sábado, 3 de diciembre de 2016

MARK STRAND. LOS VERSOS NECESARIOS

 Mark Strand (1934-2014)


                POESÍA NECESARIA


   Dos compilaciones de Mark Strand (Summerside, Prince Edward Island, Canadá, 1934, New York, 2014) me han acompañado estos años con la eficacia cálida de la buena poesía. La primera, Aliento es una muestra con traducción y prólogo de Julián Jiménez Effernan, editada con gusto de coleccionista en el sello Cuatro estaciones, al cuidado de Manuel Lara Cantizani y Juan Carlos Reche; la segunda, Sólo una canción  fue preparada por Eduardo Chirinos, responsable de la selección, traducción y prólogo, y se integró en el catálogo de Pre-Textos. Las dos son arcos representativos y se adentran con acierto en las complejidades del quehacer lírico de Mark Strand, poeta laureado, docente universitario, viajero continuo, lector de Alberti y Borges, traductor de Carlos Drummond de Andrade y amigo de poetas como Octavio Paz,
  La poesía de Mark Strand se reconoce de inmediato y sumerge al lector en un estado de ánimo indeciso, entre la angustia y el desconcierto, no tanto por su carga autobiográfica –al cabo, el transcurso existencial  es un incansable venero temático para cualquier creador- sino por el extravío que suscitan en el lector esas mínimas crónicas de soledad que narran sus poemas. Lo cotidiano esconde un lado fantasmal, una sombra nebulosa que incide en mostrar itinerarios nuevos en el espectador, a pesar de reiterar de modo obsesivo conocidas preocupaciones: la identidad del yo, el discurrir temporal, la fragilidad de la existencia, los retratos de seres cercanos, o la extraña correspondencia entre sujeto y entorno.
  Como en la literatura de Kafka, en los poemas de Mark Strand la realidad es siempre imprevisible; no cuestiona sus hábitos rutinarios pero en cualquier momento una estela vacía se llenará: “El tiempo me dice lo que soy. Cambio y soy el mismo. / Me vacío de mi vida y mi vida permanece”. De esa aparente contradicción manan los argumentos: quien mira desde la casa a un hombre parado en el jardín, es el mismo hombre que se siente espiado desde algún sitio; el paseante a la luz del mediodía es invisible; solo en la sombra se revela precisa la silueta del yo desdoblado.


                                         

2 comentarios:

  1. Felicidades, magnífica reseña por lo escueta y certera.

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    1. El poeta es una de las voces mayores de nuestro tiempo, querido Julio, así que su poesía no requiere una divagación sino el compromiso feliz de la lectura.
      Muy agradecido por tus palabras y por tu presencia en este puente de papel. Abrazos y feliz día.

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