Cerrar los ojos para verte
Rodrigo Olay
Universos, Colección Texu, Asturias, 2011
Con juvenil desparpajo, Rodrigo Olay (Noreña, Asturias, 1989) abre su primera salida Cerrar los ojos para verte con una imitación de Gonzalo de Berceo. Que un estudiante de filología, incrustado en la piel de una sensibilidad tecnológica, saque de la sombra a un poeta medieval del siglo XIII es un hecho insólito y un grato testimonio de respeto a la tradición y de familiaridad con las raíces del árbol literario.
El tiempo, una reflexión recurrente, se convierte en veta principal del conjunto poemático inicial en el que prevalece el afán descriptivo, de tono elegíaco; se alternan el verso libre y los formatos cerrados, sobre todo sonetos y haikus. La sección siguiente, “Canzoniere” aborda el sentimiento amoroso, a través de lugares prestigiados por el verso (Venecia, Estambul), como cauce argumental de una película en “American dream” o desde la voz de un yo poemático que emplea variables formales y distintos magisterios para definir el amor en sus diferentes fases, desde el desbordamiento emotivo hasta el desencuentro. En todos estos poemas son palpables el coloquialismo y el tono confesional que marcan las páginas de un diario íntimo.
Las numerosas referencias literarias enaltecen conocidos maestros como Bécquer o Antonio Machado, cuyo verso final “Estos días azules y este sol de la infancia” sirve de título para un homenaje que resuelve con acierto el uso de la tópica machadiana en un atinado retrato, como se comprueba en los cuartetos: “Las páginas manchadas de ceniza / de cigarro barato, las ojeras, / la raída chaqueta con coderas / y secas mangas ásperas de tiza. / La mirada perdida, la memoria / supurando… el campo blanco, el frío / de un pupitre vacío, el lento río / del invierno en las manos sobre Soria.” En otro título de Jaime Gil de Biedma, “Según sentencia el tiempo”, que el poeta modifica levemente al colocar el artículo que sustituye a la contracción “del”, se acumulan secuencias donde se recuperan nombres propios que alientan paradojas y reflexiones existenciales. La autonomía textual prodiga aciertos aforísticos, juegos lingüísticos, similares a los empleados por Ángel González o por Juan Bonilla, y homenajes, como el de Bécquer en “Rima”.
Temas como la traición de Judas adquieren una formulación nueva; en el poema “Operación Triunfo” una vida en paralelo a la de Jesús de Nazaret concluye también con la traición del amigo y el pago final de las treinta monedas y el suicidio.
El apartado final emula a Borges y a ese procedimiento cervantino del manuscrito hallado y los estudios que lo mencionan o justifican. La erudita introducción, donde resuena con frecuencia la voz de Víctor Botas y su hilarante empleo de la ironía, deja paso a cuatro epitafios con extensas notas a pie de página y coda bibliográfica.
El libro inaugural suele ser un catálogo intencional a desarrollar en el futuro, una vagorosa declaración de principios, una expectativa. En su diversidad, Cerrar los ojos para verte discrepa de esa suposición e incorpora la voz de Rodrigo Olay al dubitativo espacio poético actual. Un conjunto de poemas donde no faltan naturalidad, emoción y el nítido destello de la buena poesía.
¡Me lo apunto!
ResponderEliminarHola Belén, desde la playita te recuerdo con el afecto de siempre y una cerveza a tu salud. Eres una de las razones para el regreso y si te animas a leer no dejes de conocer a un poeta nuevo que empieza con buen pie.Besos.
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