A punto de dejarlo
Enrique BaltanásParéntesis, Sevilla, 2012
Enrique Baltanás (Alcalá de Guadaíra,
Sevilla, 1952) entiende el laboreo literario como un quehacer plural que
cultiva géneros diversos como la lírica- su actividad preferente, de la que
podemos disfrutar de una amplia panorámica en la antología Medidas provisionales- el ensayo, los aforismos y la narración.
Como una honda inmersión en el humo solitario de la memoria plantea Baltanás su
ficción A punto de dejarlo. Su
protagonista, Julián Arjona, bibliotecario profesional en la universidad y
escritor en ciernes, ha sido abandonado por su pareja y permanece en el socavón
de una soledad buscada y excluyente. Es un fumador activo, un adicto de
voluntad cautiva que en la amanecida de un domingo, y en esa frontera decisiva
que convertirá el tabaco en un hábito superado, galvaniza el pasado para
ofrecernos una crónica minuciosa de su tiempo existencial.
El borboteo de los recuerdos incluye la
historia personal del sujeto a punto de introducirse en los cincuenta y narra
con voz directa las peripecias más representativas de cada uno de los tramos
vitales. En cada etapa se yuxtaponen conductas, ilusiones y sentimientos
sometidos a la erosión del tránsito. La conciencia social comienza a gestarse
en los estertores de la dictadura, donde parecía obligatorio definirse
ideológicamente y afrontar una oposición activa que convertía cada salida a
descubierta en una zona de riesgo. De aquella utopía del compromiso surge el
proyecto en el que la convivencia doméstica se convierte en razón de
ser. Pero el laberinto de pareja no exime de la insatisfacción y de la búsqueda
y poco a poco aquel asiento doble descarrila en el escepticismo y en la
melancolía. El amor inicial se ha convertido en un estado opresivo y continuo
que lima el entusiasmo y genera frío. Telón de fondo de lo vivencial es el marco
geográfico urbano. Sevilla es el pasado de la Casa de Contratación y de los
argumentos comerciales con el Nuevo Mundo y es también la vida activa de una
ciudad que halló en el tabaco una ocupación social que fomentó la economía y
galvanizó la forma de ser y el temperamento de sus ciudadanos. Sevilla también
es el ahora, cuando la Real Fábrica de Tabacos, como edificio histórico, se
convierte en recinto universitario y en foco de relaciones en el que se consume
el tiempo ocupacional del protagonista.
Pero hay otra presencia muy activa a lo
largo del libro, el tabaco. Es casi una entidad física, también con un decurso
cronológico en su rol social, y con un ininterrumpido diálogo de causas y
efectos. Asistimos a una sociología descriptiva en torno al tabaco,
bien en la voz del sujeto o en la de textos complementarios que se
suman al discurrir del argumento.
El largo viaje narrativo discurre en el
domicilio personal del yo y en una cronología muy concreta que apenas dura
veinticuatro horas. Esta unidad de espacio y tiempo hace posible una
pormenorizada indagación introspectiva en la que la identidad del protagonista
parece moldearse a la contra. Si en el entorno cercano hay claros ejemplos de
adaptados sociales que poco a poco entran a formar parte de una clase media
alegre y confiada, aunque casi nunca exenta de contradicciones, a Julián Arjona
parece corresponderle siempre el papel del perdedor; todo lo que toca se
convierte en fracaso; un destino
patético al que viene bien un velo de ironía y escepticismo. De esa ironía y
escepticismo también forma parte esa dicotomía entre el
ideal y la realidad. Cuando el tabaco parece un capítulo superado llega una coda demoledora y consume ese poco de oxígeno limpio que el
futuro había reservado.