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miércoles, 14 de octubre de 2015

JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN. PRESENTE CONTINUO

Presente continuo
José Luis García Martín
Impronta, Gijón, 2015

PIE DE IMAGEN


   En el transcurso literario de José Luis García Martín (Aldeanueva del Camino, Cáceres, 1950) la poesía ha sido siempre una fuerza impulsiva, con casi una decena de títulos, desde el arranque inicial de Marineros perdidos en los puertos (1972) hasta Légamo, obra editada en 2008. Ahora prosigue con Presente continuo, libro que integra composiciones escritas entre 2011 y 2015.
   El título parece definir el afán evocativo del poema, capaz de trastocar el acontecer y convertirlo en sincronía del ahora. Del estar sin estruendo da cuenta también la breve nota “Al servicio de quien me quiera”; delimita el natural propósito del autor: “El libro de poemas no es un panteón de textos más o menos ilustres que deben ser acogidos con silencio y reverencia, sino un almacén, una alacena, un huerto al servicio del lector”. La buena literatura es materia dócil que establece su casa en el reposo atento de quien abre la página y asigna sitio.
   De entrada, hallamos en el avance una poesía reflexiva que busca cauce formal en el soneto, ya sea en endecasílabos blancos o con el esquema rimado tradicional. El molde acoge en sus argumentos puntos de llegada como el amor, la soledad del ser, la conciencia de finitud o las etapas que van marcando huellas en la arena del tiempo.
   La escritura pronto recobra el vuelo del verso libre para trazar el despliegue visual de un lugar paradigmático como Nueva York con trazos esenciales, mínimos poemas que comparten una sensación. Recupero tres ejemplos de esta lectura fragmentaria de la metrópolis. Leemos en “Antorcha”: “¿Quién apagó la antorcha, Libertad? /  Solo en los sueños ardes todavía.”;  En “Luna”: “Lo supo Juan Ramón antes que nadie: / la luna de New York habla español “; y el delicado apunte de “Cometa”: “En Prospect Park se alza una cometa / y mis ojos de niño van con ella”. La estructura versal se repite de nuevo en otra ciudad hecha de luces, Paris,  también cuajada de elementos para archivar en la memoria, para convertir el lugar concreto en un paisaje interior, en sintonía con el ánimo. Tampoco falta el paseo por Roma, donde elige una estrofa de tres versos para dibujar el contraluz arqueológico de la urbe, frágil y perdurable al mismo tiempo. El poeta escribe en “Foro”: “Otros pisaron antes estas piedras / y otros las pisarán cuando yo muera, / pero ahora soy yo quien está aquí “. La red topográfica se completa con Venecia, lugar que hace del sosiego azul de sus canales substancia poética. Otro topónimo de la geografía vital, Aldeanueva del Camino, encadena una colección de haikus para recuperar instantáneas de infancia.
   La nota previa advertía del desorden temático, de esa costumbre del poema de no delimitar intereses y buscar en las palabras su propio universo de sentido, un encadenamiento causal que habla de un discurrir proteico que implanta su interés en el pensamiento o en la biblioteca, en las emociones o en ese estar de quien aprovecha el instante porque sabe que todo es transitorio: “Todas las causas son causas perdidas, / todas las ciudades se hunden en el agua / del  tiempo lentamente, sin salvación alguna. / Todos los hombres matan lo que aman / para luego llorar sobre las ruinas “.
   El apéndice propone un juego especular. A través del monólogo dramático el hablante verbal se transforma en Marilyn Monroe, icono popular de la gran pantalla. José Luis García Martín, con manifiesta afinidad con Pessoa y con Borges, contextualiza el legado poético de la hermosa rubia a partir de un taller literario. Lo aceptamos de inmediato porque son las palabras las que descubren la faz imaginaria de un yo perdido en su identidad. Aquella perfección corporal era una triste máscara para ocultar soledad y desvalimiento: “Sola. estoy sola. / Siempre he estado sola, / pero hoy / ni siquiera me tengo a mí misma / para hacerme compañía“.
 Los poemas de Presente continuo construyen un discurso ensimismado, un soliloquio que recorre la experiencia existencial. Nos muestran un hablante lírico cuyos pensamientos se suceden para reafirmar una sensibilidad. La voz da cuenta de una posición interior, un recodo a resguardo donde el acontecer del día adquiere plenitud y sentido: así lo corroboran estos versos:  “Qué poco necesita / el hombre que no quiere nada más que vivir. / Y ese poco sobra esta mañana / en que tras la tormenta / brilla el sol sobre la nieve / y es tan hermoso el mundo / que morir y vivir / no parecen cosas diferentes.”


viernes, 10 de julio de 2015

FERNANDO PESSOA. POLIFONÍA

Fernando Pessoa
PLURAL ESENCIAL
Selección, traducción y prólogo de
José Luis García Martín
Sevilla, Renacimiento, 2015
POLIFONÍA

   En junio de 1983, en la colección Los poetas de ediciones Júcar, José Luis García Martín inaugura bibliografía personal sobre Fernando Pessoa, Allí señala que el más celebrado lírico portugués contemporáneo no es un poeta sino toda una literatura, por más que su personalidad callada apenas dejara destellos significativos en las situaciones vitales. Parecía cumplirse el aserto de que los poetas no tienen biografía sino obras. Una verdad a medias; su vida fue la de cualquier ciudadano; en ella hubo sitio para los sentimientos, el quehacer laboral, las ilusiones literarias, incluso, la mitología y el ocultismo en un contexto histórico que silenció su plural faceta creadora.
  Aquel estudio fue núcleo germinal de otras aproximaciones como Fernando Pessoa. Sociedad Ilimitada (Oviedo, 2002), El misterio del mundo (Alcalá de Guadaíra, Sevilla, 2009), Aforismos (Sevilla, 2012) y el libro aquí comentado, Plural esencial, selecta antología que incluye una muestra de Libro del desasosiego, el diario íntimo atribuido a Bernardo Soares, y el poema epílogo del propio García Martín.
   El aporte axial de la obra pessoana es la polifonía, la existencia junto a la voz propia de los heterónimos. El autor en larga carta explicó, con más vigor literario que verosimilitud, la creación de las identidades que gestaron un tramo singular y autónomo de su labor poética. No son pseudónimos que velan su nombre y comparten cualidades; son personalidades escindidas que forman una coral con destacados solistas.
   El prólogo “Singular y plural” resume  el trayecto biográfico, tan definido por las paradojas, y las claves del existir con una vocación firme, consciente de su valía, que multiplicó fecundidad imaginativa. La muestra textual se inicia con los poemas del cancionero, anticipados en revistas; versos próximos al ideario simbolista en los que resalta el aliento tradicional y la diversidad de asuntos; la palabra mudable del mismo Pessoa que fue evolucionando desde el canto popular hacia una poesía reflexiva que fusiona intimismo y pensamiento.
   Del único libro publicado en vida, Mensaje, sobresale el tono épico, un rasgo importado de poetas del XIX que convierte al libro en muestrario de fragmentos dramáticos, como si los personajes compartieran escenario y aspiraran el aire solemne de lo teatral.
   En breves notas, José Luis García Martín define los indicios caracteriales de cada heterónimo, así que corresponde acercarse a los poemas seleccionados para verificar el futurismo de Álvaro de Campos, el tono culto de Ricardo Reis, discípulo de Horacio y conocedor de la herencia clásica, o la poesía de Alberto Caeiro, el más diáfano por su mentalidad intuitiva que define a un filósofo pagano y objetivista, en comunión directa con la realidad inmediata.
   Fernando Pessoa fallece en 1935. Apenas contaba cuarenta y siete años. Pero su ausencia guardó en la penumbra de un baúl un insólito legado de proyectos inéditos que todavía hoy sigue propiciando itinerarios por descubrir. En Plural esencial José Luis García Martín, difusor incansable de Pessoa, nos muestra la biografía al paso y el verbo luminoso de un poeta mayor que tuvo dentro de su escritura todos los sueños del mundo. 

jueves, 23 de octubre de 2014

VEINTE AÑOS CON VÍCTOR BOTAS


VEINTE AÑOS CON VÍCTOR BOTAS

                                                                     In memoriam 

   Cuando la muerte se hizo prematura certidumbre, como consecuencia de un infarto de miocardio, Víctor Botas (Oviedo, 1945-1994) tenía cuarenta y nueve años. Desde aquel domingo, 23 de octubre de 1994, hecho dolor y angustia, han transcurrido dos décadas y el poeta es ahora íntimo patrimonio de Paulina Cervero, incansable columna vertebral, de sus cuatro hijos y de José Luis García Martín, que fue consejero, editor y acentuó la necesidad de una mayor presencia en las librerías frente a una notable desidia. También de los lectores y de un selecto grupo de estudiosos en el que resaltan José Luna Borge, Leopoldo Sánchez Torre, Josefina Martínez Álvarez y Luis Bagué Quílez, lúcidos buscadores de una interpretación integral y orientadora.
   Los veinte años de ausencia no han opacado el resplandor literario del ovetense. La presencia verbal de Víctor Botas se mantiene y son muchos los coetáneos que muestran vinculaciones expresivas con los singulares tics de su lirismo o dedican miradas críticas a profundizar en las constantes vitales de sus libros. Las palabras regresan en las manos del tiempo para mostrarnos un vitalismo atemporal, hecho sosegado diálogo contra el olvido.

 

miércoles, 13 de noviembre de 2013

JOSÉ LUIS GARCÍA MARTÍN. LÍNEA ROJA.

Línea roja
José Luis García Martín
Impronta, Gijón, 2013
 

RECUENTO

   Aunque parezca una definición pretenciosa, un crítico es sobre todo un lector activo en confrontación con la mala literatura. En esa tarea consume  “muchas horas libres” el incansable José Luis García Martín, poeta, profesor universitario, traductor, antólogo, conferenciante, viajero y escritor de diarios. Sobre la personalidad del extremeño asturiano han hecho fortuna unos cuantos clichés que yo no voy a repetir pero que justifican el umbral de ironía que abre Línea roja. Las anotaciones iniciales son unas instrucciones de uso, una especie de brújula manejable que oriente al despistado lector. Son pautas literarias con mensaje para los habituales seguidores del escritor, entre los que me cuento; y consiguen arrancar la lectura con la sonrisa puesta, un buen comienzo.
   Resulta de interés sondear las connotaciones de un título proclive a varias interpretaciones: la línea roja es aquella frontera por detrás de la cual varían las condiciones de seguridad; a los sesenta años el autor se siente en el tramo final de la madurez y en los albores de la senectud, donde  la erosión y el desgaste se acentúan y la fisiología muestra las primeras carencias. El titulo sugiere además que el diario, propuesta escrita para recorrer en compañía un paisaje interior, no cruzará nunca la línea roja de la confidencia personal. Las minucias de lo privado son asuntos que a nadie interesan sino al sujeto.
   Hallamos en la estructura textual de este diario casi todo lo que las expectativas demandan: las preferencias sobre libros leídos, los argumentos rutinarios de una identidad encaramada al punto de observación de la experiencia, la particular arquitectura de los lugares de paso, aunque el poeta sabe que “la mejor manera de viajar es soñar el viaje que nunca se ha hecho” y la nutrida crónica de sucesos del presente, un tiempo que tiene una manifiesta inclinación a la paradoja. Hay también borradores del taller, haikus y aforismos que aluden al gusto por  la concisión y por la frase que condensa una reflexión ética o un juicio crítico, más o menos lapidario. Muy fugazmente aparecen esas estelas de ingenio, tan jaleadas como actos de independencia estética: las chispas sobre nombres propios que son opiniones, casi ponderadas y ecuánimes, que traspapelaron la intemperancia.
  Ya se ha dicho, del diario íntimo como exposición confidencial de una existencia concreta queda poco. Las bóvedas interiores permanecen bajo cubierta porque en el itinerario de Línea roja el yo es un personaje más, tratado con pretensiones de objetividad, aunque el velado discurso confesional tenga continuidad con anteriores entregas autobiográficas.
  Tras la lectura, queda la certeza de que, en el itinerario creador de José Luis García Martín, la autobiografía no es un género menor, una actividad intermedia entre la poesía y la crítica, sino una mañana limpia, el azul intacto de la buena literatura. 

domingo, 18 de noviembre de 2012

FERNANDO PESSOA.

PERSONAJES DEL DRAMA

El misterio del mundo
Fernando Pessoa
Prólogo, selección y traducción,
José Luis García Martín
Paréntesis, Alcalá de Guadaíra (Sevilla), 2009

   En la primavera de 1980, la revista Poesía, del Ministerio de Cultura, dedicaba un monográfico doble, el 7-8, a  Fernando Pessoa. Se hacía eco del prestigio literario del portugués. Aquel especial incluía una tabla cronológica, un amplio catálogo de opiniones sobre el discurrir biográfico y la obra y una intensa exploración sobre el camino de los heterónimos, con atractivo diseño sembrado de fotografías. Otra iniciativa que clarificó la valía pessoana fue El poeta es un fingidor, con traducción, selección, prólogo y notas de Ángel Crespo, editada  por Espasa-Calpe en enero de 1982. Un año después, José Luis García Martín, en la colección Los Poetas de Ediciones Júcar, presentaba la antología Fernando Pessoa, con documentado ensayo introductorio de casi doscientas páginas. Se sumarían con posterioridad otros acercamientos porque  Fernando Pessoa se había convertido en un campo temático y los saqueos de citas se prodigaron hasta convertirse en una moda trivial.
   En el ahora ha languidecido la presencia mediática y el estar cotidiano de su literatura, lo que anima a la editorial Paréntesis a reeditar aquel trabajo de José Luis García Martín, con un liminar didáctico y ligero, donde el traductor repasa las circunstancias concretas y el contexto histórico. Fernando Pessoa (Lisboa, 1888, 1935) publicó en vida un único libro, Mensagem (Mensaje), aunque fueron frecuentes las colaboraciones críticas en A Aguia y los poemas en revistas como Orpheu y Contemporánea. La antología comienza precisamente por Mensaje. En sus poemas hallamos un evidente cuidado formal y una tendencia a buscar en la historia lusa argumentos literarios en los que expone un sebastianismo racional y un expresivo nacionalismo.
   Los heterónimos diversifican la obra; dejan un estilo y una sensibilidad; Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos y el ortónimo Fernando Pessoa dan voz de orquesta a un lenguaje plural.
  Alberto Caeiro representa la palabra espontánea y natural, el sujeto que ve sin estar condicionado por lo cultural. Su imaginaria senda de escritor arranca en Lisboa en 1914 y concluye en 1915. Su breve obra rompe con el saudosismo portugués; incluye El guardador de rebaños, un libro que aglutina intuición y grandeza, El pastor amoroso y los denominados Poemas inconclusos.
   Ricardo Reis nace en 1887. Educado con los jesuitas, recibe una fecunda formación clásica que traslada a su único libro de odas, un conjunto de ciento veinticinco poemas en el que los aspectos formales se subordinan al pensamiento. En la pautada evolución hallamos elevación espiritual y epicureísmo, elegante dicción y serena filosofía.
   Los poemas más tempranos de Álvaro de Campos, nacido en 1890, sirven de cierre a la primera entrega de la revista Orpheu; en el segundo número  de esta publicación se incluye  la “Oda Marítima” que ya difunde la identidad poética de este heterónimo que tiene afinidades con W. Withman. Representa el vanguardismo formal e ideológico. En la poética pessoana, Álvaro de Campos amplía el verso libre y da pujanza a la sensación intelectual con su afán vanguardista, con logros tan notables como “Oda Triunfal”, “Oda Marítima” y “Tabacaria”
  La diversidad de Pessoa también está representada en Primer Fausto, un poema dramático cuyo hilo general es el conflicto entre inteligencia (facultad a la que Fausto pone voz) y devenir existencial. Del primer fragmento del poema, “El misterio del mundo”,  toma José Luis García Martín el título general de la recopilación.
   Si recordamos la biografía, en 1896 el poeta y su madre viven en Sudáfrica, en Durban, donde aprende el inglés, idioma que se convertirá en su primera lengua literaria. Tras su regreso, en 1905, continúa escribiendo textos y notas íntimas. En esta antología se recogen  algunos poemas ingleses y un abundante compendio de epitafios.
   Están además algunos poemas de gusto popular, que disuenan por su estética de la diversa producción heteronínima y los fragmentos del Libro de desasosiego, el mejor exponente del ideario estético.
   Fernando Pessoa murió muy joven, a los cuarenta y siete años, en 1935, en un hospital lisboeta, tras consumir una existencia sin hitos relevantes, pero en la que puso una indeclinable vocación literaria, poco conocida por sus contemporáneos, aunque en 1927 la generación de escritores más jóvenes, nucleada en torno a la revista Presença, tiene conciencia de su magisterio. Cada uno de sus heterónimos da voz a una personalidad singular, como si el cauce creador fuera tan amplio que precisara derivaciones.