Los pasos literarios de Miguel Catalán (Valencia,
1958-2019) no atardecen nunca; cruzan el tiempo una y otra vez para enlazar
pretérito y ahora. Y buena parte de esta continuidad en el discurrir temporal
se debe a la prolongada vigilia de María Picazo, esposa del escritor y perenne
colaboradora en las contingencias del taller creativo.
Gracias a su empeño y a
su idea germinal coge vuelo
El último
peldaño, entrega de esqueleto flexible que es, sobre cualquier otra
circunstancia, evocación y memoria, mediodía compartido; homenaje coral a la
presencia referencial de Miguel Catalán, aunque la difusión de su obra y el
lugar asignado en las primeras filas, estén todavía por llegar. Avalan su
centro escritural cinco novelas, tres compilaciones de cuentos breves, el
material filosófico de
Seudología y
los dos diccionarios,
Diccionario
Lacónico y
Diccionario de falsas creencias,
junto a la literatura hiperbreve compilada en la editorial Trea en 2019 con
el título
Suma breve y en el libro
póstumo
Suma y sigue (Libros al
Albur, 2019)
. Me apresuro a exponer por su interés los
contenidos compilados en esta obra singular. La parte esencial del libro y su
trayecto de amanecida compila los aforismos póstumos ya citados de
Suma y
sigue (2019), que vieron la luz por primera vez al cuidado de José Luis
Trullo. María Picazo ha rescatado entre el material inédito del escritor los
aforismos inéditos de
Pasos sueltos,
un conjunto de textos escrito cuando la enfermedad prodigaba síntomas y sombras,
condicionando el estar diario de quien hizo de la serenidad y la aceptación una
actitud. El cáncer estaba ahí y era el momento de exprimir cada instante con la
sed vital de lo necesario: el amor de María, la atención plena para concluir
los proyectos en marcha y las relaciones de intimidad y gratitud con el grupo
de amigos que siempre admiró su talento literario y su altura ética. Si es conocido por todos el perfil
polivalente del filósofo y su versatilidad para la práctica de estrategias
expresivas como el ensayo, la novela, el relato, el aforismo y la crónica
periodística, será una sorpresa general la inclusión de un puñado de poemas de
amor en el apartado
Poemas de la
fascinación, donde el amor, como
semilla verbal y fe de vida, se impone en cada texto para definir, una vez más
, el enlace irrompible con María Picazo “desde antes y
después”. Solo la clara sintaxis del amor nos salva y esa es la señal más
definitoria del pensar poético de Miguel Catalán, quien asume la condición de
amante y compañero como una fuerza sustantiva y esencial en sus relaciones con
la propia identidad. La
respuesta a la invitación de María Picazo para participar en este territorio de
afectos fue tan rápida que hubo que
acotar los textos enviados para evitar la dispersión y mantener la textura evocando
a Miguel Catalán con diagnósticos independientes. Por ello,
Ronda de abrazos incluye evocaciones
intimistas (Alejandro Aguilar, Alberto Gimeno, José Payá Beltrán, Antonio
Saurí, José Miguel Segura Roselló, Tirso Priscilo Vallecillos García),
aproximaciones literarias (Francesc Arroyo, Hiram Barrios, Carmen Canet, José
Félix Escudero, Pedro García Cueto, Luis Veres, Javier Paniagua, José Vicente
Peiró, Justo Serna), semblanzas de la relación afectiva y memoria personal del
trayecto común (Raquel Díaz Seijas, Gloria de Frutos, Francisco Javier Gallego
Dueñas, Daría Rolland Pérez y Jean Claude Rolland, Luis García-Chico, José
María Martínez Selva, Miquel Martínez, Blanca Rodríguez López); aunque en casi todos
los textos se hace patente el epitelio existencial del escritor y su calidez
humana en el trato, como si fuese inevitable, junto a la admiración
intelectual, el sello humanista y ético de una identidad comprometida con la
hondura de pensamiento y con una ejemplar propuesta de vida. Miguel Catalán sigue entre nosotros. Sigue la
fuerza de su obra magna,
Seudología,
un compendio de volúmenes con la mentira como núcleo argumental, que no tiene
parangón en nuestro ámbito literario; y siguen sus aforismos como abrazo entre
filosofía y cauce lírico y como constatación de un tiempo de certezas líquidas
que busca en lo fragmentario una indagación de sentido, un norte, unas
coordenadas con criterio crítico. La recopilación
El último peldaño, tan bellamente editada por Verbum, la editorial
madrileña donde el escritor encontró la mayor hospitalidad para sus trabajos de
creación e investigación filosófica, es el epílogo abierto de un itinerario
lúcido y pleno. En sus páginas queda el vitalismo creador de Miguel Catalán, la
fertilidad de su obra y la impresión de que su magisterio ha marcado un tiempo
de paredes firmes que prolonga sus voz frente al olvido.