viernes, 30 de agosto de 2024

PAISAJES ONÍRICOS

Paisajes oníricos
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana



 

Principio del formulario

                           

a mi hija Irene

 I

  

Qué es el sueño, preguntas,
con la abrumadora ingenuidad
de quien me presupone una respuesta.
Y yo salvo el escollo
modulando una frase convulsa
en la retórica de los desconciertos.
Te digo: el generoso don
que la fatiga obtiene de la noche,
una brizna de luz escalando la sombra,
el envés de una historia
cotidiana y absurda;
tú misma, hija mía,
cada palabra tuya, cada gesto.
No sé si el sueño
es potestad del hombre
o comparten los sueños animales y cosas.
Ignoro de igual modo qué hilo teje
su textura de seda,
qué alzada confabula
su hermética apariencia
o qué brújula guía
la estela de sus viajes.
Sé que hay sueños tristes y gozosos,
oscuros y diáfanos,
ocasionales y obsesivos;
sé también que hay sueños tan hermosos
que el tiempo los indulta y perseveran,
y no envejecen nunca.
 
 
II
 
Hay sueños que una noche
consumen su existencia
y otros que se prolongan con los días.
Simulan los primeros
una especie común de lepidópteros
y acaban siendo pasto
del trastero y del polvo,
como un experimento vanguardista.
Levísimos planetas alumbran los segundos,
como estrellas fugaces que convocan
múltiples y azarosas travesías.
Ante nuestra mirada sus figuras componen
un paisaje celeste,
intangible materia en sereno reposo,
donde habita la luna del deseo.

 
                                          JOSÉ LUIS MORANTE



jueves, 29 de agosto de 2024

CONSIDERACIONES DE ANTÓLOGO

Puertas al campo
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana


 CONSIDERACIONES DE ANTÓLOGO

En el amplio fresco del aforismo actual las teselas irregulares no encajan. Sólo quieren hacerse sitio a codazos.

Cuánto ruido algunos ausentes. Como esos turistas desbocados que viajan a París y consumen su itinerario buscando el Taj Mahal.

He leído muchos libros de aforismos, pero como crítico sólo sé hablar desde la admiración y el valioso aprendizaje.

En el umbral de la senectud -sombras oculares, abdomen caído, calvicie o escasez de piezas dentales- en cualquier proyecto literario se desborda el entusiasmo juvenil.

Con algunos críticos, la estridencia de la desilusión: no pueden comentar un ensayo en cuyas páginas no estén en primer plano. Les dejo a solas, subiendo por la pendiente de su egolatría, mientras poco a poco crece la lista de los que no están.

La aversión de quienes no soportan la infamia de escribir un buen libro, aunque distinto del que hubieran escrito ellos.

Analiza el músculo bibliográfico adjunto para detectar los títulos que faltan; me exige una biblioteca personal infinita.

(Notas del diario)




martes, 27 de agosto de 2024

ELOGIO DEL PUEBLO

Navadijos
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana


ELOGIO DEL PUEBLO


   Nunca me he sentido en el pequeño municipio abulense de Navadijos fuera de lugar. Es como si el  sitio que me depara la localidad hubiera reservado sus coordenadas justas en el transitar del tiempo. Aquí, en las calles semivacías, respiro una felicidad sin pretensiones, hecha de rostros amigos, paseos y lecturas; hecha también de retornos al pasado para hilvanar vivencias y recuerdos, con la esperanza de que perduren siempre. Me gusta Navadijos, me gusta el pueblo, es una foto fija que deja en primer plano la quietud, la fortaleza firme de quien resiste a solas.





lunes, 26 de agosto de 2024

CASI SIN NADIE

Sin nadie
(Las Cogotas, Ávila)
Fotografía
de
Rubén Sánchez Santana


CASI SIN NADIE


Un contraste perturbador: yo soy otro pero a la vez soy yo.
 
***
 
El civismo de mi vista cansada practica inmersiones pacifistas, empeñadas en corregir el cuerpo de letra.
 
***
 
Simplicidad mediocre, incapaz de ordenar números cardinales.
 
***
 
Grumos en el afán unitario de  la convivencia. Yo soy realmente yo, pero ellos son otros.
 
***
 
Cuando escampan los gritos, hay que dejar en el umbral una decidida voluntad de concordia.
 
***
 
 
Condescendencia de  mi otitis con respuestas que solo se salvan si no las oímos.
 
***
 
Aspira a ser un yo crecido, encerrado en el cerco del estar a solas, con todos al margen.
 
***
 
Ánimo frío, dispuesto a admitir el saldo manipulativo que se esconde detrás de las palabras.
 
***
 
“La poesía es un arma cargada de futuro”,  solo si los versos emplean el exacto calibre.
 
***
 
Necesito la duda, el buceo y la búsqueda; todo se ha dicho con palabras de otros, pero no por mí.


 
 (Selección mínima)



domingo, 25 de agosto de 2024

CUMPLEAÑOS

José Luis Morante
(25 de agosto de 1956, El Bohodón, Ávila)


 

CUMPLEAÑOS

 

   El paso de los años nos concede un hábitat estable y un puñado de afectos sedentarios. Hoy es mi cumpleaños. Hace sesenta y ocho años que nací en El Bohodón, un pequeño pueblo de la Moraña abulense, un lugar casi olvidado al que he vuelto más veces en la imaginación que en itinerarios reales pero del que me siento parte. También hago mía la cartografía urbana de Rivas.
   Como Juan de Mairena, soy un escéptico que guarda un rincón de buena fe, aunque de vez en cuando visite el atormentado limbo de la indignación y el resentimiento, elementos transitorios del ánimo que salen y entran, siempre a destiempo.
   Desde mi buhardilla, un sitio confortable con cuatro inquilinos fijos: la biblioteca, el ordenador, los cuadernos blancos que me compran mis hijas en sus viajes y la colección de plumas, he aprendido a mirar la fachada azul del horizonte con los ojos cerrados. Así veo en la luna y en las puestas de sol (lo aprendí en Víctor Botas) cosas que no verá ningún astrónomo.
  Orlando, un personaje de Virginia Woolf proclamaba: “Este “yo” me harta. Necesito otro”. No es mi caso; he firmado un pacto de convivencia conmigo mismo y respeto las reglas del juego.
   Mi biografía tiende a la pequeñez de lo accesorio; conoce ensanchamientos y estrecheces y en un recodo se para a discurrir sobre la ley del tiempo. Yo lo hice en este poema que incluí en el libro Población activa (Deva, Gijón, 1994) y al que actualizo con mínimas variantes:
 

SESENTA Y OCHO Y LOS TÓPICOS
 
Hoy es mi cumpleaños. Parada obligatoria
para el bus de las recapitulaciones
en un trayecto largo, extenuante,
que me conformará como el desconocido
que se muestra en la niebla entrañable y cercano.
A mi lado palabras amistosas y un cálido barullo
que suele terminar investigando
aquellas tonterías
que hicieron el periplo provechoso:
si tuve un hijo, escribí un libro y planté árboles.
No un hijo sino dos y con qué brío
emboscan el hastío y la tristeza;
también escribí libros, aunque su relectura
augure alguna poda infructuosa;
y sembré en el jardín un paraíso,
arbustos aromáticos y unos cuantos frutales,
en tiempo de verano predilectas moradas
de avisperos y hormigas.
 
Hoy es mi cumpleaños. 
Ya son sesenta y ocho.
Con el soplo entusiasta que culmina la fiesta,
He apagado las velas y he besado a los míos,
mientras interiormente me pregunto
por qué los cumpleaños son sinónimos
de frustración y aturdimiento;
por qué aquí dentro
se nubla cualquier luz.


sábado, 24 de agosto de 2024

EL BIÓGRAFO DE BORGES

Jorge Luis Borges
(24 de agosto de 1899, Buenos Aires-14 de junio de 1986, Ginebra)

EL BIÓGRAFO DE BORGES
 
 
   Labró durante una década, con monolítico afán, una biografía de Jorge Luis Borges. Se encerró en la buhardilla, ahuyentó compromisos, propició un divorcio, y consultó casi toda la incontinencia escrita sobre el argentino universal: ensayos, cuentos, poemarios, reseñas, tesis, reescrituras y panegíricos circunstanciales. Tras la enésima corrección de pruebas, se editó la obra. En las librerías aquella novedad tuvo una presencia discreta y el cansancio aliviado de su autor nunca más hurgó en los esteros de las trabajosas páginas.
   Nadie percibió la única errata, una azarosa paradoja. Al completar el paréntesis vital confundió fechas. Anticipó la muerte en Ginebra ochenta y siete años antes del nacimiento en Buenos Aires. Son señales de humo de un lapsus que hubiera entusiasmado al mismo Borges.

(Del libro Fuera de guion, Lastura, 2024)


 

viernes, 23 de agosto de 2024

ALMUDENA GRANDES. INÉS Y LA ALEGRÍA

Inés y la alegría
Almudena Grandes
Tusquets Editores
Barcelona, 2010

 
INÉS Y LA ALEGRÍA
 
 
   Inés y la alegría es el primer paso de un ciclo narrativo centrado en la posguerra española del que Almudena Grandes ha adelantado su estructura general: una serie de seis entregas cuyos títulos serían: Inés y la alegría, El lector de Julio Verne, Las tres bodas de Manolita, Los pacientes del doctor García, La madre de Frankenstein y Mariano en el Bidasoa. El subtítulo común, Episodios de una guerra interminable, remite a Benito Pérez Galdós como modelo referencial y a sus Episodios nacionales que son la máxima expresión del realismo decimonónico hispano y que fijan una estética con una larga lista discipular: La voz narrativa nunca se ciñe a la estricta neutralidad del narrador omnisciente; se muestra como un testigo compasivo e implicado en el carácter y en las actuaciones de los personajes reales o imaginarios. Sin embargo hay una diferencia palpable con el maestro: Galdós prefiere los hitos de la historia oficial, esas páginas subrayadas por el heroísmo que marcaron la identidad nacional; en cambio, Almudena Grandes opta por el acontecimiento olvidado, por la estela de los derrotados que casi siempre acaba sepultada bajo la arena del olvido general.
   Almudena Grandes denomina al enfrentamiento cainita de 1936-1939 guerra interminable por la onda expansiva que provocan sus efectos colaterales: dictadura franquista, la sangría del exilio, la sangrienta represión, la resistencia interior o exterior son cauces argumentales en los que irá aflorando un gran friso de personajes que definen un tiempo histórico que marcó a varias generaciones.
   Esta primera entrega, Inés y la alegría, arranca en Toulouse. Son los días de 1939 y una muchacha de veintitrés años, Carmen de Pedro, morena, culibaja y añorando un paisaje sureño y mediterráneo se encuentra con otro exiliado, Jesús Monzón, un oscuro secundario del partido comunista. Ese aparente azar da pie a una convivencia posterior en la que la historia personal deja sitio a otros personajes, algunos tan carismáticos como Dolores Ibárruri, la Pasionaria que ponen a aquellos años trágicos un sesgo sentimental y emotivo. El cauce de la Historia se va forjando paso a paso, a través de destinos individuales y voluntades aparentemente frágiles.
  Icono de la resistencia, Dolores Ibárruri, vive una historia amorosa casi de folletín con Francisco Antón y cuando se exilia a la Unión Soviética, donde será nombrada Secretaria general  del PCE, y la separación de su amante le provoca dolor y angustia encarga a través de terceros a  Carmen de Pedro que cuide de su amante. Este insólito encargo a una desconocida sin ninguna cualidad relevante para una tarea política de tal magnitud será clave para el meditado acercamiento a la muchacha de Jesús Monzón.
   Por sus cualidades y dotes de mando, mientras Carmen de Pedro vive la intensa felicidad de una relación amorosa, Jesús Monzón habrá de convertirse en el verdadero organizador del partido comunista en Francia y en el instigador de sus iniciativas más utópicas, como es la reconstrucción de Unión Nacional Española, una plataforma para encuadrar la resistencia dispuesta a invadir la España de Franco.
  El impulsor de aquella “Operación Reconquista” es Jesús Monzón Reparaz, una biografía histórica que la novelista fija con notable verosimilitud. Nacido en pamplona el 22 de 1910 en el seno de una familia burguesa, estudió con los Jesuitas, se licenció en derecho y desde sus años universitarios ingresa en el partido comunista. Cumplirá distintos nombramientos oficiales hasta su exilio en Francia donde se convertirá, como se ha dicho, en el alma mater de Unión Nacional española.
   Pero el protagonista central de novela es Inés, una muchacha que el 30 de julio de 1936 cumple veinte años. Ese día percibe por primera vez una ciudad, Madrid, volcada hacia fuera, descubre también el ambiente de libertad y fuerza de sus calles, como si hasta ese momento hubiese estado encerrada en una oquedad. Poco a poco, Inés gana convicciones y se posiciona en el grupo delos que pierden, primero la guerra y después el futuro. Sólo la influencia de su hermano falangista logra rescatarla de la cárcel y asentarla en la grisura del nuevo régimen. Pero Inés no ha cambiado, sigue oyendo Radio Pirenaica, y sigue soñando con tomar parte activa en la lucha contra Franco. 
  La idea de Monzón lo le parece descabellada, aunque no conoce los planes. En definitiva se trata de reconquistar el sur de los pirineos con un ejército fogueado en la lucha contra los nazis que suma casi veinte mil combatientes. En pequeños grupos irán cruzando la frontera para invadir el valle de Arán, bien comunicado con Francia y con defensas naturales para resistir la contraofensiva fascista.
   Inés debe gratitud a su cuñada Adela, pero se siente ajena a los vencedores. No comparte la forma de vida de su hermano y el tiempo de convivencia con la familia es sólo una tensa espera para  huir con su verdadero bando que tras la guerra representan las fuerzas de Unión nacional. Esa es la imagen de Inés: una pistola, un puñado de repostería para obsequiar a los sublevados y un caballo. No necesita más en su apuesta vital. A lomos de Lauro ( un nombre que reconocerán de inmediato los lectores de Luis García Montero como guiño cómplice)
   En 1944 los ejércitos aliados avanzan hacia Berlín, donde Hitler resiste. En ese clima bélico de contraofensiva, la invasión del Valle de Arán emerge como un acontecimiento menor, una iniciativa precipitada que minimizan los máximos dirigentes del partido comunista en el exilio, con Dolores Ibárruri a la cabeza y que no impresiona al prepotente régimen de Franco que bajo la apariencia de neutralidad  coquetea con los nazis y ha puesto en marcha la división azul que combate contra los rusos. Sin embargo los combatientes de la milicia republicana, implicados de forma directa, que han cruzado la frontera al mando del capitán galán no lo consideran ninguna utopía y día a día crecen su ilusión y su compromiso.
   Ese es el ambiente que encuentra Inés al sur del Pirineo, en el pequeño pueblo donde se ha instalado el cuartel general de la ofensiva republicana, antes de convertirse en la cocinera de Bosost.
   En esta excelente apertura para un proyecto narrativo de alcance, una identidad sobresale sobre las demás: el personaje de Inés. Representa el mantenimiento de la tradición heroica que ante la realidad adversa busca estrategias de supervivencia con acciones concretas. Cree que la historia se construye en primera persona sin encerrase en las especulaciones de lo privado. Nunca renuncia a los grandes ideales porque los percibe vinculados a una verdad colectiva. Su fidelidad extrema a la propia conciencia quedará en la memoria de todos.
 
 
 
                                                                         JOSÉ LUIS MORANTE



jueves, 22 de agosto de 2024

NOTAS DEL DIARIO

Permanencias sin mí
Yucatán, México
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana


 NOTAS DEL DIARIO

La piel regresa con las quemaduras del verano: la ausencia de horarios, la ebriedad afectiva, la certeza de que cada instante es único e irrepetible y la sospecha de que la literatura no es una actividad pendiente y transitoria sino una condición del ser, el esplendor de una noche de verano. Vuelvo al día y el mar se queda lejos, tras las palmeras.

Los tontos de la meseta dice un doble tonto de la periferia, que no ha leído a Protágoras pero piensa que su capacidad intelectual es la medida de todas las cosas: las que son y las que no son. 

Tras un largo proceso de inadvertidas mutaciones cierra heridas y suturas y confirma que es otra. Y yo siento mucha distancia y una desazón que justifico de inmediato: a mí me gustaba muchísimo la versión original.

Los adictos al móvil suponen que son los únicos supervivientes a salvo entre los adictos al móvil. Tomo nota de sus apreciaciones y persevero en mis hábitos: no sé de quién habla.

Sigue la campaña de desprestigio sobre los jueces, que son ciudadanos de pleno derecho y tienen ideología; pero su comportamiento , si son profesionales rigurosos, no está marcado por las ideas sino por la aplicación de las leyes, algo que jamás entenderán los desalmados delincuentes o los cerriles militantes de partido, que pretenden que su forma de entender la vida sea única y excluyente.

Con las antologías pasa lo que con algunos viajeros totalitarios que llegan a Paris y preguntan por las pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos.

Vuelvo a casa y toca enhebrar el tiempo, poner hilo en la aguja de la costumbre.


(Notas del diario) 

martes, 20 de agosto de 2024

EL HAIKU EN ALGUNAS POÉTICAS CONTEMPORÁNEAS

Poéticas
(Sierra Norte de Madrid)
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

 

 POÉTICAS CONTEMPORÁNEAS DEL HAIKU


   Fue en 1972 cuando el profesor y ensayista Fernando Rodríguez-Izquierdo hizo la primera cala crítica peninsular sobre el kaiku, y su carácter congénito y originario. Aquella temprana indagación hoy tiene carácter clásico. Se tituló El haiku japonés. Historia y traducción (Madrid, Guadarrama, 1972) y completaba el aserto un subtítulo repleto de optimismo enunciativo sobre el amplio vuelo de la estrofa en nuestros días: “Evolución y triunfo del haikai, breve poema sensitivo”. El índice desplegaba un transitar histórico, lingüístico y literario remontándose al origen y recorría, con sentido diacrónico, andenes definitorios por significado y aportación textual. Quiero partir de las conclusiones de aquel estudio al abordar el cultivo del haiku en algunos escritores contemporáneos, no para contradecir planteamientos sino para discernir con criterios temporales el asentamiento, crecida y evolución de esta estrategia expresiva.
   El arte de la sugerencia no es un apéndice extraño, ni está reñido con el legado occidental; forma parte esencial de una tradición remozada y pletórica, si nos atenemos a la nutrida nómina de practicantes y la onda expansiva de matices que ha trasformado el encuadre estacional. En el ahora el haiku es plataforma polisémica que promueve una abierta libertad expresiva, tanto en los aspectos gráficos (uso habitual de signos de puntuación), empleo, en ocasiones, del título, y mantenimiento con derivaciones del esquema silábico habitual. Todo ello sin que pierda vigencia la perenne definición de Mashuo Bashô: “Haiku es simplemente lo que está ocurriendo en este sitio, en este momento”.
  La difusión del haiku en estas primeras décadas del siglo XXI  está representada en panorámicas como Alfileres (2004), antología con selección y prólogo de Josep Maria Rodríguez, y Un viejo estanque (2013), con edición conjunta de Susana Benet y Frutos Soriano. Ambos volúmenes clarificaban el cauce ancho de la estrofa y su capacidad de diálogo con el presente. Más parcial, nuestra perspectiva busca la singularidad de autores en cuyo taller creador encuentra sitio la dermis heterogénea del haiku.
   La voluntad expresiva de Jesús Munárriz (1940) comienza en 1975 con Viajes y estancias. Era un momento marcado por el afán experimental y el culturalismo. Sin embargo, el poeta, editor y traductor desdeña esos indicios para adentrarse en una indagación elusiva y simbólica, centrada en la andadura existencial. El diálogo entre conciencia y estética impulsa Cuarentena (1977), Esos tus ojos (1981), y Camino de la voz (1988), en cuyos poemas hay un acercamiento a la poesía metafísica. Nunca estática, la creación prosigue con Otros labios me sueñan (1992), que alerta sobre una multiplicidad de voces, convertida en espejo de realidad biográfica e imaginación. La escritura prosigue con De lo real y su análisis (1994), que advierte sobre la continua deshumanización de la postmodernidad, y las entregas Corazón independiente, Nada más que la verdad y Viento fresco. Este periodo se hace síntesis en la antología Peaje para el alba, con edición, selección y prólogo de Ángela Vallvey. La muestra reúne una poesía de dicción coloquial, epigramática, que asume la alteridad como cercanía y el compromiso social como revulsivo transformador de asimetrías. Aunque conoce la estrofa muy pronto, hasta 2005 no aparecen los primeros jaikus –el escritor prefiere esta transcripción fonética-, que nacen en el ámbito urbano de la ciudad. La editorial La Isla de Siltolá publica en 2018 Capitalinos, conjunto monográfico de haikus. El poeta concibe el trébol verbal como un destello sensorial que nace desde la postura del observador. Su génesis son los elementos concretos del devenir cotidiano en los que se aprecian características y detalles, diminutos hallazgos que enriquecen el cauce cognitivo. Lo transitorio no anula lo permanente, esa línea invisible en la que se reconoce de inmediato la emoción y ese ascetismo verbal que preserva el fulgor.     
   En esta ceñida valoración destaca el impulso de Susana Benet (Valencia, 1950). La poeta y artista plástica personifica una de las sensibilidades más reconocidas en el cultivo del haiku por  su economía verbal, carácter lírico y precisión. El volumen La enredadera (2015) reúne la experiencia poética iniciada en 2006 con el poemario Faro del bosque. En las páginas introductorias, Fernando Rodríguez-Izquierdo analiza el corpus de La enredadera a partir de cinco tramos que comparten el esquema clásico y una dicción límpida, sin asperezas, de abierta claridad y voz humilde. Los chispazos acumulan sinestesias y asombro, como amanecidas cuajadas de centros de luz. La belleza es faro tangible: “Veo encenderse / el pino en la mañana. / Faro del bosque”. Quien deja en alerta los sentidos nunca está solo, una fauna diminuta propaga un vitalismo mudable, un parpadeo oculto entre la fronda: “Aves e insectos, / todo el jardín es vuestro / de madrugada”. El ciclo estacional remoza la visión cotidiana sembrando apuntes escritos en el margen del día. Junto a los textos nacidos como indicios, conviven otros más reflexivos en los que se enuncian paradojas y contrastes de lo transitorio. Se revitalizan secuencias y raíces de etapas vitales donde se conforma la experiencia, pero el yo biográfico asume un papel secundario para que suenen con nitidez las sílabas claras de la naturaleza. El sujeto es reflejo vivo de lo contingente; se asoma al exterior para observar el desfile incansable de lo cotidiano. De ese modo, La enredadera abre la pupila a lo tenue, la sensación de una belleza que se propaga alrededor con claridad de lluvia; define un quehacer poético hecho de matices, que enriquece la grata apariencia de lo más humilde.
   Todo el artesonado poético de Antonio Cabrera (1958) parece encontrar sitio bajo el viejo pórtico de la filosofía. El pensamiento filosófico hace inteligible la hondura del transcurso existencial. Desde ese ímpetu indagatorio germinan los poemarios En la estación perpetua (2000) y Tierra en el cielo (2001), una colección de haikus focalizada en la ornitología. Como advierte la nota previa, el poeta busca “la poetización de rasgos reales –biológicos- de las aves, ya sea en el terreno de sus costumbres, de su hábitat, de su aspecto, de su plumaje, de su canto o de su alimentación”. En este acercamiento a la naturaleza para desentrañar los íntimos secretos de la ornitología, el recurso al minimalismo estrófico se debe a la apuesta personal por la esencialidad que deja a trasmano el objetivismo descriptivo. Así se justifica también la ausencia de glosas y notas complementarias. Cada estrofa constata cualidades, la evidencia designativa de cada especie como si fuese un pálpito que ayuda a reconocer. Los trazos refrendan el sentir fascinado del vuelo y el ocio de las alas en un largo viaje contra el tiempo. Leemos en CISNE: “La lentitud. / Blanca serenidad, / alta desgana”. Lo real muda en el rastro invisible del arquetipo que cambia el punto de vista de lo cotidiano y concede un sentido poético. Es una estrategia palpable en muchas composiciones. ANSAR insiste en ese enfoque: “Alas de escarcha / que al volar en la niebla / añaden bruma”.
  La percepción repara en existencias mínimamente advertidas, cuyos signos leves conforman un recordatorio del patrimonio natural. Así se adquieren sedimentos que cobran en la conciencia un significado personal, el sentido de pertenencia a un mundo físico y cercano.
   El sosegado observador del entorno natural cobija también al poeta. Siente cerca la visibilidad, el canto y la cercanía de las aves en la tradición literaria. Es difícil no sentir en el vuelo circular de las golondrinas el eco literario de Bécquer: “Dorada herrumbre / de la tarde que un ala / limpia ha rasgado”. Y es poco probable que el canto del mirlo no se haga visible la emotiva caligrafía poética de Wallace Stevens, recordando que el entorno tiene un mapa habitable interior y una cartografía mental. Igual ocurre con RUISEÑOR COMÚN: “Comienza el canto. / Eterno, Keats lo escucha. / Se limpia el aire”. O con GORRIÓN COMÚN: “Alegre y triste / peatón. Cruza siempre / un cielo bajo”.
  Tierra en el cielo es el cuaderno de campo de un contemplador. Constata el abrazo dialogal entre pensamiento y sentidos para enlazar los indicios interiores del yo subjetivo con las formas difusas de un afuera que aspira a formar parte de la naturaleza sentimental del ser, que quiere convertirse en hondo sustrato de la conciencia.
   Nacida en el litoral mediterráneo almeriense, Aurora Luque (1962) se asentó en su infancia en Cádiar, un municipio de la Alpujarra de Granada donde su madre ejercía como maestra. En aquel entorno la cercana pedanía de Narila se convertirá, en el cauce del tiempo, en un topónimo esencial de su quehacer poético. Lo mismo ocurre con la expandida geografía sentimental de Grecia, tras finalizar su licenciatura en Filología Clásica, su labor docente como profesora de Griego Antiguo en Bachillerato y la plural dedicación como traductora. Para Aurora Luque “Creación y traducción son momentos diferentes de un mismo proceso de reescritura, de una inmersión en el continuum verbal, de una disposición de búsqueda ante y desde el lenguaje”. Ya en su primera entrega Hiperiónida (1982) se percibe con singular reflejo “la claridad de lo cotidiano” y ese abrazo expresivo y dual entre culturalismo y aporte experiencial. No son realidades conceptuales disímiles sino estratos complementarios que encuentran en Problemas de doblaje (1990) y Carpe noctem (1994) ubicación generacional y perfil definido. En el poema conviven mito y cotidianidad para esbozar una perdurable concepción del mundo. Como ha escrito el investigador y ensayista José Andújar “la poesía de Aurora Luque es el resultado de una conciencia artística que ha sabido inventarse su propia tradición; una tradición necesaria, sustentada en los tonos del vitalismo y la lucidez románticos, capaz de encarar los fantasmas del vacío con la corporeidad del deseo”.
  La escueta sintaxis y el equipaje sobrio del haiku ven la luz en 2005 en el cuaderno Haikus de Narila, editado por el Centro Cultural Generación del 27. Una mínima nota autorial advierte que la publicación no contiene haikus ortodoxos en su aspecto formal, pero la deslealtad se compensa con una extrema fidelidad al espíritu antiguo, aunque sea a partir de una “acuñación minimalista”  en la que encuentra concreción el devenir estacional y el sentir celebratorio del instante. Aquella edición no venal se reedita en Luces de Gálibo, en edición bilingüe  de Elsy Cardona, responsable de la traducción al inglés y del análisis introductorio, en Haikus de Narila. Portuaria (2017).
   La práctica del haiku mantiene sus elementos básicos, pero lejos de esquemas miméticos. Se busca ampliar el paisaje temático y añadir fuerza plástica a las captaciones del instante. Los textos además  aportan una textura emotiva con una acogedora calidez rítimica.
   También en el poemario La siesta de Epicuro (2008) se incluye una sección completa de haikus, “El jardín de Filodemo” celebrando un hedonismo ascético. La temporalidad urge a buscar la pulpa existencial, encomienda la liberación del instante y el gozo de cualquier floración del deseo. En “Haikus del año seco”, los breves poemas enuncian sin perder el carácter estacional, aunque entremezclan los paisajes diarios y el azaroso viaje interior: “Los cielos grises, / otra vez el camino / viene de vuelta”. El largo viaje por las palabras se completa en “Seis haikus de amor y muerte” con núcleos reflexivos clásicos que trasmutan su habitual solemnidad y su epitelio nostálgico con una dicción más intimista y coloquial. Mientras que en los textos finales de “Letras para Carmen Linares” toma voz el aire popular y musical del ser colectivo, abierto a las influencias de la copla, la seguidilla y la soleá. Por refrendar el atinado acierto de Ricardo Virtanen, autor de la antología sobre la poeta Carpe amorem (2007). En la limpia verdad de sus poemas, Aurora Luque nos deja una “poesía hecha de aroma que ilumina con una lucidez asombrosa”.   
   No obstante, en él se trazaban algunos juicios atinados:“un lenguaje de capacidad metafórica y visionaria, que, libro a libro,  sin renunciar a su proyección simbólica ni a su brillo analógico, se ha ido tornando en palabra cada vez más precisa, más incisiva, más exacta”.

  La edición bilingüe Jardin(e)s Excedidos, con versión al portugués de Carlos d’Abreu completa una indagación del singular verbo poético de María Ángeles Pérez López a partir de 28 poemas de distintos momentos creadores, sin citar la procedencia de los mismos, una carencia que se reitera también en antologías más amplias como la reciente Algebra de los días, con traslado al italiano de Emilio Coco, publicada en Rimini en 2017 por Raffaelli Editore. Así que me parece necesario ubicar la cronología lírica de María Ángeles PérezLópez cuya presencia en el ahora poético arranca en 1997 con Tratado sobre la geografía del desastre. Aquella entrega, hilvanada con algunos magisterios esenciales como Vicente Huidobro, César Vallejo y Claudio Rodríguez, interroga a la memoria para dejarnos una conjunción de imágenes que habla de intimidad y erotismo, que se aleja del verso referencial para apostar por la sugerencia y el soplo entrevisto del onirismo: “Los nombres de unicornios maldicientes / guardan olor de labios empolvados / o pedazos de semen para el tedio. / También nuestras ratas más ocultas / tienen derecho a un párpado y a ortigas / para acallar las voces del deseo.” En los versos cabe el temblor de las sensaciones y ese destello luminoso de quien dibuja andamios interiores. Dicha salida tuvo una continuidad inmediata. Un año después aparecía, tras ganar el Premio Tardor, La sola materia (Alicante, 1998). Desde un objetivismo sentimental que busca despojar la materia de cualquier dimensión simbólica, los poemas abren un escaparate perceptivo. Quedan expuestas en él las marcas del origen, las palpables formas de las cosas como garantes de quietud intacta, cuando se acumula una superficie de rutina y tránsito. También se reconoce una sensibilidad femenina aplicada en tareas que han ido definiendo en el tiempo esa labor diaria que desprende los trazos volátiles de un universo personal, cuajado y vivo.
   Carnalidad del frío, reconocido con el Premio de Poesía Ciudad de Badajoz, abre una nueva senda escritural. La voz reflexiva explora desde dentro el lenguaje. El poema se hace más incisivo, mira sobre si mismo para hallar la razón que sostiene los significados. La intemperie deja su peso sobre el presente y expande una atmósfera de soledad y pérdida en la que la identidad solo encuentra refugio tras el muro de signos que las palabras alzan. Ya en 2004 aparece La ausente, una entrega en clave autobiográfica. Con voz directa y foco indagatorio, se expande en los poemas el temblor perceptible del devenir. El acto de ser contiene en sus repliegues un sesgo paradójico; sus contraluces cobijan las sombras del dolor y las certezas mínimas de una memoria espesa y fragmentada.
   Los cuatro libros citados, escritos entre 1995 y 2009, se integran en el volumen Catorce vidas (Diputación de Salamanca, 2010). El conjunto se define, desde la mirada crítica del poeta, ensayista y traductor Eduardo Moga como "un legado fuerte en el que resaltan como signos diferenciales la investigación de la forma, la decidida inmersión en los tumultos del cuerpo y el empleo de un lenguaje incisivo y metafórico”.
  Son caracteres que perseveran en los nuevos pasos. Integrado en Olifante en 2012, Atavío y puñal despliega composiciones que hacen de la identidad subjetiva un núcleo argumental recurrente. Es una entrega esencial en este itinerario por su despliegue verbal y por la densidad semántica de un lenguaje muy rico, que borra los rasgos concretos de la intimidad para moldear un arquetipo de la mujer, un yo paradigmático en el que caben el dolor y la mujer rota, la belleza corporal, el aprendizaje de la decepción y la felicidad de la búsqueda. En la excelente resolución argumental, el cuerpo habitado por la enfermedad concita una anónima memoria en el que la metástasis se define como una abrasiva lengua purulenta que precipita una insólita intensidad reflexiva.
   Su libro Fiebre y compasión de los metales se impulsó en 2016, en la colección poética del sello Vaso Roto. La fluencia verbal de Juan Carlos Mestre, con intensa dermis lírica, incide en el latido que tiende puentes entre materia y simbología para espaciar lugares propios en los que se refleje el alma del mundo; nunca faltan en la razón del poema las correspondencias éticas y las interrogaciones solidarias que hacen de los linderos de la realidad signos caligrafiados y desvelos, con nuevas zonas de significado.  
   Peo la escritura de estos poemarios no se enrosca sobre sí misma; se expande en frecuentes compilaciones que confunden en su desarrollo pasado y presente y que rescatan a las composiciones de su estar orgánico para que de nuevo restauren sus significados y confluyan en otras lecturas. En este proceso creador el libro Diecisiete alfiles (2019) es la primera entrega monográfica dedicada al haiku. Así se constata en el liminar “La vida muy urgente” que escribe Erika Martínez. La poeta, aforista y profesora aborda el acercamiento a la senda cultural japonesa desde la superación de actitudes excluyentes de purismo y cautela. Hay un contacto directo con el minimalismo del haiku en el que la palabra toma cuerpo para mostrar su carácter matérico y su endogamia. Esa energía interior no anula el subjetivismo sino que lo transforma en energía que deja sitio a la paradoja y al magma conceptual.
  Como si los enunciados poéticos obedecieran a indicios aurorales, Diecisiete alfiles alumbra un amanecer transformado en espacio germinativo. Así se postula en la serie de inicio en cuyo avance argumental resalta también el recurso de la rima asonante que deja en los textos otro signo personal: “Luz que levanta / su proa, su rompiente / su espuma blanca”. Con rigor orgánico, la autora yuxtapone series que reiteran la misma cantidad de textos y los itinerarios circulares en torno a un concepto.
  Frente al despliegue sensorial la realidad postula un magma cuajado de elementos visuales, de texturas y formas. Su estatismo apariencial emite señales que la conciencia en vela transforma en cadencias de ánimo e hilvanes emotivos. leemos en “Haikus de la soga”: “ Esparto ronco / que agita entre sus hebras / la flor del odio”; “Corcel torcido / del que caen las palabras / y los mendigos”. Pero, no se trata de describir ni de hacer del entorno un mirador al alcance de un testigo anónimo, sino de conexionar emociones y pensamientos y dar voz al lenguaje. Se subraya, de este modo, el afán metaliterario que formula una cumplida poética: “Ser verso suelto / lumbre que desordena / cada destello”.
   Esa apelación a los objetos como presencias que certifican la condición perecedera del yo, convive con uno de los núcleos básicos de la tradición del haiku: el viaje. El discurrir existencial es tránsito, desplazamiento, senda que convulsiona el interior del hablante lírico. Es un modo de redescubrir el espacio e iluminar sus matices, como en las piezas de “Haikus de los apeaderos”: “Meseta sola. / El tren que nunca pasa. / Raíl de sombras”.
 En 2017 llegó a las librerías Cardinales, una muestra poética, un tanto especial, que casi pasó inadvertida, a pesar de editarse en Huerga & Fierro. Estaba coordinada por José Luis Morales e incluía ocho poetas diversos, agrupados en torno a un ciclo celebrado en Madrid, entre 2014 y 2017. Allí estaba María Ángeles Pérez López con doce poemas representativos, bibliografía básica, imagen de la autora y liminar que definía más la personalidad biográfica que el ideario estético. No obstante, en él se trazaban algunos juicios atinados: “un lenguaje de capacidad metafórica y visionaria, que, libro a libro, sin renunciar a su proyección simbólica ni a su brillo analógico, se ha ido tornando en palabra cada vez más precisa, más incisiva, más exacta”.
   
   Verónica Aranda (Madrid, 1982) vivió durante la niñez y adolescencia en Italia y Bélgica, en cuya capital completó el Bachillerato internacional. Licenciada en Filología Hispánica, realizó el doctorado en la Universidad Nerhu de Nueva Delhi, becada por el gobierno indio. Temporalmente compaginó la interpretación de fados con la escritura. Ha preparado traducciones al castellano desde el portugués y el nepalí.
   El corpus poético integra los títulos Poeta en India, Tatuaje, Alfama, Postal de olvido, Cortes de luz, Senda de sauces. 99 haikus, Café Hafa y Lluvias continuas. Ciento un haikus. Rasgos compartidos por estas entregas son la evocación y el recuerdo de itinerarios. Las vivencias retornan trasmutadas para fusionar intimidad y paisajes. Los escenarios del fluir temporal perduran entre las palabras; los versos expanden retazos, rostros, distancias y emociones. Son ecos de una conciencia en vela, con el tono de voz de los regresos.
  La poeta ha empleado el haiku con frecuencia. Su afán creador conoce la singular impronta del esquema japonés para caligrafiar el instante y dar brillo a los elementos entrevistos en la percepción. Así germina una escritura de sensibilidad despierta, introspectiva y atenta al detalle en 99 haikus (2011). Con Lluvias continuas (2014) retorna a la estrofa, sorteando algunos esquemas preconcebidos. El más resistente es el supuesto espíritu japonés de la estrofa, que obliga sin más a un intrusismo mimético de las diecisiete sílabas. Es una especulación errónea y fácilmente desmontable: ni todos los haikus japoneses son iguales, ni los temas son únicos y ni siquiera cada autor se libra de la personal evolución en el tiempo. De este modo, la colecta agrupa cinco franjas, cada una de las cuales lleva como epígrafe un sustantivo y se acoge al magisterio de un autor clásico. El primero, “Camino”, tras la estela de Taneda Santoka, contiene veintinco textos que dejan constancia de los elementos: “Piñas caídas / donde empieza el camino. / Viento en los chopos “. De estos haikus procede el título: “Lluvias continuas. / Las primeras hortensias / han florecido “. Son intuiciones de una voz dispuesta a ser, sin buscar nada. En “Bosque” se asoma la naturaleza; el umbral es un haiku de Chiyo-ni, monja budista, de extrema precocidad que añade al poema la mirada sentimental. El entorno cobija asombro, sacude a quien participa de su belleza y convierte al sujeto en pálido reflejo de lo externo. “Aldea” se nutre de haikus sobre la vida comunitaria. La convivencia reparte quehaceres, y las palabras plasman esa labor del otro o su mera presencia, ya sea en el taller, en las aceras, en el recinto solitario del jardín o junto a la madrasa.     
   El magisterio de Matsuo Bashô abre el apartado “Montaña”. El haiku encarna al caminante que se desplaza sin dirección “porque cada día es un viaje y la casa misma es viaje”. En esta sección, los enunciados dejan la inquietud de un paisaje cambiante, hecho para enlazar pasos y vicisitudes.
   Cierra el libro “Mar” un breve muestrario. La presencia del agua, como espacio de belleza y meditación, inspira textos en los que también está presente el laboreo de los pescadores y el multiforme vitalismo acuático de la fauna marina.
   Lluvias continuas propaga desde el haiku un ideal de belleza. Cobija el perfil de lo transitorio. Da voz a una sensibilidad que parece anteponer la representación a las cosas en sí.  Suena a rumor que calla, porque el sueño siempre es más valioso que lo real. 
   Más allá de su verdad humilde y sensitiva y de capacidad observadora, el haiku contemporáneo es una línea abierta. Lejos de subvertir principios estéticos, la estrofa airea una modulación cambiante, en la que cada escritura incorpora el temblor y la brisa de lo subjetivo. Las palabras nunca suenan neutrales, aportan un arte poética en cuyo contexto se define una personal concepción del haiku con claridad y llaneza. La escritura se sitúa en un territorio fértil y asume una perspectiva. Así sucede con las voces analizadas. Son poetas que convierten al haiku en una proyección de futuro, en una ecuación irresuelta que aleja a sus haikus de cualquier tedio ensimismado. Desde ese impulso persuasivo el trébol del haiku, mínimo, verdecido, sediento,  muestra nuevas hojas. 

JOSÉ LUIS MORANTE




 

domingo, 18 de agosto de 2024

ABRIR LAS ALAS

Levitaciones
Abejaruco en el Parque Natural de Doñana
Imagen de Archivo

 

ABRIR LAS ALAS

 

(Aforismos)

 

 

Solo habla consigo cuando hay un intérprete disponible.

 

La impaciencia aconseja hornear semillas.

 

El toldo del tragaluz es un oxímoron.

 

Entre los misterios de la inteligencia, el empeño de ocultarse a diario.

 

Quien no sabe dónde ir  mantiene siempre un inquebrantable compromiso con el traspiés.

 

La humildad cumple con mérito la función de ser nota a pie de página.

 

Rareza: una amistad sin ánimo de lucro.

 

Cuando aletea cerca, el optimismo recuerda la mínima vibración de una libélula.

 

Esas voces que visten a diario papel de lija y ganan altura cuando callan.

 

Acabé identificando su belleza con el vacío; en ella, todo es nada.

 

Es acaparador y avaro; cuando respira guarda el oxígeno y el anhídrido carbónico.

 

Qué triste la lectura volátil, la que no tiene huellas dactilares.

 

 

(José Luis Morante)

 



 

 

 

viernes, 16 de agosto de 2024

AUTOBIOGRAFÍA SIN MI

Espera
(Paseo Marítimo, Oropesa del Mar, agosto, 2024
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia



 INVITACIÓN AL OTRO
 
 
Si hablo de mí en los versos
muestro la contingencia,
el ropero con saldos.
Alzo el artesonado desmontable
de un poema de época
al que no darán tregua
los lejanos suburbios del futuro.
 
El lenguaje recela
de esta hojarasca tibia
que toma posesión
de una pequeña casa en la intemperie.
 
Aprendo a articular los argumentos
en torno a otros motivos.
Contención y pudor.
El yo debe quedar inerme entre la grava;
ser reliquia.
Quien importa es el otro.


     (De Nadar en seco, 2022)




miércoles, 14 de agosto de 2024

AFORISMOS DEL YO CONMIGO

 

Viajar a solas
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

 

AFORISMOS INÉDITOS
 
 
El pesimismo predice esos trayectos que acaban sin pasos.
 
*
 
Empeñado en sostener la realidad diaria, sus palabras acogen la pretendida solidez del humo.
 
*
 
Se hizo sindicalista, el oficio natural de una inteligencia en huelga.
 
*
 
Ser lo que uno es, sin fecha de caducidad.
 
*
 
Como eriales de sombra, las noches permanecen intactas tras el despertar.
 
*
 
El desconcierto es un optimismo que guarda luto.
 
*
 
Existir supone confianza en la racionalidad cartesiana del  caos.
 
*
 
La mano fértil de los escritores que pintan casas a domicilio.
 
*
 
En la prudencia de la poda, los huesos y cartílagos del crecimiento.
 
*
 
La pandemia calcina relojes; el encierro contiene sus propios husos horarios.
 
*
 
Los errores abren paso a una épica de flechas ciegas.
 
*
 
A diario el estruendo de una identidad ficticia en un ámbito de ficción. La vida es un sueño crecido entre la bruma.
 
*
 
Soy un prófugo obsesivo; me gusta huir conmigo.
 
*
 
En el núcleo germinal del poema todo lo que está fuera de plano.
 
*
 
Dentro de aquella tertulia literaria se hablaba el mismo idioma, el de un bosque de cactus.
 
*
 
Prisa por vivir. Quería llegar a tiempo a la inexistencia.
 
*
 
Biografías completas obstinadas en hacer del yo un lugar único.
 
*
 
También la sed se queda huérfana.
 
*
 
Me gusta oír esos silencios rotos, desgarrados por más silencios.
 
*
 
Nunca enmascaro mi experiencia bélica; está llena de batallas perdidas.
 
 
José Luis Morante
 
Aforismos inéditos para la revista ELIPSE
 
Madrid, enero-febrero de 2021
 
 
 
 
 
 
 

lunes, 12 de agosto de 2024

LITERATURA BREVE: ENTREVISTA A JOSÉ LUIS MORANTE

José Luis Morante
(El Bohodón, Ávila, 1956)

ENTREVISTA A JOSÉ LUIS MORANTE

 

 Pasión López, Oropesa del Mar, agosto de 2024

-¿Cuándo desembarca un poeta como usted en el aforismo?

 Como lector, los primeros encuentros con el aforismo se producen en los años noventa con dos libros esenciales, Ideolojía, una compilación aforística de Juan Ramón Jiménez, preparada por Antonio Sánchez Romeralo, y la poesía de Carlos Edmundo d’ Ory, que me regaló el poeta Félix Grande, donde se incluía una extensa muestra del ludismo conciso del gaditano.

Como escritor de esta forma breve, mi primer cuaderno fue Sueltos, editado por Amargord en 2008; allí publiqué unos cincuenta aforismos que después se integrarían en Mejores días, mi amanecida de aforismos publicada en 2009. Señalo además que algunos críticos siempre han hablado del cierre aforístico de mis poemas, y no les falta razón, mis versos finales suelen tener un carácter sentencioso, de impacto verbal.

 -Su aforismo posee un perfil muy característico, alejado de las fórmulas más lapidarias y que gusta de la evanescencia y la evocación. ¿Cuáles son sus referencias literarias en este sentido?

 Dentro de la ecuación universal que genera la forma breve hay dos elementos básicos que son filosofía y poesía; es inevitable que tras el largo camino poético que he recorrido en estos treinta y tantos años de escritura, mis laconismos se inclinen a la mirada poética, a esa estela de evanescencia, evocación y goteo emotivo. Son estrategias expresivas muy próximas en las que hay que cuidar al máximo la precisión, la dicción selecta y el fluir cristalino del cauce argumental.

 -En su blog Puentes de papel ha  tenido la oportunidad de hacerse puntual eco de las novedades editoriales en torno al aforismo. Tras todos estos años de crónica literaria, ¿cuál es su veredicto? ¿Hay una crecida consistente, o es un espejismo?

 Pisamos un territorio sólido, de afirmación matérica del género; falta todavía la perspectiva temporal necesaria que debe dirimir voces y ecos, pero el núcleo central del aforismo contemporáneo puede competir con la edad de plata, ese tramo inicial del siglo XX que hoy constituye el magisterio básico de los practicantes. También hay material perecedero y previsible que se arrima a logros ajenos sin añadir el matiz singular que da sentido  a una voz. Y destacaría la normalización de voces femeninas que por primera vez publican con luz de mediodía.

 -¿Qué autores le parece que atesoran mayor calidad, entre los aforistas en activo?

 Mis preferencias en este sentido son muy claras; por eso no creo que las ausencias consideren mis gustos un rechazo a su obra; no es así; solo hablo de mis lugares preferidos ante un horizonte muy extenso: me gusta el sentido del humor de Ramón Eder, su forma de acercarse a lo cotidiano, despojado del tono sapiencial del profesor en la tarima; la calidez intimista de Carmen Canet, su voz confidencial que mira las hendiduras de las relaciones sociales; son afines a mis gustos verbales los universos creativos de Manuel Neila, Fernando Menéndez, Javier Sánchez Menéndez, Erika Martínez y Dionisia García. Y siempre añade el matiz heterodoxo a sus breverías Sihara Nuño, Aitor Francos, Sergio García o Hiram Barrios… Con esos nombres sobre mi mesa de trabajo  he pasado muchos inviernos de felicidad lectora, de manta y lumbre.     

 -¿Qué oportunidades y amenazas se le plantean a todo aforista que, en pleno siglo XXI, se decide a comprometerse con el género?

 La celeridad de internet y su mutación continua ha generado un formato nuevo que exige estudio y reflexión; no se trata de contar caracteres sino de adecuar la pulsión expresiva al espacio virtual; los peligros que acechan son los de siempre: la obviedad, el lugar común, la estela de humo disfrazada de solemnidad y las ocurrencias que genera el polvo sin asiento de la actualidad… El aforismo es un escrito de la tradición no un vuelo digital de hace unos minutos, y es necesario conocer su despliegue en el tiempo y su compromiso con el fluir del pensamiento, su eje de luz.    

La editorial La Isla de Siltolá acaba de publicar su ensayo Paso Ligero. La tradición de la brevedad. (El decir breve en castellano durante los siglos XX y XXI) . ¿Podrías sintetizar su contenido

Es un análisis profundo sobre el aforismo en castellano en los dos últimos siglos. Pretende demostrar que el decir breve protagoniza una larga tradición en el tiempo, con una estela de cultivadores muy relevantes (Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Juan Ramón Jiménez, José Bergamín...) que han dado solidez al género y han propiciado su despliegue en el tiempo digital, donde el cultivo de las formas breves ha alcanzado una insólita plenitud.

-¿Es un libro definitivo para el conocimiento de esta etapa de la literatura breve?

No, en absoluto. Es la labor de muchos años de trabajo que deja un mapa parcial y fragmentario, una propuesta de autor hecha sin ningún dogmatismo. Por tanto, se suma a otros estudios que irán completando una bibliografía todavía minoritaria y escasamente conocida.

-¿Qué sensaciones le llegan de los lectores de Paso Ligero. La tradición de la brevedad en castellano?

La recepción lectora es un hecho individual, por tanto, nunca puede ser uniforme; pero el estudio se ha recibido en general con un espíritu positivo y abierto que justifica el largo tiempo de redacción y la desbordada biblioteca de apoyo. Espero que el libro siga dando motivos de conversación en los próximos meses, cuando el tiempo playero se apague y vuelva la dichosa rutina laboral. 


Una conversación con José Luis Morante de Pasión López) 



viernes, 9 de agosto de 2024

MÁS ALLÁ / BEYOND (Aforismos traducidos al inglés por DON CELLINI)

Don Cellini (Crestline, EE. UU, 1949)
Profesor, poeta, fotógrafo y traductor residente en Savannhah (Georgia)

 

MÁS ALLÁ / BEYOND 

 

Caminar más allá, hacia dentro

Walking further inward

  

El final de ruta añade a la topografía habitual una fotografía desenfocada del paraíso.

 The end of the route adds an out-of-focus photograph of paradise to the usual topography.

 
*
 
La indecisión transforma cada paso en cruce de caminos.

 Indecision turns every step into a crossroads.

 
*
 
El observador comprende cuando escucha la trama argumental del paisaje.

The observer understands when he listens to the plot of the landscape.

*
 
Romeros digitales en el Camino de Santiago; peregrinos musculosos con equipación deportiva, publicidad en el casco y todo tipo de artilugios tecnológicos.

Digital pilgrims on the Camino de Santiago: muscular pilgrims with sports equipment, advertising on their helmets and all kinds of technological gadgets.

*
 
Íitaca y el impulso del viaje. No la meta sino el recorrido.

 Ithaca and the momentum of the journey. Not the goal but the journey.

 
*
 Se enamoró en plena escalada de la cara norte. Cota 2570. Músculos y nervios repetían que iba por buen camino.

 He fell in love while climbing the north face. Elevation 2570.  Muscles and nerves repeated that he was on the right track.

 *
 
Sin regreso el viaje es estéril.

 Without a return trip, the journey is empty.

 *
 Empleaba la lentitud del sedentarismo en diseñar rutas marítimas con olas fijas.

 He used the slowness of sedentary life to design sea routes with waves that never moved.

 *
 
De algunos viajes vuelven otros.

 From some trips someone else returns.

 
*
 
El exilio. Un bosque de árboles trasplantados y especies exóticas.

 Exile: a forest of transplanted trees and exotic species.

 
*
 
“Me gusta avanzar con paso firme”. Dijo frente al silencio de los acantilados.

 "I like to move steadily forward," he said facing the silence of the cliffs.

 
*
 
Perseguir la estela del yo. Ir más lejos. Hacia dentro.

To pursue the wake of the self, go further – inward.

 
*
 
Ser testigo en el viaje de una realidad proteica, con haz y envés, ajena a la senda amañada del turista.

Witnessing a sheltered reality on the journey, both front and back, far from the tourist's rigged path.

 
*
 
Antes de partir se apunta a un taller literario sobre el arte de novelar. Los recorridos aproximan pormenores reales y ficción.

Before leaving, he takes part in a literary workshop on the art of novel writing. The tours bring together real and fictional details.

 
*
 
El trayecto largo altera la identidad. La imagen en los espejos del hotel nunca es fiel al original.

 The long journey alters identity. The image in hotel mirrors is never true to the original.

 

Don Cellini is a teacher, poet, translator and photographer. He is the author of Approximations / Aproximaciones and Inkblots both collections of bilingual poems published by March Street Press. His book of prose poems, Translate into English, as well as the bilingual collection Candidates for Sainthood and Other Sinners / Aprendices del santo with Fer de la Cruz, as well as his translation El silencio de las horas / The Silence of the Hours, are all published by Mayapple Press. A chapbook, Stone Poems, was recently translated by Carmen Ávila and published in Mexico as Piedra poemas 

In addition, he has published books of translations by Mexican poets: Elías Nandino, Roxana Elvridge-Thomas; Sergio Tellez-Pon; Rossy Lima; Jair Cortés; as well as the Venezuelan poet Amanda Reverón.

 A recipient of fellowships from the King Juan Carlos Foundation and the National Endowment for the Humanities, he is professor emeritus at Adrian College. He is the translations editor for The Ofi Press, CDMX. 

You can see more of his work at www.doncellini.com .

 


 

MÁS ALLÁ


 

miércoles, 7 de agosto de 2024

CUOTA COMPLETA

El Quilmero en la Goyena
(Bibliotecas Populares. Riquelme)

 

 

CUOTA COMPLETA

 

   Con la cuota completa de palabras escritas, el quehacer lector quiso un día crear una biblioteca de libros innecesarios. En las cercanías de un bosque acondicionaron un extenso claro de arenisca y alzaron pilares, naves y cobertizos, cuya altura ofrecía amplias posibilidades de acomodo para las estanterías. Muchos años después, el cargamento de palabras inocuas quedó reunido. El autonombrado director abrió la puerta y dispuso exilio laboral frente a una ventana, donde no había mucho sol. En los días siguientes tocó el costado de las estanterías sin que los libros alineados preguntaran qué hacían, lejos de las pupilas, sin recibir entre murmullos la severidad de cualquier juicio. El silencio era una sensación única y distinta que concedía confianza a las ruinas de tinta de sus contenidos. Sobre la mugre del futuro, el ajuste perfecto en lo invisible era también una forma de loable memoria y permanencia.   

 (Del libro Fuera de guion, Lastura, 2024)


martes, 6 de agosto de 2024

EFI CUBERO. RIZOMA (RELECTURA)

Rizoma
Efi Cubero
Introducción de Javier Prado Biedma
Imagen de portada de Paco Mora
Editorial Mahalta, Colección Poesía
Ciudad Real, 2023



EL TRABAJO GUSTOSO


 
   Efi Cubero reúne en Rizoma una amplia muestra de su trayectoria poética, en la luz auroral de la jovencísima editorial Mahalta, que dirige con retira sabia el poeta Francisco Caro. Consigna un desvelado quehacer en el tiempo, pleno de pulsión emocional y estética. La poeta y ensayista de Granja de Torrehermosa organiza su mapa creativo en ámbitos temáticos, como si la materia verbal estuviera formada por estratos. Las capas sedimentarias alumbran indagaciones en las posibilidades del lenguaje y responden a claves existenciales, cuajadas de misterio, por las que el yo se encuentra a sí mismo. El interminable fervor de Efi Cubero ha impulsado un balance creativo formado por las entregas Fragmentos de exilio (1992), Altano (1995), Borrando márgenes (2004), La mirada en el limo (2005), Estados sucesivos (2008), Ultramar (2009); Condición del extraño (2013), Punto de apoyo (2014) y Solo inclasificable 2021). Un largo proceso que aglutina también las composiciones inéditas, no conocidas en libro todavía.
  Efi Cubero acentúa el proceso para vivir la esencia de las cosas, esos temas centrales que conforman la compleja urdimbre de Rizoma. Los poemas se cobijan sin enunciar de qué libro proceden; conforman apartados que mantienen una sostenida unidad armónica: “Rizoma”, “Ver”, “Hora Prima”, “Travesía”, “Lugares habitados”, “Natura”, “Huellas”, “Creación” y “Amar”. De este modo, percibimos los muros de una casa alzada desde el tiempo y el silencio, un ámbito transcendente empeñado, sin tregua,  en la persecución de la belleza. Alojan los efectos profundos y sutiles que percibe la sensibilidad de un sujeto verbal con fuerte sentido de su autonomía estética.
   La introducción “Leyendo Rizoma, bajo el enigma del poema”, firmada por la palabra sabia del poeta, ensayista y profesor Javier del Prado Biedma, yuxtapone sondeos interpretativos. Esboza un análisis de intensidad y concisión emotiva en el que se desvela esa red transversal de los matices. Insiste el profesor en la semántica fuerte de “Rizoma” como “tallo subterráneo hinchado de jugo y de gérmenes de vida”; una proyección de la raíz hacia el mundo aéreo que mantiene su oculta esencialidad, su imprevisible dimensión extemporal. La palabra despliega un paisaje conceptual que desvela y muestra la piel abierta de la ontología, la plenitud intacta de lo oracular que se resiste a la brújula analítica del pensamiento y a su empeño de exactitud filosófica. La introducción nada deja en barbecho. Recorre con profunda mirada cada una de las secciones para determinar sus rasgos distintivos, sabiendo que la estructura es lo que permanece, más allá de la contingencia y lo coyuntural.
   La nota de la escritora responde con didáctica concisión al origen del título y a los criterios de selección de esta poesía de la extrañeza que aglutina como material magmático entorno natural, pensamiento filosófico, realidad transcendida, esencia y decurso vital. Todos son lugares del poema, estaciones de llegada de la conciencia, pulsaciones de incertidumbre de las que emerge una poética y una disposición a la palabra: “La incertidumbre / es mirar más adentro / sin encontrarnos”.
    Quien escribe, pone en vigilia su forma de percibir y ver; se crea una disposición a la palabra, un estar a la espera que busca “enlazar lo distinto para unirse en un todo”. Desde la soledad y la extrañeza el sujeto verbal se hace voz, semilla germinal de una armonía íntima y sin contornos.
  Construir la escritura es dibujar un código de acceso al núcleo del silencio. Los poemas transcriben incertidumbres; se deslizan por una senda de evocaciones, imágenes y enunciados reflexivos. En las composiciones se hacen accesibles los afanes diarios de una perspectiva ecléctica, de una contemplación que se condensa, donde las certezas son un afán continuo de claridad y transparencia, es refugio pautado que protege y salva, que concede sentido a la volátil sombra del tiempo: “La mirada resuelve / la extrañeza de ser… / O el extravío”.
   En cada sección las composiciones exploran sendas argumentales en las que el devenir existencial se define como vértice central. Vivir es un caminar continuo que hace posible la revelación y el cruce, la fugacidad de un tiempo en continuo deseo de huida. El incansable andar empuja a encuentros y ausencias, a percibir las marcas en el aire del azar que sostiene nuestros pasos. Junto al yo, el sueño de la naturaleza, la materia que aporta cercanía y conocimiento en la compleja urdimbre de su apariencia: “Por el delgado filo / de transparentes márgenes / busco cobijar los códigos brumosos / de la naturaleza que intento comprender.”
   En el variado contexto escritural de  Rizoma la preocupación metaliteraria está presente en “Sílabas”, “De paz”, o en algunos poemas del apartado “Creación” que definen una manera de mirar el mundo llena de lucidez, nunca abstracta o distante. La creación es un proceso, el justo equilibrio entre trabajo, acierto expresivo e inspiración: ”Alumbrar, pulsar en lo acertado / para sentir el alma allí donde se oculta. / Aquí donde la vida se revela, / desnuda, intraducible…”
   El apartado final hace del amor camino propio. Un tantear continuo en la profundidad de la entrega, en el deseo y en el espacio simultáneo del nosotros en la incansable travesía de las estaciones. Después de la partida queda el desvelo del recuerdo, la reivindicación de que en la ausencia también se permanece con los pasos inciertos de la evocación. El rumor elegíaco impulsa composiciones de fuerte calado sentimental; la voz de quien no está se retiene con la convicción de una vivencia permanente en “Fotografías”, “Sol”, “Partida” o “Soledad”.   
    Por la identidad poética de Rizoma asoma, vivo y pleno, el movimiento incesante de la belleza. La voz que aspira a llegar a ser. La esencia que resiste la neblina diaria. Las palabras se deshojan de lo transitorio para mostrar una sensibilidad de efectos profundos. Las composiciones contemplan un presente único en el que se concentran vida y obra,. Así nace el abrazo del poema, ese gesto que busca desvelar la música callada de silencio, el intacto perfil solar de la belleza.
 
 
JOSÉ LUIS MORANTE