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En voz baja (Librería Alberti, Madrid, enero de 2018) Fotografía de Javier Cabañero Valencia |
JOAN
MARGARIT: DESPEDIDA
Llegué muy pronto a la poesía de Joan Margarit
(Sanaüja, Lleida, 1938) pero no fue
hasta abril de 2003, en Cambrils, cuando conocí al poeta. Estábamos invitados a unas Jornadas Literarias, coordinadas y organizadas por Ramón García Mateos, en elas que también participaban Antonio Gamoneda, Jaime Siles, Félix Grande y Enrique
Badosa, junto a poetas más jóvenes: Luis Felipe Comendador, Ada Salas, Mercedes
Escolano... La tarde de nuestro encuentro tuvo un intimismo cordial que me sorprendió.
El poeta me regaló Joana y
me confesó la abrumadora contingencia biográfica que habitaba detrás de los
poemas. Yo expliqué mi trabajo crítico, le regalé Causas y efectos y pedí permiso para plantear una edición
bilingüe de su obra poética para la colección Letras Hispánicas de Cátedra. Y
el poeta aceptó encantado. Comenzaron entonces tres años de trabajo con
llamadas frecuentes, algunas cartas y una disposición colaboradora que adelantó
el proyecto casi un año. En marzo de 2006 salía la primera edición de Arquitecturas de la memoria y aquel libro selló para siempre nuestra
amistad. Hubo presentaciones, entrevistas, encuentros en Rivas y Lucena, y
visitas al instituto donde yo trabajaba. Joan leía con tal intensidad que
fascinaba a los alumnos y la respuesta de los estudiantes era siempre la misma:
largas filas para que el poeta les dedicara su ejemplar e intercambiara con
ellos algunas palabras.
Los encuentros se han repetido en el tiempo,
ya que el poeta ha sido muy fértil y siempre presentaba sus libros en Madrid,
en la librería Alberti, mientras su prestigio literario iba creciendo como una
secuoya hasta obtener en plena madurez dos reconocimientos de gran repercusión cultural,
el XXVIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Premio Cervantes
2019 que originaron un seísmo mediático y una estela de interpretaciones. Pero Margarit no cambió nunca su forma de estar en lo diario y su manera de sentir
la poesía. Más allá del horizonte político peninsular y la fractura ideológica
y social propiciada por el independentismo está la certeza, los ojos en el
retrovisor del tiempo, de que en su dilatado recorrido poético nunca se ha
generado hostilidad entre el catalán y el castellano. Así lo escribí en el
prólogo de mi edición crítica Arquitecturas
de la memoria (Cátedra, 2006). El arquitecto y profesor de la Escuela
Superior de Arquitectura de Barcelona es un escritor bilingüe que crea en los
dos espacios idiomáticos.
Su obra forja pasadizos comunes entre ambas lenguas
en un proceso creativo sometido a continua revisión, según queda constancia en El primer frío (Visor, 2004). La
compilación recorre tres décadas, de 1975 a 1995, y contiene una severa poda selectiva.
El prólogo recuerda que la voluntad de hacer poemas despierta en plena juventud
en Tenerife, donde la familia se instalado en 1954, por asuntos laborales,
inaugurando una etapa enriquecedora cuyas instantáneas serán rememoradas con
frecuencia. Ya en Barcelona, se matricula en la Escuela Superior de
Arquitectura pero el deseo de un destino literario es tan intenso que abandona
las aulas para incorporarse a un trabajo editorial. Sin embargo, no se cumplen las
inquietudes y vuelve a la universidad para concluir la carrera de Arquitectura,
en la especialidad de Cálculo de Estructuras.
Su formación científica arropa el planteamiento mental con que se acerca
al material poemático: “Pienso que no es una coincidencia baladí que el Cálculo
trate de lograr la máxima resistencia y estabilidad con el mínimo de materiales
(en general acero y hormigón) y que la
poesía trate de decir el máximo con el mínimo de palabras: al igual que las
matemáticas son las más exactas de las ciencias, la poesía es la más exacta de
las letras”.
El trayecto arranca en Crónica (1975),
libro en castellano del que se recuperan varias composiciones reescritas y la
etapa en esa lengua queda prácticamente abolida. Cinco años después, el autor
regresa a la poesía utilizando el idioma vernáculo. Firma una decena de títulos
y cosecha abundantes premios que lo convierten en protagonista relevante. También
este segundo tramo ha sufrido un reajuste severo; del mismo se incluyen treinta
y seis poemas bajo la denominación Restos
de aquel naufragio. Será el poemario Luz
de lluvia el que inaugure la etapa en la que el poeta reconoce plenamente la
voz y en la que se integrarán Edad roja,
Los motivos del lobo y Aguafuertes. El aserto “El primer frío” tiene
como sustrato semántico el diálogo abierto entre camino existencial y escritura,
eje orbital del ideario estético. El poema debe modelar un refugio para el
protagonista verbal.
En Llegas tarde a tu tiempo (Visor,
2010) se integra la cosecha escrita
entre 1999 y 2002 que agrupa los libros Estación
de Francia y Joana, un periodo
donde se vislumbra una estricta concordancia entre el yo existencial y el
sujeto poético: la palabra da fe de lo vivido; se utiliza el pasado como
sustrato temático para que afloren los indicios de una realidad vital. El cúmulo
de experiencias da paso a una meditación en la que predomina el sentimiento
elegíaco y la certeza de una temporalidad ineludible que condiciona las
distancias entre lo subjetivo y la otredad.
La
escritura cimenta un conjunto de obsesiones expandido mediante variables; el
poema recurre a la clarividencia del matiz. En esta cercana exposición de la
intimidad hay unos cuantos personajes referenciales. Cada uno cumple una
función emancipadora del aporte sentimental del yo poético. Raquel – o Mariona-
es la culminación de lo amoroso, el erotismo y la plenitud de una convivencia
que no está libre de erosiones y envejecimientos, pero que ha proporcionado al
yo un asidero, un puerto franco frente a la intemperie. Joana – la hija
minusválida- es, en su fragilidad y en su condición vulnerable, el detonante de
un aprendizaje que no concluye, ni siquiera con su desaparición; connota el fondo
de invierno del dolor, el rostro de una belleza profunda y desconocida y la
cercana presencia de la muerte. Tío Luis participó en la batalla del Ebro y
tuvo un comportamiento heroico salvando a uno de sus compañeros; en la amarilla
grisura de la posguerra es la figura donde lo ideal encuentra sitio, cuando el
proceso de resignación y la renuncia a cualquier utopía parecen haber
desvanecido la posibilidad de una causa. Tío Luis, por tanto, es la ética que
se resiste a claudicar
Con insólita fertilidad, los
poemarios se suceden: Cálculo de estructuras,
Casa de misericordia, No estaba lejos, no era difícil, Se pierde la señal, Amar es dónde, Misteriosamente
feliz y Un asombroso invierno.
Las entregas imbrican contenidos en los que la introspección se hace constante
básica. Se recorren estratos indagatorios en lo vivencial, las travesías de la
memoria y las sombras de espacios interiores como el vacío, la pérdida, el
derrumbe y el cansancio. Además, siempre hay geografías afectivas para la
música, el mar, los viajes, o la ciudad, como elementos conceptuales repletos
de simbolismo.
Desde una lucidez que objetiva la emoción, se busca en cada verso una
expresión precisa, alejada del hermetismo, que se decanta por lo coloquial y
propende a lo narrativo con una cuidada secuenciación rítmica en la que no hay
cambios bruscos. La poesía de Joan Margarit articula una identidad moldeada en
el devenir que busca su razón de ser en el poema. Aquí el arte no es distinto
que la vida. En cada palabra está la huella del haber íntimo, la búsqueda de
permanencia sobre la finitud y la ceniza.
En la tarde del lunes 16 de febrero fallecía Joan Margarit en el
domicilio familiar de Sant Just de Desvern, en Barcelona, a consecuencia de un
cáncer diagnosticado hace poco más de un año. Su biografía es ahora un solo
poema que deja como coda una línea de sombras, de tristeza y ausencia. Descanse en paz el
hombre, el amigo, el poeta.
JOSÉ LUIS MORANTE