Común presencia
René Char
Traducción de Alicia Bleiberg
Alianza editorial, Madrid, 2007
Común presencia es una autoselección de poemas, aparecida en 1964, que permite conocer una parte substancial de la lírica de René Char, ya unánimemente considerado como figura central de la literatura francesa contemporánea. Su obra fue publicada en la Biblioteca de la Pléiade a comienzos de los años ochenta. Esta antología se reeditó en 1978 y amanece en España, con formato bilingüe, para conmemorar el centenario del autor. Había nacido el 14 de junio de 1907, en L´Isle-sur-Sorgue, un pueblo provenzal de pescadores. En él residió casi toda su vida. Se inicia precozmente en la escritura; apenas tiene quince años cuando escribe Las campanas sobre el corazón, un título de aprendizaje que el autor borrará de su bibliografía. Su estancia en la localidad natal sólo se quiebra por algunos viajes, como el que realizó a Paris en 1929, cuando conoce y se adhiere al surrealismo; el libro de Paul Éluard Capital del dolor es el causante de una complicidad que languidece hacia 1934. La biografía personal está marcada por la ocupación alemana y por su alistamiento en la resistencia , un tramo vital presente en libros como Hojas de Hipnos. Antes fue solidario con la causa republicana española y siempre manifestó una abierta oposición hacia los movimientos totalitarios; fue un crítico tenaz del desarrollismo tecnológico y sus efectos secundarios. A partir de 1946 casi desaparece de la escena pública y sólo en contadas ocasiones concedió entrevistas o participó en eventos culturales. Char se niega a cualquier intento de poder literario, incluso cuando se especulaba con la candidatura al Premio Nobel. Hace de la soledad una regla de existencia, el destino se cumple lejos de la coacción del grupo.
Su abrumadora capacidad de lector le permitió forjar un selecto núcleo de ascendientes: Villón, Dante, Shakespeare, Blake, Keats, Baudelaire, Hölderlin, Rimbaud. También conoció con rigor la expresiva plástica de artistas contemporáneos que incidieron en su sensibilidad.
En la nota preliminar, la traductora Alicia Bleiberg medita sobre los riesgos de versionar una poesía hermética y sobre las peculiares tramas que hacen posible la comunicación poética. También subraya el cuidado en respetar al máximo la puntuación de los poemas originales.
La aportación de cada poemario no es uniforme y, por tanto, corresponde al lector engarzar los matices y circunstancias de un trayecto creador que supera el medio siglo de escritura. La madrugadora vocación propicia que sean muchos los libros escritos. En Común presencia están representados trece títulos. Hay piezas tempranas del aprendizaje auroral, momentos de la etapa surrealista y ese tramo central de plena madurez y coordenadas diferenciales al que corresponden títulos como Furor y misterio o Los matinales. Consumido un silencio de cinco años brotan los poemas de La palabra en archipiélago, que refractan la intemperie colectiva.
Los apuntes aforísticos reflejan una conciencia observadora que deja sus pensamientos sobre la escritura. Cuando define el poema nos habla de sus trazos goteantes y ambiguos; la poesía no nace de lo conocido, se aparece en lo informe, como una luz perentoria.
Uno de los mejores conocedores del autor en nuestro país, Jorge Riechmann ha escrito:”la poesía de René Char, más que ninguna otra, exige en torno a ella espacio abierto; el vasto ámbito de las vidas de seres humanos libres. Su poesía no nos remite en principio al complicado laberinto de espejos de la historia literaria, sino a nuestra experiencia humana de amores y agonías. La respuesta que pide no es exégesis erudita o cultísimo guiño de complicidad, sino acción humana en el torrente del tiempo”
La razón poética de René Char postula una sostenida reflexión sobre las constantes existenciales del sujeto. En su pensamiento apenas se distingue lo biográfico particular; esa anulación del sentimentalismo concede al yo lírico una voz plural en la que se reconocen las peculiaridades de cada ser. Los versos no son el espacio habitable de una única presencia que sondea en la propia intimidad. La palabra busca sitio en el exterior para salir del estrecho cerco de lo cotidiano. La poética insiste en la creación de un ambiente, acumula interpretaciones pensadas y sentidas; la auténtica verdad no se revela, es una aspiración pugnando por liberarse. De ahí, la complejidad de una lectura que no se pliega ante el dictamen de la razón.