Miro atrás con nostalgia, buscando aquel tiempo de mentiras que debieron ser ciertas. En la niñez se busca asombro y no sentido lógico en las cosas; por tanto los Reyes Magos no son los padres sino la generosidad que confirmaba que portarse bien tenía premio. Entonces los mapas de la realidad tenían provincias de colores y yo no sabía que El Principito definía a los adultos como tipos extraños que ven sombreros donde hay boas que se han comido un elefante.
Después dejé la infancia en medio de ninguna parte y escribí este poema:
6 de enero
Algo me dice que en los ojos de un niño,
poniendo entre las sombras sus zapatos
y unos vasos de agua
para apagar la sed de esperados viajeros,
está toda mi vida.
Han pasado los años
y no sé de renuncias ni de claudicaciones:
jamás me fue posible vivir en otra casa
que no fuera tu sueño.
(De Población activa, 1994)
Bellísimo texto...que nunca perdamos la inocencia, o al menos que creamos,inocentemente, que no la hemos perdido.
ResponderEliminarUn afectuoso saludo.
Gracias, Marisa; por desgracia, la inocencia es el umbral del escepticismo; y es necesario quedarse fuera de casi todo para preservarla. Un fuerte abrazo y unos reyes magos generosos que nos dejen a la intemperie, a cielo abierto.
ResponderEliminarGracias, José Luis, por este poema tan bello y cierto.
ResponderEliminarHoy, veo el oasis de este día a través de los ojos de mi pequeña Sofía. Venimos precisamente de la Cabalgata. Va a ser triste cuando esto se acabe y, como en el poema, me sea difícil vivir fuera del sueño. Mi niñez, parece, sigue viva en los ojos de mi hija.
Abrazos para este día y que sea benévolos los Reyes. Lo mereces.