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Estatua de sal y otros poemas Cristina Gutiérrez Leal Dcir Ediciones Caracas, venezuela, 2017 |
MIRAR ATRÁS
El rótulo del libro remite de inmediato al episodio bíblico de la
destrucción de Sodoma y al posterior castigo a la mujer de Lot, convertida en
estatua de sal por desobedecer la imposición divina. Una contingencia
argumental que admite distintas lecturas poéticas, algunas tan conocidas como
la de Wislawa Szymborska, Premio Nobel polaca, quien recrimina el gesto
vengativo que no deja sitio a la compasión. Cristina Gutiérrez Leal (Coro,
Estado Faldón, 1988, Venezuela), que ahora reside en Río de Janeiro, Brasil, preparando
en la Universidad Federal el Doctorado en Ciencias de la Literatura, ensaya
facetas creadoras como la poesía, el ensayo y la fotografía; y consiguió con
este poemario el Premio XX Bienal José Antonio Ramos Sucre en 2015.
La escritora inicia itinerario por la palabra con un ideario explícito,
como si fuese urgente definir el propósito escritural. Los versos requieren la
intromisión interna de quien los escribe; no son un escaparate sosegado de
belleza sino estados de ánimo que retratan en negro el entorno –templo, casa,
prisión, jaula…- y manifiestan en su desnudez la textura fría del desamparo
propio y colectivo.
En los poemas iniciales, integrados en “Casa” se definen las sobrias
líneas de lo doméstico; la infancia no es el territorio áureo de los sueños
cumplidos sino un espacio angosto en el que afloran los contraluces de la travesía
biográfica que enmarca la angustia y da vuelo a la necesidad de encontrar lugares abiertos, donde queden
superadas en la distancia las líneas del pasado. Este exilio pactado con el
tiempo adquiere en algunos poemas un sentido trascendente, como si la fe
religiosa indagara en otros itinerarios del destino personal, con una función
nueva: “Pensándolo bien, Jesucristo, / en algo por fin nos parecemos: / ambos
tenemos una cruz. / La tuya redimió al mundo / la mía solo a mí “.
La segunda sección, “Templo”, está marcada por el tono apelativo de la
composición de inicio; así lo expresan los versos de “Estatua de sal”: “Llevo
los ojos a la espalda / dándole la cara al asco. / ¿Cómo, Señor, / cómo no
mirar hacia atrás” Sobre los poemas sigue creciendo una lluvia gris que hace
sentir en quien la percibe la sensación de naufragio, el yo desconoce cómo
llegar a la tierra prometida y cuáles son sus coordenadas situacionales; solo
tiene constancia de encarnar una presencia frágil y fragmentada: “La línea que
divide mi cuerpo / nunca fue cicatriz /
siempre frontera / de estas mitades que me suceden / y dejan en los
labios una palabra rota”. Existir es un estado de continua implosión, una
espera pactada con la ceniza, aceptada como si fuese signo de un destino
asumido: “Nunca me he negado a llevar la cruz, Señor. / Estoy acostumbrada a
los clavos / a sangrar.”
El neologismo (Ll)Oraciones convierte al rezo en expresión de llanto al
vivificar las grietas del ahora, sin escamotear los bajorrelieves del drama
existencial. Y ese clima crepuscular y umbrío se mantiene, como si no hubiese
opción a quejas, sin saber si cuando tantas tragedias se cumplan será un tiempo
de amanecida y luz.
Los poemas finales integran la composición “Sé del mar reventando contra
un muro”, con la que la poeta consiguió el II Concurso nacional de Poesía Joven
Rafael Cadenas. Sus versos sugieren una emotiva reflexión sobre el desarraigo.
Son poemas más abiertos en sus claves argumentales que comparten un
protagonista lírico cercano, cuyo deambular por el poema muestra una condición
sometida a la inercia y la costumbre, un estar que sobrevive sin épica,
repitiendo gestos que solo tienen respuesta en la honda lejanía del silencio.
Directa, dolorosa, y con un gran vigor descriptivo en sus imágenes, la
poesía de Cristina Gutiérrez Leal entrelaza subjetivismo y referentes
culturales de la tradición católica para compartir en el poema un sentimiento
de desasosiego en crecida, una alegoría de la soledad.