Perspectivas sobre Valente
Edición de José Andújar Almansa
y Antonio Lafarque
Pre-Textos, Valencia, 2011
El cauce creador de José Ángel Valente (1929-2000) se ha convertido en senda y magisterio de
buena parte de la nómina poética española del cierre de siglo, acogida bajo la
denominación “poética del silencio”. El escritor desaparecido define una
estética de la transcendencia, diversificada en lírica y ensayo, que aglutina
desnudez, despojamiento e indagación en el sentido último de la finitud, a
través de elementos simbólicos como la luz y el desierto.
Valente fue un poeta escindido de
la rama generacional del medio siglo que eligió Almería para vivir los últimos quince años de su
existencia, un lugar en la periferia, a trasmano, que lo acogió con
hospitalidad. Al cumplirse el décimo aniversario de su muerte, fue sede de un
encuentro de estudiosos y especialistas para abordar la figura y la obra desde
una perspectiva plural.
El conjunto de las intervenciones se integra en El guardián del fin de los desiertos, una aproximación coordinada
por José Andújar Almansa y Antonio Lafarque, con disposición de tríptico. El
apartado inicial, “La memoria”, explora el discurrir biográfico a través de testimonios
que integraron el círculo más íntimo. El introvertido carácter de solitario se
disipa en bocetos afectivos que rehumanizan la figura existencial, muchas
veces, proclive a la aspereza y al juicio espinoso sobre contemporáneos. Para
los que pretenden diferenciar entre vida y obra, la conclusión general de los
ensayos incide en la idea de que son conceptos complementarios. En esta
cronología vivencial, en la participa Antonio Gamoneda para enlazar el pensamiento
poético con hitos biográficos como la vida y la muerte, tiene especial
significado el análisis de Andrés Sánchez Robayna sobre el diario inédito, una
miscelánea que arranca en los años cincuenta y se mantiene hasta sus últimos
días. Esta redacción discontinua aglutina apuntes biográficos, esbozos críticos
sobre lecturas, citas, disquisiciones aforísticas y bocetos de textos en verso
o en prosa. En septiembre de 2011 el Diario
anónimo fue publicado por Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, en
edición de Andrés Sánchez Robayna.
Cuatro aportaciones compila la segunda
sección, “Los signos”, centrada en el recorrido creativo. El apartado desvela
la segregación natural: poesía, traducción y ensayo. En él sondean José Andújar
Almansa, Lorenzo Oliván, Miguel Gallego Roca y Jordi Doce. Exploran la
diversidad genérica y su común
aspiración a la unidad a través del carácter cognitivo del lenguaje. La palabra
poética trasciende la realidad, multiplica símbolos y oculta a la razón el
significado común porque las referencias se disuelven y la escritura no se deja
llevar por la inercia de lo establecido. La poesía nace de la crisis de
identidad del sujeto poético y de la necesidad de recobrar el sentido
originario de las palabras de la tribu. Por otra parte, Valente prodiga una
abundante reflexión metapoética que conexiona con la tradición mística y con la
filosofía. Gallego Roca analiza el concepto de traducción del escritor, cuya
labor se compiló en 2002 en su Cuaderno de versiones. El rastreo de
obras de otra lengua le permite profundizar en legados foráneos y, al mismo
tiempo, le ayuda a clarificar el sentido de su propia tradición.
El pensamiento crítico de Valente promueve el ensayo de Jordi Doce; el
poeta y traductor perfila un contexto personal a partir de la precaria
situación ensayística de los noventa en nuestro país y recupera el supuesto
enfrentamiento teórico entre dos magisterios de ese tiempo: Jaime Gil de Biedma
y José Ängel Valente. Para Jordi Doce el ensayo crítico de Valente no es sino
una paráfrasis de su discurso lírico.
El muestrario de cierre acumula enfoques abiertos. Abre la sección María
Payeras, investigadora que ha firmado valiosas aproximaciones a la promoción
del 50 y a la colección Colliure; de ahí que se detenga en el tramo inicial del
discurso lírico, cuando Valente se aproxima a una estética compartida, su
discurso teórico se inserta en una realidad simbólica y se proyecta la imagen
del autor en la obra. Sobre esa realidad simbólica y sobre la convergencia
entre estética y filosofía profundiza Carlos Peinado Elliot sobre Tres lecciones de tinieblas, tal vez la
entrega más hermética.
Ha transcurrido más de una década desde el fallecimiento del escritor y
su presencia literaria no ha hecho sino acrecentarse. El valor y la actualidad
de su testimonio intelectual fomentan aproximaciones y contribuyen a
profundizar en una senda creadora que puede analizarse con perspectiva
histórica; una estética de rigor y despojamiento que lleva al lenguaje hasta el
punto cero.
Interesante parece ser este libro sobre la obra de Valente, uno de los poetas claves de la poesía la segunda mitad del siglo XX, que tan inteligentemente expones en esta reseña.
ResponderEliminarSólo me choca un poco lo de "poeta escindido de la rama generacional del medio siglo". No entiendo de generaciones, creo que cada poeta se pertenece a sí mismo y no se "escinde" por tanto de ningún grupo. Pero la reseña es excelente José Luis. Un abrazo.
Hay mapas colectivos que pertenecen ya a la bibliografía crítica, aunque su precisión sea compleja. Es el caso de la teoría generacional que tantas aproximaciones ha conocido. José Ángel Valente estaba en aquella foto de Colliure, en el homenaje a Machado y, en su primer tramo, comparte inquietudes estéticas con poetas como Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, o Ángel González. Después caminó en soledad, pero la experiencia colectiva del grupo del cincuenta existió. Un cordial saludo.
ResponderEliminarEntiendo lo que me dices José Luis, pero sigo pensando que la experiencia poética, en su esencia, es siempre muy personal, y espero que espero que no intransferible, al ser vivida y disfrutada al tiempo por otros. Un abrazo.
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