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Una biblioteca, un libro Almudena Grandes en Rivas Vaciamadrid Primer encuentro, noviembre de 1998 |
INES Y LA ALEGRÍA
Inés y la alegría, Tusquets,
Barcelona, 2010
Inés y la alegría es el primer paso de un ciclo narrativo centrado
en la posguerra española del que Almudena Grandes ha adelantado su estructura
general: una serie de seis entregas cuyos títulos serían: Inés y la alegría, El lector
de Julio Verne, Las tres bodas de
Manolita, Los pacientes del doctor
García, La madre de Frankenstein y
Mariano en el Bidasoa. El subtítulo
común, Episodios de una guerra
interminable, remite a Benito
Pérez Galdós como modelo referencial y a sus Episodios nacionales que son la máxima expresión del realismo
decimonónico hispano y que fijan una estética con una larga lista discipular:
La voz narrativa nunca se ciñe a la estricta neutralidad del narrador
omnisciente; se muestra como un testigo compasivo e implicado en el carácter y
en las actuaciones de los personajes reales o imaginarios. Sin embargo hay una
diferencia palpable con el maestro: Galdós prefiere los hitos de la historia
oficial, esas páginas subrayadas por el heroísmo que marcaron la identidad
nacional; en cambio, Almudena Grandes opta por el acontecimiento olvidado, por
la estela de los derrotados que casi siempre acaba sepultada bajo la arena del
olvido general. Almudena
Grandes denomina al enfrentamiento cainita de 1936-1939 guerra interminable por
la onda expansiva que provocan sus efectos colaterales: dictadura franquista,
la sangría del exilio, la sangrienta represión, la resistencia interior o
exterior son cauces argumentales en los que irá aflorando un gran friso de
personajes que definen un tiempo histórico que marcó a varias generaciones. Esta primera entrega, Inés y la alegría, arranca en Toulouse. Son los días de 1939 y una
muchacha de veintitrés años, Carmen de Pedro, morena, culibaja y añorando un
paisaje sureño y mediterráneo se encuentra con otro exiliado, Jesús Monzón, un
oscuro secundario del partido comunista. Ese aparente azar da pie a una
convivencia posterior en la que la historia personal deja sitio a otros personajes,
algunos tan carismáticos como Dolores Ibárruri, la Pasionaria que ponen a
aquellos años trágicos un sesgo sentimental y emotivo. El cauce de la Historia
se va forjando paso a paso, a través de destinos individuales y voluntades
aparentemente frágiles. Icono de la resistencia, Dolores Ibárruri,
vive una historia amorosa casi de folletín con Francisco Antón y cuando se
exilia a la Unión Soviética, donde será nombrada Secretaria general del PCE, y la separación de su amante le
provoca dolor y angustia encarga a través de terceros a Carmen de Pedro que cuide de su amante. Este
insólito encargo a una desconocida sin ninguna cualidad relevante para una
tarea política de tal magnitud será clave para el meditado acercamiento a la
muchacha de Jesús Monzón. Por sus cualidades y dotes de mando,
mientras Carmen de Pedro vive la intensa felicidad de una relación amorosa,
Jesús Monzón habrá de convertirse en el verdadero organizador del partido
comunista en Francia y en el instigador de sus iniciativas más utópicas, como
es la reconstrucción de Unión Nacional Española, una plataforma para encuadrar
la resistencia dispuesta a invadir la España de Franco. El impulsor de aquella “Operación
Reconquista” es Jesús Monzón Reparaz, una biografía histórica que la novelista
fija con notable verosimilitud. Nacido en pamplona el 22 de 1910 en el seno de
una familia burguesa, estudió con los Jesuitas, se licenció en derecho y desde
sus años universitarios ingresa en el partido comunista. Cumplirá distintos
nombramientos oficiales hasta su exilio en Francia donde se convertirá, como se
ha dicho, en el alma mater de Unión Nacional española. Pero el protagonista central de novela es
Inés, una muchacha que el 30 de julio de 1936 cumple veinte años. Ese día
percibe por primera vez una ciudad, Madrid, volcada hacia fuera, descubre
también el ambiente de libertad y fuerza de sus calles, como si hasta ese
momento hubiese estado encerrada en una oquedad. Poco a poco, Inés gana
convicciones y se posiciona en el grupo delos que pierden, primero la guerra y
después el futuro. Sólo la influencia de su hermano falangista logra rescatarla
de la cárcel y asentarla en la grisura del nuevo régimen. Pero Inés no ha
cambiado, sigue oyendo Radio Pirenaica, y sigue soñando con tomar parte activa
en la lucha contra Franco. La idea de Monzón lo le parece descabellada,
aunque no conoce los planes. En definitiva se trata de reconquistar el sur de
los pirineos con un ejército fogueado en la lucha contra los nazis que suma
casi veinte mil combatientes. En pequeños grupos irán cruzando la frontera para
invadir el valle de Arán, bien comunicado con Francia y con defensas naturales
para resistir la contraofensiva fascista. Inés debe gratitud a su cuñada Adela, pero
se siente ajena a los vencedores. No comparte la forma de vida de su hermano y
el tiempo de convivencia con la familia es sólo una tensa espera para huir con su verdadero bando que tras la
guerra representan las fuerzas de Unión nacional. Esa es la imagen de Inés: una
pistola, un puñado de repostería para obsequiar a los sublevados y un caballo.
No necesita más en su apuesta vital. A lomos de Lauro ( un nombre que
reconocerán de inmediato los lectores de Luis García Montero como guiño
cómplice). En 1944 los ejércitos aliados avanzan hacia
Berlín, donde Hitler resiste. En ese clima bélico de contraofensiva, la
invasión del Valle de Arán emerge como un acontecimiento menor, una iniciativa
precipitada que minimizan los máximos dirigentes del partido comunista en el
exilio, con Dolores Ibárruri a la cabeza y que no impresiona al prepotente
régimen de Franco que bajo la apariencia de neutralidad coquetea con los nazis y ha puesto en marcha
la división azul que combate contra los rusos. Sin embargo los combatientes de
la milicia republicana, implicados de forma directa, que han cruzado la
frontera al mando del capitán galán no lo consideran ninguna utopía y día a día
crecen su ilusión y su compromiso. Ese es el ambiente que encuentra Inés al sur
del Pirineo, en el pequeño pueblo donde se ha instalado el cuartel general de
la ofensiva republicana, antes de convertirse en la cocinera de Bosost. En esta excelente apertura para un proyecto
narrativo de alcance, una identidad sobresale sobre las demás: el personaje de
Inés. Representa el mantenimiento de la tradición heroica que ante la realidad
adversa busca estrategias de supervivencia con acciones concretas. Cree que la
historia se construye en primera persona sin encerrase en las especulaciones de
lo privado. Nunca renuncia a los grandes ideales porque los percibe vinculados
a una verdad colectiva. Su fidelidad extrema a la propia conciencia quedará en
la memoria de todos.
DAR
LA TALLA
El
lector de Julio Verne,Tusquets editores, Barcelona, 2012
En su ensayo Tesis de filosofía de la historia, W.
Benjamin insiste a menudo en la tendencia del historiador a identificarse con
los postulados de los vencedores. Esa visión del conflicto se convierte en
patrimonio cultural y borra cualquier rastro épico de los perdedores. Hay, sin
embargo, investigadores que avanzan a contracorriente, adversos a las líneas
críticas del conformismo oficial. De modo semejante plantea Almudena Grandes
(Madrid, 1960) su ambicioso ciclo narrativo en torno a la guerra civil española
y al devenir de la dictadura franquista. La escritora pretende rescatar del
olvido comportamientos y gestos anónimos que merecen un amplio reconocimiento
por su sentido ético. La primera entrega de este ciclo de inspiración
galdosiana, Inés o la alegría se centraba en el ejército de la Unión
Nacional Española y en su invasión del Valle de Arán, en el Pirineo de Lérida,
en octubre de1944. Su nueva salida, El lector de Julio Verne nos
traslada a la Sierra de Jaén, en el trienio del terror, entre 1947 y 1949, para
recrear la guerrilla de Cencerro, un rebelde mítico. La escritora pone en boca
de Nino, un niño de nueve años, el hilo argumental. Hijo de un guardia civil,
su existencia discurre en la casa cuartel, entre familias del cuerpo, en un
clima de tenaz inocencia que poco a poco se resquebraja, cuando la voz
narrativa está a punto de cumplir diez años. El calendario marca el año 1947 y
la situación social del destino paterno en Fuensanta de Martos, un núcleo
rural. La guardia civil vela por el orden establecido y ejerce una feroz
represión sobre los sospechosos de colaborar con una guerrilla asentada en los
montes cercanos. Entre los emboscados hay un nombre, Tomás “Cencerro” que ha
sido capaz de aguantar la presión del ejército y de ganarse el respeto de la
población con gestos de generosidad y valor; cada vez que se anuncia la captura
del reclamado guerrillero, vuelve a perpetuarse el nombre en otro lugar
cercano, porque ya no es un sujeto concreto sino un símbolo de la resistencia. El
niño, que va conociendo los desajustes de la realidad y va descreyendo de esa
trinchera abierta entre buenos y malos, es enclenque y menudo, y sus padres
temen que no de la talla en el futuro para seguir la tradición paterna. Pero el
pequeño lector de Julio Verne no quiere vestir de verde, calzar votos y
encajarse el tricornio sobre la frente, poco a poco va aprendiendo que su padre
está lleno de dudas y que hay actuaciones en el cuartel que son meros episodios
de crueldad. En cambio siente admiración por Pepe El Portugués, un personaje solitario
que vive en la montaña, cuya existencia es sinónimo de libertad y adaptación al
medio. Por este amigo adulto llega a sentir un respeto reverencial, una suerte
de admiración basada en su solvencia para resolver primeras necesidades y en su
hermanamiento solidario con los que ejercen empleos miserables. Almudena
Grandes construye un poblado friso de figuras emotivas en el que podemos
vislumbrar la crónica viva de un tiempo feroz. El régimen de Franco afronta el
arranque de la dictadura con una dureza exorbitante que obliga a posicionarse a
los que la soportan. Y en este deambular de peones, Nino vive su particular
crecimiento como persona y moldea una subjetividad que borra cualquier rastro
de inocencia. Si no puede culminar en el futuro el empeño paterno por su escasa
estatura, sí está dispuesto a cumplir con su destino; no cerró los ojos ni
fabricó verdades complacientes sino que interpretó la realidad de acuerdo con
sus propias ideas y supo dar la talla.
JOSÉ LUIS MORANTE