Paul Auster
Traducción de Benito Gómez Ibáñez
Anagrama, Barcelona, 2009 En 2006 Paul Auster se sumaba a la lista de galardonados con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Un reconocimiento más del quehacer creador de uno de los iconos de la narrativa americana actual. Nacido en Nueva Jersey, en 1947 y protagonista de un periplo biográfico muy conocido, ha publicado un notable conjunto de obras, en el que sobresale el ciclo de Trilogía de Nueva York, aunque el poblado catálogo permite reseñar también entregas como La invención de la soledad, La música del azar o El libro de las ilusiones, porque cada uno de sus lectores citaría, con igual propiedad, títulos de una imaginación que también ha publicado poemas, ensayos y ha hecho incursiones en artes como el cine.
Lo que resalta en Invisible, aunque el argumento no deja de ser desasosegante, es la estructura narrativa. Auster tiende a huir del paso a paso para hacer propuestas que exigen una pausada dedicación. La primera parte es una historia autobiográfica rememorada por Adam Walker, que se transforma en la segunda parte en un simple manuscrito autobiográfico de un escritor atascado en su libro que pide consejo profesional y que opta por cambiar el enfoque narrativo. Ahora covniven dos historias: las impresiones del autor reconocido, que compartió estudios con Walker, y el segundo capítulo de la autobiografía de Adam, quien opta por desdoblarse y contar su historia ante su propio reflejo, ese tú que asiente al largo soliloquio. El yo narrador se convierte en invisible porque no puede situarse a una distancia justa entre su personalidad y los acontecimientos que protagoniza; ese modo de contar la historia anula la libertad del sujeto y crea notables limitaciones que se superan si da a conocer los hechos a un destinatario ajeno.
En la tercera parte, el enfoque sorprende de nuevo. Una circunstancia argumental, la muerte de Walker, justifica la inclusión de un relato esta vez en tiempo presente y en tercera persona. La autobiografía avanza a ritmo de estación, primavera, verano, otoño… y es “Otoño” el manuscrito que copa la mayor parte de este tramo del libro, narrado en primera persona por el amigo de los tiempos estudiantiles. Hay un cambio estilístico palpable es en el manuscrito de Walker; la cercana presencia de la muerte propicia una escritura casi telegráfica, sin digresiones, hecha con frases cortas, donde narra su etapa vital en Paris. El relato en su tramo final excluye aspectos del entorno para centrarse sólo en los pensamientos y diálogos.
La cuarta parte es la más breve. Otra vez, Freeman retoma la historia en primera persona, recreando los días de 1967, cuando Adam retorna de París. Esos recuerdos contrastan con el presente en donde reaparece una de las protagonistas de aquella etapa vital; la hermana de Adam. A través de ella adivinamos que el relato de Adam altera la realidad, mezcla sucesos reales e imaginarios y concede a lo vivido y a lo soñado el mismo estado de verdad.
Cualquier análisis crítico que se haga de este libro reparará en su estructura. El escritor fluctúa, cambia el punto de vista, distorsiona la voz y sorprende con soluciones narrativas que acaban pareciendo el modo más adecuado de contar la historia. Los lectores aceptan los cruces de espacios y tiempos que se les propone, como si fuesen útiles ejercicios corporales para mantenerse en forma.
La elección de esta novela de Auster en el blog no es arbitraria. Se debe a que el libro será objeto de estudio y comentario en abril, entre el profesorado del IES Duque de Rivas que asiste a la tertulia literaria.
ResponderEliminarAdemás el libro sugiere aspectos de interés como el punto de vista narrativo o la estructura metaliteraria.
Tengo ganas de leer este libro desde hace tiempo, luego de leer esta entrada decidí comenzarlo ya, sacarle el polvo que adquiere a un costado de mi mesita. Muy buen blog, saludos desde el sitio minijuegos .
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