viernes, 31 de julio de 2020
jueves, 30 de julio de 2020
PILAR BLANCO DÍAZ. YO ESCRIBO LA NOCHE
Yo escribo la noche
Pilar Blanco
Díaz
Chamán
Ediciones
Colección
Chamán ante el fuego
Albacete, 2020
El sostenido entusiasmo de Chamán Editorial, la escala de tinta dirigida por Ana Isabel Toboso y coordinada por el poeta Pedro José Gascón Piqueras, impulsa el amanecer de Yo escribo la noche, una colección de poemas de Pilar Blanco Díaz, quien también publicó en la editorial manchega la entrega anterior Vigía de su paso (2018). El libro escoge como título un fragmento versal de Alejandra Pizarnik: “Toda la noche hago la noche. Toda la noche / escribo. Palabra por palabra yo escribo la noche”. El poemario comienza con un pórtico, “Umbral”, tras el paratexto de Hugo Mujica. Contiene solo una composición breve pero clarificadora sobre la forma de entender la mirada lírica de la poeta de Bembibre asentada en Alicante. Refrenda la vigencia en su trayectoria del sustrato onírico que vela el calado sentimental. La opción por el poema casi minimalista refuerza la confianza en el destello lírico y el empleo de un coloquialismo confidencial, en el que florece de improviso la fuerza expansiva de la metáfora, el estrato renacido del neologismo, o el trenzado de imágenes: “Es la silueta de la noche un pájaro / que apenas se sostiene en la tiniebla; / y es la tiniebla pórtico de luces, / temblor que no se eclipsa contra el suelo, / el manantial, la voz que permanece”. La sensibilidad de Yo escribo la noche considera la luz como una semilla provisoria que aguarda en el surco la amanecida germinal. En ese despertar del tiempo marca el paso el discurrir afectivo y emocional que sobrevive a cualquier premonición de sombras. El lenguaje crea espejismos, extrañas certezas que se van acumulando para ser tierra firme y voluntad de vida. Así se fortalece un diálogo abierto entre el sentido y la intuición irracional que se explora con un despliegue de interrogantes y sirve como pauta indagatoria a las palabras. El léxico compone un pentagrama en el que el amor presenta un perfil hermético: más allá del concepto y los significados, de los signos y sus relaciones con la realidad, se convierte en pulsión ontológica; siembra sobre el azul de lo diario nubes de luz, indicios de un alfabeto subjetivo que se esfuerza por renacer. Por su entramado orgánico, la entrega de Pilar Blanco dispone su deambular en tres meandros. Si “Ello”, en el tramo de inicio incide sobre el decir introspectivo del yo enamorado, el segundo segmento “S”, titulado con cierto lucidez enigmática, si se me permite el oxímoron, puede considerarse el necesario enfoque del plural, esa suma de dos que sostiene la casa compartida. Sobrecoge la cita del nihilismo existencial de José Saramago que palpa la piel fría de la esperanza. En su condición más íntima, el yo percibe la grieta, la desazón, el perfil inquietante de las sombras al paso: “Tengo un dolor / aquí / donde la cicatriz limita con la noche”. Tantear el pasado es dejar constancia de una fuerte deriva existencial, es habitar de nuevo los rincones de una larga senda circular e inconclusa, hecha de laberintos e intemperie. Pero la poesía siempre trasciende el umbral personal para hacerse testimonio común, una geografía de la pena que recuerda en su queja el grito común. Así sucede en el poema “Cerrando astillas” un intenso monólogo dramático de un quijote atemporal que recuerda la pérdida. Todo el apartado expande una creciente sensación de impotencia, como si el yo fuera consciente de habitar un tiempo diseñado por el pesimismo atroz de algún dios ciego. La coherencia de ambas secciones, suma en su tramo final el apartado “Ella” que reivindica con fuerza la identidad en lucha de la voz femenina: “Soy las dos Fridas. Soy todas las mujeres que lloraron. / cierro mi pecho donde van sus palabras y se recogen astros con maletas llenas, / como albergues de sueños en una espera inútil”.. Pilar Blanco Díaz extrema la selección del paratexto con nombres propios convertidos en voces referenciales. Otra vez la épica sin épica del existir, la herida abierta, los jirones de una garganta rota, el lenguaje de un legado continuo que se retroalimenta y expande con nuevos enfoques. Las citas subrayan intensas revelaciones del dolor y la soledad, cuestionan el conformismo, rastrean el discurrir biográfico, tintan de negro el clima epocal para abrir sendas, profundas e inexploradas, a la sensibilidad subjetiva. En ese cruce intacto de intimismo y exploración verbal, el poemario Yo escribo la noche de Pilar Blanco Díaz recorre una geografía sentimental que habla del regreso y la pérdida, de la contraverdad de un yo enfrentado a sus propios fantasmas del pasado y a sus renacidas certidumbres. Visualiza en plano corto el periplo de una sensibilidad crítica empeñada en no ser dulce, en dejar en sus ojos la ceniza volátil del incendio.
martes, 28 de julio de 2020
MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ. EL ARO DE LATÓN
MISCELÁNEA
El aro de latón
Miguel Ángel
Gómez
Ediciones
Cypress Cultura
Colección
Quaderna Vía
Sevilla,
2020
El quehacer creador de Miguel Ángel Gómez (Oviedo, 1980) ha crecido muy deprisa, casi con la fuerza de una floración tropical. El frondoso sotobosque aglutina poesía, aforismos, geografía autobiográfica, ficción en prosa y artículos en medios escritos. Todo en poco más de quince años de taller literario, si integramos en el trayecto los aportes sueltos que aparecieron en las compilaciones colectivas Soledades juntas (2005), Perro sin dueño (2007) y El triunfo de la muerte (2011). El afán literario de este asturiano, licenciado en Filología Hispánica y docente de Enseñanza Secundaria, suma ahora, en el intervalo pandémico que ha confinado actos culturales y vida social, una introspección anfibia: El aro de latón. El propio escritor la define, en nota de apertura, como una madeja multicolor que invita a tirar del hilo para degustar un trabajo poco dado a la hojarasca verbal que ha ido sumando páginas misceláneas en el demorado avance del tiempo. Hay que tener muy cerca el ideario poético de Miguel Ángel Gómez para aceptar de inmediato que el sustrato metaliterario es uno de los cauces fuertes de El aro de latón, título que emana de unos versos de Raymond Carver que aluden a aquel artilugio de los días de infancia. Propone el libro un tanteo en libertad; asume una pluralidad de sensaciones acogida por la estrategia enunciativa. La poesía se personifica para convertirse en inquisitiva interlocutora, interesada por las actitudes de la vida diaria y por la forma de afrontar la relación con los objetos al paso del sujeto poético. De este modo, los escuetos apuntes del fragmento ocultan el instante sucediendo del haiku: “Ladera blanca. Es como nuestras vidas. Tonos oscuros”. En las páginas de El aro de latón se multiplican los referentes culturales: Charles Chaplin, Celan, Chamfort, Cheever. El escritor confía en las imágenes de un legado amplio de lecturas, repleto de símbolos y caminos de conocimiento. El resultado de tantas horas de biblioteca expande interpretaciones. Enseña a mirar de un modo personal, hermético y con amplia libertad para dar cauce a los contenidos de un tiempo complejo e impulsor de contradicciones y paradojas: “vivo siempre en el absurdo de la tiniebla que pinta mi época. Tengo que admitirlo. Cuando me siento a la buena máquina sé que el pasado ya tiene un aire ceniciento”. Pero en esa realidad desajustada sobrevive inalterable un mundo individual en el que el amor y los afectos sentimentales son núcleos gravitatorios. Conceden al yo un refugio de intimidad, una soledad que contrae lo racional en un estado de luminosa introspección y se distancia de onirismos y expectativas. A ese refugio también llega el rumor aleatorio de la calle, como si ese apresurado deambular necesitara el sosiego pautado de la escritura, un apunte perdurable que le conceda un poco de vida: “Lo que amo observar desde el café es el hormigueo constante, la gente que pasa con su rutina a cuestas”. La percepción del entorno que deja la escritura de El aro de latón es fragmentaria. Los textos adquieren un molde maleable. A veces aparecen como poemas en prosa cuajados de imágenes, otras con la cálida y precisa dicción de un aforismo, o con el desarrollo argumental de un microrrelato que atiende al pautado discurso de lo racional para buscar los pasos firmes de un argumento completo lleno de recuerdos. Pero siempre, la voz del escritor completa una singular polifonía en la que se escucha el paso de las horas, un entrelazado de confabulaciones imaginarias y paisajes que construye con afanosa tenacidad un baúl en sus manos, para guardar dentro, como escribió Pessoa, todos los sueños del mundo.
lunes, 27 de julio de 2020
A PUERTA CERRADA
A PUERTA CERRADA
Censores correctores y
taxidermistas verbales nunca desisten; siguen al pie de la letra los férreos
manuales del no.
La poesía fue escrita
para la lectura, no para llenar los tiempos inocuos del taxidermista.
Ese regodeo estruendoso
de quien descubre una errata escondida en el último recodo, como si fuese un
fenómeno insólito que muda el universo.
Para bandearse por el
discurrir existencial, qué necesaria la disposición sin tregua del censor. Como
el inodoro de una casa.
Agobiante sensación de
soledad … Y la necesidad de estar cerca de mí.
La pupila intolerante mira desde lejos.
El censor necesita el
magisterio de otro censor mayor, alguien que trace en sus opiniones epitelios
de tolerancia ecuánime.
domingo, 26 de julio de 2020
NOMADISMOS
viajeros Archivo digital de internet |
sábado, 25 de julio de 2020
ISLAS AL PASO
Antes de la tormenta |
viernes, 24 de julio de 2020
EL PARAGUAS
Una habitación sin vistas Fotografía de Internet |
jueves, 23 de julio de 2020
NUEVA CREACIÓN
Ahora que es tarde Poesía 1990-2020 José Luis Morante Prólogo de Antonio Jiménez Millán La Garúa Editorial Santa Coloma de Gramenet, Barcelona, 2020 |
NUEVA CREACIÓN
Si me hallaras vacío,
solitario y absorto,
con el alma sin lastre
que asegure lo humano,
como grano de arena
al vaivén de la espuma,
frágil cometa leve
en los cielos perdida,
ámame dulcemente
sobre todas las cosas,
como si fuera barro;
una estatua olvidada
que requiere tu soplo
para vivir de nuevo.
( De Ahora que es tarde)
miércoles, 22 de julio de 2020
ROCÍO ACEBAL DOVAL. HIJOS DE LA BONANZA
Hijos de la bonanza Rocío Acebal Doval XXXV Premio de Poesía Hiperión Ediciones Hiperión Madrid, 2020 |
martes, 21 de julio de 2020
MARINAS Y PUNTOS DE FUGA
Simetrías Fotografía de Javier Cabañero Valencia |
lunes, 20 de julio de 2020
SURCOS DE AGUA
Surcos Fotografía de internet |
domingo, 19 de julio de 2020
PABLO FIDALGO LAREO. QUALCOSA NASCERÀ DA NOI
QUALCOSA NASCERÀ DA NOI Pablo Fidalgo Lareo Edición bilingüe: castellano e italiano Traducción al italiano de Elsa Tramontin Diseño editorial de Silvia Fernández Palomar Gijón, 2020 |
sábado, 18 de julio de 2020
APUNTES BAJO LA SOMBRILLA
Litoral de Cabanes Fotografía de internet |
He perdido mi identidad; necesito tiempo para encontrarme.
viernes, 17 de julio de 2020
LA CASA SOSEGADA
Laderas Fotografía de Javier Cabañero Valencia |
LA CASA SOSEGADA
jueves, 16 de julio de 2020
PÉRDIDAS
miércoles, 15 de julio de 2020
FERNANDO DEL VAL. SI TE ACERCAS MÁS, DISPARO
Si te acercas más, disparo Entrevistas Vol. 1 Fernando del Val Editorial Difácil Valladolid, 2017 |
martes, 14 de julio de 2020
EXILIOS Y ENCUENTROS
Brisa Fotografía de Javier Cabañero |
lunes, 13 de julio de 2020
MIGUEL CATALÁN. LA TRAICIÓN
La traición Seudología XII Miguel Catalán Editorial Verbum Madrid, 2020 |
domingo, 12 de julio de 2020
FINGIMIENTO
sábado, 11 de julio de 2020
DORMIR BAJO TECHO
Casa abierta fotografía de Adela Sánchez Santana |