LIBROS

 
   Como colofón de un estudio crítico de alcance la bibliografía se puede construir de dos maneras –tal vez haya más, pero esta síntesis de urgencia me parece más clarificadora-, con un estar asentado en el tiempo que suma títulos, apuntes y libros subrayados, y con el gesto urgente de quien compone mosaicos a base de teselas ajenas.
  La segunda forma obedece a la práctica instantánea del robo alevoso y al mínimo esfuerzo, pero es un quehacer con amplio mercadillo de cultivadores. Da mucho juego. Resuelve una urgencia inmediata y no deja rastros inculpadores en quienes no saben más de uno o dos puntos cardinales. Norte y tal vez. Además son bibliografías sin criterios selectivos, donde el comentario amical es un referente frente al magma crítico de alta densidad y se admite en su textura el enfoque de parvulario, para que en caso de disonancia lectora, uno sepa que el error es de humanos y que dos y dos son siete. Son bibliografías con virus que ningunean trabajos necesarios y hechos con el esfuerzo, la lucidez y el rigor del ensayista en el tiempo, ave de vuelo bajo que suele ser víctima propiciatoria del ninguneo.
   Las bibliografías de baratillo dejan una de cal y otra de cal, que es arena disfrazada de harina, pero suben mucho la autoestima de quien las elabora. Suele argumentar, en plan comediante barroco, y con selfie mental en primer plano esa egolatría del “No he de cambiar por más que me señalen con el dedo…”
  Las bibliografías rigurosas no necesitan nudo argumental en su defensa de oficio. Siguen el trayecto lento y casi inadvertido del árbol. Son semilla que muda en raíz, que muda en árbol, que muda en fruto y fronda. Un día deja de crecer y se hace simple madera calcinada. El intenso quehacer se marchó al pie de página de la literatura ligero de equipaje, náufrago y solo.
   Hace unos días un internauta irónico- sé que es buena gente y sé también que la ironía necesita un contexto- preguntaba cuándo se convocan las oposiciones a crítico y quién ocuparía las próximas plazas en los principales suplementos nacionales. La respuesta está en el viento: cuando haya tipos a solas, entre libros, con una insólita generosidad lectora, que dejen sus propios libros para afrontar el estudio profundo de los demás. Cuando las plazas se consigan por méritos lectores y no por las posiciones en los rinconcillos del poder. Cuando se acepte con gratitud que es bueno que alguien proponga sendas de recorrido en la literatura, para que cada voluntad, cada lector, se asome a solas al acantilado de la escritura. Para que mire o salte.    

(páginas del diario)



miércoles, 10 de febrero de 2021

EXTRAVÍOS

El lugar justo
Imagen
de revista EL MUEBLE

 

EXTRAVÍOS

 

   Uno de los hábitos más detestables que practico con alevosa continuidad es el extravío. Cada jornada pierdo llaves, cartera, ilusiones, amigos… A veces hay suerte y consigo recuperar lo extraviado. Otras, solo recupero el malhumor erosivo que me produce una práctica desaforada.
La última pérdida es una mochila de cuero. En ella tenía un cuadernillo blanco, dos de mis bolígrafos preferidos, el cargador del móvil y un libro dedicado. Ignoro cuándo se diluyó. Recuerdo que pagué el taxi, caminé hasta casa y abrí la puerta. Así que tenía las llaves. Menos mal. Tampoco sé cuándo fui consciente de la pérdida. Así que he decidido desaparecer para que no se repitan más los extravíos. Por mis bolígrafos, que tantas dudas anotaron con fidelidad irreprochable; por mi cuaderno blanco que esperó con paciencia de monje zen algún verso aceptable; por la cordial dedicatoria del libro, que exigía una lectura atenta y emotiva.
   Con una mochila nueva, repleta de vacío, me encuentro en paradero desconocido. Ni siquiera el extravío sabe dónde estoy.

(De Cuentos diminutos)


 
 
 


martes, 9 de febrero de 2021

FRANCISCO CARO. AQUÍ

Aquí
Francisco Caro
Mahalta Poesía
Ciudad Real, 2020 

  

COORDENADAS VITALES


   La labor poética de Francisco Caro (Piedrabuena, 1947) adquiere perfil definitorio en la antología Este nueve de enero, una compilación de trayecto, realizada en 2019, que recoge los poemas más conocidos y dibuja la evolución en el discurrir del dinamismo literario impulsado por el escritor manchego. En ese volumen se hacen suelo básico las resonancias del existir, esa expresión cotidiana, evocadora y reflexiva donde confluyen incisiones biográficas y el merodeo de lo transitorio. Así se fortalece un ideario estético que fusiona intimismo y afán comunicativo, indagación en la identidad y esa ambivalencia contradictoria que propicia el diálogo entre sujeto y entorno, convertido en un refugio abierto.
   El poeta entrega ahora, en el complejo año de la pandemia que tanto ha transformado la condición de ser, el libro Aquí con una nota indicativa que advierte sobre la entidad literaria de esta obra. Las composiciones más tempranas se fechan en 1998 y las más actuales son de 2020; por tanto, a primera vista, no es un libro unitario sino un balance en el tiempo que postula una voluntad expresiva sostenida, articulada desde una expresión diáfana, desnuda y emotiva.
   El paso natural del poema deja como apertura una cita de Eliseo Diego: “Hay días en que el tiempo acude manso / y al lado de la luz”. Una reflexión relevante que recuerda que la mañana del hablante lírico está siempre condicionada por las indefinidas líneas de contingencia y fugacidad del devenir. El ahora se percibe como un espacio de claridad, cuajado de vivencias aurorales que conforman la propia geografía del sujeto y las pulsaciones vitales del pensamiento: “Es aquí donde espero / a que nadie me nombre, a que calle / la prosa para siempre, aquí nací, en estas tierras cuarzo de interior…”. En la palabra se asienta la conciencia de pertenecer a un espacio afectivo, donde se entrelazan sensaciones existenciales que definen el presente como un tapiz sin brumas; un manantial de vida que siembra en las estrofas frescor y transparencia, el rumor del origen. Evocarlo no exime de trazar una estela de leve melancolía. Los días de infancia, siempre alumbrados por la pura inocencia del despertar, son ahora un regreso cuajado de recuerdos. Desde esa voz evocadora nacen composiciones como “Verano de 1956”, “La fragua de Ángel” o  “El cine de Antonio”. Los poemas dibujan instantáneas pobladas por nombres propios que perduran, en las manos del tiempo, ocupando la escena de un modo personal y creíble, pleno de luz y mediodía.
  La presencia cálida del intimismo avanza en el cauce del tiempo hacia un verso más indagatorio, marcado por las voces rumorosas del deambular vital. Cada amanecida es paradójica porque alienta una búsqueda de lo perdido y aporta un patrimonio afectivo en el que lo diario adquiere transcendencia y sentido. El poema construye, con serenidad y epitelio emotivo, su arquitectura de sensaciones. Quien vive yuxtapone búsquedas y sondeos, el venero manuscrito de la memoria, la verdad sospechada de lo transitorio, la suma de derrotas que se van guardando en los rincones menos visibles su zumbido callado, su indolencia: “hoy que vuelvo / a escuchar su zumbido, su deseo / de paz o enemistades / ya sé que son las mismas, / que todo muere sé, que todo permanece, / que soy el mismo miedo, que acaso soy el mismo”.
  El cauce central del temporalismo desdibuja otras variaciones temáticas. Apenas se vislumbra el afán metaliterario que tanta fuerza cobrara en otros libros. En el apartado "Días y tierra" se retorna al espacio conjetural de la niñez. Los versos dibujan  un paisaje de claridad que hace de la brevedad, el sentido comunicativo y dialogal de las palabras una conversación del yo consigo. La escritura como expresión y conjetura resguarda lo vivido. Pone luz a otros días que ahora adquieren la dermis emotiva de los sueños.  Alguna vez he leído que los versos figurativos amplifican el realismo desde la sugerencia. Es una excelente definición que hago mía de inmediato. El sujeto verbal no emplea un realismo enunciativo, busca para la arquitectura del yo, construye andamios nuevos y anula marcas gastadas de etiquetas tópicas. En el tramo "Patio, y en ocasiones agosto" pasa a primer plano la casa familiar como ámbito privado que alberga hilos de vida, objetos personales y labores dormidas que enaltecen la esfera de lo cotidiano. Los muros alzan su solidez de refugio para albergar dentro esa sabiduría intangible de la observación, ese saber de instantes y emociones que sirven al poeta para sintetizar el clásico esquema del haiku en dos versos que mantienen el potencial expresivo. En "Respiraciones" se articula el dinamismo de lo diverso y la gratitud del poeta a quienes llevaron de la mano su palabra; ahí quedan los nombres de Ángel González o la estela agradecida de Nicolás del Hierro, como "una granazón de cereal". 
    En la práctica poética de Aquí la memoria es un epicentro fundamental, desde la sentida dedicatoria de la amanecida: “Con mis padres, Teresa y Leónides, en memoria. Con mis hijas, Ana y Julia. Antes, después”. Su paso indagatorio conecta pasado y presente, como orillas de un desahogo vivencial que nunca atenúa los pasos de la incertidumbre. Los poemas alzan andamios. Van poblando la cartografía del estar con los trazos cómplices de un yo cambiante que  salió a la mañana para percibir “el mundo en el instante que comienza”. Mientras, el tránsito diario dispersa las hojas de los días, esa fronda que abriga la condición de ser.

JOSÉ LUIS MORANTE