jueves, 30 de noviembre de 2017

ROSARIO TRONCOSO. NUESTRA ORILLA SALVAJE

Nuestra orilla salvaje
Rosario Troncoso
La Isla de Siltolá, Poesía
Sevilla, 2017

 EL FRÍO Y LA DISTANCIA



  Rosario Troncoso (Cádiz, 1978), Profesora de Lengua Castellana y Literatura en Secundaria y Bachillerato, directora de Takara Ediciones y coordinadora de la revista El Ático de los gatos, aporta un itinerario poético de siete títulos, al que ahora añade, a muy pocos meses de la edición compilatoria de Eternidad provisional, el poemario Nuestra orilla salvaje. El título habla de irracionalidad e inconformismo y añade a las composiciones dos citas  que desdeñan esas utopías domésticas, expuestas al alcance de la mano. La de José Luis Piquero es un destello de lucidez apelativa: “Has estado muy lejos. Vuelve a ti.”; la de Jaime Gil de Biedma define la condición temporal y perecedera de la identidad: “Pero ha pasada el tiempo / y la verdad desagradable asoma: / envejecer, morir, es el único argumento de la obra “.
   Son signos que no esconden el sustrato básico del primer apartado del libro, “El abrazo de los extraños”. Como si el sujeto lírico hubiese recorrido una amplia geografía hecha de desamparo e intemperie, en la que el derrumbe ha ido dejando esquirlas. El presente se convierte en un invernadero de acogida de ilusiones y sueños. Lo compartido entonces no tiene la calidez habitable de la compañía sino la certeza de un caminar común hacia el vacío: “Ya no habrá recuerdos, / ni noches por delante. / La vejez. El silencio. / Y una lápida sobre el vacío, mientras seguimos vivos / bajo los restos de nuestro derrumbe”. El aire de la casa diaria se hace nocturnal, adquiere la apariencia del nicho, como si se anticipara una despedida definitiva que no busca estridencia sino silencio. Es esa sensación de un frío interior que va diluyendo las geografías de otro tiempo, como si no fuese posible emprender pasos de vuelta. Para lo vivido no hay regreso. En el estar diario se ha instalado una melancolía que diluye el deseo; así lo corroboran con excelente trazo algunos versos: “Estamos demasiado lejos de la piel”, o “Busco en tus ojos / y aquí no vive nadie”. Nada es posible contra el tiempo, ni siquiera el abrazo de extraños que alguna vez dejaron su perfil en la mirada y luego habitaron la sombra como imágenes perecederas.
  En todo el apartado prevalece la sensación de desgarro y vacío. Pero el verso no se hace declamatorio, como si en la conciencia del yo poético hubiese una tácita aceptación de que vivir es un error pactado que requiere puntos de sutura.
   La mirada infantil percibe el entorno con asombro y cordialidad. En su respiración no hay fronteras entre el imaginario onírico y los espacios reales. Por eso la infancia es un paréntesis áureo, en el que la esperanza da luz a cada percepción. Pero la experiencia cotidiana muda ese paisaje interior. Se imponen los efectos negativos, la derrota y la decepción; llega un tiempo cíclico que lleva al desamor y la ruptura; de ahí el rótulo que acoge a las composiciones de esta segunda parte, “El final de las Hadas”, un aserto cuya semántica se configura a partir de unos versos de la poeta Itziar Mínguez Arnáiz: “Has llegado tarde / a todo lo que importa / y todo lo que importa / ha llegado tarde a ti “. Las constantes vitales dan fe de ese fracaso, de esa inmersión en el dolor, repleta de efectos corrosivos. Así lo subraya, con concisión lapidaria el poema “El final de las Hadas”, donde la identidad constata el fin de la inocencia. Es sabido que en la literatura tradicional añadía como rasgos específicos de los cuentos de hadas la existencia de un mundo fantástico, fuera del entorno circundante, en el que irrumpe, más allá de la explicación científica, lo inexplicable y lo insólito, el cálido misterio del asombro y el deleite de la ficción. El final de ese estar impone su verdad desoladora: el polvo de las hadas se hace ceniza, un crujir de insectos bajo los pies de la realidad más pragmática de los días laborales, donde la vida se mantiene en pie, como un tendedero repleto de obligaciones que se orean al manso sol de invierno.
   En los poemas de Nuestra orilla salvaje, Rosario Troncoso verbaliza los vértices del desamor. Los versos abrazan el sentir de la angustia para proyectar su espacio sobre las aceras del presente. Suena la voz de quien admite la textura provisional de los sentimientos y habla con el espejo para seguir viviendo a la intemperie, sin complacientes autoengaños, mientras la soledad y el dolor se hacen poesía.    




miércoles, 29 de noviembre de 2017

LA MIRADA CONFORME

Quietud
Fotografía de
Rosa María Hernández Costa


EL CONFORMISTA

El tiempo rellenó su biografía
con parquedad de datos
y un rosario de nombres familiares.
Su vida fue un estático paisaje
mostrándole futuros
de amables horizontes.
Depuró pretensiones
y, fiel a esta visión, mantuvo siempre
una estrechez de miras encomiable
por cuyo territorio
repta obsesiva la monotonía.
Si nada importa el cómo,
escasas huellas deja algún por qué
y el dónde es un espacio reducido,
con paredes alzadas
a la medida de mejores tiempos.

      (De Un país lejano, Barcelona, 1998)




martes, 28 de noviembre de 2017

CONTEMPLACIÓN

Selva de Kanchanaburi
 (Tailandia, 2017)
Fotografía de
Adela Sánchez Santana


CONTEMPLACIÓN


Solvente y plena, la realidad es simultánea al texto.

Ciudades y libros comparten la voluntad de ser refugios y las razones para el regreso.

La escueta precisión del aforismo pone al pensamiento entre costuras.

Soy un lector disperso que ensaya siempre alternativas para regresar al mismo libro.

Perdido en la geografía de tu cuerpo.

El optimista define el caos como una narración abierta.

(Del libro Motivos personales, Sevilla, 2015) 





lunes, 27 de noviembre de 2017

ÁLVARO GUIJARRO. SIGLO XXIII

Siglo XXIII
Álvaro Guijarro
Ediciones de la Isla de Siltolá, Poesía
III Premio de Poesía joven Antonio Colinas
Sevilla, 2017

PRESENTE, MAÑANA

   Casi siempre que se presenta una antología deja una estela de nombres propios que no tardan en abandonar la foto de grupo para definir su singularidad creadora. Álvaro Guijarro (Madrid, 1990)  forma parte de dos propuestas colectivas, Tenían veinte años y estaban locos (2011), muestra coordinada por la poeta y editora Luna Miguel, y Los poetas de la senda (2014), selección de Chema Rubio que tuvo como detonante inicial un homenaje  a Miguel Hernández, y es autor de un puñado de títulos de poesía, TránsitO, Colorofilia, La postpunk amante de Tiresias, María Eugenia y Poliedro. Además completa su estela creadora con la imagen fotográfica y colabora con frecuencia con poemas en revistas digitales.
  Con un título que sugiere futurismo y espera, Álvaro Guijarro reúne en Siglo XXIII casi una treintena de poemas que abordan una indagación en el tiempo. Su mirada no es complaciente ni tiene la sosegada cadencia de lo previsible. El poeta prefiere el ritmo fragmentado de lo discorde para alumbrar una cosmogonía doméstica que se va construyendo con percepciones difusas y elementos contradictorios que apenas se integran en el pensamiento, como un trazo caduco y destinado a la disolución.
  El poema entonces no se recrea en la descripción de un entorno habitual sino en una instantánea extraída de cualquier retina visionaria. Ya no hay paraísos perdidos sino itinerarios existenciales sin brújulas que marquen el norte que apenas entienden la relación de causas y efectos que proponen los días.
   La composición homónima condensa la pulsión general del poemario. Los versos de “Siglo XXIII” reconstruyen un ambiente de soledad en compañía, hecho de ruidos e interferencias. El entorno se muestra caótico e inaprensible. Está ahí, obligando al sujeto verbal, a captar sus fisuras y sus huecos, como un escaparate que se muestra ante el pensamiento.
  Esa percepción de lo cercano nutre el sentido crítico de poemas como “Generacional”. La experiencia directa suscita un conocimiento de primera mano de la fragilidad de aspiraciones y utopías. El tópico desenlace de tantos sueños es la umbría de cualquier vertedero. En “Crónica del término medio” se abren los claroscuros existenciales de la incertidumbre, y en “La potencia del presente” habla un escepticismo que toma el pulso al desencanto, como si al desvelar su esencia quedase al descubierto su vacío.
  La poesía de Álvaro Guijarro busca la diferencia. Es subjetiva y filosófica en la percepción de conexiones entre realidad y lenguaje. Nunca se recluye en el habitual propósito comunicativo ni en el lirismo atardecido de la complacencia sentimental. Los poemas indagan itinerarios apenas insinuados por el criterio personal. En el panorama renovado de voces emergentes la potencia verbal del madrileño pide turno mientras disecciona y experimenta, camina sobre el filo del sentido y la sugerencia del ángulo muerto.  

domingo, 26 de noviembre de 2017

ÉL NO ESTÁ AQUÍ

Skyline de Bangkok
Fotografía de
Adela Sánchez Santana

ÉL NO ESTÁ AQUÍ

Vívía en una ausencia replegada,
como el cuerpecillo de un caracol

J. L. M

   Él no está aquí. Está su desilusión, como un espejo al fondo del pasillo donde nadie se mira por falta de luz tibia. Está el cansancio que se anticipa al lunes y se apila en la noche de los jueves. Está el dudoso oficio de algún sueño volátil y está el sabor salobre del pasado.
  Pero él no está aquí.

(De Cuentos diminutos)


sábado, 25 de noviembre de 2017

JORGE LUIS BORGES. LECTURAS

Jorge Luis Borges
(biblioteca Nacional de Buenos Aires)

JORGE LUIS BORGES

   Hoy, al volver a casa, tras unos días en la sierra de Gredos,  los ordenados libros de Borges me miraron con el ceño fruncido. Hace meses que no los leo. Acepté de inmediato culpa y desidia, aunque argumentando que mi admiración por el escritor sobrevive con tenacidad y diseñé, en pocos minutos, un plan de relectura.
   Reconstruiré antes la personalidad del argentino con libros de Marcos Ricardo Barnatán, Alberto Manguel y con  la primera edición en castellano de Un ensayo autobiográfico, texto ilustrado con más de un centenar de fotografías.
   En algún cajón de mi escritorio, un cuaderno manuscrito relata una evocación detallada de mi pasión por Borges, expuesta en artículos, reseñas y poemas, y alimentada por la creencia de que no existe en su literatura una página que pueda considerarse un terreno vacío.
   Me espera un largo viaje en el que me conviene recordar que releer es una actividad anterior a la escritura, un regreso a la felicidad  más civil y comunitario, más intelectual. 


jueves, 23 de noviembre de 2017

JOSÉ MANUEL BENÍTEZ ARIZA. POESÍA AMOROSA

José Manuel Benítez Ariza  (1963)
Fotografía de
Diario de Cádiz
POESÍA AMOROSA DE JOSÉ MANUEL BENÍTEZ ARIZA

   Todavía recuerdo el primer paso por el territorio poético de José Manuel Benítez Ariza (Cádiz, 1963). La imagen confirma el frágil norte de la memoria, esa capacidad extraña para borrar o seleccionar vivencias e impresiones a su antojo. En cualquier caso, el apunte visual retorna a la primavera de 1988, cuando el poeta Francisco Bejarano organizó un ciclo de poesía joven andaluza en Jerez de la Frontera, a muy pocos kilómetros de Arcos, donde yo daba clases en el colegio público San Francisco, ubicado en uno de los barrios más humildes de la localidad. Aquel evento cultural, con notable éxito de público, luego daría pie a una estupenda antología de nombres emergentes, que no tardarían en consolidarse: Luis García Montero, Juan Bonilla, Felipe Benítez Reyes, José Mateos... En cada sección se editaba como regalo presencial un cuadernillo con foto, poética y algunas composiciones. Aquel temprano encuentro propició otras horas comunes en recitales de Carlos Edmundo de Ory, Javier Egea,  Álvaro Salvador, Jesús Fernández Palacios, Rafael de Cózar… Y sobre todo me llevó a las páginas de Las amigas un libro de arranque, reconocido con el Premio de poesía Juan Sierra. La expresión verbal ceñida, emotiva, sometida a un verbo ajustado y enunciativo deparó en mí una notable complicidad. Mi cercanía fue incrementándose en salidas posteriores como Cuento de invierno, Malos pensamientos o Los extraños. José Manuel Benítez Ariza era un poeta realista y descriptivo; no dudaba en caldear sus composiciones con experiencias cercanas, reconocibles, y con protagonistas verbales urbanos, percibiendo similares sombras chinescas en el escenario de lo cotidiano.
   Así fueron sucediéndose las entregas, en armónica convivencia con otras facetas creadoras como la crítica, el ensayo –magnífico el trabajo Un sueño dentro de otro. la poesía en arabesco de Edgar Allan Poe-, la ficción la mirada autobiográfica, las versiones al castellano de Kipling, Conrad, Melville y Henry James, el articulismo en prensa y más recientemente el destello minimalista del aforismo. En 2007 Renacimiento editada el balance de casi una decena de títulos, Casa en construcción. El volumen sugería la reseña en El Cultural de Francisco Díaz de Castro, quien destacaba la sencilla metáfora del título para acoger casi la mitad de la producción poética total. Incidía también en el sentido orgánico del itinerario, su unidad de estilo y la apuesta por una línea sobria que muestra la indagación y extrañeza ante lo real y dialoga en clave desmitificadora con la identidad del yo, en un presente engañoso y proclive al espejismo.
   No es un título de cierre. Con tiempo lento se yuxtapone nuevos conjuntos exentos: Diario de Benaocaz, Panorama y perfil, galardonado con el Premio Unicaja de Poesía y la antología Nosotros los de entonces, nucleada en torno a la poesía amatoria escrita entre 1984 y 2015, con el generoso añadido de un trabajo inédito, La intemperie.
   La expansiva tradición de poesía amatoria y su continua presencia en el devenir histórico del castellano no anula la búsqueda del matiz, el sesgo circunstancial y la aportación subjetiva, más allá del espacio privado. Nada es definitivo; tampoco la conformación literaria del amor como eje de simetría del poema.  
  Es sabido que una de las convenciones de la poesía contemporánea es la creación de un figurante que es y no es, al mismo tiempo, partícipe del discurrir biográfico y de su particularidad superación de lo contingente. José Manuel Benítez Ariza no duda en explorar el sentido mágico y misterioso del amor. Prodigio diario, constituye la esencia de esta compilación donde percibimos una lectura vigilada de las emociones, un sentir encauzado por lo literario. Las palabras poetizan el discurrir y sus deudas con la memoria, siempre sometidas al gravoso dictamen de lo temporal que exige auroras y madurez.
   El título del libro procede de uno de los mejores poemas del conjunto. El poema “Nosotros los de entonces” es una indagación en el intimismo, con impecable resolución formal a través de un monólogo confesional. Suena la voz del yo en la incertidumbre, sobre un marco de desarraigo y soledad.
  La poesía de Nosotros los de entonces recorre estados de ánimo versátiles que van desde las emanaciones emotivas de la etapa juvenil, con su carga de idealización y erotismo, hasta el sentimiento elegíaco de la pérdida o la creación de una identidad complementaria, con quien recorrer al paso un destino personal repleto de vicisitudes.
  José Manuel Benítez Ariza escribe sus poemas desde un diálogo recurrente entre fondo sentimental y percepción reflexiva. En él tienen cabida la celebración y la elegía, el tono irónico y las incertidumbres que nunca resuelve el transitar del tiempo. Surge así la conciencia de un sujeto implicado, el perfil panorámico de un yo que pone a descubierta sus espacios vitales sobre la barandilla sosegada de la literatura.




miércoles, 22 de noviembre de 2017

CONJETURAS Y LÍMITES

cantos rodados
Archivo general de Internet
(2007)


CONJETURAS Y LÍMITES

Los límites del lenguaje
son los límites de mi mundo

WITTGENSTEIN

   Poco a poco, en el discurrir pautado de los años, fue haciendo del silencio un principio de simetría. Pulió opiniones como caliza blanda, formó ángulos para albergar matices, asumió conjeturas y ejercitó, sin cansancio ni merma, la prudencia verbal de los cantos rodados.
  Observa la realidad y los espejos como simples ficciones verosímiles. Y nunca habla si no es en presencia de su diccionario.

(De Cuentos diminutos)


martes, 21 de noviembre de 2017

UNA CIUDAD SITIADA

Rivas
fotografía de
Adela Sánchez Santana

AQUÍ

                 Nada y todo ocurre en todas partes

                                          PHILIP LARKIN

Es aquí donde estoy.
Tras las grietas de un yo parapetado
en las profundidades
de sí mismo.

Habito un cuarto exiguo
donde nada hay detrás
salvo el vacío
de las sombras sin lustre;
soy un plano que muestra,
maltrecho y solitario,
el retraso gastado de las rutas
que ya se desvanecen.

Mi reclusión carece de secretos.
En las puertas del frío,
necesito encontrar
en cualquier parte
un domicilio propio,
un cuerpo que sostenga
el temblor de la luz.


(De Pulsaciones, Takara, 2017)



lunes, 20 de noviembre de 2017

MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ. TRILOGÍA DEL DESEO

Miguel Ángel Gómez (Oviedo, 1980)
Fotografía de
Lara Sánchez

TRILOGÍA DEL DESEO

   La poblada salida de emergencia de la poesía asturiana más joven está representada en sumas como Siete mundos. Selección de nueva poesía, coordinada por Carlos Iglesias Díez y Pablo Núnez, y Mucho por venir, una muestra consultada de la lírica norteña entre 2008 y 2017, alentada desde la revista “Maremágnum”. Aunque son recuentos parciales y no siempre acogen a las propuestas de mayor interés, las amanecidas literarias poco a poco se abren paso en editoriales de escasa difusión que sin embargo cumplen un eficaz papel de estreno, junto a revistas que anticipan poemas de obras en curso.
  A este devenir incansable se suma Miguel Ángel Gómez (Oviedo, 1980), Licenciado en Filología Hispánica y Máster en Formación del Profesorado, quien publicó muestras de su incipiente trayectoria poética en las páginas de Anáfora, Clarín, Maremágnum o en la revista digital mexicana Círculo de poesía. El escritor además ha conseguido varios premios en certámenes literarios de poesía y prosa.
  Cultivador de formas breves, como el haiku y el aforismo, y autor de trabajos críticos, Miguel Ángel Gómez impulsa su carta de presentación Monelle, los pájaros (Los Libros del Gato Negro, 2016) y en muy poco tiempo suma otros dos títulos, Lesbia, etc, y La polilla oblicua. Las obras aportan tramas temáticas similares, componiendo de este modo una trilogía. El título auroral induce a pensar en un claro homenaje al simbolista francés Marcel Schowb. Los poemas muestran los primeros rasgos estéticos al buscar en la cartografía de la memoria una indagación evocativa que hace del pasado un tiempo de pérdida y finitud, pero también raíz fortalecida del ahora. En la voz autoral, la protagonista directa, Monelle, es “una nínfula de bosque que ilustra pájaros y toca el piano clausurado y tránsfuga de su propio estudio”; una identidad imaginaria hecha de obsesiones y sueños.
  Presentado en Gijón, tras ganar el Premio Cálamo de Poesía erótica, Lesbia, etc (Cuadernos Cálamo, 2017) difunde una voz lírica directa, que hace del paso natural del verso un diálogo asentado entre conciencia y deseo. El pensamiento  busca en sus repliegues los trazos de una muchacha atemporal, acaso una reencarnación de Lesbia, arquetipo clásico de belleza y libertad sexual, cuya capacidad de seducción enamoró a Catulo y a otros tantos amantes de la antigua Roma, provocando los prejuicios sociales de su tiempo.
  Miguel Ángel Gómez deja ante los ojos de las palabras una sombra que aleja la belleza invernal para poner rescoldos en la noche, para abrir una herida que no cierra hecha de desnudez y miradas.
  El trabajo de cierre, La polilla oblicua, (Bajamar Editores, 2017) contiene un título simbólico que incita a la digresión semántica. La polilla define a distintos insectos, sobre todo a esas mariposas nocturnas que buscan en su vuelo los puntos de luz; pero también denomina al poder destructivo y la invisible capacidad de erosión que sufren maderas, tejidos y otros materiales de textura blanda. El sugerente sustantivo podría asociarse al deseo que busca disolverse en una suerte de devastación interior. Los poemas aluden a un erotismo cerebral que aflora y da voz a la conciencia. El sujeto verbal expande su fluir interior en un ensimismado soliloquio que lo define como un personaje narrativo.
  En los poemas sobrevuelan abundantes referencias culturales, como si fueran indicios de magisterios literarios, o simples restos de algún sueño, o incluso habitantes lejanos en la coreografía visual de la memoria. Un aspecto a destacar de este libro es la convivencia formal del haiku, los poemas en prosa y las composiciones en verso libre; son formatos que se integran en un discurrir verbal siempre abierto a la variedad de motivos.
  La estética que difunde esta trilogía hace del proceso versal una búsqueda continua de sustratos reflexivos. Entrelaza magisterios dispares -Bukosski, Alejandra Pizarnik, Chantal Maillard, o Leopoldo María Panero- para dar cauce a un decir visceral, de clara proximidad al prosaísmo, a veces enigmático en su significado, pero siempre comprometido con la realidad, una realidad umbría y gris que necesita coordenadas imaginarias y amanecidas sin horarios, para que la razón no permita el bostezo.  

    



domingo, 19 de noviembre de 2017

LUZ HABITABLE

Diálogos
(Tailandia, 2017)
Fotografía de
Adela Sánchez Santana

DESEO

                                              A María, luz habitable 

Y tras la noche,
que un sol limpio prodigue
luz habitable.



sábado, 18 de noviembre de 2017

APUNTES EN EL MERCADO FLUVIAL

Mercado fluvial 
(Bangkok, Tailandia, 2017)
Fotografía de
Adela Sánchez Santana

APUNTES EN EL MERCADO FLUVIAL


. En el viajero, la mirada camina por dentro; la sonrisa, por fuera.

. Descubro ahora que aquellos colores infantiles de los mapas eran reales.

. Aún no he preparado el equipaje y la distancia ya lo difumina.

. Cuando se pide imaginación a la rutina, balbucea y pone sus ojos en blanco.

. El destino anticipa itinerarios con signos borrosos.

. Somos enigmas que resuelven otros.

                                                       ( Días en Tailandia, octubre, noviembre 2017)


viernes, 17 de noviembre de 2017

SOBRE PULSACIONES ( MARÍA VICTORIA REYZÁBAL)

Pulsaciones
José Luis Morante
Prólogo de Rosario Troncoso
Takara Editorial, Sevilla, 2017
Pulsaciones, de José Luis Morante.

            Reencontrarse cara a cara con un viejo amigo después de muchos años, volver a leer su poesía equivalente a aquella que ya aprecié con sinceridad, no es caminar hacia atrás en búsqueda de desatar nostalgias, sino citarse con el afecto y el reconocimiento. El tiempo ha pasado y, durante él, los dos hemos acumulado reseñas, poemarios, disgustos, fabulaciones y querencias, es decir, la vida que pasa y, a la vez, deja paso. En el caso de José Luis Morante, también nos ha regalado una recopilación de textos líricos de plasmación coherente en el desarrollo de sus ejes conceptuales, de sus motivos. Él mismo los resume en: temporalidad, cotidianidad de lo relacional, búsqueda de la identidad y pérdidas. […]
            En esta obra, la identidad, que es central, navega por la emoción y a la inversa, ambas son compañeras de la expresión de un sujeto que pluraliza su yo para intentar comprender las variantes de lo que somos y de cómo nos percibimos. Experiencia de multiplicidad que sorprende y explicita el camino personal. Y es que nuestra percepción cambia según el espejo, los ojos, la esperanza o la tristeza que nos refleja el mundo, ello ante el hecho rotundo de que antes de nacer no somos, luego vamos siendo y desiendo para al final dejar de existir. Mucho de esto se manifiesta en “Heterónomos” donde se juntan “el yo que piensa y otro, el que parezco”. Este extrañamiento, como señala Rosario Troncoso, aparece a su vez especialmente en “Encuentro” y “Funcionario poeta”, pero va dejando rastros por la mayoría de sus otras composiciones, así en “Los buenos tiempos” o “En ciudad privada”, es decir, en aquellas que evocan el transcurrir y las metamorfosis que este ocasiona. Y es que a lo largo de los años vamos ajustando el ser con el estar, el permanecer con el devenir, pura filosofía cotidiana a la que también el crujido del cuerpo suele prestar argumentos, pues “nada es igual, aunque contemple ileso/ el dócil deterioro”, el pasado ha sido un sueño, el presente no sabemos si es real y el futuro nunca ha existido, lo vertebrador por tanto es el cambio, por eso existir en la unicidad tal vez solo sea un simulacro: “También soy yo/por la fidelidad a mis contradicciones…”.
            Por este transcurrir, los recuerdos son materia sutil que reactiva instantes que dejaron huella y van marcando con su péndulo el oleaje de las “pulsaciones”, las cuales nos permiten continuar a pesar de las pérdidas, analizar factores no del todo comprendidos o asumidos en su momento como se manifiesta en los textos “Recuerdo de mi padre” o “Vita nuova”, aproximaciones en las que también cabe el primer amor como en “Iniciación”. En definitiva, “El centro del silencio me ha enseñado/a aceptar como un juego que la vida/es una sucesión aleatoria de causas y efectos/sobre las dunas de la realidad” (“Causas y efectos”).
            Esta búsqueda de identidad o aceptación de que la misma es un proceso en marcha y de que la vida es un sueño, como bien manifestaba Calderón, permite al poeta viajar por países imaginados con características diferentes a las de los nuestros, seres y hechos extraños que retrotraen en las miradas adultas aquellas otras de niños sorprendidos. Es una forma nostálgica de constatar que no hay rutas de regreso (“Nómadas” y “El miedo”) y, quizá, ni siquiera de avance: “Una lejana risa se repliega/en la circunferencia del cansancio;/mientras, evoca un viaje parecido/y asiente circunspecta a los mensajes/reiterados con música de fondo”.
Del pienso luego existo, pasa Morante al “Sé que soy mientras busco”, así “En el hedor, la náusea;/continuas advertencias/de mi desasosiego./Pero nada socava/el afán de seguir./Camino a tientas./Sé que soy mientras busco”. Sin embargo, el autor de estos versos se encuentra por las calles del viejo Madrid, echando de menos una España que no duela y anhelando el reencuentro de quien le dejó clavada su ausencia, todo ello en versos fuertes, sentidos y escritos a la manera de quien sabe lo que dice y cómo lo hace.  Buena escritura; por tanto, placentera lectura.


Mª Victoria Reyzábal


jueves, 16 de noviembre de 2017

PIEDRAS DEL CASTRO

Yacimiento de las Cogotas
(
(Avila)
Fotografía de
Rubén Sánchez Santana


CASTRO

                Las Cogotas (Ávila)

El lugar es el mismo,
un aislado paraje
de pasto y manantial
en las estribaciones de la sierra.
Majada sedentaria de cabreros,
pronto se hizo poblado.
Afanes colectivos
tallaron sus cimientos
de tallado granito,
asumieron defensas y cultivos
y aportaron ofrendan
a dioses negligentes.

Pusieron humildad
las guerras y el asedio.
Señal premonitoria de abandono,
el árbol se hizo humo
y la lluvia sembró
el suelo comunal de jaramagos.

En las ruinas yacentes,
la luz de la mañana transfigura
el árido paisaje.
Minúsculos guijarros
me muestran las aristas
y en su rumor escucho
la huella de otro tiempo.
La historia se repite;
somos polvo, la primavera pasa.

   (De Ninguna parte, Isla de Siltolá, Sevilla, 2013)



miércoles, 15 de noviembre de 2017

MIGUEL ÁNGEL VELASCO. PÓLVORA EN EL SUEÑO

Pólvora en el sueño (Antología)
Miguel Ángel Velasco
Edición, selección y prólogo de
Alfredo Rodríguez
Chamán ante el fuego
Albacete, 2017

EXTRAVÍOS

  El autor de Hierofanías, Alfredo Rodríguez, editor y prologuista de la antología Pólvora en el sueño, titula su introducción “La vida extrema de Miguel Ángel Velasco”. Es un subrayado sobre la coincidencia mimética entre el recorrido biográfico y la esencia verbal de Miguel Ángel Velasco (Palma de Mallorca, 1963-2010). El poeta falleció repentinamente a los 47 años de edad; su despedida rubricaba la intensidad de vuelo de un trayecto que dio su primer paso en plena juventud. Solo contaba dieciséis años cuando sus poemas aurorales, acogidos bajo el rótulo Sobre el silencio y otros llantos, fueron finalistas del Premio Adonais. Dos años después consigue el galardón con Las berlinas del sueño, en una etapa en la que el premio convocado por Rialp recobra prestigio fundacional al abrir paso a nombres esenciales del paisaje lírico como Luis García Montero y Blanca Andreu.
  En el pulso del verso de Miguel Ángel Velasco es marca constante la inquietud estética, el extravío. La poesía se hace razón y destino singular; traduce el rumor de la conciencia, o se hace síntoma y espejo de la subjetividad del yo. Muestra una racionalidad alucinatoria y un nítido componente musical a partir de una sintaxis alejada del coloquialismo realista al uso.
  Por consejo de Vicente Gallego, antólogo del poeta en La mirada sin dueño y amigo personal durante años, la muestra elude los tres títulos iniciales por considerarlos frutos de una etapa formativa, y se centra en la última producción. De ella, el criterio personal selecciona las composiciones que más impacto causaron en su lectura por percibir en sus versos “el fundamento mismo del existir humano”. Aquí se hace verdad la idea de que el arte es la única justificación de la cronología vital.
  De este modo, la floración lírica de Miguel Ángel Velasco comienza aquí con El sermón del fresno. Es un poemario compuesto por varios soliloquios en los que el sujeto verbal –ya sea éste un árbol ensimismado o Lucrecio, que medita su ocaso- expone vislumbres con una expresión culta. Esa reflexión interior hace de la soledad un estado carencial definitorio expresado con precisa cadencia. El verso musical y clasicista y el cultivo de imágenes remiten a la tradición grecolatina y al legado renacentista hispánico.
   En esta senda continúa El dibujo de la savia, más elegíaco y bucólico, en el que se puede percibir el reflejo de la naturaleza, pero también sus experiencias alucinatorias a partir de sustancias químicas que buscan fragmentar la percepción rutinaria desde la intensidad y el asombro.
   La presencia de la muerte es núcleo argumental de La vida desatada. No es un tema abstracto sino una contingencia vital muy cercana que alumbra el dolor por el fallecimiento de su progenitor. En el vuelo versal surge así un tono elegíaco que profundiza en los secuenciados estratos de la realidad.
   El paréntesis de consolidación literaria aglutina los títulos La miel salvaje, que logra en 2003 el Premio Loewe. Fuego de rueda, ganador del Premio Fray Luis de León y el ya citado paisaje abierto de la mirada sin dueño, con texto liminar de Vicente Gallego. La cosecha poética aglutina magisterios dispares como Francisco Brines, Agustín García Calvo o los presocráticos, para dar luz a una mirada metafísica que deambula en espirales entre el dolor y la belleza.
  Los versos de Ánima de cañón fueron publicados pocos meses antes de morir. Cierran camino a una realidad construida desde el pulso sin temblor de una economía expresiva artesanal, solvente en el entramado de su imaginería.
   Singulariza este volumen, frente al diseño habitual que engloba prólogo y selección poemática, la compilación de cuatro textos en prosa y de tres entrevistas personales. Las entrevistas añaden a la cosecha verbal las razones de vida del poeta. Sus respuestas interaccionan devenir existencial y taller literario. En la primera, además, se hace perceptible la exploración en las líneas de sombra de la experiencia química y el incipiente papel en la inspiración poética. 
  Miguel Ángel Velasco es un poeta a contracorriente. Caracteriza cada libro por una escritura destilada, que se decanta por una dicción de impacto, con referentes originales, y por un avance en el que se prima el poema autónomo frente al libro orgánico. Surge así una topografía insular, anclada en la belleza, hecha reveladora plenitud, que hace de la lectura un remanso feraz.  


martes, 14 de noviembre de 2017

FOTOGRAFÍAS DEL YO

En Rivas
Fotografía de
Javier Cabañero

FOTOGRAFÍAS DEL YO

   El discurrir de los años le llevó a la conformidad definitiva. No decía nada. Eran sus fotografías antiguas las que cambiaban de gestos a diario. Él consentía. Pensaba que las imágenes extendían zonas de paso entre pretérito y presente.
  Percibía en ellas esa ternura triste del silencio, la tangible textura del recuerdo.

(De Cuentos diminutos)

lunes, 13 de noviembre de 2017

ANTONIO CABRERA. EMOCIÓN Y VERDAD

Antonio Cabrera
Fotografía de
Uno y Cero Ediciones

LA POESÍA DE ANTONIO CABRERA

                               De luz y de abstracción
              está rodeado
 todo
     
                                            ANTONIO CABRERA

   Tras las tentativas exploratorias del comienzo, Autorretrato y Ante el invierno, Antonio Cabrera (Medina Sidonia, Cádiz, 1958) consolida trayecto con el poemario En la estación perpetua, ganador del Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe y reconocido, unos meses después, con el Premio Nacional de la Crítica. Aquella salida acentúa el registro meditativo y sugiere afinidades cercanas con Francisco Brines, César Simón y Eloy Sánchez Rosillo. El hilo conductor del verso hace de la indagación en la existencia veta temática esencial. Es signo que da coherencia al cauce escritural y tiene un recorrido sin apenas  alteraciones en las entregas posteriores, Con el aire Piedras al agua.
   Editado en el 2000, En la estación perpetua hace de umbral una solemne aseveración de Miguel de Unamuno: “El gran misterio es la conciencia y el mundo en ella”. La madrugadora epifanía de la claridad concede el esplendor de lo diario, esa acumulación de formas y contornos que precisan y delimitan los sentidos. La materia no tarda en guarecerse tras el cristal del pensamiento, mudo testigo de esa intacta luz de lo creado. La fragmentada percepción alumbra en la conciencia escuetas certezas de un tiempo impávido que cifra, en ocasiones, el sentido final de sus mensajes. El pensamiento se convierte en estación perpetua, en refugio tenaz de lo transitorio que, poco a poco, se va disipando en la memoria.
   En la colección de haikus Tierra en el cielo, los textos se apoyan en un monotema: las aves. Se aborda, con mínimos elementos conceptuales, una escritura de tacto exquisito en la que se encierra el acontecer natural de un elemento vivo del paisaje. Al margen de notas explicativas, las instantáneas dibujan con su triple trazo la diversidad alada del azul en vuelo; versos a la espera de una pluma en el aire, exenta de contaminaciones alegóricas. Los rasgos reales –reflejo y vuelo- mediante ojos limpios cantan esos serenos indicios de una naturaleza enaltecida. Tierra y cielo, en su humilde apariencia, es un apasionado soliloquio con la ornitología, una de las pasiones del poeta.
   La primera etapa poética de Antonio Cabrera tiene la condición de un viaje minucioso que pone rumbo a un saber introspectivo y que contempla, con sosegado estar, los espacios de una realidad transitoria con la que el ser individual establece una relación unitaria.
  Ya he aludido a las constantes vitales que conectan estas entregas de Antonio Cabrera hasta conseguir la identidad de tono: el intercambio relacional entre el hombre y su entorno natural, la proyección reflexiva de lo sensorial y el material filosófico que muestra la luz áurea del discurrir. Otras impresiones añadidas son la serenidad expresiva y el sentido clásico de su poesía.
  El cuaderno Seis poemas, editado en la colección santanderina Ultramar, adelantaba  algunas composiciones de Con el aire, entrega de 2004, tras conseguir el XXV Premio Ciudad de Melilla. Recordemos que la filosofía griega especuló sobre el aire como elemento natural. Anaxímenes lo hizo principio germinal de las cosas y Empédocles lo integró en los cuatro vértices primordiales, junto al agua, el fuego y la tierra. La atmósfera es fuente que niega el vacío y está en cualquier punto de la superficie, aportando los elementos gaseosos básicos para la vida.
  Antonio Cabrera registra en sus poemas el contacto gozoso con el aire. El sujeto verbal se acomoda en la transparencia del cielo y enumera las nítidas pruebas que conceden al aire un papel activo en el acontecer: hace posible la llama, el leve vuelo del humo, el desplazamiento de las aves y la pausada respiración de quien contempla y comparte los benefactores efectos que dan continuidad al tránsito existencial.
  De esa participación subjetiva en los procesos naturales surge una afinidad de pensamiento y espíritu, una manifiesta consonancia entre la realidad externa y la conciencia de ser. En ese fondo hospitalario discurre el cauce remansado de lo vivencial. Pero la conciencia también mira el interior, busca lo abstracto, el sesgo brumoso de la reflexión. En esos laberintos del pensar, el sosiego se torna perturbación, como si una brisa húmeda y desapacible azotara con su inclemencia.
  El título “La habitación de Leipzig” sugiere una referencia cultural inmediata. La ciudad alemana del estado de Sajonia es cuna de conocidos personajes históricos como J. Sebastian Bach y Richard Wagner. También tiene conexiones biográficas con Friedrich Nietzsche, una de las figuras más significativas de la filosofía moderna. Al comentar este poema, el poeta y crítico José Luis García Martín anula cualquier apoyatura cultural para centrarse únicamente en la nítida línea argumental: la contemplación de la amada dormida. En su estar negligente, el sueño exilia de lo real y dibuja en el silencio de los sentidos apagados oníricos paisajes que desplazan los ángulos de fuga del pensamiento. En ese estado, lo que la ciudad ofrece por la ventana abierta, esos indicios de historia y pensamiento, es simple humo, una estela que no deja espacio y que sólo recupera sitio al despertar.
  Los poemas centrales, acogidos en “Idea” discurren por un cauce meditativo. Corresponde a las palabras descubrir lo que se manifiesta más allá de la apariencia, dar voz a ese silencio ensimismado que amplía la conciencia. Lo sensorial crea inquietud porque percibe la condición transitoria de la realidad y sus continuos cambios. La claridad del pensamiento concede algunas convicciones: lo que se percibe son signos fugaces que deposita cada amanecida, acaso con un significado secreto, incontestable y mudo.
  El apartado “De mi nombre” muestra una íntima alternancia de motivos. Son estímulos para la indagación el tenebrismo de una pintura, la sugerente mudez de los objetos domésticos o el despliegue de estampas del paisaje. Un recorrido por lo diverso que plantea al protagonista verbal la ecuación de su sentido: “todo viene hacia mí, todo me esquiva”.
  Lo real instaura un orden natural y apacible en el que encuentra sitio la fugaz trayectoria del yo que contempla y abre sendas nuevas a su solipsismo: “El que cierra los ojos: el mismo que los abre. / Duermo en mí / y mi aurora está en mi nombre. / Afuera siempre, / un rumor al que acudo, una anchura / soñada o sensitiva, / ceremonial, inaccesible, intacta. “ 
 Completa el corpus hasta la fecha Piedras al agua, un libro cuyo título sugiere una dimensión simbólica. El aserto “piedras al agua” galvaniza la intuición con un significado sugerente: sobre el reposo de la plata dormida, el choque de la piedra origina una perturbación que se propaga con la misma intensidad en todos los sentidos. La quietud muda en movimiento, dibuja ondas concéntricas. De modo similar funciona la sensibilidad de quien contempla; los elementos externos propagan sus cualidades. El alrededor se posiciona, pugna por mostrarse en el tiempo; completa un inventario de huellas y evidencias. El suceder y los paisajes se complementan en un trascurso ajeno al existir de quien los nombra; plena y condescendiente la realidad se muestra múltiple. Todo es superficie, proximidad y lejanía dispuestas a ser captadas por lo sensorial: “ahora, justamente ahora, / voy a tirar piedras al agua / con las que remover / este limo contrario, / este cieno exterior / de las cosas visibles”.
   En el tramo inicial de Piedras al agua es referente clave el mosaico de formas que roza la pupila. Este enfoque muda en la segunda parte del libro donde es línea continua el trazo evocador de la memoria. La rememoración acerca también los contraluces de lo doméstico. Están los efectos duraderos del dolor y la muerte y está la angustia e inquietud que postula el manso cabalgar del presente.
 La tercera sección comienza con una poética –aunque muy alejada de la teorización metaliteraria- de aliento aristotélico; el poema medita sobre las conexiones entre pensamiento y materia exterior, y concluye de forma memorable con estos versos: “De luz y de abstracción / está rodeado / todo”. La claridad ilumina para que el pensamiento complete itinerarios en un estar armónico que observa sin alterar. La función del poema es crear un territorio de conocimiento, una vía de exploración que busca el sentido de un orden natural.
 El existir conlleva una muda de escenarios que sitúa al hablante lírico entre lo fijo y lo cambiante, en un estar que hace de lo accidental pensamiento y conciencia. La identidad del yo queda sumergida en la celebración calmada del entorno. Percibir aloja al ser en un estado existencial que nos transforma en parte de un todo atemporal.
 Si hay poetas que entienden cada entrega como un hito disperso, el quehacer de Antonio Cabrera permanece fiel a un ideario estético que aglutina filosofía y meditación de forma continua. El poema elabora un discurso natural con una expresión precisa y trasparente, en la que comparten sitio recogimiento interior y comunicación con la naturaleza, una naturaleza sin tonos arcádicos, cercana y real; el paisaje externo y el espacio interior se relacionan e identifican hasta alcanzar una nueva configuración en el poema. Al cabo, esa es la tarea esencial de la escritura: frente a lo caduco y transitorio, conceder a la existencia una realidad más profunda.


domingo, 12 de noviembre de 2017

AFORISMOS A CONTRALUZ

Senda
Archivo general de Wordpress

AFORISMOS A CONTRALUZ


Si miras con atención el lugar que ocupas, donde estás no hay nadie.
  

En el apagado discurrir del tiempo, adanes primigenios que aguardan todavía una manzana.


El  verbalismo artificioso encala la escritura, pinta fachadas de víspera de feria.


En la madeja de la gratitud se apelmazan los hilos sueltos.


 Los domingos aseguran un tedio prometedor, hecho de puntos suspensivos.


Carne tranquila. Senectud.


En las conversaciones con desconocidos los intermediarios más eficaces son la elusión, la sensatez y el silencio. 


La poesía es un yo caligráfico, angustiado por su propia identidad.


Aversión a la lógica. Un pensamiento único y en continuas tareas de agitación.

  
Sabe aceptar disculpas; mantiene con la sordidez una amistad vitalicia.


La autonomía imaginativa del sueño requiere folios blancos por su inclinación a lo imposible.


El subconsciente poético confía en el potencial de los precursores.


Punto de fuga. Nostalgia de un lugar que no existe.

(Selección de Mejores días y Motivos personales)
                              




sábado, 11 de noviembre de 2017

GASPAR MOISÉS GÓMEZ (DESPEDIDA)

Gaspar Moisés Gómez (Serranillos, Ávila, 1927-León, 2017)
Fotografía de
Diario de León


LAS VOCES DE LA NADA

Edén perdido y otros síntomas
Gaspar Moisés Gómez
Eolas ediciones, 2014

   Tantas décadas de labor literaria han convertido a Gaspar Moisés Gómez en un enlace intergeneracional. El poeta ha hecho suyas  claves estéticas que trazan su recorrido hasta el cambio de siglo. Su densa obra, iniciada con la entrega Con ira y con amor, en 1968 ha protagonizado una sosegada mutación, desde el realismo social de los años sesenta hasta una lírica de pensamiento, más centrada en el tiempo como argumento temático central.
   En esa estela se sitúa el último poemarioEdén perdido y otros síntomas. El hablante lírico busca como interlocutor para su discurso un yo desdoblado a quien exponer los indicios de esa etapa de cierre en la que deambula la experiencia. El yo percibe cercano y presente “ese punto final de la belleza”; se ha ido agostando la claridad de la amanecida y cada sujeto sigue buscando respuestas de lo perdurable. Y en ese marco se deja espacio a los indicios de la declinación, de esa marcha tenaz hacia la amanecida. El cisne, por ejemplo, se hace representación gráfica del conflicto entre lo perenne y lo finito: la belleza no es sino el encuadre parcial de lo diario. También la manzana en la percepción de Adán significaba la consecución de un logro máximo, aunque esa posesión abocara al ser a la expulsión del edén. Y es débil el gorrión en vuelo, tachando el azul del horizonte capturado por las garras del gavilán. Son elementos vitales que se hacen lecturas de un lejano sueño forjado por una identidad esperanzada.
   El declinar del tiempo deposita en el borde del no ser, deja  en la conciencia la sensación de llegada a las sombras. Lo vivido toca fondo, convierte al acontecer en una imagen congelada que se refleja en el cristal y que, poco a poco, se va diluyendo en el mapa de la memoria: “No hay otra verdad / que la que nos está mirando / con levedad mortal desde ese espejo / y agota nuestro ser hasta extinguirlo / en la belleza.”
   Cada identidad va escribiendo la azarosa grafía de un destino cumplido, como si fuera un recorrido de dirección única. Solo queda el patrimonio menguante de los pasos dispersos, ese ejercicio de despojamiento hacia un final en el que la muerte se transparenta. La voz se agota y se rinde el cuerpo, casi perdido la noción del origen, mirando el entorno con la distancia de quien sabe que la fugacidad es una naturaleza común y compartida y el porvenir un mero espejismo que borrará la noche. Solo queda el regreso hacia si mismo, caminar en círculo por un viaje interior para hacer de la propia identidad la razón de ser: “No agravéis aquello / que ya un dios hizo en su naturaleza  / infeliz. Que cada uno coma / su manzana. Esto ya sabemos / que no es el Paraíso. Mas dejadnos / soñar entre las hojas trémulas, / la forma que perdimos y por la que luchamos / aún de parte del ángel”
    Edén perdido y otros síntomas hace de cada verso una mirada al tiempo. Con  serena palabra, sin la estridencia de lo declamatorio, los versos escriben con trazo incierto el largo soliloquio de quien mira su rostro reflejado en el tiempo. Un rostro que es imagen de un paraíso perdido, casi desvanecido en la memoria, pero capaz de sembrar todavía la ilusión tenaz de los regresos.


                                                           

viernes, 10 de noviembre de 2017

EN EL TARRO

Amanecida
Fotografía de
Chrisjiménez
Archivo general de Pinterest

EN EL TARRO


  Desenrosca con maña inquieta la tapa del tarro. Sospecha que saldrá de su interior un dragón contraído. Frente a la ventana desecha el miedo y tiene suerte. El borde del frasco se hace rama; roza sus dedos el vistoso arco iris de un colibrí.

(De Cuentos diminutos)


jueves, 9 de noviembre de 2017

PABLO CEREZAL. BREVE HISTORIA DEL CIRCO

Breve historia del circo
Pablo Cerezal
Prólogo de Vicente Muñoz Álvarez
Colección Chamán ante el fuego
Albacete, 2017

ENCUENTROS

   Escritor multiforme, conocí a Pablo Cerezal (Madrid, 1972) en la librería Nakama hace unos meses, en torno a un acto literario del poeta Augusto Rodríguez. Hasta ese momento, desconocía las coordenadas básicas de una propuesta que entrelaza ficción narrativa, articulismo, crónica social, guiones para proyectos audiovisuales e incursiones autobiográficas, ahora compiladas en el libro Breve historia del circo.
  El volumen amanece con un liminar previo de Vicente Muñoz Álvarez, quien describe lo que nos espera como “un aluvión de poesía y pensamientos y un divagar constante de dentro hacia fuera de su cabeza, puro flujo de su conciencia como leitmotiv de su escritura". El autor también aporta en el umbral una obertura que añade al carácter plural de estas anotaciones una localización geográfica: la ciudad boliviana de Cochabamba, enclave de pasado virreinal y abundantes vestigios incaicos, que deja en el ahora un hospitalario laberinto urbano en el que se representa a diario el tumulto colectivo, ese caminar juntos en cualquier dirección. El lugar parece un arquetipo idealizado: “Cochabamba es un perímetro de lejanías en el que se abrevan los rebaños de la noche y la ebriedad. Por sus calles de festividad  suicida, en sus esquinas de polvo y pausa, junto a sus avenidas de tedio, desfila  un enjambre de batallas perdidas que no encaja en uniforme alguno”
  De estudios y variaciones sobre temas esenciales del devenir se nutren estas páginas de Pablo Cerezal en las que se intensifican las conexiones entre sujeto y entorno. Las excusas narrativas enfocan lo doméstico, pero hacen de su existencia sustrato de conocimiento para propiciar una interacción pactada entre sentimiento y reflexión. La escritura no germina desde la idea previa –al cabo tiene mucho de cárcel argumental- sino que nace del propio hecho de escribir sometiendo al pensamiento a un despliegue coreográfico improvisado, a una eclosión de encuentros. Esa intuición del texto por el texto está repleta de lirismo, tiene la celeridad del destello emotivo, de la imagen que se queda prendida en el sedoso tejido de la imaginación.
  En la escritura de Pablo Cerezal también la poesía encuentra sitio; sus poemas entrelazan la misma textura que su prosa, como si las lindes convencionales de los géneros literarios no formasen parcelas incomunicadas sino estrategias expresivas, moldeadas según la necesidad, que propagan las palabras. De este modo el poema sigue alimentando proyectos, ilusiones y esperanzas, se hace razón de vida para el recuerdo, o busca en algún repliegue la estela afectiva de esas identidades que cambiaron para siempre el discurrir personal. El protagonista viajó hasta Cochabamba como responsable de una ONG destinada a dibujar amanecidas para niños de la calle, sin cobijo familiar y en riesgo de exclusión social. Esos dos años de estancia han bifurcado una geografía accional que despliega las junturas desapacibles de la realidad. El mapa desplegado propicia la evocación sentimental y la actitud solidaria. Fue una etapa coincidente en el tiempo con la inminente paternidad del autor, otra circunstancia presente en los estratos reflexivos del volumen.
  Breve historia del circo es un libro confesional en el que el recorrido de un protagonista concreto  no impone su contingencia sino que hace del anecdotario una abstracción que siembra inteligencia y sensibilidad; que ofrece en la profundidad de su percepción el periplo de inquietudes y la navegación vitalista de una conciencia en vela.







         

miércoles, 8 de noviembre de 2017

AMANECIDA LEJOS

Artesanía
Chiang Mai (Tailandia)
Fotografía de
Adela Sánchez Santana


SOMBRILLAS

                                       Para quienes hacen de la amistad
                  un equipaje de mano


Lejos. Más lejos.
Donde el amanecer 
pinta sombrillas.



lunes, 6 de noviembre de 2017

ALZHEIMER

Olvido
(Breslavia, Polonia, 2017)
Fotografía de
Javier Cabañero



ALZHEIMER


La mirada brumosa
y una sonrisa escuálida.
Suturas de un desplome
solapado.

Hipnotiza el delirio
que nos somete a todos
y que ninguna fuerza
puede corregir.

Recuperas olvido y sobrecoge
que no sepas quién soy,
o que mires las formas
con los ojos
de una memoria estéril.

Estás lejos. Transitas
el dormido país de los lotófagos.


                  

     


jueves, 2 de noviembre de 2017

EN FAMILIA

Cobijo
(Palma de Mallorca, 2017)
Fotografía de
Javier Cabañero

EN FAMILIA


   En casa no nos gusta incomodar a nadie, señor comisario. Las cosas son como son. No hay más indicios, pero todos buscábamos algo. Mi madre buscó siempre el sosiego en la farmacia; mi padre en la mudez de un cigarrillo, convencido de que el cansancio y el frío están en las palabras, pero son otra cosa; mi hermana, cuando niña, en el reclinatorio de la ermita y después en la esquina más rentable del polígono sur. Yo que no busqué nada, encontré un libro y en él sigo.
  Vivimos juntos el abuso feliz de sentirse en familia. Repare usted que en nuestra casa los sueños nunca dieron ningún paso. 

(De Cuentos diminutos)