Bajo la alfombra
Ángeles Mora
Visor, 2008
Calmada y casi olvidada la agitación pintoresca que provocara, en el cierre de siglo, el rótulo “poesía de la experiencia”, se puede ahora, con reflexiva mesura, encarar el trayecto que sus componentes emprenden, libres de una taxonomía simple. Ángeles Mora nace en Rute en 1952 y su amanecida poética coincide con sus estudios de Filología Hispánica en la Universidad de Granada. La ciudad de la Alhambra disfrutaba en los años ochenta de un ambiente cultural enriquecedor que prodigaba iniciativas y sacaba a la luz una buena cosecha de voces emergentes, bajo el magisterio teórico de Juan Carlos Rodríguez y el credo estético de Juan de Mairena. Ángeles Mora entrega como carta de presentación el libro Pensando que el camino iba derecho, una obra editada en 1982 que busca su título en un verso de Garcilaso de la Vega y esboza un cancionero de ausencia.
Desde aquel inicio hasta Bajo la alfombra ha culminado un largo viaje creador, del que dan cuenta las muestras Antología poética (1982-1995), con palabras liminares de Luis Muñoz, y Las mujeres son mágicas, una edición impecable de Cuatro Estaciones presentada por Miguel Ángel García. Son panorámicas enriquecidas más tarde con la entrega Contradicciones, pájaros, en 2001.
Bajo la alfombra alude a ocultación y desvelamiento; a lugar secreto que esconde intimidad y a materia cotidiana que testifica la convivencia del sujeto con lo doméstico. La apertura “De poética y niebla” insiste en la idea asociando dos términos contradictorios en apariencia: la poética explicita intenciones; la niebla borra. El sentido final de la escritura no revela enigmas, es únicamente un impulso de búsqueda que se asoma a ese fondo sin límites para dar cuenta de una subjetividad que avanza tanteando: “Escribir es niebla. / Para mí quiero / todas las palabras. / Cuando escribo me escriben. / En su tela me enredo”. Lo metaliterario es hilo argumental que unifica las composiciones de la primera parte; la palabra integra la posibilidad de decir, da sentido a los hechos, alumbra sensaciones, vislumbra una convivencia solidaria con las cosas. El segundo conjunto, “De poética erótica” asccede al deseo; del mismo modo que la palabra lleva de una búsqueda de significado a otra búsqueda, el deseo impulsa a recorrer un paciente laberinto que nos acerque al otro, traza itinerarios de la ciudad, supone encuentros que anulen la condición de solitarios y nos dejen la luz de un sol ajeno, el camino de una piel por compartir. La indagación en la materia verbal concluye con “Interrogaciones”, articulación de la duda desde la poesía, indagación en la sensibilidad que habita, no en lo transcendente, sino en el lenguaje de todos los días.
La monotonía esencial de lo cotidiano vertebra la parte central, “Para seguir viviendo”. La mirada introspectiva acusa el devenir, percibe la erosión que busca sitio en la profundidad de los espejos; la felicidad del pasado y la esperanza languidecen en un presente cárdeno, que abunda en reflejos y anuncia el final de la tarde.
La semántica del apartado de cierre, “caminos de vuelta”, sugiere una estructura circular. Como escribiera Brecht, la verdad es concreta; el protagonista lírico en su viaje de conocimiento ha descubierto que oscuridad y luz se entrelazan. El sentido de las cosas no es diáfano; la salida puede ser una entrada al laberinto; detrás de cada historia se escribe otra subterránea.
La entrega Bajo la alfombra permite descubrir las claves literarias de un discurso lírico en su etapa de madurez. Los poemas argumentan itinerarios de ida y vuelta sobre dos nociones: las variables expresivas de la palabra en su búsqueda de sentidos y la constante refundación que el fluir temporal somete al protagonista verbal: “Pronto / otras palabras subirán deprisa / la escalera, / se abrirán cuando rompan / la corteza de las que te dimos. / Es un rumor creciente el porvenir”.
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