Fernando Beltrán
Hiperión, Madrid, 2011
Desde sus inicios, la memoria existencial es una constante en la poesía de Fernando Beltrán, cuyas estaciones poéticas se compilan ahora en Donde nadie me llama. Treinta años dan para mucho, como sugiere la excelente introducción de Leopoldo Sánchez Torre, el crítico que más certeramente ha estudiado a Beltrán, aunque no faltan otros sondeos clarificadores, como los firmados por Araceli Iravedra y Luis Bagué Quílez.
Entre el sensismo y la poesía entrometida, dos etiquetas que ya forman parte de la historiografía crítica contemporánea, podemos percibir una mutación significativa. El inicio, Aquelarre en Madrid, nos deja una poesía cuajada de imágenes, hecha de poemas de cierta extensión, con versos de asociaciones alógicas; un modo de escritura alucinado y visionario, que subraya la intuición y la capacidad de inventiva pero que oscurece los significados. Poco a poco, con títulos de transición como Ojos de agua y Gran Vía, la voz alcanza el tono singular del poeta entrometido; el sujeto verbal adquiere el perfil de un hombre de la calle. En los sucesivos momentos escriturales se preservan los vínculos entre lo acontecido y el pulso de la tinta; existencia y lírica caminan en la misma dirección. Además, el autor cree en la utilidad terapéutica del verso; de ahí la necesidad de que la escritura sea “más humana, impura y desganada”, capaz de cimentar el vivir cotidiano desde una posición interrogativa; introspección no es ensimismamiento sino la certeza de que la otredad tiene un sentir mimético y un mismo afán por construir un contexto plausible. Si las entregas aurorales inciden en la temática urbana y en la polivalente relación entre sujeto y entorno, una contingencia histórica – el estallido de la Guerra del Golfo el 17 de enero de 1991- condiciona El Gallo de Bagdad, autodefinido como un conjunto de poemas de urgencia, ecos de un portavoz que registra al detalle el avance de la desolación; el lirismo se mitiga al filo del prosaísmo y deviene interrogación que descifra la agonía. Toda escritura es una suma de obsesiones. Una y otra vez se dan vueltas alrededor de unos cuantos conceptos, alumbrando un discurso circular. El amor tiene un profuso tratamiento en la obra de Fernando Beltrán; este discurso amoroso ensarta variaciones, es siempre un relato inconcluso que deja en el sujeto verbal una provechosa lectura. Muchos lectores suscribirían sin asomo de dudas que La semana fantástica es la entrega cimera. En cualquier caso, es el libro más popular del autor, el que acumula más poemas antológicos. En varios textos asistimos a una indagación extrema sobre los precipicios de la historia reciente. Hay toma de postura y sentido crítico; las aguas transparentes del bienestar y del progreso arrastran una funesta cantidad de limo. Libro de madurez, El corazón no muere toma el título de un verso de Czeslav Milosz y se constituye como un poemario sobre la muerte, última palabra que pronuncia el tiempo. Sirve de coda la sección “Poemas rebeldes” una muestra de composiciones desgajadas que no hallaron sitio en conjuntos poemáticos o vieron la luz al toque de revistas o antologías; son textos que concilian diversidad y autonomía pero que no difieren del pulso que define al autor. Fiel a sí mismo y a su particular visión del hecho literario, el patrón creativo de Fernando Beltrán –ya se ha dicho- constata una sensibilidad marcada por la empatía con lo cotidiano; el sujeto verbal refleja un posicionamiento de la voluntad ante el entorno propio; habita un lugar con sentido de pertenencia, acumula detalles, observa, registra, denuncia desajustes, se emociona y casi nada le pasa desapercibido porque sabe que la verdadera condición del yo tiene en el otro su punto de partida.
Estupendo comentario, como es habitual en todos los de JLM, sobre la obra de Fernando Beltrán. Enhorabuena, José Luis. Y sigue dándonos buena cuenta de tu buen excelente hacer a través de tu ya imprescindible blog.
ResponderEliminarQuerida Herme, conoces mejor que yo la poesía y el trabajo de Fernando Beltrán. Tal vez por eso miras con más benevolencia mi lectura. En cualquier caso, es un placer encontrar, después de tanto tiempo, tus opiniones en el blog.
EliminarEn mayo -sol, tertulia y cerveza fresquita- nos vemos en Rivas, en Madrid o en Asturias... Vaya, que nos vemos seguro.
A mí, querido José Luis, La semana fantástica de Beltrán me marcó y ya nunca olvidaré sus versos:
ResponderEliminarHay una rubia tutsi al fondo del pasillo
y una anciana muy hutu
sentada junto a mí,
molestándome a veces con la torpe
incursión de sus brazos.
También hay entre todas las personas
seis o siete sencillas de fichar.
Encorbatados tutsis
con el gesto grapado a sus disfraces
y a su lado la trama milenaria
de los sufridos hutus de la calle.
Pero me dan más miedo el resto de los rostros.
Los ojos sin indicios.
Las frentes sin señales.
¿Serán hutus o tutsis?
¿Serán serbios o croatas?
¿Serán rojos o azules?
Es todo un señor poema que te invita a la reflexión. Distintas miradas del mundo, distintas ideologías, distintas visiones de la ciudad.Maravilloso.
Un beso, JL Morante.
Qué alegría encontrar tus palabras en este blog. Me complace que Fernando te parezca un poeta a seguir y que su poesía entrometida haya dejado en tu memoria una huella tan perdurable.
EliminarAcabo de ver tu blog. Hoy corresponde darte un abrazo de elefante. Y mañana un mimo fuerte para que tu pierna se mejore pronto.
Leí hace mucho tiempo alguna cosa de Fernando Beltrán, pero desconozco lo más reciente. Buena edición para poder retomar su lectura. Gracias por compartirlo con este análisis y síntesis critico José Luis.
ResponderEliminarUn abrazo
Jesús
Querido Jesús, aprovecho para agradecerte el envío de LA PAPELERA DE PESSOA y LA LUZ SOBRE EL ALMENDRO. No conocía esta editorial, LIBROS DEL AIRE, así que buscaré su catálogo en estanterías de novedades. Me gusta el sencillo diseño de la portada y el color acuoso. Será un placer sumergirme en tu poesía en breve. Abrazos.
Eliminar