miércoles, 31 de julio de 2024

VIVIR AL MARGEN (Diario)

Al margen
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

 

 VIVIR AL MARGEN

    
  Aunque desempeñe su labor comunicativa habitual o sea un asunto privado, la escritura  necesita un contexto previo, un encuadre correcto que no desfigure sus bordes. Sin él la ternura se convierte en erotismo y el erotismo simula ser pornografía. Su comprensión requiere, por tanto, una mentalidad expandida para aceptar que los mensajes contienen otras percepciones de la realidad; las palabras  viven, están, emergieron desde el limo en un espacio y tiempo concretos.
 
   Valoro mucho la confianza, esa luz que oculta la niebla, esas gotas frescas que alejan la sed.
 
  El optimista es proclive a la grandilocuencia; cree que la amistad es fuerte, como la raíz de una secuoya. Así que sufre un terrible efecto erosivo en su ánimo cuando descubre que la reptante raíz que imaginaba es solo un hilo suelto, el expandido temblor de una telaraña.
 
   El tiempo desvela una paciente labor de sondeo para alumbrar identidades, tramas y personajes que reconstruyen con fidelidad nuestras relaciones sociales. En ellas, la soledad camina una propuesta introspectiva, elegíaca e intimista.
 
   El ahora se convierte en tiempo narrativo de una identidad incierta. Soy una estela que pregunta con insistencia, en primera persona, al despertar de su memoria por sus indicios sentimentales.
 
    Los otros, esas islas cambiantes, con aproximaciones esporádicas.

(Al margen. Diario de verano)



martes, 30 de julio de 2024

ALICE MUNRO. LA HUMILDAD DEL RELATO

Alice Munro
Premio Nobel de Literatura 2013
Fotografía
de
Derek Shapton

 

ALICE MUNRO. LA HUMILDAD  DEL RELATO.

 
   La decisión del sanedrín literario sueco de conceder la antorcha del Premio Nobel de Literatura en 2013 a la canadiense Alice Munro prodigó en los medios de comunicación de todo el mundo abundantes informaciones biográficas. Nacida en Wingham, provincia de Ontario, en 1931, pasó su infancia en un ambiente rural del gélido interior canadiense, con severas dificultades económicas familiares. Tras establecerse en Vancouver ejerce distintos oficios y a partir de 1950 va cimentando un sólido trayecto escritural en el que el cuento se convierte en centro creador de su escritura.
   Como enunciara la escritora en entrevistas y tertulias literarias, su existencia sólo cobra sentido en la escritura, donde no pocas veces la letra pequeña de lo autobiográfico actúa como venero temático. Es en el cuento, un género mayor del siglo XX, donde habita lo esencial del sentir literario. En Alice Munro el cuento tiende a describir historias sin épica, con el énfasis apagado de lo cotidiano. Así sucede en su colección de cuentos Demasiada felicidad, cuyos trayectos accionales requieren un desarrollo temporal  de media extensión para precisar las circunvalaciones de actitudes vivenciales siempre de paso. Los cuentos abordan instantáneas de protagonistas y secundarios empeñados en una carrera de fondo de metas difusas. Lo contingente acecha. Siembra estados de angustia capaces de cambiar el rumbo de una voluntad que no se guía por ideas abstractas sino por motivaciones de escasa relevancia. Y lo mismo ocurre en su última entrega Mi vida querida, donde volvemos a percibir la estética singular en el aliento creativo de la escritora canadiense.
   Ni espacio ni tiempo precisan datos exactos. De esa atemporalidad emerge la geografía vivencial de  lo doméstico. Son territorios para supervivientes que reiteran tareas habituales en intervalos cronológicos en los que apenas cabe la sorpresa. Y, sin embargo, ésta reclama un espacio secreto de la intimidad individual como si fuera materia central de un submundo hermético.
   En los cuentos de Alice Munro cobran relieve los perfiles femeninos, siempre llenos de complejos estados emocionales, obstinados en la paciente espera de lo extraordinario. Mujeres atentas y receptivas crecen hacia dentro mientras muestran su cansancio ante una realidad manipuladora y llena de cicatrices, que de cuando en cuando se ilumina con una relación personal, con un deseo cumplido, con la calma resolución de un conflicto sin tregua, o con el espejismo de una felicidad que nunca dura demasiado.
   Cada género literario tiene un selecto grupo de voces mayores que ratifican la mena central de una estrategia expresiva. En el cuento estará siempre la humildad de Alice Munro, la incontestable honestidad de quien siembra el asombro con manos de mujer en la piel del desierto.
  
                                                          

            JOSÉ LUIS MORANTE 

domingo, 28 de julio de 2024

LA MIRADA OCASIONAL

Interiores
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

 

LA MIRADA OCASIONAL

 

(Naturaleza y poesía)

 

No toda mirada es capaz de engendrar visiones

MARÍA ZAMBRANO

 

   Para establecer un punto de partida conjetural sobre el diálogo entre filosofía y poesía en el que se integra la indagación sobre la naturaleza en el tiempo, podríamos decir que la mirada filosófica es aquella que contempla en el mismo plano el sentir y el pensar. Ambos conforman un espacio de meditación sin rupturas, un recorrido que busca entender y propicia una liberación personal y colectiva, espigando prejuicios y dudas, ataduras y sombras.

   Esta concepción del quehacer poemático requiere un espíritu de fe en las posibilidades del lenguaje como manifestación y reflejo del ser, como razón extrañada entre pensamiento y sentir, capaz de sistematizar y definir, de alentar un espacio de comprensión y estimular la eclosión abierta de los sentidos.

  La poesía filosófica enciende una reflexión plural que diserta sobre las razones de su escritura, repasa el legado de la tradición y deja constancia de una cala en profundidad sobre el sujeto concreto y el contexto social donde se mueve. De este modo, establece un perfil íntegro y total, una concepción ontológica completa que siembra indicios sobre el dinamismo de lo vital.

   Asunto central del acto de escribir es construir una interpretación de lo real, en la que cada elemento adquiera su sentido y se ubique en el laberinto relacional que le corresponde. Este enraizamiento cognitivo alza en el tiempo una arquitectura mudable, donde queda inmersa nuestra experiencia vital.

   El poeta tiene en la infancia un despertar privilegiado, una amanecida en la que el entorno se muestra con sencillez, sinceridad y autenticidad. Estas cualidades aluden a una perspectiva de la naturaleza conocida por intuiciones vitales directas. El paisaje se presenta conectado al asombro, entendiendo el asombro como pujanza energética para preguntarse por el cuerpo ontológico de las cosas. La realidad se interioriza en el sustrato emocional del yo como una topografía viva, resistente, tenaz. En ella se vislumbra lo insólito, un trasfondo que enriquece y muestra sus espasmos más íntimos. Con los años, aquel horizonte moldea una dimensión irrenunciable. Pero es un lugar insular, perdido, que ha de revelarse poco a poco mediante la evocación y la elegía y que se habita desde la memoria, adaptándose a las distintas etapas vivenciales del hombre.

    En los años juveniles, con el comienzo de la formación universitaria, la naturaleza se desvanece en el itinerario biográfico. Personifica un sueño que oculta su tamaño en otra realidad en la que el hablante poético toca fondo y debe hacerse hueco. La ciudad mineraliza su espacio, vinculado a la contingencia temporal y cercanía del yo colectivo. En la urbe se construye un nuevo escenario reflexivo protagonizado por otros figurantes del pensamiento; el yo se transforma en un sujeto pensante, menos intuitivo, empeñado en ordenar y reubicar lo que sucede en la ciudad como silueta poligonal de encuentros.

   El paisaje entonces se deja oír en estilo indirecto, tiene los trazos de una ausencia concreta y mantiene con la situación vivencial del yo una metamorfosis de rasgos que conlleva una clara idealización. Muchas veces el pensamiento se hace grito ensimismado, caligrafía abierta de poemas escritos para cauterizar el dolor, para dejar constancia de que la existencia es sólo un hilo frágil. Cada vez es mayor la conciencia del tiempo. El paisaje queda al margen, se recuerda como un acto de fe, cuya belleza se muestra como una razón persuasiva, una creencia que ensancha el ser del hombre.

   La ciudad moderna contempla la naturaleza desde la carencia, lejos de sus procesos naturales y con un escaso tacto ecológico. La arquitectura habitual desnaturaliza y relega los espacios verdes a la periferia, condicionados por las construcciones y la movilidad. Perece la singularidad de los paisajes y nace un tablero visual de elementos uniformes seriados, que crean la sensación de ser parques temáticos, copias miméticas o extravagantes. La naturaleza urbana se torna insulsa o neutra y con poco peso específico en lo literario.

   A veces, sin embargo, la naturaleza se reafirma de nuevo desde la elegía. Mediante la contención expresiva, la hondura y la vibración anímica, se da una nueva temporalización a lo perdido, se recorre al paso la geografía familiar y el pretérito encuentra expresión emocionada y temblor humano en el material poético. La naturaleza retorna cargada de fuerza, con plena densidad significativa, como un ámbito humanizado en el que la intimidad del poeta germina en su lugar preciso.

   La voz poemática ya no es la de un yo desubicado y desvalido, en la intemperie, sino la de un sujeto activo que abre la claridad a sus recuerdos, a esa estela vital de lo vivido. El gesto de reconstruir puebla el poema de símbolos, renacen los ciclos estacionales y se alzan puentes que unen las riberas del pretérito con el latido indagatorio del ahora. Las palabras se arropan en una sensibilidad meditativa que haya en el pensamiento un refugio protector, un rastro de intimidad y meditación donde se escuchan las señales del tiempo.

  La escritura personal suma en su discurrir anotaciones e incertidumbres, pasos que conforman en cada entrega una manera de andar y de sentir. Los poemas esclarecen una concepción poética en tránsito, que parte del confesionalismo cotidiano y despliega en su madurez un entrelazado espiritual, en el que resulta eje central la esencia del entorno. Su coherencia modula una cosmovisión más racional que expositiva; la poesía concede a la conciencia del ser un carácter trascendente y revelador, pasado por el filtro de la conciencia. Es el abrazo pleno del yo con el velado horizonte de lo esencial; la certeza de que cada hoja caída busca de nuevo rama y reverdece.   

   El material lírico aspira el olor de la tierra, la carga sinestésica de un no lugar que transciende cualquier alabanza de aldea para sumirse en un estado de contemplación ascética que propicia un estar ensimismado. La percepción se consolida. Culmina caligrafías sensoriales; invita a tender las manos del pensamiento para retener lo que ofrece el transcurso del tiempo para incidir en la condición de ser en medio de los ciclos naturales.

  La naturaleza propicia una sensación de estatismo, un devenir que alienta la quietud y el despojamiento y que halla en la imagen de  cualquier elemento natural el reflejo de la propia esencia de vivir; se van agotando los afanes y las pretensiones, los elementos del paisaje muestran una común actitud de calma  que acrecienta la soledad del que contempla o ese desamparo que lleva a buscar el abrazo del otro para librarse del escalofrío.

   La poesía adquiere el tono justo de la confidencia; no levanta una voz que apenas cambia con el tiempo, otea el horizonte y se encoge de hombros, convencido de que la naturaleza tiene un destino marcado, una cadencia que invita a reflexionar sobre los signos de lo  mudable y a guarecerse  a cielo abierto, detrás del pensamiento.

 

JOSÉ LUIS MORANTE



sábado, 27 de julio de 2024

AUTOBIOGRAFÍA SIN MÍ

En casa
Fotografía
de
Adela Sánchéz Santana


EN CLAVE AUTOBIOGRÁFICA
 
 
Yo nací (perdonadme)
con la televisión en blanco y negro.
La realidad mermada,
cobró lustre ficticio entre las vísceras
del dichoso artilugio.
Retraído el asombro,
poco tiempo después holló la luna
el ballet pintoresco del primer astronauta.
La guerra de Vietnam sembró de rojo
el miedo del monzón;
la tristeza alargó su cinta métrica
con inborrables signos,
y el niño que yo fui cruzó la calle
para desvanecerse.
 
Como soplo de aire
que aventara las ramas
con una floración de duermevelas,
devanaron los años
 una quietud insomne,
repleta de tareas.
Nada sobra al olvido.
 
Envejeció conmigo
la dudosa verdad de vuelo corto
y ahora lo vivido es una polvareda
que se oculta detrás.
La nada vuelve.
 
Sigo al borde de mí;
Soy un mapa menguante
enclavado en la espera.
Ya no quedan preguntas perentorias.
El futuro es de otros. 

     (De Nadar en seco, 2023)



 


jueves, 25 de julio de 2024

CUERPOS AL SOL

Espera
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana




EN TORNO AL CUERPO

 

Ser poeta hasta el punto de dejar de serlo

 

CÉSAR VALLEJO

 

 

El deseo, esa moneda que se lanza al aire y permanece flotando.

 

La voz dubitativa del pudor suena a invierno; escarcha la piel.

 

Si te miro, la pupila es incisión, herida.

 

Persuasión pedagógica de la paciencia; solipsismo solo atento al temblor sigiloso de  los astros.

 

Siempre en la mano, la pequeña magia del final.

 

Hay cuerpos que consiguen poner la noche en claro.

 

Esa parte de ti dispuesta a compensar la inoperancia cromática del día laborable.

 

El vaivén tranquilo del mar del tiempo intenta desmentir que soy un náufrago.

 

Mientras duermes  el misterio de la insinuación, el no sé qué que queda balbuciendo.

 

(Celebración solar)

 

 

miércoles, 24 de julio de 2024

PÉTALOS SUELTOS

Texturas
Archivo general de internet


TALLER DE AUTOR



 Sobre la mesa del taller creador, la noción del oficio, el empeño para dominar la técnica. Que fluya mansa e invisible, eficaz.

 

 

Nunca sé dónde nace ese soplo inicial que dicta la amanecida del poema. Parece una grieta cerrada a la inteligencia discursiva. Pero está.

  

Viene conmigo –equipaje en el tiempo- este acierto crítico de  Octavio Paz: “El haiku fue una crítica de la explicación y la reiteración, esas enfermedades de la poesía; el renga es una crítica del autor y la propiedad privada intelectual, esas enfermedades de la sociedad”.

 

 ¿Vanguardismo? Sí, cuando reitera el insistente afán novedoso de la amanecida.

 

Suele aburrirme el vuelo ascensional de lo trascendente. Soy de los que abrazan el poema que cumple la ley de gravedad.

En la sensibilidad oriental se amalgaman Buda, Lao Tsé, Bashô, Omar Kayan, Hafiz van… Sustratos que entremezclan el escueto andamiaje del haiku, los jardines florecidos con pétalos sueltos.


(Del libro "A punto de ver", Editorial Polibea, 2018)


 

martes, 23 de julio de 2024

JAULAS DE CRISTAL

Transparencias



 JAULAS DE CRISTAL

   Mientras los demás duermen él construye jaulas de cristal para guardar el aire, amplios recintos donde las aves puedan estar y sentirse protegidas. Son arquitecturas vacías, carentes de puertas. Recintos indefinidos que dibujan distancias azules y capaces de preservar la sed de vuelo.


 

domingo, 21 de julio de 2024

AFORISMOS CON PASADO IMPERFECTO

Feria del Libro de Madrid, 2006
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

   Nacido en El Bohodón, Ávila, en 1956, José Luis Morante  ha escrito una decena de poemarios, recopilados en las antologías Mapa de ruta (2010), Pulsaciones (2017) y Ahora que es tarde (2020), con reconocimientos como  el Premio Luis Cernuda, el Internacional de Poesía San Juan de la Cruz, o el Premio Hermanos Argensola. Entre sus entregas en prosa están el diario Reencuentros, el libro de entrevistas Palabras adentro y Protagonistas y secundarios, selección de artículos y reseñas. Ha preparado las ediciones Arquitecturas de la memoria, de Joan Margarit, Ropa de calle, de Luis García Montero, e Hilo de oro, de Eloy Sánchez Rosillo; también prologó libros de Luis Felipe Comendador, Herme  G. Donis, Javier Sánchez Menéndez y Karmelo C. Iribarren. Ha publicado los volúmenes de aforismos Mejores días (2009), Motivos personales (2015),  Planos cortos (2021), la antología de aforismos Migas de voz (2021), la edición de Aforismos e ideas líricas (2018) de Juan Ramón Jiménez y la antología 11 Aforistas a contrapié (2020). Sus obras más recientes son la colección de microrrelatos Fuera de guion (2020) y el ensayo-antología Paso ligero. La tradición de la brevedad , un estudio en profundidad sobre el desarrollo del aforismo en castellano durante los siglos XX y XXI. 

  

Aforismos con pasado imperfecto
 
                                                                                               
Convirtió en sedentaria la prudencia verbal; no aventura palabras si no es en presencia de su diccionario.
 
***
 
Afrontar sin amargura, sin gestos de abandono,  que lo que pensamos oculta lo que somos.
 
***
 
Su cerebro contiene dos ideas; son tan opuestas en su curvatura que entre ellas cabe un sistema filosófico.
 
***
 
Al florecer el día  rompe la quietud del reloj un aforismo. Sorbos cortos.
 
***
 
Basta mirar las ventanas abiertas de lo diario para saber que me recusan y no estoy.
 
***
El puño cerrado de quien corta rosas.
 
***
 
Una pobreza sin desplome, capaz de ceder, con mínima nostalgia,  la vieja cama del faquir.
 
***
 
El silencio y su fuerza de convicción. Sabe quién responde cuando nadie llama.
 
***
 
El prudente convierte en coma cualquier punto final.
 
***
 
Esa nada autosuficiente, empeñada en la forja de discípulos perdidos.
 
***
 
Bricolaje: mañosos protocolos de la poesía visual.
 
***
 
Soy un lector disperso que ensaya alternativas para volver gozoso al mismo libro
 
***
 
El optimista define el caos como una narración abierta, sin ataduras.
 
***
 
Conocer a nuestro sujeto literario acrecienta el refugio opaco de la autocensura.
 

 (Revista ZENDA)




    

sábado, 20 de julio de 2024

EPIFANÍA

Amanecida
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia


 

EPIFANÍA
 
 
Ordinal  necesario,
la pulcritud se aplica en dar textura y forma
al poema feliz.
Es  palabra con alas que despierta
el hilo en el ovillo
de los sueños.
 
El  poema desciende luminoso,
anuda pies en la belleza
y remoza pequeños propósitos baldíos
pues no contiene lastre
y conoce  remedios
contra el cerco de cualquier decepción.
 
Auroral, el poema
asordina la angustia
y no marchita pasos
en la tierra de nadie
del chantaje afectivo.
 
Sus palabras exigen
que tenga la avidez
salina de  lo intenso
y disloque en el aire
toda asepsia expresiva.
Que soporte la ley
gravitatoria y se mantenga
sobre la cuerda frágil de sí mismo,
como un don disponible
que  sostiene el azul
y todo empieza.  
 
Debe saber también,
hecho gesto final,
guardar los extravíos
bajo el techo solar
de la esperanza.
 
 

       (Del libro Nadar en seco, 2022)



viernes, 19 de julio de 2024

EN FAMILIA


 

EN FAMILIA

 

  En casa no nos gusta incomodar a nadie, señor comisario. Las cosas son como son. No hay más indicios, pero todos buscábamos algo. Mi madre buscó siempre el sosiego en la farmacia; mi padre en la mudez de un cigarrillo, convencido de que el cansancio y el frío están en las palabras, pero son otra cosa; mi hermana, cuando niña, en el reclinatorio de la ermita y después en la esquina más rentable del polígono sur. Yo que no busqué nada, encontré un libro y en él sigo. Vivimos juntos el abuso feliz de sentirse en familia. Repare usted, señor comisario, que en nuestra casa los sueños nunca dieron ningún paso. 

 

(Del libro Fuera de guion, Lastura, 2024)

  


jueves, 18 de julio de 2024

TRAS LA VENTANA

Dentro
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana


Tras la ventana
el silencio dormido
y yo con él

                            (Inédito)



miércoles, 17 de julio de 2024

MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ. ESPUELAS PARA QUÉ OS QUIERO

Espuelas para qué os quiero
Miguel Sánchez-Ostiz
Pamela Editorial
Pamplona, 2022


 

SEGUIR A SOLAS

 
   Miguel Sánchez-Ostiz (Pamplona, 1950) publicó su novela auroral Los papeles del ilusionista en 1982 y aquella ópera prima tuvo decidida continuidad con otras ficciones, El pasaje de la luna, Tánger Bar, La quinta del americano, La gran ilusión, que consiguió el Premio Herralde de Novela. Los títulos mencionados convirtieron al escritor navarro en vértice referencial de nuestra narrativa, con reconocimientos como el Premio Nacional de la Crítica, en 1998, por la obra No existe tal lugar. Pero el taller literario de Miguel Sánchez-Ostiz alienta un quehacer de búsqueda; su escritura sondea estrategias expresivas como la biografía –sin duda, es nuestro mejor especialista en el periplo biográfico y la obra de Pío Baroja- los diarios, las páginas autobiográficas, la crónica de viajes, el ensayo, con hitos como No hay tiempo que perder, con el que obtuvo en 2010 el Premio Euskadi de Literatura, la reseña en suplementos culturales y revistas, o la escritura breve de difícil etiquetado crítico como Emboscaduras y resistencias, un libro dispuesto al nomadismo temático, que deja fluir al pensamiento a su libre albedrío para discernir las incisiones y trazos que definen el paso del presente.
   También el poeta tiene un rostro diáfano en los espejos de Miguel Sánchez-Ostiz, desde Pórtico de la fuga, entrega publicada por Ámbito en 1979, cuando ya declinaba la sensibilidad novísima que había sido casi ideario de dirección única en los años setenta. El extenso caudal lírico está recogido en los volúmenes La marca del cuadrante (Poesía, 1979-1999) (Pamiela, 2000) y Fingimientos y desarraigos (2001-2017), edición de 2017 también en la misma editorial.
    Prosigue al paso con el libro Espuelas para qué os quiero. El escritor refuerza la voz propia con el ancho río de la tradición, recordando versos de Luis de Góngora, César Vallejo, Cristóbal de Morales y Francisco de Quevedo, solemnes magisterios que anudan el verso a un territorio de fuerza, moldeando una articulación existencial y reflexiva. La voz poética se interpela a sí misma y busca razones para seguir el viaje. La poesía dialoga con el tiempo, sabe que tampoco el olvido es inocente y mira entre las grietas de la memoria las deudas pendientes. Al cristal diario se asoman los rostros cejijuntos de la inquietud, esas rendijas que zarandean la calma o empujan a buscar justificaciones y vías de escape en la expresión escrita, como si fuera posible diluir la guadaña del tiempo.
   El discurso lírico recurre a figuras de carga simbólica como Lázaro para explicar “el olor a cenizas y penumbra de la propia identidad”; los días han ido remansando su quietud entre quehaceres, confinando al ser en un largo encierro hecho de “ruinas, frustraciones, vergüenzas, falsa sumisión, empeños inútiles…” que exigen pedir revancha e intentarlo de nuevo, aunque ese empeño a cara o cruz repita resultado y nada quede después.
   El protagonista versal amanece con la voluntad de ser sujeto activo de una épica a trasmano; reclama sitio y destino. Vuelve la mirada a los trazos de una existencia precaria; recuerda un tránsito donde solo va quedando la certeza de haber vivido, como un superviviente en la superficie de la marea, arrastrando también las decepciones de lo no vivido. Aparece así en el poema un personaje de Washington Irving, el jinete sin cabeza, también llevado al cine por Tim Burton, una presencia paradigmática para que niños y adolescentes se enfrenten a sus miedos y temores. De igual modo, es un símbolo claro en el poema como grafía de todo lo que no pudo ser e impone una atrabiliaria persecución a la voluntad, quebrando la armonía de una existencia plena.
   Las incontinencias de la vida social han sido un semillero de insatisfacciones. Prima más el estar que ser; la voluntad del domador de ratones que la construcción bien elaborada del artesano. Pocas veces la ciudad de siempre ha tendido en sus calles un ámbito luminoso y respirable. El laberinto urbano remarca, como un epitafio en vida, que el yo se esconde tras la máscara cejijunta de la decepción.
   Cuerpo central de la escritura de Miguel Sánchez-Ostiz es la mirada crítica ante una moralidad a la intemperie. El poema “Empacho de uvas verdes” es una sátira feroz a pícaros, delincuentes y comisionistas que alquilan patios de Monipodio para medrar a su antojo y hacer de la hacienda pública un estridente saqueo. Esa crítica también vuelve los ojos al espejo del yo para descubrir las sombras que velan la identidad. Así sucede en el excelente poema “Miliario negro”, que merece la pena reproducir al completo: “Cada día más lejos / del que fuiste / del que no conseguiste ser / Cada día más lejos de ti mismo / Mudo ciego desconocido / detrás de tu propia sombra / siempre en fuga”. El pensamiento entrelaza desvelos entre una niebla espesa y crepuscular; sospecha que su tiempo es otro pero que la queja es inútil, por lo que se esencializa el presente. No hay sueños ni utopías, fueron lejanas aves migratorias, rostros indefinidos que se desvanecen en una lenta procesión de aparecidos.
  En el contexto gris y ensimismado de la pandemia, entre 2019 y 2021, fueron naciendo los poemas de Espuelas para qué os quiero, que merecen en la nota final de Miguel Sánchez-Ostiz una larga explicación de referencias concretas, viajes, lugares e intenciones. Son ventanas para un intenso balance reflexivo en torno al recinto murado del trayecto biográfico personal y su variada meteorología de nubes y claros. Pero también del yo social, del nosotros, que borra la sensación de ser tan solo islas humanas en la fisiología renqueante de la historia. Un tiempo colectivo que muchas veces merece sarcasmo y burla; una mirada crítica fortalecida por una larga tradición de nombres propios, desde el barroco a la palabra remansada en música de Léo Ferré o Carlos Gardel…   
  No quisiera terminar esta nota crítica sin subrayar el extremo cuidado del poeta en la dicción. Emplea un vocabulario culto y clásico, de expresividad germinal, capaz de añadir al poema una atmósfera de sensaciones, la constatación de un tiempo en crisis donde es necesario apretar el paso y picar espuelas, huir del galopar de tantos jinetes sin cabeza.
 
JOSÉ LUIS MORANTE
 


       

lunes, 15 de julio de 2024

ACERCA DEL SUEÑO

Verano
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

 
ACERCA DEL SUEÑO
 
                               a mi hija Irene
 
I     
 
Qué es el sueño, preguntas,
con la abrumadora ingenuidad
de quien me presupone una respuesta.
Y yo salvo el escollo
modulando una frase convulsa
en la retórica de los desconciertos.
Te digo: el generoso don
que la fatiga obtiene de la noche,
una brizna de luz escalando la sombra,
el envés de una historia
cotidiana y absurda;
tú misma, hija mía,
cada palabra tuya, cada gesto.
No sé si el sueño
es potestad del hombre
o comparten los sueños animales y cosas.
Ignoro de igual modo qué hilo teje
su textura de seda,
qué alzada confabula
su hermética apariencia
o qué brújula guía
la estela de sus viajes.
Sé que hay sueños tristes y gozosos,
oscuros y diáfanos,
ocasionales y obsesivos;
sé también que hay sueños tan hermosos
que el tiempo los indulta y perseveran,
y no envejecen nunca.
 
II

       A mi hija Ana
 
 
Hay sueños que una noche
consumen su existencia
y otros que se prolongan con los días.
Simulan los primeros
una especie común de lepidópteros
y acaban siendo pasto
del trastero y del polvo,
como un experimento vanguardista.
Levísimos planetas alumbran los segundos,
como estrellas fugaces que convocan
múltiples y azarosas travesías.
Ante nuestra mirada sus figuras componen
un paisaje celeste,
intangible materia en sereno reposo,
donde habita la luna del deseo.

    (De la antología Ahora que es tarde, 2020)






 
 

sábado, 13 de julio de 2024

ABRIR LAS ALAS (AFORISMOS)

 

En vuelo
Fotografía
del archivo
Istockphoto




ABRIR LAS ALAS
 
(Aforismos)
 
 
Solo habla consigo cuando hay un intérprete disponible.
 
La impaciencia aconseja hornear semillas.
 
El toldo del tragaluz es un oxímoron.
 
Entre los misterios de la inteligencia, el empeño de ocultarse a diario.
 
Quien no sabe dónde ir  mantiene siempre un inquebrantable compromiso con el traspiés.
 
La humildad cumple con mérito la función de ser nota a pie de página.
 
Rareza: una amistad sin ánimo de lucro.
 
Cuando aletea cerca, el optimismo recuerda la mínima vibración de una libélula.
 
Esas voces que visten a diario papel de lija y ganan altura cuando callan.
 
Acabé identificando su belleza con el vacío; en ella, todo es nada.
 
Es acaparador y avaro; cuando respira guarda el oxígeno y el anhídrido carbónico.
 
Qué triste la lectura volátil, la que no tiene huellas dactilares.
 
 
(José Luis Morante)
 
 
 
 



viernes, 12 de julio de 2024

CASA VACÍA

Fuera de guion
(Casi cien microrrelatos)
José Luis Morante
Editorial Lastura
Madrid, 024

 

CASA VACÍA

 

   En esta casa ya no vive nadie, aunque están todos los moradores que ocuparon sus habitaciones. Escucho su fisiología desperdigada en pasos, susurros, toses o gemidos. De cuando en cuando callan, como si se hubiesen mudado por unas horas a otro lugar. Siempre regresan. Esta noche olvidaron cerrar la puerta de la entrada y apagar luces. Alguien me despertó. No supe qué decir; me siento un extraño ocupando una casa vacía. Ellos me reconfortan y justifican mi presencia: “alguien debe soñarlos”.


( Del libro Fuera de guion, Lastura, 2024)



martes, 9 de julio de 2024

ANTÓN LOPO. DIARIOS (1) AZUL MONFORTE

Diarios (1) Azul Monforte
Antón Lopo
Traducción al castellano de Ismael  Ramos
Ediciones Papeles Mínimos, Colección Poesía, 16
Edición bilingüe gallego-castellano
Madrid, 2024

ANDAR AL PASO

 
   El activismo literario de Antón Lopo (Monforte de Lemos, 1961) se ha ido diversificando en el tiempo hasta convertir al escritor en nombre central de la cultura gallega contemporánea. La sensibilidad creadora aglutina poesía, narración, periodismo y propuestas escénicas; es un magisterio dimensional, de amplios efectos en las hornadas emergentes y con un discurso reivindicativo fuerte, de renovación y afirmación del legado tradicional gallego.
  Su entrega poética Diarios (1) Azul Monforte ha sido reconocida con el Premio de la Crítica, convocatoria anual, impulsado por A Asociacion Gallega da Crítica, y ya tiene versión al castellano a cargo del poeta y traductor Ismael Ramos en la colección de poesía de Papeles Mínimos.
   El título aclara de inmediato las claves escriturales de esta salida. Es la autobiografía sentimental de un hablante lírico, cuya voz anota el andar al paso. La palabra asume de inmediato una visión enunciativa; la visión de un viajero en el tiempo que entrelaza percepciones y vuelve los ojos hacia el páramo de los días idos. La reflexión empieza vislumbrando el ser transitorio de la conciencia. La huella de la lectura, como sucede con el diario del escritor y fotógrafo barcelonés Jordi Esteva, desgrana secuencias vitales hechas patrimonio en la terquedad del tiempo. Una travesía iniciática, fragmentada en momentos, que adquiere al ser interiorizada densidad matérica. La línea confidencial de lo autobiográfico contamina al lector con un epitelio vital de gravedad y desasosiego; así sucede también los diarios de Rafael Chirbes, cuya experiencia lectora depara un aprendizaje cognitivo que fortalece y redacta un didáctico manual de supervivencia; un ideario escrito con la tinta clara de la lucidez que alumbra el propósito escritural de Antón Lopo: “ Yo quería escribir lo que no se escribe (lo invisible). / Darle cuerpo a lo que no existía. (Write me on )". Desde esta arquitectura evanescente de la memoria comienza el poema. Las palabras aprenden a construir desandando, buscan en el cielo raso del pasado el vuelo de la evocación, como sucede en el excelente poema que da título al libro “Azul Monforte”, en el que la figura materna se convierte en identidad referencial. Lo mismo sucede en el texto “No era consciente de lo que se avecinaba”, en el que se versiona el deterioro físico que lleva a la mirada crepuscular que anticipa el olvido: “… Llevo nueve años inventando / la supervivencia de una mujer desahuciada y me / pregunto si tiene sentido algo de lo que he hecho”.
   El acontecer del entorno también se ubica en las composiciones, abriendo la trama argumental con estratos heterogéneos. Una mirada al obituario, el rescate de algunas presencias de la intrahistoria cultural, como Ernesto Guerra da Cal, o imaginativas estampas familiares conviven en las anotaciones, comentando los trabajos y días del sujeto verbal, cuyos caminos interiores, plenos de percepción emocional, son las más fértiles vetas argumentales. La observación directa de la realidad convencional y los estados de ánimo conceden a los textos un significado testimonial, un aire limpio de certeza y verdad que enlaza quehacer literario y travesía biográfica. Comprender es entender que el carácter ficcional es la propuesta central de la escritura, aunque “todos mentimos demasiado sobre la Verdad”.
   Quien habita en los poemas apuntala su memoria y mantiene claras afinidades con el yo biográfico y con su carga  de  recuerdos, afectos olvidados y sucesos perdidos que afloran un instante, como si precisaran recuperar destellos. Esta certeza da pie a considerar al protagonista verbal como un yo desdoblado, como un certero dibujo especular. De ahí la fuerza expresiva y emocional que transmite, esa cadencia cómplice que origina un estado de recepción que libera de cualquier intemperie.
   Creo necesario constatar el empeño metapoético de la composición “Embelga”. Dado el carácter anfibio de la escritura entre la poesía y la prosa, el ámbito sosegado del escritor se pregunta a sí mismo: “¿Cómo hacer un poema que dure exactamente / el tiempo que el poema tarda en hacerse? / Un poema que se construye a sí mismo, / sin mecanismos literarios o rasgos estéticos / (sin voluntad sonora), legible / en cuanto a la apariencia aunque no posea fondo / y sea únicamente transcurso (movimiento)”. Las certidumbres dogmáticas del taller son mínimas; se trata de conceder a los versos la sensación de ser, un vuelo atemporal e inaprensible. Algo que pasa y solo tiene las coordenadas simbólicas de un espacio mental.
  Henchido de recuerdos, el ayer se precipita para poblar con instantáneas la puesta en escena. Desde el fondo de la memoria se vislumbra de nuevo presencias llenas de ternura y mensurable transparencia; el tiempo se convierte en un horizonte repleto de señales cuyos reflejos alzan los diferentes estratos de lo real y los estados de conciencia; el patrimonio afectivo del yo que descifra mensajes, “esas claves ocultas de los hechos fortuitos”. Para el poeta la escritura es “registro de los huecos que crean las palabras”.
  La recuperación de sensaciones e imágenes de Diarios (1) Azul Monforte hace evidente la pérdida, el suspendido rastro de ausencias que integra a los que no están y acoge en sus manos cambios y  mutaciones,. Todo bajo un cromatismo indeciso, simbólico, que entrelaza cercanía y sueños. En el mapa azul de la memoria los espacios vividos ya no están en su sitio; se desplazan tangenciales para quedar sobre la caligrafía del tiempo, en esa página íntima y confidencial que deja dentro una mirada introspectiva de la temporalidad  y la continua mudanza de lo cotidiano.


JOSÉ LUIS MORANTE



 
 
                             

lunes, 8 de julio de 2024

NADAR EN SECO


 
NADAR EN SECO
 
El tiempo que no tuve  nada en seco.
En él, cada brazada recolecta
el secreto de la profundidad.
De cuando en cuando,
rasga la superficie un hueco húmedo
cuyo fondo merece
estelas de luciérnagas.
Mas un sudor salobre
desdice la quietud
e  impulsa otra brazada
hacia el perfil exacto del trascielo.
 
No dejo que el cansancio
se carcoma en reflejos.
Sacudo el agua ausente.
En los brazos maltrechos
hay jirones de mí.

    (Del libro Nadar en seco

viernes, 5 de julio de 2024

RAQUEL LANSEROS. EL SOL Y LAS OTRAS ESTRELLAS

El sol y las otras estrellas
Raquel Lanseros
XXVI Premio de Poesía Generación del 27
Editorial Visor, Colección Visor de Poesía
Madrid, 2024


 

VOLVER AL DÍA

 
 Raquel Lanseros (Jerez de la Frontera, 1973) estrena El sol y las otras estrellas, entrega poética reconocida con el XXVI Premio de Poesía Generación del 27. Un hito más que se suma a una identidad literaria de trazos firmes, cuya obra poética tiene carácter de centralidad y constituye uno de los aportes básicos de la poesía contemporánea. Así se percibe en los frecuentes estudios y antologías que integran su ideario, en la poblada nómina de reconocimientos a su obra o en la versión de sus poemas a diferentes ámbitos lingüísticos.
   La poeta se inspira en un verso de Dante Aligheri, el inolvidable autor de la Divina Comedia,  para hilvanar un poemario que hace del amor el campo semántico referencial. El motivo, de amplia tradición literaria, busca singularidad y establece nuevos itinerarios y matices para iluminar una travesía existencial siempre marcada por lo transitorio.
   La apertura “Oda a la creencia” postula una sensibilidad formal reiterativa; los versos se construyen sobre la idea de la fe -una fe terrenal, sólida, que busca plasmar la lealtad a una creencia, y sus mutaciones en el discurrir, desde esa persistente inocencia inicial hasta el escepticismo de la experiencia que impide que el sujeto vuelva a sentir aquel soplo de vida y esperanza en manos de una realidad marcada por la contingencia y lo gregario. El amor confirma una sobrecarga de efectos secundarios. El puente hacia el otro anticipa una identidad renacida. Postula incertidumbre y desconcierto por la fuerte vinculación afectiva. Y exige a quien habita su entorno una constante vigilia.
  El intimismo confidencial de Raquel Lanseros en torno al amor no se limita solo a la relación de pareja. Añade una perspectiva abierta que enfoca también la figura de la madre y su entrega abrumadora. El estar materno es un cuerpo de letra grande, un titular vital que abre el surco de la entrega total en cada instante hasta desvanecerse, con el empeño de “Amar sin abarcar / pero permaneciendo”.  La deuda de gratitud filial no finaliza aquí, aflora también en el poema “Ese maldito día que exijo no vivir”, construido en torno a la idea insoportable de la despedida final y la ausencia, en ese tiempo sin argumentos que se define como “Ley de vida”.
  El amor resguarda el ahora, como si todo lo vivido se sometiera a un código secreto que estructura y ordena bajo el arbitrio de una sentimentalidad impulsora y diversa. Aglutina esperanza y construye los cimientos fuertes que sostienen la casa del futuro. Es un lugar de esperanza que se hace inmune a las erosiones y desgastes de una conciencia mudable. Su tacto impregna cada amanecida, como un ser poderoso y ubicuo: “Es el amor, anfitrión permanente / música orbicular y soberana. / Es el amor, soy yo / eres tú, son todas las criaturas. / Amor, eterna rosa con su trono / que solo ven los sabios y los niños.”.
   La hermosa elegía “Llama azul”, que entrelaza versos en castellano y alemán, formula esos nutrientes dubitativos que contiene el estar enamorado. Las imágenes se suceden para constatar ese diálogo interno, mantenido con la luz. Así lo confirma la fecunda terminología en la que el amor es lumbre, lámpara de fuego,  destello encendido, vértigo… Son coordenadas de un imaginario hiperbólico, que toma distancia frente al férreo cartabón de lo previsible y consumen la normalidad sin matices de lo racional.
   El sol y otras estrellas suma pasos argumentales en los que el verso libre deja sentir su huella de continuo. Su libertad formal aglutina sensaciones y pensamientos, emoción y dudas. Son contados los casos en que la poeta emplea estrofas cerradas, como  el soneto “Lo llaman desencanto”, cuya lectura deja un preciso aire clásico; de esta presencia del legado canónico se nutre también el soneto “Desprendimiento” que lleva un subtítulo clarificador: “Revisitación libérrima del Siglo de Oro”. El cuidado formal ensaya otras propuestas expresivas como el poema en prosa, empleado en la composición “El secreto de los ángeles”, una hermosa composición que prologa una cita de Novalis.
   La vereda lírica de la poeta está repleta de nombres clásicos, el paratexto emana de la tradición y acumula magisterios referenciales, desde la presencia auroral de Dante Aligheri hasta el rumor crepuscular de Kafka, hecho casi una advertencia aforística: “Todo lo que amas se perderá pero al final, el amor volverá de otra manera”. Dispersos entre las composiciones del libro resuenan los pasos  de Goethe, Ovidio, Eliot, Dostoievski, Novalis, Shakespeare, Juan Ramón Jiménez o Borges. Sin embargo, el excedente culturalista nunca pierde la naturalidad expresiva y la dicción de línea clara, la voz hospitalaria que comparte reflexiones y vivencias con palabras de piel transparente.
   El lenguaje pone luz al estar ensimismado, deja la voz dormida para que un día sea discurso de clausura que ponga un espejismo de vida en la ceniza, una ilusión fraudulenta de tiempo perdurable. El amor alimenta el sueño fértil de la gratitud a quienes nos precedieron  en la tarea de dar vida e identidad al otro; así se plasma con excelente tino en el poema “Dos almas tutelares”.
   La celebración creadora de esta entrega suma sensaciones que dejan en el respirar un aire nuevo. La escritura moldea el balance; forja un sueño  de “roca y azucena” que hace del amor centro propicio. Sin su energía y su insólita fuerza “El sol no existiría ni las otras estrellas”.
 
 
JOSÉ LUIS MORANTE


 
 
 

 

jueves, 4 de julio de 2024

LARVA

Crianza
Fotografía
de internet

 

LARVA

 

   Atrapada en una soledad silvestre y en un oficio infame, la piel curtida de su mal carácter fue agrietándose con el tiempo. Destiló un estar enfermo, inhabitable, como un denso pasillo sin final. Fue un cambio perceptible, que contagió al frío de su rostro en los espejos.
  De cuando en cuando abre los ojos en la sombra y exige claridad, esa ilusión etérea de las cosas que muestran pujanza, tacto firme y cercanía.
   La luz, acurrucada, nunca acude. Resiste. Deja lejos su cáscara vacía. Tiene miedo, también.



(Del libro Fuera de guion, Lastura, 2024)





miércoles, 3 de julio de 2024

UNA POSIBLE TREGUA

Notas en el aire
Imagen
de
Kataka

 

AÚN TE DESCONOZCO
 
No niego la esperanza,
pero nunca me tiende su solidaria mano
y ya me gustaría –como antaño a los pícaros-
cambiar si no de oficio de condición al menos.
Como suele ser norma,
hoy también ha fallado el desenlace
que vertebra la página del día.
Otra vez estoy triste; aún carezco
de imprescindibles labios
para firmar con nadie una posible tregua.
Cuando espesó la noche
acogió mi pletina la acuática de Haendel
y he recorrido hipótesis,
buscando explicaciones de papel.
Desconozco tu nombre,
no sé medir el hueco que cabe en tu pupila.

    

    (De la antología Ahora que es tarde)

martes, 2 de julio de 2024

JAVIER MATEO HIDALGO. ARQUITECTURA DEL SUEÑO

Arquitectura del sueño
Javier Mateo Hidalgo
Ilustración de portada de Eugenio Rivera
Huerga & Fierro Editores
Madrid, 2024 

  

EN CONSTRUCCIÓN


   Editado en 2024 por Huerga & Fierro en su colección de poesía, el volumen Arquitectura del sueño es la cuarta entrega poética de Javier Mateo Hidalgo (Madrid, 1988), Doctor en Bellas Artes, profesor de instituto, poeta y crítico en diferentes publicaciones digitales. Este camino múltiple, que también hace del cine una intensa devoción, añade un paso nuevo en su travesía lírica y encuentra continuidad en su obra Arquitectura del sueño, una extensa entrega que añade una explícita nota preliminar.
  La mirada poética es un recorrido de interrogantes, un insistir de la pupila que se detiene en un horizonte abierto, pleno de percepciones y sugerencias; de ahí que sea necesaria la brújula del pensamiento al clarificar la razón de ser de la escritura. De este modo, “El otro autor”, el que se analiza a sí mismo, para evitar confusiones divagatorias analiza las características principales de estos poemas y añade el mapa de ruta argumental: “Se trata de un volumen concebido a modo de edificio” que muestra, con el sosiego y la lucidez de la primera persona, una travesía lírica abierta a la interpretación. Este deambular se ha mantenido con natural coherencia en todas las secciones del poemario en una evolución pautada y unitaria.
   El apartado “Se enciende la linterna mágica”, que inicia Arquitectura del sueño, sirve de arranque a una meditada reflexión sobre el despertar del ensimismamiento. Soñar despierto es abrir la caja de Pandora de anhelos y temores y propiciar que vuelen el intimismo y el apunte biográfico para convertirse en protagonistas de un destino incierto.  Lo vivido trasciende su condición anecdótica y dejan su reflexión sobre la lógica de lo transitorio, siempre cargada de sugerencias e impulsos oníricos donde la niebla edifica un lugar enigmático.
  El pensamiento concede a las cosas una nueva cimentación, otro plano de solidez que busca permanencia. En la sección “Cimientos” la escritura se convierte en rescate de un pasado que exhibe sus recuerdos como tatuajes. Descubrir el pasado es dejar que se compacte lo vivido en una masa opaca, en un mosaico hecho de escombros y ruinas olvidadas. Esta inmersión hacia el presente muestra una clara afinidad con las imágenes de época de la pantalla grande y con los habitantes de otro tiempo que ahora ocupan el sitio callado del silencio.
  La voz del pasado también se hace fuerte en el apartado “En el claustro”. El protagonista poético expande su punto de vista por los sitios de esta arquitectura onírica. En “Portada”  los caracteres de la piedra recuerdan nuestra condición finita, la caducidad en su exacta medida. Crean en el ánimo un vitalismo nostálgico, condenado a soportar el ruido del discurrir, desde la infancia hacia el gris de la derrota.  Pero el recorrido es también interior, una vigilia que enseña a caminar hacia dentro y a percibir la realidad confidencial como fuente de conocimiento que conduce al hombre hacia sí mismo. El flujo de la conciencia se libera y marca nuevos caminos y encuentros. Lo que no es enseña su presencia, aglutina trazos divergentes de un patrimonio de recuerdos y vivencias. La soledad mantiene una nervadura metafísica. En ella se espera un despertar que invita a salir afuera para buscar la esencia de un tiempo estricto y paradójico, con olor a nostalgia.
“En la biblioteca: florilegio de miniaturas japonesas” permite abrir ventanas al haiku, la estrofa que guarda una sabiduría concentrada en su esquema versal. Sin embargo, el poeta no se atiene al esquema clásico de 5/7/5, sino que ensaya una estrofa nueva de cuatro versos, en ocasiones con rima asonante en los dos versos finales. En cambio, sí se preserva la condición estacional y el empeño de cobijar sensaciones cargadas de sinestesias.
   Javier Mateo Hidalgo cierra su entrega con las composiciones de “Deambulatorio y salida”. Lo escrito hasta aquí se nos antoja un largo recorrido por alguna extraña arquitectura habitada por personajes inciertos. Volver al gregarismo de lo cotidiano significa percibir este viaje iniciático como un sueño que se va apagando entre la clara luz del despertar. El día después apenas recordará si lo vivido fue una vaguedad o una abstracción, el lazo inamovible que abre la cálida mano del poeta entre palabra y sueño en el que se proyecta la propia vida, una reflexión con matices especulativos, que aliente esas preguntas existenciales que se formula a sí mismo un sujeto errante, perdido en la penumbra de un exilio interior. 



JOSÉ LUIS MORANTE



lunes, 1 de julio de 2024

DIVAGACIONES

Puerta de San Vicente

 

 

DIVAGACIONES 

Ejemplos del vacío, las estatuas carecen de secretos.

Los aforismos  marcan la piel del agua, como la huella frágil de una verdad.
 
Tomo el té a diario con mis limitaciones, para recordar quién soy.
 
Pongo el despertador a la prudencia. Me sumo a tanto no. Una huelga no es un berrinche crónico; una pancarta no es una página inmortal; un sindicalista no es el Cid Campeador.
 
Cualquier soledad está repleta de encuentros.
 
Escueto relato de una biografía matrimonial. Décadas de convivencia. Posterior silencio. Sin residuos químicos.
 
En ella todo es falso; salvo los ojos sucios del rencor.
 
Para la confidencia íntima, personal, directa, un tono de voz sobrio alejado del aspaviento.
 
Aprendizaje. Esa larga senda entre la biología y el ser cultural.

Difunde mi sudor un pesimismo creciente. Huele a angustia. Solapado en la sombra de su esquizofrenia dormita el futuro.
 
Procuro ser leal a mi pasado; despejo dudas sobre el porvenir que le corresponde.
 
Vencido de antemano por la brega diaria, el desencanto exagera los partes de lesiones.
 
Percibo contornos con la precisión ambigua del miope.
 
Mis manos, aspas que acentúan la dramaturgia del lenguaje oral.

(Antología mínima de aforismos)