lunes, 30 de septiembre de 2024

EL ARTE DE VIVIR LOS LUNES

Salir al día
Fotografía
de
Javier Cabañero Valencia

  

EL ARTE DE VIVIR LOS LUNES                             

 
El arte de vivir los lunes
requiere cierta práctica y algo de teoría,
saber de estratagemas y confabulaciones
y adjetivar la prosa cotidiana
con una terca voluntad de estilo.
Incontables acechan
los peligros desde el primer café,
crecen cuando un olor
anuncia escuetamente la leche derramada,
se reproducen con duración de días laborables
y en guardia se mantienen,
tal seguros precintos,
entre los pasajeros del tren crepuscular
que nos devuelve a casa,
al reclamo del lecho hospitalario.
El arte de vivir los lunes
sobrevive y se esconde
en vacuas reflexiones como ésta:
nada es eterno, salvo un lunes.
 

                      JOSÉ LUIS MORANTE

                      (De Población activa, 1994) 



domingo, 29 de septiembre de 2024

EL SUEÑO DE LA SECUOYA

Enormidad
(Bosque de secuoyas, Yosemite Park, California)
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 

EL SUEÑO DE LA SECUOYA 

   Ya despierto, espera unos minutos para abrir los ojos. Esta noche, con la minuciosa paciencia de los sueños, ha crecido en su jardín una secuoya. Se despereza de inmediato. La babel vegetal puebla al completo la claridad de la terraza. Parpadea con emoción. La enorme arquitectura y su sombra cimentan desde el aire toda la casa. Como si orbitara, da vueltas al imponente tronco. Se detiene. Palpa la corteza con lentitud. Después escucha el rumor dilatado de un pensamiento práctico: es conveniente que la próxima noche sueñe con arbustos aromáticos.

 (Del libro de microrrelatos Fuera de guion)




 

viernes, 27 de septiembre de 2024

EDUARD FARRÀS NÚÑEZ. ANOTAR LO EXTINTO

Anotar lo extinto
Eduard Farràs Núñez
Prólogo de Krzysztof Katkowski
RIL EDITORES
Colección Aerea Carménère
Valparaíso, Chile, 2024

 

CONTORNOS DE LA NADA VISIBLE
 
  La primera exploración lírica de Eduard Farràs Núñez Mal del siglo, impulsada por la editorial Olé Libros en 2023, enunciaba un aserto muy atractivo: un paseo histórico-ficticio. La persistente exploración en el asombro de aquella compilación de poemas se abría con un prólogo de Silvia Ardévol que advertía de los claroscuros de la condición humana, siempre abocada a la recaída y al error, siempre necesitada de interpretación reflexiva y hondura para contextualizar un vacío existencial escasamente comprendido, con tendencia a crear una sensibilidad de intemperie y niebla.
 Sus coordenadas acercan la pupila poética al sedimento cultural para universalizar lo concreto y liberarlo de la opaca erudición del sustrato histórico. La mirada fragmentaria del poema rescataba apuntes del pasado para incidir en su naturaleza ética y su vigencia posterior, a través de una expresión hermética y rigurosa, que emplea campos semánticos epocales y una dicción selecta, no exenta de oscuridad en su sentido último.
   También la segunda entrega del poeta, Anotar lo extinto, deja sitio a la introducción de Krzysztof Katkowski, periodista, poeta y sociólogo. Se me disculpará si su nombre evoca la tarea de  rzysztof Makowski Hanula, arqueólogo polaco radicado en Perú, cofundador de la especialidad de Arqueología en la Universidad Pontificia e investigador persistente de las civilizaciones antiguas  El liminar recuerda la poética de imágenes, expuesta en el primer libro, y el anhelo de recuperación de lo extinto para conocer y entender, para dar a los contornos de la nada visible una dimensión lingüística; quehaceres de autor para dar luz al repliegue mental en la razón, empeñada en entender e interpretar el entorno y sus relaciones con el sujeto poético.
   Cuatro tramos de irregulares extensiones se vertebran a lo largo del libro. El primero “Sobre el estado de la cuestión” es el más amplio. En él se gesta una indagación sostenida sobre la tradición y sus axiomas; sobre la presencia del pasado para cimentar el ahora. En el presente, el recuerdo de los primeros pasos y el despliegue de expectativas del yo; también el sujeto colectivo que ilumina carencias y contradicciones, multiplica la pulsión del absurdo y el sinsentido; deja en el protagonista verbal la sensación de ser un sujeto sombrío, infectado de melancolía y nihilismo. Saber atarse los zapatos no garantiza las coordenadas del camino, solo la sensación de azar que lleva a la madurez. Nada queda de aquella mirada auroral del primer día, se ha agostado la zona de confort; todo parece cubierto por un armazón de moho y extrañeza.  
   El breve apartado “declaración de intenciones” apenas contiene tres poemas. La ironía añade una postura crítica en la travesía existencial; subimos una escalera de peldaños que ensancha la lejanía. Son textos de notable creatividad, que casi nunca pierden un tono crepuscular, donde solo en el futuro hay esperanza; el ahora es gelidez, una penumbra sostenida frente a una realidad intransigente. También el apartado “Tratado de armas” destaca por su brevedad y por la concisa arquitectura poemática que busca en cada poema un motivo autónomo, en el que apenas cabe la presencia del yo: la quemadura de la piel tuesta la dermis de un color burdeos; el proceso de la electrolisis y otros experimentos científicos conceden al poeta un epitelio argumental complejo, que a veces provoca una clara frialdad lectora, como si lo emotivo se hubiera borrado en las palabras.; lacónicos, precisos, los textos exhiben su horizontalidad ante el lector que tantea interpretaciones, o hace de algunos fragmentos lecturas con indicios biográficos.
   El cierre, “Apología de la extinción” rechaza el hábito convencional del aprendizaje para demandar un aula abierta, ajena a la instrumentalización del verbo que constata el desvanecimiento de la materia, sus siluetas efímeras. Entender la poesía ayuda a empatizar con el poema, a sentir mejor su transfondo emotivo. El ideario estético de Eduard Farràs Nuñez, tanto de Mal de siglo como de Anotar lo extinto, provoca perplejidad por su compleja semántica. La singularidad de sus argumentos y el rechazo a cualquier coloquialismo versal demandan al poema claves iniciáticas; canalizan un imaginario sorprendente y singular, cuyos enunciados para dar al sentido argumental plena visibilidad tardan en llegar.
 
     JOSÉ LUIS  MORANTE





miércoles, 25 de septiembre de 2024

CASA ABIERTA

Casa Museo de Antonio Machado 
(Segovia)
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 
DESDE MI SOLEDAD A TI CAMINO
 
Desde mi soledad
voy a tu encuentro,
con la justa impaciencia
de quien regresa a casa.
A cuestas traigo
herrumbres y estiajes,
algún dolor disuelto
llenando la mochila.
No rescatéis mis huellas;
viene conmigo el aire
y fueron los testigos
incontables insomnios,
menas de albura y sombra,
noches frías, palabras y silencios.
 
Desde mi soledad
a ti camino,
con la certeza intacta
de que tú mientras tanto
inventas el andén que ha de acogerme. 

(Del libro Rotonda con estatuas, 1990)


 

viernes, 13 de septiembre de 2024

Revista CUADRIVIUM , Nº 16-17

CUADRIVIUM
Nums. 16-17, Año 23-24, Otoño 2021-Primavera 2023
Revista del Departamento de Español
Universidad de Puerto Rico en Humacao
Coordinador editorial:
Carlos Roberto Gómez Beras
Diseño general:
Carlos Roberto Gómez Beras
y
Geralis M. Muñoz de Jesús

 CONTENIDOS

 
   Una revista de literatura, en su mejor versión, es siempre un catálogo de asombros. Impulsa una compilación miscelánea de intereses lectores, que zarandea y alienta una larga estela renacida de conocimiento y aprendizaje. Con enorme alegría concluyo la lectura de Cuadrivium, publicación en papel de alto interés cultural por su amplia selección de escritos literarios. Coordina la entrega, con encomiable persistencia, el poeta y editor Carlos Roberto Gómez Bera, quien reúne obras de investigación de Hispanoamérica, España, Puerto Rico y otros enclaves geográficos.
   Este número doble, diseñado por el editor de Isla Negra y Geralis M. Muñoz de Jesús, muestra un índice de contenidos heterogéneo y ejemplar. Se abre en su apartado de creación con la poeta española Efi Cubero, una de las voces mayores de la lírica hispana contemporánea. Escritora, crítica de arte y ensayista, Efi Cubero deslumbra con un aporte de composiciones recogidas en su última entrega Rizoma, volumen publicado por la joven editorial Mahalta, que impulsa y dirige el poeta Francisco Caro.
   Fernando Operé presenta una panorámica de la literatura argentina desde la dictadura militar. Analiza un intervalo temporal de más de cuatro décadas, en el que se suceden nuevas presencias y registros dentro de un contexto político complejo, que busca reconciliarse con el pasado y superar los dramas colectivos vividos hasta la caída del régimen castrense, en 1983. Se resalta la insólita amanecida de voces femeninas que han superado el tradicional papel secundario marcado por la prepotencia de estereotipos machistas y misóginos.
   Se ha comentado con frecuencia que Jorge Luis Borges, más que un escritor es una literatura, un personaje de aparente entidad ficcional que sepulta y expande la propia condición humana. Su discurso literario plural es objeto de homenaje en conexión con la novela negra y el entorno detectivesco de Sherlock Holmes en la mirada crítica de “El dilema de los próceres”, aproximación de George Cole.
   Así mismo se publica la conferencia magistral que Miguel Ángel Fornerín pronunció en la feria del Libro de Santo Domingo de 2018. Antes, el texto sobre la relectura de Cien Años de soledad se leyó en Francia, durante la estadía del autor como profesor invitado de la Universidad de Tours. El ensayista completa un minucioso mapa investigador sobre los rincones narrativos del hito ficcional de Gabriel García Márquez.
   Marcos Reyes Dávila rastrea el transitar biográfico de Eugenio María Hostos (Puerto Rico, 1839-1903) para subrayar aspectos esenciales de su pensamiento y de una vocación radical y revolucionaria; toda la existencia es un continuo compromiso con la libertad en convergencia con la ideología del socialismo, delineando en el ideario puntos de vista de renovación y cambios en la economía política y en aspectos morales y jurídicos que anticipaban una revolución del proletariado.
   El apartado “Lo familiar y el extrañamiento en Mis memorias de Alejandro Tapia y Rivera”, escrito por Nancy Bird-Soto, investiga la obra póstuma de Tapia Mis memorias, un texto híbrido, repleto de matices especulativos que denuncia las murallas físicas, institucionales e ideológicas de la época, como la esclavitud y el colonialismo, en el anquilosado Puerto Rico del siglo XIX.
   La densidad de campos literarios recogidos en este número doble de Cuadrivium es tan notable que un análisis pormenorizado de los temas convertiría la presente reseña en un ensayo. Se me disculpará por tanto, si únicamente constato los parámetros generales de los contenidos: Pablo Cancio Reichard indaga la naturaleza identitaria del protagonista de Simone, la novela de Eduardo Lalo, ganadora del Premio Rómulo Gallegos. Bojana Kovaevic Petrovic diserta sobre las migraciones chinas en el Caribe a partir de las novelas Simone, de Eduardo Lalo, y La eternidad del instante, de Zoe Valdés. Laura E. Crespo González disecciona la violencia estructural de Puerto Rico a partir del relato “Puerto Rican Syndrome” de Ana Lydia Vega, quien escribe con una visión irónica y carnavalesca para mostrar una realidad de farsa y ambivalencia, capaz de parodiar lo sacro y criticar su papel enajenante en la sociedad. También Marilyn Rivera escribe sobre la violencia en el género de los cuentos negros “La espada de San Miguel” de Wilfredo Burgos Matos y “Muerte en el andamio” de Mayra Santos Febres. Marylin Rivera defiende un género con características autóctonas que es reflejo de la conflictividad caribeña y que no se atiene a las convenciones de la novela negra tradicional.
   Luis N. Ribera Pagán nos invita a disfrutar de la poesía transgresora, erótica y atrevida de Mairym Cruz-Bernal, autora de La hija hereje: sor Eva Teresa del Moisés, un libro reivindicativo y profundo que zarandea el espíritu inquisitorial de tantos siglos y festeja a fuentes primarias como Sor Juana Inés de la Cruz. Y Alba Reyes Lara vuelve los ojos al libro de Ernesto Cardenal Oráculo sobre Managua. La ensayista recuerda la poesía exteriorista de Cardenal y su tendencia a acumular imágenes del entorno; se crea así una propuesta narrativa y anecdótica, con detalles concretos y precisos, donde la esperanza se mantiene al fondo de cualquier adversidad; es preciso transformar el mundo para hacerlo necesario e inevitable.
   Tras el ensayo breve de Francisco Cabanillas sobre la ciencia ficción de Cadáver exquisito de Rafael Acevedo que contrapone a la autoficción La muerte de mamá de Yván Silén, se integran también reseñas de novedades poéticas de voces españolas como Javier Gallego Dueñas, a cargo de José Luis Morante, Ana Lamela Rey, con texto de Julia Navas Moreno, y Álvaro Hernando, en la visión crítica de Ana Lamela.
   La publicación se completa con los trabajos de José Luis Ramírez de León y Parsi Livmar en torno a dos textos de Ana María Fuster Lavin; Nelly Jo Carmona, y las apreciaciones filosóficas de Francisco Pérez Soriano sobre El libro de los cuentos circulares.
  Una de las secciones más interesantes de la revista es “El Portafolio” donde se publican las indagaciones académicas aurorales de los nuevos graduados; por tanto se muestra la fuerza universitaria del presente y el pluralismo de sus intereses. La nómina de incluidos en el apartado es muy completa porque se representan espacios académicos de El Caribe, América Latina, EE.UU y Europa. Llegan trabajos de Verónica Castro Tirado, Gabriel Puig Rullán, Osmán Avilés y Krystal M. Rivera González, entre otros. El espacio de cierre “Palabras invitadas” selecciona el trabajo de Efraín Barradas sobre la personalidad esplendorosa de Nilita Vientós Gastón, intelectual puertorriqueña con un voluminoso legado como ensayista, incansable lectora y columnista.
   Desde hace años Cuadrivium se ha convertido en una publicación imprescindible para conocer el dinamismo universitario caribeño y su inquietud renovadora y experimental. Así que solo cabe felicitar a la decidida voluntad del principal impulsor, el poeta y editor Carlos Roberto Gómez Beras, y al necesario equipo de colaboradores. Larga vida a tan hermoso proyecto.

JOSÉ LUIS MORANTE




jueves, 12 de septiembre de 2024

LAS BRUMAS DE SEPTIEMBRE

Parque de las Everglades
(Florida, USA)
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 LAS BRUMAS DE SEPTIEMBRE

Qué desconcierto en el tono agresivo de esa gente que defiende un disentimiento menor como si fuera una ofensa generacional a la humanidad, un asunto de Adán y Eva.

La vigorosa brevedad de estrategias expresivas como el haiku, los microrrelatos, el aforismo o los epitafios expresa magia y belleza, la epifanía de lo inesperado desde una aparente sencillez. 
 
Desde que escribo aforismos mi pensamiento, como en aquel cuento de Cortázar es una casa tomada.

Junto a otros, recibo el libro de Juan Antonio Mora "La ciudad y yo", una compilación de vivencias introspectivas que he tenido el privilegio de firmar el prólogo. Será muy grata la presentación en Madrid; oír en boca del poeta la convivencia con saurios y ofidios, con ilusiones, esperanzas, decepciones y sueños. La hermosa edición contiene también un puñado de fotografías de poetas como Jorge Riechmann o Alberto García-Teresa; son vistosas pinceladas de la desolación cotidiana.  

(Notas del diario)


martes, 10 de septiembre de 2024

RICARDO VIRTANEN. HILO DE LLUVIA

Hilo de lluvia 
Ricardo Virtanen
Prólogo de Luis Alberto de Cuenca
Colección Poesía / haiku
Barcelona, 2024

 
BAJO LA LUNA

 
   Siempre es causa de asombro el vitalismo creativo de Ricardo Virtanen (Madrid, 1964). Es poeta, profesor universitario, músico, narrador, aforista y un referente fundamental de la cultura de Rivas, localidad en la que vive con su familia desde hace veinte años. En su trayectoria creadora como poeta ha dedicado a la estrategia expresiva del haiku un sostenido tiempo de cultivo, escribiendo los libros Notas a pie de página (2005), La sed provocadora (2006), Sol de hogueras (2010), Nieve sobre nieve (2017) y Llama de luna (2021). Una cosecha tan reseñable ha convertido a su autor en una presencia esencial en conocidas antologías del género como Un viejo estanque (2013). También ha impulsado la práctica de la estrofa entre sus alumnos de ESO preparando las ediciones Una flor amarilla (2022) y Bajo el cerezo en flor (2023).
   Tan sólido trayecto ha definido una estética de trazo clásico, que apuesta por los matices frente a la ruptura y la gratuidad experimental. Así lo atestigua también en un prólogo de cálido sustrato emotivo el poeta Luis Alberto de Cuenca: “Virtanen se atiene la mayoría de las veces a la más pura ortodoxia del haiku japonés, que ha de versar sobre un tema relacionado de uno u otro modo con la naturaleza, el paso de las estaciones y la observación del mundo circundante, sin permitirse en ningún momento (o casi en ningún momento, si queremos ser exactos, la efusión sentimental.”
   En efecto, en los cien haikus de Ricardo Virtanen, escalonados en tres apartados, es básico el registro sensorial; ese papel de quien integra los elementos del entorno desde la continua vigilia de la percepción en el preciso molde de las diecisiete sílabas.
   La sección inicial, “Inquietudes”, por su denominación, parece ubicar sus textos en un registro interior; pero de inmediato constatamos que los ciclos naturales asoman a cada instante: la lluvia, el rumor renacido de los pétalos en flor, la finitud de la belleza: “el crisantemo / se dobla en la maceta / como una ráfaga”, la fuerza sensitiva del entorno que desasosiega y abraza al mismo tiempo en el naufragio de los días, mientras una brisa conmociona, casi inadvertida, la quietud, como esa mano anónima que pasa las páginas del libro de la vida y su continuo despojamiento: “Llega septiembre. / Al borde del camino, / sólo unos cardos”. Casi todos los textos de este primer tramo dejan una sensación crepuscular, como si la vida atardeciera con prisa tras un horizonte deshabitado y quedara solo el silencio, la frágil silueta de una rama sin hojas: “Ya no se ven / huellas en el camino. / Nieve en la nieve”.
   La parte central se titula “Rumores” y se abre con citas de los clásicos  Shiki e Issa. Amanece en ellas una mínima fauna dispuesta a brindar compañía en el azaroso desplazamiento cotidiano. Luciérnagas, mariposas, grajos, pájaros, trazan en el aire leves itinerarios que siguen la dirección del viento. En este apartado emerge el haiku que da título al libro: “Bajo la luna, / el aullido de un perro. / Hilo de lluvia”. Los instantes de vida cobran protagonistas frágiles y cercanos y dejan al yo en la zona de sombras del poema; el yo no está sino para constatar los destellos de vida de la naturaleza que se mueven entre las sombras de los árboles. 
   El sustantivo “Presencias” agrupa los haikus que conforman el apartado final, esta vez bajo el eco sonoro de Santóka. Si el haiku es lo que sucede aquí y ahora, esa coma viva del tiempo, el registro tonal mantiene esa calma al paso en los poemas; el pasado se marcha, pero su olor perdura, como si todo quisiera constatar su presencia cerca del testigo: “Coge la rosa / antes de que sus pétalos / estén en tierra”.
   Ya se ha escrito que en el trayecto creador de Ricardo Virtanen conviven varios géneros. Pero en esta vocación creadora el haiku es vértice preferente. Sin duda, en  su hechura formal y sensitiva, el madrileño es un maestro; uno de los mejores que pone en el mínimo esquema japonés una luna redonda, la sacudida de la plena luz.
 
JOSÉ LUIS MORANTE

 
 
 



lunes, 9 de septiembre de 2024

SABIOS CONSEJOS

Días en Covibar
Rivas Vaciamadrid, Centro Social

  

SABIOS CONSEJOS
 
Tanto naufragio en verso,
tanta huella en el agua,
tanto demonio suelto entre papeles,
incomodan mi estancia en la tranquila
pensión de solitarios terminales.
El huésped más antiguo
sugiere a la patrona mi partida
antes de que mis gestos nos descubran
al vengador destino
y peligre la idílica existencia.
Otros, más generosos,
desde el primer momento me perdonan
y juran rescatarme del mañana infeliz;
me recomiendan cosas de provecho,
que por ejemplo escriba un guion de cine.
Lo intentaré. Palabra.

     (Del libro Enemigo leal, 1992)

 

domingo, 8 de septiembre de 2024

LAS TECLAS DEL SARCASMO

Dentadura con caries
Fotografía publicitaria
de 
internet

 

LAS TECLAS DEL SARCASMO

Nos hacemos más solitarios a medida
que conocemos bien a la gente.

ARTHUR SCHOPENHAUER

   Hay sujetos disonantes, que tocan a menudo las teclas del sarcasmo. Las pulsan, convencidos de su sonoridad y su eficacia, como si provocaran en el amansado tímpano de los los oyentes un asentimiento placentero, el descubrimiento de que la burla cruel o la ironía mordaz son altas expresiones de ingenio de un intelecto activo.
   Convivo con un entorno amable –soy un tipo afortunado- en el que disuena de forma estrepitosa el sarcasmo. Y por eso he tardado en descubrir la razón de mi tolerancia o la quieta paciencia que me lleva a dejar sin respuesta una actitud que no soporto.
   Sé cuántas razones llevan al sarcasmo: la inseguridad de quien carece de certezas y piensa que todo es relativo; la soledad, la insatisfacción personal, el fracaso afectivo, el resentimiento de quien hace culpables a los que se sientan al otro lado del yo, o los efectos secundarios de la ignorancia, la mezquindad, o la envidia… Sé también que no existe ninguna razón para soportarlo.
   Pero el cansancio aflora y uno encuentra el sarcasmo, vomitivo y vulgar como un pelo en la sopa. Es el pasajero incontinente que puebla los asientos del día, cuando invitamos al viaje y se abonan todos los peajes.
   El sarcasmo está en la mirada rugosa que descubre en un mural de años de trabajo la cagada de una mosca; felicita con toses; besa con salivillas y extiende una mano sudosa si saluda. Me tortura el sarcasmo y solo aspiro a encontrar en un instante la coartada maravillosa que cambie el sarcasmo por un definitivo epitafio de bien morir.

(Notas del diario)


 

sábado, 7 de septiembre de 2024

SOMBRAS A SORBOS

Mesa Devina Nais Smart Ring
Archivo de internet
Fotografía publicitaria


SOMBRAS A SORBOS

Tras el estupor, más allá del derrumbe dos gestos: quien se queda mirando las ruinas y quien busca senderos  para el regreso. 

***

Oscar Wilde añadía a la escritura la tarea de librarse de fantasmas. Así que alquilo sitio – me enseñó Julio Ramón Ribeyro- para que sus apariciones tengan una imagen veraz.

 

*** 

El nómada sabe que los viajes son la espera del regreso. 

*** 

El escritor subido a lomos del centenario más que a Don Quijote recuerda a Sancho.

***

Conciencia de la edad; cada vez en mi diccionario personal hay más acepciones en desuso. 

*** 

En los insomnios, el silencio tiene una fuerza verbal inquietante. 

*** 

Tristeza. Su matrimonio era un número impar. 

*** 

Despeja incógnitas con la musculatura argumentativa del defensa central. 

*** 

No tengo ninguna vocación de sedentario. Sé que escribir es caminar.

*** 

El andamiaje escéptico de los que tampoco creen en sí mismos. 

***

 


viernes, 6 de septiembre de 2024

JULIA NAVAS MORENO. BAILARINAS DE RAFIA

Bailarinas de rafia
Julia Navas Moreno
Chamán Ediciones
Colección Chamán ante el fuego
Albacete, 2024

 

ENTRE LA NIEBLA

  

    Desde una estética realista, aunque impregnada de implicación subjetiva, Julia Navas Moreno (Avilés, Asturias, 1966) alienta un trayecto personal que explora estrategias dialogales con el lector en verso y prosa. Sus ficciones argumentales engloban las novelas Esperando a Darian (2014) y ¿Qué hay en una habitación vacía? (2018). Además ha cultivado el relato breve, participando en algunos volúmenes colectivos.
   Su poesía, cuyo cuerpo matérico tiene como signo básico lo existencial, se adentra en el intimismo del sujeto poético para vislumbrar entre la niebla. Hace una evocación profunda de la identidad a partir de la memoria biográfica. Crepuscular en su desamparo y consciente de afrontar un declinar perecedero y contingente, integra las entregas Confieso que he perdido el miedo (2015), Ombligos y universos (2016), Simulacro (2019) y Zapatos sin cordones (2021), que incorpora un liminar escrito por Ana Vega.
   Ahora es el escritor Andrés Ortiz Tafur quien firma el umbral “Una niña”. El breve texto es una incisiva reflexión sobre el olvido y su incansable capacidad de demolición. Todo se diluye hasta convertirse en desmemoria y ausencia; hasta acercarse a ese anden sin regreso que expande la nada como destino final. Pero los versos de Julia Navas Moreno no formulan su propio discurso reflexivo sobre la enfermedad y el olvido de manera conceptual y abstracta; buscan personajes de carne y hueso, cercanos y tangibles, en los que se concretan las carencias y las asimetrías de nuestra condición temporal para que los poemas sean memoria y biografía, para que la implicación afectiva y sentimental anule cualquier asepsia expresiva porque los sólidos pilares que cimentaban la rutina diaria se han ido agrietando hasta convertirse en esqueléticas ruinas y testigos del pasar del tiempo.  
  Dos citas, de  Pedro Salinas y Alejandro Céspedes, ratifican el decurso verbal en torno al recuerdo y a las mutaciones inadvertidas que propician las desapariciones. Desde su filosofía de la fugacidad arranca el poema homónimo “Bailarinas de rafia” que sirve de apunte clarificador en torno al título: como un aroma de infancia, intangible y persistente, llegan a la memoria, cuando todo es olvido, mientras rezuma abandono, las formas plastificadas de unas bailarinas bordadas por las manos hacendosas de la madre, como si enlazaran pasado y pensamiento, como si su fragilidad acometiera un cálido ejercicio de resistencia.
  Julia Navas Moreno concibe cada libro como un caminar unitario en torno a un tema; de ese modo, las tramas se van construyendo complementarias y sumativas. Aquí es el alzheimer la que marca el destino poético de la madre como protagonista en primer plano. Las estancias del yo se van despojando en el tiempo; muestran su desnudez con esa confusión irreversible de quien nada recuerda. Todo fue, y ahora es un es cansado que tiene en los sentidos el desnorte frágil de quien no sabe y soporta una estridente soledad en la que no cabe nadie. Sobra espacio.
    El yo poético sobrevive en el caos cotidiano; el sujeto no tiene a veces más respuestas que esperar el desahucio, esa disonancia manifiesta que confronta deseos y esperanzas. Nada parece permanente y salvable; todo soporta un claro desengaño ante la realidad vivida. El mutismo y la incertidumbre sobrecogen; es la impotencia manifiesta ante el destrozo de la soledad, ante el acero frío de la pérdida: “La pérdida es el dúctil vacío / de las tardes de domingo, / no encontrar la palabra adecuada, / mirar con extrañeza el rostro antes venerado”. De esa conciencia de finitud y despojamiento, de pequeñez con gestos limitados, se hace el presente, ese denso páramo por el que discurren los pensamientos.
   Son los momentos decisivos de un trayecto personal que asume la ausencia de quienes fueron norte y guía y son ahora sombras de un laberinto sin puertas que acumula vivencias irrepetibles. De nada sirve la errática evocación, el desandar el tiempo para reencontrar la estela de lo vivido. Toca vivir un futuro nuevo, sin forjar demasiadas esperanzas; se trata de moldear un destino manejable y gris, unidimensional, un paisaje sin pretensiones donde sobrevivir a la inclemencia porque “la épica del quebranto habla más de nosotros / que la vanagloria del éxito” y, al cabo, de la existencia nunca se sale indemne.
   La autora incluye una nota final que refuerza la cercanía entre poesía y vida. Tras su lectura, se hace fuerte la sensación de que Julia Navas Moreno entiende la escritura como testimonio y terapia, como confidencia en la que el verso adquiere, con un lenguaje despojado y ajeno a cualquier arrebato místico, la caligrafía de la evocación: las palabras moldean un sujeto literario que humaniza su voz, que muestra los movimientos convulsos del corazón. esas arritmias que marcan el deseo de seguir a flote en el oscuro declinar de un mar desconocido. 
 
JOSÉ LUIS MORANTE
 
 
 

 

jueves, 5 de septiembre de 2024

EL SUEÑO DE LAS NUECES

Fuera de guion
(Casi cien microrrelatos)
José Luis Morante
Lastura Editorial
Madrid, 2024

 

Puntos de sutura   El sueño de las nueces
 
   Al atardecer se abrieron los puntos de sutura del cansancio y se hizo más visible la derrota del nunca acabar.  Como en aquella prosa de Paul Celan, me sentí  una ardilla extenuada al pie de un tronco añejo, que nunca pudo liberarse del sueño de buscar nueces con cáscaras de cristal.
 
(Del libro de microrrelatos Fuera de guion, Lastura, 2024)

 
 
 

miércoles, 4 de septiembre de 2024

RAMÓN EDER. LAS ESTRELLAS SON LOS AFORISMOS DEL CIELO

Las estrellas son los aforismos del cielo
Ramón Eder
Editorial Renacimiento
Colección Los Cuatro Vientos
Sevilla, 2024 

 

HUMOR ILESO

 
         
   El diálogo de Ramón Eder (Lumbier, Navarra, 1952) con el laconismo constituye una colmada tradición que abarca varias décadas. Conforma un reconocido trayecto personal que ha convertido al navarro en uno de los nombres más celebrados del género, con un corpus general que va creciendo con sorprendente regularidad y con una envidiable coherencia estética. Hablar en el presente de aforismos es hablar de Ramón Eder. El propio autor no duda en analizar con mínimos acercamientos reflexivos las características de su voz; los propósitos de su singularidad expresiva en un intervalo histórico en el que la brevedad está protagonizando un brillante despegue, si nos atenemos a la aparición de ensayos y antologías, o al número de publicaciones de autores dedicados al decir breve.
  El texto de entrada  “El aforismo irónico”, que sirve de preámbulo, nos deja esta precisa definición por su transparencia expresiva: “El aforismo irónico es un pensamiento de una especie de filósofo con sentido del humor que está escrito con la sensibilidad de un poeta que escribe textos breves por cortesía de sus lectores”. Sin duda, el texto no requiere ningún matiz digresivo complementario, pero se me permitirá que alerte sobre dos o tres hendiduras del párrafo que considero esenciales. Eder recalca que el hecho creador del aforismo nace desde el entendimiento, busca el suelo de la certidumbre y explora con realismo pragmático algunas respuestas que ubiquen la realidad en planos diferentes para que trasciendan la mera representación. Tampoco olvida el anhelo poético, la solvencia estilística de la frase telegráfica que huye de cualquier lugar común y persigue la elegancia y la variedad de manifestaciones lingüísticas. Queda esa mirada a la condición humana desde la ironía y el humor, que hace del relato una delicada forma de la cortesía, un alejamiento de la solemnidad, un ejercicio de convencimiento y crítica exento de cualquier dogmatismo. Toda verdad por más que recalquemos el trazo acaba desdibujándose.
  Con esos signos diferenciales llegan los textos de Las estrellas son los aforismos del cielo, retazos que dibujan una sensibilidad abierta y prolongan la vasta llanura expresiva que Ramón Eder ha ido expandiendo con voluntad inquebrantable. Los libros de aforismos son fragmentarios; se expanden con esa tensión polarizada que se mueve entre lo fugaz y lo permanente, sin monopolios temáticos. La estrategia expresiva desplaza pasos en un trayecto plural cuyo recorrido, dividido en tramos por los dibujos geométricos de Ramón Eder, deja abundantes rincones temáticos, encuentros y extravíos con la existencia. La cosecha minimalista siembra sugerencias desde el asiento preferente de un observador en continua vigilia. Se habla de libros y de autores, de estados de ánimo, de esas incertidumbres que deambulan casi inadvertidas por el interior y albergan la morosa caligrafía de la ética; en definitiva de los recovecos que forja la rutina en la existencia cotidiana y los relieves de la realidad que el discurrir moldea. Al cabo “La imaginación no sirve para nada sino para darle a la realidad una lógica”. Con serenidad remansada, la reflexión comparte su voz. Fortalece una sabiduría que nunca desdeña el aporte inteligente de la experiencia y defiende una manera de pensar que, de cuando en cuando, despierta al espíritu crítico o vuelve los ojos al pasado para embellecer su heterogéneo legado de recuerdos y sombras. La escritura corrige la realidad, desde el sedentarismo reordena lo vivido y descubre un sentido nuevo. Frente a los que buscan en lo autobiográfico el venero semántico principal, Eder mira con frecuencia a la sociología y nunca desdeña buscar claves explicativas en la política, la convivencia cívica o la actualidad digital. De este modo el laconismo abraza las paradojas de lo cotidiano, o se acerca desde el pensamiento intuitivo a examinar contradicciones y asombros.
   Como gran lector, que sabe que lo importante no es leer sino releer, el escritor navarro recaba citas y preferencias lectoras, reconoce empatía por los maestros del humor o convierte a la escritura aforística en una exploración del propio taller literario: “Los que dicen dogmáticamente que dos más dos son tres y diez años más tarde dicen dogmáticamente que dos más dos son cinco no tienen un problema de inteligencia o de cultura sino de carácter.”
 En el cajón de sastre de un libro de aforismos el fondo y la forma son inseparables, pero hay aforismos que, al decir lo esencial, acentúan su carácter poético como el que da título al libro: “Los aforismos son las estrellas del cielo”. No me resisto a dejar cerca otro aforismo de impacto: “Las palabras son la música de las ideas”., o este esqueje verbal que tan bien dibuja la propia identidad: “Nuestros defectos nos hacen únicos”, o, por último, este otro que nos deja en la boca un sabor agridulce y crepuscular: “Hay amigos a los que solo nos une un imperdible”.
   En Las estrellas son los aforismos del cielo Ramón Eder sabe que “Los buenos aforismos son pórticos que nos llevan a la inminencia de una revelación que parece muy importante y ahí nos dejan, que no es poco”. Sabe también que la ironía y el humor no necesitan análisis teóricos porque sus límites exactos son los límites de la inteligencia, ese espacio mental que busca siempre más allá de lo previsible. Las cosas nunca son lo que parecen; los aforismos de Ramón Eder sí: son puntos de orientación que dialogan con la existencia, lacónicas fotografías de un paraíso de tinta.

JOSÉ LUIS MORANTE





 
 

martes, 3 de septiembre de 2024

JOSÉ ÁNGEL VALENTE. MEMORIA DE POETA

JOSÉ ÁNGEL vALENTE
Ourense, 1929-Ginebra, 2000

                  

       
LECTURAS DE JOSÉ ÁNGEL VALENTE
 
 
El guardián del fin de los desiertos.
Perspectivas sobre Valente
Edición de José Andújar Almansa y Antonio Lafarque
Pre-Textos, Valencia, 2011
 
   El corpus de José Ángel Valente (1929-2000), fallecido en Ginebra a los 71 años,  preserva su vigencia y se ha convertido en línea medular de buena parte de la nómina poética española del cierre de siglo, acogida bajo el epígrafe “poética del silencio”, un aserto esquemático y ambiguo. El escritor sedimenta una estética de la transcendencia que incide en la sumisión de la palabra al pensamiento; el verso se convierte en territorio de búsqueda e incertidumbre, en un descenso hacia la soledad en el que se hace tema substancial la exploración del lenguaje como medio de conocimiento. Su obra diversificada en lírica, páginas autobiográficas, aforismos y ensayos aglutina desnudez, despojamiento e indagación en el sentido último de la finitud a través de elementos simbólicos recurrentes como la luz, la noche, el desierto y la ceniza.
    Valente fue un poeta escindido por voluntad propia de la rama generacional del medio siglo, aunque participara en la puesta en escena que se convirtió en la imagen más nítida de la promoción: la visita a Colliure el 22 de febrero de 1959 y el homenaje a Antonio Machado. Sobre el encaje colectivo de aquellas voces, que tanto debe a Carlos Barral y a las maniobras promocionales de la Escuela de Barcelona, Ángel González ironizó: “Podría decirse de nosotros que teníamos una forma parecida de vivir y de beber, cosas ambas que unen mucho”. Reacio a cualquier retrato de grupo, José Ángel Valente hizo de la independencia un parapeto, disolvió afinidades y analogías de contexto, tachó estereotipos y desoyó compromisos sociales para vivir al margen los últimos quince años de su existencia. Tras una breve estancia en Málaga, buscó casa en Almería, un lugar de la periferia, a trasmano del mercadeo editorial, que lo acogió con hospitalidad. Al cumplirse el décimo aniversario de su muerte, la ciudad mediterránea fue sede de un encuentro de estudiosos y especialistas para abordar la singularidad creadora y el legado intelectual.
   El conjunto de enfoques se compila en El guardián del fin de los desiertos, una aproximación diversa coordinada por José Andújar Almansa y Antonio Lafarque, con disposición de tríptico. El apartado inicial, “La memoria”, explora el anclaje biográfico a través de testimonios que integraron el círculo más íntimo. El introvertido carácter del poeta se disipa pronto, con los bocetos afectivos de Fernando Lara, Ramón de Torres y José Guirao, quien subraya la pasión por la plástica y el profundo calado de los ensayos sobre arte. Son textos que rehumanizan la figura existencial, muchas veces proclive a la aspereza y al juicio espinoso. Para los creadores de asimetrías entre vida y obra, la conclusión general de “La memoria” incide en la idea de que son conceptos complementarios. En esta cronología vivencial figura Antonio Gamoneda con una reflexión que une el pensamiento poético con los hitos biográficos esenciales: vida y muerte, y cierra este núcleo temático el análisis de Andrés Sánchez Robayna sobre el diario inédito. La miscelánea, custodiada tras la muerte del poeta por la compañera sentimental, Coral Gutiérrez, arranca en los años cincuenta y se mantiene hasta sus últimos días. Conviene descartar de inmediato la autoconfesión analítica; la discontinua redacción aglutina apuntes biográficos, esbozos críticos sobre lecturas, citas, disquisiciones aforísticas y bocetos en verso o en prosa. Como es sabido, en septiembre de 2011 el Diario anónimo fue publicado por Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, en edición de Andrés Sánchez Robayna.
    Cuatro aportaciones forman la segunda sección, “Los signos”, centrada en el recorrido creativo. El apartado desvela la segregación natural: poesía, traducción y ensayo. En él sondean José Andújar Almansa, Lorenzo Oliván, Miguel Gallego Roca y Jordi Doce. Exploran la diversidad  genérica y su común aspiración a la unidad a través del carácter cognitivo del lenguaje. La palabra poética trasciende la realidad, multiplica símbolos y oculta a la razón el significado común porque las referencias se disuelven; la escritura no se deja llevar por la inercia de lo establecido. El aporte de José Andújar incide en la visión lírica de Valente, defiende que la poesía nace de la crisis de identidad del sujeto poético y de la necesidad de recobrar el sentido originario de las palabras de la tribu. Lo subjetivo debe disolverse, hacerse barro magmático en el que se cobije la existencia y sus fragmentos. Lorenzo Oliván  establece una cata de las conexiones existentes entre la prosa de creación y el discurso lírico. Toma como punto de partida el aforismo, un género de confluencia que enlaza discurso reflexivo y poesía. Gallego Roca analiza el concepto de traducción del escritor, cuya labor se compiló en 2002 en  su Cuaderno de versiones, prologado por Claudio Rodríguez Fer. El rastreo de obras de otra lengua permite profundizar en legados foráneos y, al mismo tiempo, ayuda a clarificar el sentido de su propia tradición.
   El pensamiento crítico de Valente promueve el ensayo de Jordi Doce; el poeta y traductor perfila un contexto personal a partir de la precaria situación ensayística de los noventa en nuestro país y recupera el supuesto enfrentamiento teórico entre dos magisterios de ese tiempo en los que no percibe suturas: Jaime Gil de Biedma y José Ángel Valente. Jordi Doce emplea como punto de arranque de su aportación los escritos de naturaleza política, o sociohistórica, nacidos en el devenir de la Transición; en ellos, los conceptos de poder y libertad son sustratos reflexivos de primer orden. El análisis del ensayo crítico de Valente resalta la congruencia del mismo con la vertiente lírica.
   El muestrario de cierre acumula enfoques abiertos. Abre la sección María Payeras, investigadora que ha firmado valiosas aproximaciones a la promoción del 50 y a la colección Colliure; de ahí que se detenga en el tramo inicial del discurso lírico, cuando Valente se aproxima a una estética compartida, su discurso teórico se inserta en una realidad simbólica y se proyecta la imagen del autor en la obra. En el primer tramo escritural no pueden difuminarse los enlaces con los fugaces compañeros de viaje. Es una etapa en la que el contexto resulta integrador; la expeditiva presencia de la dictadura reafirma una poética declarativa y testimonial, de fuerte entramado anecdótico, realista y crítica.
   Sobre la convergencia entre estética y filosofía profundiza Carlos Peinado Elliot sobre Tres lecciones de tinieblas, tal vez la entrega más hermética. Conviene recordar que, ya en 1973, Valente emplea la prosa poética en su libro El fin de la edad de plata. En él se extrema la decantación y concisión de la palabra, su misteriosa opacidad para emitir un sentido alegórico, que conecta con la creencia de la poesía como forma de visión.
   La presencia literaria de José Ángel Valente no ha hecho sino acrecentarse. El valor y la actualidad de su testimonio intelectual fomentan aproximaciones y contribuyen a profundizar en un intenso proceso de escritura que ya puede analizarse con perspectiva histórica; una estética de rigor y despojamiento que lleva al lenguaje hasta el punto cero, “en el que el signo vuelve a hacerse pura expectativa”, ámbito de quietud y sosiego donde se manifiesta lo que ha estado oculto.
 
 
 
                                                                JOSÉ LUIS MORANTE



MANUEL RICO. QUEBRADA LUZ Y EL MURO TRANSPARENTE

Quebrada luz
y
El muro transparente
Manuel Rico
Olifante, Ediciones de Poesía
Tarazona, Zaragoza, 2024

 

SECUENCIAS

 

   Con motivo de la celebración del XLV Aniversario de la amanecida de Olifante Ediciones de Poesía, catálogo poético fundado y  dirigido desde su inicio por Trinidad Ruiz Marcellán, se reeditan en un solo volumen dos entregas del poeta, narrador y crítico Manuel Rico (Madrid, 1952). La primera, Quebrada luz, llegó a los escaparates literarios en 1997, tras ser reconocida con el Premio Esquío de Poesía en castellano en 1996, y la segunda, El muro transparente, fecha su primera impresión en Ediciones Libertarias en 1992. El poeta ha optado por sumar ambos libros porque los considera “secuencias de un mismo impulso ético y estético, de una misma obsesión por hacer de la poesía tierra de reflexión en torno a sus capacidades para explicar las zonas no visibles o solo esbozadas de la realidad”. Con todo, ambos trabajos preservan autonomía singular y vocación de aglutinar los esquejes argumentales con empeño unitario porque “todo poema es una construcción de la lengua que tiene que revelarnos algo no siempre definible, transmitirnos un temblor misterioso, añadir emoción a nuestra vida”.  En nota prologal el autor añade a su forma de entender la poesía dos empeños sostenidos en el discurrir verbal: palabra reveladora, que busca estratos y puertas de salida entre los interrogantes existenciales, y conciencia crítica ante un contexto próximo y heterogéneo, un mundo incomprensible y extraño, nunca exento de contingencias e insatisfacciones.
   Quebrada luz contiene una cita definitoria del poeta Wallace Steven, quien asemeja la luz con una araña que avanza entre los bordes de la nieve y se abre paso entre sombras, abriendo una tregua de claridad y transparencia. Desde esa sensación de presencia fuerte, la luz se confirma como elemento genesíaco; salva la memoria y sorprende los contornos difusos de aquello que no existe. Pero la luz también tiene un reverso; es zozobra y huida hacia la sombra, la claridad quebrada de quien mira a través de la niebla o entre la espesa densidad del humo. En esa aurora extinguida el sujeto poético descubre un territorio incógnito, hecho de soledad y de grisura, de podredumbre e intemperie, donde los sueños se desvanecen y caminan hasta el desamparo.
   A lo largo de las composiciones, la luz simboliza despertar y transparencia, pero también las erosiones del transitar, ese largo viaje hacia el crepúsculo en el que va perdiendo energía hasta mudar en un espacio de sombra, en un lugar a solas, en la penumbra, donde duerme el fracaso y en cuyos andenes trastean los sueños no cumplidos.
  Más allá del despertar vital, se oye crujir el tiempo, las hojas secas de un azaroso trayecto que fue sumando luces y sombras, que puso voz a la belleza y la infamia en el empeño de vivir.
    Publicado en 1992, El muro transparente contiene una amplia suma de composiciones, organizada en cuadernos. El muro representa hermética clausura y seguridad, esa contradicción que convierte el refugio en cárcel para negar la amanecida al otro lado. El aserto también permite una lectura en clave metaliteraria en la que la palabra escrita es el muro a construir que oculta y protege de la realidad. En el primer cuaderno prevalece un entorno nocturnal, hecho de sendas envejecidas, cuajado de recuerdos. El ayer aparece, sin rumbo, para mostrar un patrimonio escueto que invita a cerrar los ojos y cobijar su textura de nieve en el poema; así nace una vocación literaria que hace de Juan Ramón Jiménez empuje y magisterio para moldear un desván de palabras; es tiempo del todo por decir que intuye “la fortaleza del arte”.
   Son frecuentes entre los textos los paisajes conocidos de lo cotidiano: los reencuentros con otras presencias afectivas, las lecturas sobre la mesa de trabajo, la geografía difusa de la ciudad con “sus rincones de madera, de niebla y de vino”. El segundo cuaderno se define como un canto celebratorio al tejido sentimental; el amor pasa a primer plano para que se encuentren la piel y las palabras, la brasa que alza luz entre la niebla.
   Más reflexivo, el tercer apartado acoge en su brevedad indagatoria los estados que cobija el espacio íntimo de la conciencia. La sospecha de que vivimos en un tiempo ilusorio fortalece las dudas y los signos confusos de la palabra; invita a refugiarse en la voz poderosa de la lectura y en el convencimiento de habitar una madurez cansada por la costumbre que recuerda y evoca.
   Con luz de estío, los poemas acogidos en el tramo final moldean el trazado de un afán colectivo, de entusiasmo difícil e ideales grisáceos, de paisajes con sombras que definían los límites del extrarradio y su entramado de remotas calles. También algunas prendas, como la chaqueta de pana, definían las maneras de salir al día y soñar con una tierra de fraternidad. El poema “Dirty realism” es un cálido homenaje a Raymond Carver y su querencia natural en las tramas narrativas por lo anónimo, lo vulgar y por las vivencias de seres normales; es también una manera de posicionarse en una estética que traza una épica de seres normales, de presencias concretas, que parecen huir de la vida mostrando sus espacios de sombra.
   En la poesía de Manuel Rico el tiempo ocupa un vértice central. Su transcurso genera una definición secuenciada de la existencia que aglutina la infancia como espacio angular de la luz y convierte a los días de madurez en un estar crepuscular, marcado por el tedio ambiental de lo cotidiano. En este ciclo de nomadismo vital, el verano –tan definido en el apartado “Quinto cuaderno” “Palabras para una noche de verano”-, refleja plenitud y esplendor, ese campo inmaterial de los sueños cumplidos: “Esta adherencia a la memoria / de todos los veranos / lleva dentro de sí / imborrables siluetas, testimonios / de amores fugitivos / e historias sin relieve / cuyo valor reside sobre todo / en el temblor oculto del paisaje…”.
   El muro transparente se hace en el cuaderno final la evocación de quien inventa una nueva realidad, tangible en el papel, que hace presente lo vivido y recupera súbitos destellos: “De nada sirven los relojes / cuando la vida encuentra /la contención del arte”, ese oficio tenaz que transforma lo fugitivo en permanencia.
   En la poesía de Manuel Rico lo autobiográfico es tema recurrente, no como tentativa de recuperar secuencias concretas, sino como intento de ajustar los rasgos comunes de una generación marcada por un pasado histórico sombrío y como forma de dar sentido y transfigurar la realidad a través de la expresión literaria. Una poesía intimista y profundamente vital, con una permanente evocación del recuerdo para habitar el presente y reconstruir, grano a grano, ilusiones y sueños.
 


JOSÉ LUIS MORANTE
 
 
 




domingo, 1 de septiembre de 2024

SOLIDEZ AÉREA

El tiempo dentro
Fotografía
de
Adela Sánchez Santana

 

AFORISMOS

 (Julio, 2021)

 

No confío mucho en mis certezas. Todas adolecen de desfase horario.

Oído: pendiente abrupta por la que ya casi no trepa la voz.

Las ideas adquieren su forma final cuando no hacen pie y acumulan sarro entre las uñas.

Apenas la resistencia de un te frío para abrir el portón de la jauría.

También cuando acierto, mantengo la distancia.

En la biblioteca personal, hay poesía que huele a tanatorio.

El ánimo vulnerable de quien asume que todo lo que dice ahora suena a relato de época.

En el césped del verano hay desnudos que se secan en mis ojos.

Quién escribe el guión de esas amanecidas tristes que parecen decir: prolonga el sueño y duerme tranquilo. Al despertar, no te espera nadie.

No me recuerdo nada. Insisto en mí.

El apogeo de la vanidad precisa en la argamasa corporal el doble ombligo.

Cuántos rincones, aromas y paisajes dejan en el recuerdo los viajes que no hicimos y qué pasión exige su relato.

Hay quien con el único hueso de un sustantivo reconstruye un dinosaurio de resentimientos.

La opción de olvidar por imperativo estético.

Libre, cuando supo que había para él un lugar en el aire.

La humildad tiene la desolación de un piso sin muebles.  

Fue centro precoz; siempre supo que todos los demás son periferia.

Ser el único pasajero exige inventar el tren, la letra pequeña del mobiliario, las estaciones que pueblan la vía férrea y los testigos de miradas neutras que respiran tiempo  en los andenes de la estación final.

Las palabras en verano tienen la piel enrojecida y arena en los pies.

El confesionalismo soporta mal el estorbo de la verdad.

La coherencia pacta una travesía solitaria, plagada de desvíos.

Detrás de su mirada, el invierno no termina nunca.

Mis signos de apatía guardan las fugas que se quedan.

Qué misteriosa lealtad a la barbarie en el discurrir de las civilizaciones.

En la senectud  la utopía baja la voz.


(Aforismos de verano)