Reflejos |
EL CHARCO
Mientras paseaba despacio bajo el paraguas, recordó. De niña buscaba
charcos para saltar sobre su transparencia. En la piel reseca, floreció una sonrisa.
Siguió caminando y vislumbró un extraño círculo de agua en medio de la calle. No lo dudó.
Plegó el luto del paraguas, lo dejó dormir unos minutos sobre la acera y ensayó un
primer salto, y otro y otro, antes de que le faltara el aliento… Con las
punzadas de humedad saturando el vestido se sintió renacida.
Recogió el paraguas y ya no lo abrió. En la tarea del regreso, imaginó cómo justificaría ante el personal del geriátrico la ropa y sus zapatos mojados. Daba
igual si no hallaba una excusa. De niña, también creía en el final feliz.
(De Cuentos diminutos)
Pisar los charcos es una forma inteligente y lúdica de matar el tiempo, doblegar la materia y distorsionar las imágenes. Ante tanta fuerza vital al paraguas no le quedaba otra que seguir su luto.
ResponderEliminarMe encanta José Luis
Hay hábitos, querido poeta, solo frecuentados por la imaginación y el pasado, acaso porque el ahora es una acera seca, hecha con baldosas de pragmatismo. Así que dejo que la imaginación me dicte este cuento con final feliz. Que ya es hora de que salga el sol. Un gran abrazo, Luis.
EliminarEfectivamente, que importa si no hay excusa y disfrutado de su libertad dejando atrás las normas.
ResponderEliminarA mi también me encanta.
Gracias amiga, sé que es muy difícil acertar a diario; pero el trabajo está ahí, intenso y cansado, hecho de palabras y ánimo como el tuyo.
EliminarQuerido José Luis, prefiero contestarte en tu blog tu comentario en el mío. Llevo casi tres meses sin colgar en Mientras la luz un entrada digna de tal nombre. Sin duda porque el esfuerzo de mantener un blog es grande y uno no está a veces para trotes. Te envidio, como envidio a otros muchos blogueros que dedican su tiempo y sus fuerzas a los demás, tú entre ellos y de los más activos. Por ti y por otros como tú sigo. Dignificas estos espacios frente a tantos que solamente ven en estas ventanas venta. (Sabes que existen). Difundir obra propia es una oportunidad legítima, siempre que -como tú y otros intentamos- se convierta en un diálogo con la obra de los demás. Puentes de papel es un ejemplo. No van por ahí los tiros míos, sino por el sofoco que produce mantener un blog, y tú lo sabes. A veces tomarse un respiro sin premeditarlo, como ha sido el mío, crea mala conciencia. Es mi caso. Algunos compañeros mantienen que defender los blogs son una señal de resistencia inteligente, que son un refugio para la reflexión y el sosiego. Para la amistad y lo cordial, que están lejos del griterío. También lo creo. No me voy. Espero superar el ere. Gracias por estar al quite de forma tan generosa. Mi abrazo.
ResponderEliminarGracias a ti por entender que los espacios de diálogo nunca sobran, que la miga de pan que cada uno deja sobre el mantel es alimento, aunque sea para un simple gorrión... Así que feliz de que sigamos juntos en la amistad y en la poesía, que es una amistad más callada pero igual de intensa. Hablamos pronto, poeta.
EliminarSiempre me ha gustado pisar y saltar los charcos. Hay algunos de estos charcos llenos de agua que nunca he olvidado y sé exactamente donde se encuentran. Ahora tienen cemento, entonces era barro, pero al agua le gusta reposar allí
ResponderEliminarBesos
Querida amiga, hay secuencias vitales que parecen atemporales, yo preservo en los repliegues de la memoria muchas imágenes de mi pueblo y me fui de allí con diez años para estudiar interno en Ávila, así que creo sin problemas dónde estaban aquellos charcos de tu niñez que ahora mancha el cemento. Un fuerte abrazo, Luz.
EliminarMaravilloso cuento.
ResponderEliminarY maravillosa tu amistad, como aquel hombre que descubrió un día que sus versos tenían un único lector, pero cuya lectura era tan cómplice que la necesidad de no decepcionarlo impulsó un inacabable reguero de libros. Yo no quiero tanto, Tracy, solo tu cercanía y tu amistad. Muchas gracias.
EliminarPisar charcos, subir y bajar de las aceras, esos toques de libertad que nos mantienen en los recuerdos que jamás podemos perder. ¡Qué delicia de cuento!
ResponderEliminarUn abrazo, José Luis.
Es una invitación a la ternura, maría, una apuesta para que la épica no borre la lírica. Abrazos.
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