Sed
Marino González Montero
De la luna libros, Mérida, 2011
Al enumerar las características narrativas de Marino González Montero (Almaraz, Cáceres, 1963), profesor de secundaria en ejercicio e impulsor del sello editorial De la luna libros, salen al encuentro del lector tres conceptos literarios: la ficcionalización del yo, la preferencia por rasgos expresivos coloquiales y el conocimiento moral del sujeto a través de una indagación introspectiva. Así ocurría en el conjunto de relatos Diarios Miedos (2009), donde se empleaban como motor argumental las variables de nuestras inquietudes, esas sensaciones de inseguridad no controlables por la inteligencia, que habitan en los resquicios de lo cotidiano. Así sucede ahora en Sed, una colección que da continuidad a la senda de escritura abierta por la entrega precedente, Diarios Miedos, que es la idea de aglutinar textos con gran variedad de registros a partir de un elemento clave, en este caso el odio.
La ficcionalización del yo convierte a la primera persona en identidad verbal que nos hace partícipes de datos biográficos en los que podemos contemplar las ranuras de una intimidad verosímil; el yo biográfico toma distancia y somete sus percepciones a un proceso de objetivación en el que la historia personal del narrador queda a cubierto. La tendencia a utilizar una lengua natural obliga a emplear recursos expresivos que huyen de la afectación y supeditan estrategias a la reconstrucción de un escenario del que puede hacerse una lectura diáfana, apegada al universo del lector; los textos se narran con un lenguaje hecho con palabras diarias, un vocabulario claro, contenido y de difícil precisión para esclarecer matices. Por último, el viaje introspectivo marca un itinerario hacia dentro en el que los paisajes interiores absorben el contexto y reflejan caracteres y actitudes.
El título del volumen, Sed, como recuerda la nota de autor, puede entenderse como imperativo de ser, a partir del cual el narrador da vida a un conjunto de personajes que demandan autonomía para trazar un destino propio; o puede entenderse como sustantivo cuya semántica encierra la necesidad y la carencia. Ambos sentidos quedan a la decisión de quien se acerque a los cuentos, casi siempre breves, que son más antología que entrega unitaria, porque el tono es muy heterogéneo y se aprecia una búsqueda de caminos distintos. En el libro convergen argumentos nacidos de circunstancias sin relación aparente. Si el primero cuenta las sensaciones de una mujer solitaria que sufre los dolores previos al parto con la rebeldía de quien siente el frío de la soledad y un complejo sentimiento de extrañeza; en el segundo encontramos una epístola dictada por un médico en tiempos inquisitoriales, cuando los conversos eran objeto de persecución, y en el tercero, la voz de un animal doméstico, una voz interior que hace repaso de la convivencia compartida, y se silencia cuando la supuesta ternura se convierte en odio. Como se ve, los trazos del conjunto sugieren un planteamiento narrativo abierto, o una asociación cronológica de los contenidos que refuerza la autonomía de cada relato, aunque sean piezas de un conjunto. En este eclecticismo existen cuentos de difícil filiación por su apariencia formal como el guión representable “Antonio Marco Bruto” o el monólogo “Qué puede enviar un hombre solo desde un desierto sino lágrimas”.
Los cuentos de Sed proponen una mirada a la experiencia humana, interpretan el trasfondo del sujeto, sacan a la luz ese rincón vacío donde el tiempo multiplica las sombras.
Parece que este libro que nos recomiendas, "Sed", se convertirá por contra en una buena manera de mitigar nuestra necesidad de buena literatura. Gracias José Luis.
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