martes, 28 de febrero de 2017

EL GUARDIÁN DE LAS SOMBRAS

Casa antigua (Cuba)
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LA CASA VACÍA


   En esta casa ya no vive nadie. Solo los ausentes que ocuparon el tiempo quieto de las habitaciones. Escucho su fisiología desperdigada en pasos, susurros, toses o gemidos. De cuando en cuando callan, como si se hubiesen mudado por unas horas a otro lugar. Pero siempre regresan. Esta noche olvidaron cerrar la puerta de la entrada y apagar las luces. Algo me despertó. No supe qué decir; soy un extraño guardián de sombras. Ellos me reconfortan y justifican mi presencia: “alguien debe soñarnos”

(De Cuentos diminutos)

lunes, 27 de febrero de 2017

EMILY DICKINSON. LA ESPERANZA ES UNA COSA CON ALAS

La esperanza es una cosa con alas
Emily DickinsonEdición, traducción e ilustraciones de
Hilario Barrero
Ravenswood Books Editorial, 2017

                          EL VIAJE A ÍTACA DE EMILY DICKINSON

   La versión a otra lengua conlleva una pugna continua entre el sentido literal y la captación básica de la conciencia poética. Ha de buscar sitio en el diálogo abierto que los versos crean entre belleza y verdad. Hilario Barrero (Toledo, 1946) parte desde ese enfoque en La esperanza es una cosa con alas al acercarnos esta selección de poemas breves de Emily Dickinson, presencia central del canon norteamericano. El escritor vive en Nueva York desde 1978. Allí desarrolló un amplio crisol de géneros literarios y un ejemplar periplo laboral como profesor universitario en CUNY. Por tanto, su conocimiento de la tradición lírica estadounidense es minucioso. Así quedaba de manifiesto en Lengua de madera, una deliciosa antología de composiciones cortas convertida en un catálogo de asombros en las ediciones de La Isla de Siltolá.
  Ahora desplaza a nuestro idioma una muestra de piezas líricas de Emily Dickinson (1830-1886), cuyo ajuste ha ido realizando en un dilatado paréntesis temporal. El profesor es también responsable de la ilustración de cubierta y de los dibujos interiores. Su dedicación plástica un privilegio del que disfrutamos sus lectores gracias a las redes digitales, a sus colaboraciones en prensa y a la delicada colección Cuadernos de Humo, donde se ha publicado a buena parte del vitalismo poético contemporáneo.
  El prólogo descubre la cualidad más relevante de la personalidad de Emily Dickinson: su estar inadvertido. Un silencio nunca roto empeñado en realizar un largo viaje hacia la Ítaca interior. Esa navegación en solitario tuvo como consecuencia la formación de un estilo peculiar, con unos parámetros formales que ella misma pulió, por más que los referentes culturales de la poeta sean conocidos por todos: la continua lectura de la Biblia, los metafísicos ingleses del siglo XVII y la poesía, entre otros de J. Keats. Fue la escueta arquitectura desde la que alzó su propia cárcel, una reclusión abierta a la sencilla luz de lo diario pero cerrada al ruido y la furia del entorno exterior.
  La voz, racionalista y mística, se mueve en la ambivalencia, como la propia experiencia humana siempre marcada por la cercanía de una realidad mudable, sometida a la desintegración. Buscó la permanencia en el poema, único refugio perdurable.  
   Siempre exigente y con extremado sentido crítico, Juan Ramón Jiménez fue un lector fervoroso de Emily Dickinson, de quien escribió: “mujer en gracia que se llevó el secreto del mundo a la eternidad por si estaba vacía”. En la hermosa edición de Ravenswood Books, Hilario Barrero hace que los poemas preserven ese secreto, da curso a la sensibilidad que convierte la cercanía al poema en un susurro permanente y profundo. Al cabo, la esperanza no es más que una cosa con alas  que se posa en el ánimo para sugerir una continua disposición al vuelo.



                                                      

domingo, 26 de febrero de 2017

PIEZAS SUELTAS

Dehesa del Boyar (Montejo de la Sierra, Madrid)
Fotografía de
Javier Cabañero

PIEZAS  SUELTAS


Si los árboles son piezas sueltas, niegan el bosque.

Un porte sólido. De fantasma.

Cuando tenía veinte años, Jaime Gil de Biedma no era un poeta cualquiera. Era el poeta.

Crepúsculo, aleteo, sopor, engarce, azul… esas palabras con reputación asentada.

Los malos poemas tosen; tienen respiración errática.

Nombres propios que ya no recuerdo; el final de una biografía deja sitio para mucho olvido.

Más allá de lo que nunca fue nuestro, ese hallazgo diario de que sobra tiempo.




viernes, 24 de febrero de 2017

REMEDIOS SÁNCHEZ. PALABRA HEREDADA EN EL TIEMPO

Palabra heredada en el tiempo
tendencias y estéticas en la poesía
española contemporánea (1980-2015)
Remedios Sánchez (Coord.)
Akal, Madrid, 2016

PRISMA CRÍTICO
  
   Este volumen reúne colaboraciones de conocidos críticos, coordinados por Remedios Sánchez, ensayista y profesora de la Universidad de Granada. La nómina de estudiosos refleja pluralidad en el acercamiento a las tendencias y estéticas españolas del cierre de siglo. La vitalidad finisecular hacía necesario un acercamiento global y heterogéneo, realizado no desde la confrontación sino sobre la convivencia de enfoques; así lo expone la coordinadora: “Esta mirada poliédrica y diversa tal vez sea útil para vislumbrar algo de la verdad de lo sucedido, del desarrollo ideológico, estético y literario en este brillante periodo de escritura que abarca el final de un siglo y el inicio de otro”.
   Concluida la primavera novísima y el monopolio abierto por la generación del lenguaje, tan proclive al juego retórico y al manierismo semántico, en el despertar de los años ochenta arranca un ciclo remozado. En él adquiere protagonismo “La otra sentimentalidad”, movimiento asentado en Granada que integra la lírica de Álvaro Salvador, Javier Egea y Luis García Montero. El ideario de los tres autores tiene como referente teórico a Juan Carlos Rodríguez, deudor del estructuralismo marxista. Al desaparecido profesor le corresponde la apertura de este mapa reflexivo. Su exposición parte de la interacción entre lo íntimo y lo colectivo y de la construcción de los sentimientos como fruto de la historia. La subjetividad no es nada pleno, ni puro ni cosificado; es un efecto del devenir; por tanto, muda en el tiempo. De la construcción de esa mirada subjetiva nace la substancia del poema. El grupo, con el aporte de otras individualidades, adquiere carácter de avanzada y se disuelve en el tiempo en la “Poesía de la experiencia”.
   El concepto “La otra sentimentalidad” compite con el término “Postnovísimos”, acuñado por Luis Antonio de Villena. El poeta resalta el papel nuclear de sus coetáneos y la pervivencia de su discurso lírico. El crítico firma la antología homónima Postnovísimos que integra varias líneas de fuerza de la década; además se va a convertir en atinado antólogo de las voces emergentes de los años noventa.
   Entre las travesías complementaria está “El sensismo”, auspiciado por Fernando Beltrán y Miguel Galanes. Supone una notable aventura estética. Mediante un lenguaje coloquial, sencillo y enunciativo pretende abrir vías de emoción y conocimiento en la percepción de la realidad; sugiere una actitud de vida frente al lenguaje.
   Sobre la poesía de la experiencia se ha escrito mucho. Aglutina a escritores que apenas tienen el común la tendencia realista de su poesía como enunciado comunicativo y con desarrollo argumental. De ella parten los itinerarios más representativos del fin de siglo, donde la lírica figurativa se convierte en campo principal. Conviene recordar que en esta etapa, aun cuando la poesía de la experiencia constituye el cauce remansado principal, no existen monopolios estéticos y no son pocos los grupos que buscan idearios y alternativas. Es el caso de la Poesía de la Diferencia y de otros movimientos estéticos cuya personalidad se acoge en la poesía del silencio, el neosurrealismo y la poesía de la conciencia. Sus principios divulgan un carácter menos comunicativo del poema o la inmersión del lenguaje en una suerte de misticismo trascendente que lo convierte en una vía indagatoria y misteriosa. El poema es un fósil y el lector debe pulir su significado.
   Un corte epistemológico que merece por su identidad un andén crítico es el realismo sucio, usufructo compartido por integrantes de la poesía de la conciencia. Enfocar estos idearios desde el grupo, salvo en el caso del colectivo Alicia Bajo Cero y de los encuentros onubenses de Voces del Extremo, distorsiona la verdadera aportación de presencias como Karmelo C. Iribarren, Roger Wolfe, Luis Felipe Comendador y Uberto Stabile. Tampoco faltan en este paréntesis temporal los poetas isla y el brumoso muestreo de raros, heterodoxos y marginales que han propiciado estudios y algunas antologías como Feroces, editada por Sergio Gaspar en DVD. Su magma creador ha sido rastreado con excelente visión por Araceli Iravedra. 
   El discurso literario analizado se inserta en una encrucijada que no pocas veces ha convertido el entorno en un avispero revuelto. La trinchera abierta es expuesta con manifiesta vehemencia por algunos miembros fundacionales de la Diferencia como Antonio Rodríguez Jiménez, Antonio Enríquez, o Ricardo Bellweser. Se da curso a la denuncia frente al monopolio realista de premios, cotas de poder y grupos de presión que provocan el supuesto ninguneo de los diferentes. Quedan los libros escritos y corresponde al lector descubrir dónde está el centro y dónde la periferia.
   Otro signo reseñable es el perfil femenino y la abundante edición de libros escritos por autoras; así lo resaltan muestras como Ellas tienen la palabra, de Noni Benegas. En cualquier caso, el femenino plural constata su presencia en el canon; un hecho que borra tópicos y filiaciones secundarias. La edición dialoga también con otras consideraciones como el compromiso y la conciencia cívica en el discurso poético, la dicotomía entre lírica y política y la función social de la literatura. Y otra veta de estudio que cobra fuerza sustancial en esta obra es el Humanismo solidario. Es un movimiento poético empeñado en retomar desde el eclecticismo la esencia de  lo humano  en el discurso literario para analizar la realidad y transformarla. Hay que construir desde el empeño verbal una nueva subjetividad que aglutine valores éticos y sea capaz de superar la crisis existencial que impregna la historia contemporánea.
   Alí Calderón firma la visión desde América del quehacer literario en español. El poeta y ensayista hace de la poesía de la experiencia un paradigma de escritura que desemboca en una lírica conversacional y meditativa, controlada por la razón, sosegada y con poco contacto con las vanguardias. Esta codificación ha ido incorporando ampliaciones estratégicas como la ironía, el humor paródico y la autoficción.  Alí Calderón alude al desencuentro durante décadas entre ambas orillas y señala el punto tangencial que Poesía ante la incertidumbre marca para el reencuentro.
  Por último, en la exploración auroral del siglo XXI se definen dos discursos críticos: poesía ante la incertidumbre y la estética del fragmento. El andamiaje verbal de la primera prosigue una tradición comunicativa para dar respuesta poética colectiva a los desajustes de un tiempo sin certezas; las propuestas que encarnan las estéticas del fragmento son más elusivas, no buscan el intimismo coloquial del diálogo sino que se aferran al lenguaje como portador de símbolos. Ambas actitudes son coetáneas de otras que no han encontrado todavía encasillamiento y rótulos definitorios.
 El criterio cronológico y las pautas de estudio marcadas por Remedios Sánchez permiten comprender el rumbo de la poesía española durante las últimas tres décadas con una visión heterogénea y plural, aun sabiendo que el fenómeno poético es mudable y cualquier método que aborde su evolución es parcial. El resultado fotografía un paisaje amplio que singulariza las raíces fuertes del ahora. En el despertar del tercer milenio, donde priman la globalización y lo uniforme, la poesía sigue mostrándose renacida, heterodoxa y singular.


jueves, 23 de febrero de 2017

CANSANCIO

Paisaje búlgaro
Fotografía de
Adela Sánchez Santana


CANSANCIO

Lista incompleta de elementos varios
que alrededor conspiran:
los labios del teléfono,
la piel brillante del metacrilato,
la cisterna sonando como un disco incesante,
el texto amorfo de un recibo bancario,
el traje de un invierno prematuro
pintado en la retina,
los cactus... esos pulpos vegetales
Acicates oscuros para que yo reincida
en el acto más mío: no hacer nada.

   (Un país lejano, Barcelona, 1998)



miércoles, 22 de febrero de 2017

JUAN IGNACIO GONZÁLEZ. LOS NOMBRES DE LA HERIDA

Los nombres de la herida
Juan Ignacio González
Playa de Ákaba, nº 17
Getafe, Madrid 2016

LOS NOMBRES DE LA HERIDA

   Profesor y editor, Juan Ignacio González (Mieres, Asturias, 1960)  ha desarrollado una dilatada labor poética que inició en 1985 con la entrega Otros labios acaso. En aquellos versos dejaba sitio a un espacio de confluencia entre el sujeto biográfico y la conciencia social, como si fuese ineludible en su escritura frecuentar los desajustes de una cronología histórica e instalada en el presente que nunca calla el rumor desapacible de las erosiones.
  Así lo recuerda el prólogo “Los poetas, la poesía y las heridas del tiempo” de Noemí Trujillo, al que pertenece esta reflexión: “Este libro es pues una reflexión sobre el ejercicio de la escritura de la poesía y quienes lo ejercen, los poetas, nosotros los que deseamos llegar con nuestros versos por encima de las nubes y aún más allá, para sobrevivir al paso del tiempo. El poemario es, a su vez, un ejercicio de memoria poética, un ceremonial de adioses, un personalísimo manual de sombras y un homenaje a la danza, la música, la pintura y otras artes.”  
  Los nombres de la herida  sugiere que la existencia no es un sueño feliz sino un itinerario de pérdidas y cicatrices que se van acumulando en la piel de los días como una certeza de que, desde la amanecida hasta el ocaso: Corresponde habitar un tiempo de preguntas: “En ti se quedarán la sal y el astrolabio, / y contar los sonidos de la palabra / será el oficio entonces de todos tus desvelos “. Queda claro en los versos la razón de ser de la escritura: la palabra retiene la conciencia tenaz del aire respirado y ese discurrir aleatorio se expone en el poema como un intento de objetivar la experiencia y traducir las sensaciones que encontraron cauce en su cumplimiento.
 Juan Ignacio González emplea en sus poemas un léxico conciso que huye de la sobrecarga de imágenes y que asimila en su expresión el intimismo de la confidencia. Los poemas son pliegos sueltos de una conversación con el lector, una memoria de datos de quien fue anotando los apuntes dictados por el dolor y la ausencia. Existir postula marcar pasos en los linderos de la decepción, pero el poeta no convierte su lírica en un ejercicio de queja y lamentación, en una certidumbre de derrotas, sino que reescribe la esperanza, busca el cumplimiento de los sueños y hace de la palabra un destello de luz que deje en los relojes un poco de tibieza y claridad: “Y sé que  hay que incendiar de nuevo el mundo / como el abecedario incendia la escritura, / que amar urgentemente es necesario, que hay que prender las garras sobre el lomo / que anuncia la insondable cordura de los locos, / y agitarse, / como se agita el corazón cuando no hay esperanza “
  El poema enunciativo sirve para dar voz a otras identidades. De esas bifurcaciones del yo que asume el sujeto se nutren composiciones como “Memorias de un campesino polaco “, que sirve para recrear la barbarie de Treblinka en 1942, cuando las botas nazis asolaban la llanura europea y dispersaban las cenizas del odio en las páginas más tristes del siglo XX. De esa conciencia que reparte migas de esperanza se hace también el poema “Madres de mayo”, atado a la memoria de los desaparecidos argentinos en la dictadura y a los pañuelos blancos que reclamaron su regreso.
  La soledad y el dolor parecen viajeros que acaban de concluir un largo itinerario por lugares extraños. Por eso en sus rostros reflejan todavía el cansancio insomne de quien tuvo muchas horas los ojos abiertos para retener en sus sentidos los nombres de la herida. De esa sensación de pérdida y reconstrucción se hacen los poemas de Juan Ignacio González. La poesía se vuelve entonces un piso de alquiler, una casa ocupada donde dejar los sueños a resguardo.








   

martes, 21 de febrero de 2017

EL MINIATURISTA

Artesanías medievales


EL MINIATURISTA

Rehén de una vigilia diligente,
filtra mi pulso firme
manantiales de tinta
sobre los desgastados pergaminos.
He ilustrado salterios,
evangelios, misales,
textos profanos, códices miniados,
bellos libros de horas.
En la tupida fronda de los signos
reincide en mis dibujos
un único mensaje,
una destinataria.
Mas ella, imperturbable
ignora el dulce juego.
Me condeno, si nadie lo remedia,
a ser el internauta solitario
de un mundo en miniatura.

    ( Un país lejano, Barcelona, 1998)




domingo, 19 de febrero de 2017

LUIS FELIPE COMENDADOR. POESÍA REUNIDA

Vuelta a la nada. Poesía reunida. (1995-2002)
Luis Felipe Comendador
Lf Ediciones, El Árbol espiral
Prólogo de José Luis Morante
Béjar, Salamanca, 2002

CON LAS MANOS ABIERTAS

   Todo quehacer poético es un compendio de obsesiones y remite a un claro empeño de búsqueda de una identidad; crea un mundo propio, sean cual sean los recursos formales y los contenidos. Vuelta a la nada permite conocer el tramo lírico escrito entre 1995 y 2002 por Luis Felipe Comendador (Béjar, 1957), poeta, narrador, aforista. escritor de diarios, editor e incansable activista solidario. Es un arco temporal muy corto, pero caracterizado por una notable fecundidad, ya que se hilvanan títulos con regularidad casi anual, bajo el empuje de certámenes nacionales y de premios que han convertido al bejarano en una presencia habitual  en los foros de debate y en  los predios literarios contemporáneos.
  El volumen Vuelta a la nada reúne textos de nueve poemarios, organizados con un criterio cronológico estricto y solo roto por la composición inicial que aparece como una intencionada poética, como un aviso para navegantes lectores. Queda fuera el primer libro y el más reciente, El amante discreto de Lauren Bacall, aparecido en la editorial Visor, tras ser finalista en la correspondiente convocatoria del Premio internacional de Poesía Rafael Alberti. Pero la muestra es amplia y en esta palabra heredada en el tiempo se perciban con nitidez las cualidades de un autor empeñado en lo cotidiano. Porque el techo gris de lo diario es el gran venero temático de esta escritura. Lejos queda el alquiler a plazos de aquella torre de marfil de lo trascendente y el revestimiento acorazado de lo sublime.  Para Luis Felipe Comendador, el poeta es, sobre cualquier consideración, un ciudadano de a pie que pasea fisiología e intelecto; deambula por los callejones de la amanecida para escribir respuestas en ese abrumador formulario de lo existencial que acaba asegurando que vivir no es mucho, pero  es todo lo que tenemos. La vida se comprime en un azaroso paréntesis  proclive al tedio.
   Se canta un tiempo de derrota, despojado de reductos salvadores: las voces de la calle, la herrumbre de la pareja, el entorno grupal, los retazos de un compromiso ideológico, la identidad brumosa del individuo, el onanismo de explorar el espejo para descubrir que no somos narcisos. Las palabras conforman instantes que se van desgranando para asegurarnos que, a pesar de tanta insuficiencia, merece la pena ser testigo de cargo de este viaje por lo transitorio, por el laberinto del ahora.
  Cada entrega de Comendador se organiza bajo un estado de ánimo y a  partir de  un clima poético común. Lo unitario preside la organización poemática por encima de la recopilación. Comendador es un poeta de conjuntos, aunque algunas piezas sueltas hayan alcanzado el status de textos de antología por el frecuente uso en lecturas públicas o por su publicación en suplementos y revistas. Es el caso de “Consejos para un poeta joven”, donde el ánimo jocoso de los versos deja aflorar un sarcasmo y un humor socarrón que desemboca en una sabia ironía que emana de autores del 50.
   Realista e irónica, lúcida y macerada por el discurrir vital, la poesía de Luis Felipe Comendador solo en apariencia se formula con un vocabulario testimonial y accesible. La difícil sencillez y la claridad expresiva son logros de un pulir continuo. Hay rigor autocrítico y regodeo en una tradición que renueva brotes en la mente de todos. Hay vínculos, por ejemplo, con los divertimentos eróticos de Catulo y el nihilismo clásico de Fonollosa, con Carver o con representantes cualificados de la primera promoción de posguerra. En la geografía de Vuelta a la nada se recrea un sujeto poético sentimental y escéptico que a media tarde, ante el velo bermejo del crepúsculo, alza la copa y se concede un rato de descanso, mientras saca billete hacia la sombra.







sábado, 18 de febrero de 2017

AUTOESTIMA (EL OTRO YO)

El yo crepuscular
Fotografía de
Pixelbay

EL OTRO YO


   Cinceló una autoestima menesterosa. Cada vez que se contemplaba en el espejo cerraba los ojos, abrumado. Solidario después, se daba una limosna.


viernes, 17 de febrero de 2017

YOLANDA DELGADO BATISTA. PURO CUENTO

Puro cuento
Yolanda Delgado Batista
Baile del Sol, Sitio de Fuego
Tegeste, 2016

PURO CUENTO

   Leí el primer libro de Yolanda Delgado Batista, La isla de las palabras desordenadas, en el otoño de 2012, casi un año después de su publicación en Izana Editores. Aquella novela, tras la nota de gratitud a quienes habían impulsado aquella travesía literaria, contenía un prólogo del periodista Juan Cruz. Evocaba una anécdota protagonizada por el poeta Ángel González en la que el ovetense manifestaba sus deseos de seguir viviendo ante la temeraria conducción de Yolanda por alguna carretera sinuosa. Me gustó aquel enfoque de Juan Cruz que, frente al tono erudito de lo didáctico, quiso esbozar el humanismo; saludaba los méritos de una amanecida que enlazaba una historia intimista, al cierre de un ciclo amoroso con los efectos secundarios del desamor.
   Ahora Yolanda Delgado Batista, con un largo periplo laboral, regresa a la escritura con Puro cuento y esta vez comenta la colección de relatos Julio Llamazares, también periodista, y autor plural. El narrador señala dos claves sugerentes en estos cuentos: la condición insular de la escritora y el sentido de las palabras como esencia de lo imaginario, ese espacio también presente en la bitácora personal “La isla de san Borondón”, sustantivo  de geografía intermitente, ubicado entre la realidad y el sueño.
  El título se presta a una semántica interpretativa: la voz narrativa vela lo real para dejar paso sin más al cauce suelto de lo fantasioso; o, y es una posibilidad no desdeñable, la escritora se empeña en precisar la naturaleza general de sus cuentos que son sin más ejercicios de ficción enunciativa, no disimulados episodios biográficos, o prosas líricas que enaltecen las aceras cotidianas de la realidad.
   En la entrega conviven treinta y dos relatos, algunos de los cuales son microrrelatos que apenas sobrepasan la extensión de un párrafo. Es un número alto de piezas por los que se pone de manifiesto la diversidad  y una convivencia de atmósferas y personajes que confirman la vitalidad del cuento en esta práctica escritural.  Los relatos iniciales aparecen tendidos al sol del realismo y se deshilvanando con la voz de un narrador omnisciente o de un nosotros oral. El argumento sale de su refugio para capturar al lector con su discurso hilvanado y natural que espera a dar el último paso en el cierre; lo aparente es solo una manera de cerrar los ojos porque debajo de lo cotidiano la epidermis recubre otra realidad.
   La amenidad es manifiesta, aunque hay una cierta inclinación a buscar personajes solitarios que sortean la fragilidad de su destino entre el estar callado de la soledad: el extranjero, el parado de larga duración o el recluso son roles que ponen a prueba el  sesgo convivencial de un tiempo manchado por la desconfianza y el rechazo, por la violencia y el miedo. En Puro cuento la escritora y periodista Yolanda Delgado Batista se incorpora a los que creen que la mínima estructura del relato descubre una realidad enriquecida que se aliña con el onirismo y lo simbólico, que admite unos hilos de crítica social y propone sendas abiertas para que los itinerarios de la memoria se ensanchen con recorridos por explorar. Al cabo lo aparente no es sino el tacto imprevisto del asombro.

   

jueves, 16 de febrero de 2017

DÍAS CON MUEBLES VIEJOS

Días con muebles viejos


MUDANZAS

Amanecer. En el cristal de la buhardilla el abrazo tibio de un sol cordial. Se nubla pronto.

Días en los que la calle tiene cara de municipal con cuaderno de multas.

Lluvia sin olor. Entre dos cuerpos un deseo neutral.

Con los buenos libros actúo como un pasajero impaciente. No dejo que se duerman.

¿Por qué lo sencillo es siempre tan complicado?

Soy parte de su vida, me dice, abstraída en una telaraña.

Una amistad discreta. Como un hule de plástico y sopa de sobre.

Cuando me visita la incertidumbre en el correo electrónico, vacío la bandeja de entrada. Después pongo a cada mensaje no leído las palabras justas.


domingo, 12 de febrero de 2017

SALDOS Y MODAS LITERARIAS

Segundas rebajas

SALDOS Y MODAS LITERARIAS

  No caben en la plaza mayor del pueblo, los que piensan que escribir aforismos es un imperativo de moda literaria, un asunto de segundas rebajas que permite acumular saldos con un coste literario reducido:  los aforismos llenan páginas con poquitas palabras. Ya se sabe que proclamar estupideces es un hábito atemporal, con riesgo de pandemia. Así que hay que tomar distancias, recorrer las aceras del trabajo diario y afrontar la práctica del aforismo con el saludable despego del buen hábito; asumiendo los compromisos reivindicativos dictados por la palabra justa y la voluntad propia.
  Sin más estados de tensión, con respiración de planta; uno ya no está para sumar bocanadas en el vacío de dogmáticos y trascendentes.




sábado, 11 de febrero de 2017

AFORISMOS CON NIEVE

Postal de Brooklyn
Fotografía de
Hilario Barrero

AFORISMOS SUELTOS


 El pesimista es tan clarividente que anticipa el fracaso.

                
Utiliza argumentos que recuerdan carnavales de pólvora.


Los cementerios de coches abusan del retorcimiento manierista.


En el trasfondo del azar dormita un orden secreto, una simetría que pauta planteamiento, nudo y desenlace.


Los andenes ferroviarios son espacios ambiguos e imprevisibles en los que se respira la quietud de la ausencia; nadie sabe quién se va o quién se queda.


Los minimalistas dogmáticos tienden a confundir el haiku con un cantar de gesta.


Hay escritores que en cada libro se definen como palabreros aficionados.


Los que mienten consiguen interpretaciones magistrales.


La amnesia aporta tranquilidad a la respiración de los recuerdos.


                               (Mejores días, De la luna libros, Mérida, 2009)



jueves, 9 de febrero de 2017

DESDE LA VENTANA

Crepúsculo
DESDE LA VENTANA

Aquel día amaneció seis veces. El impreciso estar del sol en la cornisa marcaba un ritmo de ida y vuelta que yo traducía en interrogaciones sobre la conveniencia de cerrar los ojos. Así discurrió toda la jornada, hasta que aparecieron en bandada las palomas del sueño.

(De Cuentos diminutos)

martes, 7 de febrero de 2017

EL MONSTRUO QUE TÚ SUEÑAS

Dentro del sueño


 EL MONSTRUO

          No estoy loco-grité con vehemencia-, el sol
   y la luna, que han presenciado mis operaciones,
   pueden atestiguar lo que digo.

                                  MARY SHELLEY (Frankenstein)   

En el agua estancada del rencor
los rasgos que me atañen
evidencian un monstruo,
un híbrido del mal
proclive a los acechos,
en cuyo estar no deja
perfiles la inocencia.

Tengo las uñas hechas
para hurgar en lo sucio…

Si me muestro desnudo
tú me vistes
con un tejido estéril
que clausura la luz y la belleza.

Si  me muevo desplazo
fugitivos impulsos,
parcos signos que causan
quebranto  irreparable.

Duermo dentro
de cuartos sin ventanas.
En ellos no hay lugar para la aurora,
Solo la incertidumbre del reflejo;
légamo verde y frío.

Mientras dictas sentencia
alego en vano una tregua silente.
Nada es cierto.

Lo que piensas de mí
carece de sentido;
es un código denso
que no logro entender
porque  el trazo tallado
por mi culpa se hizo mancha.

Tu mentira no cuenta la verdad;
detalla algún relato de fantasmas.

Ese  monstruo obsesivo
que perturba
tu razón y tus sueños
no soy yo.


                    (inédito)


lunes, 6 de febrero de 2017

ESTACIÓN POESÍA, nº 9 (REVISTA LITERARIA)

Estación Poesía
nº 9, Sevilla- Invierno 2017
Centro de Iniciativas Culturales Universidad de Sevilla
Director:
Antonio Rivero Taravillo
ESTACIONES DE LARGO RECORRIDO

 Algunos hechos sirven de necesario contrapunto a la patología enmarcada en el pesimismo que se vive en torno a la poesía. Para el ocioso ritual de la queja todo es tanteo y sombras a la búsqueda de mercados salvadores. Un buen indicio es la pervivencia de revistas literarias en formato papel. No solo sobreviven sino que muestran en cada reencuentro una saludable musculatura de gimnasio mental, una lección de variedad, agudeza e ingenio.
   Llega puntual a los ventanales griposos de enero Estación Poesía, nº 9, la revista impulsada por el centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (CICUS), con dirección del poeta, ensayista y traductor Antonio Rivero Taravillo, quien además explora crítica, biografía y aforismo con similar pericia y profundidad de campo.
   Esta novena entrega despliega viajes inéditos de más de treinta poetas, con una amplia nómina de autores emergentes: Rocío Acebal, Liwin Acosta, Luis Llorente, Cristina Elena Pardo, Mario Vega, Lorenzo Roal, o David Roldán Eugenio, por ejemplo. Con ellos, propuestas definidas sin las que es imposible entender el ahora poético como José Luis Parra, de quien recupera un inédito Susana Benet, Luis Alberto de Cuenca, Antonio Jiménez Millán, y puntos estables que dan continuidad al fin de siglo como Juan Antonio Bernier, Aitor Francos, Inaxio Goldaracena, Jesús Cárdenas, Alfredo J. Ramos, José Antonio Fernández, o Pablo Moreno Prieto.
   Una de las cualidades esenciales de Estación Poesía es que no traza compartimentos estancos ni etiquetas monográficas; en su abierta filosofía, sin asientos reservados a ningún monopolio estético, el lector puede encontrarse con estéticas de intercambio, como una red de cruce o los espacios abiertos de una estación de largo recorrido.
   Martín Cabeza redacta el aporte aforístico. Es tiempo de breverías y mensajes concisos. Martín Cabeza traza los recorridos circulares del aforismo por el flamenco, seña de identidad que siempre muestra el secreto entusiasmo de un localismo trascendido.
   Completan el número las reseñas de José Luis Gómez Toré, Francisco Díaz de Castro, Pura Fernández Segura, Juan Carlos de Lara y José de María Romero Barea, sobre libros de Francisco Brines, Antonio Cabrera, Antonio Praena, Adrián González da Costa y Philip Whalen. 
  Estación Poesía sigue encendiendo la pantalla distendida de la amenidad. Esa sesión continua de quien proyecta una literatura renacida y pujante, que deja en el lector la imagen provechosa de una tarde de invierno para recordar.


sábado, 4 de febrero de 2017

LAS FLORES DEL ÁRTICO

Desolación


ERRATAS

                                         (Para Emily Dickinson)

Ajustan surco
mis buenas intenciones.
Flores del Ártico.



viernes, 3 de febrero de 2017

HILARIO BARRERO. LENGUA DE MADERA

Lengua de madera
(Antología de poesía breve en inglés)
Hilario Barrero
Ediciones de la Isla de Siltolá, Sevilla, 2011

ÁRBOL INGLÉS


   En el primer tramo años de la transición, tras el ocaso de la dictadura, Hilario Barrero (Toledo, 1946) viaja por motivos laborales a Nueva York, para trabajar como profesor titular en el CUNY. La estancia se prolonga hasta hoy. Allí desarrolla su perfil como poeta, traductor y  firmante de un extenso dietario compuesto por cinco entregas. La muestra de versiones Lengua de madera acoge poesía inglesa en dos ámbitos geográficos, Gran Bretaña y Estados Unidos. El trasvase lingüístico arranca en los primeros meses de su periplo americano con el aporte al castellano de un poema de Ezra Pound y ha ido creciendo hasta abordar una senda de cuatro siglos representada por setenta y seis autores, con claro predominio de contemporáneos.
    Un recorrido tan extensa exige una acotación, siempre aleatoria y circunstancial. La cronología se inicia con Robert Herrick, párroco rural del siglo XVII, nacido en Londres, y autor del poemario Hespérides que apenas tuvo incidencia crítica hasta su rescate, dos siglos después, por el crítico Charles Lamb, quien elogió su enfoque melancólico, su sentida palabra en la descripción de la belleza fugaz y su intimismo. Barrero selecciona dos clásicos del siglo XVIII, Alexander Pope y Robert Burns. Los problemas de salud de Pope fomentaron el aislamiento y una temprana vocación lírica; en ella destacó su lucidez crítica y una poética de carga irónica y satírica, definidora de actitudes colectivas o individuales, muy del gusto popular, que ha convertido a Pope en un inventario de citas. Son conocidos los méritos de Robert Burns como fundador de la lírica tradicional escocesa y avezado precursor del movimiento romántico que acogerá las obras de Coleridge, Wordsworth y el apogeo creador de Keats, Byron y Shelley.
  Emily Dickinson personifica la luminosa amanecida de la poesía norteamericana. En ella habita esa soberbia sorpresa de la verdad interior, expresada con delicadeza, que convierte su obra es una tradición. Reproducimos uno de los poemas seleccionados por Barrero: “Para hacer una pradera se necesita un trébol y una abeja, / un trébol y una abeja / y ensueño. / Bastará con el ensueño / si las abejas son pocas “. No está en la muestra el poeta-río Walt Whitman, que tanta influencia ejerció en Vallejo, Neruda o Nicanor Parra. La voz americana encuentra una amplia representación en el siglo XX; anticipa el encuentro entre las dos orillas Stephen Crane, escritor y corresponsal de guerra que cubre varios escenarios bélicos de Europa. Él escribe el poema que da título a esta selección: “Había una vez un hombre con una lengua de madera / que intentó cantar…”. El pasado siglo anula distancias, los medios de comunicación y los progresos científicos desarrollan enlaces que borran fronteras y dan una idea global de la economía y la política, a veces con consecuencias catastróficas como las dos guerras mundiales. Pero la literatura se beneficia del continuo intercambio, de esa sensación de vasos comunicantes compartiendo recursos expresivos. En la obra de  Housman, Yeats o Robert Frost hallamos una similar atmósfera creativa, y etiquetas literarias como The movement y la generación beat  ya no definen conceptos insulares sino colindantes con las dos geografías.
  El itinerario recorrido por la lírica inglesa en el arco temporal que une la edad moderna y el arranque del siglo XXI resulta decisivo. El idioma inglés se mantiene como primera lengua de Occidente. Son muchas las sendas exploradas y está muy poblado el canon de autores que ha propiciado una herencia cultural inolvidable. Hilario Barrero sigue su evolución y la resume en textos breves entre los que abunda el epitafio, esa reflexión sucinta donde se plasma la sensibilidad de una conciencia. El poeta y traductor nos deja en Lengua de madera una vehemente afirmación de pluralidad lírica, llena de emoción y encanto verbal.




jueves, 2 de febrero de 2017

EL COMPROMISO CÍVICO DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Juan Ramón Jiménez (Moguer, 1881- San Juan, Puerto Rico, 1958)

                        EL COMPROMISO CÍVICO DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ


                                                                       Si vis pacem para bellum
                                                                       (Si quieres la paz, prepara la guerra)
                                                                                             
                     Adagio Latino

Si quieres paz, prepárate
para vivir en paz con todo el mundo

                               Juan de Mairena

   En el arco temporal de la guerra civil fueron muchos los intelectuales que hicieron pública su lealtad al régimen republicano. Así se constataría en el II Congreso Internacional de Escritores, celebrado en Valencia[1], que reunió en sus debates a voces que condenaron la rebelión de Franco y su ensañamiento. Pero la fidelidad al régimen vigente se percibe de manera ejemplar en la biografía de cuatro poetas: Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y Miguel Hernández a quienes el hispanista Ian Gibson –bien conocido por los lectores por sus investigaciones sobre nuestra historia contemporánea- dedica su estudio Cuatro poetas en guerra[2]. Queda fuera Rafael Alberti, el poeta con más conciencia política, cuya actuación, sin duda merece un monográfico. 
  El golpe de un grupo de militares en África, en julio de 1936, contra el gobierno surgido en las elecciones de febrero que dieron el triunfo al Frente Popular, fue el principio de una bárbara contienda que cercenó la convivencia, desmanteló la sociedad civil y trajo como epílogo una inacabable dictadura. El enfrentamiento afectó a todos los sectores sociales y exigió pronunciamientos personales[3].
   El poeta de Moguer, Juan Ramón Jiménez, personificó el aislamiento y el vuelco obsesivo en una obra que exigía una dedicación completa, sin embargo fueron muchas sus manifestaciones a favor de la república, sin la estridencia del ciudadano en la calle; en el exilio continuó su apoyo moral. Es copioso el anecdotario que ratifica el complejo carácter de Juan Ramón. Es un neurasténico, abrumado por la sospecha, que evita el contacto con editores y poetas[4]. La ayuda tutelar de Zenobia le permite sortear las dificultades más inmediatas. Al margen de cualquier militancia, había apoyado a Manuel Azaña en 1934, indisponiéndose con Gil Robles y no dudó en alinearse con el Frente Popular, lo que desdice su falta de preocupación social.
   Cuando estalla el golpe militar del 18 de julio, Juan Ramón Jiménez vivía en el número 38 de la Calle Padilla, en el acomodado Barrio de Salamanca. En él firma el manifiesto de apoyo a la república que le presenta el joven escritor Arturo Serrano Plaja[5]. Asimismo explayaría su postura en los micrófonos de la radio. Su labor humanitaria se concreta en hacerse cargo en uno de sus pisos del alojamiento y manutención de un grupo de niños huérfanos. Antes de abandonar Madrid remite un texto a Rafael Alberti para que se publique en El mono azul.
   En agosto de 1936 solicita permiso para viajar con su esposa a Estados Unidos. La marcha se justifica por la firma de un compromiso editorial con el Departamento de Educación de Puerto Rico. Manuel Azaña respalda esa decisión que creará  al moguereño muchos detractores. Es nombrado Agregado Cultural de la Embajada de España en Washington. El 22 de agosto cruzan la frontera francesa y pasan unas jornadas en Paris, perciben indiferencia ante el conflicto español; cuatro días después viajan en el Aquitania hacia Nueva York, donde viven los hermanos de Zenobia. En la metrópolis organizan una suscripción a favor de la protección de niños huérfanos y buscan apoyos para la república, pero la opinión norteamericana aboga por la no intervención en asuntos europeos y la fama de Juan Ramón es mínima y no traspasa los ambientes de algunos hispanistas. El 29 de septiembre se instalan en San Juan de Puerto Rico una urbe más habitable en cuyo ámbito cultural se integra pronto. Después, reclamado como conferenciante por la Institución Hispanocubana, marchan a Cuba. En la isla continúa su proselitismo republicano y de vez en cuando tiene que justificar el autoexilio, que siembra algunas dudas sobre los principios de su existencia[6]. Esta estancia cubana cumple un ciclo de tres años, tras los cuales viaja a Estados Unidos para vivir otros tres años en Florida cuyo clima le agrada y en donde encuentra nuevas posibilidades de sustento. Allí conocerá el fallecimiento de Antonio Machado –como antes supo del asesinato de Federico García Lorca-, un hecho que le provoca un hondo desasosiego.
   El domicilio madrileño de Juan Ramón es asaltado por jóvenes falangistas que sustrajeron libros, manuscritos y documentos. Parte del robo desaparece, otra parte se recupera más tarde; el aislamiento del poeta se acentúa y su envejecimiento es evidente. Sólo algún paréntesis en Argentina o nuevas ediciones lo revitalizan; pero su neurastenia suma el cáncer de Zenobia y un estar que lo agota. El renacimiento del Premio Nobel coincide con la muerte de Zenobia. Dos años más tarde, en 1958, muere el poeta.

                                                                                                     José Luis Morante



[1] Los sublevados conquistan el centro peninsular casi sin oposición y, tras la toma de Toledo, y se impone la opinión de que la caída de Madrid es inevitable. El 4 de noviembre de 1936 se gesta un poder ejecutivo de urgencia, presidido por el socialista Francisco Largo Caballero quien para preservar la autonomía política decide el traslado a Valencia. Se oponen a la propuesta los cuatro ministros cenetistas y los dos comunistas, pero la decisión se impone. De ese modo Valencia se convierte en capital política de la II República. 
[2] Ian Gibson hace un análisis muy documentado sobre la lealtad a la causa republicana de Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y Miguel Hernández en  Cuatro poetas en guerra, Planeta, Barcelona, 2007.
[3] La defensa de Madrid se encomienda a una Junta de Defensa en la que participan todas las formaciones ideológicas con representación en el Consejo de Ministros. La preside el general José Miaja.
[4]  Sólo Juan Guerrero Ruiz, que Juan Ramón motejó como “Cónsul general de la Poesía” goza de su confianza como editor; en algún momento, pensando que sufría engaño en las liquidaciones por derechos de autor llegó a plantearse la creación de una editorial propia.
Conocemos su admiración por la lírica de Antonio Machado. Reseñó en el diario El Sol la cuarta edición de Poesías completas.
[5] Esta declaración se publicaría el 31 de agosto de 1936 en las páginas de Abc. Entre los firmantes también figuran Gregorio Marañón, José Ortega y Gasset y Ramón Pérez de Ayala.
[6]  El devenir de Zenobia y Juan Ramón puede documentarse en los minuciosos diarios de Zenobia Camprubí –edición de Graciela Palau de Nimes, Alianza Editorial, Madrid, 2006-, páginas evocativas que relatan las diferentes etapas del exilio.


miércoles, 1 de febrero de 2017

JOSÉ IVÁN SUÁREZ. PRÓXIMAMENTE PAN

Próximamente pan
José Iván Suárez
Fundación José Hierro, Alegría
Getafe, Madrid, 2010

FUTURO IMPERFECTO

   No sé cuándo José Iván Suarez (1980), poeta, periodista y hortelano en la sierra de Albacete, leyó Un mundo feliz, aquel libro visionario de Aldous Huxley que cruzaba laberintos en una sociedad futurista de clonaje y genética sumisa; ni sé tampoco si llegó a recitar ante un cristal con lluvia el monólogo final del replicante Roy Batty, en Blade Runner. O, si antes de perderse en la periferia manchega, ha pasado largas tardes de sábado otoñal con castañas asadas y leña en la lumbre viendo la violencia móvil de Mad Max Salvajes de autopista con un Mel Gipson épico… No sé, digo, pero el primer libro de José Iván Suarez que cierran mis manos, Proximamente pan, más que a pandillas generacionales y a etiquetas gregarias de compañeros líricos, trasmite una notable impronta singular, un eco distinto, hecho con fuertes sensaciones visuales, como si los poemas fuesen enunciados narrativos con claras afinidades cinéfilas.
   El libro cuenta con un meditado prólogo de Luis Eduardo Aute y fue reconocido con el Premio Inernacional de poesía Margarita Hierro. Y, como decía, tiene una clave situacional que da a su lectura un aire de relato: “los versos de este libro transcurren en agosto de 2087. Urbe padece calentura y el cobre ya no sirve ni en los trueques. desde algún lugar regresa el chiquillo onomatopéyico, a bordo de su 600 carburo licuado de aceite”. No cuesta mucho apuntar en la imaginación esta nueva salida de un donquijote sideral cuyos molino es el estar de la supervivencia, el exilio de cualquier quimera falsa en un futuro imperfecto.
   La poesía de José Iván Suaérez se plantea como un itinerario que va consumiendo capítulos como tenaces pruebas que debe resolver el yo cansado, ese ego verbal que encarna en tercera persona el chiquillo onomatopéyico, una cualidad más que define un lenguaje comunicacional reducido a la mínima expresión, al ruido simple…
   El pan sugiere el logro y el trasiego por resolver la necesidad básica. Con aire de refrán o de aforismo, el pan enlaza las frases de apertura de cada capítulo: “donde hay hambre, no hay pan duro”, dice el primero. Así sale al amanecer la luz de un estar desapacible que se enuncia con la distancia del testigo. Un narrador relata el discurrir de pasos y elementos de Urbe, hábitat del mañana que impone su cartografía de óxido y derrumbe.
   El ambiente poético entremezcla sombras y luces, junto al frío perduran como sensaciones vitales, el amor y el deseo, esos impulsos que van rellenando con tiza las existencias de protagonistas aleatorios que han hecho del lenguaje una amalgama de sonidos.
   En Próximamente pan José Iván Suárez deja una manera de interpretar el mañana desde una poesía de gran fuerza expresiva. Sus versos discrepan del enunciado lineal para sembrar un huerto literario de inspiradas imágenes, que a veces parecen escritura automática, y otras, humorismo surrealista; poesía que hace suyos la corteza de pan endurecida, el humor agrio y el calor volátil de la intemperie.