Cenotafio. Antología poética (1969-2009)
Jaime Siles
Edición de Sergio Arlandis
Cátedra, Letras Hispánicas, Madrid, 2011
El camino poético de Jaime Siles (Valencia, 1951) arranca en las postrimerías de los años sesenta, tiempo definido por la percepción metalingüística de una nueva promoción que tiene como abanderados a Pere Gimferrer y Guillermo Carnero y cuya foto colectiva fue la celebrada antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles.
La obra del poeta filólogo abarca cuatro décadas y atraviesa tramos cuya diacronía el propio autor ha esquematizado del siguiente modo: Canon inaugura la etapa inicial que traza una imagen objetiva de la realidad, poesía pura que enuncia la aprehensión de lo matérico y abarca hasta Música del agua; entre 1982 y 1989, es decir entre Columnae y Semáforos, semáforos, hay otra fase definida por un tono clásico que busca apoyo en el mundo sensible para evitar cualquier distorsión del intimismo; por último se vislumbra un arco temporal de madurez, más existencialista y reflexivo, marcado por el quehacer de Himnos tardíos; en ese poemario resalta un sentimiento trágico en el trasfondo ontológico; nos define la pérdida, un estado que asola el oro de los días y es pálido reflejo, agostada imagen de una expiación.
Con todo, en el acontecer lírico de Siles, no hay rupturas drásticas; el largo recorrido permite ensayar variaciones de contenidos, apoyarse en distintos magisterios y cambiar rasgos a la identidad del yo poemático. En la génesis de esta escritura hallamos rastros de Vicente Aleixandre y de Jorge Guillén, el plural simbolismo de una expresión hermética y la filosofía guilleniana que vislumbra el entorno vital como un sistema cerrado por el orden, que muestra en sus hechuras simetría y equilibrio y parece ignorar la condición precaria de lo material. De ese percibir nace una vía unitiva entre mundo y sujeto, como si fueran complementarios.
El complejo trenzado de influencias incluye también un notable interés por el surrealismo y la vanguardia, o el conocimiento directo, por su periodo formativo en Alemania y su faceta de traductor, de poetas germánicos como Hölderlin, G. Benn y Paul Celan, tan presente en Alegoría, el frutos literario más complejo.
Ya se ha dicho que la última lírica se reconduce hacia una poesía de pensamiento, siempre compatible con un persistente formalismo, con un discurso conceptista definido por su economía y condensación.
Cenotafio se constituye como una visión integral de un sensibilidad estética que muestra cohesión orgánica y un sentido propio de la palabra poética. Un legado complejo en el que la experiencia de la realidad se convierte también en experiencia del lenguaje. La claridad es siempre aspiración del sujeto; el lugar del poema no está en las oscuridades del lenguaje sino en el angosto túnel de lo existencial. El tejido versal sugiere una afirrnación, un fulgor instantáneo en la conciencia.
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