miércoles, 8 de septiembre de 2021

FERNANDO CAMACHO. RESPONSABILIDAD GENERACIONAL CORPORATIVA

Responsabilidad generacional Corporativa
Fernando Camacho
Sonámbulos Ediciones
Granada, 2021

TIEMPOS BINARIOS

 

   Desde los andamios poéticos de una ópera prima hay que controlar el vértigo de de la originalidad a cualquier precio y el sedentario conformismo de asumir la ruta gregaria. Lo recuerda en su hermosa nota de contraportada Rocío Acebal Doval, la ganadora en 2020 del Premio de Poesía Hiperión, con  Hijos de la bonanza, al presentar la amanecida de Fernando Camacho (Sevilla, 2021), autor de Responsabilidad Generacional Corporativa.
   La solemnidad del aserto, extraído de un concepto sociológico sobre economía sostenible, convoca de inmediato en una primera lectura a la ironía. Pero también al deseo de no convertir la entrega en un dietario sentimental que resuelve en sus contenidos semánticos los interrogantes abiertos en el ahora social, un tiempo binario marcado por el desconcierto de la pandemia y el entrelazado poderoso de la sociedad global.
   Estudiante de Derecho y Ciencias Políticas primero, y ahora de Estudios Ingleses e Historia del Arte, Fernando Camacho ha publicado algunos poemas en la revista Maremágnum. En aquellas composiciones evidenciaba que personaje lírico y sujeto biográfico comparten el mismo andén de cercanías. El discurrir del verso se entiende como una conversación intimista, una reflexión sobre las aguas revueltas de la realidad cotidiana. En la escritura habita la voluntad de ser, la mirada en el espejo para encontrar las coordenadas que definen al yo aplicado en percibir las grietas del desasosegante techo de la actualidad. La composición de apertura “Mis años treinta” ensaya un meditado autorretrato que hace balance, al consumir tres décadas de rutinas y hábitos. Los versos deambulan por esas sendas que muestran un entrelazado de asuntos personales y preocupaciones colectivas; en suma un sujeto histórico, con músculos y huesos orteguianos, marcados por las circunstancias. Fernando Camacho plantea otro retrato personal complementario en la composición “Quiero que lo sepan por mí”. Esta vez afloran las zonas de sombra del huésped interior desde un inventario de carencias. En el propósito final habita la esperanza de comenzar de nuevo y hacer del sereno nihilismo de la experiencia una amanecida.
   Entre los referentes culturales  que maneja el poeta está la sensibilidad de Gustavo Adolfo Bécquer, estación obligatoria para construir una poesía en el que sentimientos y emociones actúan como vértices del poema; y están otros clásicos como Ted Hudges, a quien dedica una doble versión que alude a los recorridos biográficos más conocidos del poeta. Los poemas también se aproximan, aunque sea de forma tangencial, a otros nombres propios como Luis Cernuda, Pablo Neruda o Gonzalo Gragera. Así mismo, es un buen estante de miradas culturales la Historia del Arte, que acerca al lector hilos sueltos de una pinacoteca abierta a los sentidos, como Caravaggio o Guercino.  En el apartado de apertura se integra el poema homónimo “Responsabilidad Generacional Corporativa” que se presenta  como una dilucidación sobre el compromiso cívico al focalizar el contexto y su rendimiento incondicional para ser, sin más, el yo ensimismado que no se presta a llevar en público ningún estandarte. Esta aparente atonía al percibir la vida al paso encuentra su contrapunto en “La banalidad del mal (larga vida a Doña Hannah) una composición  reflexiva sobre la condición del ser y su incansable epitelio de sombras. En ese estar del sujeto hay también un reflejo que vislumbra la proximidad de la muerte y el viaje con fecha de caducidad  del trayecto vital que, antes o después, nos convierte en inevitables protagonistas de un mal guión.
   La breve sección final “Vacaciones en el mar” conforma un devenir hecho de estratos sensoriales y fragmentarios en los que el mar es una presencia fuerte por su plenitud y su belleza. Así se constata en poemas como “Imagínate un ser…” o en el más localista “Asturias”, casi una crónica de la memoria que enlaza el recuerdo y la plástica visible del paisaje. En otras composiciones del apartado el estar busca espacios tangibles que alzan emociones y sentimientos de la arquitectura afectiva.
   En su epifanía, la voz poética de Fernando Camacho se siente cómoda en el lenguaje figurativo. Prodiga un afán  de comunicación y diálogo que comparte incertidumbres y observaciones, la estela de finitud que abren los sentimientos. Con voz tranquila, coloquial y directa, construye un relato personal que abraza sentido crítico y un optimismo preventivo, capaz de superar la interinidad de cualquier certeza. Vivir es eso, entenderse a uno mismo y buscar sitio en el poema al ánimo feliz de un domingo de fútbol.
 
JOSÉ LUIS MORANTE

 

 

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