Tempero
Fermín Herrero
Hiperión, Madrid, 2011
Hay términos de uso restringido cuya semántica propicia la evocación y lo elegíaco. Es el caso de “Tempero” que en el diccionario precisa con definición ejemplar: “sazón que adquiere la tierra para las sementeras y labores”. Detrás de esa palabra cohabitan la estampa minimalista de José Jiménez Lozano, el ruralismo narrativo de Miguel Delibes o el tiempo sosegado y meditativo de Antonio Machado. Fermín Herrero (Ausero de la Sierra, Soria, 1963) es uno de los escasos nombres de la lírica intersecular que sigue inmerso en esa tradición del paisaje castellano, ya núcleo argumental de entregas anteriores.
En Tempero hallamos un libro orgánico que reitera algunas claves formalistas, como el poema breve y los títulos al término de la composición para que los versos nos lleven de forma natural a la definición y no condicionen de modo previo la lectura.
El profesor José Luis Herrero, de la UNED de Soria, ha investigado la presencia de sorianismos en el diccionario de la Real Academia y ha completado un fichero léxico de la provincia que puede ser de gran utilidad al curioso lector que se acerque a las composiciones de Tempero y encuentre términos cuya etimología remite al alto llano numantino, la comarca de Tierras Altas, un espacio geográfico ubicado en el nordeste de Soria que ha sufrido un intenso éxodo rural. El severo despoblamiento ha puesto fecha de caducidad a una cultura campesina milenaria que hallaba en la práctica agrícola y en la ganadería de trashumancia sus habituales modos de vida.
El poema busca el olor de la tierra, la carga sensorial de un paisaje que ha perdido cualquier alabanza de aldea para sumirse en un estado de letargo que propicia una contemplación demorada: “La tarde que se alarga. Nieva. La duración / en mí, que me desprendo y al cabo doy / en todo. Y solo. Aquí o allá / es lo mismo, inmediato. Ahora puedo / ver, alguien me pronuncia, el tiempo / me retiene más suyo que nunca, menos / transcurso, a salvo ya de su condena…” Ese fenómeno atmosférico, la “Húrgura”, que genera la borrasca de nieve y viento rompe el trascurso monótono del día para incidir en la condición de ser en medio de los ciclos naturales.
El campo da una sensación de estatismo, un devenir que alienta la quietud y el despojamiento y que halla en la imagen de un cerro pelado el reflejo de la propia esencia de vivir; se van agotando los afanes y las pretensiones, los elementos del paisaje muestran una común actitud de calma que acrecienta la soledad del que contempla o ese desamparo que lleva a buscar el abrazo del otro para librarse del escalofrío.
La poesía de Fermín Herrero tiene el tono justo de la confidencia; no levanta una voz que apenas cambia con el tiempo, otea el horizonte y se encoge de hombros, convencido de que la naturaleza tiene un destino marcado, una cadencia que invita a reflexionar sobre los signos de lo mudable y a guarecerse a cielo abierto, detrás del pensamiento.
...traigo
ResponderEliminarsangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
COMPARTIENDO ILUSION
JOSE LUIS MORANTE
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE FLOR DE PASCUA ENEMIGOS PUBLICOS HÁLITO DESAYUNO CON DIAMANTES TIFÓN PULP FICTION, ESTALLIDO MAMMA MIA, TOQUE DE CANELA ,STAR WARS,
José
Ramón...
ahora mismo no sé que me apetece más, si leer poesía o perderme por Soria...
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