domingo, 1 de diciembre de 2013

ELOGIO DEL EDITOR.

El libro no existe hasta que un editor confía en su calidad y lo transforma en producto cultural. Hasta ese momento, no era sino la esperanzada labor en el tiempo de un escritor, un puñado de folios que duerme en el cajón esperando la aurora de la imprenta. Así que hoy, domingo de sol frío y calma municipal, me corresponde hacer el elogio del editor como máximo responsable de la presencia social de cada género. Su papel es bien conocido por todos los que escribimos. Yo además soy un afortunado: mantengo con mis editores una entrañable relación personal. No hay contrato más ecuánime y valioso que la amistad. Mis editores son mis amigos:
 
Con Javier Sánchez Menéndez
Ediciones de la Isla de Siltolá, Sevilla

Con Josune García López
Cátedra, Letras Hispánicas, Madrid
 
No pueden faltar en estas líneas Luis Felipe Comendador, editor de Reencuentros, en Lf ediciones, Marino González Montero, editor de Mejores días, en De la Luna libros y Francisco Peralto, editor de Corona del Sur, que puso en las estanterías Nubes, mi cuaderno de haikus. Un abrazo grande. Seguimos cerca. Seguimos. 

12 comentarios:

  1. "De bien nacidos es ser agradecido" y siempre es bueno volver sobre nuestros pasos y agradecer que en el camino hemos encontrado amigos con quien compartir y disfrutar de los momentos más entrañables. Amigo José Luis uno recoge lo que siembra y me temo que tú estás agradeciendo aquello que has sembrado. Un fuerte abrazo.

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    1. Querido Paco, tu reflexión es muy válida; mi experiencia personal con los editores ha sido muy grata, he tenido tanta suerte que a menudo debo pellizcarme para saber que es verdad. Creo más en la relación personal que en los contratos. Por eso, era necesario dar las gracias aquí. La gente que invierte su dinero en cultura en vez de en su propio lucro personal merece admiración y respeto. También afecto. Así que reitero mi gratitud. Un fuerte abrazo, Paco y feliz domingo.

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    2. Sí, también yo creo en la relación personal. Por eso mi experiencia es tan distinta de la tuya: para mí el editor siempre ha sido alguien que en la distancia gestionaba un producto que no me concernía (institución-premio-editorial) o bien la carta fórmula que me decía que no. En este último libro por fin ha cobrado forma, rostro, aunque, desde luego, eso no nos convierte en íntimos. Sin embargo, considero que el vínculo debería ser de las obras y no de las personas, pues por esa regla de tres un autor sin amigos será un autor inédito hasta el fin de sus días. Hay de todo en la viña del editor, como en la de quienes escribimos. Y cada cual, según le haya ido en el viaje, trazará el itinerario: algunos en primera y los más como náufragos.

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    3. En literatura no hay certezas absolutas sino actitudes y experiencias concretas. Es verdad que cada cual no puede contar otra versión que la que ha protagonizado por sí mismo al cabo de los años. Por tanto, querida Pilar, reitero que tengo una relación entrañable con mis editores: nunca han sido un contrato sino una voz cálida en el teléfono o un sillón con el manuscrito bajo el brazo. Sería muy largo explicar las horas compartidas con ellos y casi siempre sería un ejercicio de nostalgia feliz al evocar cada una de las últimas entregas en la calle. Yo no tengo editores sino amigos, y esa palabra la pronuncio en su sentido más limpio, sin componendas, sin arribismos, sin pedir tratos de favor... Por eso debo tanto a Javier, Josune, Luis Felipe, Marino o Paco Peralto. Un abrazo fuerte, Pilar.

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  2. Tienes toda la razón. Gran labor la del editor en este mundo . Un abrazo.

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    1. Un abrazo cordial y mis mejores deseos para tu fantasía épica ESCAMAS Y BRONCE; es un trabajo tan abrumador que no puedo imaginar las infinitas horas que has pasado en su escritura. Que tengas mucho éxito, de corazón. Un saludo desde Rivas.

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  3. Me alegro mucho de tu buena relación con esos editores que citas, tan buena como merece ser tratada tu persona y tu poesía. Lo único que siento es que uno de ellos, al que conozco mucho más y mejor que tú, acostumbra a poner fecha de caducidad a sus amigos. Ojalá me equivoque y salgas ileso. Abrazos.

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    1. Querida María, como verás en la respuesta a Pilar Blanco, una amiga entrañable como tú, no pretendo dogmatizar ni hacer verdades absolutas de mis sentimientos. Conozco las fechas de caducidad del afecto y esas zonas sombrías que llenan las distancias entre el yo y el otro, pero también conozco las zonas de luz. Y de ellas escribo. Y hablaré siempre mientras reciba el mismo trato y la misma mano tendida. En la literatura están mis mejores amigos. Un fuerte abrazo, María.

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    2. En este debate, estoy más de acuerdo con Pilar Blanco. Nadie monta una editorial para hacer amigos o viceversa, pues el editor piensa antes en sus intereses y luego en los de los autores. Fíjate que la persona a la que antes aludí ha tenido que montar la editorial para publicar sus libros. Con tal conocimiento de causa, siempre digo que hay que separar los asuntos profesionales de los amistosos, por muy puros que sean. Las mezclas suelen explotar, tarde o temprano, y nunca debe confundirse la mano tendida o el buen trato con la amistad verdadera, aunque haya momentos en que convenga creer esto último. Otro abrazo.

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    3. Acepto tu reflexión, sin ningún problema, querida María, pero insisto: mis editores son mis amigos. Claro. Abrazos.

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  4. Hola José Luis, yo publiqué mi primer poemario con Francisco Peralto en la colección Azul y tierra. Tengo tu poemario Nubes, que bebo a pequeños sorbos que saboreo. Hay editores entrañable como Peralto, como Ángel Leiva, como Pedro Luis Ibáñez Lérida y Martín Lucía. Un abrazo.

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    1. De esos editores, habla la entrada María José. A pesar de la impresión general de que editores y autores están en orillas enfrentadas yo sigo creyendo en los puentes afectivos. Sin ellos no somos. besos de bienvenida.

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